Psicosis y escritura - Ignacio Iglesias Colillas - E-Book

Psicosis y escritura E-Book

Ignacio Iglesias Colillas

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Beschreibung

En la actualidad, especialmente a partir de los comentarios de Lacan sobre la obra de James Joyce, se han multiplicado los estudios basados en obras enteras (literarias o poéticas) de tal o cual autor —estudios muy valorados en muchos ámbitos psicoanalíticos—, buscando en ellas rastros e indicios de rasgos psicóticos. Ahora bien, ¿cuál es la utilidad clínica de dichos procedimientos? ¿Es que acaso alguien «es» psicótico siempre? ¿Constituyen un avance para la práctica o para la teoría psicoanalítica? Este ensayo demuestra que las respuestas a estas preguntas no son para nada evidentes y se propone investigar en qué consisten los procedimientos de interpretación del material clínico de los psicóticos. Partiendo de una nueva interpretación del caso Schreber, nuestro autor encara una investigación metodológica y epistemológica más general en la que analiza la relación entre psicoanálisis y fenomenología hermenéutica, procurando hacer un aporte a la reflexión sobre la crisis que actualmente atraviesa la praxis analítica. Este recorrido lleva al autor a preguntarse por el estatuto científico del psicoanálisis, encontrando una valiosa herramienta de análisis en el concepto de «texto» en la filosofía del lenguaje de Paul Ricœur. Paul Ricœur es, quizás, el filósofo que más ha trabajado en torno al estatuto científico del psicoanálisis. Su libro De l'interprétation. Essai sur Freud, publicado en 1965, fue inmediatamente valorado como uno de los tratamientos teóricos más equilibrados y exhaustivos del psicoanálisis y como uno de los intentos más notables por aclarar los dilemas concernientes tanto a su estatuto científico como a su lugar y diálogo con otras disciplinas. Este ensayo indaga también a qué se debe que Ricœur sea, para muchos psicoanalistas, un autor desconocido y poco estudiado, intentando responder a la pregunta: ¿por qué el silencio, el desconocimiento y también rechazo en el ámbito psicoanalítico respecto a la filosofía del lenguaje de Ricœur?

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PSICOSIS Y ESCRITURA

Psicoanálisis y hermenéutica Freud – Ricoeur – Lacan

Ignacio Iglesias Colillas

Prólogo Vinicio Busacchi

Epílogo Giuseppe Martini

ColecciónSchreber

Créditos

Colección Schreber

Título original:

Psicosis y escritura

Psicoanálisis y hermenéutica – Freud–Ricoeur–Lacan

© Ignacio Iglesias Colillas, 2022

© del «Prólogo», Vinicio Busacchi

© del «Epílogo», Giuseppe Martini

© De esta edición: Pensódromo SL, 2022

Esta obra se publica bajo el sello de Xoroi Edicions

Diseño de cubierta:

Cristina Martínez Balmaseda - Pensódromo

Editor: Henry Odell

e–mail: [email protected]

ISBN print: 978-84-125592-0-0

ISBN ebook: 978-84-126731-5-9

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

Índice

PrólogoEl problema de la escritura en las psicosisIntroducción generalEstado actual del conocimiento sobre el temaLa recepción de Lacan de la obra de Ricœur y algunas de sus consecuenciasLectura freudiana de las Memorias de un neurópataBreve estudio de la correspondencia entre Freud y sus discípulos: el contexto subjetivo en la construcción del «caso Schreber» y la teoría freudiana de la paranoiaLas «Formulaciones sobre los dos principios del acaecer psíquico» como «Prefacio» del historial de SchreberLa analogía entre sueño y psicosis: el cumplimiento de deseoLa paranoia desde la época de FlieβLos «componentes homosexuales» en las paranoiasParanoia, simbolismo y fijacionesLectura del historial de Freud: el caso SchreberMetodología y construcción del caso SchreberRevisión generalLa epistemología freudiana según Ricœur en Freud: una interpretación de la culturaLa epistemología freudiana como «discurso mixto»El concepto de Repräsentanz como condición de posibilidad de la traducciónLa lógica trascendental del doble sentidoLas dos tradiciones sobre la interpretaciónLa noción de «texto» en Freud y el «símbolo» en Ricœur¿Obra de arte o documento biográfico?Energética y hermenéutica en el historial de SchreberIntroducción al lenguaje y la hermenéutica en RicœurHermenéutica filosófica y filosofía reflexiva¿Explicar o comprender? La «operación de la lectura»La «triple mimesis»Síntesis: las etapas del pensamiento hermenéutico de RicœurLa hermenéutica como filosofía del lenguajeLos principios del «análisis estructural» según SaussureEstructuralismo y hermenéuticaDe la semiótica a la semántica: el lenguaje como discursoFilosofía y lenguajeEl concepto de «vivencia»: entre Dilthey y FreudEl «complejo del prójimo» de Freud y el «ser-con» de HeideggerLa hermenéutica textual según RicœurHabla y escrituraLa función referencial del texto y la operación de la lecturaLa fijación por la escrituraLas subjetividades del autor y del lector: la «fusión de horizontes»El «mundo del texto»El modelo del «texto» como marco epistémico-metodológico de la interpretación freudiana de lasLas Memorias como un «texto»De la asociación libre a la primera operación de la lecturaLa «frase» como primera unidad de análisis en el marco del «texto»El texto en tanto «obra» como unidad de análisisEl uso de las citas y la intertextualidad como fundamento de la interpretación: la «ilustración por apuntalamiento»La dimensión epistémico–metodológica de la analogía entre psicosis y sueñoEl «mundo» de las Memorias a partir del historial de FreudLa interpretación como proceso de lecturaConclusiones: límites y alcances del presente estudioLos procedimientos de validación de las conjeturas de la interpretaciónEl caso Schreber como «procedimiento de investigación»Toda descripción es interpretación: la fenomenología hermenéuticaAnexo: La subjetividad en el texto: el estatuto ontológico de la escritura psicóticaLacan y su triple acepción de la escrituraEl estatuto ontológico de la escritura en las psicosis: el problema de la sustancia desde la perspectiva de RicoeurConclusiones: el texto comoEpílogoRetorno a Schreber: una perspectiva complementariaReferencias bibliográficasAcerca del autor

Prólogo

por Vinicio Busacchi

Paul Ricœur (1913-2005) es quizás el filósofo que más ha estado trabajando en el psicoanálisis desde la publicación de De l’interprétation. Essai sur Freud (1965). Este libro fue inmediatamente valorado como uno de los tratamientos teóricos más equilibrados y exhaustivos del psicoanálisis y como uno de los intentos más notables por aclarar los dilemas concernientes a su estatuto científico. Como es sabido, a pesar de haber sido considerado por Sigmund Freud como una ciencia en todos sus aspectos, como la química o la física, el psicoanálisis freudiano revela las propiedades de un Jano: por un lado, la teorización intenta espejar el procedimiento de una ciencia rigurosa; por el otro, la terapéutica se refiere principalmente a una hermenéutica, de acuerdo a un modelo mucho más parecido a la aproximación narrativa e interpretativa como el que opera en la sociología cualitativa o en disciplinas como la historia, más que como en la química o la física. Además, Ricœur revela otro aspecto específico y problemático del entramado del psicoanálisis de Freud: esta disciplina muestra una variada doble configuración epistemológica, energética y hermenéutica, basada en un funcionamiento lingüístico-interpretativo (del tratamiento) y en la dinámica de fuerzas (véase el capítulo «La epistemología freudiana según Ricoeur enFreud: una interpretación de la cultura). En papers subsiguientes escritos entre los años setenta y ochenta, Ricœur retorna de manera explícita a este tema, donde no solo muestra la particularidad positiva y la legitimidad del psicoanálisis como una ciencia, sino que también lo coloca productivamente dentro de una nueva perspectiva científica (generalizable).

Detrás de la declaración de Freud de que el psicoanálisis es una ciencia similar a la química, reconoce el riesgo de degradación/reducción del ser humano al nivel biológico. Con respecto a la idea de que lo que es terapéutico del psicoanálisis es la relación dialéctico-interpretativa entre paciente y analista, entendida esta como un proceso de investigación y reconstrucción de vínculos causales, se opone a la concepción de que lo fundamental y decisivo en la terapia es la narración, que es narrar la propia existencia redescubriendo e identificando las razones del sufrimiento interno. Cree que un concepto como el del sufrimiento psíquico presenta causas primarias, más que efectos.

Si Freud puede escribir historias de casos —explica— es porque toda experiencia analítica tiene lugar dentro de una modalidad discursiva que podemos llamar discurso narrativo. El analizante relata sus sueños y episodios del pasado. Relata lo que no entiende, hasta que entiende lo que relata1.

En la perspectiva de Ricœur, el sufrimiento psíquico muestra una conexión directa con una doble opacidad interna: la opacidad primordial del sufrimiento, que hace que el paciente busque ayuda a través del lenguaje y el diálogo, y la opacidad que se descubre a través de la interpretación. La fuerza de la interpretación no consiste en suprimir completamente la opacidad sino en hacerla aceptable, soportable. Tal como lo explica Ricœur:

[…] la primera opacidad es el sufrimiento en sí mismo, impenetrable al habla, el sufrimiento sufrido. Pero la conducta del duelo y el trabajo de la memoria practicado a través del tratamiento no logra abolir la opacidad. Revelan una opacidad mucho más profunda, mucho menos emocional —más existencial—, la relación de uno con los otros, con el mundo, consigo mismo. Entonces, hablo de una opacidad fundamental, pero que se hace soportable. Me concentro mucho en esta palabra, soportable para uno mismo y con los demás. Lo que constituye a una enfermedad mental no impide las relaciones con los demás, relaciones sociales, e incluso el diálogo con uno mismo2.

Un enfoque teórico de tipo hermenéutico sobre el psicoanálisis —como el que desarrolla Ignacio Iglesias Colillas en este libro, no muestra contradicción con la posibilidad de trabajar estrechamente con un enfoque que se ancla principalmente en discursos biológicos y farmacológicos. Entre los diferentes itinerarios de investigación podemos recordar, como ejemplo, la investigación de Wilma Bucci (profesora en el Instituto Derner de la Universidad Adelphi de Nueva York), que se dedicó durante años a desarrollar un modelo teórico en dialéctica con los dilemas, contenidos, adquisiciones y teorizaciones relacionadas con las ciencias cognitivas. En su trabajo, la psicología cognitiva y la neurología constituyen los polos científicos dominantes a través de los cuales la comparación del psicoanálisis con la neurociencia es productiva y efectivamente posible. En cierta medida, este tipo de trabajo representa una renovación del proyecto original de Freud del psicoanálisis como ciencia neurobiológica, de acuerdo con una línea de pensamiento predominante en psicología y neurofisiología a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX en Alemania y Austria. En aquel entonces, a pesar de la disputa metodológica (Methodenstreit), el enfoque filosófico positivista era ampliamente predominante.

Sin embargo, a través de su enfoque, Freud estaba cruzando transversalmente las disputas aporéticas porque era consciente de que los enfoques más amplios, interpretativos y narrativos, eran los ejes metodológicos y epistemológicos de su psicoanálisis. Sin embargo, al mismo tiempo, consideró esta situación como un andamiaje temporal a la espera de los necesarios avances de la neurobiología (y farmacología) en el conocimiento y las habilidades analíticas y explicativas. Freud era tan consciente de la fragilidad científica inherente a los historiales clínicos, que escribió «deberían leerse como cuentos» (Estudios sobre la histeria, 1895), pero una prueba de su firme voluntad de excluir al psicoanálisis de la psicología fue, entre otras cosas, la firme determinación de solicitar un título médico (no psicológico o filosófico) y capacitación para los aspirantes a analista.

El tiempo de ejercicio de la ciencia con una altiva resistencia a la comparación interdisciplinaria está ahora desactualizado. Tal resistencia fue la herencia de una larga tradición de solitaria marcha de muchas ciencias que ya no existen. Por un lado, la idea del rigor y el trabajo científico se ha conjugado durante mucho tiempo (y en algunas partes continúa así) conscientemente con una específica concepción ideológica de la cientificidad que se entiende como incomunicable y con una lógica cerrada y autosuficiente entre teoría/procedimiento/experimento. Por otro lado, unas pocas lecciones como las de Freud han marcado una era de manera notablemente profunda y generalizada atrayendo significativos intereses no–científicos y diferentes (o contradictorios), como las formas culturales, el arte, la religión y la política.

En la actualidad puede registrarse cierta tensión en los múltiples intentos de comparación y conjugación interdisciplinaria. Esta condición refleja la resistencia a los proyectos de uniones fuertes, y quizás se aceptan como niveladoras, ingenuas o ciertamente prematuras. Podemos considerar, por ejemplo, el proyecto de Mark Solm de un neuropsicoanálisis —un interesante proyecto que persigue el sueño original de Freud—. La combinación entre disciplinas no debe ser necesariamente un proyecto de fusión sino más bien de diálogo y dialéctica entre ellas, con miras a un trabajo más extenso, articulado y productivo de investigación interdisciplinaria que mantenga la autonomía teórica, práctica y operacional específica de cada disciplina. Efectivamente, tanto el lenguaje, que es una red conceptual compartible, como el campo hipotético y teórico, pueden ocasionalmente transformarse en un campo de reflexión común (dinámico) más allá de las diferencias en la práctica y/o en las fuentes de información y recopilación de datos. En este nivel teórico o de teorización, disciplinas como la filosofía pueden contribuir significativa y productivamente a un avance más rico, integrado y comprensivo de los conocimientos científicos.

Sin lugar a duda, la complejidad surge del desarrollo y aplicación de este tipo de razonamiento para reunir disciplinas científicas con diferentes y contrapuestas lógicas internas, técnicas y estructuras, como la psiquiatría y el psicoanálisis o la neurobiología y la psicología. La idea de una «neurociencia existencial» suena casi a una especie de oxímoron, una especie de híbrido improbable, una imposibilidad intra/inter-ciencia, exactamente similar a la neurofenomenología. Sin embargo, científicos como Vittorio Gallese (Universidad de Parma, Italia) siguen esta línea especulativa y científica de investigación sobre las «neuronas espejo», simulación encarnada y los mecanismos o dinámicas (mejor) de interrelación e identificación, que se entienden como poseedoras de bases tanto neuronales como sociales. Su interés por la neurofenomenología (Francisco Varela [1946–2001], Evan Thompson [1962–] et. al) es paralelo a su interés por el lenguaje humano, como mediación entre biología y cultura y como dimensión social que revela la participación constitutiva de las acciones del cuerpo a través de estímulos cerebrales y motivación subjetiva, razones o deseos a través del ejercicio mental de la voluntad e intencionalidad3. Tanto su investigación sobre las neuronas espejo como su concepción de la simulación encarnada permiten el desarrollo de un modelo de la intersubjetividad sobre una base biológica; este modelo muestra conexiones significativas con múltiples aspectos de la metapsicología de Freud y la reciente investigación teórica sobre el psicoanálisis. Una serie de (perpetuos) dilemas mente-cuerpo relacionados con el concepto de Freud del Vorstellungrepräsentanz (el representante de la representación), por ejemplo, son ampliamente paralelos con los nuevos dilemas relacionados con los vínculos ente la memoria y el recordar, memoria e inconsciente, sueño y experiencia; empatía o emoción y funcionamiento neuronal de modo tal que se siguen reforzando los estrechos nexos con el cuerpo.

Un filósofo puede sospechar de los intentos de un enfoque monista o reduccionista (similar a uno unilateralmente espiritualista o existencialista) que reduce todas las complejidades mentales–existenciales a funcionamientos orgánicos cuerpo-cerebro en lugar de desarrollar un discurso efectivamente interdisciplinario y unificado (que específicamente constituye una tarea de Sísifo). Sin embargo, todas estas perspectivas generales teóricas y especulativas constituyen esfuerzos concretos hacia un discurso (re)unificado sobre el ser humano, que actualmente sufre de una inaceptable fragmentación y compartimentación debido a la híperespecialización e hípersectorialización del conocimiento y las ciencias. Por lo tanto, Gallese tiene razón al sostener que su investigación puede contribuir productivamente en la ampliación del diálogo entre psicoanálisis y neurociencia.

El psicoanálisis siempre ha identificado al cuerpo como la fuente de alimentación principal de las representaciones psíquicas. Avances recientes en la investigación en neurociencia cognitiva han puesto en relieve la importancia tanto del cuerpo-en-acción como el sistema sensorio-motor en la constitución de la representación de la realidad. Estas investigaciones son ampliamente compatibles con los desarrollos contemporáneos, que han cambiado el énfasis del estudio de la mente individual a la dimensión intersubjetiva.

La investigación de Ignacio Iglesias Colillas se adentra, cruza y atraviesa este mismo horizonte científico y problemático a través de un libro sobre psicosis y escritura, similar a una encuesta histórico-doctrinal sobre el controversial historial clínico de Freud sobre la paranoia de Schreber (1911). Iglesias Colillas realiza esfuerzos significativos para profundizar la doble lógica bifásica —metodológica y epistemológica— del discurso de Freud, tratando cuidadosa y constantemente la tensa línea entre psicología y psiquiatría, que incluso hasta el día de hoy constituye la fuente de fortaleza y de debilidad del psicoanálisis. Además, utiliza productivamente esta doble dimensión del discurso psicoanalítico para trabajar eficazmente con la hermenéutica, tanto como discurso epistemológico y metodológico específico, como campo de expresión patológica (verbalizaciones o conceptualizaciones; representaciones o narración), como campo de trabajo terapéutico y como vocabulario específico o nueva red científica, especulativa y conceptual para la comprensión de las psicosis.

El abordaje de Freud del caso Schreber y el caso Schreber en sí mismo, tanto como caso clínico singular y como objeto hermenéutico de reflexión y análisis, es peculiar en muchos sentidos. En primer lugar, el ex-senador Daniel Paul Schreber no fue paciente de Freud. No solamente, como lo recuerda Iglesias Colillas en su capítulo introductorio4, porque todas sus interpretaciones se basaron predominantemente en un texto escrito (además de en algunos informes médicos y legales), sino porque el estudio y tratamiento psicoanalítico directo de la paranoia era imposible, para médicos como Freud, por fuera de un hospital público, como él mismo lo declara en su artículo.

Por el contrario, y como punto principal de controversia teórica, tanto procedimental como filosófica y hermenéutica, una investigación psicoanalítica directa de la paranoia es (de acuerdo con Freud) menos adecuada que una indirecta a través de escritos, cartas y similares. De hecho,

[…] puesto que a los paranoicos no se los puede compeler a que venzan sus resistencias interiores, y dicen solo lo que quieren decir, en el caso de esta afección es lícito tomar el informe escrito o el historial clínico impreso como un sustituto del conocimiento personal.

Por esta razón Freud piensa que no es

[…] improcedente hilar unas interpretaciones analíticas a partir del historial clínico de un paranoico» a quien no ha «visto personalmente, pero que ha descrito él mismo su caso y ha dado noticia pública de él liberándolo a la estampa5.

Dentro del movimiento dialéctico que se extiende desde las Memorias… de Schreber (con sus contenidos específicos, autorepresentaciones y autointerpretaciones) hasta el trabajo de la interpretación psicoanalítica de Freud (que transforma el tema clínico de las Memorias… en nuevos y diferentes contenidos, representaciones y comprensiones), Iglesias Colillas abre su discurso crítico y problematizante en una tensión productiva con la doble metodología y epistemología de Freud, por un lado, y un enfoque y comprensión filosófica y hermenéutica, por el otro, para clarificar y profundizar las consecuencias teóricas y metodológicas relativas a esta dualidad y para ofrecer una renovada comprensión de la consistencia e importancia general de la hermenéutica en el psicoanálisis y de su particular significación en relación a una historia de caso y a una patología específica. Si, por un lado, la principal perspectiva teórica y especulativa justificativa de estas operaciones teóricas se basa en la filosofía hermenéutica de Ricœur, por el otro, Iglesias Colillas encuentra y se refiere a otros desarrollos metapsicológicos y filosóficos importantes como los de Jacques Lacan, que es una referencia ineludible por su interés de conectar la escritura literaria con el trabajo clínico; su interpretación de la teorización es paralela a una interpretación específica de la vida psíquica y concebida como estructurada lingüísticamente (y lingüística y narrativamente), y su papel proporciona una determinación ontológica de la escritura psicótica6. En este punto, la problematización de Iglesias Colillas encuentra su punto de partida, porque si por un lado, esta circularidad entre escritura y experiencia y entre tratamiento e interpretación a partir de material escrito resume aspectos metodológicos y epistemológicos productivos y problemáticos, por el otro lado, los trabajos psicoanalíticos que bordean los estudios biográficos niegan o solo consideran indirectamente los problemas metodológicos del procedimiento, «es decir, no se ocupan de establecer el cómo se llega a decir lo que se dice, careciendo así de una argumentación sólida y consistente»7.

Curiosamente, Iglesias Colillas combina de manera compleja la dialéctica y la hermenéutica con el psicoanálisis. Por un lado, intenta describir rigurosamente el método de interpretación textual de Freud desarrollándolo crítica y analíticamente en relación con el problema metodológico y epistemológico del freudismo a través de la filosofía del psicoanálisis de Ricœur. Por otra parte, propone una interpretación y problematización específica de la hermenéutica del texto y la narración de Ricœur. Probablemente, esto último representa un pasaje teórico desafiante y estrecho, tanto desde el punto de vista filosófico (ya que la lógica especulativa que sustenta la hermenéutica narrativa de Ricœur —y su concepción del mundo del texto— difiere parcialmente de, y no está enteramente basada en, su teoría del texto —y su teoría del arc herméneutique—; por lo tanto, requiere un razonamiento crítico-analítico más articulado) y puntos de vista científicos (porque el uso de una aproximación especulativa para aclarar una operación de interpretación y conceptualización de la paranoia como la que realiza Freud en relación a un caso singular es tan interesante y útil como arriesgada y unilateralmente especulativa).

Sin embargo, Iglesias Colillas sigue y desarrolla coherentemente su línea hipotética de investigación y crítica con interés en aclarar la coherencia de una metodología basada en la teoría del arco hermenéutico de Ricœur (arc herméneutique) y la interpretación de Freud del caso de Schreber, que es concebido como un modelo de procedimiento. A través de un agudo y preciso sentido de mantenimiento argumentativo y linealidad, Iglesias Colillas desarrolla progresivamente una problematización que considera nuevas líneas posibles de investigación, sin apego unilateral a un paradigma especulativo específico (estructuralismo, lingüística, hermenéutica o fenomenología).

En concreto, su análisis sobre el tema de la realidad psíquica, que en gran medida atraviesa todo el libro en forma indirecta, es significativo y convincente, y demuestra el potencial y la eficacia de esta perspectiva mixta. Esta trama representa un tema lleno de implicaciones y consecuencias de excepcional importancia para múltiples investigaciones científicas y filosóficas envueltas en las problemáticas mente-cuerpo, causas-motivos, acción-intencionalidad, memoria-recuerdo, pulsiones-representaciones, y otras instancias similares.

Desde una perspectiva especulativa teórica stricto sensu, Iglesias Colillas puede desarrollar continuamente el razonamiento de Ricœur: su enfoque lingüístico y simbólico bien hecho a través de la hermenéutica de Ricœur (ref. a De l’interprétation. Essai sur Freud, 1965) puede ser significativamente desarrollado y reforzado desde el lado fenomenológico a través de los primeros trabajos de Ricœur en Le volontaire et l’involontaire (1950). En este trabajo pasado, Ricœur, siguiendo el proyecto de una descripción y experiencia de un Cogito integral, reactualiza la interpretación de Edmund Husserl (1859-1938) de lo Inconsciente, revelando la compleja constitución de la realidad psíquica: biológica y experiencial, vectorial e intencional, y emocional y motivacional. Una hermenéutica narrativa es más limitada que una profunda investigación hermenéutico-fenomenológica, porque la narración está más involucrada con un nivel de funcionamiento psíquico elevado cuando está masivamente influenciada/distorsionada por instintos o pulsiones inconscientes y emociones. Por el contrario, constituye el campo esencial del trabajo psicoanalítico como terapia de conversación y los medios a través de los cuales patologías como la paranoia encuentran una dimensión concreta de manifestación y expresión.

Más allá de este punto teórico y fáctico específico, el libro de Iglesias Colillas ofrece una vía alternativa para el uso de la hermenéutica en psiquiatría y psicoanálisis. Como se mencionó anteriormente, al hacer esto, coloca su investigación entre las obras pertenecientes a los estudios dialécticos e interdisciplinarios. La psiquiatría lo necesita tanto como el psicoanálisis. Cuando la psiquiatría aborda la cuestión de la representación en las esferas mental, verbal, experiencial y clínico-terapéutica, implica inevitablemente la dimensión discursiva y la problemática de la interpretación, el lenguaje y la narración, más precisamente, la interpretación de signos, hechos/sucesos, representaciones, símbolos y significados; la creación expresiva de contenidos simbólicos, culturales/cognitivos y creativos; y la representación/narración entrelazada con el delirio, el dereísmo y otros trastornos disociativos.

Con las debidas distinciones, la mayor parte de la eficacia del psicoanálisis y la psiquiatría se determina de manera similar a partir de:

la capacidad del especialista y la comunidad de médicos y psicoterapeutas para resolver el problema del procedimiento práctico (pero no solo de procedimiento) del saber-hacer del caso por caso;la capacidad de ejercer científica y profesionalmente todos los recursos y posibilidades de la acción terapéutica y de la cura por la palabra; y, finalmente,los recursos de los medios escritos, desde la compilación de registros clínicos hasta la narración y reconstrucción del «caso clínico», desde informes de seminarios hasta ensayos teóricos, y (de nuevo) desde el nivel teórico hasta el trabajo hermenéutico concreto de lectura e interpretación de una carta escrita por un paciente y otros textos.

En distintas formas, la psiquiatría y el psicoanálisis pertenecen a un género complejo de ciencias rigurosas, y a través de la hermenéutica filosófica; en cualquier caso, a través de un enfoque interdisciplinario más integrado situado entre experiencia y naturaleza y entre ciencias empíricas, descriptivas y explicativas y disciplinas interpretativas, cualitativas y comprensivas, esta complejidad encuentra una solución holística, responsable y apropiada. Contra los procedimientos empíricos, descriptivos y unilaterales de los manuales estadísticos de los trastornos mentales (DSM), que son útiles pero limitados, y de los abordajes farmacológicos y teóricos, la idea de un tratamiento psicodinámico de las psicosis o de una psicopatología dinámica de las psicosis deviene más comprensiva y eficaz, centrándose inmediatamente y aproximándose a la hermenéutica y a los hechos filosóficos hermenéuticos relacionados con la interpretación y la expresión narrativa, tanto desde la perspectiva de la experiencia del paciente como de la relación y dialéctica médico-paciente. El intercambio entre paciente y analista puede entenderse como un proceso de traducción dinámica ínter-hermenéutica de los afectos a expresiones lingüísticas/simbólicas/comunicativas y viceversa. El lenguaje y la palabra forman un territorio de mediación, expresión y regulación de las emociones, y la tarea del analista debe entenderse como una tarea para transformar una emoción o una experiencia o contenido no representativo en palabras, donde la tarea del paciente es paralela a esta, más difícil porque debe traducir/transformar las palabras en emociones.

El libro de Iglesias Colillas permanece como un proyecto abierto a un trabajo pendiente para futuras investigaciones8, no solo hacia nuevas investigaciones epistemológicas relativas a la hermenéutica (sugestivamente, a través de la visión de Hans-Georg Gadamer [1900-2002] de la verdad, método y comprensión) sino, sobre todo, hacia la reconsideración y revisión del trabajo clínico diario con los pacientes sobre la base del trabajo de Freud en el caso de Schreber, que se concibe como un modelo de aproximación metodológica y de procedimiento. Este libro sigue siendo productivamente un proyecto abierto para la investigación continua después de este primer y esencial paso.

Cagliari, Italia, febrero de 2022

El problema de la escritura en las psicosis

No hay nadie que jamás haya escrito, o pintado, esculpido, modelado, construido, inventado, a no ser para salir del infierno1.

A. Artaud.

Introducción general

Nuestro texto no es una excepción a lo afirmado por Artaud, en múltiples sentidos. El siguiente ensayo está basado en una ardua investigación —para salir de un arduo infierno—, que ha consistido en explorar y analizar la escritura de la paranoia en el caso Schreber2 (1911), desde una perspectiva que, a nuestro criterio, ha sido un tanto descuidada por el psicoanálisis actual: la metodológica y epistemológica. Investigación —la mayor que hemos realizado hasta ahora— que ha sido elaborada en sucesivas fases a lo largo de un extenso período de tiempo. Persiguiendo este objetivo, íntimamente relacionado con la pregunta por el estatuto científico del psicoanálisis, es que llegamos a interesarnos en el concepto de texto proveniente de la filosofía del lenguaje de Paul Ricœur.

Pero al hablar aquí de escritura de la paranoia, le otorgamos simultáneamente una doble significación: por un lado, se hace referencia a la escritura misma del texto de Schreber, las Memorias de un neurópata3; por otro, escritura de la paranoia refiere a la conceptualización de la paranoia —y de las psicosis en general— según Freud, plasmada en forma paradigmática en la elaboración misma de dicho historial, y que se basó principalmente en aquel texto, además de apoyarse en algunos certificados médicos e informes legales, que también fueron consultados por Freud oportunamente.

Es entonces en el movimiento mismo que se dirige del primer significado al segundo —es decir, en aquella sutil transición entre las Memorias y el historial clínico de Freud—, donde ubicamos el lugar de inserción de los problemas metodológicos, el gozne hasta ahora ausente entre ambas dimensiones, entre ambos textos. Nos referimos más precisamente al hecho de que Freud nunca realizó una reflexión sistemática sobre el método implicado en los análisis llevados a cabo a partir de textos escritos, que por cierto no fueron pocos. No olvidemos en ningún momento que Freud jamás conoció personalmente a Schreber.

Cabe también señalar que los psiquiatras de orientación fenomenológica —Jaspers, Tellenbach, etc.— estaban muy interesados en el análisis de las biografías de artistas y de locos, comandados aparentemente por el deseo de hallar allí las claves secretas que abrirían las puertas de acceso a la experiencia de la locura. Por el otro lado, pensadores del ámbito médico-antropológico —especialmente Viktor Von Weiszacker— hablaban de la «patosofía», en tanto estudio antropológico de las supuestas enfermedades «orgánicas». En cualquier caso, las manifestaciones de las enfermedades comienzan a ser estudiadas en relación a los testimonios escritos de ciertos acontecimientos biográficos y en términos de experiencias de vida, y las causas comienzan a desplegarse hacia diversas direcciones que desbordan, afortunadamente, las estrechas ideas del materialismo.

En la actualidad, especialmente a partir de los comentarios de Jacques Lacan sobre la obra de James Joyce —cuyos antecedentes son los trabajos de Jung y Jaspers—, este tipo de estudios se han multiplicado considerablemente, transformándose casi en procedimientos cotidianos, muy valorados en muchos ámbitos psicoanalíticos. Pero también es cierto que la mayoría de este tipo de trabajos simplemente toman obras enteras (literarias o poéticas) de tal o cual autor, para luego buscar en ellas los a veces tenues rastros e indicios que supuestamente mostrarían que el autor en cuestión era (o no era) psicótico.

Ahora bien, ¿cuál es la utilidad clínica de dichos procedimientos? ¿Es que acaso alguien «es» psicótico siempre? ¿Qué valor le damos al verbo «ser» en ese tipo de afirmaciones? Y, principalmente, ¿cuáles serían las conclusiones más relevantes de esos estudios? ¿Acaso hacen avanzar a la práctica o a la teoría psicoanalítica? Los frutos de esta investigación nos han enseñado que las respuestas a estas preguntas no son para nada evidentes. Por razones que desconocemos, dichas perspectivas de investigación parecen marcar el pulso actual de muchas corrientes del psicoanálisis como disciplina teórica. Uno de nuestros intereses principales que nos motivó a avanzar por estos escarpados caminos fue la siguiente pregunta clínica: ¿en qué consisten los procedimientos de interpretación del material clínico de los psicóticos? ¿Tenemos hallazgos generales o solo conjeturas parciales que son válidas singularmente para tal o cual paciente?

La estructura de muchos de los trabajos sobre el tema que hemos consultado parece quedar circunscripta, muy regularmente, a una misma estructura lógica repetitiva que puede ser descrita de la siguiente manera: se trata habitualmente de una suerte de constatación circular, en la cual el escrito denuncia la psicosis, y la obra en sí queda circunscripta y reducida por ese mismo hecho, por esa misma subjetividad «loca». Esto suele anular, en ese mismo movimiento, el acontecimiento artístico per se —tema que aquí dejaremos de lado—. En general estos trabajos, fronterizos entre el estudio biográfico, la psicobiografía o la «patografía» (como la llamaba Jaspers), la crítica literaria y el psicoanálisis, descuidan o directamente no consideran los problemas metodológicos, es decir, no se ocupan de establecer el cómo se llega a decir lo que se dice, careciendo así de una argumentación sólida y consistente. Y como lo veremos inmediatamente, no es tan fácil ir más allá de Nietzsche cuando decía: «una cosa soy yo y otra cosa son mis obras»4. ¿O acaso podemos, efectivamente, acceder a lo más íntimo de nuestro ser analizando un texto escrito?

Siendo entonces consecuentes con este ciclo de interrogantes, hemos intentado establecer rigurosamente la red conceptual que permite describir el método de interpretación textual utilizado por Freud al analizar las Memorias de Schreber, trabajo que nunca antes se había realizado. Por otra parte, ¿qué significa «interpretar» cuando un psicoanalista se refiere a un texto escrito? La formulación de esta pregunta implicará caracterizar en qué consiste dicha «operación de lectura». Pretendemos demostrar que la categoría «texto» de Ricœur permite esclarecer y precisar la conceptualización freudiana de la paranoia en el caso Schreber, realizada a partir de una manifestación textual. Este itinerario requiere, además, definir qué entiende Freud por «escritura» y por «texto», y cómo se logra realizar su desciframiento. Este recorrido es el que nos permitirá explicitar cuál es la arquitectura interna de dicha metodología. En el Anexo se exponen además los análisis respectivos en lo que refiere a la obra de Lacan, y serán allí examinados a la luz de importantes preguntas filosóficas centrales a la hora de pensar en una posible epistemología del psicoanálisis. Esta ha sido precisamente una de las grandes tareas realizadas por Ricœur a lo largo de su vida. Pensador complejo, profundo y, ante todo, extremadamente erudito, razón por la cual nos ha tomado tanto tiempo cubrir la extensa bibliografía que gira en derredor de su pensamiento; y que, aún así, no hemos podido abarcar por completo.

En cuanto a la primera parte del estudio, podemos adelantar que nuestra interpretación del caso Schreber servirá como punto de partida para una reflexión metodológica más general en la que se discutirá la relación entre psicoanálisis y fenomenología hermenéutica. Este punto de partida, acotado en un principio a la discusión entre Freud y Ricœur en torno al caso Schreber, se amplía en el «Anexo» al problema de la relación entre escritura, texto y psicosis en el psicoanálisis de Lacan, ya que es a partir de su obra y enseñanza como hemos entrado en contacto con la temática de esta investigación. En dicho apartado nos ocuparemos también del problema del estatuto ontológico de la escritura psicótica, apoyándonos en algunos resultados preliminares en torno a esta temática. Además, el Anexo muestra las afinidades conceptuales entre Lacan y Ricœur a la hora de enfrentar esta pregunta específica: ¿qué posibles modos de ser le permite la escritura al sujeto psicótico?

Puede que, para muchos lectores, no familiarizados con la fenomenología hermenéutica o con el pensamiento de Freud, este recorrido resulte, a primera vista, un tanto sinuoso. Pero es que nunca se ha creado nada nuevo sin asumir ciertos riesgos, tan íntimamente ligados a las aspiraciones de alcanzar un pensamiento sistemático, tal como aparece, por ejemplo, en la definición de Einstein sobre qué es la «ciencia»:

[…] es el intento centenario de asociar y conectar del modo más profundo posible, a través del pensamiento sistemático, los fenómenos sensibles que se dan en este mundo. Por decirlo claramente, es el intento de reconstruir a posteriori todo cuanto existe por medio de la conceptualización5.

En esta época de su vida, que podemos situar alrededor de 1954, cuando se publican sus Ideas and opinions (Nueva York, 1954), Einstein establece claramente su posición crítica frente al reduccionismo materialista y racionalista:

Es verdad que el mejor apoyo que puede encontrar cualquier convicción proviene de la experiencia y de la claridad de pensamiento. En este punto es preciso estar de acuerdo sin reservas con el más extremado racionalista. El punto débil de semejante concepción estriba, sin embargo, en que es incapaz por sí sola de ofrecer una base suficiente a aquellas convicciones que condicionan y determinan la propia conducta y modo de pensar. Efectivamente, el método científico es incapaz de enseñarnos nada por encima y más allá del modo como los hechos están relacionados y recíprocamente condicionados entre sí6.

Cabe aclarar de entrada que en este ensayo no se trata de plantear una disputa o rivalidad entre psicoanálisis y hermenéutica; dicho antagonismo —como lo veremos a lo largo de estas páginas— sería lógicamente imposible. Pero también es cierto que esa ha sido la tónica usual de muchos de los comentarios sobre el tema de las relaciones entre ambas disciplinas. Por supuesto estamos en completo desacuerdo con esas perspectivas. Presentaremos algunas hipótesis que sugieren que, en gran medida, el fuerte desconocimiento de la filosofía del lenguaje de Ricœur parece apoyarse en la impronta dejada por la disputa personal entre el filósofo y Jacques Lacan.

Pensando en articulaciones más que en rivalidades, dice Mircea Eliade:

[…] todas las disciplinas del espíritu y todas las ciencias del hombre son preciosas por igual y sus descubrimientos son solidarios. Pero solidaridad no significa confusión. Lo importante es integrar los resultados de las diversas empresas del espíritu y no confundirlos. El método más seguro, tanto en la historia de las religiones como en cualquier otra, es el de estudiar siempre un fenómeno en su propio plano de referencia, sin perjuicio de integrar luego los resultados de esa empresa en una perspectiva más amplia7.

Si esta investigación se despliega eminentemente en un plano epistemológico8, es porque pensamos que la falta de reflexiones sistemáticas en este nivel ha incidido directamente en el actual deterioro de la práctica clínica del método psicoanalítico. En otros ensayos nos hemos referido a este ámbito de problemas apoyándonos en el concepto de «epistemología clínica», diseñado para explicitar y delimitar los interrogantes que nos mueven, ya que brotan de nuestra práctica clínica diaria.

Estos descuidos y omisiones han permitido que el psicoanálisis pierda terreno ante el avance de otros saberes sobre el ser humano: terapias cognitivo-conductuales, neurociencias, reduccionismos diversos de corte psicoanalítico, etc. Son nuestros conceptos los que crean las realidades que observamos, por lo que quizás haya un Freud, un Lacan y un Ricœur independientes de las construcciones que suelen circular sobre ellos a veces casi como rumores, carentes de valor clínico. Aun siendo el psicoanálisis un saber fragmentario por excelencia, conviene ensayar una lectura que aspire a niveles más profundos de rigor y consistencia interna.

Nuestra modesta pretensión es hacer un aporte a la reflexión sobre la crisis que actualmente atraviesa la práctica analítica, crisis que consideramos no epistémica, es decir, no inherente al corpus psicoanalítico sino a su praxis. Es decir, no se trata de una crisis epistémica en el sentido de que una crítica argumentada logra poner en aprietos a los conceptos fundamentales de nuestra disciplina práctica. Y cuando entramos en el campo específico y aún opaco de la clínica de las psicosis, el cómo interpretamos el discurso psicótico sigue siendo un ámbito incierto y lleno de enigmas en el cual estos impasses se extienden y agravan. Más aún si aspiramos, además, a transmitir un saber práctico sobre la dirección de la cura que tenga en cuenta los límites y las posibilidades de su ejercicio. Pero para eso antes debemos explorar en profundidad los alcances de los conceptos con los que contamos para pensar los fenómenos clínicos y su tratamiento.

Nos referimos directamente a situaciones concretas de la práctica clínica cotidiana: munidos de términos analíticos, de los DSMs o de las neurociencias, supuestamente de vanguardia, muchos terapeutas siguen actuando frente al loco desde una posición directiva, autoritaria y muchas veces perversa, llanamente disciplinaria9. Estas posiciones casi siempre quedan en evidencia en determinado tipo de intervenciones, en las que se imparten prohibiciones y medidas restrictivas poco fundamentadas.

Estado actual del conocimiento sobre el tema

Antecedentes

Analizar la escritura psicótica desde la perspectiva psicoanalítica sigue siendo hoy día un campo de debate. Pero sucede que todos ellos se originan en el análisis del libro Memorias de un neurópata de D. P. Schreber, a partir del cual Freud construyó un historial clínico paradigmático, y casi exclusivamente a partir de la lectura de este libro. También se valió, es cierto, del análisis de algunos informes médicos e historiales clínicos, como los informes del Dr. Weber.

Ese procedimiento basado en el análisis de textos escritos sigue suscitando controversias y paradojas que perduran hasta hoy sin haber sido resueltas, especialmente cuando el análisis de las Memorias realizado por Freud se ve confrontado con un examen de tipo epistemológico. E insistimos una vez más: la carencia de estudios consistentes sobre el tema ha impactado directamente en la práctica clínica. Desde nuestro enfoque, clínica y epistemología son dos dimensiones de una misma praxis, aspectos de una unidad que se apoyan y afianzan en una ética de la significación. Por otra parte, consideramos necesario un máximo rigor epistemológico que permita al psicoanálisis ingresar de pleno derecho en los debates científicos. Hacia el final de este estudio presentaremos algunas observaciones sobre la cuestión de la objetividad en nuestras disciplinas, sea la filosofía o el psicoanálisis.

Estos dos niveles —el clínico y el epistemológico— se complementan y enriquecen mutuamente en un movimiento perpetuo, así como también exhiben sus carencias recíprocas cuando se espejan y desdoblan en el discurso de los clínicos. Nuestro enfoque teórico general, tanto en este estudio como en los demás, es el resultado de un modo de pensar que intenta integrar complementando, pero no confundiendo, los aportes de la historia de la medicina, la psiquiatría clásica, la fenomenología hermenéutica y el psicoanálisis. Dado que toda verdad es parcial, y regularmente solo logramos destacar apenas un aspecto, este es nuestro modo singular de presentar un estudio sistemático y minucioso sobre un tema, pero sin limitarnos a ningún «sistema».

Desde una perspectiva histórica argentina —en la cual no nos detendremos en esta investigación— cabe destacar que ya en 1930 el Dr. F. Gorriti se mostró interesado en analizar la escritura de los sueños de un sujeto psicótico, tarea que este último realizaba a pedido de su médico10. La gran diferencia con el procedimiento realizado por Freud con el texto de Schreber es que dichos textos eran luego comentados y discutidos con su autor en el marco de la entrevista clínica, es decir en un contexto dialogal —oral—. Por cierto, un modo brillante de utilizar el texto en el contexto clínico, es decir, como intervención.

Ahora bien, los debates entre distintos psicoanalistas en torno a las Memorias de Schreber surgen especialmente a partir de 1949 —recordemos que el historial se publica en 1911—, cuando Maurits Katan redescubre el libro de Schreber y aborda su análisis tomando las frases escritas del texto como si fueran asociaciones libres de un paciente en sesión, deteniéndose en el análisis de su enfermedad, pero no en sus motivos11. Según Prado de Oliveira esto le autorizaba a abandonarse a sí mismo a la asociación12. Katan a su vez discute y polariza con William G. Niederland, quien utiliza el método de la psicobiografía para echar luz sobre el caso13.

Las diferencias entre ambos autores giran en torno al problema de la referencia que valida las posibles lecturas. Sintéticamente, mientras Katan sostiene que este núcleo de verdad es netamente fantasmático, Niederland plantea una posición realista —materialista— en la cual la construcción teórica debe apuntar a la interpretación14. Es decir que el debate giraba en torno a sobre si era más importante la fantasía —que habitualmente queda absorbida por la realidad psíquica—, o si acaso había que priorizar el papel de la realidad material objetiva, los hechos fácticos.

No es una casualidad que el debate se planteara en esos términos, sino que estos planteos respondían a distintas maneras de reducir el pensamiento de Freud, que por cierto persisten hasta hoy: o todo se interpreta en términos de realidad psíquica, o todo se reduce a las categorías de la realidad objetiva, cuando para Freud se trataba de ambas simultáneamente.

Pero Freud mismo no está seguro de poder referir su lectura de las Memorias al método de la interpretación, si lo tomamos tal como es presentado paradigmáticamente en La interpretación de los sueños, por ejemplo15. Por eso, denomina al capítulo II del historial «Intentos de interpretación»16, y no lisa y llanamente «interpretaciones». Se propone, para intentar ensayar una interpretación, avanzar desde dos ángulos: desde las exteriorizaciones delirantes del propio enfermo y desde las ocasiones a raíz de las cuales contrajo su enfermedad17.

Nos aclara, además, que estas dos vías pueden ser transitadas de este modo gracias a la propia franqueza y a la alta inteligencia del enfermo:

[…] no rara vez nos pone él mismo la clave en la mano: lo hace agregando a una tesis delirante […] una elucidación, una cita o ejemplo, o impugnando de manera expresa lo que a él mismo le aflora. En este último caso, entonces basta con remover la vestidura negativa —como se está habituado a hacerlo en la técnica psicoanalítica—, con tomar el ejemplo como lo genuino, la cita o la corroboración como la fuente, y uno se hallará en posesión de la traducción buscada desde el modo de expresión paranoico al normal18.

En la introducción del historial, Freud establece además otra consideración sobre el método de su lectura que parece por lo menos contradictorio con esto último:

[…] la indagación psicoanalítica de la paranoia sería de todo punto imposible si los enfermos no poseyeran la peculiaridad de traslucir […] justamente aquello que los otros neuróticos esconden como secreto. Puesto que a los paranoicos no se los puede compeler a que venzan sus resistencias interiores, y dicen solo lo que quieren decir, en el caso de esta afección es lícito tomar el informe escrito o el historial clínico impreso como un sustituto del conocimiento personal19.

Si se sigue a Freud al pie de la letra, se descubre la siguiente dificultad en su método de lectura de las Memorias: si la técnica psicoanalítica habitual tiene como punto de apoyo fundamental aquello que le resiste —y notemos que sin esta consideración el concepto mismo de «análisis» pierde su fundamento, tal como lo afirma lúcidamente el filósofo francés Jacques Derrida20—, ¿es adecuado aplicarla sin más al escrito de un paranoico en quien aparentemente no habría resistencias que vencer?

Lecturas actuales han reconsiderado diversos aspectos metodológicos sobre la construcción teórica del historial a partir de las Memorias, casi siempre apelando a conceptos propios del campo psicoanalítico como «construcción», «interpretación», «desciframiento», etc., solo por citar los más recurrentes y relevantes21. Pero concluimos que ninguno de estos trabajos termina de articular una lectura epistemológica y metodológica sólidamente argumentada, que permita responder las preguntas planteadas.

Una posibilidad —en nuestra opinión, aún no muy explorada— sería la de incluir la hermenéutica textual de Ricœur como una opción para superar las dificultades epistémico-metodológicas descriptas, dado que el objeto de análisis del discurso psicótico en el caso Schreber es un texto escrito, y la fenomenología hermenéutica brinda herramientas muy útiles para dicho análisis.

Como lo señalamos más arriba, una de las dificultades metodológicas principales que el análisis de Freud presenta en el caso Schreber radica en el problema de la validación de sus interpretaciones, que no se llevan a cabo mediante el relato hablado del paciente, sino que se justifican por la mediación de un texto escrito. Por otro lado, los llamados «hechos» del psicoanálisis no aparecen si no se adopta un punto de vista y un método determinado que Freud, estrictamente hablando, solo conceptualizó para la «instancia dialogal» propia del análisis en situación terapéutica: la asociación libre22.

Aquí se ve con claridad la oposición entre dos formas del discurso, a saber, el discurso oral y el escrito, cada uno de los cuales da lugar a formas y modos de interpretación diferentes. Lo que Freud da por supuesto en su análisis y que permanece, por lo tanto, como un aspecto metodológico que no ha sido llevado a la reflexión de una manera explícita, es justamente la mediación textual escrita de su lectura de la paranoia o, lo que es lo mismo, la distinción que puede realizarse entre la interpretación inherente al discurso oral y la interpretación de un texto escrito. Este argumento constituye una de las columnas vertebrales de este ensayo.

Intentamos así realizar un aporte a esta dificultad epistemológica recurriendo a las categorías analíticas de la hermenéutica textual de Ricœur. En efecto, el pasaje del discurso oral a la escritura lleva consigo una serie de transformaciones del discurso que afectan a todas las funciones del lenguaje. De esta manera, Ricœur muestra que el texto —concebido como la fijación del discurso por medio de la escritura— se vuelve un objeto de análisis específico, ya que en él se eliminan las condiciones efímeras del discurso oral, produciendo además ciertas modificaciones, especialmente en las funciones referenciales del lenguaje.

Los rasgos de la textualidad que pueden entonces complementar epistemológicamente la interpretación de las Memorias de Schreber realizada por Freud son:

la estabilidad del significado propia de la fijación que ofrece la escritura;la constitución de un nuevo campo referencial que ya no es el que surge de la situación perceptiva cara a cara inherente a la situación clínica, sino lo que se muestra en el plano de las posibilidades abiertas por el texto (lo que Ricœur llama el mundo del texto); yla interpretación entendida como proceso de lectura.

Estos tres rasgos del discurso escrito son los que nos permiten tematizar aquello sobre lo que Freud no reflexionó explícitamente, y es además lo que posibilita delimitar una fuerte distinción entre una interpretación que surge de la situación dialogal de la clínica y otra interpretación que brota de la lectura de textos.

Conviene precisar que el aporte de esta investigación no reside en una mera aplicación escolástica del famoso y polémico ensayo de Ricœur Freud: Una interpretación de la cultura (1965)23 a un caso, ya que en los años sesenta Ricœur aún no había elaborado su hermenéutica textual. Lo que no impide, por otro lado, extraer algunas conclusiones relevantes del mismo, fundamentales para nuestro estudio, especialmente en cuanto a poder formarnos una aproximación epistemológica a Freud. Pero el aporte de la investigación recae también en el interior de la misma hermenéutica ricœuriana, en la medida en que utilizamos los desarrollos posteriores de su teoría textual para analizar un aspecto metodológico del psicoanálisis que no fue abordado en la sección epistemológica de su libro sobre Freud. Es decir que, si bien nos apoyamos en el ensayo de Ricœur de 1965, también lo hemos articulado con otros desarrollos posteriores del autor, en los que hace hincapié en la hermenéutica textual.

Este recorrido se ocupará a su vez de mostrar que no existe la hermenéutica, sino que encontramos más bien una pluralidad de perspectivas que pueden agruparse bajo su égida; pero en ningún caso se trata de un conjunto o corpus conceptual homogéneo. Y, como lo veremos a lo largo del ensayo, requiere cierto trabajo extraer la hermenéutica textual de Ricœur del conjunto de las hermenéuticas. En cualquier caso, no debemos apresurarnos a comprender qué significa ese término: hermenéutica.

Cuando nos planteamos la posibilidad de intentar articular la hermenéutica textual de Ricœur con la construcción freudiana del caso Schreber, uno de los primeros interrogantes que se nos presentó fue saber si Ricœur había tenido o no algún interés particular en el tema de las psicosis. Sorpresivamente, su biógrafo oficial, François Dosse, respondió afirmativamente esa pregunta:

[…] desde 1990, Ricœur fue convocado en numerosas ocasiones por los ambientes médicos. De manera más distante que con los juristas, respondió a sus preguntas y contribuyó a esclarecer como filósofo los grandes desafíos que atraviesan quienes ejercen la medicina, sean psiquiatras o médicos generalistas. La mayoría de las veces interviene en este medio en compañía de Pierre Bouretz, en general sobre el tema de la identidad personal, como lo hizo en Lille en el otoño de 1995, con ocasión de un gran congreso de psiquiatras sobre el tema de las psicosis24.

Ahora bien, no hubo que esperar hasta 1990 para poder despejar la duda de si Ricœur había tenido o no algún encuentro personal y vivencial con pacientes psicóticos. Ya en esa época se puso en contacto con el historial freudiano de Schreber: en 1965 —en Freud: una interpretación de la cultura— Ricœur demuestra no solo haber leído, sino haber adquirido además una intelección muy profunda de este historial paradigmático de las psicosis en la obra de Freud. Además se podrá constatar —gracias a las minuciosas investigaciones de Élisabeth Roudinesco— que Ricœur también asistió a presentaciones de enfermos en el hospital Sainte-Anne, donde Lacan trabajó durante cierto tiempo.

Es precisamente en ese historial donde Ricœur encuentra uno de los tesoros más valiosos de su epistemología arqueológica, afirmando que la teoría de la represión primaria donde más completa aparece es en el caso Schreber25.

Pero antes de seguir avanzando, consideramos necesario indagar a qué se debe que Ricœur sea, para muchos analistas, un autor desconocido y poco estudiado. Encontrar respuesta a la pregunta: ¿Por qué el silencio, el desconocimiento y también rechazo en el ámbito psicoanalítico respecto a la filosofía del lenguaje de Ricœur?

Todas las controversias parecen surgir a partir de la publicación de Freud: una interpretación…, especialmente en el ambiente psicoanalítico francés. Sin pretender agotar las razones o causas, intentaremos determinar cuánto de esta controversia se debió a debates teóricos basados en polémicas de tipo argumentativo y cuánto a disputas personales de diversa índole.

La recepción de Lacan de la obra de Ricœur y algunas de sus consecuencias

En La batalla de cien años. Historia del psicoanálisis en Francia (3) (1925-1985), Roudinesco comenta la relación entre Ricœur y Lacan —otro tanto hará luego Dosse en su biografía sobre Ricœur26—, ya que esta habría sido determinante para comprender la recepción del filósofo en el psicoanálisis francés de los años sesenta, dejando una impronta de rechazo hacia él —y secundariamente, pero sin juicio previo, hacia su obra—, más o menos intacta hasta la actualidad. Una evidencia concreta de esto último es la ausencia de publicaciones sobre el tema o, como veremos inmediatamente, la constatación de la existencia de unas pocas publicaciones que comentan a Ricœur pero que habitualmente malinterpretan sus conceptos y postulados.

Según Roudinesco, Lacan nunca tuvo problema en tomar los conceptos que necesitaba prácticamente de cualquier corpus teórico, apenas citando las fuentes. Por otro lado, siempre se mantuvo a la espera de cierto reconocimiento por parte de los filósofos contemporáneos y, luego de haber sido decepcionado con

[…] las posiciones de Merleau-Ponty respecto a su relevo estructuralista, busca desesperadamente otro apoyo filosófico. Para eso se dirige a Paul Ricœur, creyendo o fingiendo creer que el trabajo de este y el suyo convergen […]. En la época en que empieza a redactar su libro sobre Freud goza de un gran prestigio. Es uno de los pocos profesores de la Sorbona que acepta dirigir tesis sobre Marx y Freud […]. En 1960, Paul Ricœur es un hombre respetado por su tolerancia, su coraje político y su elevada integridad moral. En el Coloquio de Bonneval, expone su tesis central sobre la obra freudiana, que se mantendrá igual cinco años más tarde cuando se publica su libro Freud: una interpretación…27.

Si bien no compartimos la interpretación realizada por Roudinesco de esta obra de Ricœur, sí es fructífero seguirla en cuanto a su relato sobre ciertos acontecimientos para dilucidar la consigna propuesta en este apartado.

Retomando entonces la argumentación:

[…] en 1960, los filósofos y los psicoanalistas lacanianos leen los mismos textos de lingüística para inspirarse en ellos de manera diferente. Pero Lacan es el único que ya efectuó, para el corpus freudiano, una lectura fecunda e innovadora. En este sentido, Ricœur no lee el mismo Freud que Lacan, no le debe nada a su enseñanza y prefiere leer a Benveniste antes que a Saussure y Jakobson28 […]. Sin embargo, en Bonneval, y por razones estratégicas, Lacan tiene la impresión, o aparenta tenerla, de que la posición de Ricœur y la suya tienden hacia una misma reevaluación del descubrimiento freudiano. Como busca un reconocimiento, va al encuentro del filósofo y le anuncia que por fin ha encontrado un discurso que se adecua a su enseñanza. Lo lleva a París en su automóvil, lo invita a cenar y le propone que asista a su seminario. Ricœur acepta tanto más encantado cuanto que está preparando su gran libro sobre Freud y piensa poder sacar beneficio de esa enseñanza. Sin leer ningún texto de Lacan, empieza cada semana a ir a escuchar su palabra. Durante el mismo período, con Yves Bertherat […], alumno de Ey y Lacan, sigue la presentación de enfermos en Sainte-Anne. Paralelamente, pide a los del otro bando, Serge Lebovici y René Diatkine, que le expliquen la técnica psicoanalítica […]. Pese al esfuerzo que hace, no entiende ni una sola palabra de lo que dice Lacan […]. Por su parte, Lacan despliega su seducción con el filósofo y cree a pie juntillas en su entusiasmo. Espera ver figurar su enseñanza en buen lugar en la próxima obra que a su parecer obtendrá un gran éxito. Ricœur es reconocido y Lacan no lo es aún29.

Ricœur asiste intermitentemente a tres seminarios de Lacan: La transferencia, La identificación y La angustia, es decir, a los seminarios 8, 9 y 10 respectivamente. A la vez que asiste a ellos, continúa trabajando en su libro sobre Freud. Será en Roma, durante un Congreso organizado por Enrico Castelli que sobrevendrá el primer gran incidente entre Lacan y Ricœur:

A fines de 1963 Paul Ricœur se apresta a participar en un congreso que organiza en Roma el profesor Enrico Castelli. Al volver de una enésima sesión de seminario, se dice de una vez que no entiende nada de lo que habla Lacan. En el instante en que se está haciendo esa reflexión, suena el teléfono y Lacan pregunta: «¿Qué opina querido de lo que enuncié hoy?». Ricœur responde sin vacilar: «Justamente estaba pensando que encuentro impenetrable lo que dice». Furioso, Lacan cuelga. Se da cuenta que se ha equivocado respecto al otro, en el momento en que acaba de sufrir, ante la IPA, su más ruda derrota. Reacciona como una mujer engañada por su amante […]. Le anuncia a Castelli que no dictará su conferencia sobre El Trieb de Freud por miedo a que Ricœur «le robe las ideas» […]. En mayo de 1965 se publica De l´intérpretation. El libro obtiene enseguida un éxito rotundo. Es a la vez bien recibido, porque se trata de la primera obra de este tipo […]. Todos los temas ya desarrollados en Bonneval están presentes sin modificaciones de orden teórico […]. La evaluación de la enseñanza de Lacan estará pues ausente de la obra, pero Ricœur no se priva de hablar de las tesis lacanianas sobre el lenguaje […]. Pero no capta bien la posición lacaniana […]. Ricœur no solo no «roba las ideas» de Lacan sino que las «roba» tan poco que las entiende pésimamente […]. Por su parte, Lacan está decepcionado. Cuando toma conocimiento del libro entra en un verdadero estado de furia. Esperaba ser glorificado y es mal comprendido por un filósofo de renombre que siguió su seminario […]. Ahora se pondrá odioso y se quejará con los que lo rodean diciendo ser la víctima de un «plagiario». De resultas de esto corre el «rumor»: algunos discípulos crédulos creen a pie juntillas que Ricœur le ha robado las ideas a Lacan: prueba de ello es que lo vieron en el seminario […]. La discusión se envenena cuando Valabrega publica de motu proprio, en la revista Critique, un artículo en el que subraya que Ricœur no da al César lo que es del César […]. En vez de hacer notar que existe un parentesco por lo que respecta a la interrogación entre el discurso de Ricœur y el de Lacan, Valabrega supone que Ricœur se ha nutrido sin decirlo de la enseñanza lacaniana. No ve que si el filósofo hubiera comprendido realmente el sentido de la refundición lacaniana, seguramente no habría escrito el mismo libro […]. En otros términos, hay que preguntarse por qué la asistencia regular al seminario de Lacan no modificó la posición de Ricœur: ni su lectura de Freud ya adquirida en 1960 ni su aprehensión del texto lacaniano. Hay resistencia y no elementos prestados. Por lo tanto se trata de un debate que no atañe a la filosofía sino a lo vivido por los protagonistas de esta historia30.

En 1964 —el año anterior a la publicación del famoso ensayo de Ricœur sobre Freud—, mientras dictaba su seminario sobre Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Lacan comentará delante de su auditorio algo que luego será repetido, sin crítica ni reflexión alguna, por muchos de sus seguidores:

Hoy en día se da mucha importancia a la hermenéutica. La hermenéutica no solo es contraria a lo que denominé nuestra aventura analítica, también es contraria al estructuralismo tal como se enuncia en los trabajos de Lévi-Strauss. Pero acaso es la hermenéutica otra cosa que leer en la serie de mutaciones del hombre el progreso de los signos con los que constituye su historia, el progreso de su historia […]. El señor Ricœur, entonces, descarta como pura contingencia aquello con que los analistas tropiezan a cada paso31.

Según Lacan, como acabamos de ver, la hermenéutica es contraria a la experiencia analítica; pero ¿qué está entendiendo Lacan por hermenéutica? Si hacía referencia a la hermenéutica romántica o clásica, es decir, a la concebida por Schleiermacher y Dilthey a partir de 1900, baste con aclarar que la aventura analítica es primordialmente una experiencia hablada; la hermenéutica clásica surge en relación con el desciframiento de textos escritos, es decir que surge como exégesis, como luego la entenderá Hans-Georg Gadamer, por ejemplo. Nuevamente, tampoco puede sostenerse la existencia de la hermenéutica: ¡hay nada más ni nada menos que 2 500 años de pensamiento entre Aristóteles y Ricœur! Esta palabra ha adquirido distintos matices a lo largo de la historia y diversas significaciones según el autor que la esgrimía32.

Según Maurizio Ferraris, la hermenéutica no necesariamente deriva de Hermes —el heraldo o mensajero de los dioses, intérprete de la voluntad divina33— sino que este vínculo habría sido una reconstrucción a posteriori. Según Ferraris, eso es lo que demuestra Károly Kerényi, uno de los más grandes eruditos sobre filología y mitología:

Kerényi, que se ha ocupado de la cuestión, aclara el asunto: Hermeneía, palabra y realidad, se halla a la base de todas las palabras derivadas de la misma raíz y de todo lo que «suena» en ellas: de hermenéus, hermeneutés, hermeneutiké. La raíz puede ser la misma que la de la palabra latina sermo. No tiene en cambio ninguna relación lingüístico-semántica —aparte de la semejanza fonética— con Hermes, el dios del que aún parte August Boeckh en su presentación de la hermenéutica filológica (Encyclopädie, 1886, 78). Demostró en cambio la exactitud de su griego cuando vertió Hermenéia por elocutio («elocución») […]. Se trata de un pro-nunciar, de una función de la lengua, de la glotta, en primer término en el primitivo significado del término […]. En el sentido originario de la palabra, hermenéia es la eficacia de la expresión lingüística […]34.

El único problema con el argumento de Ferraris —que se apoya en el húngaro Kerényi— es que en las culturas antiguas, como la sumeria, la egipcia y las americanas precolombinas —solamente por citar algunas—, las semejanzas fonéticas no son meras casualidades propias de los juegos de palabras35, como se los entiende en la actualidad bajo la égida imperante del paradigma neopositivista.