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(Besançon, Francia, 1802 - Paris, 1885) Escritor frances. La infancia de Victor Hugo transcurrio en Besançon, salvo dos años (1811-1812) en que residio con su familia en Madrid, donde su padre habia sido nombrado comandante general. De temprana vocacion literaria, ya en 1816 escribio en un cuaderno escolar: Quiero ser Chateaubriand o nada.
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Veröffentlichungsjahr: 2017
Victor Hugo
NUESTRA SEÑORA DE PARÍS
INDICE
..................................
LIBRO PRIMERO
La gran sala
Pierre Gringoire
Monseñor el Cardenal
Maese Jacques Coppenole
Quasimodo
La Esmeralda
LIBRO SEGUNDO
De Caribdis a Escila
La plaza de Gréve
Besos para golpes
Los inconvenientes de it tras una bella mujer de noche por las calles
Prosiguen los inconvenientes
La jarra rota
Una noche de bodas
LIBRO TERCERO
Nuestra señora
París a vista de pájaro
LIBRO CUARTO
Las almas piadosas
Claude Frollo
Immanis pecoris custos immanior ipse
El perro y el dueño
Continuación de Claude Frollo
Impopularidad
LIBRO QUINTO
Abbas beati Martini
Esto matará aquello
LIBRO SEXTO
Ojeada imparcial a la antigua magistratura
El agujero de las ratas
Historia de una torta de levadura de maíz
IV. Una lágrima por una gota de agua
Fin de la historia de la torta de maíz
LIBRO SÉPTIMO
Del peligro de confiar secretos a una cabra
Un sacerdote y un filósofo hacen dos
Las campanas
'ANAГKH
Los dos hombres vestidos de negro
Del efecto que pueden producir siete palabrotas lanzadas al aire
El fantasma encapuchado
Utilidad de las ventanas que dan al río
LIBRO OCTAVO
El escudo convertido en hoja seca
Continuación del escudo transformado en hoja seca
Fin del escudo transformado en hoja seca
Larciate ogni speranza
La madre
Tres corazones de hombre distintos
LIBRO NOVENO
Fiebre
Jorobado, tuerto y cojo
Sordo
Loza cristal
La llave de la puerta roja
Continuación de la llave de la puerta roja
LIBRO DÉCIMO
Gringoire tiene algunas buenas ideas
Haceos truhán.
¡Viva la alegría!
Un torpe amigo
El retiro donde el rey de Francia reza sus horas
Llamita en Baguenaud
¡Ayúdanos Chateaupers!
LIBRO UNDÉCIMO
El zapatito
La creatura bella bianco vestita (Dance)
El casamiento de Febo
Casamiento de Quasimodo
Cuando hace algunos años el autor de este libro visitaba o, mejor aún, cuando rebuscaba por la catedral de Nuestra Señora, encontró en un rincón oscuro de una de sus torres, y grabada a mano en la pared, esta palabra:
'ANAΓKH (1)
Aquellas mayúsculas griegas, ennegrecidas por el tiempo y profundamente marcadas en la piedra, atrajeron vivamente su atención. La clara influencia gótica de su caligrafía y de sus formas, como queriendo expresar que habían sido escritas por una mano de la Edad Media, y sobre todo el sentido lúgubre y fatal que encierran, sedujeron, repito, vivamente al autor.
Se interrogó, trató de adivinar cuál podía haber sido el alma atormentada que no había querido abandonar este mundo sin antes dejar allí marcado (en la frente de la vetusta iglesia) aquel estigma de crimen o de condenación. Más tarde los muros fueron encalados o raspados (ignoro cuál de estas dos cosas) y la inscripción desapareció. Así se tratan desde hace ya doscientos años estas maravillosas iglesias medievales; las mutilaciones les vienen de todas partes tanto desde dentro, como de fuera. Los párrocos las blanquean, los arquitectos pican sus piedras y luego viene el populacho y las destruye.
Así pues, fuera del frágil recuerdo dedicado por el autor de este libro, hoy no queda ya ningún rastro de aquella palabra misteriosa grabada en la torre sombría de la catedral de Nuestra Señora; ningún rastro del destino desconocido que ella resumía tan melancólicamente.
El hombre que grabó aquella palabra en aquella pared hace siglos que se ha desvanecido, así como la palabra ha sido borrada del muro de la iglesia y como quizás la iglesia misma desaparezca pronto de la faz de la tierra.
Basándose en esa palabra, se ha escrito este libro.
Marzo de 1834
1. Esta palabra griega que significa «fatalidad» será utilizada más tarde por Victor Hugo como título del capítulo IV del libro VII.
NOTA AÑADIDA A LA EDICIÓN DEFINITIVA (1832)
Erróneamente se ha anunciado que esta edición iba a ser aumentada con varios capítulos nuevos. Debía haberse dicho inéditos. Si al decir nuevos se entiende hechos de nuevo, los capítulos añadidos a esta edición no son nuevos. Fueron escritos al mismo tiempo que el resto de la obra, datan de la misma época y proceden d la misma inspiración, pues siempre han formado parte del manuscrito de Nuestra Señora de París. Además resulta difícilmente comprensible para el autor un posterior añadido de trozos nuevos a una obra de este tipo.
Estas cosas no se hacen a capricho. Una novela nace, según él, de una forma, en cierto modo necesaria, y ya con todos sus capítulos, y un drama nace ya con todas sus escenas. No se crea que qüeda nada al arbitrio en las numerosas partes de ese todo, de ese misterioso microcosmo que se llama drama o novela. El injerto o la soldadura prenden mal en obras de este carácter que deben surgir de un impulso único y mantenerse sin modificaciones.
Una vez terminada la obra, no cambiéis de opinión, no la modifiquéis. Cuando se publica un libro, cuando el sexo de la obra ha sido reconocido y proclamado, cuando la criatura ha lanzado su primer grito, ya ha nacido, ya está ahí, tal y como es, ni el padre ni la madre podrían ya cambiarla, pues pertenece ya al aire y al sol y hay que dejarla vivir o morir tal cual es. ¿Que el libro no está conseguido? iQué se le va a hicer! No añadáis ni un solo capítulo a un libro fallido. ¿Que está incompleto? Habría que haberlo completado al coñcebirlo. No consçguiréis enderezar un árbol torcido. ¿Que vuestra novela es tísica?, ¿que no es viable?, pues no conseguiréis insuflarle el hálito que le falta. ¿Que vuestro drama ha nacido cojo? Creedme, no le pongáis una pierna de madera.
El autor mestra un gran interés en que el público conozca muy bien qe los capítulos aquí añadidos no han sido escritos expresamente para esta reimpresión y que si, en ediciones precedentes no han sido publicados, sé debe a razones muy sencillas.
Cuando se imprimía por primen vez Nuestra Señora de París, se extravió la carpeta que contenía esos tres capítulos y, o se escribían de nuevo, o se renunciaba a éllos. El autor consideró que los dos únicos capítulos —de los tres extraviados— que podrían haber tenidocierto interés por su extensión, se referían al arte y a la hisroniá y que, por tanto, no afectaban para nada al fondo del drama y de la novela. El público no habría echado en falta su desaparición y únicamente él, el autor, estaría en el secreto de esta omisión; así, pues, decidió suprimirlos y, puestos a confesarlo todo, hay que decir también que, por pereza, retrocedió ante la tarea de rehacer esos tres capítulos perdidos. Le habría sido más fácil escribir una nueva novela.
Pero ahora, encontrados ya, aprovecha la primera ocasión para restituirlos a su sitio. Esta es, pues, su obra completa tal como la soñó y tal como la escribió, buena o mala, frágil o duradera, pero como él la desea.
No hay duda de que estos capítulos tendrán poco valor a los ojos de lectores, muy juiciosos por lo demás, que sólo han buscado en Nuestra Señora de París el drama, la novela, pero quizás otros lectores no consideren inótil estudiar el pensamiento estético y filosófico oculto en el libro, y se complazcan, al leerlo, en desentrañar algo más que la novela en sí misma y —perdónesenos las expresiones un tanto ambiciosas— escudriñar la técnica del historiador y los adjetivos del artista, a través de la creación, mejor o peor, del poeta.
Es para esos lectores sobre todo para quienes los capítulos afiadidos en esta edición completarán Nuestra Señora de París, si admitimos que merece la pena que esta obra sea completada.
El autor se ocupa en uno de estos capítulos de la decadencia y muerte de la arquitectura actual que, en su opinión, es casi inevitable; esta opinión desgraciadamente se encuentra muy arraigada en él y la tiene muy meditada. Siente, sin embargo, la necesidad de expresar su más vivo deseo de que el futuro le desmienta, pues conoce que el arte en cualquiera de sus manifestaciones puede confiar por completo en las nuevas generaciones cuyo genio comienza ya a sentirse y a apuntar en los talleres del arte. La semilla está en el surco y la cosecha será ciertamente hermosa. Teme sin embargo, y se podrán descubrir las razones en el segundo tomo de esta edición, que la savia haya podido retirarse de este viejo terreno de la arquitectura que durante tantos siglos ha sido el mejor terreno para el arte.
Existe hoy sin embargo entre los jóvenes artistas tanta vitalidad, tanta fuerza y, si cabe, tanta predestinación, que en nuestras escuelas de arquitectura, a pesar de contar con un profesorado detestable, están surgiendo alumnos que son excelentes; algo así como aquel alfarero del que habla Horacio que pensando en hacer ánforas producía pucheros... Currit rota, urceus exit (2)