Historias De Los Olvidados (Whisky Tango Foxtrot Vol Ii) - WJ LUNDY - E-Book

Historias De Los Olvidados (Whisky Tango Foxtrot Vol Ii) E-Book

WJ LUNDY

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Historias De Los Olvidados (Whisky Tango Foxtrot Vol Ii)

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Historias de los olvidados (Whisky Tango Foxtrot Vol II)

WJ LUNDY

––––––––

Traducido por Sabrina Ferrino 

“Historias de los olvidados (Whisky Tango Foxtrot Vol II)”

Escrito por WJ LUNDY

Copyright © 2015 WJ LUNDY

Todos los derechos reservados

Distribuido por Babelcube, Inc.

www.babelcube.com

Traducido por Sabrina Ferrino

Diseño de portada © 2015 Andre Vasquez

“Babelcube Books” y “Babelcube” son marcas registradas de Babelcube Inc.

Tabla de Contenidos

Página de Titulo

Página de Copyright

PRÓLOGO

1. | Base de operaciones Bremmel | Día cero más uno.

2. | Campamento de aduana de Hairatan | Día cero más treinta y dos.

3.

4.

5.

6.

7.

8.

9.

10.

11.

12.

13.

14.

15.

16.

17.

18.

19.

20.

21.

Gracias por leer.

PRÓLOGO

Habían pasado semanas desde el primer ataque, desde el día en que el mundo se había vuelto oscuro y todos se habían olvidado de ellos. El día que él perdió a su compañía y a la mayoría de sus amigos. Los demás debían tener más cosas en qué preocuparse que media docena de soldados varados del otro lado del mundo. Ningún contacto, ningún mensaje, ni siquiera señales de alguna avioneta amiga. Estaban completamente aislados y solos.

“Objetivo a las doce en punto. Primal en el alambre.” Susurró el observador.

El equipo de Brad se las había arreglado bastante bien por sí mismo. Se habían alojado en el campamento de Hairatan cerca de la aduana, lo fortificaron y lo convirtieron en un refugio. Su misión previa había sido patrullar las calles buscando algún talibán. Irónicamente, ahora trabajaban junto a un ex talibán llamado Junayd, rescatando civiles y reconstruyendo en los más lejanos confines de Afganistán. Quienes alguna vez habían sido enemigos, ahora se encontraban unidos ante una meta en común por sobrevivir.

“Identificado. Primal en el alambre,” Susurró Brad colocando el rifle en su hombro y dejando su mejilla descansar sobre la culata. Sujetando fuertemente el guardamanos de su M24, se obligó a relajarse mientras alineaba su ojo dominante con la mira.

La rutina se había vuelto monótona, realizaba las mismas tareas una y otra vez. Su despliegue en Afganistan se había sentido igual que siempre, pero esta vez era diferente. No había un final real para esto, no tenían en el calendario un día que marcara el final de su trabajo. No había metas para alcanzar, ni motivación que los obligara a seguir. Simplemente se trataba de sobrevivir cada día. Un día tras otro. Armaban patrullas para sobrevivir y recolectar bienes en la ciudad. Habían encontrado muchos sobrevivientes, pero ninguno con formación militar. Él temía que sus hombres fueran los últimos de las fuerzas Estadounidenses que quedaban vivos.

“Midan mil doscientos metros, marquen dieciocho más un click” ordenó el observador.

El campamento era su hogar ahora. Sobrevivientes de todos los tipos habían llegado allí buscando refugio tras la valla. Todos ellos trabajaban juntos, armando y reforzando muros, y realizando las tareas que mantenían un campamento, soldados y civiles trabajando juntos, hombro a hombro. Los hombres de Brad sabían que el campamento  no soportaría un gran ataque en masa. ¿Cómo podría? Su propia base, la cual había sido reforzada, había caído en los primeros días. Eso fue cuando los ataques llegaron de a miles. Actualmente llegaban de a dos o tres hasta los muros. A menos que algo los alertara, era muy extraño ver más de diez juntos a la luz del día. Nadie quería pensar en una turba dirigiéndose hacia sus puertas, pero sabían que estaban allí afuera.

“Roger, dieciocho más uno, marcados.” Respondió Brad.

Sus hombres odiaban las patrullas. Pero eran un mal necesario, esencial para la supervivencia del grupo. Esto no era como cazar talibanes, lo cual podía llevar días e incluso semanas de aburrimiento interrumpidos por, tan solo, minutos de leve violencia. Esto era constante. Estaba casi garantizado que los soldados correrían peligro cada vez que cruzaran el alambre, y, a diferencia de su misión anterior, no habría soporte aéreo o asistencia médica. En la última patrulla a la que había asistido Brad, habían buscado un mercado en el pueblo; El lugar parecía estar bien abastecido y haber sido abandonado, pero necesitaban ingresar a la fuerza para asegurarse.

“Viento de las tres en punto, seis millas por hora, marca viento de la derecha, dos punto tres.” Indicó el observador.

El depósito estaba infestado de Primals. Ni bien abrieron las puertas dobles, se vieron en problemas. Solían encontrar hordas de ellos tras barricadas y puertas cerradas, era algo ya frecuente. Durante los primeros días del ataque, las familias solían refugiarse en sus casas, asegurando bien puertas y ventanas, a menudo con algún familiar herido al que habían vendado, in saber que la persona herida terminaría convirtiéndose y los atacaría dentro del que sería su último escondite. Eso había sido antes de que supieran lo mortal que era el virus. Antes de que supieran que un pequeño corte o una pequeña mordida desataría la peor furia.

“Entendido, marcado dos punto tres, objetivo en la mira.” Susurró Brad mientras le hacía los últimos ajustes a su rifle, sin quitar la vista delobjetivo.

Les había tomado casi todo el día y una gran cantidad de munición despejar esa colmena. Definitivamente no habían armado ninguna estrategia para luchar contra ellos; los Primals no seguían reglar, simplemente se reunían en masas y atacaban en conjunto y detectaban alguna presa. No tenían miedo de herirse o de morir; no podían ser eliminados; no había nada que pudiera servir contra ellos. Los Primals no podían ser intimidados de ninguna manera.

Disparos continuos, utilizados para disminuir las cantidades de ellos y sofocar la amenaza lo antes posible, luego volverse muy sigilosos, correr y esconderse de los Primals que quedaran en pie. En la ciudad era inútil intentar despejar algún sector con armar, siempre había demasiados de ellos.

“Tómale una foto.” Susurró el observador.

Él sabía lo que pasaría cuando se quedaran sin municiones. La lucha cuerpo a cuerpo con los Primals era una pesadilla; eran rápidos y fuertes, y nunca se cansaban. Ellos no dudaban en atacar y no abandonaban si creían que había comida cerca. Brad necesitaba hacer preparaciones a largo plazo, pero su gente estaba muy ocupada sobreviviendo para mirar al futuro. Necesitaban hacer contacto con los Estados Unidos, sus familias, y sus comandos. Necesitaban ayuda.

“Disparando.” Dijo Brad mientras hacía foco y presionaba el gatillo durante la pausa natural de su respiración.

La única persona que había podido lograr contacto con las fuerzas militares luego de los ataques, fue el Jefe del Equipo SEAL, pero incluso esa comunicación se perdió cuando murieron las baterías de los teléfonos satelitales. Sean le había dicho a Brad que NATO había quitado a todos los soldados en los primeros días. Habían sido llamados para defender sus tierras. Los hombres de Brad no habían sido tan afortunados, olvidados en la bruma de la guerra. El gobierno había dado algunas precauciones sobre los ataques que se avecinaban pero, como siempre, el “necesitan saber” no había llegado a los soldados que se encontraban en tierras lejanas. Ellos tenían miedo de que se filtrara información sobre los ataques biológicos, los enemigos adelantaran su ataque y las Fuerzas Especiales no pudieran detenerlos. De una forma u otra, habían perdido.

“Le diste en la cabeza, objetivo eliminado.” Confirmó el observador.

La bruma de la guerra y la Ley de Murphy  habían derribado innumerables miembros en los ataques. Ahora estaban solos, perdidos y con una cantidad reducida de gente. Una docena de hombres de una patrulla perdida, no era la mayor preocupación para la gran pelea en la que se encontraba la humanidad. Los Estados Unidos estaban bajo ataque y luchaban por sobrevivir. ¿Cómo podrían desperdiciar sus medios en buscar a otros cuando ellos mismos se encontraban luchando por sus propias vidas? Ese era el argumento que utilizaba Brad para justificar ante sus hombres tal abandono, pero no tenía justificación que él mismo pudiera creer. Aunque conocía los riesgos de dejar la seguridad de su campamento, su decisión era rotunda. Alguien debía irse para buscar la ayuda necesaria. No lograrían sobrevivir por sí mismos, sin ningún soporte.

“Entendido.” Respondió Brad mientras abría el cerrojo y recargaba la cámara de su fusil. Esta era su séptima muerte de la mañana, y el comienzo de una larga vigilancia.

1.

––––––––

Base de operaciones Bremmel

Día cero más uno.

––––––––

Él no era un mal soldado, solo un incomprendido. El Sargento Robert Logan siempre se metía en problemas, no en el trabajo, sino en cómo administraba sus tiempos. Su última aventura lo había hecho dormir de más, por lo cual llegó tarde a su tarea asignada. Eso le costó su puesto de líder y una semana de trabajo en la cafetería. Ahora el resto de la compañía Echo se alistaba para una patrulla mientras él trabajaba como camarero. Trabajar en la cafetería apesta, pero es mucho peor cuando ves a tus compañeros salir de guardia sin ti.

Robert ayudaba al Cabo Méndez a preparar su tripulación para la misión del día; esta sería su primera misión como líder. Robert había estado interrogando nerviosamente a Méndez para asegurarse que podría llevar a cabo tal responsabilidad. Méndez, entonces, calmó a Robert asegurándole que todo iba a estar bien. Él tenía una tripulación sólida, el especialista Eric era un buen conductor, el soldado Ryan era uno de los mejores artilleros de la compañía. Además, esto no era asunto de Robert esa mañana, su trabajo era servir el desayuno y lo último que necesitaba era llegar tarde a su trabajo otra vez. Robert saludó a sus compañeros de equipo con un apretón de mano y les deseó suerte en la patrulla del día, luego se dirigió a la cafetería.

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