Matrimonio por ambición - Annie West - E-Book

Matrimonio por ambición E-Book

Annie West

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Beschreibung

¡El deseo que sentía era una amenaza para sus planes! Flynn Marshall, magnate hecho a sí mismo, tenía tres objetivos: 1) Un imperio comercial multimillonario 2) Ser aceptado en las más altas esferas sociales 3) ¡Una esposa que lo convirtiera en la envidia de todos los hombres! Flynn había cumplido con su primer objetivo y estaba en camino de conseguir el segundo. Con respecto al tercero, iba a llevar a la bella y bien relacionada Ava Cavendish al altar en cuanto pudiera. Una mujer florero era lo que necesitaba para cumplir sus planes, pero la apasionada Ava y el deseo que esta le hacía sentir amenazaban con echar abajo una estrategia cuidadosamente planeada…

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Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

© 2015 Annie West

© 2015 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Matrimonio por ambición, n.º 2424 - noviembre 2015

Título original: The Sinner’s Marriage Redemption

Publicada originalmente por Mills & Boon®, Ltd., Londres.

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Bianca y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.

I.S.B.N.: 978-84-687-7249-3

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Portadilla

Créditos

Índice

Prólogo

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Capítulo 15

Capítulo 16

Capítulo 17

Epílogo

Si te ha gustado este libro…

Prólogo

 

Un coche aceleró, rompiendo el silencio de la noche del que Flynn había estado disfrutando desde que había dejado atrás el bullicioso Londres.

Estaba dando un paseo nocturno por la finca de Michael Cavendish y los únicos sonidos que solían oírse allí eran el ulular de un búho o el rumor de las hojas con el movimiento de algún pequeño animal. Flynn estaba demasiado lejos de la casa como para oír el ruido procedente de la fiesta de invierno que se estaba celebrando allí.

Oyó el coche más cerca, debía de estar al principio de la curva, y apretó el paso al darse cuenta, de repente, de que parecía ir demasiado deprisa para que le diese tiempo a frenar.

Entonces llegó el frenazo y el estruendo causado por una colisión y Flynn echó a correr.

Las nubes que ocultaban la luna se apartaron mientras él sentía una descarga de adrenalina. Allí estaba, era un coche descapotable que había chocado contra el oscuro follaje. La luz de la luna brillaba en los cristales rotos que crujían bajo sus pies.

Flynn tenía la mirada clavada en el asiento del conductor. En la figura que estaba luchando por abrir la puerta. Vio unos hombros pálidos, salpicados por lo que debía de ser sangre. A él se le aceleró el corazón a pesar de sentirse aliviado. Al menos, estaba consciente.

–No te muevas.

Flynn necesitaba confirmar el alcance de las heridas lo antes posible.

–¿Quién hay ahí? – preguntó la mujer inmediatamente, apartándose de la puerta.

Levantó la cabeza y Flynn se llevó una gran sorpresa al ver su rostro. ¿Ava? No podía ser la pequeña Ava Cavendish. No podía ser ella, con un vestido de fiesta blanco ajustado, muy escotado. Ni con aquellos generosos pechos.

–¿Quién eres? – repitió ella, con miedo en la voz.

Estaba intentando salir por el otro lado del coche, pero el vestido le impedía moverse con rapidez.

–¿Ava? No te preocupes, soy yo, Flynn Marshall.

Intentó abrir la puerta del conductor, pero no pudo. Se sintió frustrado.

–¿Flynn? ¿El hijo de la señora Marshall?

Ava hablaba con dificultad y eso lo preocupó, no podía ser una buena señal.

–Sí, Flynn – insistió, intentando tranquilizarla– . Me conoces perfectamente.

Ella suspiró. Balbució algo entre dientes. Flynn solo entendió la palabra «segura».

–Por supuesto que estás segura conmigo.

Los dos habían crecido en la finca. Ava en la casa principal y él en una de las casitas de los trabajadores, con sus padres.

–Ven por aquí – añadió.

No olía a gasolina, pero Flynn no quería correr ningún riesgo.

Era evidente que Ava podía mover los brazos y las piernas, por lo que no debía de tener ninguna lesión medular. Estaba arrodillada en el asiento.

Se giró y una botella cayó al suelo.

Flynn se preguntó desde cuándo bebía Ava champán. Debía de tener solo… diecisiete años. Y, sobre todo, la Ava que él conocía era demasiado responsable para beber y conducir.

–¿Seguro que eres Flynn? – le preguntó ella, sentándose sobre los talones– . Estás diferente.

Ava nunca lo había visto vestido de traje, ni con algo tan caro como un abrigo de cachemir. Cuando iba a visitar a su madre, Flynn siempre iba vestido de manera informal. Esa noche, sabiendo que su madre estaría toda la noche en la casa principal, trabajando, él había decidido salir directamente a dar un paseo y no se había cambiado de ropa. Había querido aclararse las ideas antes de despedirse. Aquella sería su última visita. Por fin había convencido a su madre de que se marchase de Frayne Hall.

–Por supuesto que soy Flynn.

Alargó los brazos y la levantó en volandas por encima de la puerta, pero, cuando iba a dejarla en el suelo, Ava lo abrazó por el cuello.

–Tienes que hacerme una promesa.

Sus miradas se encontraron y a Flynn se le encogió el estómago.

–Prométeme que no me vas a llevar de vuelta a casa.

–Necesitas ayuda, estás herida – le dijo él, viendo que tenía sangre en la piel.

–Ayúdame tú. Solo tú.

Ava hizo un puchero y aquel gesto de los labios hizo que Flynn sintiese deseo. Se maldijo.

–Por favor – le rogó con los ojos llenos de lágrimas.

Él la agarró con más fuerza e intentó no pensar en que Ava se había convertido en toda una mujer, una mujer muy atractiva.

–Por supuesto que te voy a ayudar.

–¿Y me prometes que no me vas a llevar a casa? ¿Que no les vas a decir dónde estoy?

La intensidad de su mirada y la angustia de su voz hizo que a Flynn se le erizase el vello de la nuca.

No parecía borracha, sino asustada.

Él frunció el ceño y pensó que todo era un truco. Ava no quería enfrentarse a las consecuencias de lo ocurrido. Había estrellado un coche muy caro y había estado bebiendo. Y su padre se sentiría decepcionado. No obstante, Flynn sabía que Michael Cavendish era un jefe terrible, pero también un hombre de familia cariñoso. Ava no tenía nada que temer.

–¡Prométemelo! – exclamó desesperada, retorciéndose entre sus brazos.

Flynn miró hacia la casa principal. Nadie había ido detrás de ella. Tal vez ni siquiera supiesen que se había marchado. Suspiró.

–Te lo prometo. Al menos, por ahora.

La llevaría a casa de su madre, comprobaría qué heridas tenía y después decidiría si tenía que llevarla a un hospital o llamar a su padre, el último hombre del mundo con el que le apetecía hablar.

–Gracias, Flynn.

Ava sonrió y apoyó la cabeza en el cuello de él, su pelo le acarició la barbilla, su olor a rosas y a mujer lo envolvió.

–Siempre me has caído bien. Sabía que podía confiar en ti.

 

 

Ava hizo un gesto de dolor al entrar en la acogedora cocina, deslumbrada por la brillante luz de la mañana. La luz no agravaba su dolor de cabeza, pero sabía que iba a revelar lo que ya había visto en el pequeño espejo del cuarto de baño. Tenía ojeras, los labios pálidos, que se había pintado de color escarlata, y varios cortes en la piel.

Una piel que estaba demasiado pálida.

Había intentado subirse un poco el vestido para taparse, pero no lo había conseguido. No era un vestido pensado para ocultar, sino para enseñar.

La cobarde que había en ella deseó poder marcharse de allí sin que Flynn se diese cuenta. Él había sido maravilloso, comprensivo, pero ¿qué pensaría de ella? Había tenido un accidente con el coche y se había negado a llamar a su padre. Contuvo la respiración. ¿Tendría que enfrentarse a la señora Marshall esa mañana?

–¿Te duele la cabeza? Puedo darte un analgésico.

Ava se giró. Flynn estaba allí, alto, moreno, muy atractivo, observándola con preocupación. Tenía en la mano un vaso de agua y medicinas. Su tonto corazón se aceleró solo con verlo.

Se sintió avergonzada. Flynn pensaba que tenía resaca.

Tal vez pensase que hacía aquello con frecuencia, que se pasaba los días de fiesta.

Cuando quiso darse cuenta, Flynn la estaba ayudando a sentarse y le había puesto algo de abrigo sobre los hombros. Algo que olía a limpio, a bosque después de la lluvia. Como él. Ava respiró hondo y su masculino olor se le subió a la cabeza.

–Gracias.

Ava lo miró a los ojos oscuros y volvió a sentir aquella incómoda punzada de atracción. Flynn la abrumaba. Se había sentido atraída por él desde niña, a pesar de que se llevaban siete años. Siempre le había gustado su vena aventurera y peligrosa, y su amabilidad.

Más recientemente, se había sentido cohibida ante aquel hombre tan guapo y seguro de sí mismo en el que se había convertido. ¿Sabría él que hacía que se le acelerase el corazón? ¿Que hacía que se derritiese por dentro cuando la miraba con aquellos enigmáticos ojos oscuros? Que en ocasiones soñaba…

–Con el agua será suficiente – le dijo.

Tiró de años de disciplina y aparentó una seguridad que no sentía en realidad, sobre todo, teniendo que fingir que estar allí sentada con un traje de fiesta roto, medio desnuda, tenía algo de normal.

–¿Está tu madre en casa?

–No. Duerme en la casa principal cuando hay una fiesta y tiene que levantarse temprano a preparar el desayuno.

Ava asintió, no quería ni pensar en lo que estaría ocurriendo en Frayne Hall en esos momentos.

–¿Estás preparada para hablar de lo de anoche, Ava?

La voz de Flynn era suave, le acarició la piel con ternura. A Ava le encantaba cómo decía su nombre, pero no podía permitir que eso la distrajese.

–Gracias por haberme ayudado – le dijo– . Ahora tengo que volver.

–¿Vas a volver a la casa? – le preguntó él, frunciendo el ceño– . Anoche estabas convencida de que no querías ir allí.

–Anoche no era yo.

–¿Y no quieres hablar de ello? Estabas muy disgustada.

Ava se quedó inmóvil. ¿Qué le había dicho a Flynn la noche anterior? No quería contarle el motivo por el que se había marchado de Frayne Hall de aquella manera.

–¿Ava? ¿Confías en mí? – inquirió él, sentándose a su lado.

Era tan atractivo, parecía tan fuerte que, por un instante, Ava deseó contárselo todo.

Sin pensarlo, alargó la mano para tocarle el pelo, pero se detuvo. Flynn no podía resolver sus problemas. Solo ella misma podía hacerlo.

–Por supuesto que confío en ti.

Era el único hombre en el que confiaba.

–No te puedes imaginar lo que significa para mí que me ayudases anoche – le aseguró sonriendo– , pero ahora tengo que marcharme, de verdad.

Había llegado el momento de dar la cara. Sola.

Capítulo 1

 

Siete años más tarde

 

Flynn se apoyó en el respaldo del asiento y dejó que las sombras lo envolvieran mientras observaba a los turistas que había en la parte delantera del barco. Charlaban animadamente y se inclinaban sobre el río Sena para conseguir fotografías perfectas de París con la luz del atardecer.

Solo había otra persona que estaba sola, como él. Se levantó las gafas de sol y las apoyó en el pelo rubio, dejando al descubierto una piel cremosa y un rostro con forma de corazón.

Tenía los rasgos harmoniosos, la nariz recta y una boca demasiado generosa para poder considerarla bonita, pero Flynn se puso completamente tenso.

El rostro de Ava siempre había tenido un atractivo especial y en esos momentos, en los que sonrió al ver Notre Dame, su cara se iluminó.

La última vez que la había visto, la noche en que se había quedado a dormir en casa de su madre, después del accidente, todavía era una adolescente, a pesar del cuerpo de mujer. Flynn se había sentido culpable por sentirse atraído por ella. En esos momentos, con veinticuatro años, Ava tenía los pómulos más marcados, lo que le daba a su rostro un carácter y una elegancia que la sonrisa despreocupada no hacía más que acentuar.

No obstante, la intensidad de su reacción lo sorprendió. No se había esperado aquello.

Flynn frunció el ceño mientras intentaba definir la sensación. Era atracción, sí. Era una mujer guapa. Aunque no fuese su tipo, vestida con vaqueros y una camisa de flores. A él le gustaban más las mujeres glamurosas y sofisticadas, pero Ava también podía ser así. Lo había mamado.

Flynn asintió. Aquello era lo que le ocurría, por supuesto. También sentía satisfacción. Satisfacción porque Ava era la mujer adecuada. La mujer perfecta. Y él había sabido nada más verla que aquello funcionaría a la perfección.

Siempre era estupendo que un plan saliese bien.

Vio a Ava mirar a una pareja que se besaba y sonreír con nostalgia.

Curiosamente, por un instante, la duda lo asaltó. Pero fue solo un instante. Flynn se puso en pie y fue hacia la parte delantera del barco.

Cuando llegó a su lado, se detuvo y la miró. Los ojos azules de Ava se clavaron en él y Flynn sintió calor en el vientre, tuvo que tomar aire.

–¿Flynn? – preguntó sorprendida, con la voz ronca. Deliciosa.

Él sonrió. Era un hombre afortunado.

 

 

Una semana más tarde, Flynn volvía a perderse en sus soñadores ojos azules y se sentía satisfecho al ver que Ava tomaba su mano y entrelazaba los delgados dedos con los de él. ¡Sí!

Ava estaba disgustada porque Flynn se tenía que marchar, pero no quería demostrarlo. A él, por su parte, también le había fastidiado mucho aquella llamada de trabajo. Había estado muy cerca. Un poco más de tiempo y…

–Por supuesto que tienes que marcharte – le dijo Ava– . Te necesitan en Londres.

–Lo sé.

La empresa de Flynn había crecido mucho y él seguía trabajando como director general. Prefería estar al tanto de todo lo que sucedía a delegar.

No obstante, en esos momentos lamentó que nadie más pudiese ocuparse del último problema que había surgido. No quería alejarse de Ava tan pronto.

–Además… – añadió Ava, levantando la barbilla– . Yo también me marcho mañana de París. Voy a Praga.

Pero Flynn se dio cuenta de que su sonrisa era tensa, y eso le gustó. Tal vez fuese mejor marcharse en aquel momento, quizás pudiese beneficiarle a largo plazo.

Capítulo 2

 

Ava estudió la guía y se dijo que era bueno poder conocer Praga sola. Vería más cosas y no se distraería con los ojos oscuros de Flynn, ni con su sonrisa.

La semana en París había sido estupenda y había pasado muy deprisa. Había sido casi como un romántico sueño.

Pero ella había sabido que no duraría. Los sueños nunca duraban.

Cuando Flynn había tenido que marcharse a Londres se habían separado sin hablar de volver a verse. Todo había ocurrido tan deprisa que no se había dado cuenta de aquello hasta que no lo había visto alejarse por los Campos Elíseos, captando las miradas de interés de muchas otras mujeres.

Flynn no había hablado de futuro. ¿Habría sido solo un entretenimiento para él?

Ava apretó los labios. Era ridículo, echarlo tanto de menos. No obstante, no pudo evitar suspirar. Con la compañía de Flynn, París había sido la experiencia más mágica de su vida.

«Admítelo, ha sido la única experiencia mágica de tu vida. Los cuentos de hadas no son para ti».

Se obligó a seguir leyendo en la guía acerca de la defenestración de Praga, en la que los habitantes locales, furiosos, habían arrojado a tres hombres por aquella ventana del castillo.

«Defenestración». Qué palabra tan pomposa. Le recordaba a su padre. Aunque su padre nunca hubiese cometido ningún delito, su especialidad había sido la manipulación.

Ava cerró el libro de golpe.

La vida habría sido mucho mejor para muchas personas si alguien hubiese defenestrado a Michael Cavendish unos años antes.

–Ava.

Se quedó inmóvil, pensando que se había imaginado que alguien la había llamado en voz baja.

Aquella mañana se había levantado excitada solo de pensar en aquella voz. Incluso había alargado la mano, casi creyendo que había hecho lo que no se había atrevido a hacer en París.

–¿Ava?

Levantó la cabeza y allí estaba él, vestido de manera informal, mirándola, con una sonrisa en los labios. Flynn Marshall era el hombre más atractivo que había visto nunca.

O tal vez fuese su mirada oscura lo que hacía que Ava sintiese tanto calor. En aquella mirada había algo especial, era la prueba del vínculo que había entre ambos.

–¿Flynn? ¡No me lo puedo creer!

Ava sonrió de oreja a oreja, ni siquiera intentó ocultar la felicidad que sentía, de hecho, casi no podía ni respirar.

De repente, era como si se le hubiesen olvidado tantos años aprendiendo a ocultar sus sentimientos y a mostrar solo un rostro encantador al mundo.

Con Flynn no necesitaba careta. Sabía que estaba segura a su lado.

Si sentía miedo, era una sensación deliciosa, que le recordaba que ya no era una niña, sino una mujer y que él era un hombre impresionante.

–¿Por qué fruncías el ceño? Estabas muy seria.

Flynn pasó los dedos por su frente y a ella le dio un vuelco el corazón.

¡Flynn estaba con ella!

No podía ser una coincidencia. Él no tenía pensado visitar Praga. Su empresa estaba en Londres.

–¿Ava?

Ella parpadeó.

–¿Estaba seria?

Había sido al pensar en su padre.

–Estaba leyendo la guía. ¿Sabes dónde tuvo lugar la defenestración? La segunda. La primera fue en el antiguo ayuntamiento.

¿Estaba balbuceando? Probablemente. Era difícil concentrarse con Flynn allí, devorándola con la mirada. Ava sintió deseo, notó que se le endurecían los pezones.

No la había mirado así en París. De haberlo hecho, tal vez ella hubiese vencido los escrúpulos de toda una vida y lo habría invitado a…

–Tal vez sea un pasatiempo nacional… tirar a la gente por las ventanas.

Flynn se rio de manera muy sensual y el cuerpo de Ava reaccionó ante aquella risa.

–A mí los checos me parecen muy agradables – comentó.

–¿Quién sabe? Tal vez tengan secretos ocultos.

Como él.

Habían pasado la semana anterior juntos en París y Ava había sentido una conexión desconocida hasta entonces. Tal vez porque se conocían de siempre y Flynn era mayor y siempre le había parecido una persona enigmática, que representaba la libertad que ella siempre había ansiado. También había sido un amigo cuando más lo había necesitado. Ava no había olvidado cómo la había tratado aquella noche, el día de la fiesta de su padre.

No obstante, era consciente de que Flynn tenía una parte que guardaba solo para él. ¿Y quién no? Sus propias experiencias habían hecho que Ava fuese muy reservada.

–Te has puesto seria otra vez.

La tocó un instante y ella volvió a quedarse sin aliento.

–Me preguntaba qué haces aquí. Tenías que tratar asuntos muy urgentes en Londres.

Flynn se encogió de hombros y ella clavó la vista en sus anchas espaldas. Sintió calor. Y se dijo que estaba metida en un buen lío.

–Sí, es cierto – respondió él, sin darle más explicaciones.

Luego se echó a un lado y le hizo un gesto para que lo siguiese. Inmediatamente, una familia ocupó su sitio junto a la ventana y miró más allá de los árboles, hacia los tejados rojos de la antigua Praga.

Cuando Ava quiso darse cuenta, estaba con Flynn junto a otra enorme ventana, en un rincón muy tranquilo. No miró hacia afuera, tenía toda la atención puesta en él.

Tenía los pómulos muy marcados, la mirada profunda, las cejas negras como el ébano y una mandíbula prominente. Flynn Marshall era capaz de cautivar a cualquier mujer. Su piel morena apuntaba a su herencia romaní y la nariz recta, ligeramente torcida porque se la había roto años antes, le daba un aire todavía más atlético y masculino. El hecho de que llevara el pelo muy corto, un pelo que Ava sabía que tenía rizado cuando se lo dejaba crecer, no hacía que su aspecto fuese menos salvaje.

Y aquel salvajismo se había contagiado a su corazón, que latía demasiado deprisa.

–Ibas a explicarme qué haces aquí – le espetó.

Él sonrió de medio lado y ella se aferró a su libro y retrocedió un paso. Chocó contra la ventana.

Flynn la miró divertido, pero ella se sintió bloqueada por el deseo.

No era la sonrisa de Flynn lo que quería, sino mucho más. ¿Cómo podía sentir tanto, desear tanto, después de tan solo una semana?

La presión de su pecho aumentó y Ava odió sentirse tan vulnerable. Era una sensación que había intentado erradicar de su vida.

Una sensación que se había prometido no volver a sentir jamás.

Levantó la barbilla y proyectó algo parecido a la altivez que caracterizaba a su padre.

Flynn dejó de sonreír y se puso serio.

Levantó la mano para volver a tocarla, pero ella se quedó paralizada.

Abrirse a Flynn, como lo había hecho en París, había sido una experiencia completamente nueva. Hasta ese momento no se había dado cuenta de lo peligrosamente lejos que se había dejado llevar.

–He venido a por ti – le respondió.

–¿A por mí?

–Sí.