Los sueños se cumplen - Jessica Lemmon - E-Book

Los sueños se cumplen E-Book

Jessica Lemmon

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Beschreibung

Deseo 2171 Lo que empezó como una farsa acabó en un embarazo y la cosa se puso seria. Conseguir una entrevista con el actor Isaac Dunn era un sueño hecho realidad para la creadora de pódcast Meghan Squire. Pero cuando él le pidió hacerse pasar por su novia, ¡tuvo que pellizcarse para saber si estaba o no soñando! Sería un acuerdo temporal, lo justo para contentar a la prensa. Sencillo. Al menos hasta que su atracción demostró ser de todo menos fingida y acabó en embarazo. De pronto la pregunta del millón era si estaban preparados para un compromiso de verdad.

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Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.

Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra.

www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47

 

 

Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Avenida de Burgos, 8B - Planta 18

28036 Madrid

 

© 2022 Jessica Lemmon

© 2023 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Los sueños se cumplen, n.º 2171 - 2.5.23

Título original: Million-Dollar Consequences

Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Harlequin Deseo y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.

Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.: 9788411416559

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Créditos

Capítulo Uno

Capítulo Dos

Capítulo Tres

Capítulo Cuatro

Capítulo Cinco

Capítulo Seis

Capítulo Siete

Capítulo Ocho

Capítulo Nueve

Capítulo Diez

Capítulo Once

Capítulo Doce

Capítulo Trece

Capítulo Catorce

Capítulo Quince

Capítulo Dieciséis

Capítulo Diecisiete

Capítulo Dieciocho

Capítulo Diecinueve

Capítulo Veinte

Capítulo Veintiuno

Capítulo Veintidós

Epílogo

Si te ha gustado este libro…

Capítulo Uno

 

 

 

 

 

Dunn, Virginia

 

Pues sí, el pueblo se llamaba así por el hermano gemelo de Isaac Dunn.

Max, en un intento de huir de los focos de Hollywood, se había comprado un pueblecito de montaña donde ocultarse. Como era habitual, todo el mundo había acabado adorando al arisco de Max, y esa era la razón por la que los habitantes de Dunn habían aceptado a Isaac al instante.

Ya se había cerrado la brecha que se había abierto entre los dos después de que hubiera terminado la exitosa serie de televisión, pero la cicatriz seguía siendo visible. Isaac y Max siempre habían sido uno hasta cumplidos los veinte; hasta que Max había dicho que no quería saber nada ni de la serie ni de Hollywood e Isaac se lo había tomado como algo personal.

Con el tiempo habían arreglado las cosas.

Isaac, por su parte, había grabado anuncios y algunos episodios piloto para televisión que no habían llegado a ninguna parte. Ahora, en cambio…

Ahora era distinto.

No solo la fama le había dado una segunda oportunidad, sino que iba a protagonizar el regreso de la serie que lo había lanzado al estrellato. Estaba en proceso de volver a triunfar.

Mientras vivía de forma temporal en el mismo pueblo que su hermano, estaba cerrando antiguas heridas y grabando a diario. El pueblo lo amaba, su hermano y él estaban más unidos cada día, y el equipo y el resto del reparto lo habían apoyado al máximo.

Por fin todo empezaba a encajar, pieza a pieza. No estropearía esa segunda oportunidad.

Rodeó a los extras y saludó con la mano a Ashley Lee. La directora del regreso de Brooks sí que sabe no había trabajado en la serie años atrás, cuando Max y él habían actuado turnándose para interpretar al mismo personaje infantil. Ahora Danny Brooks había crecido y solo lo interpretaba uno de ellos: Isaac.

–Buen trabajo –dijo ella.

Ashley tenía una seguridad en sí misma brutal, y eso que la serie era su debut como directora. A Isaac, en cambio, lo habían invadido los nervios antes de retomarla y había huido a su isla privada para prepararse el papel.

–Gracias, Ash.

Ella miró a su alrededor y bajó la voz:

–Cecil está preguntando por tu novia. Insiste en que el público tiene que verla, y pronto. Le preocupa la publicidad negativa.

–Creía que toda clase de publicidad era buena –respondió él.

El anuncio de una novia, destinado a desviar los focos de otro asunto, había generado un alboroto y esa mentira piadosa llevaba meses persiguiéndolo.

Solo su representante, su hermano y él sabían la verdad: no había ninguna novia.

–Ya conoces a mi suegro –dijo Ashley encogiéndose de hombros–. La única publicidad buena es la publicidad buena. Está intentando que haya un ambiente positivo alrededor de la serie para que podamos subir al número uno la semana del estreno. Cada detalle cuenta.

Sí, Isaac conocía a su suegro. El productor era un hombre irascible que rara vez sonreía. Cuando era pequeño, Cecil Fowler le había resultado intimidante. Ahora ya no tanto, aunque, por su propio bien, quería que Cecil sonriera.

Lo único que tenía que hacer era encontrar una mujer que pudiera interpretar el papel de su novia. Confesar que se la había inventado enfurecería a Cecil y los bloques que había ido colocando con tanto esmero para alcanzar el éxito se derrumbarían antes de que hubiera logrado subir a la cima.

–A lo mejor puede pasarse durante la grabación –le dijo a Ash sonriendo–. Hablaré con ella.

–Quiero conocerla. No por temas de publicidad, sino para ver si has logrado encontrar a una buena chica.

–No lo dudes –a él también le gustaría conocerla–. Hasta mañana.

Hasta ahora encontrar novia, incluso una de mentira, había sido imposible. Todo había empezado cuando su representante y él habían fingido que estaban saliendo juntos. La verdad había salido a la luz y habría ensombrecido el regreso de la serie de no ser porque Isaac había reaccionado rápido: se había inventado una historia según la cual Kendall era una tapadera para ocultar a la mujer de la que estaba enamorado en realidad. Entonces la atención había pasado de centrarse en la mentira sobre la relación con Kendall, que solo había fingido estar saliendo con él para que el público no supiera que estaba con Max, a centrarse en la mujer que Isaac aún tenía que presentar al público.

Para Cecil aquello había sido demasiada atención negativa. El productor sabía lo que sabía Isaac: el público podía ser voluble. Y en plena cultura de la cancelación, si no tenían cuidado, la serie podía fracasar incluso antes de que se hubiera terminado de grabar.

Ya que el objetivo principal de Isaac era aprovechar su regreso para conseguir un papel de mayor peso en un éxito de taquilla, estaba decidido a encontrar una solución tolerable tanto para Cecil como para él.

Encontraría una novia. En alguna parte.

Una vez la grabación del día hubo terminado, salió a la calle. Virginia no podía competir con California en cuanto a días soleados, pero le gustaba estar allí.

Max había revitalizado el pueblo de montaña por casualidad cuando lo único que había intentado era huir de Los Ángeles. Con él viviendo al otro lado del país, Isaac se había sentido incompleto, y por eso le gustaba volver a estar cerca de su hermano.

Durante una época había sido la mitad de un todo, trabajando en una carrera que no había dejado de subir. Sin embargo, había cometido el error de creer que el éxito duraría para siempre. Su papel en Brooks sí que sabe, que ahora se estaba rodando ahí en Dunn, era la mejor oportunidad de recuperar aquel éxito y sanar su relación con Max.

–¿Eres…? ¿Eres Isaac Dunn? –preguntó una voz vacilante y emocionada.

Al girarse se encontró a una chica de unos quince años con las manos entrelazadas bajo la barbilla y los ojos como platos. Era demasiado pequeña para haber visto la emisión original de la serie, pero la publicidad del regreso había atraído a las multitudes de antes y también a otras nuevas. Su madre, o eso suponía, estaba a su lado. Se acercaba más a la edad de él y lo miraba con la misma admiración, aunque algo más contenida, que su hija.

–Sí, soy yo –sonrió y agarró la libreta que le dio la chica. En Los Ángeles no solían pararlo por la calle, pero ahí sucedía lo contrario. Los fans habían acudido en tropel al exclusivo pueblo de montaña con la esperanza de poder ver a los actores.

–Tengo boli –dijo la madre de la chica con una sonrisa temblorosa.

Isaac charló con ellas lo suficiente para preguntarles su nombre, firmarles un autógrafo y hacerse una foto. Después, giró hacia el apartamento que tenía alquilado, su hogar desde hacía dos semanas. Estaba ubicado encima de una tienda gourmety amueblado de lujo. No había llegado a la acera cuando le sonó el teléfono.

–Kendall –dijo respondiendo a la llamada de su representante y probablemente futura cuñada.

Seguro que se avecinaba una proposición de matrimonio. Lo que no sabía era quién lanzaría la pregunta, si Max o ella.

–¡Hola! ¿Has terminado de grabar?

–Sí, justo ahora.

–Sé que dijimos a las siete, pero hemos llegado antes a Rocky’s. ¿Es demasiado pronto para que vengas?

–Para nada. Estoy ahí en cinco minutos.

–¡Genial! Estamos todos aquí, en el rincón junto a la terraza.

Isaac se despidió, se guardó el teléfono en el bolsillo y siguió la acera en dirección al bar. El equipo y los actores solían ir allí al terminar las grabaciones, así que había estado en más de una ocasión. Hoy, en cambio, iba para conocer a la hermana pequeña de Kendall.

Al parecer, era una gran admiradora de la serie y esperaba que una entrevista con él la ayudara a darle un empujón a su pódcast. Al igual que había sido amable con la chica que le había pedido un autógrafo, tampoco le importaba ayudar a una creadora de pódcast en apuros. Kendall había trabajado mucho para ayudarlo a relanzar su carrera, incluyendo aquel breve periodo durante el que se había hecho pasar por su novia, así que suponía que se lo debía.

Al entrar al bar vio a un grupo de tres personas en un rincón al fondo. Sí, eran Max y Kendall, pero la mujer que se estaba echando el pelo atrás y riéndose, con ese pintalabios rojo que resaltaba sus sensuales labios, no era la chica en edad universitaria que había esperado encontrarse. Esa rubia con un vestido de flores que se ceñía a sus curvas superfemeninas se acercaba a su edad más de lo que había imaginado.

–¡Isaac! –gritó Kendall. Cuando él se acercó, ella señaló a la preciosa criatura sentada al otro lado de la mesa–. Te presento a mi hermana Meghan.

Los ojos avellana de Meghan destellaron mientras se echaba su melena rubia sobre un hombro. Tenía las mejillas rosadas y una sonrisa delicada y absolutamente cautivadora.

–La podcaster –dijo él como pudo. No se había esperado una mujer tan imponente. Tampoco se había esperado tener una reacción tan sexual y tan intensa.

–¡Ay, Dios! ¡Eres tú de verdad! –dijo ella con una sonrisa adorable que mostró unos dientes perfectos y blancos. Lo miraba asombrada–. Conocer a Max me pareció una pasada, pero… ¡madre mía! ¡Isaac Dunn!

Él no pudo evitar reírse.

–Vaya, muchas gracias –dijo Max.

–Ya sabes lo que quiero decir –respondió Meghan ante la queja de Max, como si ya estuviera acostumbrada a su hosquedad.

Isaac se sentó en la silla vacía que había junto a Meghan, consciente de lo bien que olía y del calor que irradiaba de su rodilla, a escasos centímetros de la suya bajo la mesa. También era consciente de que no podía dejar de mirarla.

–No vamos a poder quedarnos –dijo Kendall.

–¿No? –preguntó Isaac decepcionado. Le habría gustado hablar con Meghan–. ¿Por qué?

–Una videoconferencia, ¡cómo no! –dijo su representante poniendo los ojos en blanco.

Pero Isaac sabía que no le importaba teletrabajar. En cuanto Max le había pedido que se fuera a vivir con él, había dejado California sin dudarlo. ¡Ay, el amor!

Isaac había soltado la «confesión sobre su novia» en un programa de televisión. Había tenido que inventarse algo que decirle a la presentadora después de que Max hubiera entrado en el plató reclamando a Kendall. Para ser un tipo que huía de los focos, su hermano se había expuesto de lleno por la mujer que amaba.

Y se alegraba por ellos. Tendría que estar muerto para que su historia no lo conmoviera.

–¿Te importa pedir un taxi para volver a la cabaña? –le preguntó Kendall a Meghan.

–Claro que no –respondió Meghan, que añadió sonriendo a Isaac–: Si no te importa pasar un rato con una admiradora fanática…

No, no. Claro que no le importaba.

–Las admiradoras fanáticas son mi especialidad.

Capítulo Dos

 

 

 

 

 

«¡Por Dios, qué hombre tan atractivo!».

Pero eso era algo que se tenía que haber esperado.

Cuando había llegado a Dunn para alojarse con su hermana y el famoso Max Dunn, había creído que estaba preparada para conocer a su gemelo. Llevaba siglos suplicándole a Kendall que se lo presentara y ¡por fin había llegado el momento! Estaba hecha un manojo de nervios que disimulaba con una fachada de tranquilidad.

Fueran o no gemelos idénticos, Isaac no era un calco de su hermano en todos los sentidos. Él tenía una sonrisa amplia y generosa mientras que la de Max, cuando se dignaba a sonreír, estaba oculta bajo una barba tupida y bien cuidada. El vello facial de Isaac se limitaba a la barbita descuidada típica de un chico malo, nada que ver con la barba de un hombre de montaña.

–¿Tienes que llevar un poco de barba por la serie o es elección tuya?

–¿Esta es la clase de preguntas descarnadas que me tengo que esperar de tu pódcast?

Él seguía sonriendo y ella pensó que se iba a desmayar. No solo porque el hombre más guapo del mundo parecía tan cautivado por ella como lo estaba ella por él, sino por esos ojos de un impactante tono azul enmarcado en dorado.

–Solo estoy calentando –su pódcast, Superfán TV, había tenido algo de éxito, pero esperaba conseguir más después de entrevistar a los gemelos macizos cuya serie regresaría a la televisión.

–Entonces vale. Es por exigencias del guion. Querían dejar clara la idea de que Danny Brooks ya es un hombre.

¡Y tanto que lo era! Con la mirada le recorrió los hombros y esos bíceps impresionantes. Ya no era aquel adolescente fanfarrón. Isaac Dunn era cien por cien un hombre.

–De todos modos, no le crece toda la barba –dijo Max–. Se abrió la barbilla al caerse de un escenario cuando tenía siete años. Si te fijas bien, puedes ver la cicatriz –añadió con una sonrisita de satisfacción.

Isaac parecía el más sumiso de los dos. Eran muy distintos, un poco como Kendall y ella.

Su hermana, cinco años mayor, se había pasado muchos años triste. Demasiados. Estaba bien verla feliz otra vez. Meghan, en cambio, se caracterizaba por la alegría. Se enorgullecía de seguir dejándose asombrar por todo igual que cuando era pequeña, de no haber perdido la curiosidad y dejar que la vida la sorprendiera. Sí, esa forma de vivir a veces le había pasado factura a su cuenta bancaria, y sí, había adquirido una multipropiedad que no debería haber comprado y de la que no podía librarse, pero al menos se estaba divirtiendo.

–¡Mañana es el gran día! Los hermanos se reencuentran en el plató –les dijo Kendall a Isaac y Max–. ¿Estáis emocionados?

Lo impensable había sucedido cuando Max, que en un principio se había opuesto por completo a volver a ponerse delante de una cámara, había accedido a hacer un pequeño papel en la serie.

Cuando ninguno de los hermanos dijo nada, Kendall respondió por ellos:

–Pues yo sí que estoy emocionada. Vuestros fans se van a volver locos.

Isaac se giró hacia Meghan y, una vez más, ella disfrutó de su atención. Después de haber estado años viéndolo por televisión y enamoradísima de su personaje, era emocionante estar tan cerca de él. ¡Qué pena que tuviera novia!

Se le cayó el alma a los pies al recordarlo. Guapísimo, sonriente y encantador. Normal que no estuviera soltero. Aunque, de todos modos, tampoco se veía con posibilidades de salir con él.

–Siento tener que irme corriendo –dijo Kendall levantándose de la mesa–. Mañana podemos grabar el pódcast en casa de Max.

–Nuestra casa, California –Max la rodeó por la cintura. Entre la mirada edulcorada que le lanzó y ese apodo tan adorable, Meghan no tuvo ninguna duda de cuánto quería a su hermana.

–Nuestra casa –repitió Kendall mirando a su amado y entrelazando los dedos con los suyos.

Se despidieron de nuevo antes de salir del restaurante.

Meghan se giró hacia Isaac. Con su aspecto y esa actitud relajada, parecía la estrella típica de una comedia romántica.

Un camarero pasó a tomarles nota. Ella pidió la misma cerveza que Isaac, a lo que él respondió enarcando una ceja y diciendo:

–¿Una chica cervecera?

–No soy muy selectiva con la bebida. Es culpa de la universidad.

–¿En qué te licenciaste?

–En Moda. Aunque no terminé el grado.

–Vistes muy bien. Amortizaste las clases que diste.

Ella se pasó una mano por el vestido de flores y se vio tentada a sentirse halagada, pero entonces se recordó que el encanto de Isaac estaba muy ensayado.

–¿De dónde vienes?

–De Carolina del Norte.

–¿Apartamento? ¿Casa? ¿Marido? ¿Hijos?

Isaac le hizo tantas preguntas que por un segundo pareció que estuviera tanteando si estaba soltera, pero ¿por qué iba a hacerlo? Estaba escondiendo a su novia en alguna parte, y por cierto, tenía que ser la mujer más comprensiva del planeta para haberle dejado fingir que estaba saliendo con Kendall.

–Tengo una granja alquilada. Es grande para mí, pero me gusta. Los amaneceres allí son preciosos, aunque tampoco es que esté despierta para verlos. Ni hijos ni marido. Solo un gato que vaga por la propiedad pero que no es mío.

Le dio los datos con serenidad, intentando no rendirse a las emociones que amenazaban con colársele en la voz. No siempre había vivido en una granja alquilada con amaneceres preciosos. Una vez había compartido un apartamento con su novio, Lane. La consideraba frívola y caprichosa en el mejor de los casos e irresponsable en el peor. Sus constantes quejas sobre su incapacidad para centrarse en lo que hacía habían acabado minándole la autoestima.

–… la única vez que he estado allí –estaba diciendo Isaac.

Se puso colorada. Había desconectado mientras él hablaba.

–Lo siento muchísimo. Estaba pensando en una cosa y no he oído lo que has dicho. Me pasa a veces. Es embarazoso y molesto, y no tengo ningún diagnóstico que lo justifique. Seguro que…

–No pasa nada –dijo él poniendo las manos sobre las suyas con delicadeza. Fue un roce de lo más breve, pero la calmó de arriba abajo–. No pasa absolutamente nada –seguía sonriendo y no parecía molesto–. Te decía que he estado en Raleigh visitando a un amigo, pero que es la única vez que he estado en tu bonito estado.

–Ah. Sí, es precioso. Y Virginia también. No me puedo creer que Kendall haya dejado California por la Costa Este, pero me alegro de que lo haya hecho. La echaba de menos –les sirvieron las cervezas y brindaron antes de dar un trago. Aunque el alcohol aún no había entrado en su torrente sanguíneo, se relajó al instante–. ¿Cuánto tiempo te quedarás en Virginia?

–Hasta que acabe la grabación. Me encanta California. Imagino que has estado allí visitando a Kendall, ¿no?

–Unas cuantas veces –los billetes de avión eran caros, así que no había ido tanto como le habría gustado–. Pero Los Ángeles es una ciudad abrumadora. Prefiero esto.

–Sí –él giró la cabeza para mirar por la ventana–. Esto es muy… Max.

¿Eran imaginaciones suyas o había habido cierta tensión en su voz al pronunciar el nombre de su hermano? Sabía lo que había pasado entre ellos y sería de mala educación sacar el tema.

–¿Estáis unidos Max y tú?

¡Ups! Quiso disculparse, pero Isaac respondió antes de que pudiera hacerlo.

–Estamos en ello –y adoptando un tono acusatorio, añadió–: ¿Por eso quieres entrevistarnos? ¿Para sacar a relucir el distanciamiento de hace unos años?

–¡No! ¡Ay, Dios, no! Yo no haría eso.

–Era broma –Isaac volvió a acariciarle la mano y clavó en ella su mirada azul. Y justo cuando Meghan se estaba recordando que tenía novia, él preguntó–: ¿Quieres quedarte a cenar?

 

 

Isaac observó la reacción de Meghan. ¿Se habría pasado de la raya?

–Me refiero a cenar para hablar de trabajo, por supuesto.

No debía olvidar que todo el mundo creía que tenía novia. Lo último que necesitaba era que se rumoreara que estaba engañando a su novia imaginaria.

–Me encantaría –dijo Meghan.

Ahí estaba otra vez esa sonrisa. Era mucho más jovial que Kendall, lo cual prefería.

A Meghan le gustaba reírse y hablar. Era adorable y se sentía tremendamente atraído por ella.

A lo mejor estaba fingiendo esa personalidad para hacerlo sentirse cómodo y sacarle todos sus secretos, pero lo dudaba. Kendall era su representante. Ella jamás le tendería una trampa, y menos con su propia hermana.

–¿Qué quieres comer?

–¿En un lugar así? Aperitivos fritos que engordan.

–Cerveza y comida frita. Vives al límite, Meghan Squire.

Ella se mordió el labio inferior, rojo y carnoso, y unas partes de él que no tenían que reaccionar reaccionaron. No solo tenía que mantener la farsa de la novia, sino que se trataba de la hermana de Kendall y, por mucho que quisiera, no podía insinuársele. Qué lástima.

Cuando el camarero se acercó, Isaac pidió un surtido de aperitivos para compartir y Meghan una ensalada para «compensar». Al oírla, hizo lo mismo.

Mientras tomaban las verduras, le hizo unas preguntas más.

–¿Cuándo empezaste el pódcast?