La Lámpara Maravillosa - Ramón del Valle-Inclán - E-Book

La Lámpara Maravillosa E-Book

Ramón Del Valle Inclán

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Beschreibung

Entre la obra de Valle-Inclán no hay un título más extraño, estimulante y provocativo que La Lámpara Maravillosa. Uno de los libros más raros y hermosos de la literatura española. El libro se presenta como una autobiografía del autor quien, fascinado por el mundo del ocultismo, desea transitar por nuevos senderos Se siente peregrino y sitúa en Santiago de Compostela (su «rosa mística de piedra») ese lugar donde el tiempo se hace eternidad. La Lámpara Maravillosa es una guía de iniciación, expresada mediante un lenguaje místico y esotérico. Valle-Inclán se adhiere al idealismo, que concibe la realidad externa como ilusoria. Para la comprensión del sentido oculto del mundo, el iniciado debe contemplar la realidad a partir del recuerdo, es decir, desde el quietismo estético. Pero el lenguaje es insuficiente para expresar el sentido oculto y eterno del Universo (porque los idiomas son el resultado de un proceso histórico), de ahí que Valle-Inclán proponga una renovación del idioma y una retórica musical, basada en el ritmo y en el tono.Fue publicada en 1922 con las sugerentes e iniciáticas ilustraciones del cordobés José Moya del Pino. Las ilustraciones que enriquecen esta edición, son un libro dentro de un libro, una llave que sirve para descodificar un libro intenso y arrebatadoramente luminoso, cuyo misticismo lo convierte en insuperable en lengua castellana. El autor y el ilustrador compartían una misma visión, aquella que, heredera de la teosofía y del ocultismo de finales de siglo, defendía la existencia de un sentido esotérico de la vida y del mundo.

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RAMÓN DEL VALLE-INCLÁN

LA LÁMPARA MARAVILLOSA(Ejercicios Espirituales)

Título: La Lámpara Maravillosa (Ejercicios Espirituales)

Autor: Ramón del Valle-Inclán

Editorial: AMA Audiolibros

© De esta edición: 2022 AMA Audiolibros

Email: [email protected]

Audiolibro, de esta misma versión, disponible en servicios de streaming, tiendas digitales y el canal AMA Audiolibros en YouTube.

Todos los derechos reservados, prohibida la reproducción total o parcial de la obra, salvo excepción prevista por la ley.

ÍNDICE

ÍNDICE

SOBRE EL AUTOR

INTRODUCCIÓN

GNOSIS

EL ANILLO DE GIGES

EL MILAGRO MUSICAL

EXÉGESIS TRINA

EL QUIETISMO ESTÉTICO

LA PIEDRA DEL SABIO

GUIÓN DE LAS GLOSAS

FIN

SOBRE EL AUTOR

Ramón María Valle Peña, más conocido como Ramón del Valle-Inclán, nació en el pueblo gallego de Villanueva de Arosa, el 28 de Octubre de 1866. Dramaturgo, poeta y novelista, fue uno de los grandes autores de principios de siglo XX en España, ejemplo de modernismo literario y miembro de la llamada Generación del 98.

Valle-Inclán estudió en Santiago de Compostela la carrera de Derecho, aunque sin demasiado interés, mostrando una mayor predisposición por la vida bohemia y las tertulias literarias.

A finales de 1889 publicó sus primeros cuentos, tanto dentro como fuera de Galicia, y es entonces cuando decide dedicarse a la literatura. Tras la muerte de su padre en 1890 abandonó los estudios de derecho y se trasladó a Madrid, donde comenzó a hacerse conocido en tertulias y cafés. Allí gana dinero con colaboraciones periodísticas y vendiendo algunos cuentos, pero en 1892 decide viajar a México donde seguiría ligado al mundo del periodismo, como articulista y también como traductor.

Durante esta época, Valle-Inclán escribiría varios relatos, poco antes de viajar a Cuba y volver a España, de nuevo a tierras gallegas. Es en Pontevedra donde muestra su renovado ingenio y se ve influido por el decadentismo. En 1894 publicaría “Femeninas”, su primera antología.

Instalado en Madrid en 1896, Valle-Inclán tuvo una disputa con Manuel Bueno que desembocó en una herida que le gangrenó el brazo provocando su amputación. Su figura de manco, vestido con un poncho mexicano y con abundante barba y pelo largo, se convertiría en seña inconfundible de identidad.

Poco después comienza su carrera como dramaturgo, estrenando obras como “Cenizas” y empieza a formar parte del movimiento de fin de siglo junto a autores como Unamuno. Llegado ya el siglo XX, Valle-Inclán publicó sus famosas “Sonatas”, protagonizadas por el Marqués de Bradomín, y realiza su adaptación teatral.

Quizá su etapa más creativa vendría a partir de 1910, con obras como “Voces de gesta” o “La marquesa Rosalinda”, aunque recibe malas críticas y algunas de sus obras son rechazadas. Es entonces cuando la obra de Valle-Inclán se vuelve más personal y decide dedicarse a la novela. Hay que destacar, sin duda, “Tirano Banderas” (1926) y, sobre todo la pieza “Luces de Bohemia” (1920), en la que el esperpento se mezcla con la realidad del Madrid de los cafés y la cínica tradición española.

Ramón del Valle-Inclán murió en Santiago de Compostela el 5 de enero de 1936.

INTRODUCCIÓN

“La Lámpara Maravillosa” se publicó inicialmente el 8 de febrero de 1916 por la Imprenta Helénica de Madrid, pero fue revisada y corregida por Valle-Inclán y reeditada el 30 de junio de 1922, con las sugerentes e iniciáticas ilustraciones del cordobés José Moya del Pino. Las ilustraciones son un libro dentro de un libro, una llave que sirve para descodificar un libro intenso y arrebatadoramente luminoso, cuyo misticismo lo convierte en insuperable en lengua castellana.

El autor y el ilustrador compartían una misma visión, aquella que, heredera de la teosofía y del ocultismo de finales de siglo, defendía la existencia de un sentido esotérico de la vida y del mundo.

Esta obra recoge la filosofía esotérica y mística que profesaba Valle-Inclán. Es más, la enorme importancia que le dio al acabado del libro, tanto en sus ilustraciones como a las tipografías y simbología, que incluye glosas al final de cada capítulo, le confieren un carácter de tratado esotérico de primer orden. Es un impecable ejemplo del libro como obra de arte. “La Lámpara Maravillosa” es una obra con un plan, esconde sus secretos, revela y, al mismo tiempo, esconde. Es un acertijo poderoso, una hoja de ruta para el viajero, que es lo mismo que decir iniciado o neófito.

Estamos ante un libro hermosísimo y revelador que acompañará al lector toda la vida, pues lo que persigue no es otra cosa que mostrar cómo vivir la vida como si fuese una obra de arte por medio de ideas arrebatadoramente intensas y dirigidas a un paseante curioso. El artista y «peregrino del mundo» debía desentrañar los enigmas que atañen al mundo, ser un cruzado y continuador de las ideas de los grandes místicos que van y vienen por las páginas de esta obra por medio de referencias directas o indirectas, alusiones más o menos veladas al simbolismo ocultista genuinamente rosacruz (los cristales, la rosa, la alquimia), o del tarot, pero siempre envueltas en un sincretismo esotérico deliberadamente oscuro. En definitiva, “La Lámpara Maravillosa” es un libro iluminado.

GNOSIS

AY dos maneras de conocer, que los místicos llaman Meditación y Contemplación. La Meditación es aquel enlace de razonamientos por donde se llega a una verdad, y la Contemplación es la misma verdad deducida cuando se hace sustancia nuestra, olvidado el camino que enlaza razones a razones, y pensamientos con pensamientos. La Contemplación es una manera absoluta de conocer, una intuición amable, deleitosa y quieta, por donde el alma goza la belleza del mundo, privada del discurso y en divina tiniebla: Es así como una exégesis mística de todo conocimiento, y la suprema manera de llegar a la comunión con el Todo. Pero, cuando nuestra voluntad se reparte para amar a cada criatura separadamente y en sí, jamás asciende de las veredas meditativas a la cima donde la visión es una suma. Puede una inclinación filosófica ser disciplina para alcanzar el íntimo consorcio con la suprema esencia bella —divina razón que nos mueve al amor de todas las cosas—, pero cuando una vez se llega a este final, el alma queda tan acostumbrada al divino deleite de comprender intuitivamente, que para volver a gustarle ya no quiere cansarse con el entendimiento, persuadida de que mejor se logra con el ahínco de la voluntad. A esta manera llamaron los quietistas tránsito contemplativo, porque al ser logrado el fin, cesan los medios, como cuando la nave llega al puerto acaba el oficio de la vela y del remo: Es manera más imperfecta que la intuición mística, atendiendo que la una nos llega por enlaces de la razón que medita, y la otra es infusa: Una vista sincera y dulce, sin reflexión ni razonamiento, como escribe Miguel de Molinos.

Estos EJERCICIOS ESPIRITUALES son una guía para sutilizar los caminos de la Meditación, siempre cronológicos y de la sustancia misma de las horas. Ante la razón que medita se vela en el misterio la suprema comprensión del mundo. El Alma Creadora está fuera del tiempo, de su misma esencia son los tributos, y uno es la Belleza. La lámpara que se enciende para conocerla es la misma que se enciende para conocer a Dios: La Contemplación. Y así como es máxima en la mística teológica que ha de ser primero la experiencia y luego la teoría, máxima ha de ser para la doctrina estética amar todas las cosas en una comunión gozosa, y luego inquirir la razón y la norma de su esencia bella. Pero siempre del significado sensitivo del mundo, como acontece con la conciencia mística, se les alcanzará más a los humildes que a los doctos, aun cuando éstos pueden también entrever alguna luz, si no se buscan a sí mismos ni hacen caso de su artificiosa sabiduría. Más alcanza quien más olvida, porque aprende a gozar la belleza del mundo intuitivamente, y a comprender sin forma de concepto, ni figura de cábala, ni de retórica. El amor de todas las cosas es la cifra de la suma belleza, y quien ama con olvido de sí mismo penetra el significado del mundo, tiene la ciencia mística, hallase iluminado por una luz interior, y renuncia los caminos escolásticos abiertos por las disputas de los ergotistas. Tres son los tránsitos por donde pasa el alma antes de ser iniciada en el misterio de la Eterna Belleza: Primer tránsito, amor doloroso. Segundo tránsito, amor gozoso. Tercer tránsito, amor con renunciamiento y quietud. Para el extático no existe mudanza en las imágenes del mundo, porque en cualquiera de sus aspectos sabe amarlas con el mismo amor, remontado al acto eterno por el cual son creadas. Y con relación a lo inmutable, todo deviene inmutable. El Maestro Eckart aconseja que el alma en esta cumbre debe olvidar el ejercicio de la voluntad, y no decidir ni del bien ni del mal de las cosas, estando muy atenta a que la intuición hable en ella. Y con la misma enseñanza adoctrinaba a sus discípulos, bajo las sombras de un jardín italiano, frente al mar latino, el español Juan de Valdés. Pero los sabios de las escuelas en ningún tiempo alcanzaron a penetrar en la selva mística. Su ciencia ignora el gozoso aniquilamiento del alma en la luz, y todo el místico conocer, porque nadie sin gustarlo lo entiende. La ciencia de las escuelas es vana, crasa y difusa como todo aquello que puede ser cifrado en voces y puesto en escrituras. El más sutil enlace de palabras es como un camino de orugas que se desenvuelven ateridas bajo un rayo de sol. Hermano peregrinante, que llevas una estrella en la frente, cuando llegues a la puerta dorada, arrodíllate y medita sobre estas palabras de San Pablo:

SI ALGUNO DE USTEDES PARECE SER SABIO,

HÁGASE NECIO, PARA PARECER SABIO.

SI QUIS INTER VOS VIDETUR SAPIENS ESSE,

STULTUS FIAT, UT SIT SAPIENS.

EL ANILLO DE GIGES

UANDO YO era mozo, la gloria literaria y la gloria aventurera me tentaron por igual. Fue un momento lleno de voces oscuras, de un vasto rumor ardiente y místico, para el cual se hacía sonoro todo mi ser como un caracol de los mares. De aquella gran voz atávica y desconocida sentí el aliento como un vaho de horno, y el son como un murmullo de marea que me llenó de inquietud y de perplejidad. Pero los sueños de aventura, esmaltados con los colores del blasón, huyeron como los pájaros del nido. Sólo alguna vez, por el influjo de la Noche, por el influjo de la Primavera, por el influjo de la Luna, volvían a posarse y a cantar en los jardines del alma, sobre un ramaje de lambrequines… Luego dejé de oírlos para siempre. Al cumplir los treinta años, hubieron de cercenarme un brazo, y no sé si remontaron el vuelo o se quedaron mudos. ¡En aquella tristeza me asistió el amor de las musas! Ambicioné beber en la sagrada fuente, pero antes quise escuchar los latidos de mi corazón y dejé que hablasen todos mis sentidos. Con el rumor de sus voces hice mi ESTÉTICA.

De niño, y aun de mozo, la historia de los capitanes aventureros, violenta y fiera, me había dado una emoción más honda que la lunaria tristeza de los poetas: Era el estremecimiento y el fervor con que debe anunciarse la vocación religiosa. Yo no admiraba tanto los hechos hazañosos como el temple de las almas, y este apasionado sentimiento me sirvió, igual que una hoguera, para purificar mi Disciplina Estética. Me impuse normas luminosas y firmes como un cerco de espadas. Azoté sobre el alma desnuda y sangrienta con cíngulo de hierro. Maté la vanidad y exalté el orgullo. Cuando en mí se removieron las larvas del desaliento, y casi me envenenó una desesperación mezquina, supe castigarme como pudiera hacerlo un santo monje tentado del Demonio. Salí triunfante del antro de las víboras y de los leones. Amé la soledad y, como los pájaros, canté sólo para mí. El antiguo dolor de que ninguno me escuchaba se hizo contento. Pensé que estando solo podía ser mi voz más armoniosa, y fui a un tiempo árbol antiguo, y rama verde, y pájaro cantor. Si hubo alguna vez oídos que me escucharon, yo no lo supe jamás. Fue la primera de mis Normas.

I

SÉ COMO EL RUISEÑOR, QUE NO MIRA A LA TIERRA DESDE LA RAMA VERDE DONDE CANTA.

N ESTE AMANECER de mi vocación literaria hallé una extrema dificultad para expresar el secreto de las cosas, para fijar en palabras su sentido esotérico, aquel recuerdo borroso de algo que fueron, y aquella aspiración inconcreta de algo que quieren ser. Yo sentía la emoción del mundo místicamente, con la boca sellada por los siete sellos herméticos, y mi alma en la cárcel de barro temblaba con la angustia de ser muda. Pero, antes del empeño febril por alcanzar la expresión evocadora, ha sido el empeño por fijar dentro de mí lo impreciso de las sensaciones. Casi siempre se disipaba al querer concretarlo: Era algo muy vago, muy lejano, que había quedado en los nervios como la risa, como las lágrimas, como la memoria oscura de los sueños, como un perfume sutil y misterioso que sólo se percibe en el primer momento que se aspira. Y cuando del arcano de mis nervios lograba arrancar la sensación, precisarla y exaltarla, venía el empeño por darle vida en palabras, la fiebre del estilo, semejante a un estado místico, con momentos de arrobo y momentos de aridez y desgana. En esta rebusca, al cabo logré despertar en mí desconocidas voces y entender su vario murmullo, que unas veces me parecía profético y otras familiar, cual si de pronto el relámpago alumbrase mi memoria, una memoria de mil años. Pude sentir un día en mi carne, como una gracia nueva, la frescura de las hierbas, el cristalino curso de los ríos, la sal de los mares, la alegría del pájaro, el instinto violento del toro. Otro día, sobre la máscara de mi rostro, al mirarme en un espejo, vi modelarse cien máscaras en una sucesión precisa, hasta la edad remota en que aparecía el rostro seco, barbudo y casi negro de un hombre que se ceñía los riñones con la piel de un rebeco, que se alimentaba con miel silvestre y predicaba el amor de todas las cosas con rugidos. Otro día logré concretar la forma de mi Daemonium. Ya lo había entrevisto cuando niño, bajo los nogales de un campo de romerías. Es un aldeano menudo, alegre y viejo, que parece modelado con la precisión realista de un bronce romano, de un pequeño Dionisos. Baila siempre en el bosque de los nogales, sobre la hierba verde, a un son cambiante, moderno y antiguo, como si en la flauta panida oyese el preludio de las canciones nuevas. Cuando logré concretar esta figura, tantas veces entrevista bajo el pabellón de mi cuna, creí llegado el momento. Todas las larvas de mi reino interior eran advertidas, las sentía removerse como otros tantos arcanos, y había aprendido a oír las voces más lejanas. Entonces alcancé la segunda norma de mi Disciplina Estética.

II

EL POETA SOLAMENTE TIENE ALGO SUYO QUE REVELAR A LOS OTROS CUANDO LA PALABRA ES IMPOTENTE PARA LA EXPRESIÓN DE SUS SENSACIONES: TAL ARIDEZ ES EL COMIENZO DEL ESTADO DE GRACIA.