Las heridas del alma -  - E-Book

Las heridas del alma E-Book

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Beschreibung

Este libro reúne una selección de entrevistas realizadas a José María Álvarez a lo largo de los ya casi 30 años dedicados al estudio de la locura, su pasión. En él se expone, con prosa sencilla y elegante, su pensamiento en torno a la locura en todas sus variedades. En este sentido, Las heridas del alma es una recopilación de sus puntos de vista sobre el pathos y su tratamiento, una breve y amena antología de su pensamiento. Generoso en su saber, el autor pone a disposición de sus lectores y alumnos las «lámparas» con las que se ilumina: la psicopatología, la historia, la epistemología, los clásicos y el psicoanálisis. Con estos apoyos propone explicaciones cabales y bien argumentadas. El psicoanálisis y su aplicación a la terapéutica —en el ámbito público y en el privado, con personas corrientes y con otras más perturbadas— se destaca como una herramienta potentísima con la que mejorar muchas vidas desgraciadas y posibilitar alivio al denso sufrimiento anímico, tan propio de la condición humana. Autor comprometido con la asistencia pública y con la difusión del psicoanálisis, J. M.ª Álvarez encarna una de las figuras del analista de nuestro tiempo. Sus palabras, como se refleja en este libro, son un diálogo continuo con los grandes pensadores de la clínica y los textos esenciales de la psicopatología, con los filósofos morales antiguos y también con los ideólogos de las prácticas psi actuales. Todos ellos le sirven de inspiración para iluminar sus puntos de vista, a menudo muy prácticos, en especial el incomparable genio de Freud y sus principales seguidores, sobre todo Lacan. Las heridas del alma es un libro que habla a los lectores, un libro para disfrutar, para estudiar y para aprender; un libro donde psicoanálisis y psicosis van de la mano, sin poderse separar. Chus Gómez Este libro es la lección de un hombre apasionado de lo que lee y de lo que piensa, de un hombre ferozmente agarrado a la vida, de un amante del rigor académico, pero también del entrenamiento a campo abierto. Es la lección de un hombre que, ante todo, no practica la autocompasión ni pierde el tiempo en lamentos. Porque él vive y hace vivir a todo aquel que se le arrima. Juan de la Peña

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LAS HERIDAS DEL ALMA

Conversaciones con José María ÁlvarezUn psicoanalista del siglo XXI

Chus Gómez y Juan de la Peña (eds.)

Créditos

Colección ConeXiones

Título original:Las heridas del almaConversaciones con José María Álvarez - Un psicoanalista del siglo XXI

© De esta edición: Pensódromo SL, 2022

La autoría de todas las respuestas y comentarios de las entrevistas que a continuación se citan pertenecen a José María Álvarez. La autoría de los textos y preguntas de las entrevistas que a continuación se citan pertenecen a: - Prólogo – Chus Gómez - La invención de las enfermedades mentales – F. Martín Aduriz - Todo lo que hablamos cuando enseñamos es autobiográfico – Temas de Psicoanálisis - El delirio de la locura es una defensa, un intento de reequilibrio del sujeto – Marta Berenguer - El lado oscuro de los ideales – Estrategias-Psicoanálisis y Salud Mental - Se han inventado trastornos mentales – Silvia Díez / CuerpoMente - La clínica y el psicoanálisis – Kepa Matilla - Sobre la verdad y la realidad en el tratamiento de la psicosis – Marta García de Lucio / De Inconscientes - La locura, una defensa para sobrevivir – Óscar Ranzani / Página|12 - El retorno a la clínica y el teatrillo de la transferencia y Epílogo – Juan de la Peña

Esta obra se publica bajo el sello de Xoroi Edicions.

Diseño de cubierta:Cristina Martínez Balmaseda - Pensódromo

Editor: Henry Odell

e–mail: [email protected]

ISBN print: 978-84-125592-7-9

ISBN ebook: 978-84-126731-2-8

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

Índice

Prólogo. José María Álvarez: transferencia y pasiónpor Chus GómezLa invención de las enfermedades mentales (2008)Todo lo que hablamos cuando enseñamos es autobiográfico (2011)El delirio de la locura es una defensa, un intento de reequilibrio del sujeto (2014)El lado oscuro de los ideales (2017)Existen locos que no lo parecen (2017)Se han inventado trastornos mentales (2019)La clínica y el psicoanálisis (2020)Sobre la verdad y la realidad en el tratamiento de la psicosis (2020)La locura, una defensa para sobrevivir (2020)El retorno a la clínica y el teatrillo de la transferencia (2021)Epílogo. El brillo de la curiosidadpor Juan de la PeñaAcerca del autor

A Javier Carreño, Chus Gómez, Kepa Matilla y Juan de la Peña, los cuatro magníficos.

José María Álvarez

Me estudio a mí mismo antes que cualquier otro tema. Es mi metafísica, es mi física.

Michel de Montaigne, Ensayos.

Solo somos un alma minúscula que carga un cadáver sobre sus hombros, como decía Epicteto.

Marco Aurelio, Meditaciones.

PrólogoJosé María Álvarez: transferencia y pasión

Por Chus Gómez

A nadie hasta Freud se le había ocurrido pensar que el lenguaje es la materia del alma, y que los síntomas están hechos conforme a las leyes del lenguaje.

 

A cualquiera que le interese la psicosis o la locura no puede dejar de usar como herramienta interpretativa el psicoanálisis. Porque en este terreno el psicoanálisis va muy avanzado.

 

[…] a mí me parece más sensato y respetuoso hablar de locura que de enfermedad mental. […] El delirio de la locura es una defensa, un intento de reequilibrio del sujeto. […] ¿Qué es la locura? Pues es una experiencia dramática muy solitaria e intensa, a la que no hay que idealizar.

Con el sugerente y cautivador título Las heridas del alma. Conversaciones con José María Álvarez, un psicoanalista del siglo XXI, se publica esta pequeña joya clínica y teórica. En ella se reúnen una serie de diez entrevistas realizadas a José María Álvarez a lo largo de los ya casi 30 años de dedicación y estudio a su pasión —y para mí, idea central del libro—: su pensamiento en torno a la locura, como lo Otro de la razón, «esa insondable decisión del ser» según Lacan. Locura, que se presenta con la máscara de aparente dislate, de la que hay que captar su lógica interna y los pilares claves sobre los que se asienta, con los que el sujeto maniobra constantemente. Su concepción, las modificaciones y los invariables que sólidamente conforman su criterio en relación con ese tema y con los otros muchos que van surgiendo en las diferentes entrevistas son algunas de las materias que conforman el grueso de la estructura de este texto: las fronteras cordura-locura, el poder de la transferencia, la responsabilidad y la locura, la invención de las enfermedades mentales, las psicosis normalizadas, la ciencia ficción psiquiátrica, la decrepitud del discurso biomédico psiquiátrico, los nuevos síntomas, la relación depresión-capitalismo y la formación de los residentes.

La posición de partida de José M.ª Álvarez queda reflejada en la elección de los significantes que conforman conversaciones con un psicoanalista: «heridas, alma y conversación».

Una versión similar no venal —previamente publicada por el Centro Françoise Dolto de Palencia en la colección «Psicoanálisis, ciudad y aledaños», dirigida por Diego Aduriz— se tituló Las heridas del alma. Conversaciones con un psicoanalista. En esa ocasión la idea surgió de Fernando Martín Aduriz, que en el año 2020 decide recoger y editar una selección de entrevistas y conversaciones en torno al pensamiento y obra de José María.

El que hoy tenemos en nuestras manos modifica el título y el contenido. La edición corre a cargo de Juan de la Peña y yo misma, y dicho cambio merece una pequeña aclaración que lo justifique: «psicoanalista del siglo XXI» pretende resaltar algunos aspectos que señalaré brevemente. Si partimos del hecho, por un lado, de que tanto el semblante del psicoanalista como el de la clínica han variado acorde al discurso contemporáneo, eso exige movimientos por nuestra parte que potencien su presencia en distintos foros —tanto ciudadanos como formativos— en los que se reflejen sus efectos discursivos y terapéuticos. Por otro, porque el psicoanálisis gozará de mejor salud si apuesta por participar, si se hace querer y respetar, en otros ámbitos en los cuales interviene y con los que se relaciona y apoya, como son el académico y el sanitario, en donde tenemos mucho que aportar y que decir sobre los efectos que en la clínica tiene este momento de la civilización. Mantenerse en pequeños grupos aislados favorece demasiado los ecos y hace que perdamos perspectiva. Incluirse y dar la batalla nos impulsa, nos potencia hacia adelante con los otros y entre los otros discursos con los que hemos de jugar nuestras cartas en contra de la barbarie que empuja fagocitando y dejando fuera de juego la palabra y la singularidad de cada uno, reducido finalmente a cifra y a respuestas generales, encorsetadas y enlatadas de medio pelo. Sencillez, vocación práctica y terapéutica, unidas a dar la batalla en el ruedo de la clínica y de la actualidad, con toda la potencia que el psicoanálisis posee, son pilares que no podemos descuidar en este panorama que se abre para cada uno de los psicoanalistas del siglo XXI, que hacen suyo el conocido dicho de Lacan: «Que renuncie, pues, quien no pueda unir a su horizonte la subjetividad de su época», y en eso hemos de estar con todo lo que implica.

Por todo ello, las entrevistas incluidas en el presente volumen no son exactamente las mismas que las recopiladas en ese primer libro. Se han suprimido algunas y se incluyen otras por su actualidad y por otros motivos de tipo temático y teórico. Las nuevas entrevistas son la de Marta García de Lucio, para la revista De Inconscientes, la de Óscar Ranzani para el diario Página|12 de Argentina y, la última y más actual, la que le hace Juan de la Peña, en enero del 2021, específicamente para este nuevo libro.

Esta serie de conversaciones permite poder desplazarse por el arco temporal que enmarca, matiza y consolida lo que es un cierto saber logrado al respecto de la materia «a la que trata y de la que trata», que no es otra que las heridas del alma: territorio fronterizo o litoral entre lo volátil y lo invisible, texto de palabras inscritas a fuego en la carne, las cuales conforman el sumatorio de equívocos con los que somos marcados y con los que dejamos huella en el transitar, con los que establecemos nuestras relaciones, agujero imposible de obturar alrededor del cual damos vueltas toda la vida.

Con esta obra parece que José María cierra un ciclo en el que ha podido concluir cuestiones sobre las que llevaba años elucubrando, dando vueltas para intentar cernirlas un poco más, a las que da otra vuelta de tuerca para revisar y modificar postulados, matizar afirmaciones y pareceres que han perdido peso y que el tiempo ha ubicado en un justo medio lugar, como él mismo dice. Libro que a manera de la pieza que cae en el tetrix de su universo personal, algo queda armado, modificado y consolidado, aunque siempre temporalmente y no de modo definitivo y sobre el que siempre cabe otra vuelta de tuerca, otro pasito más. Así pues, esta recopilación puede considerarse quizás como una breve antología de su pensamiento hasta la fecha.

Los epígrafes que constituyen el índice no dejan lugar a dudas: atrapan y cautivan, porque van directos a la línea de flotación de cuestiones que traspasan los límites de lo profesional psi porque son universales, porque pertenecen al patrimonio de lo humano y de la cultura. Dichos epígrafes pueden leerse unidos, uno a continuación de otro, de modo que así escritos «demodotodojunto» constituyen las marcas, las huellas de su pensamiento. Marcas en el camino con las que el lector tiene la brújula para orientarse en el territorio y con las que puede hacerse una idea bastante aproximada sobre: de qué, desde dónde, por qué y para qué José María arranca a hablar de la locura y de sus aledaños. Hay un empuje a «querer decir», a escribir, que recoge la voluntad de decir al Otro, para el Otro, hacia el Otro, que también queda patente en su pasión por enseñar.

Saber hacer y prosa elegante

José María es un maestro para un número importante de generaciones de jóvenes clínicos de un lado y otro del Atlántico. Jóvenes que lo han elegido desde hace años para poner punto final a una docencia vacía y desconectada de la realidad de la clínica del día a día. Jóvenes que tienen que bregar sin brújula en un discurso psiquiátrico y psicológico embrollado, heterogéneo y sin explicaciones cabales, para poder contestar a las preguntas que sugiere el encuentro con el sujeto que viene a testimoniar de aquello que sufre en la vida, para el que la respuesta no está en lo general, si no en lo singular de su decir y padecer. José María les ofrece la «lámpara» con la que él se ilumina: la psicopatología, la historia, los clásicos y el psicoanálisis, sin las que cualquier explicación cabal y con fundamento es imposible.

Resulta entrañable y conmovedor el relato en una de las entrevistas cuando recuerda las huellas de su historia en las que late la voz y la elocuencia de un padre, que fascina a un auditorio con su verbo, y cuando evoca el deseo de lo que José María quería ser para su madre, el primero, mostrándole su logro, su regalo, con aquel cuaderno en el que se había obrado el milagro del paso de los palotes a la escritura, ofrenda que sigue regalando a sus lectores, persistiendo en reflexionar, en escribir y en transmitir lo que él ha ido decantando y depurando en todo este tiempo.

La invención de las enfermedades mentales - Todo lo que hablamos cuando enseñamos es autobiográfico - El delirio de la locura es una defensa - El lado oscuro de los ideales - Existen locos que no lo parecen - Se han inventado trastornos mentales - La clínica y el psicoanálisis - Sobre la verdad y la realidad en el tratamiento de la psicosis - La locura, una defensa para sobrevivir - El retorno a la clínica y el teatrillo de la transferencia

son algunas de las afirmaciones contundentes que componen el índice. Máximas que destilan y condensan un derroche de clínica, saber y pasión por lo que hace, que hacen tambalear los eslóganes que como mantras son bombardeados desde los periódicos y las publicaciones de una psiquiatría biologicista que se pretende científica, cuyo peso discursivo hegemónico, en opinión del autor, va en declive y trastabillando. Un tipo de discurso al que se le reprocha, tanto desde los profesionales como desde la ciudadanía, su inconsistencia, su ignorancia sobre lo humano y su soberbia hueca, por el hartazgo que genera tanta promesa incumplida y tanta especulación cartografiada en colorines, clínica insostenible en la que el sujeto ni está, ni se le espera…

Ese índice, a modo de créditos cinematográficos, no deja a nadie indiferente, sea a favor o en contra. Condensa la extracción de algunas de las muchas perlas clínicas y literarias dispersas a lo largo del libro que van engarzando la sabiduría y maestría del autor con esa prosa lúcida y ese estilo sobrio, firme y claro, que lo hacen apto para todos los públicos. Muchas respuestas a las preguntas son en sí mismas pequeños tratados sobre la materia en cuestión, que de claras que se nos revelan, deslumbran, y corremos el riesgo de acabar identificados a la respuesta. Pulidas y suaves como la caoba por la que resbala el discurso, y que como la seda acaricia la mano y susurra en la oreja del que escucha. Suenan veraces y honestas porque todo lo que dice, y hasta lo que calla, forma parte de él mismo, lo tiene incrustado en su carne y eso no se puede impostar. Se tiene o no, y de ahí su potente efecto. Sabiduría entendida como tentativa, como otra vuelta de tuerca, como un pasito más, como un saber no finalizado ni posible de concluir, habida cuenta de la naturaleza invisible del objeto, el alma, abordada con la actitud del que anda por los caminos del pensar dando vueltas alrededor de eso que le apasiona sin acabar de cernirlo nunca. Saber hacer y elegancia en su prosa depurada, con la que transmite un profundo respeto hacia todas las posibles locuras derivado de su posición ética.

La defensa, la locura y la terapéutica

Yo soy un clínico, un terapeuta. Y el psicoanálisis me parece la culminación del arte de curar, el que mejor lleva hasta el final el «truco de curar», por recuperar una expresión de Lacan.

José María nos pone en bandeja y expone de manera argumentada, franca y sin ambages, su posición discrepante en algunas cuestiones teóricas y clínicas, al respecto de temas actuales y relevantes que conciernen tanto al campo de la psiquiatría como al del psicoanálisis. Por ejemplo, su discrepancia sobre la amplificación del territorio de la psicosis —por supuesto, por motivos totalmente diferentes en ambos campos—, y su defensa del uso práctico del saber psicoanalítico entendido como terapéutica, en el que no todo es el oro puro de un análisis, sino aleación salvadora que puede mejorar muchas vidas con pequeñas rectificaciones subjetivas, abriendo la posibilidad de un alivio del sufrimiento psíquico en la vida diaria de muchos sujetos.

Es esta una colección de textos de sentido amplio, inagotable de alguna manera, puesto que no hay lectura definitiva, siempre dicen más y de forma distinta en función del ánimo y la experiencia vital del lector. Textos que podemos calificar de «aptos para todos los públicos», tal y como rezaba la censura en relación con el cine. Mientras el significado de un texto puede establecerse de forma más o menos concluyente, el sentido siempre se nos escapa, de ahí que no haya relecturas, sino nuevas lecturas, porque cada una de ellas es la resonancia de un eco devuelto desde algún lugar. Su lectura es intensa, densa y a la vez amena. En ocasiones se produce un touché, al modo de un combate de esgrima, y el lector queda tocado, porque el mundo, como los libros, nos leen a medida que los leemos.

Los textos recogidos se articulan en torno a los ejes centrales que corresponden a las preocupaciones y reflexiones más emblemáticas de José María Álvarez como clínico, pensador y escritor. Sobre estas ha ido escribiendo desde hace muchos años a lo largo de su ya dilatada obra que comenzó en 1999 con su inmejorable La invención de las enfermedades mentales, pilar fundamental de su pensamiento teórico y clínico, en el que desgranó de manera brillante la trayectoria que finalizó en la elaboración de ese constructo teórico denominado enfermedad mental. En ella, además, en el último capítulo, aporta su invención sobre el modelo unitario de la psicosis:

[…]el modelo apropiado, el que conviene a la terapéutica psíquica, es el de la locura parcial, esto es, el que encumbra al sujeto en posición de agente de su locura y, por ello, también lo considera agente y participe de su curación.

El profesor Schreber y su minucioso texto, estudiado exhaustivamente, es quien le aporta a José María las claves para su concepción discontinua y unitaria de la psicosis, a la que se puede entrar bien por la melancolía, por la paranoia o la esquizofrenia. El sujeto puede transitar de un polo a otro en busca de su reequilibrio, tanto como agente de la génesis de su locura como de la búsqueda de soluciones.

La invención de las enfermedades mentales asestó un golpe definitivo al pensamiento biologicista y a la ciencia ficción psiquiátrica, que pacta «enfermedades y clasificaciones» a mano alzada, modo científico donde los haya, y que se empeña paradójicamente en buscar una etiología médico-biológica que, si se llegara a encontrar, dejaría su estudio y tratamiento a los neurólogos, a los internistas o a los médicos de familia, ubicándola en el territorio del cerebro sin más.

A estas alturas José María no precisa presentación. Su obra es muy conocida, reconocida y seguida de cerca por clínicos y estudiosos, tanto de Europa como de América Latina, con los que ha ido tejiendo lazos transferenciales en ambas orillas, comunidad que fue constituyéndose y ampliándose en torno a ese movimiento denominado La Otra psiquiatría. Impensable que de aquel primer encuentro en el 2004, bajo el provocador título: «La curación de la psicosis», en el Monasterio de San Clodio en Leiro (Ourense), se haya llegado hasta donde se ha llegado hoy. Su eco y sus resonancias se han ido amplificando, favorecido por los formatos online de la época actual, que incluye videos, jornadas, clases y conversaciones anuales que nos inundaron cuando la pandemia obligó a un encierro, a la separación de los cuerpos. Herramientas muy de agradecer que favorecieron amistades y encuentros poco viables para la mayoría de no existir esta posibilidad tecnológica. A este formato y actividades, se suma la creación de varias líneas editoriales: Alienistas del Pisuerga (Clásicos de la psicopatología) y otras colecciones de libros que con el sello La Otra psiquiatría (Xoroi Edicions) reúnen a autores tanto latinoamericanos como españoles en una fructífera y estimulante conversación continua, que estrecha todavía más los lazos creados, promoviendo proyectos de colaboración e intercambios en los que la distancia ha dejado de ser un insalvable.

Otra psiquiatría diferente de la hoy hegemónica oficial y positivista que, hermanada con farmaindustria y las TCC, pretende una enfermedad mental acéfala, determinista y profundamente inculta en la que el sujeto es un ente pasivo cuyo padecer está determinado por anomalías, del exceso o del defecto de no se sabe qué sustancia, susceptibles de ser corregidas con algún psicofármaco y con alguna «pauta» para saber vivir, y así mantenerse en el equilibrio perfecto sin sentir ni padecer. Un discurso de la conciencia, «del emprendedor», del «si quieres, puedes», que anhela suturar al sujeto dividido por estructura.

Otra psiquiatría que apuesta por el bíos de lo biográfico, por la responsabilidad subjetiva sobre aquello de lo que el sujeto se queja y en lo que está indefectiblemente involucrado, de cuyas decisiones dependerán los derroteros por los que discurrirá su existencia, y en donde clínica y ética están indisolublemente soldadas. Otra psiquiatría que genera transferencia entre la comunidad psi interesada en los lazos de la psiquiatría clásica y el psicoanálisis, heredero de la mejor clínica posible, en palabras de Foucault. Pues bien, José María ha sabido y sabe como nadie establecer y revitalizar ese estudio y su transmisión, inoculando entre sus lectores el veneno de la pasión que él derrocha con claridad y rigor.

Su variada obra ensayística, refleja su rico universo personal, filosófico, clínico y literario, pero lo que lo catapultó a la escritura, además de su análisis, piedra angular y fundamental sobre la que pivota todo lo demás, lo explica él mismo con estas palabras: «lo primero fue la pasión, después la locura, más tarde la historia, es decir los clásicos, y por fin la transmisión».

Autor comprometido con la asistencia pública, y con la difusión del psicoanálisis tanto en foros clínicos como en la ciudad, encarna una de las figuras del analista de nuestro tiempo. Su escritura como se refleja en este libro es un diálogo ininterrumpido con los grandes autores y textos de la psicopatología, tanto clásica como de los autores antiguos, que han sido fuente de conocimiento, y por supuesto de los incomparables grandes maestros, Freud y Lacan, que le sirven de orientación y guía en su quehacer diario.

José María irradia un deseo de transmitir que contagia, y así va construyendo una biblioteca viva con la aspiración de que sea usada por las generaciones por venir, y lo está consiguiendo. Lo que se transmite más que el saber, que cada uno tendrá que conquistar con lo que tiene y con lo que no tiene, es la pasión, y él lo hace como nadie porque disfruta haciéndolo, y eso no se puede imitar ni falsificar, o la hay o no la hay.

En las bibliotecas de cada uno se podría establecer un itinerario con un hilo invisible que une de manera aparentemente caótica o desordenada la serie de libros que la conforman, y ese hilo tiene un sentido para cada uno. Un hilo que va de un libro a otro; a veces con continuidad y otras a saltos o a zancadas que unen la infancia con la adultez, el amor con el cine, y el arte con la literatura o con los cachivaches y con las nubes. Así se establecen conexiones extrañas, huecos virtuales, saltos de página y de estantes, creándose otros mundos posibles para cada uno.

José María dice muchas cosas en el libro y algunas las repite constantemente en distintas entrevistas porque son lo nuclear del asunto de lo que quiere transmitir, los pilares que sostienen su concepción de la locura, de la condición humana y de la terapéutica que de ella se deriva. No se cansa de repetirnos: la locura es una defensa para sobrevivir, el delirio un intento de curación, no hay nada más potente que la transferencia, que defensa, certeza, verdad y transferencia son los cuatro conceptos esenciales en los que se sustenta la locura. Los tres primeros (defensa, certeza, verdad) se refieren a su psicología patológica y la transferencia es el sustrato de la terapéutica. Dice también que todas las clasificaciones son artificiales y no hechos de la naturaleza (de ahí que hable de ciencia ficción psiquiátrica), que el psicoanálisis es la máxima expresión del arte de curar, que el terreno de la neurosis era un galimatías hasta que llegó Freud y puso orden en la clínica, que la teoría creada por Lacan sobre la subjetividad es insuperable, que el psicoanálisis surge de las grietas del saber psiquiátrico, de sus insuficiencias teóricas y en lo que la mirada médica no puede enfocar; ese territorio oscuro y confuso es el que ilumina el psicoanálisis al aportarle una consistencia teórica y explicativa. También destaca que no hay buena clínica sin conocimiento psicopatológico, que para saber de la locura es imprescindible el psicoanálisis, que él articula la clínica haciendo uso del modelo continuista y discontinuo de la locura, que con la incorporación de la visión científica a la patología mental, es decir, al territorio de las heridas del alma, se elimina todo un saber antiguo.

En sus libros, José María se plantea las preguntas que a él le suscita la locura desde siempre y que estaban ya en su infancia, elabora posibles respuestas a ese enigma que ha ido viendo y cotejando entre lo estudiado en los libros y, sobre todo, que ha podido responder gracias a lo que le han ido enseñando los locos día a día sobre su experiencia de la locura. Con todo eso ha construido su propia hipótesis explicativa y un modelo que aplica en su práctica en consulta.

Al hilo del aserto: la locura es una defensa para sobrevivir, reflexiona, se pregunta, desgrana y diserta sobre el papel que juega la defensa en la psicosis y en la neurosis y los tratamientos distintos que ambas precisan, sin que ello implique que locura y neurosis sean el anverso y el reverso de la misma cosa. Si partimos de la idea de que la locura es una defensa para sobrevivir, lo mejor será no perturbarla, pero sí conocerla, para poder maniobrar con ella en aras de favorecer la estabilización; mientras que en la neurosis, por el contrario, se trata de perturbarla, de conmoverla para dividir al sujeto.

José María es profundamente práctico. Un vector que le orienta en el trato con el loco es saber si nuestra intervención funciona o no, si equilibra o desequilibra, o si en definitiva no contribuye a nada, salvo a empeorar las cosas. Esta visión eminentemente práctica hacía la que se ha ido escorando con los años tiene como fin lanzar un cabo al que bracea ahogándose en el mar de la locura y acercarlo a la orilla, evitando que se aleje cada vez más del mundo compartido sin por ello pretender encorsetarlo en nuestro neurótico mundo convencional. Acercarlo para alojarlo en un buen lugar, un poco a salvo de esa experiencia radical de la soledad que es la locura, porque sabemos que la apuesta vital del loco consiste en permanecer ciego, deslumbrado por la patológica relación que mantiene con el saber, que implica a la certeza y a la verdad.

Destellos y huellas

José María capta los destellos infinitesimales producidos en el encuentro con el otro que irrumpen a la velocidad de la luz, con la luminosidad del rayo, tan brillantes como efímeros, con los que hay que orientarse en la práctica, para saber por dónde tirar, procurando no liarse ni perderse. Y, como máxima en caso de no saber, optar por ser prudentes y cautos antes de diagnosticar o intervenir a la ligera. Más vale pecar de tontos que pasarse de listos por los efectos que un diagnóstico psiquiátrico supone de lacra para cualquiera. En su cabeza tiene el mapamundi de la evolución histórica semiológica y psicopatológica, que maneja y conoce a la perfección, de ahí que a José María sea difícil darle gato por liebre en este terreno. Ese atlas desplegado en su cabeza lo usa a veces a modo de prismático con dos posiciones, con la posibilidad de acercar y alejar el panorama que se ofrece a la visión clínica. En un primer tiempo, observa lo que sucede, se aleja para tomar distancia y reflexionar; después se acerca a los síntomas del sujeto en modo lupa, para descifrar lo singular de la modalidad de goce de ese sujeto en particular, complementando el diagnóstico general con el singular sobre el que habrá que orientar la dirección de la cura. De ese modo mantiene la perspectiva sin perder su punto de vista iluminado por esa lámpara, que de tan trillada y espigada, ayuda a no embarullarse y a no perderse demasiado. Tiene la panorámica del mapa del territorio a vista de pájaro con los senderos que se bifurcan y se reencuentran, que se desdibujan, o que acaban en callejones sin salida. Cuenta además con el plano levantado a pequeña escala que le otorga la mirada en la corta distancia de dos brazadas, o de un palmo, que lo separa del otro en consulta.

En sus libros —y en este también— José María se va dando forma, se va matizando a sí mismo, se va corrigiendo, perfilando, progresa, retrocede, se cuestiona, se corrige, avanza en el no saber, plantea hipótesis que afianza o deshecha, dando vueltas alrededor de un agujero sobre lo incierto, poniéndose en cuestión sin ser dogmático, insistiendo en que este es su método, no el método. El que le vale a él, el que él ha inventado para orientarse.

Es un libro que ensalza y defiende esas vidas aparentemente desenfocadas por la ceguera de la verdad y de la certeza, que apuesta por los pequeños logros o grandes prodigios que en esas vidas se pueden dar si estamos dispuestas a no desfallecer, a no retroceder. En el no hay recetas, sí hay apuntes muy válidos, un viaje. Después cada uno tendrá que hacer el suyo si está dispuesto.

Como un Bartleby en su inconformismo perturbador y cuestionador de las teorías que sabe y usa, pero que también lee críticamente en sus puntos ciegos o que están sin acabar de elaborar, José María es antidogmático. Destaca su voluntad incondicional, su rebelión electrizante con fogonazos que iluminan y pulen en un párrafo kilómetros de tinta escrita. En sus libros profesa toda una declaración contra el fanatismo teórico, manteniendo su posición teórica intacta. Para mí constituye un acelerador potentísimo de asociaciones, que me obligan a revisar y aclarar puntos ciegos o embrollados y me sacuden para despertarme de la ceguera y de la sordera a la que puede conducir la rutina adormecedora del día a día, que arrastra al colapso del aburrimiento y a la pérdida de deseo. Un calambrazo, una sacudida, para aprehender lo que ya pensaba sabido y no lo era, para que salte el chispazo que encienda de nuevo el asombro de lo no visto pese a ser tan obvio delante de mis narices.

La lectura es, ha sido y será un lugar de conversación íntima, una llamarada de la que no se sale indemne. Es correr un riesgo, saltar, enmarcar, señalar, pararse para intentar atrapar lo que se escurre entre líneas. Cuando leemos el mundo se detiene, y al leer un buen libro —como dice Steiner—, surge el deseo de escribir otro en respuesta. ¡Ya me gustaría! El lenguaje tiene una dimensión oracular que emerge sobre todo en la conversación, en la que uno pregunta a otro sobre lo que es para él un enigma y en la respuesta se cierra un enigma pero se abre otro a continuación creando una cadena sin fin. La conversación acaba siendo el espacio en constante construcción en el que cada uno inventa y discurre en su laberinto particular. Las palabras van brotando o se agotan en el silencio, se disecan y así obtenemos de ellas significados ocultos que no surgen ni en fresco, ni a la primera. Revelan amores que palpitaban ocultos y odios enraizados sin saber, destapan aparentes sinsentidos y equívocos que gobiernan la vida. Al leer, la letra se corporeiza en la voz del narrador que desaloja la propia, o la confunde, y rompe los límites entre lo propio y lo extranjero. José María hace coincidir la vida con la obra que actúa de caja de resonancia, a modo de un cajón flamenco, tan poco sofisticado y tan extraordinario.

Con un discurso firme y coherente, sus libros no dan bandazos, y parte de su atractivo deriva de que rompe clichés, desmonta postulados dichos de carrerilla e introduce otras posibles lecturas. Subraya misterios y desmiente certezas hasta la fecha inquebrantables, o hace surgir belleza sombría de sensaciones perturbadoras y de enigmas que la vida nos impone. Me imagino que los libros van surgiendo de una mezcla a partes desiguales como fruto del azar, de fogonazos reflexivos que modifican su punto de vista, en cuyo fondo siempre late el misterio de ese empuje a escribir y contar que es una forma de detener el infinito. Eso que no puede saberse es lo que se escribe sin fin. Si la palabra supone al Otro, la escritura lo tacha, lo barra. La escritura produce, como el escultor, un vaciamiento; si esculpir es un proceso de extracción de la piedra, como dijo Miguel Ángel, escribir exige también de alguna manera un vaciado.

Con los libros, como con el mundo, ocurre un misterio. Si una se queda parada y lo observa, entra en nosotros y nos retuerce por dentro. Lo dice muy bien Kafka en relación con el mundo:

No es necesario que salgas de casa. Quédate junto a la mesa y escucha atentamente. No escuches siquiera solo espera. No esperes siquiera, quédate totalmente en silencio y solo. El mundo se te ofrecerá para que le quites la máscara, no tendrá más remedio, extático se retorcerá ante ti.

He intentado apuntar o barruntar algo. Acabo el libro, una vez, dos veces, varias veces. Lo cierro. Anoto: ¡qué bueno José María! A la vez alguien me llama, pronuncia mi nombre y regreso de nuevo a mi mundo. Las heridas del alma es un libro que habla a los lectores, un libro para disfrutar, para estudiar y para aprender; un libro donde psicoanálisis y psicosis van de la mano, sin poderse separar. Si el mejor elogio que puede hacerse a un libro es querer apropiarse de él, a mí me ha pasado.

Beiral da Eira, Portugal. Julio de 2022.

La invención de las enfermedades mentales (2008)1

José María Álvarez es miembro de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis. Desarrolla su trabajo clínico en Valladolid donde goza de una reputación in crescendo al ritmo del empuje de sus publicaciones y de su fama de clínico riguroso, de intelectual brillante y de maestro de jóvenes psicólogos y psiquiatras que se acercan desde distintos puntos de la geografía para efectuar el PIR [Psicólogo Interno Residente] y el MIR [Médico Interno Residente] o elegirle como tutor de tesis doctorales y encontrarse con un maestro de la psicopatología a la vez que con un psicoanalista con un deseo contagiante. De su constante interés por el estudio recibimos ya los ecos en el despliegue que intentamos del psicoanálisis lacaniano en nuestra tierra castellana. Conversamos con él.

Desde que apareció en 1999 la primera edición en la editorial DOR, La invención de las enfermedades mentales2 se convirtió en una referencia habitual en los estudios sobre la psicopatología de la psicosis y la historia de la locura. Casi diez años después, cómo valoras la repercusión que ha tenido.

Cuando escribes, siempre a solas, anhelas que algún lector se contagie de tu pasión. Al parecer, con este libro algo de esa pasión ha llegado a contagiarse, a juzgar por las reseñas que se le dedicaron cuando apareció, por las numerosas presentaciones a las que me invitaron y por los ecos que aún siguen oyéndose. Hace aproximadamente un año, un prestigioso psiquiatra madrileño, ya jubilado, me decía que ese libro había dado en el clavo porque ponía patas arriba la orientación hegemónica en la psiquiatría positivista actual. Lo decía un tanto alarmado, pues le parecía que libros como este dejaban a la psiquiatría de las enfermedades mentales sin argumentos, la convertían en una caricatura de sí misma, tan grandilocuente y al tiempo tan huera. Creo, sin embargo, que su incomodidad radicaba en el hecho de comprobar cómo el psicoanálisis había colonizado y se había hecho fuerte en ese territorio de la locura al que tradicionalmente se ha considerado patrimonio de la psiquiatría. «Al paso que va usted, nuestro único cometido será extender recetas», me dijo.

De este y otros comentarios que he escuchado durante estos años, deduzco que el libro ha sido bien leído. En el fondo, me confirman una de las hipótesis que traté de argumentar en el texto, esto es, que la psiquiatría positivista se ha construido y desarrollado para no hablar con los locos y para justificar ese silencio.

Con algunos colegas he discutido en ocasiones sobre si el libro es de historia o de psicopatología.

Es un libro de psicopatología y clínica de la psicosis que se nutre de argumentos históricos. Toda la trama argumental desarrolla el proceso de transformación de la locura clásica en las enfermedades mentales actuales. En el ámbito de la psicopatología no puede dejarse a un lado la historia de la clínica; al fin y al cabo nos movemos dentro del marco de las llamadas ciencias humanas. Que en nuestra disciplina la historia y la clínica están unidas consustancialmente, es un hecho indudable. En primer lugar, porque las expresiones del pathos están sujetas a la historia y la cultura, tal como se pone de relieve de forma ejemplar con la esquizofrenia, esa forma de fragmentación radical que aparece a consecuencia de la nueva relación con el lenguaje propiciada por la aparición de la ciencia y la muerte de Dios. En segundo lugar, porque en el terreno de la semiología clínica las mayores contribuciones se desarrollaron en la segunda mitad del siglo XIX y primeras décadas delXX; quien las desconozca dará muchos tumbos en su trabajo diario con los locos. A mi manera de ver, las descripciones de Séglas y Clérambault, por citar solo dos autores, son incomparablemente mejores que las que podemos leer en cualquier manual actual. De hecho, me resulta muy difícil de entender las contribuciones de Lacan sin tener presentes las descripciones de los clásicos, en especial las que dan testimonio del sujeto hablado por el lenguaje. Por otra parte, también la historia ilustra sobre los errores pasados, sobre las trampas y forzamientos epistemológicos, sobre el empeño ideológico en sostener, contra toda evidencia, la perspectiva naturalista de las enfermedades mentales. Desde ese punto de vista, el loco no es otra cosa que un títere en manos de su enfermedad, esa desgracia a la que debe resignarse puesto que nadie puede hacer nada con ella.

Ya se ve por el tamaño que el libro ha aumentado. ¿Qué novedades presenta respecto a la primera edición?

Cuando Vicente Palomera me propuso reeditarlo, volví a leer el texto. No quedé muy satisfecho, pese a que algún amigo me advirtió que no tocara ni una coma. El libro es otro porque yo también soy otro. Lo he reescrito, ampliado y actualizado; aunque he suprimido algunos pasajes, los añadidos han superado unas doscientas páginas a la edición original. Ya digo en las primeras páginas, citando a Montaigne, que he tratado de rebajar la prosa hasta la sencillez. También he incluido algunos apuntes biográficos de los autores estudiados, en especial algunas anécdotas o instantáneas que muestran con claridad su relación con la obra.

La estructura, sin embargo, es la misma. El primer capítulo se ocupa de los primeros intentos de transformación de la locura en enfermedades mentales, situando en Jean-Pierre Falret la figura del ideólogo del proyecto. El segundo trata de la paranoia y muestra cómo los modelos psicopatológicos que imitan la patología médica se han visto completamente impotentes para decir algo de la locura parcial, de los locos razonantes, tan impotentes y molestos que optaron por reducir la paranoia a una entelequia, como Kraepelin; a situarla incluso como una excepción al modelo de las enfermedades mentales, tal como se vio obligado a reconocer Schneider. El tercero tiene como protagonista a Emil Kraepelin y me sirvió para poner de relieve las servidumbres de la psiquiatría al ideal de la ciencia, cosa que tuvo por resultado una ideología que pretende hacerse pasar por ciencia natural; este es uno de los capítulos que más he recompuesto, puesto que Kraepelin sigue encarnando para muchos el referente principal de la psiquiatría clínica. Siguiendo el hilo de la demencia precoz kraepeliniana, el capítulo cuarto detalla cinco visiones del desgarramiento esquizofrénico, las de Bleuler, Chaslin, Ballet, Clérambault y Freud; estas páginas las inicio con unas palabras muy reveladoras de la prestigiosa investigadora de la esquizofrenia N.C. Andreasen: «Sea lo que sea [la esquizofrenia], no sabemos qué es»; en contraposición con este no saber, resultan muy atinadas las apreciaciones de Freud sobre las relaciones del esquizofrénico con el lenguaje y el cuerpo. Por fin, en el capítulo quinto, un loco toma la palabra, un loco que es el genio del delirio y el profesor de psicosis: el testimonio de Paul Schreber, acompañado de las opiniones de sus numerosos comentaristas, muestra que todo lo anterior, todo el armazón nosológico y nosográfico de la psicopatología psiquiátrica expuesto en los capítulos anteriores solo puede calificarse de invención. Muchas veces he tenido la impresión de que todas esas contribuciones, de apariencia tan consistente, se escurren como el agua entre los dedos.

Al leer el libro se advierte una inflexión en el capítulo V, titulado «La locura desde dentro». Mientras los cuatro primeros describen con gran precisión y detalle el proceso de construcción y las características clínicas de la locura maniaco-depresiva, la paranoia, la demencia precoz y la esquizofrenia, las cien páginas que dedicas a Schreber suponen un análisis totalmente distinto de los mismos hechos.