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"¡Bienvenido a otro volumen de la Colección Mejores! Cuentos, una selección de relatos escritos en diferentes épocas por autores de diversas nacionalidades y con temas muy variados, pero que comparten una cualidad literaria enorme y quizás la más importante: la de brindar placer al lector. En esta preciosa edición de la Colección Mejores Cuentos, el lector encontrará las mejores historias de Edgar Allan Poe, los clásicos de suspenso y terror que convirtieron a Allan Poe en uno de los más grandes escritores del género. Junto con la antología, el lector encontrará una descripción y análisis de cada uno de los cuentos.
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Seitenzahl: 285
Edgar Alan Poe
MEJORES CUENTOS
Colección
Mejores Cuentos
Primera edición
Edgar Allan Poe fue certamente el gran maestro del género terror e inauguró además el relato policial y la ciencia ficción; pero, sobre todo, revalorizó y revitalizó el cuento, tanto desde sus escritos teóricos como en su praxis literaria, demostrando que su potencial expresivo nada tenía que envidiar a la novela y otorgando al relato breve la dignidad y el prestigio que modernamente posee.
En esta preciosa edición de la Colección Mejores Cuentos, el lector encontrará las mejores historias de Edgar Allan Poe, los clásicos de suspenso y terror que convirtieron a Allan Poe en uno de los más grandes escritores del género. Junto con la antología, el lector encontrará una descripción y análisis de cada uno de los cuentos.
Una excelente, y imperdible lectura.
LeBooks Editora
PRESENTACIÓN
SOBRE LOS CUENTOS
EL POZO Y EL PÉNDULO (1843)
MORELLA (1835)
EL CORAZÓN DELATOR (1843)
LOS CRIMENES DE LA CALLE MORGUE (1841)
EL RETRATO OVAL (1842)
LA VERDAD SOBRE EL CASO DEL SEÑOR VALDEMAR (1845)
LA CAÍDA DE LA CASA USHER (1839)
EL HOMBRE DE LA MULTITUD (1840)
EL ENTIERRO PREMATURO (1844)
EL GATO NEGRO (1843)
BERENICE (1835)
EL TONEL DE AMONTILLADO (1846)
Edgar Allan Poe fue certamente el gran maestro del género terror e inauguró además el relato policial y la ciencia ficción; pero, sobre todo, revalorizó y revitalizó el cuento tanto desde sus escritos teóricos como en su praxis literaria, demostrando que su potencial expresivo nada tenía que envidiar a la novela y otorgando al relato breve la dignidad y el prestigio que modernamente posee.
Edgar Allan Poe. (1809-1849) Poeta, narrador y crítico estadounidense, uno de los mejores cuentistas de todos los tiempos.
Biografía
Edgar Allan Poe perdió a sus padres, actores de teatro itinerantes, cuando contaba apenas dos años. El pequeño Edgar fue educado por John Allan, un acaudalado hombre de negocios de Richmond. Las relaciones de Poe con su padre adoptivo fueron traumáticas; también la temprana muerte de su madre se convertiría en una de sus obsesiones recurrentes. De 1815 a 1820 vivió con John Allan y su esposa en el Reino Unido, donde comenzó su educación.
Después de regresar a Estados Unidos, Edgar Allan Poe siguió estudiando en centros privados y asistió a la Universidad de Virginia, pero en 1827 su afición al juego y a la bebida le acarreó la expulsión. Abandonó poco después el puesto de empleado que le había asignado su padre adoptivo, y viajó a Boston, donde publicó anónimamente su primer libro, Tamerlán y otros poemas (Tamerlane and Other Poems, 1827).
Se alistó luego en el ejército, en el que permaneció dos años. En 1829 apareció su segundo libro de poemas, Al Aaraaf, y obtuvo, por influencia de su padre adoptivo, un cargo en la Academia Militar de West Point, de la que a los pocos meses fue expulsado por negligencia en el cumplimiento del deber.
En 1832, y después de la publicación de su tercer libro, Poemas (Poems by Edgar Allan Poe, 1831), se desplazó a Baltimore, donde contrajo matrimonio con su jovencísima prima Virginia Clemm, que tenía entonces catorce años. Por esta época entró como redactor en el periódico Southern Baltimore Messenger, en el que aparecieron diversas narraciones y poemas suyos, y que bajo su dirección se convertiría en el más importante periódico del sur del país. Más tarde colaboró en varias revistas en Filadelfia y Nueva York, ciudad en la que se había instalado con su esposa en 1837.
Su labor como crítico literario incisivo y a menudo escandaloso le granjeó cierta notoriedad, y sus originales apreciaciones acerca del cuento y de la naturaleza de la poesía no dejarían de ganar influencia con el tiempo. En 1840 publicó en Filadelfia Cuentos de lo grotesco y lo arabesco; obtuvo luego un extraordinario éxito con El escarabajo de oro (1843), relato acerca de un fabuloso tesoro enterrado, tan emblemático de su escritura como el poemario El cuervo y otros poemas (1845), que llevó a la cumbre su reputación literaria.
La larga enfermedad de su esposa convirtió su matrimonio en una experiencia amarga; cuando ella murió, en 1847, se agravó su tendencia al alcoholismo y al consumo de drogas, según testimonio de sus contemporáneos. Ambas adicciones fueron, con toda probabilidad, la causa de su muerte, acaecida en 1849: fue hallado inconsciente en una calle de Baltimore y conducido a un hospital, donde falleció pocos días más tarde, aparentemente de un ataque cerebral.
La obra de Edgar Allan Poe
La calidad de la producción literaria de Poe ha oscurecido en parte su faceta de teórico de la literatura; en obras como Fundamento del verso (1843), La filosofía de la composición (1846) y El principio poético (1850), expuso ideas singulares y novedosas sobre los géneros literarios y el proceso de creación. En este último terreno se apartó por completo del concepto romántico de inspiración al abogar por una escritura reflexiva, meditada y perfectamente consciente de las técnicas expresivas, que habían de encauzarse en dirección al efecto deseado. Tales ideas tendrían gran predicamento entre la crítica anti romántica.
Respecto a los géneros, Poe sostuvo que la máxima expresión literaria es la poesía, y a ella dedicó sus mayores esfuerzos. Sus poemas no fueron bien recibidos entre la crítica estadounidense, que los juzgó excesivamente artificiosos, pero, a partir de los estudios de Mallarmé, los europeos vieron en Poe a un modélico precursor del simbolismo. La apreciación es justa si no se olvidan los motivos románticos que, a pesar a su poética, lastraron todavía sus versos.
La moda byroniana dejó su impronta en un libro primerizo que publicó con sólo dieciocho años, Tamerlán y otros poemas (1827). En su segunda obra, Al Aaraaf (1829), el poeta celebra una etérea forma de belleza, preludio de la pura "idealidad" a la que aspirará en algunos poemas posteriores. En su tercer libro, Poemas (1831), reunió con algunas revisiones y adiciones los poemas de los dos primeros volúmenes, y añadió seis nuevas composiciones. En ellas llegó a la madurez y encontró una voz auténtica, aunque se pueda discernir en ella el eco de Coleridge; su evocación de un mundo ideal y visionario quedaba realzada por el ritmo hipnótico de los versos y la fuerza turbadora de las imágenes.
Su último libro, El cuervo y otros poemas (1845), es la expresión de su pesimismo y de su anhelo de una belleza ajena a este mundo. Algunas de las composiciones de Poe, desgajadas de los poemarios de que forman parte, alcanzaron una notable popularidad. Es justamente célebre su extenso poema El cuervo (The Raven, 1845), donde su dominio del ritmo y la sonoridad del verso alcanzan el máximo nivel. Manifiestan idéntico virtuosismo Las campanas (The Bells, 1849), cuyo resonar, que acompaña las diversas etapas de la vida humana desde la infancia hasta la muerte, se evoca con reiteraciones rimadas y aliteraciones; Ulalume (1847), un recorrido de la tristeza a la ilusión que cae de nuevo en la desesperanza; y Annabel Lee (1849), exaltación de un inocente amor infantil que ni la muerte puede truncar.
Los cuentos de Allan Poe
Pero la genialidad y la originalidad de Edgar Allan Poe encuentran su mejor expresión en los cuentos, que, según sus propias apreciaciones críticas, son la segunda forma literaria, pues permiten una lectura sin interrupciones, y por tanto la unidad de efecto que resulta imposible en la novela. Considerado uno de los más extraordinarios cuentistas de todos los tiempos, Poe inició la revitalización que experimentaría el género en tiempos modernos.
Publicados bajo el título Cuentos de lo grotesco y lo arabesco (Tales of the Grotesque and Arabesque, 1840), aunque hubo nuevas recopilaciones de narraciones suyas en 1843 y 1845, la mayoría se desarrolla en un ambiente gótico y siniestro, plagado de intervenciones sobrenaturales, y en muchos casos son obras maestras de la literatura de terror. Poe basó su estilo tanto en la atmósfera opresiva que creaba durante el inicio y desarrollo del relato como en los efectos sorpresivos del final.
Así ocurre en el antológico La caída de la casa Usher (The Fall of the House of Usher), cuento sobrenatural o simbolista en el que el narrador asiste a los últimos días de un antiguo amigo suyo, el hipersensible y atormentado aristócrata Rodrigo Usher. Durante su estancia fallece la hermana de Usher, que estaba gravemente enferma, y la entierran en una cripta subterránea. Una semana después, en una sobrecogedora escena final, la hermana reaparece para caer sobre el ya delirante Usher, pereciendo ambos y, tras la huida del narrador, la casa misma, que se derrumba sobre el estanque.
Cuando Baudelaire vertió al francés la citada colección y otra posterior (Tales, 1845), las tituló Histoires extraordinaires, denominación que pasó a las traducciones españolas como Narraciones extraordinarias. No faltan en estas recopilaciones los relatos macabros, como El barril de amontillado (The Cask of Amontillado), o cuentos dedicados a mujeres atormentadas e inescrutables en un contexto de atmósfera enfermiza, como Berenice o Ligeia; son en cambio menos numerosos aquellos que narran la resolución de algún enigma, como El escarabajo de oro (The Gold Bug).
En este último grupo es preciso destacar los tres cuentos protagonizados por Augusto Dupin, que sentaron las bases de un género destinado a cobrar una inmensa popularidad: la literatura policíaca. El primero de tales cuentos, Los crímenes de la calle Morgue (The Murders in the Rue Morgue), se ha considerado, con toda razón, como el fundador de la novela de misterio y detectivesca. Dupin es también el protagonista de El misterio de Marie Rogêt (The Mystery of Marie Roget) y de La carta robada (The purloined Letter), piezas clásicas del género por el equilibrio de lógica, suspense y detalles narrativos.
Maestro del terror y fundador del género policial, también se reconoce a Poe su papel de precursor en la literatura de ciencia ficción por algunos de los relatos contenidos en las Narraciones extraordinarias. De tema marino es la única novela que llegó a completar, Las aventuras de Arthur Gordon Pym (The Narrative of Arthur Gordon Pym, 1838), historia de un viaje fantástico al Polo Sur en la que reaparecen numerosos elementos (muchos de ellos terroríficos o simbólicos) de sus cuentos.
El conjunto de la obra de Poe influyó notablemente en los simbolistas franceses, en especial en Charles Baudelaire, quien la dio a conocer en Europa. Por lo demás, los continuadores de los nuevos caminos que abrió su narrativa (como Arthur Conan Doyle en la novela detectivesca, Julio Verne en la ciencia ficción o H.P. Lovecraft en la literatura de terror) señalaron su deuda con el estadounidense, y, en general, su magisterio ha sido reconocido por todos los grandes cultivadores del cuento moderno, desde Guy de Maupassant hasta Jorge Luis Borges y Julio Cortázar, quien realizó una soberbia traducción de sus relatos.
El pozo y el péndulo, publicado en 1842, narra el tormento de un personaje torturado durante la Inquisición española. La narración en primera persona provoca en el lector un torbellino de sentimientos que bordean la agonía y la desesperación.
El narrador personaje revela que no sabe distinguir la realidad de la alucinación, pero es consciente de que fue condenado a muerte. Ante la sinestesia, el condenado describe a través de sus sensaciones todo el horror de estar atrapado en un calabozo. En este encierro oscuro y asfixiante, el personaje descubre que hay un pozo en la mazmorra y así comienza una lucha extrema en busca de la supervivencia. El presidiario describe los sonidos que hace el agua, el gateo de las ratas, la profundidad del pozo, su locura. Nos llevan por un camino de miedo con el pozo que representa la delgada línea entre la vida y la muerte.
Desde el lugar donde está atado, el prisionero mira hacia arriba a la forma de una figura de Péndulo con una enorme cuchilla cortante. Y en la transición del tiempo psicológico, atrapado y acorralado, el narrador nos lleva a las sensaciones del movimiento de este mortificante objeto: El desplazamiento del Péndulo está magistralmente caracterizado por Allan Poe. La descripción de las oscilaciones del objeto a medida que se acerca al personaje. El trabajo con el lenguaje y la elección precisa de las palabras muestran el talento de Edgar Allan Poe para retratar los sentimientos de agonía que experimentan sus personajes.
En "Morella" nos guía una melancólica trama de pareja cuyo tema principal son los misterios de la muerte y la metempsicosis (reencarnación).
Todo comienza con el impacto inicial de estar en una relación que se da por la comodidad de un matrimonio en el que no hay amor, solo admiración. Sin embargo, la admiración por sí sola no puede evitar que la relación se convierta poco a poco en un inconveniente para el protagonista, quien comienza a tener una profunda aversión por todo lo que representa su esposa. Esto se debe en gran medida a que la erudición de Morella le resulta aburrida, de modo que lo que antes era uno de los propulsores para que estuvieran juntos se convierte en algo incómodo. El peso de esta relación es tan palpable para el lector que se siente tan atrapado como esos personajes en una vida que demuestra no tener sentido.
Morella se da cuenta del desamor de su marido y tras soportar durante años ese matrimonio destrozado, en su lecho de muerte le dice que su partida no sería el final y que todo lo que dejó de sentir por ella en vida volvería tras su muerte. Atribuye su presagio únicamente al delirio de alguien en su lecho de muerte. Sin embargo, cuando se da cuenta de que lo que ella dijo se correspondía perfectamente con la realidad que comienza a vivir, no le queda más que aceptar su desastroso destino.
En esta aterradora historia, Allan Poe explora una delgada línea que no existe entre la vida y la muerte, y la posibilidad de seguir viviendo, aunque no sea en su propio cuerpo.
"The Tell-Tale Heart", publicado por primera vez en 1835, es la historia de un hombre que niega su locura y que está decidido a demostrarse a sí mismo y al lector que está cuerdo. Para él, su problema está solo en el ojo de su amo. Sí, un ojo con cataratas de un anciano que nunca le había hecho daño.
Decidido a hacer algo al respecto, planea cuidadosamente la mejor manera de lograr su objetivo sin correr ningún riesgo. Preocupándose solo por los detalles del plan perfecto que lo librará del ojo maldito de una vez por todas, muestra cuán tenue es. es la línea que separa la cordura de la locura.
El cuento involucra al lector, desde el principio, en la agonía de su personaje central: un hombre que, a pesar de afirmar no estar loco, tiene todos los indicios de que lo está. Todo comienza con la confesión del hombre que dice ser fiel servidor de su amo, que es un hombre de avanzada edad. El personaje afirma, sin embargo, que ya no aguanta más la tortura de tener que mirarle la cara día tras día y ver un ojo con cataratas vuelto hacia él. Ese ojo lo llena de furia tan profundamente que ya no puede vivir con él.
El Corazon Delator sorprende enormemente por traer la historia de un loco a todas luces, pero que no solo dice no estarlo, sino que también filosofa al respecto. La certeza de su locura es tan latente que aun cuando estamos seguros del trágico desenlace del relato, todavía nos sorprenden las motivaciones y los detalles de lo ocurrido.
El analítico y talentoso joven francés C. August Dupin explica de una manera clara y concisa un doble asesinato a la vez espectacular y misterioso en París. El talento especial de Dupin radica en la observación precisa y, sobre todo, objetiva de todos los detalles. Solo al tomar en consideración todas las circunstancias extraordinarias de este caso, Dupin llega a su solución. Dupin no es un detective privado ni mucho menos un comisario, sino más bien un detective aficionado, aun cuando esta denominación es, en realidad, prematura en la historia de la literatura. Con Dupin, Poe logra con brillantez crear un modelo casi sin par de criminalistas posteriores, incluido Sherlock Holmes. La breve narración probablemente no surgió con la intención de crear un nuevo género literario, pero Los crímenes de la calle Morgue marca, sin duda, el nacimiento de la literatura policiaca.
El personaje Radcliffe estaba herido, por cual, su criado, Pedro lo ayuda entrando ambos a un castillos abandonado temporalmente. Se van a la alcoba con las riquezas mas antiguas, ubicada en la torra mas lejana del castillo. Radcliffe descubre la presencia de una pintura. Era una joven hermosa. Al principio le causo miedo, pero luego la empezó a observar y se sorprendió por lo real que parecía.
Del titulo de la obra El retrato oval, podemos decir que proviene de que un cuadro oval, con marco dorado y ricamente afiligranado al estilo morisco, que representa el retrato de una mujer joven y hermosa, constituye el tema central del relato, a tal punto que la historia es simplemente la narración del modo como ese cuadro fue pintado, y el porque de la vida que hay en la joven retratada.
La narración es en tercera persona omnisciente que extrae el relato de un libro cuyo autor no se menciona e Los temas principales de esta obra son el egoísmo y la soberbia del pintor, tan entusiasmado con su cuadro, que no se da cuenta de lo que pasa a su lado; y el amor y sometimiento de su esposa.
El protagonista anónimo tiene un interés especial sobre la hipnosis, y quiere llevar a cabo un experimento jamás realizado. Su intención es hipnotizar a hombre que está a punto de morir. El elegido pare el experimento es el señor Ernest Valdemar, un hombre enfermo de tuberculosis. Cuando llegan las últimas horas de vida de el señor Valdemar, el protagonista, con ayuda de los doctores D, F y el señor L, hipnotizan al enfermo. La verdad sobre el caso del señor Valdemar es uno de los relatos más inquietantes de su autor, el escritor nacido en Baltimore Edgar Allan Poe, y aparece en muchas de las antologías dedicadas a su obra.
Al analizar un poco la vida, las obras, y la parte psicológica en que se encontraba Poe al momento de escribir La caída de la Casa Usher (1839), se puede identificar en el mundo literario, como uno de los escritores que saben recrear ambientes lúgubres, llenos de momentos inquietantes, que llevan a un sobrecogedor sentimiento de tensión, ansiedad y miedo a quienes leemos sus obras. El estilo que maneja Poe en La caída de la casa Usher: desde los detalles de ruinas hasta las sensaciones de terror que vive el personaje del cuento; son tan intensos que yo mismo los viví en mi interior.
Cada personaje presenta una conexión muy fuerte en las historias de cada uno, las cuales se unen en la formación del misterio; de dos muertos que ayudan a deteriorar esa edificación y que solo porque la historia fue escrita y enviada al narrador luego de haber ocurrido ese desenlace final, se pudo conocer con certeza qué fue lo que ocurrió y cómo cada miembro fue un detonante de la caída.
De acuerdo con el texto del relato, la razón de la obsesión del narrador con el anciano es la «absoluta singularidad» en la expresión del mismo, pero el motivo de esa fascinación no queda del todo claro, aunque de algún modo queda implícito que ambos hombres son las distintas caras de la misma persona, representando el anciano una cara secreta del narrador, aunque este nunca es capaz de percibirlo. El anciano, asimismo, podría estar vagando entre la multitud en busca de un amigo perdido, o quizá para escapar al recuerdo de un crimen. La naturaleza maligna del hombre viene implícita en la daga que se adivina bajo su capa, y cualquiera que sea el crimen que ha cometido lo condena a errar por la ciudad.1 Esta falta de claridad ha sido comparada con la vaguedad de las motivaciones del asesino en otro cuento de Poe, El barril de amontillado. Así, Poe presumiblemente presenta la historia como un enigma en el que se invita al lector a sacar sus propias conclusiones.
En el arranque de la historia, el narrador inspecciona y categoriza a la gente que va viendo de manera similar al Walt Whitman de ciertos pasajes de Canto a mí mismo. Aunque, desde luego, el narrador de Poe está muy lejos del espíritu de celebración que mueve a Whitman.
El escenario londinense, lo único descrito con minuciosidad en el cuento, es importante. En 1840, Londres era la ciudad más grande del mundo, con una población de unos 750.000 habitantes.7 Poe conoció la ciudad en el viaje a Inglaterra con su familia adoptiva, los Allan. En esta historia y en otras, como Los crímenes de la calle Morgue y El misterio de Marie Rogêt, Poe asocia las ciudades modernas con el aumento del crimen deshumanizado.8 Julio Cortázar destaca, en este sentido, aparte de lo interesante y sugestivo del relato, su gran habilidad técnica, especialmente en la caracterización de la «multitud» urbana, que tanto obsesionará a muchos novelistas del siglo XX.
En este relato, el narrador anónimo describe en primera persona un trastorno que le aqueja, caracterizado por «ataques de una afección singular que los médicos coinciden en denominar catalepsia». Esta enfermedad lo lleva con frecuencia a pérdidas de conciencia muy similares a la muerte, lo que conduce al personaje a un terror pánico a ser enterrado vivo en alguna de tales circunstancias.
El miedo a ser enterrado vivo tiene profundas raíces en la cultura occidental del siglo XIX, y Poe, como con motivo de otros asuntos de moda en su tiempo (la fascinación por el mesmerismo o los viajes en globo), tomó buen partido de ello. Se conocían cientos de casos reales en su época en los cuales los doctores habían errado en su declaración de muerte. En aquel tiempo, en efecto, los ataúdes a menudo se equipaban con complejos artilugios que posibilitasen a aquel que lo necesitara pedir ayuda en tan comprometidas circunstancias.
Como otros personajes de su autor, el narrador de "El entierro prematuro" es una pobre víctima de sus febriles alucinaciones. La catalepsia, unida a sus fantasías, visiones y obsesiones con la muerte no le dejan vivir. Sin embargo, cosa rara en la narrativa de Poe, acaba finalmente reformándose, aunque sólo después de que su mayor temor se haya visto, de una u otra forma, confirmado.
El biógrafo clásico de Poe, Hervey Allen, afirmó que se trataba de «una de las más genuinamente mórbidas historias que Poe borrajeó, la cual parece tener origen en el sentimiento de catástrofe inevitable que durante largo tiempo había ido pareja a su melancolía, o quizá en algún ensueño agobiante debido a su afección cardíaca.
El tema del entierro en vida se halla también presente, con variaciones, en los siguientes relatos de Poe: "Berenice", "La caída de la casa Usher" y "El barril de amontillado".
El protagonista y a su vez narrador sin nombre comienza su historia al hacerles saber a los lectores que alguna vez fue un hombre agradable y promedio. Tenía un hogar agradable, estaba casado con una esposa y que tenía un amor constante por los animales. Sin embargo, todo eso cambió cuando cayó bajo la influencia del alcohol demoníaco. El primer síntoma de su descenso a la adicción y la eventual locura se manifiesta con su creciente maltrato de las mascotas de la familia y a su esposa, lo que le da un doble significado a su término para beber, "Intemperancia demoníaca", refiriéndose no solo al abuso de alcohol sino también a la transgresión intemperante del pensamiento racional y comportamiento. Finalmente, el narrador maltrata "incluso a Plutón"
Este cuento ha sido analizado por la crítica como una forma de indagación acerca de la perversión y el sadismo, presentes en su protagonista, quien tiene características obsesivas que lo impulsan a caer gradualmente en la maldad y la violencia. En este punto, el narrador guarda grandes similitudes con el de “El corazón revelador”, en tanto insiste sobre su cordura antes de comenzar a relatar los hechos relacionados a un crimen que cometió. Sin embargo, él es consciente de la transformación interior que lo llevó a cometer el crimen. Así, mientras que el narrador de “El corazón revelador” presenta el asesinato como el punto final de una serie lógica de acontecimientos, aquí el narrador no puede terminar de explicar qué lo impulsó hacia la perversión, aunque busca alguna justificación en el alcohol y lo sobrenatural.
El cuento presenta una ambientación gótica, impregnada de terror y suspenso, exponiendo sentimientos como la agonía, el miedo y el pavor, características típicas de los cuentos de Poe. Es una historia brillante que, como siempre con Allan Poe, dejará al lector en vilo hasta el final.Berenice
"Berenice" es un relato de terror publicado en 1835 en la revista Southern Literary Messenger. Berenice continúa la tradición del género gótico, lo cual lo convierte en uno de los pocos relatos góticos de relacionados al vampirismo de aquel notable período de la literatura norteamericana.La violencia que Edgar Allan Poe desencadena en Berenice escandalizó profundamente a los lectores del periódico en el que fue publicado, a tal punto que muchos de ellos escribieron al editor solicitando que se despida a E.A. Poe como colaborador de la publicación. La polémica fue tan áspera que el propio Edgar Allan Poe, arrinconado, debió publicar una versión más "suave" de Berenice, que es la que normalmente se conoce.
El narrador del cuento, Egaeus, empieza con un “flash-back” a su infancia con Berenice, cuandoambos eran drásticamente diferentes a comparación del presente; primero, en su infancia, Egaeus, solíaser muy intelectual y se encontraba la mayoría del tiempo en la biblioteca, sin embargo, el protagonistanarra como se mantenía enfermo constantemente durante su infancia. Por le otro lado, Berenice es en unprincipio descrita como una niña bastante juguetona y activa, que liberaba desbordante energía; sinembargo, en la historia Berenice sufre de una enfermedad bastante extraña que acaba con su vida. Lahistorias de Poe normalmente siguen con la secuencia lineal (Inicio-Nudo-Desenlace), y esta no es laexcepción, pues aunque hayan algunos cambios en el tiempo, la historia continua de manera lineal deinicio a fin.
El cuento narra el asesinato que comete un hombre llamado Montresor, que quería vengarse de Fortunato, un hombre que lo había insultado ya varias veces y no quería soportar otro insulto mas.
El asesinato fue planeado durante mucho tiempo por Montresor y es realizado en el carnaval, Fortunato iba vestido de payaso cuando se encuentra con Montresor, y él le dice que si lo ayuda a saber si un barril de amontillado que están por venderle es real. Montresor lleva engañado a Fortunato a unas catacumbas y lo embriaga...
Este es uno de los cuentos más intensos de Edgar Allan Poe y presenta una intrincada y meticulosa trama de venganza. Hay un ambiente de tensión de principio a fin por saber qué hará Montresor para cumplir su promesa, sobre todo porque el narrador demuestra una enorme paciencia al iniciar y ejecutar su plan, lo que denota que ese anhelo está permeado por algo más profundo que un mero desencuentro. . El Barril de Amontillado es un cuento extraordinario que abraza el impulso de la venganza, la manipulación y la crueldad bajo la mirada única de Edgar Allan Poe, y que, una vez más, lo confirma como un narrador como ningún otro...
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Edgar Allan Poe
Sentía náuseas, náuseas de muerte después de tan larga agonía; y, cuando por fin me desataron y me permitieron sentarme, comprendí que mis sentidos me abandonaban. La sentencia, la atroz sentencia de muerte, fue el último sonido reconocible que registraron mis oídos. Después, el murmullo de Ias voces de los inquisidores pareció fundirse en un somnoliento zumbido indeterminado, que trajo a mi mente la idea de revolución, quizá porque imaginariamente lo confundía con el ronroneo de una meda de molino. Esto duró muy poco, pues de pronto cesé de oír. ¡Pero al mismo tiempo pude ver... aunque con qué terrible exageración! Vi los labios de los jueces togados de negro.
Me parecieron blancos... más blancos que la hoja sobre la cual trazo estas palabras, y finos hasta lo grotesco; finos por la intensidad de su expresión de firmeza, de inmutable resolución, de absoluto desprecio hacia la tortura humana. Vi que los decretos de lo que para mí era el destino brotaban todavía de aquellos labios. Los vi torcerse mientras pronunciaban una frase letal. Los vi formar Ias sílabas de mi nombre, y me estremecí, porque ningún sonido llegaba hasta mí. Y en aquellos momentos de horror delirante vi también oscilar imperceptible y suavemente Ias negras colgaduras que ocultaban los muros de la estancia. Entonces mi visión recayó en Ias siete altas bujías de la mesa. Al principio me parecieron símbolos de caridad, como blancos y esbeltos ángeles que me salvarían; pero entonces, bruscamente, una espantosa náusea invadió mi espíritu y sentí que todas mis fibras se estremecían como si hubiera tocado los hilos de una batería galvánica, mientras Ias formas angélicas se convertían en hueros espectros de cabezas llameantes, y comprendí que ninguna ayuda me vendría de ellos. Como una profunda nota musical penetro en mi fantasía la noción de que la tumba debía ser el lugar del más dulce descanso.
El pensamiento vino poco a poco y sigiloso, de modo que pasó un tiempo antes de poder apreciarlo plenamente; pero, en el momento en que mi espíritu llegaba por fin a abrigarlo. Ias figuras de los jueces se desvanecieron como por arte de magia. Ias altas bujías se hundieron en la nada, mientras sus llamas desaparecían, y me envolvió la más negra de Ias tinieblas. Todas mis sensaciones fueron tragadas por el torbellino de una caída en profundidad, como la del alma en el Hades. Y luego el universo no fue más que silencio, calma y noche.
Me había desmayado, pero no puedo afirmar que hubiera perdido completamente la conciencia. No trataré de definir lo que me quedaba de ella, y menos describirla; pero no la había perdido por completo. En el más profundo sopor, en el delirio, en el desmayo... ¡hasta la muerte, hasta la misma tumba!, no todo se pierde. O bien, no existe la inmortalidad para el hombre. Cuando surgimos del más profundo de los sopores, rompemos la tela sutil de algún sueno. Y, sin embargo, un poco más tarde (tan frágil puede haber sido aquella tela) no nos acordamos de haber sonado.
Cuando volvemos a la vida después de un desmayo, pasamos por dos momentos; primero, el del sentimiento de la existencia mental o espiritual; segundo, el de la existencia física. Es probable que, si al llegar al segundo momento pudiéramos recordar Ias impresiones del primero, éstas contendrían multitud de recuerdos del abismo que se abre más atrás. Y ese abismo, ¿qué es? ¿Cómo, por lo menos, distinguir sus sombras de la tumba? Pero si Ias impresiones de lo que he llamado el primer momento no pueden ser recordadas por un acto de la voluntad, ¿no se presentan inesperadamente después de un largo intervalo, mientras nos maravillamos preguntándonos de dónde proceden? Aquel que nunca se ha desmayado, no descubrirá extraños palacios y caras fantásticamente familiares en Ias brasas del carbón; no contemplará, flotando en el aire. Ias melancólicas visiones que la mayoría no es capaz de ver; no meditará mientras respira el perfume de una nueva flor; no sentirá exaltarse su mente ante el sentido de una cadencia musical que jamás había llamado antes su atención.
Entre frecuentes y reflexivos esfuerzos para recordar, entre acendradas luchas para apresar algún vestigio de ese estado de aparente aniquilación en el cual se había hundido mi alma, ha habido momentos en que he vislumbrado el triunfo; breves, brevísimos períodos en que pude evocar recuerdos que, a la luz de mi lucidez posterior, sólo podían referirse a aquel momento de aparente inconsciencia. Esas sombras de recuerdo me muestran, borrosamente, altas siluetas que me alzaron y me llevaron en silencio, descendiendo... descendiendo... siempre descendiendo... hasta que un horrible mareo me oprimió a la sola idea de lo interminable de ese descenso. También evocan el vago horror que sentía mi corazón, precisamente a causa de la monstruosa calma que me invadia. Viene luego una sensación de súbita inmovilidad que invade todas Ias cosas, como si aquellos que me llevaban (¡atroz cortejo!) hubieran superado en su descenso los limites de lo ilimitado y descansaran de la fatiga de su tarea. Después de esto viene a la mente como un decaimiento y humedad, y luego, todo es locura —la locura de un recuerdo que se afana entre cosas prohibidas.
Súbitamente, el movimiento y el sonido ganaron otra vez mi espíritu: el tumultuoso movimiento de mi corazón y, en mis oídos, el sonido de su latir. Sucedió una pausa, en la que todo era confuso. Otra vez sonido, movimiento y tacto — una sensación de hormigueo en todo mi cuerpo —. Y luego la mera conciencia de existir, sin pensamiento; algo que duró largo tiempo. De pronto, bruscamente, el pensamiento, un espanto estremecedor y el esfuerzo más intenso por comprender mi verdadera situación. A esto sucedió un profundo deseo de recaer en la insensibilidad. Otra vez un violento revivir del espíritu y un esfuerzo por moverme, hasta conseguirlo. Y entonces el recuerdo vivido del proceso, los jueces. Ias colgaduras negras, la sentencia, la náusea, el desmayo. Y total olvido de lo que siguió, de todo lo que tiempos posteriores, y un obstinado esfuerzo, me han permitido vagamente recordar.
Hasta ese momento no había abierto los ojos. Sentí que yacía de espaldas y que no estaba atado. Alargué la mano, que cayó pesadamente sobre algo húmedo y duro. La dejé allí algún tiempo, mientras trataba de imaginarme dónde me hallaba y qué era de mi. Ansiaba abrir los ojos, pero no me atrevía, porque me espantaba esa primera mirada a los objetos que me rodeaban. No es que temiera contemplar cosas horribles, pero me horrorizaba la posibilidad de que no hubiese nada que ver. Por fin, lleno de atroz angustia mi corazón, abrí de golpe los ojos, y mis peores suposiciones se confirmaron. Me rodeaba la tiniebla de una noche eterna. Luché por respirar; lo intenso de aquella oscuridad parecía oprimirme y sofocarme. La atmosfera era de una intolerable pesadez. Me quedé inmóvil, esforzándome por razonar. Evoqué el proceso de la Inquisición, buscando deducir mi verdadera situación a partir de ese punto. La sentencia había sido pronunciada; tenia la impresión de que desde entonces había transcurrido largo tiempo. Pero ni siquiera por un momento me consideré verdaderamente muerto. Semejante suposición, no obstante, lo que leemos en los relatos ficticios, es por completo incompatible con la verdadera existencia.