La voz sombra - Ryoko Sekiguchi - E-Book

La voz sombra E-Book

Ryoko Sekiguchi

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Beschreibung

Antes de la invención de la fotografía y de las grabaciones sonoras, a los vivos no les quedaban de quien moría sino unos pocos objetos que lo habían acompañado; su olor impregnado en la ropa; la letra, si la persona sabía escribir; retratos pintados, para quienes podían permitírselos, o mechones de pelo. La voz es una extensión del cuerpo y la única parte que no puede enterrarse: la voz permanece intacta y altera el sentido del tiempo, pues está condenada a quedarse en un presente eterno. «El mensaje de este libro, o más bien la moraleja que se extrae de su lectura, es únicamente éste: graba la voz de tus seres queridos», nos dice Ryoko Sekiguchi al inicio de esta obra singularmente emotiva y delicada en la que la autora de Nagori vuelve a demostrar una especial lucidez para describir y catalogar las experiencias más íntimas y trascendentales del ser humano. Compuesto de breves fragmentos, este inclasificable libro es una historia de la voz de quienes se han ido y de cómo continúa afectando a quienes aún viven. Una exploración original y bellísima sobre la memoria, la desaparición y la huella que dejamos en el mundo.

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SERIE MENOR, 18

Ryoko Sekiguchi

LA VOZ SOMBRA

TRADUCCIÓN REGINA LÓPEZ MUÑOZ

EDITORIAL PERIFÉRICA

PRIMERA EDICIÓN: septiembre de 2024

TÍTULO ORIGINAL: La Voix sombre

© P.O.L. Éditeur, 2023

© de la traducción, Regina Lópéz Muñoz, 2024

© de esta edición, Editorial Periférica, 2024. Cáceres

[email protected]

www.editorialperiferica.com

 

ISBN:978-84-10171-22-0

 

La editora autoriza la reproducción de este libro, total o parcialmente, por cualquier medio, actual o futuro, siempre y cuando sea para uso personal y no con fines comerciales.

 

 

 

 

 

El mundo se ensombrece.

O quizá no sea el mundo lo que se ensombrece, sino yo la que se ha sustraído del mundo tal como era, más liviano y luminoso.

Esto es una historia personal no en la medida en que me atañe a mí, la persona que escribe esta frase, sino en la medida en que atañe a una persona que existió en el mundo concreto.

Atañe a una voz.

Porque la voz siempre es concreta.

El mensaje de este libro, o más bien la moraleja que se extrae de su lectura, es únicamente éste: graba la voz de tus seres queridos.

Es habitual que en la literatura se den consejos que sirven para la vida cotidiana. Estoy segura de que el mío, el único que he dado jamás en un libro, te será útil algún día.

Aunque esa voz, al estar grabada, pueda alterar tu sentido del tiempo para siempre.

Ésta es la historia de la voz de quienes se han ido. Para empezar, la historia de una voz querida que nunca quedó grabada. El cuerpo se ha marchado llevándose consigo la voz; ya sólo queda la voz mental, imposible de hacer que aparezca en este mundo.

Y es también la historia de otra voz, grabada durante centenares de horas y retransmitida a través de la radio pública. Una voz compartida. Que cualquiera puede escuchar, días enteros, ininterrumpidamente.

Y, de forma indirecta, es también la historia de los cuerpos que albergaron esas voces y que han desaparecido. Que se han sustraído del mundo. O puede que sea la historia que me ha sustraído del mundo que era también el de ellos.

Por lo tanto, si te aconsejo que grabes la voz de tus seres queridos es, por desgracia, en previsión de su marcha, cuya hora no puede saberse de antemano. Porque, irónicamente, el cuerpo es mucho más frágil que la voz registrada.

A no ser que nos resignemos a la completa destrucción de todas las huellas de una persona, algo que ha de suceder tarde o temprano.

La voz altera la temporalidad.

La voz altera la temporalidad porque está condenada a quedarse en el presente para siempre. La voz real, por supuesto, pero también la voz grabada, que, cada vez que surge, se manifiesta inevitablemente en presente. No podría ser de otro modo.

Nosotros, quienes vivimos en el presente, no podemos reiterar el presente que ya no existe, al contrario que la voz grabada. O, mejor dicho, no podemos poseer ese presente que a cada instante se nos hurta.

Escuchamos entonces esa voz que vive en otra temporalidad. Dos temporalidades se cruzan en un mismo mundo, y también nosotros sufrimos una alteración.

Esa voz, ¿es la huella de una persona, la prueba de su existencia, traída al presente para siempre?

Sí, como todas las huellas de una persona.

Naturalmente, la voz no es la persona, pues ésta nunca más volverá.

Pero la voz tampoco es una parte de la persona, de la que reunir unas migajas de presente.

Es la encarnación del presente de la persona.

No es la persona como tal: es el presente de esa persona, el presente de la persona que alguna vez estuvo presente, y que permanece en forma de voz.

¿Por qué siempre hay que apreciar la presencia y aborrecer la ausencia?

¿Por qué es siempre tan dolorosa la ausencia? ¿Por qué es incapaz de proporcionar alegría, como si ese carácter inequívoco estuviera inscrito en ella en todo momento, cuando otros estados nos suscitan sentimientos tan diversos?

¿O será que lo contrario de la presencia no es la ausencia, sino la desaparición? ¿Será porque la presencia prevalece mientras dura la vida, en tanto que tras la muerte de un ser no es la ausencia, estado estático, lo que nos embarga, sino la desaparición, permanentemente renovada? ¿Será eso lo que nos desgarra y agrede, no un estado, sino una acción que se repite hasta el infinito?

Sin duda, la ausencia posee estrechos vínculos con la presencia por ser un estado, entre tantos otros, transitorio y excepcional (o así debería ser), de la presencia.

Después de la muerte de una persona, cada vez que pensamos en ella, e incluso cuando no lo hacemos, la desaparición se nos manifiesta a su antojo y nos hace revivir la pérdida: a cada instante, la espada de la acción desaparecer cae y cercena.

Pero, para que algo desaparezca, te preguntarás, ¿tiene que haber existido antes? Cada vez que actúa, la desaparición debe hacerlo sobre una instancia de la presencia, sin la cual no habría desaparición. Aunque la persona ya no esté, y la presencia ya no sea posible.