Isis y Osiris - Plutarco - E-Book

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Plutarco

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Beschreibung

"Isis y Osiris" es una obra importante para comprender tanto la mitología egipcia como el pensamiento religioso y filosófico en la antigüedad. Plutarco proporciona una interpretación perspicaz de estos mitos y sus significados, lo que lo convierte en un recurso valioso para los estudiosos interesados en la religión y la cultura del mundo antiguo.A través de sus obras, Plutarco dejó un legado perdurable en la literatura y el pensamiento occidental. Su habilidad para combinar la erudición histórica y filosófica con una prosa cautivadora lo convierte en uno de los escritores más influyentes de la antigüedad. Su obra sigue siendo estudiada y apreciada en la actualidad por su profunda comprensión de la naturaleza humana y su capacidad para ofrecer ideas atemporales sobre la moralidad, el liderazgo y la vida misma.

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Seitenzahl: 135

Veröffentlichungsjahr: 2025

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PLUTARCO

ISIS Y OSIRIS

ÍNDICE

ÍNDICE

INTRODUCCIÓN

ISIS Y OSIRIS

FIN

Título: Isis y Osiris

Autor: Plutarco

Título Original: «Ἠθικά Ethikà (Περί Ίσιδος και Οσίριδος)»

Editorial: AMA Audiolibros

© De esta edición: 2024 AMA Audiolibros

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INTRODUCCIÓN

Plutarco fue un influyente escritor y filósofo griego conocido por sus obras biográficas y sus ensayos morales y filosóficos nacido aproximadamente en el año 46 d.C. en Grecia, y muerto alrededor del año 120 d.C.

Plutarco recibió una educación completa en Atenas. Durante su juventud, estudió filosofía en la Academia de Atenas, donde se sumergió en los ideales del pensamiento griego clásico y la tradición intelectual. Después de completar sus estudios en Atenas, Plutarco viajó extensamente por el mundo grecorromano, explorando diversas regiones del Imperio Romano y absorbiendo la cultura, la política y la historia de cada lugar que visitaba. Esta experiencia de viaje le proporcionó una comprensión profunda y global de la civilización antigua, enriqueciendo su perspectiva y su capacidad para analizar y comparar diferentes culturas y formas de vida.

Además de ser un viajero y erudito, Plutarco también se dedicó a la vida pública. Sirvió como sacerdote en su ciudad natal de Queronea y desempeñó varios cargos políticos en Beocia, incluyendo el de Arconte, una posición de liderazgo local. Su participación en la política local le otorgó una perspectiva práctica sobre los asuntos políticos y sociales de su tiempo, que luego reflejaría en sus escritos.

Plutarco es más conocido por sus obras literarias y filosóficas. Su obra más famosa, "Vidas Paralelas", consiste en una serie de biografías que comparan las vidas de figuras históricas griegas y romanas. Además, Plutarco escribió una vasta colección de ensayos morales y filosóficos conocida como "Moralia". Esta serie de escritos abarca una amplia gama de temas, desde la ética y la religión hasta la política y la literatura. Uno de los ensayos más destacados de "Moralia" es "Isis y Osiris", donde Plutarco explora la mitología egipcia y las creencias religiosas asociadas con estos Dioses.

Plutarco pasó tiempo de su vida en Egipto, aunque la extensión exacta y la duración de su estancia no están completamente documentadas. Sin embargo, su interés por la cultura egipcia y su profundo conocimiento de la mitología y las creencias religiosas egipcias son evidentes en algunas de sus obras, incluyendo "Isis y Osiris". En este ensayo, Plutarco explora la mitología egipcia y las creencias religiosas asociadas con los Dioses Isis y Osiris. Este ensayo analiza la simbología de estos Dioses y cómo sus historias se relacionan con aspectos más profundos de la experiencia humana, como la muerte, el renacimiento y la moralidad.

"Isis y Osiris" es una obra importante para comprender tanto la mitología egipcia como el pensamiento religioso y filosófico en la antigüedad. Plutarco proporciona una interpretación perspicaz de estos mitos y sus significados, lo que lo convierte en un recurso valioso para los estudiosos interesados en la religión y la cultura del mundo antiguo.

A través de sus obras, Plutarco dejó un legado perdurable en la literatura y el pensamiento occidental. Su habilidad para combinar la erudición histórica y filosófica lo convierte en uno de los escritores más influyentes de la antigüedad. Su obra sigue siendo estudiada y apreciada en la actualidad por su profunda comprensión de la naturaleza humana y su capacidad para ofrecer ideas atemporales sobre la moralidad, el liderazgo y la vida misma.

ISIS Y OSIRIS

Precisa sin duda, ¡oh Clea!, que los espíritus sensatos pidan a los Dioses todos los bienes, pero a lo que hay que aplicarse sobre todo es al conocimiento de los Dioses, con toda la capacidad humana, rogándoles se dignen concedérnoslo. La verdad es lo más grande que puede obtener el hombre; la verdad es lo más augusto que puede conceder la divinidad. Dios cede todos los bienes a los hombres para subvenir a sus necesidades; pero al comunicarles la inteligencia y sabiduría les permite sean partícipes de los atributos que le son propios y de los que hace constante uso. No es la plata ni el oro lo que constituye la divina felicidad; lo que establece su poder no es el trueno ni el rayo, sino la ciencia y la sabiduría. Nunca habló Homero mejor acerca de los Dioses como cuando exclamó: «Los dos tienen un mismo origen y una misma patria; pero Zeus nació primero y su ciencia es más grande». Este poeta nos dio a conocer de este modo que, si la preeminencia de Zeus es más augusta, es por fundarse en ciencia más vasta y sobre sabiduría más venerable. También yo creo que la felicidad de la existencia eterna, que es dote de Dios, consiste en esto: saber que nada de cuanto existe puede escapar a su conocimiento. Si se le privase de la posibilidad de conocer la verdad y de concebirla, su inmortalidad no sería ya vida, sino duración de tiempo.

Por eso desear la verdad es aspirar a la divinidad, sobre todo la verdad referente a lo que concierne a los Dioses. Este deseo es una especie de admisión a las cosas santas; nos incita a instruirnos sobre ellas y a buscarlas, dirigiéndonos de este modo hacia una actividad más santificadora que toda purificación y toda función sacerdotal, actividad agradable sobre todo a esa Diosa sabia y amiga de la sabiduría, a la que has rendido culto especial. En efecto, el nombre que lleva parece decirnos que el saber y la ciencia no convienen a nadie más que a ella. Isis es palabra griega, tan griega como el nombre de Tifón, el asesino de Osiris, al que denominaremos Seth como en Egipto. Seth es cegado por el humo de la ignorancia y del error, siendo enemigo de dicha divinidad; no procura más que destrozar y empañar la palabra sagrada. Pero la Diosa Isis sabe reunirla en su integridad, mantenerla en su orden y trasmitirla a los iniciados que se consagran al culto de su divinidad. En efecto, al constreñirles a seguir un régimen constantemente moderado, a abstenerse de manjares abundantes y de los placeres de Afrodita, amortigua en ellos la destemplanza y la sensualidad. Inaccesibles a la molicie, les habitúa a persistir en las santas prácticas de una devoción constante, prácticas cuyo fin es la obtención del conocimiento del Ser primero, soberano, accesible a la inteligencia solamente del Ser que la Diosa Isis nos anima a buscar cerca de ella, puesto que vive y reside con ella. Por otra parte, el nombre que ha recibido el templo de la Diosa indica claramente que encierra el conocimiento y la ciencia del Ser que existe. En efecto, ese templo se llama «Iseión», es decir, la casa en la que podemos adquirir la ciencia del Ser, si penetramos piadosamente y con atención en los santuarios consagrados a lsis.

Aún hay más; numerosas autoridades afirman que Isis es hija de Hermes; otras, no menos numerosas, pretenden que es hija de Prometeo. Unos apoyan su aserto en que Prometeo pasa por ser el inventor de la sabiduría y la previsión; los otros, en que Hermes es considerado como el que descubrió la escritura y la música. Por esa razón también se llama en Hermópolis a Isis la primera de las Musas, al mismo tiempo que Justicia. Como hemos dicho antes, para indicar que la sabiduría está en ella y que revela las cosas divinas a aquellos que verdadera y justamente merecen ser llamados Hieróforos y Hieróstulos. Los primeros son aquellos que poseían las doctrinas sagradas relativas a los Dioses; guardándolas puras de toda superstición e indiscreción, llevándolas en sus almas como un cofrecillo sagrado. Los últimos, para darnos a entender que las doctrinas referentes a los Dioses son en parte oscuras y están rodeadas de sombra, y en parte claras y brillantes, revisten las estatuas con un ropaje sagrado que manifiesta estos diferentes aspectos. Por otra parte, recubriendo también con ropas parecidas a los sacerdotes de Isis que fallecen, se quiere indicar que la palabra divina está con ellos, y que se dirigen a la otra vida sin llevar consigo nada más que esta sola palabra. Lo que hace a los filósofos, Clea, no es, en efecto, la costumbre de criar luenga barba, ni la de cubrirse con un manto raído. Tampoco los vestidos de lino ni la costumbre de afeitarse, hace a los sacerdotes de Isis. El verdadero Isíaco es aquel que, habiendo recibido, por la vía legal de la tradición, todo cuanto se enseña y practica relativo a estas divinidades, lo somete al examen de la razón, y se esfuerza, por medio de la filosofía, en profundizar toda la verdad.

Por el contrario, la mayor parte de los hombres ignora hasta los motivos de esta práctica tan corriente y sencilla, es decir, la razón de que los sacerdotes de Isis se despojen de sus cabellos y lleven ropas de lino. Unos no se preocupan por saber nada referente a ello; otros se contentan con decir que es por respeto a la oveja por lo que los sacerdotes de Isis se abstienen de vestir su lana y alimentarse con su carne.

Añaden que se rasuran la cabeza como signo de luto, y que, si llevan vestiduras de lino, se debe al color de la flor que hace crecer dicha planta, flor de un azul parecido al del éter que rodea al mundo. Pero todos esos usos se explican con una misma razón, que es la única verdadera: porque no está permitido, como enseña Platón, que lo puro roce lo impuro. El residuo de los alimentos, lo superfluo de las secreciones es inmundo e impuro, y lo que hace crecer las lanas, los pelos, los cabellos y las uñas es resultado de una secreción. Sería ridículo que los sacerdotes de Isis que, cuando se purifican, se despojan de sus cabellos conservando todas las partes de su cuerpo igualmente limpias, se cubriesen y vistiesen luego con el vellón de las ovejas. En efecto, cuando nos dice Hesíodo: «Durante las comidas esplendorosas de los Dioses nada cortarás con hierro brillante del árbol de cinco ramas separando lo seco de lo lozano». Hemos de ver en estas palabras una enseñanza que nos recomienda estemos puros de manchas de esta clase para celebrar las fiestas, y no emplear el tiempo destinado a las ceremonias sagradas a deshacernos y limpiarnos de las secreciones superfluas. En cuanto al lino, planta es que crece en la tierra inmortal; produce fruto comestible, proporciona vestidos sencillos y limpios que cubren sin pesadez, que van bien en todas las estaciones y que, según dicen, nunca engendra gusanos. Pero esta cuestión será objeto de otro tratado.

Los sacerdotes de Isis sienten tal horror por todo lo segregado, que llegan a abstenerse no sólo de la mayor parte de las legumbres, y de la carne de los corderos y los cerdos, porque estos alimentos producen muchos residuos superfluos, sino que también se prohíbe, durante la temporada de sus purificaciones, el consumo de la sal en sus alimentos. Entre las numerosas razones que alegan en favor de dicha prohibición, pretenden que la sal, al estimular el apetito, obliga a comer en demasía, a beber excesivamente. La opinión de Aristágoras, que dice que se considera la sal como impura a causa de que cuando cristaliza priva de la vida a inmenso número de animálculos que aprisiona en su masa, es pura tontería.

También se dice que el buey Apis apaga su sed en un pozo especial, y que se le aparta siempre del Nilo. No es porque se crea, como dicen algunos, que la presencia del cocodrilo en este río produzca la impureza de sus aguas, porque nada se venera tanto entre los egipcios como el Nilo. Pero estiman que su agua engorda, produciendo en el que la bebe una gordura excesiva, por eso no quieren para el buey Apis, como tampoco quieren para sí, tal corpulencia. Lo que desean es que la envoltura de sus almas sea un cuerpo ligero y esbelto, para que el principio divino en ellos existente no se vea comprimido ni ahogado debido a la preponderancia y pesadez del elemento perecedero.

Los sacerdotes destinados en Heliópolis al servicio del Dios, nunca llevan vino al templo del Sol. Considerarían inconveniencia beber durante el día bajo la mirada de su señor y rey. Los demás sacerdotes lo beben, pero en exigua cantidad. También cuentan con gran número de purificaciones durante las cuales está prohibido el uso del vino: son aquellas que duran todo el tiempo en que se consagran al estudio, a aprender y a enseñar las verdades divinas. Los mismos reyes de Egipto, como relata Hecateo, no bebían vino sino en la medida establecida por las santas escrituras, porque eran considerados como sacerdotes. Comenzaron a beberlo a partir de Psammético. Anteriormente no bebieron vino, no sirviéndose de él en sus libaciones. No es que creyesen que por obrar de esta manera se atraían el cariño de los Dioses, sino que pensaban que la sangre de aquellos que en otros tiempos entraron en lucha con los Dioses, y, una vez derrotados, mezclaron sus cadáveres con la tierra, era lo que produjo la vid. Por consiguiente, si la embriaguez producía la insensatez de los hombres, si los tornaba furiosos, se debía a que los llenaba de sangre de sus antepasados. Nos declara Eudoxio, en el segundo libro de su «Itinerario», que todas estas particularidades son relatadas por los sacerdotes de este modo.

Todos los egipcios no se abstienen de todos los peces del mar; únicamente se prohíben algunos de ellos. Por ejemplo: los habitantes de Oxirrincos no comen nunca los pescados con anzuelo. En efecto, como veneran el pez llamado oxirrinco, temen que el anzuelo haya enganchado fortuitamente uno de dichos peces sagrados, perdiendo, por lo tanto, su pureza. Los de Siena no comen el pagro. Parece que este pez se deje ver en el Nilo cuando está próximo a desbordarse, por lo que se le considera como mensajero portador de la agradable nueva de la crecida. En cuanto a los sacerdotes, se abstienen de toda especie de pescados. En el noveno día del primer mes, mientras todos los egipcios comen ante la puerta de entrada de su casa un pescado asado, los sacerdotes no lo prueban: se contentan con hacer que sus pescados sean enteramente consumidos por el fuego ante sus puertas. Dos razones tienen para obrar de esta manera: la primera es eminente y sagrada, puesto que relaciona con las santas doctrinas filosóficas que conciernen a Osiris y Seth; más adelante hablaremos de ello. La segunda, por el contrario, es manifiesta y corriente: el pescado no es indispensable como alimento, por una parte, nada tiene de exquisito, por otra. Eso confirma el testimonio de Homero cuando dice que los feacios, pueblo afeminado, y los habitantes de Ítaca, raza insular, no comían el pescado, y cuando cuenta que los compañeros de Ulises, hasta hallándose en alta mar y durante larga travesía, no lo comían a no ser debido a extremada necesidad. En una palabra, los egipcios consideran que el mar ha sido formado por el fuego, que se halla fuera de toda definición, que no forma parte del mundo ni es elemento: en él no ven sino algo así como secreción corrompida y malsana.

Por otra parte, ese pueblo no introdujo, como creen algunos, en sus ceremonias religiosas, principio alguno que no estuviese dentro de la razón, ningún elemento fabuloso o inspirado por la superstición. Sus costumbres y usos se fundan en principios morales, o razones de utilidad, unos; los otros se justifican con ingeniosos recuerdos históricos o explicaciones deducidas de la naturaleza. Así sucede, por ejemplo, en lo relativo al escrúpulo que sienten por la cebolla. La tradición que dice que Dictys, hijo de leche de Isis, cayó en el río y se ahogó al querer recoger unas cebollas, es la que nos parece más verosímil. Pero si los sacerdotes se guardan, con santa aversión y extremada repugnancia, de comer cebolla, es que este bulbo es el único cuya naturaleza hace que crezca y vigorice durante el decurso de la luna. No conviene ni a los que quieren practicar la abstinencia ni a los que celebran una fiesta, porque provoca la sed en ellos y los hace llorar cuando la comen.