Piquero - Pablo Fernandez - E-Book

Piquero E-Book

Pablo Fernández

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Beschreibung

¿Qué busca el personaje de Piquero? ¿Quiere sexo, quiere amor, quiere una noche de juerga y luego el olvido? Desde una narración fragmentaria, como si fuera un poema largo y virtualizado, Pablo Fernández se hace cargo del cuarto oscuro del deseo en la cabeza de un tipo común que arrastra el vacío de sí mismo. Novela corta, relato largo o la ficción virtual que da señas para re-construir un cuadro, un detalle de la cultura de citas que vivimos en la red.

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Narrativa

piquero

 

piquero

© Pablo Fernández rojas

Inscripción Nº 31938

I.S.B.N. 978-956-260-xxx

© Editorial Cuarto Propio

Valenzuela Castillo 990, Providencia, Santiago

Fono: 227926518

Web: www.cuartopropio.cl

Diseño y diagramación: Alejandro Álvarez

Diseño de portada: Oscar Andrade Pino, [email protected]

Foto: Daniella Ilabaca Nuñez.

Impresión:

IMPRESO EN CHILE / PRINTED IN CHILE

1ª edición, abril de 2016

Queda prohibida la reproducción de este libro en Chile

y en el exterior sin autorización previa de la Editorial.

online

Hola, soy un joven profesional de veinticinco años, independiente. Me gusta disfrutar de paseos al aire libre, del arte en general y de la buena mesa. Busco desde un polvo hasta una relación seria.Espero por esta página poder encontrar hombres entre 18 y 45 años con los cuales se pueda tener conversaciones interesantes agradables, y compartir gustos similares a los que tengo. La idea es pasarlo bien es disfrutar nutrirse de la compañía de un otro e ir viendo cómo se dan las cosas y fluir. Sin ningún tipo de exigencia previa.

Me considero guapo atractivo, inteligente, y dispuesto a amar, de buen trato. No busco afeminados, tampoco viejas ni locas histéricas de ambiente. Gente creativa, honrada, limpia, prudente, educada. Ordenada, por sobre todas las cosas. Déjame fotos o videos en mi buzón de entrada. Yo doy lo mismo a cambio. Haré lo mismo. Gente resuelta. Tengo lugar y puedo ir también. Deja tu mensaje. Respondo a la brevedad.

Nickname: NN

Edad: 25 años

Medida: 18 cm

Altura: 178 cm

Rol: Moderno

Tez: Moreno

Color de ojos: Cafés

Peso: 73 kg

Color de pelo: Negro

Idioma: Español

Raza: Caucásica

Contextura: Nadador

Minimizo la página de citas.

Abro Photoshop y dibujo la imagen de un hombre perfecto. No. No es un dibujo lo que necesito hacer en este momento.

Minimizo Photoshop y abro nuevamente la página de citas.

No estoy seguro de querer hacer esto. Tal vez sea necesario no estarlo.

Cierro todas las páginas porno antes de correrme una paja.

Es hora de empezar a tener una vida sexual más activa.

Chao porno, hola promiscuidad.

No soy un buen ejemplo para nadie. Tampoco me interesa serlo.

Cierro y cierro pop ups que no dejan de abrirse.

Censuro la pornografía de mi computador.

Hombres y mujeres en pelotas pidiéndome en inglés mi número de tarjeta de crédito.

Abro la página de citas: trozos de dudosa procedencia. Vitrina carnicera. Identidades resumidas en un par de líneas.

Fotos y más fotos. Ninguna parte del cuerpo debería parecer obscena.

No creo que esté haciendo nada desesperado haciéndome un perfil en la famosa paginita.

Soy un tipo estable en muchos aspectos. Lo único que faltaría para sentirme realizado sería tener una pareja.

Si no me gusta, bueno, soltero y picando por aquí por allá… aunque debo tener en cuenta quien soy.

Me vuelvo a meter a la página de citas.

Está lleno de solterones que muestran las fotos de sus viajes. Tanto mundo, tanta independencia.

Desconfío de las postales del “siempre solo” o forever alone.

A estos, algo les pasa que no les resulta mantenerse en pareja, como a mí.

Hacen pasar piola lo aburrido de sus rutinas con fotografías HD tomando tequila sunrise en alguna piscina de un All Inclusive caribeño made in USA.

Los más regios aparecen arriba de un elefante blanco en la India, o montados sobre un camello con las pirámides de fondo.

Quiero pensar que la página de citas es el cajón que abriré para descubrir otros cajones.

Intuyo que dentro de una relación de pareja crecerían otros aspectos.

Debe haber muchos sujetos como yo, que quieren lo mismo, pero los que a mí me gustan no se dejan ver fácilmente.

A algunos nos tocó estar camuflados. Callados. Sin adjetivos que nos avalen. Encasillándonos en algo que no nos identifica en lo absoluto.

Puede que por eso para mí hay tipos que, por muy ricos que sean, no me calientan. Lo que me excita o seduce en otro, es un misterio.

De ahí una de las tantas peticiones en lo que podría llamar mi solicitud triple doble uve.

Sigo hurgueteando en la página.

Mi mano comienza a humedecer el mouse del computador.

La página está saturada de personas que no se atreven a decir que quieren amor.

A mí me da vergüenza tener que andar pidiéndole amor a un grupo de desconocidos.

Con los perfiles más interesantes mantendré una conversación hasta que me aburra y quedarán en la lista azul. Azul, de príncipe azul.

Los perfiles calentones, directos y cuyas fotos me agraden serán obviamente los de la lista roja.

Los que no me agraden, ni en lo que dicen, ni en su aspecto, se irán a la lista negra.

La imagen me importa.

Soy dueño de decir lo que es bello o feo para mí. Tal vez sea un fascista recalcitrante. Quién sabe.

Me desconecto.

Tomo un cuaderno de croquis en el que a veces me quedo dibujando un rato hasta perderme en bosquejos y líneas con y sin sentido.

Acabo de dibujar a un hombre dándole patadas a un equipo de música donde suena Miguel Bosé.

Luego dibujo una piscina llena de peces. Tamaños y colores deslizándose de acuerdo a sus propias perspectivas.

Se agrupan por especie.

La figura de un hombre nada entre ellos.

Este sí soy yo.

Para ellos soy el pez grande.

Se alejan de la trayectoria que define mi nado.

Los peces se atrincheran en los bordes.

Miro el acuario que tengo en uno de los estantes de mi pieza, hay piedrecillas y una estrella de mar plástica de color celeste.

El último pez que tuve murió de hambre.

De vez en cuando, en mi dibujo, un pez cruza de un lado para el otro buscando su cardumen.

Hay miedo en su mirada, cierta perplejidad, tal vez sea un acto de valentía cruzarse en mi camino.

Estoy en el fondo.

Los peces esquivan mi mirada.

¡Al diablo con los peces!

No me quedan cigarros, me gustan fuertes y sin filtro. Salgo a comprar otra cajetilla.

Caminar me despeja y alivia cualquier atisbo de ansiedad.

Es una linda noche, así que decido sentarme en un banco de una plaza cerca de mi departamento.

Prendo un cigarro.

La combustión de la primera fumada hace crujir el tabaco y estalla una pequeña chispa.

Mantengo el humo dentro un rato y lo lanzo haciendo argollas.

Observo a un grupo de jóvenes tirados en el pasto, toman cerveza de buena calidad.

Uno de los chicos se acerca a pedirme fuego cigarro en mano.

Debe tener unos veintitantos años. Tiene un lunar en su clavícula.

Le ofrezco el encendedor con la llama ardiendo e intenta arrebatármelo para encenderlo.

No lo dejo. Me mira y sonríe.

El lunar se vuelve más seductor con la luz de la llamarada.

Le pregunto su nombre. No responde y se va.

Termino de fumar y recuerdo que a esa edad andaba en las mismas, con amigos que nunca más vi.

Llego a mi departamento y saco una botella de champagne del refri.

Me gusta el sonido del descorche. Chupo la espuma para que no caiga al suelo y me atoro. Levanto los brazos con lágrimas en los ojos.

Empiezo a saltar.

Estoy solo: este soy yo.

Salgo al balcón a tomar aire.

Me calmo.

Me tomo una copa sentado frente al computador.

Miro la página de citas abierta sin hacer nada por un rato.

Veo muchos ojos brillosos y juguetones.

Una mosca se para en mi frente, le doy un manotazo. Se escapa.

Escribo en una hoja de Word: Están los feos que obvian el envase con perfiles llenos de espiritualidad y frases sacadas de algún libro de Paulo Coelho.

Otros, le hacen el quite a las plumas. No van a las discos. No usan ropa Zara. No andan con el corte de moda, pero pasan metidos en los chats. Creo tener algo de ellos, pero de vez en cuando no tengo problema con ir a uno de estos antros a cazar cuando la calentura, el copete y el tiempo se han alineado.

A algunos, la exageración se les nota a la inversa. Chaquetas de cuero y pelo por todos lados. Cultivan músculos y siempre tienen uno o dos hijos: Su mascota o sus barbas.

La mosca se para en la pantalla de mi computador, justo sobre la palabra “hijos”. La espanto con un soplido que arroja sin querer gotitas de saliva que toman el color del arcoíris. Las seco con los dedos.

Sigo escribiendo: