J.D. PONCE SOBRE
JESÚS DE NAZARET
UN ANÁLISIS ACADÉMICO DEL
NUEVO TESTAMENTO
© 2024 por J.D. Ponce
ÍNDICE
CONSIDERACIONES PRELIMINARES
Capítulo I: LA JUDEA ROMANA EN EL TIEMPO DE JESÚS
Capítulo II: LOS DOCE SANTOS APÓSTOLES
Capítulo III: JESUCRISTO – EL HOMBRE, EL MESÍAS, EL DIOS
Capítulo IV: TEMAS CLAVE DEL NUEVO TESTAMENTO
Capítulo V: JUSTICIA Y CUMPLIMIENTO DE LA PROFECÍA
Capítulo VI: EL SIERVO SUFRIENTE Y LOS HECHOS DEL MESÍAS
Capítulo VII: INCLUSIVIDAD, MISERICORDIA Y EL ESPÍRITU SANTO
Capítulo VIII: LOGOS Y LUZ - DIVINIDAD Y HUMANIDAD
Capítulo IX: NACIMIENTO DE LA IGLESIA – LA EVANGELIZACIÓN
Capítulo X: JUSTIFICACIÓN, FE Y LIBERTAD CRISTIANA
Capítulo XI: DESAFÍOS DE LA IGLESIA PRIMITIVA
Capítulo XII: ESPERANZA Y CONDUCTA EN EL SUFRIMIENTO
Capítulo XIII: LA LEY VS. LA GRACIA
Capítulo XIV: LA UNIDAD DE LA IGLESIA Y LA ARMADURA DE DIOS
Capítulo XV: ALEGRÍA EN CRISTO Y LA ACTITUD DE HUMILDAD
Capítulo XVI: LA SUPREMACÍA DE CRISTO
Capítulo XVII: ESCATOLOGÍA, UNIDAD Y SANTIDAD
Capítulo XVIII: ORIENTACIÓN PASTORAL Y ORDEN ECLESIAL
Capítulo XIX: LIDERAZGO Y DOCTRINA
Capítulo XX: EL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN
Capítulo XXI: FE Y PERSEVERANCIA
Capítulo XXII: SABIDURÍA PRÁCTICA Y FE EN ACCIÓN
Capítulo XXIII: SUFRIMIENTO, ESPERANZA Y DISCIPULADO
Capítulo XXIV: AMOR, VERDAD Y VIDA ETERNA
Capítulo XXV: LA FIDELIDAD EN MEDIO DE LA APOSTASÍA
Capítulo XXVI: VISIONES APOCALÍPTICAS Y REVELACIÓN DIVINA
Capítulo XXVII: 50 CITAS CLAVE DE JESÚS
Consideraciones preliminares
La teología cristiana considera el Nuevo Testamento como una colección sagrada de textos de suma importancia. Estos constituyen el Nuevo Testamento y sirven como fundamento de la fe cristiana. El cristianismo se basa en la vida y la obra de Jesucristo, con la ayuda del Espíritu Santo, y en sus principios de redención y salvación. La Iglesia ofrece el canon del Nuevo Testamento como escudo contra cualquier escrito apostólico falso que pueda corromper las enseñanzas fundamentales del cristianismo. El canon del Nuevo Testamento se creó mediante un cuidadoso proceso de evaluación para que la Iglesia pueda preservar los escritos apostólicos auténticos. Esto demuestra la diligencia de la Iglesia en salvaguardar sus enseñanzas y garantizar la coherencia con el mensaje cristiano.
En el ámbito de los estudios teológicos, el término "canon" sugiere la posesión de una colección o agrupación de textos específicos que una tradición o cultura considera de gran importancia. Esta colección sirve como base de creencias para las personas de una cultura en particular debido a su importante influencia en la sociedad. El canon del Nuevo Testamento es la parte que contiene los textos sagrados reconocidos que forman las escrituras de la Biblia cristiana. Por tanto, la importancia teológica del canon sirve para delimitar la ortodoxia, custodiar formulaciones pecuniarias y determinar costumbres y prácticas eclesiásticas.
El canon del Nuevo Testamento surge de los intentos de la comunidad cristiana primitiva de salvaguardar y transmitir las enseñanzas de Jesús y los apóstoles. Los textos evangélicos fundamentales de Mateo, Marcos, Lucas y Juan relatan la vida, las enseñanzas, la muerte y la resurrección de Jesucristo, y sirven como piedras angulares de la fe y la práctica cristianas, motivadas por principios que guían la formulación ética y doctrinal. Después del Evangelio, los Hechos de los Apóstoles detallan la difusión temprana del cristianismo y las hazañas de importantes figuras apostólicas como Pedro y Pablo.
Las epístolas paulinas constituyen algunas de las últimas partes del Nuevo Testamento y son fuentes centrales de información sobre las comunidades cristianas primitivas, escritas para tratar cuestiones teológicas y prácticas específicas. Entre ellas se encuentran las más importantes, Romanos, Corintios y Gálatas, y cada una de ellas se ocupa de la formulación de doctrinas centrales e imperativos éticos del cristianismo. En las epístolas generales: Hebreos, Santiago, Pedro, Juan y Judas, se encuentran diversas expresiones sobre la fe, la justicia y las cosas finales.
El último libro del Nuevo Testamento, el Apocalipsis, presenta una visión apocalíptica cuya descripción es dramática y cuya interpretación ha generado mucho debate. Sus símbolos son tan vívidos y sus imágenes tan proféticas que han dado lugar a mucha reflexión teológica y aún más especulación sobre el fin de los tiempos y el juicio divino. Ambos libros juntos forman algo que es una mezcla del testimonio cristiano primitivo y su reflexión ética que incluso en los tiempos modernos influye en la autocomprensión de los cristianos.
En las primeras décadas del cristianismo, la Iglesia atravesó una fase importante de movimiento y variedad con respecto a la construcción de un canon del Nuevo Testamento. Como resultado, hubo demasiados intentos de redactar una lista canónica, ya que diferentes personas prominentes dieron diferentes opiniones. Tal vez el primer intento más conocido de proponer una lista de textos cristianos autorizados proviene de Marción, un destacado teólogo del siglo II con una marcada inclinación teológica que se sabe que vivió en la primera mitad de ese siglo. Su canon aceptó una versión del Evangelio de Lucas junto con diez de las cartas de Pablo, al tiempo que negaba la Escritura hebrea y algunos otros libros que los cristianos ortodoxos habían aceptado.
En respuesta al canon de Marción, varios líderes de la Iglesia primitiva comenzaron a articular y debatir sus propuestas de listas de libros canónicos con el objetivo de definir el corpus de la literatura cristiana. Figuras como Ireneo, Orígenes y Tertuliano participaron en este ejercicio, a menudo apelando a la Tradición Apostólica, a la autoridad reconocida del líder de la Iglesia y a los valores teológicos y espirituales del texto para justificar su lugar en el canon.
El desarrollo y la aceptación de estas diversas propuestas canónicas estuvo determinado por múltiples factores, entre ellos el contexto geográfico, la teología política y el poder jurisdiccional. Por ejemplo, las iglesias orientales y occidentales a menudo no estaban de acuerdo sobre la inclusión de textos particulares, lo que dio lugar a diferentes versiones de listas canónicas en las distintas regiones. Esto demuestra la considerable cantidad de complejidad y variabilidad que existe al intentar crear un canon único que sea aceptado universalmente.
Además, el surgimiento de facciones heterodoxas y enseñanzas opuestas durante este período requirió que la Iglesia definiera qué debía considerarse escritura autorizada y qué textos apócrifos o heterodoxos. Esto exigió un proceso más formalizado de discusión y discernimiento que condujo a la exclusión final de algunos textos del canon del Nuevo Testamento.
La compatibilidad de los diversos textos con las creencias fundamentales del cristianismo se convirtió en un aspecto central de la formación del canon. Se volvió crucial respaldar las ideas y conceptos de autoría apostólica, coherencia doctrinal y uso eclesiástico durante los ritos instructivos o litúrgicos.
Hubo factores sociales, políticos, históricos y teológicos que afectaron el desarrollo racional del canon del Nuevo Testamento a lo largo de varios siglos. Este proceso no fue arbitrario ni simple, sino complejo y de múltiples capas. El reconocimiento de la autoridad apostólica impulsó esta causa. Los primeros cristianos valoraron mucho el vínculo con los apóstoles y sus enseñanzas, lo que exigía un examen minucioso de la autenticidad de los escritos que circulaban dentro de las comunidades cristianas. La adecuación de estos textos a la fe tradicional, el uso entre las iglesias y el equilibrio entre el contenido ortodoxo y el origen apostólico fueron algunos de los criterios empleados.
La cuestión de la recopilación de un conjunto de textos fidedignos surgió a medida que se expandía el movimiento cristiano. Las diferencias en las prácticas locales, junto con la circulación de documentos falsos, obligaron a los líderes de la iglesia a debatir la creación de un canon. Este establecería los límites dentro de los cuales se recopilarían todos los documentos pertenecientes al cristianismo; sin embargo, cabe señalar que esto se logró en diferentes grados en las distintas localidades, lo que dio lugar a diferentes listas canónicas durante bastante tiempo.
El carácter circular de los Evangelios y las epístolas paulinas fue ampliamente aceptado a fines del siglo II; sin embargo, no se puede decir que se haya producido el mismo debate en relación con los hebreos, el Apocalipsis o las epístolas generales. La mayoría de estos argumentos se dieron junto con disputas teológicas y doctrinales que convirtieron el movimiento hacia la base de la canonización del cristianismo en un proceso dictado por la competencia interreligiosa, el poder político y el dominio de las megaiglesias.
A la luz de la confluencia de estos diferentes factores, se desarrolló el canon del Nuevo Testamento, junto con el cual los principales concilios de la iglesia finalmente validaron las listas de cánones. El emperador Constantino convocó el Concilio de Nicea en el año 325 d. C. con la intención de consolidar las disputas teológicas cristianas y sus diversas enseñanzas dentro de la religión. Además de la controversia arriana y el credo niceno, hubo otros asuntos que precedieron al concilio relacionados con partes del Nuevo Testamento que se afirmaban que se aceptaban como canon. A pesar de las afirmaciones de que este canon se estableció debido a su legitimidad autoproclamada, fomentó la intención de futuros debates sobre la afirmación.
Los Concilios de Éfeso (431 d. C.) y de Calcedonia (451 d. C.) sucedieron al de Nicea en la jerarquía de los concilios eclesiásticos y continuaron discutiendo posiciones establecidas, al servicio de los propósitos políticos de fortalecer el Canon, por pasivo que fuera. En esta fluidez de las relaciones de poder de la Iglesia, el Concilio de Cartago (397 d. C.) reivindicó su nueva autoridad al presentar abiertamente lo que consideraba una lista vinculante de libros canónicos. La aceptación de esta lista marcó la aceptación consolidada del Canon por parte de la Iglesia occidental.
Los concilios reunieron a teólogos, obispos y eruditos destacados para fomentar el diálogo y el acuerdo sobre cuestiones centrales para la fe y la doctrina cristianas, incluido el examen y la integración de textos en el canon. Sus resoluciones representaron la conjunción del pensamiento profundo y el poder y la autoridad de la Iglesia y, como tal, influyeron fuertemente en el reconocimiento del canon del Nuevo Testamento como una colección controlada de literatura sagrada.
Por otra parte, en lo que respecta a la perspectiva teológica de la construcción del Canon, la aceptación de determinados libros y el rechazo de otros pusieron de relieve la necesidad de proteger los conceptos fundamentales del cristianismo de la expansión o destrucción por parte de movimientos heréticos. La autenticidad, por tanto, la fijación del canon ayudó a crear un sistema teológico coherente y a resolver la cuestión de la unidad de los elementos esenciales en la comunidad cristiana.
Además, el canon del Nuevo Testamento tiene implicaciones de largo alcance en relación con el concepto de salvación y la obra redentora de Dios. Los textos escogidos comunican la serie de acontecimientos relacionados con la revelación divina y las acciones salvíficas de Dios a través de Cristo, describiendo en detalle las intenciones de Dios para la redención de la humanidad. Estas doctrinas fundamentales sobre la persona y la obra de Cristo, la fe y la garantía de la salvación forman el núcleo perdurable de toda la teología cristiana en relación con las escrituras canónicas.
Además de eso, la afirmación del canon del Nuevo Testamento es relevante para la práctica del culto, el discipulado y el trabajo misionero. El carácter canónico de los textos subraya su importancia para la vida litúrgica, la formación espiritual y la labor evangelizadora de la iglesia, ya que establecen la identidad cristiana y definen los estándares éticos, proporcionando así la base para la reflexión teológica de la comunidad, la exégesis bíblica y la construcción de la identidad y el propósito corporativos.
Aunque hubo muchas disputas, la búsqueda de la continuidad canónica muestra cómo las primeras comunidades cristianas intentaron resolver la dificultad de delimitar la Sagrada Escritura.
Capítulo I
LA JUDEA ROMANA EN TIEMPOS DE JESÚS
La tierra de los judíos bajo control romano:
La topografía histórica de Judea está marcada por huellas entrelazadas de conquistas, luchas de poder y guerras. La dinámica entre Judea y el Imperio Romano estaba entrelazada de manera incoherente, afectando la organización sociopolítica de la región de maneras notables. Cuando los romanos conquistaron Judea en el año 63 a. C., la región experimentó un cambio drástico en su gobierno e identidad, ya que uno de los poderosos imperios del mundo antiguo colonizó la zona.
Los romanos trajeron consigo nuevos métodos de administración, tributación y control militar políticamente avanzados que cambiaron radicalmente las estructuras de gobierno existentes. Los romanos no sólo establecieron el control sobre la región, sino que su gobierno también fue destructivo para la estructura social y cultural de la sociedad judía.
La característica principal del gobierno romano era la imposición de la ley romana y de su régimen, que a menudo contradecía el espíritu de las costumbres locales. Este choque legal y cultural atenuó las fricciones dentro de la sociedad judía, enmascarando el orden tradicional y dando lugar a movimientos de resistencia masivos y revueltas.
Además de esto, la forma en que Judea fue absorbida por el orden económico romano afectó al comercio y las actividades comerciales de la región. La introducción de productos romanos y la absorción de Judea en los mercados imperiales más grandes cambiaron el entorno económico de la región, lo que presentó nuevas oportunidades y dificultades para los comerciantes y artesanos judíos.
El impacto romano no se limitó a la política y a los asuntos económicos, sino que también penetró profundamente en la vida cultural y religiosa de los judíos. La difusión de los dioses y cultos romanos y del culto imperial planteó amenazas específicas a las prácticas religiosas e incluso al espíritu de los judíos. La mezcla de diversas religiones y sus prácticas dio origen a complejas disputas teológicas y controversias culturales que afectaron a la región.
Sistemas de clases y vida en general:
La vida en la antigua Judea estaba organizada social y económicamente en clases. La clase dominante incluía a los aristócratas y a las élites, como los influyentes sacerdotes y políticos. Estas personas tenían un gran control sobre los asuntos económicos, religiosos y políticos de Judea. La clase media estaba formada por comerciantes especializados, profesionales y artesanos que, aunque todavía estaban por debajo de los aristócratas, mejoraron la economía de la región. Desafortunadamente, la mayoría de la sociedad estaba formada por ciudadanos de clase baja, como agricultores, trabajadores y sirvientes que vivían en la pobreza. El orden social determinaba qué recursos, oportunidades y privilegios podían recibir las personas. Como tal, la vida cotidiana en Judea estaba controlada por diferencias de clase, que proporcionaban un acceso variable a los recursos, las oportunidades e incluso el control sobre los asuntos legales otorgados a las diferentes clases. Los ciudadanos de las clases altas llevaban una vida llena de lujo, mientras que las personas de las clases bajas no podían satisfacer sus necesidades básicas debido a las desigualdades socioeconómicas. La riqueza, el estatus y el honor eran fundamentales para influir en la posición de una persona en la sociedad, determinando a menudo oportunidades de avance y éxito.
Tensiones políticas:
Durante la vida de Jesús, la región de Judea enfrentó muchos conflictos políticos debido a que diferentes grupos intentaban obtener poder y control. La zona estaba principalmente bajo el control del Imperio Romano, que tenía un poder significativo sobre el gobierno y la administración. Este poder a menudo entraba en conflicto con las ambiciones de muchas figuras y grupos locales, lo que conducía a conflictos y guerras. Por otro lado, el pueblo judío culto que había vivido de acuerdo con sus tradiciones durante mucho tiempo y deseaba la independencia luchaba contra el dominio romano y sus efectos sobre su autogobierno.
Una figura destacada en la batalla política fue el rey Herodes el Grande, que había estado en el poder gracias a sus relaciones amistosas con los romanos. Su poder se caracterizaba por su comportamiento represivo y su crueldad, lo que provocó un sufrimiento generalizado entre los ciudadanos. Las relaciones entre el pueblo y el gobierno crearon cambios religiosos y culturales en Judea que añadieron complejidad a la estructura sociopolítica.
Los procuradores romanos, los aristócratas locales y las autoridades religiosas fomentaron un ambiente muy volátil debido a la presencia de múltiples bases de poder. Cada facción intentaba satisfacer sus necesidades, con frecuencia a costa de otra, lo que avivaba las tensiones y generaba violencia. Los conflictos sobre religión, impuestos y justicia avivaban el fuego, dando lugar al descontento y a sociedades agitadas.
Creencias y prácticas religiosas:
Una gran variedad de culturas y sistemas de creencias coexistían dando lugar a una vida religiosa judía compleja y ricamente entrelazada. En el centro estaban las culturas y costumbres étnicas judías, que eran la base de la identidad del pueblo judío. Estos judíos practicaban el culto al único Dios Yahvé, la Torá y el Templo de Jerusalén, que servía como punto central de culto y definía la fe y daba forma a las observancias y rituales de su vida.
Además del judaísmo, Judea también albergaba un rico tapiz de religiones diferentes. En el ámbito de la cultura helenística se incluían los dioses griegos, junto con su intrincada filosofía y una plétora de otras creencias místicas. La ocupación por los romanos continuó esta tendencia, ya que trajeron consigo una serie de nuevas creencias, incluido el culto a las deidades romanas y al propio emperador.
Por otra parte, las florecientes rutas comerciales que conectaban Judea con otras regiones permitieron el libre flujo no sólo de bienes, sino también de ideas y prácticas, enriqueciendo aún más esta diversidad. Con ello se produjo la adopción de religiones orientales como el zoroastrismo y el misticismo del Lejano Oriente. La mezcla de estos sistemas dio lugar a formas de pensamiento notablemente innovadoras que no se parecían a nada visto antes, ya que eran muy fluidas en lo que respecta a la combinación de diferentes creencias, prácticas y credos existentes.
Ideologías y paradigmas éticos:
El entorno sociopolítico único de esta región fomentó una plétora de pensamiento filosófico, que alentó la formación de prácticas sociales y personales. El estoicismo es, quizás, uno de los más conocidos, ya que predicaba la resiliencia personal a través del énfasis en la autodisciplina y el mantenimiento del equilibrio y la armonía con el medio ambiente. Ciertos segmentos de la sociedad judía practicaron el estoicismo como fundamento moral durante los tiempos tumultuosos de la invasión romana y la angustia social.
Además, aspectos de la filosofía helenística y elementos del pensamiento platónico y aristotélico se abrieron paso en el discurso de los filósofos judíos. Estas filosofías abordaban cuestiones de existencia, ética y realidad, que eran temas profundamente estimulantes para la reflexión y el debate.
Por otro lado, los esenios, una secta judía conocida por su ascetismo y disciplina espiritual, formularon una cosmovisión ética basada en las expectativas de la escatología y la absoluta devoción a la vida comunitaria. Estas raíces filosóficas enfatizaban la necesidad de una conducta moral estricta, la justicia social y el reconocimiento divino.
Los fariseos, éticos y legalistas, fueron los responsables de moldear la imaginación filosófica judía debido a su conocimiento de la ley oral, la buena conducta y el cumplimiento de las obligaciones religiosas. Sus enseñanzas y costumbres éticas establecieron el modelo de la educación moral para los pueblos judíos.
El choque y la confluencia de estas diferentes filosofías produjeron y consolidaron una rica variedad de tradiciones éticas en Judea, ya que la región sirvió como un lienzo donde la filosofía se integró con la vida social. La combinación de esas ideologías y tradiciones éticas puso de relieve la búsqueda de significado, moralidad y motivaciones en las acciones dentro del judaísmo, mientras aún luchaban con los problemas del mosaico social, político y religioso.
Sistema económico:
La economía de Judea giraba en torno a la economía agraria, y, sobre todo, la agricultura era una actividad practicada por una gran parte de la población. Algunas zonas de Judea contaban con buenas precipitaciones y las condiciones climáticas favorables favorecían el crecimiento de los cultivos de trigo, cebada, olivos y uvas. El excedente de producción agrícola no sólo alimentaba a la población local, sino que también se convertía en la base del comercio con otras zonas.
El comercio agrícola era importante para la economía de Judea e integraba la región con el resto del mundo mediterráneo. Judea ocupaba una posición central en las rutas comerciales entre Egipto, Mesopotamia y el Mediterráneo. Por esta razón, la ciudad de Jerusalén se convirtió en un centro de comercio que atraía a personas de muchas otras regiones. Una variedad de diferentes tipos de comerciantes visitaban Jerusalén para vender e intercambiar sus productos, entre los que se incluían especias, textiles, cerámica e incluso metales preciosos. El intercambio de estos productos no solo generaba riqueza, sino que también creaba un rico intercambio de cultura y nuevas ideas.
El poder romano dio lugar a nuevas características de la economía de Judea. Los romanos trajeron consigo nuevos métodos de hacer negocios, sistemas tributarios e incluso nuevas formas de infraestructura, todo lo cual fue perjudicial para el comercio local. Además, la inclusión de Judea en el Imperio abrió una vasta red de rutas comerciales que podían utilizarse para aumentar la actividad económica y el movimiento de mercancías a diferentes partes del imperio.
Además de los aspectos más visibles del comercio, la actividad económica en Judea moldeó las estructuras sociales, la estratificación de clases e incluso el proceso de formación de las ciudades. La riqueza obtenida del comercio y la agricultura dio origen a las haciendas y a los comerciantes, pero no sin crear una brecha de ingresos en la población. El crecimiento económico de centros urbanos como Jerusalén y Cesarea culminó en la construcción de grandes mercados, talleres y bancos, que sirvieron como reflejo de la prosperidad de Judea.
Capítulo II
LOS DOCE SANTOS APÓSTOLES
El papel de un apóstol:
El término “apóstol” proviene del griego “apostolos”, que se traduce como “el que es enviado” o “mensajero”. En el Nuevo Testamento, un apóstol era un seguidor de Jesucristo que era seleccionado personalmente por Él, a quien se le daba la responsabilidad vital de difundir Sus enseñanzas y crear la fe cristiana. El ministerio apostólico tenía múltiples funciones, como la evangelización, la plantación de iglesias y el cuidado pastoral de los seguidores de Cristo. Los primeros apóstoles no eran simples mensajeros; también eran líderes, cuidadores y defensores del movimiento cristiano en desarrollo. El poder de los apóstoles provenía directamente de Jesucristo mismo, y actuaban como sus delegados. Se les concedió un nivel singular de poder y control en la Iglesia primitiva. La posición de un apóstol requería una dedicación total, una resistencia paciente y una creencia sólida en la causa que defendían. Su audiencia se encontraba por todas partes y eran de diversas culturas y estatus sociales que se habían adaptado al mensaje transformador del evangelio. Además, el ministerio del apóstol incluía oposición, persecución y sufrimiento por el bien de seguir la gran comisión.
El ejemplo de fe que dieron los seguidores estaba profundamente arraigado en la tradición apostólica y se mantuvo a lo largo de los siglos, pues estos individuos estaban dispuestos a afrontar dificultades con el propósito de compartir el evangelio. La importancia de la función apostólica no siguió siendo relevante sólo durante la era de los apóstoles, sino que se extendió a épocas sucesivas, moldeando la política religiosa y la arquitectura teológica del cristianismo.
La selección de los Doce:
La elección de los doce apóstoles fue una de las primeras consideraciones en la historia del cristianismo, y esa decisión no se tomó a la ligera. Los hombres sobre quienes recaía esta responsabilidad debían estar en el centro de la transmisión de las enseñanzas de Jesús y de la gestión de la naciente comunidad cristiana. Los Evangelios hablan de este importante nombramiento, de cómo se llevó a cabo y del gran cuidado y providencia que hubo en la selección de los apóstoles.
Es evidente que Jesús abordó la selección de los Doce con profunda intencionalidad y discernimiento espiritual. Estos hombres no fueron escogidos al azar; eran las mismas personas que Jesús se propuso escoger en un momento dado con su sabiduría divina para cumplir con los requisitos específicos para el papel del apostolado. Orar y tener una comunión íntima con el Padre fueron los primeros pasos hacia la selección, lo que confirma cuánto se esforzó Jesús en tomar esta decisión que cambió su vida. Sus selecciones fueron guiadas por las visiones de carácter, fe y compromiso requeridas para cumplir una obra apostólica, en lugar de por el rango social y los criterios aceptados de logro.
Los Doce procedían de diferentes orígenes y tenían diferentes rasgos de carácter, lo que respondía a la naturaleza amplia de la misión de Jesús. Cada apóstol poseía habilidades y puntos de vista únicos que fortalecían la dinámica del grupo, asegurando que el mensaje de Cristo llegara a personas de diferentes ámbitos de la vida. En ese sentido, las decisiones que se tomaron dieron lugar a enormes consideraciones sobre cómo se difundiría el Evangelio, abarcando al mismo tiempo la diversidad y la unidad de los creyentes.
Además de esto, el nombramiento de los Doce marcó un cambio en las llamadas relaciones de poder de la religión. Con la formación de este grupo, Jesús cambió el estilo de liderazgo a uno centrado en el servicio, la humildad y el amor sacrificial. Los apóstoles debían liderar una forma distintivamente diferente de proporcionar alimento espiritual. Estaban y seguirán estando siempre comprometidos con el cambio que trae consigo el mensaje de Cristo. Tendrán, y ya tienen, una gran influencia después de que se hayan ido y alimentando el espíritu de las nuevas comunidades cristianas.
Autoridad Apostólica – Origen y Alcance:
La cuestión de la autoridad de los apóstoles es muy importante en la historia del cristianismo. Esto se deriva de la designación de los doce por parte del propio Jesús. La autoridad se deriva de una de las doctrinas básicas de la religión. A los apóstoles escogidos se les concedió un mandato único e incomparable para predicar el evangelio, así como para formar una iglesia.
En lugar de haberlo establecido por sí mismos o haberlo ganado a través de contactos académicos o institucionales, su poder les fue otorgado inequívocamente por Cristo. Este origen nos permite apreciar en un sentido más profundo el carácter inquebrantable del poder apostólico, que lo gobierna por su independencia de las limitaciones humanas. Este poder era amplio en su alcance, abarcando cuestiones de doctrina, disciplina e incluso administración de las comunidades cristianas emergentes, así como la dirección de la fe. Desde el momento en que los Apóstoles recibieron el poder del Espíritu Santo en Pentecostés, exhibieron una convicción poderosa y un liderazgo enérgico mientras perseguían la misión de difundir el evangelio a todas las naciones. Con el poder vino una carga de expectativa de que mantendrían intactos todos los elementos importantes del mensaje del evangelio y lo transmitirían a las siguientes generaciones exactamente como se les había confiado. Su impacto se puede ver en la forma de los escritos cristianos primitivos que han llegado a ser tan importantes en el desarrollo de la doctrina y la reflexión en teología. El poder apostólico hoy en día sigue siendo uno de los documentos más fundamentales que regula la estructura de gobierno de la iglesia y las prácticas dentro de otras iglesias cristianas.
Misión y mandato:
Al igual que cualquier otro discípulo de su época, los apóstoles llevaron a cabo su misión evangelizadora con un fervor incomparable, porque estaba profundamente arraigada en la Gran Comisión transmitida por el propio Jesús. Su misión no tenía fronteras, debido a su asombroso celo por difundir el evangelio que apelaba a todas las naciones. Esta visión más amplia, que estaba arraigada en el ethos apostólico, dio el impulso para la implantación de la fe cristiana en varias culturas, idiomas y orden social. Los apóstoles eran plenamente conscientes de su mandato divino y apreciaban la terrible situación de su poderoso mensaje, que podía unificar a las personas de todo el mundo bajo el estandarte de la transformación, la salvación y el amor que trascendía las barreras culturales. Cada uno de los apóstoles fue lo suficientemente valiente para adoptar una visión miope del mensaje de redención y viajar, desarraigándose de la victoria para aventurarse en tierras con poblaciones desconocidas y divergentes. Una vez que llegaron a estas tierras lejanas y extranjeras, la fe profunda y la fuerza de voluntad resuelta de personas que se encontraban en una necesidad espiritual desesperada sirvieron como luz guía que brotaba de una esperanza inquebrantable. Con las acciones y enseñanzas apostólicas, buscaron transformar las estructuras religiosas restrictivas y obsoletas para fomentar un espíritu más acogedor y afectuoso a su alrededor.
Sus factores motivadores como expansionistas globales exigían perseverancia ante una miríada de desafíos que incluían conflictos ideológicos y de idioma. La fe apostólica los capacitó para emprender valientemente viajes misioneros con excesivo celo y trabajo duro a pesar de los considerables obstáculos que se les presentaban en el camino.
Impactos en el desarrollo del cristianismo primitivo:
La cercanía de los apóstoles a Jesús durante su ministerio les permitió ser testigos de su influencia en las personas y las sociedades a nivel personal. Gracias a esas experiencias, los apóstoles pudieron expresar el verdadero significado de las enseñanzas de Jesús a las comunidades cristianas en expansión. Contaban con suficiente familiaridad con las historias, los sermones y las relaciones de Jesús como para proporcionar una estructura básica para los fundamentos doctrinales de la fe.
Además, la participación de los apóstoles en las comunidades cristianas les permitió compartir enseñanzas como la salvación en Jesucristo, la importancia del bautismo y la Eucaristía como celebración sacramental. Su contribución y apoyo contribuyeron a la eficacia de la creencia en la divinidad de Jesús y su muerte sacrificial como salvador.
Las epístolas apostólicas, de las que forman parte las cartas escritas por los apóstoles a las distintas comunidades cristianas, buscaban responder a las preguntas religiosas, ofrecer consejos morales y explicar las reglas. Además de explicar conceptos teológicos, estas epístolas exponían las normas de conducta y los valores morales a los seguidores de la fe.
De hecho, la dedicación de los apóstoles a la difusión de las enseñanzas cristianas a través de todas las formas de desafío y persecución indica su lealtad a la preservación de la fe. Su defensa minuciosa del cristianismo contra el ataque de las fuerzas externas y las luchas internas fue fundamental para fortalecer la unidad y la coherencia de la Iglesia primitiva. Sus esfuerzos perpendiculares aseguraron considerablemente que la unidad del cristianismo no fuera policéntrica y estuviera en estado de deterioro.
La contribución de los Apóstoles a la doctrina:
Los apóstoles, como testigos del evangelio, tenían el deber de enseñar los elementos esenciales de la doctrina cristiana a un público amplio y culturalmente diverso, esparcido por lugares muy distantes. En sus sermones, cartas y conversaciones, los apóstoles enseñaron acerca de Dios, Jesucristo, el Espíritu Santo, la salvación, la iglesia e incluso acerca del fin del mundo.
Un rasgo esencial de la proclamación apostólica fue la declaración de Jesucristo como el tan esperado Mesías y la Palabra hecha carne. Los apóstoles calificaron aún más la misión redentora de Cristo al delinear el significado de su muerte expiatoria, su gloriosa resurrección y su segunda venida. También definieron la absolución del pecado, la reconciliación y la obra transformadora del evangelio llena de gracia. Su enfoque en la fe, el arrepentimiento y el nacimiento espiritual proporcionó la base principal para la doctrina cristiana en relación con la creciente población cristiana.
Además, los apóstoles se enfrentaron a cuestiones teológicas controvertidas, tendencias heréticas y errores doctrinales que buscaban romper la unidad o coherencia de la fe cristiana. Estos desafíos provocaron la formulación de diversas declaraciones que pretendían explicar y defender las doctrinas básicas de la fe consideradas ortodoxas y, en su formulación, se esperaba que éstas salvaguardaran la fe naciente de interpretaciones erróneas, distorsiones y enseñanzas erróneas. Los escritos de los apóstoles, que más tarde fueron considerados como autorizados e inspirados por las generaciones posteriores, proporcionaron las normas doctrinales duraderas que se utilizan hoy para dirigir la creencia y la práctica de los cristianos.
La contribución de los apóstoles a la doctrina incluyó la eclesiología, que preparó el camino para las estructuras organizativas definitorias, los ritos sacramentales y las normas morales de la vida de la comunidad cristiana. Su instrucción sobre la unidad, la diversidad y la misión de la iglesia proporcionó la base para la construcción del orden eclesiástico y la vida comunitaria que dieron identidad y significado a la identidad y misión de las primeras congregaciones cristianas.
Obstáculos que afrontaron los apóstoles:
Los primeros apóstoles se enfrentaron a una gran cantidad de desafíos mientras intentaban difundir el mensaje del cristianismo en diferentes partes del mundo y culturas. Un factor que les sirvió de obstáculo fue la persecución. Como figuras públicas que intentaban abogar por un cambio drástico en términos de práctica religiosa, los apóstoles tuvieron que lidiar con una gran oposición, incluida la hostilidad y la violencia. Su fidelidad a menudo los llevó al encarcelamiento, la tortura y el martirio. Aparte de los factores internos, estos factores no solo quebraron su voluntad, sino que también desafiaron severamente la difusión de sus enseñanzas.
Además, los apóstoles se enfrentaron a desacuerdos externos y conflictos entre diferentes grupos dentro de la comunidad cristiana primitiva. Los conflictos relacionados con posiciones teológicas, costumbres culturales y relaciones de poder causaron conflictos que tuvieron que ser resueltos. Los apóstoles abordaron estos problemas al mismo tiempo que mantenían la estructura y la unidad del movimiento cristiano en constante crecimiento. Además, los apóstoles tuvieron que enfrentar los desafíos que inevitablemente surgirían de sus actividades misioneras. Por lo general, viajaban a regiones lejanas, lo que trajo consigo una barrera lingüística, así como costumbres y formas de vida desconocidas que incluso iban en contra de sus enseñanzas. El establecimiento de una red ramificada de iglesias junto con una comunicación confiable en ausencia de medios de transporte y tecnología modernos fue bastante tedioso.
Mientras los apóstoles se dedicaban a una vida de servicio y predicación itinerante, experimentaron falta de recursos y dificultades económicas.
Dependieron de la buena voluntad de los extranjeros y de los escasos medios de las comunidades cristianas iniciales que formaron. Los apóstoles también se enfrentaron a cierta oposición intelectual y filosófica al enfrentarse a los diferentes sistemas filosóficos y religiones que existían en el mundo helenístico. Aceptando intensos conflictos y debates, se propusieron demostrar cómo las enseñanzas del cristianismo podían encajar con otras filosofías y eran mejores en comparación con las enseñanzas de la época.
Finalmente, los apóstoles tuvieron que hacer frente a sufrimientos personales y emocionales, como la soledad pública, el distanciamiento familiar y el peso de los deberes que se les imponían. Su compromiso incesante con la misión les obligó a soportar mucho en términos de costos personales y de una fuerza mental asombrosa. Con todas estas dificultades, los apóstoles continuaron con su esfuerzo de predicación, dando testimonio y tocando profundamente el testimonio ocular del mensaje que proclamaban y del destino de la humanidad.
Simón Pedro - La Roca de la Iglesia Primitiva:
Simón Pedro nació en Betsaida, un pueblo pesquero situado a orillas del mar de Galilea, como uno de los dos hijos de Johanán, el pescador. Se convirtió en pescador, al igual que su padre. El duro trabajo de pescar con redes y trabajar en condiciones extenuantes forjó una ética laboral que más tarde le sería muy útil en la vida. Durante los días de la juventud de Simón, Judea estaba bajo constante agitación política, y el pueblo de Israel deseaba intensamente salir de la dominación romana. Ver el celo de Simón habría alterado más tarde su comprensión de la figura del Mesías profetizado. Este es el contexto en el que Jesús de Nazaret tuvo un encuentro con Simón. Ambos se encontraron junto al mar de Galilea, donde Jesús gritó a Simón y a su hermano Andrés: "Síganme, y los haré pescadores de hombres". Ese día marcaría el inicio del viaje de Simón, y lo llevaría a una aventura que transformaría su futuro para siempre.
La confesión de Simón Pedro, que identifica a Jesús como «el Cristo, el Hijo de Dios vivo», marca un momento de transformación en su vida mientras acompañaba a Jesús. Como revelan los relatos evangélicos, esta declaración indica la gran profundidad de la comprensión de Pedro de que Jesús equiparaba su identidad y propósito con él. En recompensa por esta poderosa declaración, le da a Pedro una importante misión cuando dice: «Tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella». Esta misión muestra la prominencia de Pedro con respecto al establecimiento de la comunidad cristiana primitiva. Su liderazgo simbólico y real de la Iglesia se destaca como crucial para el desarrollo del cristianismo.
Además, Jesús también le da a Pedro las llaves del reino de los cielos como una señal de su poder y autoridad sobre el mundo espiritual. La conversación entre Jesús y Pedro en Cesarea de Filipo ilustra la importancia de Pedro en los acontecimientos de los Evangelios en esa época. También significa su lugar en la jerarquía de los Apóstoles, así como el papel particular que se le asignó en relación con el ministerio de Jesús.
Fiel a su predicción, Jesús vio a Pedro abandonar su relación con él tres veces antes del canto del gallo. Esto resultó ser muy difícil psicológica y emocionalmente para Pedro, y de esto podemos ver que incluso el más fuerte de los discípulos es humano y frágil. A pesar de todo, Pedro no cae en la desesperación. En cambio, su historia cautiva a través de su redención transformadora. Después de experimentar su negación, Pedro está deprimido y lleno de arrepentimiento, pero dentro de este destrozo también se encuentra un camino de arrepentimiento y reconciliación.
Como cualquier cosmovisión con una filosofía polarizada, el cristianismo y el judaísmo estaban destinados a chocar algún día. Lo que ahora se conoce como el Concilio de Jerusalén, comenzó formalmente en el año 50 d. C. Durante la reunión, las discusiones apropiadas del día fueron si los cristianos gentiles debían seguir las costumbres de la cultura judía de la circuncisión. Pero, bueno, la circuncisión es un tema delicado, ¿no?, así que uno puede imaginar cuán fuertes eran los sentimientos de esos defensores. Pedro definió la primera afirmación de la reunión justificando y dando testimonio sobre la obra del Espíritu entre los gentiles. Habló de cómo la familia de Cornelio, que es un centurión romano, se bautizó y el Espíritu los llenó, enfatizando que Dios había recibido a esos creyentes gentiles sin la necesidad de la circuncisión o la Ley Mosaica a la que adscribirse. Pedro en esa reunión, transmitió algunas de las primeras afirmaciones que hicieron los cristianos sobre la inclusión y la equidad. Si bien subrayó estos dictados, se aseguró de reiterar que, independientemente de los hábitos o religiones, todos son salvos por gracia a través de la fe en Jesucristo.
En el Nuevo Testamento, Pedro es una figura que realiza milagros y pronuncia sermones impresionantes. Uno de los mayores ejemplos se registra en los Hechos, cuando, durante su sermón e inspirado por el Espíritu Santo, sana milagrosamente a un mendigo cojo de nacimiento en la puerta del templo. Este milagro no sólo es asombroso para los testigos, sino que también ilustra la autoridad espiritual y el poder otorgados a Pedro por Dios. Además de los milagros mucho más impresionantes, sus cartas, especialmente la primera y la segunda, donde habla de perseverancia, humildad y rectitud, muestran cuán profundamente se preocupa por la inclusión, así como por la gracia de Dios.
La muerte de Simón Pedro nos recuerda tanto su inquebrantable fe como el legado que dejó. Se cree que su trágica muerte ocurrió durante la crueldad que el emperador Nerón infligió a los cristianos en Roma, cuando fue crucificado y, según cuenta la leyenda, pidió que lo colgaran boca abajo porque se consideraba indigno de morir como su amado maestro, Jesucristo.
Andrés – El Apóstol de la Hermandad: