Pluma - Carlos G. Tutor - E-Book

Pluma E-Book

Carlos G. Tutor

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El amigo del viento, el joven escritor, el chico de los sueños, el señor del sombrero... Personas con historias que vislumbramos a través de las vicisitudes dudosamente errantes de una pluma, que nos acompañará durante este acogedor libro. A medio camino entre el relato y la novela corta, Pluma penetra, a través de varios personajes, en una cotidianidad transcendente. Porque ¿no somos quienes somos gracias a todos los momentos que hemos vivido?

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El amigo del viento, el joven escritor, el chico de los sueños, el señor del sombrero... Personas con historias que vislumbramos a través de las vicisitudes dudosamente errantes de una pluma, que nos acompañará durante este acogedor libro. A medio camino entre el relato y la novela corta, Pluma penetra, a través de varios personajes, en una cotidianidad transcendente. Porque ¿no somos quienes somos gracias a todos los momentos que hemos vivido? Unas páginas llenas de encanto y de magia.

Pluma

Carlos G. Tutor

www.ushuaiaediciones.es

Pluma

© 2024, Carlos G. Tutor

© 2024, Ushuaia Ediciones

EDIPRO, S.C.P.

Carretera de Rocafort 113

43427 Conesa

[email protected]

ISBN edición ebook: 978-84-19405-04-3

ISBN edición papel: 78-84-19405-03-6

Primera edición: marzo de 2024

Diseño y maquetación: Dondesea, servicios editoriales

Todos los derechos reservados.

www.ushuaiaediciones.es

Contenido

Pluma

Carlos G. Tutor

Índice

El autor

A todo lo que vuela,

dirija o no su rumbo.

Porque volar es como soñar,

pero más alto y más real.

Índice

Una pluma de desprende de su ave. Su rumbo lo dictamina el viento. Cae. El mundo es diferente desde abajo. Y abajo está el joven escritor. Escribiendo sobre el amor. Preguntándose cómo será el mundo desde arriba

El amigo del viento. No está solo. Es peor: está desplazado. Se deja llevar por la vida, se deja llevar por el viento. Parece que el viento acierta. Las calles de la felicidad

Pegar para ganar. Ganar para ser respetado. El chico de los sueños. Pegar a la rutina para ganar un objetivo. Casi nunca es suficientemente tarde

Plumas para dormir bien. El señor del sombrero. El reflejo del tiempo en el espejo. Y el tiempo, como el viento, pasa de largo sin miramientos por ti

Afición por pensar. Subir cargas, bajar cargas. Entre cargas, pensar en cosas. Porque se habla con más propiedad. Saber escuchar primero. Fe

La plumatura del círculo. Esperanza. Dolor. Esperanza. Decisiones. Esperanza

Libertad. A medias. No siempre que se vuela se es libre, al menos no si para hacerlo dependes del viento y la dirección en la que sopla es la dirección que tomas. Por eso ella era solo medianamente libre. O lo sería si pudiera sentir. ¿Podría? Probablemente no, las plumas no sienten. Ni si quiera esta, que nada más verla, uno se da cuenta que debió pertenecer a una paloma realmente preciosa. Pero al observarla danzar elegante en el aire, cualquiera diría que no necesitaba estar adosada a la paloma de la que se desprendió. Sí, tal vez eso sí lo llegaba a sentir.

En la ciudad todo transcurría con normalidad. Había abundantes novedades, las novedades particulares de muchos de sus habitantes, pero eso a la ciudad no le afectaba, por lo que la ciudad en sí no tenía novedad alguna y todo para ella transcurría con normalidad.

Resignada por la falta de impulso, aunque sin perder su donaire en ningún momento, la pluma comenzó a descender hacia la ciudad que tenía novedades particulares pero no para ella misma.

La novedad particular para la pluma era que iba a posarse por primera vez viviendo apartada de las demás plumas, sin la paloma de la que formó parte y que tras desprendérsele no volvió a por ella.

Con dulzura, se dejó llevar, se dejó caer. El suelo estaba sucio. La acera que la recibió pareció no percatarse de su presencia, y los viandantes que paseaban por ella, tampoco. A simple vista parecía que la pluma no estaba apoyada en el suelo gris sino levitando a unos milímetros de este, sin tocarlo, por miedo a mancharse. Desconozco si realmente era así, pero para lo que no tenía protección era para los amenazantes pies de los peatones que a buen ritmo pasaban a pocos centímetros de ella sin percatarse de su presencia. ¿De veras no la advertían? De pequeño mis padres me enseñaron que había que caminar con la cabeza bien alta, pero siempre había creído que se trataba de una metáfora.