Erhalten Sie Zugang zu diesem und mehr als 300000 Büchern ab EUR 5,99 monatlich.
¿Por qué muchos fracasan mientras otros tienen éxito?
Serían muchas las respuestas que te podríamos dar, aunque la principal podría ser la falta de definición de objetivos y de propósito. Si no sabes quién eres y hacia dónde vas, te será complicado llegar a alcanzar el éxito y atraer la riqueza. Tienes en tus manos una novela motivacional sobre un chico que, cansado de su situación actual, decide triunfar en la vida, aprender cada uno de los principios que determinan el éxito y luchar hasta conseguirlo. A partir de ese momento se le irán presentando las oportunidades y los mentores que le ayudarán a conseguir sus metas, cambiará su actitud, sus creencias limitantes y sobre todo perderá el miedo al fracaso. Descubrirá, al mismo tiempo que lo irá haciendo el lector, las diversas claves y los muchos caminos que nos pueden conducir al éxito. Su aventura le transportará a un mundo lleno de posibilidades donde conseguirá, por fin, hacer sus sueños realidad.
Esta obra te ayudará a definir tus objetivos, tu propósito y a alcanzar aquello que tanto anhelas.
AUTOR:
Juan Antonio Guerrero Cañongo es escritor, empresario, conferencista internacional, orador motivacional y especialista en estimulación mental y desarrollo humano. Autor de 21 libros publicados, muchos de los cuales han sido un éxito editorial. Actualmente dicta seminarios, cursos y conferencias en todo el mundo en los que explica su método para mejorar la salud, acelerar el aprendizaje y atraer la riqueza. En su práctico portal www.elmillonariointeligente.com encontrarás diversos recursos para tu educación financiera.
SOBRE LA COLECCIÓN
SUPÉRATE Y TRIUNFA
Vivimos en una época de estrés y de depresión profunda a causa de la crisis mundial que nos azota. Hemos perdido, en cierta manera, el norte como sociedad y vamos dando bandazos, caminando por la vida sin ilusiones, con una tendencia negativa que se refleja en nuestro rostro, en las relaciones con los demás y nuestros trabajos. Este planeta se ha convertido en un mundo gris, triste y desamparado. Cada día escuchamos decenas de historias que nos encogen el corazón y muy pocas que nos hagan emitir una sonrisa. Es una realidad.
Por eso, desde Mestas Ediciones buscamos cada día una manera de revertir esta situación, aportando nuestro pequeñito grano de arena. De ahí nace esta colección, Supérate y Triunfa, que contiene una serie de libros con los cuales queremos añadir optimismo y todas las demás herramientas necesarias para conseguir una vida plenamente feliz, en todos los aspectos posibles. De ahí el carácter heterogéneo de la colección, que tocará temas tan importantes como el económico, el amor, la salud, entre otros muchos. Y lo haremos de la mano de autores de primer orden, formados con gurús y conferencistas motivacionales mundialmente reconocidos, coaches tan importantes como Anthony Robbins, T. Harv Eker o John Demartini. Esperamos que os guste y que os sirva para disfrutar de la vida con la máxima pasión diaria y sonreír cuantas más veces, mejor.
Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:
Seitenzahl: 153
Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:
Si no tienes ambiciones terminarás trabajando para alguien que sí las tiene.
Juan Antonio Guerrero Cañongo
La luna llena iluminaba la calle donde caminaba, mis pasos correspondían a un mero impulso más que a un deseo de movimiento. Me desplazaba sin rumbo, tratando de acallar esa voz que constantemente interrumpía todo sonido externo, esas palabras tan hirientes que había escuchado de mi profesor de matemáticas, al cual admiraba.
Aunque trataba de recordar aquello que Jessica me dijo antes de salir de su casa, no podía. Ella, al igual que mis compañeros, presenció todo, ellos se rieron a carcajadas, yo sólo agaché la cabeza, tratando de no dejar caer las lágrimas que contenía en una mezcla de tristeza y rabia.
Ahora todos mis pensamientos se centraban en esa frase que estaba taladrando mi mente: “tú nunca lograrás nada”, cuatro palabras emitidas por un supuesto profesional de la educación. Yo creí erróneamente que estaba ahí para apoyarme, tal vez porque inconscientemente buscaba suplir a esa figura paterna que tanta falta me hizo en mi infancia, pero no fue así, él, al igual que muchos, no creía en mi.
Sin darme cuenta llegué a un parque, ahí un vagabundo dormía acurrucado en un banco, lo observé, me pregunté si ese sería mi destino y mis lágrimas comenzaron a caer.
Era ya muy de noche cuando crucé la puerta de mi casa, aunque procuré no hacer ruido, mi madre salió de su cuarto y se dirigió hacia donde estaba, bajé mi cabeza esperando su amonestación.
Pasaron algunos segundos, que me parecieron una eternidad, levanté la vista y me di cuenta de su semblante, expresaba tristeza, casi a punto de llorar, balbuceo: “tú eres especial, siempre lo he sabido”. Se dio la media vuelta y me dejó solo.
Rompí en llanto, ¿no se suponía que yo debía consolarla a ella? ¡Yo era el hombre de la casa! Después de que mi padre se separara de ella, sólo yo estaba ahí acompañándola, fueron años difíciles que aún no se terminaban.
El sueño me venció mientras las lágrimas seguían mojando mi cara. Ese día parecía que todo había terminado para mí.
Desperté más temprano que de costumbre, aunque tenía el tiempo suficiente, no me preparé para acudir a la escuela, quería quedarme en mi casa, reflexionar sobre lo sucedido el día anterior, ahora eran dos frases las que se repetían constantemente en mi mente: “Tú nunca lograrás nada” y “tú eres especial, siempre lo he sabido”.
¿Especial? ¿Se referiría a que soy diferente? Desde niño solía preguntar por todo, no me gustaba quedarme con alguna duda, eso irritaba a muchos, que sólo atinaban a decir “deja de molestar”, entonces me sentía solo, diferente de los demás niños, aquellos que nunca cuestionaban nada y se conformaban con poco.
¿Especial? Era una palabra común pero que podía encerrar muchos significados. Encendí mi ordenador y busqué en Internet “tú eres especial”, entre las miles de páginas que se desplegaron ante mí, encontré una frase que me hizo reflexionar: “nadie es igual a ti”.
¿Yo nunca lograría nada? Comencé a cuestionarme esa sentencia, si era diferente a todos, debería lograr algo especial e incomparable.
Como había decidido no ir al colegio seguí pensando en ello.
Después de algunas horas de navegar en la red y encontrar decenas de páginas que hablaban sobre el éxito, decidí algo: a partir de ese día investigaría todos los secretos para alcanzar el éxito en todo lo que me propusiera.
No importaba mi edad, ni mi historia previa, ni siquiera esas palabras que me hirieron tanto. Ese día me prometí dedicar todo mi tiempo y esfuerzo para aprender sobre el éxito. Si alguien lo había logrado, yo debería disfrutarlo también.
Si aprendía cómo tener éxito, podría enseñarle a otros cómo lograr lo que desearan y ¡nunca dejarse abatir por una persona o una frase!
Busqué una libreta en mi cuarto, arranqué la portada y el reverso de esta, escribí con letras grandes en la primera página “La senda del éxito: el camino que debes transitar para ser feliz, conquistar tus temores y atraer la riqueza”.
“La senda del éxito” debía comenzar a escribirse de inmediato.
Cuando bajé a desayunar mi madre ya tenía preparado todo. Yo le sonreí agradeciéndole esa acción.
Mientras comía mi deliciosa papaya en rebanadas (¡mi madre sabía que me encantaba!), ella me dijo dulcemente:
- “¿Sabes qué me agrada de ti?”
Debí sonrojarme porque ella se sonrío tímidamente mientras seguía hablando sin verme a los ojos.
- “Siempre has sido un necio”, dijo añadiendo: “eso te ayudará sólo si enfocas esa energía desbordante que tienes como joven”.
Sonreí y le agradecí de nuevo su desayuno tan delicioso.
Salí de casa dispuesto a aprender todo. Caminé hacia la parada de mi transporte público, esperé mientras observaba a mi alrededor, mi vecino pasó caminando junto a mí con su perro, nunca lo había visto paseándolo, es más, nunca me percaté que tenía un perro tan hermoso.
Subí al vehículo. Iban muchas personas sin mirarse unas a otras, los adultos tenían una mirada perdida, había una mujer que iba maquillándose a un lado de un hombre que dormía profundamente, un niño me observaba atentamente y una religiosa leía, aunque compartíamos un lugar en común, todos éramos desconocidos.
Subió una pareja con un niño, al parecer lo llevaban a la escuela desde temprano, la mujer le gritaba al niño mientras éste veía hacia otro lado, como si no la escuchara, el padre intentaba calmar a la madre, pero no tenía resultado.
Nunca me había dado cuenta que el transporte público parecía el escenario de un teatro, había muchos actores, cada uno con una historia que contar, con conductas que los hacían diferentes e interesantes.
Entonces llegó un pensamiento muy poderoso a mi mente: si ese pequeño espacio albergaba tanta información, el mundo debía contener millones de maneras de triunfar.
Jessica me esperaba al bajar, me sorprendió verla ahí, siempre nos encontrábamos en la escuela, nunca en la parada de mi transporte. Corrió a darme un abrazo cálido, diferente de los anteriores, eso me reconfortó aún más.
Caminamos conversando hacia la escuela, le compartí mi intención de investigar sobre cómo conseguir el éxito, ella sonrió con aprobación. Al llegar a la puerta del colegio, me dijo: “sabes que puedes contar conmigo”.
Jessica era mi novia, hacía un par de meses que me había animado a proponerle que lo fuera. Era hermosa, sus ojos café claro hacían resplandecer su rostro, el cual siempre tenía un gesto triste. Su historia también lo era, vivía con sus abuelos, sus padres habían muerto en un accidente automovilístico hacía varios años. Ella no tenía hermanos.
Desde que la conocí me gustó mucho. Ella era diferente de mis otras compañeras de escuela, era callada, y eso lo valoraba mucho, la vida es muy estridente a veces, por eso prefiero el silencio, aunque no el aburrimiento. Jessica tenía siempre algo que contar, al igual que yo, leía mucho, eso la hacía mucho más interesante. Conversar con ella era como escuchar a muchos escritores impartiendo una charla acerca de sus ideas más locas.
Jessica irrumpió mis pensamientos moviendo sus manos frente a mi cara, yo había perdido la noción del tiempo pensando en ella.
- “¿Qué harás después de salir del colegio?”, me preguntó.
- “Iré a la biblioteca de la ciudad”, respondí añadiendo: “ya no nos acercamos a las bibliotecas”.
Ella sonrío. Me dio un beso en la mejilla y se alejó tarareando una melodía que yo desconocía.
La mañana pasó rápidamente, mi última clase era literatura, una de mis favoritas, la profesora era una erudita, a veces me preguntaba qué hacía en la escuela, ella parecía no necesitar estar allí, su ropa era diferente, tenía dominio de varios idiomas y siempre estaba sonriente. La mayoría de profesores parecían estar enojados todo el tiempo y acudían a impartir clase con el mismo traje gris oscuro, como si fueran a un velorio.
Sofía, mi profesora, siempre nos animaba a aprender de todo un poco, ella siempre tenía un tema de conversación, aunque no desperdiciaba el tiempo, procuraba estimularnos a seguir aprendiendo, viajar y preguntar.
Por eso creía que ella podría darme una guía de cómo comenzar mi viaje de descubrimiento.
Esperé a que terminara su clase, cuando se fueron todos mis compañeros, me acerqué a ella, que me recibió con una linda sonrisa.
- “¿Alguna duda?”, preguntó.
- “Varias”, respondí sonriendo, “si usted tuviera mi edad y quisiera aprender sobre cómo tener éxito, ¿cuál sería su primer paso?”
En su cara se dibujó una pícara sonrisa al tiempo que me preguntaba: “¿Va en serio tu relación con Jessica?”
- “Es fácil saber que estoy enamorado de Jessica, pero estas dudas corresponden a una empresa personal”, dije sonriendo, “quiero saber cómo ser exitoso, ya sabe, tener el mundo a mis pies”.
- “Bueno, si tuviera tu edad, comenzaría investigando a los grandes personajes de la historia, aquellos que se empecinaron por alcanzar el éxito. Abraham Lincoln es una buena opción para comenzar”.
- “¿Abraham Lincoln?”, le cuestioné tímidamente.
- “Él no sólo fue uno de los mejores presidentes de Estados Unidos, su vida estaba marcada por la tragedia, pero la supo hacer a un lado para alcanzar aquello que deseaba. Analizar su vida será un estupendo comienzo”.
Quedé un par de minutos sin decir nada, tratando de recordar aquello que había escuchado de Lincoln.
- “Ve a la biblioteca antes de que la cierren por falta de usuarios” dijo en tono festivo mientras recogía sus libros de la mesa que ocupaban los profesores.
Le agradecí por ese dato. Ella me dijo que podía contar con su apoyo cuando lo deseara.
¡Ya tenía a varias personas de mi lado en mi incipiente cruzada!
Debí haber salido con una gran sonrisa, puesto que Tomás, mi mejor amigo, me preguntó que era tan cómico.
- “Hablar con la maestra Sofía es revitalizante”, dije.
- “Ella es muy alegre y siempre tiene algo que decir”, afirmó suspirando.
Conversamos un poco sobre mi nuevo proyecto y mi determinación para triunfar. A él le agradó y me dio una palmada en la espalda mientras decía: “lo vas a lograr”.
Me despedí de él prometiéndole hablarle por la noche.
Fui a la biblioteca de la ciudad, a investigar sobre Abraham Lincoln, tal y como me había dicho Sofía, lo que encontré me dejó pensando mucho: Lincoln fue presidente de los Estados Unidos, pero lo logró después de 28 años de intentar figurar en la política.
Para muchos, él experimentó un fracaso tras otro, pero no fue así, eso demostró su determinación para triunfar, aunque no lo lograra de inmediato. Gracias a ello, este personaje pasó a la historia como uno de los más grandes presidentes de los Estados Unidos de América.
Abraham Lincoln sufrió innumerables fracasos, pero él nunca fue un fracasado pues no se dio por vencido, por eso debía emularlo, tener esa necedad para lograr lo que me propusiera. Inclusive este personaje había dicho algo que comprobaba mi hipótesis: “Recuerda siempre que tu propia resolución de triunfar es más importante que cualquier otra cosa”, él se consideraba un necio, tenía propuesto triunfar y lo hizo, como muchos líderes en el mundo. Esa necedad debía hacerla mía.
Esa determinación para nunca darse por vencido es la que muchos llaman necedad y es de la que carecían muchos de mis compañeros y amigos, ese debía ser mi objetivo. Anoté en mi libreta la palabra necedad, ese era un requisito para el éxito de cualquier persona.
Reflexioné en el camino a casa sobre esta nueva palabra. Desafortunadamente nos van quitando esa característica mientras vamos creciendo, un niño se empecina en obtener un juguete, pero los padres van minando ese deseo con tanto regaño, ¡si nos dejaran ser necios probablemente tendríamos éxito!
Por supuesto, Lincoln no era el único necio de la historia, yo había escuchado un poco de la vida de Ray Kroc, el millonario que llevo a McDonald´s a ser el imperio en comida rápida en todo el mundo, Kroc era vendedor y se empeñó en ser el mejor en su ramo, dedicaba muchas horas a aprender y a llevarlo a la práctica, incluso no dormía adecuadamente, tal como afirmaba: “Creo que no dormía más de seis horas promedio por noche, a veces dormía cuatro o menos”, había escuchado de muchas personas que lo hacían, ¡aunque quisieran dormir muchas horas no podían! Era más fuerte su deseo de triunfar que su descanso. El mismo Kroc dijo alguna vez: “Detestaba estar inactivo, aunque fuera un minuto. Estaba decidido a vivir confortablemente y pudimos permitírnoslo gracias a los ingresos que me procuraban mis dos empleos”.
¡Esa determinación y necedad debían ser mías!
Estaba comenzando y ya me sentía con mucha energía para lograr aquello que deseara, lo iba a lograr, ¡tenía que ser grande! ¡Debía tener éxito! Tal como Kroc diría: “Estaba convencido de que si uno piensa en pequeño, sigue siendo pequeño, ¡y yo no tenía la intención de serlo!”
¡Yo tampoco quería ser pequeño!
Llegué a mi casa feliz y tal como había prometido a Tomás, le llamé por teléfono. Pronto estaba repitiéndole todo lo aprendido. Con esto me di cuenta que si conversamos con otro lo asimilado, tendremos más ideas.
Tomás también estaba entusiasmado, me dijo que recordaba una conferencia donde fue como asistente. El ponente les había dicho que deberían trazarse un plan para alcanzar sus sueños, ese era uno de los requisitos para alcanzar lo que desearan.
“Por supuesto, ¡debo tener un plan!”, grité dentro de mí.
Muchos de los libros que había leído afirmaban que los grandes personajes de la historia habían tenido uno, por ejemplo Alejandro Magno conquistó grandes territorios dedicando largas horas a pensar qué debía hacer, estudiaba la condición geográfica del lugar, sus tropas, los habitantes y sus costumbres, esos datos le permitían preparar un ataque certero.
Aristóteles, su maestro, le influyó mucho, puesto que le enseñó a pensar, es decir, a utilizar las ideas y la lógica para encontrar soluciones a sus problemas, antes de actuar por impulso.
Todos los personajes famosos habían dedicado muchas horas a pensar, eso los había preparado para conducirse adecuadamente. En cambio aquellos que fracasan sólo actúan, sin pensar previamente sobre las consecuencias inminentes de su proceder.
Definitivamente tener un plan es requisito imprescindible para triunfar, por eso debía tener uno, ya que deseaba ser exitoso, pero no sabía cómo lograrlo.
Entonces tomé mi libreta y anoté todas las ideas que me llegaban a la mente, esas que contestaban una simple pregunta: ¿Cómo tener éxito?
Después de mucho escribir y borrar algunas ideas, ya tenía apuntadas algunas opciones:
Leer diversos textos sobre el éxito, la riqueza y la felicidad.
Leer sobre la vida de personas con éxito.
Investigar sobre la riqueza, el éxito y la felicidad en Internet.
Escuchar conferencias de triunfadores.
Entrevistar personas de éxito.
El resto del día pensé en mis opciones, sabía que eran necesarias y tenía que fijármelas como obligaciones, es decir, debía dedicar algún tiempo a diario para cumplirlas.
Conocí a muchas personas que deseaban ser ricas, pero nunca habían hecho algo para lograrlo, otros, en cambio, por lo menos compraban billetes de lotería con la esperanza de ganarse el premio mayor. Aunque es una opción no muy recomendable, al menos hacían algo. Pero millones de personas sólo confían en que algo mágico sucederá, y es absurdo desear tener buena suerte sin trabajar para tenerla.
Hace poco investigué sobre la suerte, todas las lecturas y las personas que opinaban coincidían en que podemos crearla. Como tal no existe, es necesario que nosotros hagamos algo para tenerla. A este respecto el escritor y economista canadiense Stephen Butler Leacock dijo atinadamente: “Creo muchísimo en la suerte y descubro que cuanto más trabajo, más suerte tengo”.
Conozco a muchos que desean encarecidamente tener suerte, como si ésta fuera una cualidad con la que nacen algunas personas, no se dan cuenta que todos podemos tenerla, pero necesitamos dedicarle tiempo y empeño a las tareas que nos la traerán. El escritor, político y economista francés Marie Roch Louis Reybaud lo enunció de esta forma: “De todos los medios que conducen a la suerte, los más seguros son la perseverancia y el trabajo”.
Ya tenía claro que debía perseverar, por eso tenía que seguir mi plan recientemente trazado, él me ayudaría a obtener lo que deseaba.
El primer paso estaba dado, ahora era necesario seguirlo. Entonces vino a mi mente una cita que encontré de un autor muy conocido, pero que no había leído, Napoleón Hill:
“Primero viene el pensamiento, luego viene la organización de ese pensamiento en ideas y planes, luego la transformación de esos planes en realidad. El comienzo, tal como puedes ver está en tu imaginación.”
Si él pensaba de esa forma, debía leer sus obras, eso formaba parte de mis opciones para el éxito.
Seguí investigando sobre los planes y hábitos para el éxito, me llamó la atención una serie de preguntas que hacía un escritor:
¿Quieres tener dinero? Perfecto, es un buen objetivo, ahora pregúntate qué has hecho para tenerlo.¿Te has levantado temprano todos los días para aprovechar el día?¿Has asistido a conferencias o cursos estos últimos meses?¿Has leído algún libro que te dé las pautas para obtener el éxito y la riqueza?¿Le has agradecido a la vida por tantas enseñanzas que te ha dado?¿Has preguntado a los prósperos cómo obtuvieron su riqueza?¿Has ejercitado tu cerebro para que te ayude a tener riquezas?
Entonces comprendí que debía encauzar todas mis acciones hacia la adquisición del éxito y comprometerme a alcanzarlo. Para eso debería dedicar al menos un par de horas al día para lograrlo, debía leer, investigar y entrevistarme con personas exitosas.
Si cada día que pasa no puedes alcanzar tus sueños, cambia la forma en que haces las cosas, pero no cambies tus sueños.
Algunos días pasaron, gracias al plan que me había propuesto mi felicidad aumentaba, no veía todo tan gris y me sentía con nuevos bríos para seguir adelante.
Tausende von E-Books und Hörbücher
Ihre Zahl wächst ständig und Sie haben eine Fixpreisgarantie.
Sie haben über uns geschrieben: