Poesía completa - Henrik Ibsen - E-Book

Poesía completa E-Book

Henrik Ibsen

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Beschreibung

Fueron muy variados los temas y asuntos que Ibsen trató en su producción poética. Pero toda ella se vio impulsada por el mismo anhelo de luz y de precisión: los poemas ocasionales, tan gráciles y saludables para cualquier lector, no importan su latitud ni su condición; los poemas de amor y los de libertad y esfuerzo humanos, a través de los cuales se filtra algo telúrico, una visión magmática de la vida; los poemas patrióticos, en los que alienta una épica de la derrota o de la desgracia que desacraliza lo nacional, haciendo de la patria la doméstica comunidad de unas gentes que no desean sino vivir en paz; los poemas satíricos, en los que se revela un hombre que enjuicia por el lado de la risa a sus semejantes, poniendo en ello buena parte de su propio fondo humano; los poemas de la naturaleza, que entronizan la ley de la necesidad, esa geometría del mundo que lo hace tan hermoso y tan trágico al mismo tiempo.
Al fin, el lector puede comprobar ahora por qué a Ibsen se le ha tratado siempre de gran poeta: estos poemas son el testimonio de alguien que se dejó penetrar por la vida para mejor transmitir su flanco de venganza, de crueldad y también de redención.

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Henrik Ibsen

Poesía completa

Tabla de contenidos

POESÍA COMPLETA

Músicos

El consistorio del rey Halcón

Planes de edificación

Flores silvestres y plantas de tiesto

Ornitobalada

En Akershus

Patos de flojel

En la línea de flotación

Pájaro y pajarero

Mineros

Mi vino joven

Fotófobo

Maneras de poeta

La quebrada

Vida de montaña

En canora procesión

Un cisne

¡Loada sea la mujer!

Cuatro de julio de 1859

La escuela

Dolor popular

A los diputados

Salutación a los suecos

A los supervivientes

Al profesor Schweigaard

Canción de cuna

¡Lejos!

El petrel de tempestad

Agnes

Rima de álbum familiar

El poder del recuerdo

Carta abierta (Al poeta H. O. Blom)

A un artista que se aleja

Canción heroica de Ornulf

Recuerdo a Federico Séptimo

¡Un amigo en apuros!

La base de la fe

El edificio del Parlamento

Terje Vigen

Complicaciones

De mi vida doméstica

Una iglesia

En la galería

El coro de los invisibles

Por las mesetas

Oración de las mujeres

Gracias

La muerte de Abraham Lincoln

A mi amigo el orador de la revolución

Sin nombre

A Port Said

A Federico Hegel

Carta en globo

Carta rimada a la señora Heiberg

En una boda

En el álbum de un compositor

Barcos en llamas

Canto de salutación a Suecia

Muy lejos

Carta rimada

En el milenario

Una estrofa

Estrellas en luz trémula

Sentados estaban los dos

Poemas selectos 1848-1872

De noche

Paseo bajo la luna después de un baile

Primavera de vida

En la pinacoteca

Canción junto a la tumba de Ole Vig

Banquete funeral

Canto a mis antepasados

Canto del 17 de mayo

Graznido de gaviota

Canto con motivo de la recepción de los bustos de Wergeland y Wellhaven

Señales del norte

Versos de los últimos años de la vida de Henrik Ibsen

Mi patria

Con ‘Brand’ a una niña de un año de edad

Los últimos versos de Henrik Ibsen

POESÍA COMPLETA

Henrik Ibsen

Músicos

A ella iban mis pensamientos

Cada estival noche luciente;

Mas la senda al arroyo iba

Entre el rocío del aliso.

¡Eh, tú sabes con miedo y canto

De la bella encantar la mente,

Y en grandes iglesias y salas

Ella contigo entrar ansia!

A salir de honda agua exhortéle;

Su violín me apartó a Dios;

Mas cuando erigíme en su dueño

De mi hermano esposa ella fue.

En grandes iglesias y salas

Yo mismo he tocado mi música,

De la cascada el miedo y canto

Jamás huyeron de mi mente.

El consistorio del rey Halcón

Tú, viejo salón de gris piedra,

Do los búhos hacen sus nidos,

Cuandoquier te veo recuerdo

Al rey Lear en silvestres breñas.

Dio a sus hijas el real tesoro,

Les dio su posesión más cara;

Y ellas en turbia noche echáronle

A huir por ásperos caminos.

Tú, sala que del tiempo al peso

Cedes, lo mismo sentir debes,

Si a ingrata posteridad diste

Lo más caro que conocías.

De áurea mies recuerdo nos diste,

Una historia en ricas imágenes.

¿Mas oyóse acaso una voz

Hender con su “gracias” la noche?

Hete allí, cual de Albión el rey,

De salvajes vientos juguete;

Seis siglos de tempestad burla

Han sido tus grises almenas.

Viejo, es alba, tu gente sale;

Reparemos ahora los fallos:

Tu atuendo real remendaremos;

De bufón ya tienes capucha.

Y así, salón de grises muros

Do los búhos hacen sus nidos,

Cuandoquier te veo recuerdo

Al rey Lear en silvestres breñas.

Planes de edificación

Tan vivo lo recuerdo cual si hoy pasado hubiese,

El día en que en un periódico vi mi primer poema.

En mi cuarto alquilado, yo fumaba tranquilo,

Cigarro en mano, en sueños de placidez sumido.

“Haré un castillo aéreo que en todo el norte luzca,

Dos alas tendrá: grande la una, pequeña la otra.

Habitará la grande un poeta inmortal;

Y en la otra una doncella me servirá a la mesa”.

Yo encontraba en mi plan una hermosa harmonía;

Lástima que surgieran luego en él contratiempos.

Al madurar su dueño, vio el castillo ridículo:

Chica era el ala grande; la pequeña hizo ruina.

Flores silvestres y plantas de tiesto

“¡Dios mío, no comprendo yo su gusto,

Ni sé dónde le ha puesto Dios los ojos!

¡No es ella una belleza, y se dijera

Que a la frivolidad tiene afición!”.

Cierto que esto más se asemejara

Al aire de los dramas de hoy en día

Si yo buscase un buen ejemplo de ello

Entre señoras de lo más normal.

Cual ornato floral de invierno lucen,

De sus ventanas en el dulce marco;

Como plantas de tiesto en tibia tierra

Al calor de la estufa reverdecen.

Cada rama florida en general

Rejuvenece tras hiemal letargo;

Sí, si sensato fuese elegiría

Una entre cuantas hay que son normales.

¡Ladina sensatez, de qué nos sirves!

¡Asco y náusea infunde en mí tu voz!

¡Y es que es una flor silvestre, y tiene

Diez y seis primaveras de existencia!

Ornitobalada

Un bello primaveral día

Paseábamos por la alameda;

Atrayente como un misterio

Era aquel recinto prohibido.

Soplaba el viento del oeste

Y azul en extremo era el cielo;

En un tilo estaba una pájara

Gorjeando para sus crías.

Yo hice el papel de agudo vate

Con juguetona opalescencia;

Dos ojos pardos relucieron

Y rieron y me escucharon.

Sobre nosotros oír podíamos

Los susurros y las risitas;

Mas suavemente despedímonos

Y no nos volvimos a ver.

Y ahora, cuando paseo a solas

De un lado a otro de la alameda,

Por la emplumada gentecilla

Nunca siento paz o reposo.

Doña Gorriona nos oía

Mientras paseábamos tranquilos,

Y una balada dedicónos

Por ella misma puesta en música.

En pajariles bocas late,

Pues bajo el techo de las hojas

No hay pico en que no esté ese día

De luminosa primavera.

En Akershus

El velo de la noche estival dulce

Se retrae si la Tierra se despeja;

Estrellas solas, grandes, mudas, pálidas

Arden tranquilas tras sus cortinajes.

El fiordo esponja ahora de su pecho

La angostura con voz hueca y velada.

Escucha, es cual canción de infancia tierna,

De esas que nunca olvídanse del todo.

La vieja Akershus serena otea

A través de la niebla el mar en calma;

Y a veces, confiada, me parece

Que asiente en dirección a Hovedoen .

Tras las altas ventanas de la sala

Un azulenco resplandor tirita.

¿Quién es ése, ferroso caballero

Con ojos de rojizo relucir,

Ése, que, triste, en el salón se sienta

En su sillón, en sí mismo encogido?

¡Sí, claro!, ¿quién va a ser?, ¡es el rey Kristjern

Rugosa frente, débil el mentón;

Su mano la tizona busca en vano,

La vaina ensangrentada está y mohosa.

Cual recuerdo de fúnebre grandeza,

Bella y noble aún a nuestra vista,

Junto al ventanal yérguese una dama,

Sin duda la mujer de Knut Alfsonn.

Danesa flota en el fiordo aguarda;

Su marido, en defensa, inerme, vino

Del paterno terruño, y aceptando

De Gyldestjerne la hospitalidad.

Yacente le remaron a la orilla

Sin cánticos ni cirios; en la frente

De Knut Alfsonn ahóndase una brecha

Que de Noruega en el corazón sangra.

Ved a ese hombre atado, en capa envuelto.

Fácil paréceme acertar su nombre;

Un centenar de armados paladines;

Hay que salvar a Herlof Hyttefad.

Arde el fuego en el patio de las sierpes;

Florece sangre en fantasmal ropaje;

Cuatro donceles guardan la camilla,

Kristjern, tras las cortinas, lo contempla.

¡Potente campeón que alzó la espada

Por su pueblo en cadenas, te loamos!

¡Más dulce que el incienso es la humareda,

Humo de sangre, que la hoguera exuda!

¡Sangre de mártir, fuerte cual simiente,

Germen del día horrible de Noruega,

Que, tras trescientos años, reflorece

En Eidsvolds Verk un día primaveral!

¡Vedlo, pues! ¡No, todo esto se ha esfumado!

“¡Adelante!”, nos dice el centinela;

De su sudario Akershus prescinde,

Y ahora un traje de diario porta.

Patos de flojel

De Noruega habitante, pato de flojel;

Fiel siempre al fiordo gris y plomo.

Con el pico arráncase el plumón del pecho,

Que caldeará su muelle nido.

Mas firme y duro es el pescador del fiordo;

Todo el plumón del nido roba.

Si cruel el pescador, cálida es el ave;

Su seno vuelve a picotear.

Si desnúdase es para vestir su nido

De nuevo en algún rincón lueñe.

Pero el tercer despojo será el último,

Y una noche de primavera

La niebla henderá con pecho ensangrentado;

¡Al sur, a caldeada costa!

En la línea de flotación

Mira, amor mío, lo que aquí te muestro:

Una flor de alas blancas.

Por silentes torrentes conducida

Nadaba en verno grave como el sueño.

¿Quieres acaso tú darle refugio?,

En tu regazo dáselo, amor mío;

Quizá bajo sus pétalos se esconde

Callada y quieta ola.

Niña, observa del lago la corriente,

¡Peligroso es soñar con ella!,

Finge el genio fluvial allí dormir;

Por encima juguetean los lirios.

Tu regazo es del lago la corriente,

Peligroso es soñar con ella, niña;

Por encima juguetean los lirios;

Finge el genio fluvial allí dormir.

Pájaro y pajarero

Mozo ávido, con astillas

Hice una trampa de pájaros,

Y antes de hasta diez contar

Vi caer un pájaro en ella.

Llevéla con brutal gozo,

A mi cuarto de jugar,

Donde asusté al prisionero

Con amenazas y burlas.

Tras así pasarlo bien

Y mi crueldad saciar,

Dejé la trampa en la mesa

Y la entreabrí con cuidado.

¡Ay, cómo agita las alas!,

Vida y libertad le ofrezco;

Al aire quiere lanzarse,

Pero cae al fondo… ¡roto!

¡Ave en trampa, estás vengada!,

También ahora cayó el chico

En un cerco donde sólo

Perplejo agitarse pudo.

También él ahora mira

Con espanto entre barrotes,

Esto aterra su sentido;

De pies a cabeza tiembla.

Y cuando entreabierta piensa

Ver ventana al aire libre,

Cae brusco, sus rotas alas,

De su cerrado camino.

Mineros

¡Rocosa faz, de trueno y viento herida

Bajo mis fuertes martillazos! Hacia

El fondo deben ir mis pasos, tengo

Que oír sonar al fondo el mineral.

Del monte al fondo en desolada noche

Me hace señales el tesoro pingüe,

Piedras preciosas y diamantes, entre

Rojizas vetas de oro serpenteantes.

En lo más hondo, empero, la paz reina

Desde la eternidad, paz y trabajo;

¡Ábreme paso, tú, fuerte martillo,

Hasta la oculta cámara profunda!

Otrora, de muchacho, jubiloso,

Bajo el cielo estrellado yo sentábame,

Pisé vernales sendas florecidas,

De mi feliz niñez en posesión.

Mas olvidado había el diurno fausto

Del pozo en la tiniebla nocturnal,

Y el canto y el rumor de la cosecha

En los pasillos negros de la mina.

El primer día en que descendí a ella