Leyendas del reino de flora - Anastassia Espinel - E-Book

Leyendas del reino de flora E-Book

Anastassia Espinel

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Beschreibung

Flora, la diosa romana de las flores y la primavera, nos guía en este recorrido por todos los continentes en busca de leyendas que tengan como protagonista las plantas. El viaje empieza en las soleadas planicies griegas, pasa por los inhóspitos páramos de Escocia, los bosques japoneses, las riberas del Nilo y las exuberantes tierras de Guainía, en la región amazónica colombiana, y finaliza en las paradisiacas islas de Oceanía.  Este libro es un canto a la naturaleza, entonado por diferentes pueblos y culturas, que nos enseña a respetar todas las formas de vida y nos da una pincelada de la diversidad tanto cultural como medioambiental de nuestro planeta.

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Primera ediciónen Panamericana Editorial Ltda.,octubre de 2020

© 2020 Anastassia Espinel Souares

© 2020 Panamericana Editorial Ltda.

Calle 12 No. 34-30, Tel.: (57 601) 3649000

www.panamericanaeditorial.com.co

Tienda virtual: www.panamericana.com.co

Bogotá D. C., Colombia

Editor

Panamericana Editorial Ltda.

Edición

Alejandra Sanabria Zambrano

Ilustraciones

María Fernanda Mantilla

Diagramación

Martha Cadena, Luz Tobar

ISBN DIGITAL: 978-958-30-6543-9

Prohibida su reproducción total o parcial por cualquier medio sin permiso del Editor.

Leyendas

del reino de

lora

Espinel Souares, Anastassia, 1970-

Leyendas del reino de Flora / Anastassia Espinel Souares ; ilustraciones María Fernanda Mantilla. -- Editora Alejandra Sanabria Zambrano. -- Bogotá : Panamericana Edición, 2020.

176 páginas : ilustraciones ; 21 cm. -- (Literatura juvenil)

ISBN 978-958-30-6162-2

1. Plantas en la mitología 2. Plantas - Cuentos y leyendas

3. Flores - Cuentos y leyendas 4. Leyendas romanas 5. Leyendas griegas I. Mantilla, María Fernanda, ilustradora II. Sanabria Zambrano, Alejandra, editora III. Tít. IV. Serie.

398.2 cd 22 ed.

CEP-Banco de la República-Biblioteca Luis Ángel Arango

Ilustraciones

María Fernanda Mantilla

AnastassiaEspinel Souares

Leyendas

del reino de

lora

Contenido

Introducción

Europa

La sangre de Adonis

La flor de los gladiadores

El cardo y los vikingos

Iván y María

Asia

La enamorada del sol

La flor de la longevidad

Los arrozales del monte Semeru

Sampaguita

África

La cuna de Horus

Kaldi y sus cabras

La reina Ravenala

América

La mata que cayó del cielo

La hermosa Inírida

Toloache

El tesoro oculto

Oceanía

El beso real

Las hijas del arcoíris



Introducción

os griegos la llamaban Cloris; los romanos, Flo-ra; otros pueblos le dieron muchos otros nombres, pero su naturaleza es la misma en todo el mundo.

En un principio fue tan solo una de las nin-fas de las islas Afortunadas, la más encantadora, tierna y dulce entre sus hermanas. Le encantaba correr libre-mente por los bosques y praderas. Donde sus pies lige-ros rozaban la tierra, brotaba la joven hierba y abrían sus pétalos hermosas flores. Muchos dioses, prendados de su belleza, se disputaron su amor, pero el único afor-tunado fue Céfiro, el joven dios del viento del Oeste, el más suave y apaciguador entre sus hermanos. Cautivada por su dulzura, tan diferente a la impetuosidad violenta de los otros vientos, la bella ninfa aceptó convertirse en su esposa, y él la llevó a su reino, donde se le concedió el don de la inmortalidad y de la eterna juventud.

Fue así como esta ninfa se convirtió en la diosa de las plantas, la que tiene el poder de hacer germinar las semillas y madurar los frutos; es ella la que concede a las flores su belleza y fragancia. Es magnánima y genero-sa, pero al igual que el resto de los dioses también pue-de mostrarse cruel y vengativa, pues tiene bajo su poder muchas plantas venenosas que provocan las enfermeda-des, la locura y la muerte.

Cada año desciende a la Tierra para despertar a todas las plantas del largo sueño invernal, precedida por su esposo Céfiro, el precursor de la primavera, y se-guida por la hija de ambos, Carpo, personificación del verano y diosa de las frutas de dicha estación.

Los antiguos romanos celebraban su llegada con las Floralias, alegres fiestas que simbolizaban la renova-ción de la vida y su eterno triunfo sobre la muerte. En estas, la gente se adornaba con guirnaldas de flores y bai-laba en honor de la diosa. Otros pueblos la honraban a su manera, con sus propios ritos y celebraciones, porque no hay en el mundo ningún país, ninguna nación, nin-guna etnia que no tenga plantas que simbolicen su cul-tura e identidad. El reino de Flora se extiende por todos los países y continentes, y he aquí tan solo algunas de sus numerosas leyendas.

uropa

Europa

— GRECIA —

La sangre de Adonis

o hay en el mundo un solo ser humano que no admire las rosas, pues ningu-na otra flor posee tanta belleza, tantos matices ni una fragancia tan deliciosa. Pero muy pocos saben que hace mucho tiempo todas las rosas eran blancas y no tenían olor alguno y, de no ser por la sangre del joven Adonis, seguiría siendo de esa manera.

Adonis era hijo de Mirra, princesa de Chi-pre, y, por muy extraño que parezca, de su propio

europa

abuelo, el rey Cíniras. Siendo una jovencita dema-siado casta y pudorosa, Mirra se negaba a rendir-le culto a Afrodita y a hacerle ofrendas, por lo que la poderosa diosa del amor decidió castigarla con toda severidad, e infundió en el corazón de la prin-cesa, otrora puro e inocente, una pasión irresistible por su propio padre. Pasaban los días y los meses, y la pobre Mirra languidecía a causa de aquel amor imposible, hasta que finalmente decidió confiar su terrible secreto a una de sus doncellas.

—Ahora que conoces mi secreto, tendrás que ayudarme —le dijo Mirra en un tono que no ad-mitía objeciones—. De lo contrario, haré que te ejecuten.

La pobre sirvienta no se atrevió a protestar. Así pues, entre las dos elaboraron un ingenioso plan. El rey Cíniras, viudo desde hacía años, no se había vuelto a casar desde la muerte de su esposa, pero se divertía con muchas doncellas bonitas y no demasiado recatadas que abundaban en su palacio. Una de ellas se parecía mucho a la princesa. Enton-ces, durante varias noches, Mirra, disfrazada con las ropas de la criada e impregnada de perfumes ba-ratos que jamás usaría una princesa, pudo entrar a la habitación de su padre y compartir su lecho.

GRECIA

Sin embargo, una vez descubierto el engaño, Cíniras comprendió que acababa de cometer inces-to y ordenó ejecutar a su propia hija; la cual no tuvo otra opción que fugarse del palacio. Abandonada y sola, Mirra recorrió muchos caminos. Como era de esperarse, ninguno de los súbditos de su padre, temeroso de la ira del rey, le dio asilo. La desdicha-da princesa clamó ayuda a los dioses, y estos, con-movidos por sus sufrimientos, la convirtieron en el hermoso árbol que produce la valiosa resina de de-licioso aroma conocida como mirra.

Transcurridos nueve meses de aquella mila-grosa transformación, la corteza del árbol se abrió y del interior del tronco salió un niño tan hermo-so que Afrodita olvidó su resentimiento contra la pobre Mirra y decidió criarlo ella misma. Como no quería revelar su secreto a los demás habitan-tes del Olimpo, metió al pequeño Adonis en un co-fre y se lo entregó a la diosa Perséfone, la reina del inframundo.

Al destapar el cofre, Perséfone se quedó ma-ravillada por la belleza del niño y, al igual que Afro-dita, quiso tenerlo solo para ella. A medida que Adonis crecía, aumentaba también la rivalidad en-tre las diosas, pues las dos estaban perdidamente enamoradas del apuesto joven. Así que decidieron

europa

resolver su disputa con ayuda del mismísimo Zeus, el rey del Olimpo, quien tomó una decisión muy sabía: Adonis debería pasar un tercio del año con Afrodita, el otro con Perséfone en el mundo subte-rráneo y el resto del año con quien quisiera.

Aunque ambas diosas eran muy bellas y há-biles en el arte del amor, Adonis prefería pasar más tiempo con Afrodita entre los verdes bosques y pra-dos florecidos, que en los oscuros abismos del más allá en compañía de Perséfone. Además, Afrodita usó todo su poder de diosa del amor para tener a Adonis solo para ella.

Una de las mayores pasiones del joven era la caza, y por ello Afrodita, sin ser una diosa cazadora, comenzó a participar en las cacerías tan solo para halagar a su amante. Sin embargo, siendo una diosa tan importante, tenía otras obligaciones que no po-día descuidar, por lo que no siempre podía acompa-ñar a Adonis en sus correrías por las montañas y los bosques. Antes de marcharse, siempre le pedía a su joven amante no emprender en su ausencia ningu-na cacería arriesgada y evitar a los lobos, osos, ja-balíes y otros animales peligrosos. No obstante, Adonis se burlaba de sus consejos y no creía que algo malo pudiera sucederle a un cazador tan hábil y afortunado como él.

GRECIA

El tiempo pasó y Perséfone comenzó a sen-tirse celosa, pues Afrodita incumplía el acuerdo. Furiosa, la reina del inframundo decidió buscar a Ares, dios de la guerra, que en otros tiempos tam-bién había gozado de los favores de Afrodita, y le contó que la diosa lo estaba engañando con un sim-ple mortal. Como era de esperar, Ares se puso fu-rioso y, transformado en un jabalí, se adentró en el bosque en busca de su contrincante.

Al encontrarse con la temible fiera en un sendero estrecho, Adonis no se asustó y la enfren-tó cara a cara, sin siquiera sospechar con quién se las estaba viendo. Sin embargo, la fuerza de un dios comparada con la de un mortal era de sobra supe-rior: el desdichado joven cayó en la batalla, despe-dazado por los colmillos de la bestia.

Desde lejos, Afrodita pudo sentir que algo te-rrible acababa de ocurrir a su joven amado y corrió en su ayuda, pero llegó demasiado tarde: Adonis ya-cía en el suelo en medio de un charco de sangre. Sin poder hacer nada por él, la diosa se arrodilló junto a su cuerpo sin vida y comenzó a lamentar su muerte. Los árboles y las rocas se estremecían por sus sollo-zos, todas las aves y animales salvajes se congrega-ron a su alrededor para acompañar a Afrodita en su dolor, mientras las lágrimas de la diosa, mezcladas

GRECIA

con la sangre aún caliente de su amado, rociaron un rosal en flor. Los pétalos de las rosas, blancas has-ta ese momento, se tiñeron de rojo y comenzaron a exhalar un aroma tan intenso, embriagante y dul-ce, como el mismo amor.

Perséfone estaba dichosa, pues ahora Adonis pertenecía al mundo de los muertos y estaría con ella por toda la eternidad, pero Zeus, conmovido por el sufrimiento de Afrodita, le permitió a Ado-nis volver a la vida cada año y pasar una temporada en el mundo de los vivos. Desde entonces, la salida de Adonis del reino de los muertos y el reencuen-tro con su amada Afrodita marcan el inicio de la primavera, cuando comienzan a florecer las rosas, rojas como la sangre del bello joven, y su aroma co-mienza a flotar en el aire como el recuerdo inolvi-dable de aquel gran amor que vivieron Adonis y Afrodita.

— GRECIA —

Ningunaotraflorse menciona en los mitos, las leyendas, los cantos y los poemas de diferentes culturas del mundo con tanta frecuencia como la rosa. Al parecer, una de las plantas decorativas más anti-guas, pues sus primeros cultivos se remontan al siglo xvia. C., en los jardines de los famosos palacios de la cultura minoica en la isla de Creta. En Babilonia, Persia y en todo el Mediterráneo era el símbolo de la belleza y la pasión. En la antigua Grecia se relacionaba más que todo con Afrodita y, junto con la anémona y el mir-to, era una ofrenda habitual en los altares de la diosa del amor. Los griegos la valoraban más que a cualquier otra flor y tejían con ella coronas para los invitados de honor en los simposios y banquetes, así como guirnal-das para las ceremonias religiosas, o en combinación con las ramas de ciprés para las exequias de personajes importantes. Desde los tiempos antiguos, las rosas de diferentes colores tienen un profundo simbolismo: la rosa roja simboliza amor y pasión; la blanca, pureza e inocencia; la amarilla, celos y resentimiento, etc.

— ITALIA —

La flor de los gladiadores

n una aldea de Tracia,