La migrante - Laisy Montenegro - E-Book

La migrante E-Book

Laisy Montenegro

0,0

Beschreibung

En el año 2050, la economía de Terrazola se basa en la extracción y venta de los órganos de sus nacionales. Lilac es una joven terreca de quince años, que no se conforma con la vida que han llevado sus antepasados. Sabe que, si se queda en casa, su futuro estará plagado de mutilaciones y dolor. Sabe también que, si escapa, estará diciendo adiós a la vida como la conoce y se enfrentará a la inmensidad de un mundo que parece aterrador. Esta es la historia de una joven migrante que, como muchas otras, se vio obligada a dejar atrás todo lo que ama para enfrentarse al mundo por sus propios medios y tomar las riendas de su destino. Un tirano, un gran amor, amigos que se convierten en familia, matices de un mundo futurista, una serie de migraciones, sorpresivos giros del destino y valiosas lecciones inesperadas, te sumergirán en este interesante viaje

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern

Seitenzahl: 407

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



© 2022 Laisy Montenegro

© 2022, Sin Fronteras Grupo Editorial

ISBN: 978-628-7544-43-7

Coordinador editorial:

Mauricio Duque Molano

Edición:

Juana Restrepo Díaz

Diseño de cubierta y diagramación:

Paula Andrea Gutiérrez Roldán

Reservados todos los derechos. No se permite reproducir parte alguna de esta publicación, cualquiera que sea el medio empleado: impresión, fotocopia, etc, sin el permiso previo del editor.

Sin Fronteras, Grupo Editorial, apoya la protección de copyright.

Diseño epub:Hipertexto – Netizen Digital Solutions

Querido lector:

El universo ha conspirado, y por fin nos hemos encontrado.

Los libros son ventanas a mundos nuevos repletos de enseñanzas.

He creado esta ventana para llevarte a una aventura que te hará, no solo valorar tu realidad, sino también ser más empático y compasivo con quienes por una u otra razón se ven obligados a abandonar sus hogares.

Espero que estas páginas te trasladen a mundos recónditos, y te traigan de vuelta renovado por completo, porque el que se va, a donde quiera que vaya, no es el mismo que regresa.

Gracias por tu voto de confianza y buen viaje.

Con amor,LM

Contenido

AGRADECIMIENTOS

INTRODUCCIÓN

LA VIDA EN TERRAZOLA

EL INICIO DEL FIN

PROYECTO COLMENA

COLDLAND

TODO EL MUNDO SABRÁ TU NOMBRE

BEACHLAND

UNA ÚLTIMA VEZ

FLUVIA

FRASES DE MIGRANTES

SOBRE LA AUTORA

AGRADECIMIENTOS

A mi madre y mi hermana, por ser mi inagotable fuente de inspiración.

A mi gran amor, por su cariño y apoyo incondicional en cada proyecto que me he propuesto.

A las favoritas y a Yeilyn Palacios, por convertirse en un grupo de lectura y opinión en la creación de la vida de nuestra querida Lilac.

A todos, les estaré eternamente agradecida.

Al club de fans que nació de esta historia, el Team Lilac, ustedes se han convertido en el alma y motor de este proyecto. Gracias por tanto.

¡Nos vemos en la alfombra lila!

INTRODUCCIÓN

Estoy escondida en una cueva, escucho el aleteo y las balas. Los soldados dron vuelan sobre mi cabeza y, estoy segura de que me están buscando.

Por suerte, la noche me esconde en su velo.

Debieron haberme identificado cuando pasé por el muro eléctrico.

La frontera de Fluvia es la más difícil de atravesar. Aquí se reirían de los sistemas contra inmigrantes de los países que he recorrido, pero esta frontera no es inquebrantable y yo no puedo negarme a un buen reto.

Sé por mis compatriotas que Rosa, la presidenta de Fluvia, es simpatizante de los migrantes, y que luego de años de lucha contra el parlamento, logró decretar que cualquier migrante que pueda evadir el sistema de prevención, será nacionalizado como fluviano y se le otorgará un empleo.

Por eso, cientos de terrecos han tratado de entrar aquí. El único problema es que no volvemos a saber de ellos después de que hayan cruzado esta frontera.

Yo, por el contrario, estoy aquí para atravesar por el río Elmis hasta llegar al mar Negro. Debo llegar a Liberao, el continente que está del otro lado del mar.

Allí no hay fronteras, ni nacionalidades, ni gobiernos opresores. ¿Se imaginan? Un pueblo realmente libre.

Tengo una importante misión que cumplir en el otro continente, sin embargo el parlamento reforzó el sistema de prevención, y aquí estoy, haciendo lo que he hecho toda mi vida, tratando de migrar y no morir en el intento.

Soy Lilac y esta es mi historia.

LA VIDA EN TERRAZOLA

Ubicada entre Eurekia y Coldland, Terrazola es una tierra pequeña, aunque hermosa. Los paisajes verdes cubren la mayoría de la superficie de nuestro país. Nuestra flora y fauna es la más abundante de la región. Los guacamayos azules nos despiertan por las mañanas volando en bandadas hacia el sur y los árboles producen frutos en abundancia.

En el pasado, Terrazola tenía acceso al mar. Mi familia y yo íbamos a la playa todas las tardes, para ver cómo el sol se escondía detrás de las olas.

La mayoría de las personas pensarían que somos afortunados por vivir en una tierra tan verde y rica en naturaleza, lejos de las industrias, del esmog y de la “tóxica tecnología”, pero se equivocan, nuestro país también ha sido industrializado, es solo que el producto somos nosotros.

Hace veintinueve años, el presidente Mottur ganó las elecciones populares ofreciendo a los terrecos una vida de ensueño. Les prometió vivir de manera cómoda sin trabajar, subsidios para los más necesitados y obligar a la clase alta a compartir sus riquezas con la clase baja. Todo esto a cambio de dos simples cosas: que votaran por él y que continuaran reproduciéndose.

Lamentablemente, mi pueblo se dejó llevar por sus promesas, y en el año dos mil veinte, luego de que Mottur ganara las elecciones por una exultante mayoría de votos, todos los terrecos perdimos la libertad.

En un mes se cumplirán treinta años desde ese fatídico día. Mottur celebrará en un gran desfile con una fiesta en la que clasificará a los recién nacidos en las diferentes facciones, y otorgará a los padres la primera herencia de *50,000 terrones. También cosechará por primera vez a aquellos que tengan edad suficiente.

Si me preguntan a mí, 50,000 terrones es una herencia extremadamente baja para criar a tu propio hijo siendo vendido por partes, como si fuera un animal de granja.

Sí, Mottur cumplió su promesa, los terrecos no trabajamos, no tenemos permitido hacerlo. Nuestra vida se basa en mantener nuestro cuerpo en estado óptimo para la cosecha.

El sueño de vivir sin trabajar trajo consigo duras realidades para nuestro pueblo. No existen clases sociales, no se nos permite escoger nuestra ropa, nuestro alimento, nuestra rutina de ejercicios, ni siquiera podemos escoger a nuestras parejas. En fin, no tenemos elección alguna sobre nuestras propias vidas. Vendimos el alma, a cambio de un sueño que nunca se logró.

Al nacer, los terrecos somos asignados a una facción de la cual formaremos parte por el resto de nuestras vidas. En base a ella seremos alimentados, entrenados y preparados psicológicamente para nuestra única labor, la cosecha.

El Instituto Biológico de Preparación (IBP) nos recoge al salir del vientre de nuestras madres, analiza nuestra genética y nos asigna dependiendo de nuestras mejores cualidades físicas, para que el cuerpo pueda desarrollar de forma específica los órganos que serán cosechados.

Los bebés que nacen con desperfectos, son desechados de manera inmediata, sin excepciones.

Cuenta mi madre, que cuando nací casi fui desechada porque padezco del Síndrome de Alejandría, cuya principal manifestación es tener los ojos y el cabello lila, sin embargo mi padre acudió a los viejos archivos y pudo probar al IBP que mi abuela contaba con la misma condición desde su nacimiento y nunca fue un impedimento para la correcta realización de la cosecha. Así logró que “perdonaran mi vida”.

Los padres de los niños viables recibirán la primera herencia una vez el niño haya sido asignado a una facción (asignación). La segunda herencia cuando el hijo cumpla los quince años y sea registrado en el catálogo (registro), y la última en el instante en el que el hijo sea cosechado por primera vez (primera cosecha). El resto de las herencias las cobrará el individuo cada vez que sea cosechado.

Por eso, los terrecos debemos reproducirnos, si no generamos más personas (en otras palabras: más órganos para cosechar), la economía de nuestro país no podría subsistir.

En Terrazola, la población está dividida en cuatro facciones: en la facción A se cosechan extremidades y se identifican con el color amarillo; en la facción B se recolectan órganos vitales y usan el rojo; en la facción C cabellos, pestañas, cartílagos, piel y grasa para tratamientos estéticos y se identifican con el azul, y en la facción D se recoge sangre, médula ósea y hormonas, entre otras sustancias, tienen asignado el verde.

Nuestra única vestimenta permitida para usar en público son zapatillas deportivas blancas, camiseta blanca y un enterizo en tela de jeans, cuyo color dependerá de la facción de la que formemos parte.

En fin, el presidente nos vende por partes a los países de la región, para que sus habitantes puedan cambiar sus órganos y apariencias cada vez que quieran.

El año pasado la tendencia del verano fueron las narices respingadas. La demanda fue tan grande que el 35% de las narices de la facción A fueron cosechadas.

Toman partes de nosotros y las insertan en sus cuerpos para vivir muchos años más de lo que deberían, mientras nosotros morimos mucho antes de lo que nos tocaría. En especial la facción B, quienes tienen herencias exorbitantes, pero vidas tan cortas que no pueden ni disfrutarlas.

El presidente controla de forma rigurosa la información que se comparte en los medios de comunicación, redujo las horas de clases, aumentó las penas de cárcel para aquellos que intenten escapar e instauró la pena de muerte para los que usen anticonceptivos.

Mottur vendió a Eurekia nuestro acceso al mar para detener las fugas de los terrecos desesperados, y desde entonces el mundo nos dio la espalda.

Cuando mi abuela falleció, a la edad de sesenta y seis años, sus cuatro extremidades, nariz y oídos habían sido vendidos. Recibió muchas herencias, no obstante la depresión por perder su movilidad la mató.

Nona solía contarme historias de cuando ella y mi abuelo fueron parte de la revolución del veinticinco y, de una orden secreta llamada “la célula”, formada por miembros de todas las facciones que guiaban a los migrantes para salir de Terrazola hacia las naciones colindantes. Incluso, en una oportunidad, me enseñó una cicatriz que llevaba escondida dentro de su párpado superior derecho, una diminuta letra C.

Mis abuelos se enfocaron en salvar a tantas mujeres y niños como les fue posible, sin embargo tuvieron que sacrificar su propia libertad para asegurar el éxito del último éxodo de Terrazola.

Mi abuelo Cholo aceptó la culpa y fue encarcelado por diez años. Mottur no fue piadoso, perdonó su vida a cambio de lo más valioso que mi abuelo pudo brindar, información para desarticular la célula.

Mi abuela creía que a Cholo le lavaron el cerebro en prisión, pues volvió siendo otra persona, simpatizante de Mottur y de la cosecha, hasta el punto de que se lo inculcó a mi padre y a mis tíos.

Nona siempre se sintió en deuda con él por haber aceptado la completa responsabilidad de las migraciones y haber ido a prisión en lugar de ella. Por esto, nunca volvió a mencionar a la célula, hasta que nací yo.

Supongo que nuestras similitudes despertaron algo en ella, y definitivamente también lo despertaron en mí.

Se me hace imposible entender por qué nuestro pueblo, incluidos mi madre y mi padre, aún siguen convencidos de que esta es la manera correcta de vivir, de que debemos devolver al estado todo lo que nos ha dado y de que es mejor morir “cosechado con honor”.

Me resulta difícil creer que alguien pueda estar agradecido por esta carnicería a la que llamamos patria, a la que llamamos vida.

Mi madre y mi padre fueron emparejados porque su perfil genético era un “match” y sus hijos serían candidatos perfectos para la cosecha de extremidades fuertes y flexibles, no fue difícil para ellos desarrollar un vínculo, porque estuvieron juntos en la facción A.

Si mis padres se hubieran negado a emparejarse, se les habría esterilizado y asignado una labor dentro del IBP. No se les permitiría tener pareja, no tendrían más ingresos que sus propias herencias y un pequeño salario por su labor en el IBP. Al final, aunque no es menos denigrante, los empleados del IBP son alimentados con las sobras de las facciones.

Por fortuna no fue así, soy la menor de diez hermanos, todos hemos ido a la facción A, y por eso el único color que he usado en toda mi vida es el amarillo.

Algunos de mis hermanos ya cosecharon. Mis cinco hermanos mayores tienen amputado el brazo derecho y alguna que otra pierna.

En unos días es mi cumpleaños número quince. Deberé asistir al IBP para que me hagan pruebas que determinen el valor comercial de mis extremidades, y me ingresen al catálogo donde los clientes compran sus partes.

Lo sorprendente es que mi herencia corresponderá solo al 2% del precio de venta de mis extremidades y una prótesis de mierda, que se oxida después de unos pocos años.

Terrazola me alimentó, me entrenó y me preparó, pero no me dio la opción de escoger si esto era lo yo quería para mi vida.

¿Estoy en deuda? ¿Debo entregar mis órganos? ¿Es justo que mi destino sea quedar hecha una papa sin brazos ni piernas?

No lo creo.

Mi padre me dice a diario, mientras adecua el apartamento con rampas y tubos para facilitarnos el movimiento después de que seamos cosechados: “Es lo mínimo que puedes hacer por Terrazola hija, debes ser cosechada con honor”.

He entrenado durante cuatro horas cada día de mi vida para fortalecer estos brazos y piernas, he comido un exceso de proteína que me enferma del estómago… entre otras muchas cosas.

Yo también me he sacrificado. Me niego a venderme ni a Terrazola, ni a nadie.

EL INICIO DEL FIN

Hoy es un día pésimo, es el primer día de mi menstruación, me siento atolondrada y adolorida.

Son las siete de la mañana y mi cuerpo me pide a gritos que regrese corriendo a mi cama.

En clase, la profesora preguntó cuáles son los valores de Terrazola y, como de costumbre, Coromoto, la sabelotodo, respondió en mi lugar:

—Agradecimiento, responsabilidad y sacrificio, profesora.

—¿Cuán estúpida puede ser una persona? ¿Qué no te das cuenta que le llaman sacrificio a venderte por partes? —¡Ups! He pensado en voz alta.

Me volteé para ver las caras de mis compañeros y de la profesora. Todos se quedaron mirándome en completo silencio, anonadados, consternados. Creo que nunca había hablado de mi repudio hacia la cosecha fuera de mi casa.

—Me disculpo compañera Coromoto, gracias por tu valioso aporte —me corregí de inmediato.

Tomé mi bolsa y salí rápido del aula para dirigirme al baño. Desde que nos quitaron el acceso a las pastillas para el dolor durante la menstruación descubrí que los cólicos son insoportables. El IBP determinó que las pastillas podrían ocasionar cáncer e infertilidad y, como siempre, decidieron quitarnos el único alivio que teníamos, porque solo les importa producir y nada más.

El baño es una alargada habitación blanca con fuertes luces en el techo. Tiene cinco cubículos de acrílico blanco, y frente a ellos, un largo espejo que cubre toda la pared con cinco lavamanos de cristal transparente.

Saliendo de mi cubículo me lavé las manos y levanté la mirada para encontrarme conmigo misma en el espejo. Mi piel pálida y mi cabello lila cortado a la altura de las orejas, me hacen ver enferma. Siendo tan alta y teniendo una musculatura tan abultada, parezco un hombre.

A veces quisiera ser de las chicas presumidas de la facción C. Quisiera tener el cabello largo hasta las caderas, y que, en lugar de vivir en la zona de actividades físicas, pudiera estar en la sección estética poniéndome cremas todo el día para mantener mi piel y cabello sedosos e hidratados. Además, estoy segura de que el azul marino de sus uniformes resaltaría mis ojos.

La idea de vivir una vida diferente me alegró un poco. Sonreí y me guiñé el ojo en el espejo mientras fingía peinar mi largo cabello imaginario.

—¡LILAC! —El sonido de mi nombre me regresó a la realidad. Volteé para darme cuenta de que Danny De Luz estaba asomado en la puerta del baño de chicas, mirándome.

—¿Cuánto tiempo llevas parado ahí? —indagué molesta. No entiendo cómo no pude ver su uniforme rojo a través del espejo. Acabo de hacer el ridículo.

—Quiero hablarte. Ven conmigo por favor, es urgente —me dijo Danny, entrando al baño y mirando debajo de los cubículos, para asegurarse de que estábamos solos.

Me encogí de hombros, tomé mis cosas y lo seguí. Salimos muy deprisa del edificio sin encontrarnos con nadie. «Es una suerte que el baño está en la primera planta», pensé para mí.

Llegamos a la calle donde creía que se detendría, sin embargo, tomó mi mano y siguió caminando cada vez más rápido. Luego de unas cuadras, me percaté de que nos dirigimos al IBP porque pude ver el imponente edificio detrás de las unidades residenciales, que parecen diminutas en comparación.

«Si quiere hablar conmigo podemos hacerlo en cualquier lugar. Me niego a entrar a ese repugnante banco de órganos, al fin y al cabo, son ellos los que orquestan toda esta matanza», me dije.

—¡Hey! no voy a entrar ahí. —Solté su mano y me detuve en seco.

—Escuché lo que dijiste en clase Lilac, todos lo oímos, podrías estar en peligro. Necesito que vengas conmigo, pero no puedo explicártelo aquí, por favor te pido que confíes en mí. Cuando entremos al IBP diré que vas a tu revisión semanal, no hables por favor, ¿sí? —me respondió Danny, dándose la vuelta y caminando a paso acelerado.

Danny y yo nunca habíamos cruzado ni una sola palabra. En el colegio cada uno prefiere relacionarse con los miembros de su propia facción, por lo que no tenemos mucho en común con la gente de otras facciones. Decidí callarme y seguirlo.

Así que aquí voy, siguiendo a un extraño en dirección al IBP, después de repudiar de forma pública la cosecha. «Sigue caminando Lilac, vas como oveja hacia el matadero».

No obstante, había algo en él que me daba seguridad. Pudo ser su hermoso cabello negro, sus ojos alargados, su pequeña naricita, su sonrisa perfecta, o el hecho de que era el único chico fuera de mi facción que era más alto que yo. Este chico era el más guapo de la clase, eso no lo podía negar.

—BIENVENIDO AL IBP, TARJETA POR FAVOR. — Una voz robótica me trajo de regreso a la Tierra.

A la entrada del IBP hay dos pequeños policías robot que identifican a las personas que entran y salen del complejo. Que no te engañen con su pequeño tamaño y voz amable, son despiadados y están armados. Si no pregúntale a todos los terrecos que han intentado escapar de su cosecha.

Pasé por el escáner el brazalete en mi muñeca que contiene mi tarjeta de identificación.

—¿Trámite? —preguntó el robot. Volteé a ver a Danny confundida.

—Revisión semanal, código 933199 —respondió con calma.

Se abrió la puerta frente a nosotros. El olor a vainilla en ese edificio me daba náuseas.

—¿Código 933199? ¿Qué significa eso? —demandé.

—Te prometo que te lo explicaré todo en un minuto —replicó Danny, sujetando mi mano fuerte y acelerando el paso.

Llegamos al lobby, la luz entraba por la cúpula de vidrio ubicada en el techo, a lo que parecen ser cincuenta metros de altura. Todo el edificio estaba hecho de mármol blanco y era exageradamente grande. A la izquierda pude ver pasillos blancos con inmensas puertas doradas, que pensé que eran oficinas.

A la derecha vi unas colosales escaleras de espiral con unos escalones tan anchos, que hay que dar dos pasos en cada uno, también parecen ser de mármol blanco. Subimos rápido por las escaleras.

Miré a mi alrededor, vi candelabros de Swarovski colgando del techo y los pasamanos de oro. «Cuánto lujo, ojalá pusieran el mismo empeño en la construcción de las prótesis», pensé. Llegamos a un pasillo blanco y largo, con puertas a cada lado, parecía un hospital.

De pronto, sentí un jalón a la derecha y entramos a una puerta sin identificación. Para mi sorpresa, era una sala de conferencias. Después de cerrar la puerta, Danny se volteó hacia mí.

—Gracias por confiar en mí, Lilac Slurk.

Levantó una mano hacia su rostro para abrir su parpado superior y ¡Santa Rishnak!, no puedo creer lo que estoy viendo, una cicatriz en forma de C. Esto quiere decir que la célula aún vive.

—Pero, ¿qué hacemos en el IBP? Estamos en la boca del lobo. Si nos descubren nos van a matar, a los dos —dije asustada.

—Lilac, ¿cuál es la mejor manera de esconder algo? — me preguntó Danny con una sonrisa.

Esa frase me regresó de golpe a mi niñez. Cuando tenía seis o siete años, pasé días buscando un collar en forma de concha que me regaló mi abuela y le pedí ayuda para encontrarlo. Recuerdo que lo tomó de la mesa en mi habitación y me dijo con una sonrisa: “todo el tiempo estuvo colgado en el espejo. Lili, el mejor escondite es a plena vista”.

—A.. A plena vista —respondí sorprendida, y apreté con mis manos el collar de mi abuela.

Me miró con ternura y se volteó para escribir algo en la pantalla holográfica de la sala de conferencias. Luego, dijo en voz alta…

—Identificación: C3045. —Bajo la mesa, en el piso, se abrió una diminuta rajadura con escaleras hacia abajo. Danny me miró entusiasmado y se dirigió a ellas, yo lo seguí sin decir una palabra.

Ante mis ojos se reveló un mundo nuevo. Tenían un centro operativo de la célula. Al parecer los precursores de la célula habían logrado tallar el mármol entre dos pisos del IBP para crear un escondite y habían dejado ahí tecnología antigua.

—Ven Lilac, te muestro —me apremió—. Esto es una laptop, que significa “computadora de regazo”, porque la colocabas sobre tus piernas cuando estabas sentado. Antes de la tecnología holográfica y de espejos, todos los aparatos tecnológicos eran físicos. Este dispositivo se conectaba al internet. ¿Te imaginas cargando este artículo pesado y enorme a todas partes? —me explicó Danny.

Miré el dispositivo al detalle y lo sostuve con mis manos, en realidad no era tan pesado, pero movilizarlo debió ser incómodo.

—Y esto, mi querida Slurk, fue la bomba en los dos mil. Se llama Xphone y es una laptop pequeña, donde además podías hacer llamadas de voz. Me pregunto cómo sabrían quien llamaba si no había video en esas llamadas. Bueno, otro misterio sin responder —comentó, y se volteó para ver mi expresión.

Aunque estaba impresionada, decidí que ese era el momento adecuado para que me explicara qué hacíamos ahí.

—Gracias por este paseo por el museo de antigüedades, ¿podrías decirme porqué estoy en el IBP? —indagué, reuniendo toda mi valentía.

—Por supuesto que te explicaré, dame tu collar —replicó Danny.

Intenté quitármelo, pero me costó ubicar el broche. Danny se percató de la dificultad y corrió en mi auxilio. Puse mi cabello hacia el lado izquierdo y sentí sus manos suaves en mi nuca. Danny era alto, como todos en la facción roja era delgado, pero muscular, tenía un cuerpo muy deportivo porque debía mantener los órganos vitales en excelente estado para su cosecha. En secreto creo que los más guapos son los de la facción B, lástima que vivan muy poco.

En cuanto lo tuvo en la mano, corrió hacia una mesa de herramientas y con un objeto amarillo y alargado que tiene una hoja de aluminio adentro empezó a abrir la concha de mi collar. Sentí ganas de decirle que se detuviera, pero la curiosidad ganó esta partida y me quedé callada hasta descubrir lo que intentaba hacer. Cuando logró abrir la concha, sacó un objeto cuadrado no más grande que mi dedo meñique y lo insertó en la laptop.

En la pantalla apareció el mensaje “dispositivo USB encontrado”, Danny presionó ABRIR y luego REPRODUCIR. Me sorprendió que ese aparato aún funcionara, que ruidoso era. Cada vez que presionaba un botón, ocasionaba un sonido. Miré a la pantalla y me quedé en shock, frente a mí estaba Nona con un mensaje:

“Hola Lilac, mi preciosa flor de digitalis. Hoy cumpliste ocho años y tuvimos una conversación sobre la cosecha. Sé que no estás de acuerdo y sé que cuando crezcas vas a luchar contra ella tanto como Cholo y yo lo hicimos un día. Quiero que seas libre Lilac y que puedas vivir una vida larga y plena. Por eso, debo darte unos consejos muy importantes. Debes seguirlos al pie de la letra. Escucha con atención:

»No confíes en nadie, ni familiares, ni compañeros, ni profesores. Mottur paga en secreto a informantes en cada cuadra e institución, les llama ruiseñores. Ellos hacen reportes diarios al centro de vigilancia de la ciudad, los usa para mantener el estatus quo. En nuestro barrio, el ruiseñor es la vieja Inelda, aunque estoy segura de que eso no te va a sorprender”.

Solte una carcajada y le pedí a Danny que detuviera el video.

—Desde siempre supimos que esa vieja chismosa se traía algo —comenté mirándolo a los ojos. Él asintió y continuó el video.

“Cuando estés en apuros o si necesitas algo muy importante, debes marcar el siguiente código AXX5945 y adjuntar tus coordenadas. Nona siempre te cuida y enviará a alguien para ayudarte. Si estás viendo este video es porque sabes que la célula vive. Trabaja con ellos, pero Lilac, cuando llegue el momento de decidir, quiero que te salves tú. No cometas el error que yo cometí y que me costó el amor de mi vida, no te quedes aquí por nada, ni nadie.

Eres una rebelde mi amor, lo llevas en la sangre. Eres la nieta de Cholo y Melida Slurk. Te amo.”

---------------FIN DE LA COMUNICACIÓN---------------

Qué linda se veía mi Nona. Fue refrescante volver a verla robusta, fuerte y bella con su piel blanquita y sus rizos lila. La extraño todos los días.

Se me llenaron los ojos de lágrimas, intenté contenerme, respiré profundo y me mordí los labios para ahogar el sentimiento. Danny interrumpió mi tormenta interior.

—Lilac, sé que esto te ha tomado por sorpresa, asumo que es duro para ti procesar tanta información de golpe, pero no tenemos mucho tiempo, necesito que vengas conmigo y conozcas a los otros —expuso con seriedad.

—Tranquilo, está bien. Solo dame un minuto —respondí y anoté el código que me había dado mi abuela en una libreta.

—¿Sabes? Tengo mucho tiempo observándote Lilac Slurk, sabía que había algo especial en ti en cuanto vi el collar. Estaba esperando el momento indicado para acercarme. Cada vez que te veo en ética de la Terrazola 2, siento que tampoco eres feliz aquí y hoy lo confirmaste —comentó Danny.

«¿Qué? ¿Danny me ha estado mirando? ¡No lo puedo creer! Mel se va a desmayar cuando le cuente, aunque… no puedo contarle esto. ¿Cómo le voy a explicar que estaba en un cuarto secreto, en el IBP, con el chico más apuesto de mi clase? ¡Oich, me muero!», grité en mi mente.

—Bueno, ahora ya sabes lo que pienso, solo espero que no me asesines —repliqué, tratando de sonar tranquila.

—¿Asesinarte? Lo único que he deseado en todo este tiempo es conocerte. Me llena de curiosidad ese cerebro tuyo Lilac Slurk, y aún no me puedo creer que esté aquí contigo —repuso Danny, mientras se agachaba para buscar algo bajo el escritorio, luego se asomó para lanzarme una sonrisa.

«¿Será que está coqueteando conmigo? ¡imposible! Nona dijo que no puedes confiar en nadie Lilac, respira hondo. No demuestres demasiado interés y responde», me regañé.

—Ok, pero aún tienes mucho que explicar —respondí, cruzándome de brazos.

—Vas a entender todo ahora —apuntó, sacando un extraño objeto dorado de debajo de la mesa y levantándolo frente a mis ojos.

Se voltea y empieza a remover con sus uñas un trozo de la pared. Segundos después, cayó en sus piernas una especie de tapa en forma de círculo del mismo color del mármol de las paredes.

—Antes, mhmmm… —Luchaba con lo que parecía un cerrojo—, no se utilizaban las huellas, ni las tarjetas para acceder a los sitios, se usaban estas cosas llamadas llaves y, esto es... el cuarto de pánico —terminó diciendo, al tiempo que se abría la puerta. Dentro encontramos una estancia.

«Qué divertido, un escondite dentro de otro», pensé y sonreí.

Era una habitación muy amplia, en todas las paredes había repisas llenas de latas que llegaban hasta el techo. Un foco amarillo, que colgaba de unos cables improvisados y viejos, iluminaba toda la habitación.

Había un grupo de personas, que al sentirnos se volteó y, detrás de ellos logré ver un gran mapa holográfico.

—Todos, ella es Lilac Slurk, nieta de Cholo y Melida Slurk. Lilac, ellos son todos —declaró Danny, abriendo sus manos como quien presenta a un artista.

—Ehhmm… Hola —saludé, sintiéndome muy nerviosa, ya que algunos iban con bata blanca, y por tanto eran trabajadores del IBP.

—Danny, acércate por favor —pidió en tono autoritario una mujer mayor, que vestía el uniforme de enfermera del IBP, mientras parpadeaba con rapidez.

Es una mujer negra, muy bajita, su cabello es rizado y gris con algún que otro mechón negro. Sobre su cabeza tiene una ligera cofia azul que hace juego con su uniforme. Lo más característico de su apariencia son sus grandes gafas cuadradas con los cristales café, de un tamaño bastante exagerado para su cara.

Los escucho murmurar, parecen enojados con Danny, así que decidí entretenerme mirando las latas, aquello parecía un búnker. Encontré pasta de tomate, garbanzos, maíz, atún… todo alimentos no perecederos. También medicinas, vacunas, vendas… «¿es que piensan secuestrarme?», pensé al ver todo aquel arsenal.

—Hola Lilac, soy la enfermera Yuk y te doy la bienvenida a la célula —se presentó la mujer, en tono condescendiente—. Trabajé con tus abuelos en el éxodo de los veinte. Por fortuna, tu abuelo Cholo protegió mi identidad, y me salvó de ser descubierta por Mottur. Quiero que sepas que somos fieles a los ideales de tus abuelos y estamos aquí para continuar con la misión. Sabemos que la cosecha no es forma de vivir y por eso estamos organizando el proyecto Colmena. Asumo que Danny te habrá explicado las reglas de la célula —expuso Yuk.

Me volteé para mirar a Danny consternada, no me explicó nada y no sé qué rayos es el proyecto Colmena.

—Enfermera Yuk, gracias, pero todo esto va demasiado rápido para mí. Apenas me estoy enterando de que la célula aún existe, y la verdad tampoco sé qué es el proyecto Colmena. En poco tiempo se iniciará mi entrenamiento físico. Saben que no puedo ausentarme —declaré, encogiéndome de hombros y lanzando de una mirada a todos a mi alrededor.

—No te preocupes niña, ya habrá tiempo. Solo te haré saber las reglas de la célula y podrás irte. La primera es que no hables con nadie sobre la célula. Si Mottur o los ruiseñores llegan a descubrir que estamos actuando, nos matarán, y no solo a nosotros, también a nuestras familias. Y la segunda es que no vengas aquí sin previa autorización. Hacemos las reuniones en los espacios en que tenemos control sobre el sistema de seguridad, si nos descubren, estamos muertos. ¿Lo has entendido? —me interrogó Yuk, mirándome fijamente con sus penetrantes ojos negros por encima de sus lentes.

—Entendido. ¿Puedo retirarme? —Yuk asintió con la cabeza y caminé hacia Danny para que me sacara de ahí—. ¿En qué estabas pensando? Presentarme toda esa gente sin previo aviso. Ahora estoy tan embarrada como ustedes y si digo o hago algo, todos morirán. ¿Entiendes lo que eso significa? —le reproché por lo bajo a Danny muy enojada, apretando los puños y evitando el contacto visual.

—Discúlpame Lilac, no fue mi intención asustarte. Hoy era la oportunidad perfecta para hablar contigo. Te pido por favor que me entiendas, si no era hoy, no era nunca. Además, empiezo a sentir que este también es tu destino. —Me sonrió descaradamente y trató de codearme.

Volteé a verlo y puse los ojos en blanco, que odioso y que guapo. Lo codeé de vuelta y salí corriendo a mi entrenamiento. Necesitaba el ejercicio para aclarar mi mente de todo esto.

En cuanto llegué a la zona de actividades físicas, me encontré con las chicas de mi facción, uniformadas y en fila para hacer el levantamiento de peso. Coloqué mi maleta en mi casillero y procedí a formarme tras ellas.

Los chicos y el entrenador estaban del otro lado de la barra, haciendo apuestas ilegales, sobre quién podría levantar las doscientas libras de peso y quién no. Lo más probable era que nadie apostara por mí, pero sabía que estaba lista, y cuando lo lograra sería mi récord personal.

La fila avanzó y me dejó ver con claridad la barra. El entrenador, que tenía anotadas las marcas anteriores de cada una de nosotras, configuraba la barra para bajar o subir el peso, dependiendo de quien estaba en frente de ella. No tenía pesas en las esquinas, como las que usamos en los entrenamientos grupales. Funcionaba con unos imanes que estaban en el piso y que la halaban hacia el suelo con la potencia con la que el entrenador Tom indicara.

Era el turno de Minelus Daruet, pobrecilla, tenía una condición que no le permitía subir de peso. Le habían hecho cientos de estudios, pero no habían podido ayudarla. Por suerte lo descubrieron cuando tenía once años, sino la hubieran descartado al nacer. Se paró frente a la barra y logró levantar cien libras. En su rostro se dibujó una sonrisa, pues era un avance grande para ella.

En el fondo, la mancha amarilla de chicos se exaltó, Alessio gritó y soltó una carcajada que recorrió toda la zona de actividades físicas. La sonrisa de Minelus se borró de su refinado rostro. El entrenador tomó nota y Minelus se retiró de la plataforma, sin pena ni gloria.

Después de una corta espera, fue mi turno. Una oportunidad para avergonzar a Alessio y vengar a Minelus. Seguro que Alessio y su clan apostarían a que yo no lo lograría, piensan que el síndrome de Alejandría es algún tipo de sarna.

Coloqué mi cabello detrás de las orejas, el entrenador Tomo configuró la barra en doscientas libras, tomé la barra y la levanté. ¡Lo logré! ¡Rompí mi marca personal! «¿cómo te quedó el ojo Alessio?».

Había entrenado y trabajado duro para levantar ese peso, me sentía tan orgullosa, cuando de pronto…

—Si sigues en este camino vas a cosechar extremidades para los mejores atletas del mundo, bien hecho niña. ¡Siguiente! —dijo el entrenador Tom desde su silla de ruedas.

Es cierto... para qué me esfuerzo tanto, si al final, es probable que estos brazos y estas piernas ya no sean míos. Me invadió una profunda sensación de impotencia y tristeza, seguida de una urgente necesidad de hacer algo al respecto.

«Yo soy Lilac Slurk, creadora de mi destino. No viviré a la deriva, no dependeré de mi suerte, voy a ser libre, aunque muera en el intento», dije para mis adentros y desde ese momento decidí que esta frase sería mi mantra para siempre.

Los siguientes días fueron tranquilos, con la única diferencia de que Danny se había vuelto parte de mi rutina diaria. Procurábamos compartir en la hora del almuerzo. Él siempre comía lo mismo, ensalada césar con pollo al horno para cuidar sus órganos vitales, y yo una libra de filete de res al horno y una taza de papas asadas.

En secreto deseaba probar su comida todos los días. Esas ensaladas coloridas, frescas, crocantes que me hacían agua la boca, pero en el colegio estaba prohibido intercambiar alimentos con una persona de otra facción, pues las dietas estaban diseñadas de acuerdo a tus necesidades, más bien las de tu comprador.

Danny y yo hablábamos de todo, nuestra conexión se hizo tan profunda que llegamos a soñar sobre cómo sería la vida fuera de Terrazola.

—Lo primero que yo haría sería comer una ensalada como las tuyas, luego me saldría de este horrible enterizo y me pondría un vestido lila o de cualquier color que no sea amarillo. Vería un atardecer a la orilla del mar… —comenté.

—¿Que quieres comer qué? Jajaja, no te imaginas lo aburrido que estoy de la ensalada. Créeme, si estuvieras en mi lugar, no dirías lo mismo. —Su mano se posó con suavidad sobre mi pierna y una sonrisa simpática se dibujó en su cara, mientras movía la cabeza de lado a lado en signo de negación.

Llegó el viernes a la hora del almuerzo y tenía que despedirme de Danny, aunque solo fuera por el fin de semana. Extrañaría mucho hablar con él.

Entré al comedor del colegio, pasé mi muñeca por el escáner y retiré mis alimentos. Me volteé para encontrarme con que Danny ya estaba esperándome en la mesa con su gran plato de ensalada fresca.

—¡Hola Danny De Luz! —Sonreí.

—Señorita Slurk. —Asintió con la cabeza y se acercó a mi oído—. Está usted cordialmente invitada a un almuerzo en libertad. En cinco minutos espero contar con su presencia en el laboratorio de remedios caseros de la facción C. No falte, usted es la invitada de honor. Se espera que traiga algo al almuerzo. Nunca es de buena educación llegar con las manos vacías —dijo, al tiempo que ponía en mi mano una bolsa desechable y salió corriendo con su almuerzo en la mano.

Sentí una corriente de adrenalina que me recorrió de pies a cabeza y, debo confesar que me gustó… mucho. Lo único que tenía para colocar en esa bolsa era mi almuerzo. Me permití romper las reglas por primera vez.

Solo habían pasado cinco minutos y ya había logrado embolsar mi almuerzo. Fingí que necesitaba ir al baño y así, podría salir corriendo al laboratorio.

Me paré frente a la puerta y esperé que alguien pasara su muñeca para abrirla. En cuanto tuve la oportunidad corrí a la facción C y llegué al laboratorio. Al entrar, me encontré con Danny sentado en el piso entre cocos y palmas miniatura.

—¿Y esto qué es? —pregunté.

—Señorita Slurk, hoy no puedo darle la libertad, pero sí puedo darle una ensalada a la orilla del mar. La libertad se la daré pronto —comentó, levantándose para recibirme.

Recuerdo haber sentido que nunca nadie había hecho algo así por mí, nadie me había escuchado con tanta atención, nadie sabía lo que quería mi corazón, excepto Danny.

Me senté y disfrutamos del almuerzo juntos. Yo le di mis proteínas y él me dio su ensalada, nos dimos una probadita del mundo del otro.

—Danny, no sé cómo agradecerte por este detalle. No sé cómo robaste estos cocos y estas palmas, sin embargo, quiero que sepas que me hiciste muy feliz —le dije con el corazón inflado.

—Tranquila, son cultivos de la facción C para hacer sus benditos remedios caseros, no es nada Lilac. Gracias a ti por darme la oportunidad de conocerte. Tú me haces sentir que no estoy solo en el mundo, que hay más, mucho más —replicó mirándome a los ojos—. De hecho, no sé si es obvio. Pero yo… estoy enamorado de ti. No dejo de pensar en tus ojos, en tu sonrisa, en tu cabello. Todo el día pienso en ti.

Esto realmente está pasando, y me está pasando a mí, a Lilac Slurk. Nunca antes un chico mostró interés en mí.

—Cuando iba en educación básica primaria, Clariola Wisgrow esparció el rumor de que el Síndrome de Alejandría era contagioso. Desde ese momento, todos los niños de mi facción empezaron a tratarme como un bicho raro. El tiempo pasó y se hizo evidente que no es contagioso, pero sí hereditario. Ningún hombre de mi facción quiere que lo emparejen conmigo, no quieren tener por esposa a un bicho raro, que les dé hijos raros. Y la verdad, ya había dejado de importarme. Hasta que llegaste tú —declaré avergonzada.

—¿Bicho raro? Tú eres la persona más original y maravillosa que he conocido. Yo sería voluntario para emparejarme contigo. —Se levantó con rapidez—. Lilac Slurk, la chica más genial de todo Terrazola, ¿quisieras emparejarte conmigo?

Yo lo miré sorprendida sin saber qué responder.

—Bueno… no salió como planeaba. Lo intentaré otra vez. ¿Me harías el honor de ser mi novia? —acotó, con su mano extendida hacia mi. Tomé su mano, me elevó del suelo y me abrazó.

—Me encantaría ser tu novia —aseguré mirándolo directo a sus ojos. Las mariposas en mi estómago se convirtieron en fuegos artificiales.

Se acercó, muy despacio y yo aún no podía creer que esto estaba pasando. ¿Debería cerrar los ojos o dejarlos abiertos? Intenté parar de temblar, no sabía si alejarme o acercarme, pero en cuanto sus labios tocaron los míos supe exactamente qué hacer. Danny De Luz me gustaba y me gustaba en serio.

¡Prop! Sonó un portazo. Era el entrenador Tom. Entonces caí en cuenta. Me estaba buscando. El almuerzo terminó hace ocho minutos, y era el momento de mi entrenamiento físico. Tom se quedó paralizado, mirándonos en completo silencio.

—Entrenador no es lo que... —intenté hablar.

—Mira niña, no me interesa lo que tengas que decir. Solo vengo a hacer mi trabajo. Te quiero en la zona de actividades físicas ¡YA! —gritó.

Salí corriendo despavorida. El entrenador se volteó hacia Danny y le dijo:

—Ella es la mejor de mi clase, voy a retirarme pronto si la próxima cosecha es exitosa. No voy a dejar que lo arruines. Por el bien de todos, esto nunca pasó, yo no vi nada y ustedes tampoco.

Te lo advierto, si te vuelvo a ver distrayendo a mi alumna, voy a reportar esta situación al IBP, y ya sabes lo que pasará, rojito —sentenció Tom.

Entrené con la mirada penetrante del entrenador sobre mis hombros. Cuántos sentimientos encontrados. Uno de los días más felices de mi vida, también se convirtió en uno de los peores.

El día siguió, me sentí más estresada que nunca. Sin embargo, al salir de clase Danny pasó a mi lado y, casi sin darme cuenta, colocó entre mis dedos una pequeña nota:

“Lilac, sé que estás nerviosa, pero quiero que sepas que el viejo Tom, no va a decir nada. Lo único que quiere es que tú llegues bien a la cosecha para poder retirarse.

Encuéntrame el lunes después del segundo periodo afuera del IBP.

¡Hey! Hoy fue muy especial. Gracias por hacerme sentir en las nubes. Te quiero, novia”.

«Supongo que el lunes tenemos una cita», pensé y resguardé la nota en mis bolsillos, antes de que alguien pudiera tomarla.

El lunes llegó y el segundo periodo pasó. Era tiempo de encontrarme con Danny frente al IBP.

—¡Hola novia! —me saludó en tono alegre.

—Casi me matas del susto —le regañé—. Cuéntame qué hacemos aquí, Danny —le pedí sonrojada.

—Hoy tenemos una reunión con la célula, para explicarte el proyecto colmena —respondió mirando a todos lados, con su acostumbrada paranoia de que alguien nos estuviera siguiendo.

Entramos al IBP y nos escabullimos a la sala. Abrimos la puerta a través del mármol y entramos. Todos estaban ahí, prestando su atención a una inmensa pantalla holográfica con letras y mapas azules.

—Bienvenidos y gracias por asistir a esta reunión pese a los riesgos que implica. Hoy estoy aquí para presentarles el Proyecto Colmena. Como todos saben, en dos semanas, Mottur realizará una ceremonia para celebrar los treinta años de su mandato. En ella clasificará, cosechará por primera vez a la próxima generación y repartirá herencias a las familias. Un contacto del gabinete de asesores de Mottur me confirmó que la asistencia será obligatoria para el 100% de la población y se realizará de forma simultánea a lo largo y ancho del país. Por eso se llama Proyecto Colmena, porque todos estarán atraídos al evento como abejas a la miel, y usaremos esa distracción para escapar.

»Esta es nuestra oportunidad, es la única ocasión en la que no estaremos vigilados. Si faltamos, nadie lo notará. Las únicas personas que estarán en el ojo público son Lilac y Danny, por haber sido seleccionados para su primera cosecha —explicó Yuk.

Se me puso la piel de gallina y sentí un corrientazo que recorrió mis vertebras. Con todo lo que había estado pasando olvidé que estaba próxima a mi primera cosecha. Volteé a ver a Danny, su cosecha eran órganos vitales. Estaba próximo a morir. Eso, si nosotros lo permitíamos.

—¿Cuál es el plan? —pregunté acelerada. La enfermera Yuk me lanzó una mirada impaciente y siguió con la exposición:

—El plan implica un éxodo masivo con dirección al norte por el único cuerpo montañoso que atraviesa cada provincia de nuestro país, la cordillera. Tendremos personal de la célula en cada provincia. Treinta minutos después de iniciado el evento protocolar, nuestros compañeros dejarán sus posiciones en orden alfabético dependiendo de la provincia y seguirán el camino a través de la cordillera. Todos se encontrarán con un árbol de guayacán amarillo marcando con una C blanca.

»Se preguntarán cómo marcamos los árboles, pero la realidad es que no lo hicimos. Se trataba del plan C del éxodo de los veinte. Nunca fue utilizado porque el gobierno frustró la fuga marítima. Si todos empezamos a caminar al mismo tiempo, debemos estar en el extremo norte del país a las doce de la noche. Ahí nuestros aliados en Coldland nos brindarán apoyo para escapar por tierra y seremos asignados a casas de acogida que esperan nuestra llegada.

»En el Proyecto Colmena participarán aproximadamente mil personas, sin embargo al salir de Terrazola, están solos. Cada uno debe seguir las siguientes reglas: ser extremadamente discreto. Si la célula sospecha que usted está compartiendo los planes con aquellos que no forman parte de nosotros, se realizará una llamada anónima al Instituto de Investigación Judicial y se le acusará de traición. Cumplir con el horario. Si usted pierde los grupos de partida, está solo. Si es atrapado tratando escapar, deberá mantener silencio absoluto. Algunos miembros de la célula que son muy mayores para salir se quedarán atrás, y cuidarán de los intereses y el secreto de sus participantes. Si usted intenta siquiera hablar de lo aquí acordado, los miembros que se queden atrás se encargarán de que usted sufra una muerte lenta y dolorosa.

»El éxito de este plan depende de todos y cada uno de nosotros, haga su parte y lo lograremos. Recuerden que la célula trabaja por el bien de la mayoría y deja de lado los intereses particulares.

Danny y yo nos volteamos a ver y di un suspiro profundo porque se acercaba el fin. Dudé por un segundo. Alejarme significaría no volver a ver a mis padres y hermanos, pero ¿qué otra opción tengo? Ellos no quieren entrar en razón y yo no permitiré que me vendan por partes.

Repasamos el plan, identificamos en el mapa los puntos de encuentro y la reunión terminó. Yuk nos pidió a Danny y a mí que nos quedásemos unos minutos más

—Ustedes serán cosechados por primera vez, he investigado y estoy haciendo lo posible para ponerlos al final de la lista en el desfile de honor, así ganaremos un poco de tiempo para que puedan escabullirse, cambiarse de ropa y huir. Dejaremos dos batas blancas escondidas en los baños de su punto de encuentro para el desfile de honor, de este modo podrán hacerse pasar por empleados del IBP.

—Gracias enfermera Yuk, por arriesgar su vida a cambio de nuestra libertad —comentó Danny.

—¿Nuestra libertad? ¿Y qué hay de la suya? —la interrogué.

—Mi tiempo ya pasó Lilac, si escapo notarán mi ausencia y los pondré en peligro. Me quedaré aquí para ayudar en lo que pueda. Hay muchos que aún dependen de mí y si este éxodo es exitoso, realmente podré ayudarlos —declaró Yuk, con la primera sonrisa amable que me mostró en todo ese tiempo.

Me quedé mirándola en silencio y pensé que ha de ser un increíble ser humano para arriesgar su vida por otros.

—Una cosa más, recibí información de los órganos que serán colectados de cada uno. Quizás les sirva de motivación saber —apuntó.

—Estaremos mejor ignorando esa información, pero gracias enfermera. Es usted una bella persona —repliqué nerviosa y procedí a retirarme.

Luego de dar un par de pasos, me percaté de que Danny no me siguió, volteé y noté que seguía conversando con Yuk a pocos metros de mí. Seguí avanzando en dirección a la salida y justo llegando a la puerta de la sala de conferencias escuché a Danny:

—¡Hey! ¿No me esperas?

—Discúlpame, te vi conversando con Yuk. No quise molestar.

—Tú nunca me molestarás señorita Slurk. Nos vemos mañana en el colegio —aseguró, y me dio un beso suave. Sus labios se sentían como seda en los míos, nunca imaginé que besar a alguien se sintiera tan, pero tan bien.

Salí del IBP y me fui a casa, con una sonrisa en mi rostro y un sentimiento agridulce que viene a ser una mezcla de libertad y abandono. Llegué al complejo donde había vivido desde el día en que nací y lo observé con detenimiento. Llevaba toda mi vida aquí y nunca me había parado a ver los detalles. Quise absorberlo todo, tener una memoria llena de recuerdos, tener un hogar, un lugar a donde ir, por si nada salía como esperaba, un lugar donde estar, aunque fuera en mi mente.

Me detuve a ver la calle sin salida pavimentada, negra, con líneas amarillas perfectamente centradas. A cada lado tres edificios multifamiliares de seis pisos, llenos de grandes ventanas transparentes porque, ¿quién necesita privacidad? Todas sus paredes pintadas de blanco, una enorme bandera que recorría desde el sexto hasta el segundo piso, guindada en la parte frontal de cada edificio, con el color de la facción de sus habitantes.

Blanco y amarillo son los colores que han marcado mi vida.

Alrededor y detrás de mi complejo residencial había flores, árboles frutales, enredaderas y mucha, mucha fauna. Llegamos a ver tucanes posados en nuestras ventanas. Hubo quien intentó cazarlos para tenerlos como mascotas, o bajar los frutos de los árboles que nos rodeaban, pero Mottur se encargó de dejar claro que nada en Terrazola era nuestro. Todo era suyo y de los suyos. Además, era un fiel defensor de los animales. ¡Irónico!

Necesitábamos una autorización gubernamental para poder tomar cualquier fruto o animal de la naturaleza. En Terrazola una manzana valía más que la vida de cualquiera. Si se comprueba que tomaste algo de la naturaleza sin la debida autorización, serás encarcelado y la herencia de tu cosecha será asignada al fondo estatal. Te quedas sin nada, por tomar algo que no te pertenece. A diferencia del resto del mundo, los animales eran libres y las personas éramos prisioneras.

—¿Qué haces ahí jovencita? —me gritó mi madre, mientras intentaba sacar la basura.

Lo que vi me causó tanto dolor. Venía en su silla de ruedas, intentado sacar la apestosa bolsa de basura con una mano, y con esa misma mano trataba de empujar la rueda de su silla para movilizarse. Definitivamente, esa parte no la extrañaría. Así que caminé hacia ella.

—Dame acá viejita, ya no puedes cargar tanto peso —.Levanté la bolsa de basura y la coloqué en el espacio reservado para ello.