Palabras de Cualquier Ciudad - Patricia Calderón - E-Book

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Patricia Calderón

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Beschreibung

Este libro de poemas contiene, paradojalmente, una "extraña narrativa" que parte del deambular de una hablante lírica en las "calles de cualquier ciudad" para encontrarse con acontecimientos sobrecogedores como la muerte de un joven en el aberrante cadalso de los pobres que no pueden escapar a sus destinos miserables. Caminando entre desgarros y recuerdos de amigos muertos que caminan por los durmientes como fantasmas que no se dejan olvidar. En este paso a paso se mezclan el deseo, la distancia y el desamor. La necesidad de que ser uno en la copulación del cuerpo y del alma, a sabiendas que el otro será siempre distante y ajeno. Y surge, frente a este panorama la compulsión de la rebeldía, la hembra que grita en medio de la noche y exhibe colmillos ensangrentados hasta reconocerse en los de su especie que fueron concebidos con la misma sustancia. Y la rebeldía lleva al recuerdo de la libertad perdida, la dictadura, la caída, los tiempos de furia. Los enemigos de lo pequeño y lo grande que se venera. Todo para materializar el concepto del amor verdadero, de los poetas admirados, de la muerte con quien se juega una partida cada día. Pero no es una travesía sin dulzura. Surgen los hijos, los entrañables hijos de los hijos y su ternura. El amor joven que se fisgonea en un carro del metro. Sin embargo, explota la mujer loba, siempre. Para expresar que no entiende la mascarada, el reglamento, los edictos cuando en ella es más fuerte el instinto animal y la golpean los presagios. El dolor se hace presente en su danza circular y llena las páginas de imprecaciones a Dios, junto a declaraciones de pequeñez y necesidad. Son los ruidos de las calles, los murmullos del vacío, la rabia, el deseo de cambios, para culminar con el más negro humor y asegurar que para la sobrevivencia en un mundo de urgencias primarias, como comer o dormir, el poema carece de herramientas. Poemas como pasos, para andar por las calles posibles de "cualquier ciudad".

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PalabrasdeCualquier Ciudad

Patricia Calderón
Editorial Segismundo

Dedicatoria

A mis hijos que adoro. A mi compañero del tiempo y el amor. A los amigos del alma. A mis muertos.

Prólogo

La autora, maga sin su vara, madre, amante, mujer, chilena, sureña, luchadora, hija natural de la dictadura, viuda de la democracia, huérfana de la libertad, madre de la memoria, mujer chilena al fin y al cabo, nos hace ofrenda ritual de estos versos clandestinos en los cuales nos invita a recorrer, con la triste mirada de quien ha caminado mucho, el país de hoy, el verdadero, el mágico, el real, el de las tribus urbanas, del Transantiago, de Dios, con sus muertos, sus vivos, sus aparecidos, sus fantasmas invisibles, sus desaparecidos, sus caminantes sin rumbo y sus innombrables.

Poemas llenos de los simples ritos nuestros de una cotidianidad mágica; besar, caminar, comer, ver la sandalia de Él en la ducha, fumar, cantar, hablar con los muertos o cualquier otro incidente, son lo que el lector encontrará en este libro.

Juan Carlos Barroux R. Al Sur del Mundo, 1 de agosto 2013

Crónica roja

Me estremezco porque los perros aúllan y recuerdo vagamente que llaman a la muerte. Pero eso es cosa antigua que se acalla al subir el volumen del televisor, pantalla plana, de cuarenta y dos pulgadas y surround.

Los locutores lindos dicen: “pues veamos, apareció el cuerpo mutilado de un chiquillo identificado por sus huellas digitales, aunque aún no se encuentra su mirada de espanto entre los matorrales de la población”.

Y aparece la fotografía que le arrebataron a la madre cuando gritaba enloquecida por las calles el nombre y el renombre del “supuesto asesino” con el que mantenía desde la infancia una oculta relación a precio de mercado.

De ojos azules, rubio entre la prole oscura, pudo ser ángel de yeso antes que carne de cañón, pero las cosas se dieron para que tuviera hueso y sangre hambre, sed, angustia, buenos y malos pensamientos, muerte pendiente, designio y vida frágil.

De ojos azules, rubio entre la prole oscura, pudo ser ángel de yeso antes que carne de cañón.

Los locutores lindos dicen: “cambiamos de tema, las autoridades anuncian que este es un país ad portas de ser una nación desarrollada”.

A un viejo amigo que coleccionaba trenes

Pensé que nunca volvería a sentirte hasta que en la vieja estación de un calendario divisé tu tranvía extraviado buscando donde desalojar de los carros putrefactos todos los secretos de la vida. El tufillo de tu alcohol preferido bajó por los durmientes.

¿Vienes del cielo?, pregunté, y un silencio de papel me dijo que aún no se te revelaba sobre aquello.

La abandonada construcción era el sitio ideal para el encuentro pues tras las tapiadas puertas, los fantasmas curiosos sin manos, no respondían al viejo cuento de traspasar los muros.

Va a seguir lloviendo -murmuré- con la vista clavada en el charco del temporal reciente.

Y se abrió tu paraguas invisible bajo las nubes reflejadas.

Con prisa me dijiste que la muerte es intensa, mina potente de besos y galope sobre tu mortaja, sobre lo que queda de tus ojos, sobre la lengua venida a menos, convertida tan sólo en insaciable sed.

A su grito rapiñoso obedeciste y saltó tu esqueleto a la locomotora. No supe nada, nada me dijiste y yo hecha un manto de yerbajo amarillo me adelanté a la lluvia sobre el charco.

Deseo

Quiero amarte aún sobre la hierba con testigos asombrados, meter mis dedos entre tus costillas y navegar por el laberinto de tus huesos. Salir por el hueco de tu boca con mi falange codiciosa, derramar por tus vacíos los restos de mi carne.

Amarte, amarte, con el pasado atento a tu esqueleto quebrantado por el temblor de la lujuria.

Rodar contigo por la hierba con un sonar de armadura tardía, un buscar desesperado de tu centro para estremecernos juntos en el último aliento del deseo.

Pero no llego, no llegas, y el corazón ausente late y el sexo ausente late y el beso sin labios y sin lengua es sólo arenga sin palabras.

Quiero amarte, amarte, buscar en lo que queda la emulación del coito el artificio de la esperma el arqueo del tórax como un arco sin flecha ni destino. Amarte, amarte, hasta que polvo sobre el polvo reinvente las maneras de montar tu grano con mi grano en un minúsculo cabalgar desesperado.

Poema para despertarte

Me derrito lenta, sufriente, como vela de muerto, que se retuerce en la impaciencia de tu calma.

No te burles, no te quedes quieto como gárgola, mientras espero que te dispare la cornisa a recoger flores de araña en la azotea.

Yo, desbocada, quiero correr la vida a pesar del cansancio y a pesar del miedo a pesar de las campanadas de la iglesia lejana que llaman a llorar cuando no hay llanto.