Puck de la colina de Pook - Rudyard Kipling - E-Book

Puck de la colina de Pook E-Book

Rudyard Kipling

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Beschreibung

Es Puck, el travieso duende que tiene el poder de hacer que la gente olvide y recuerde. Gracias a Puck, los dos niños conocerán a hombres de otras épocas: normandos, sajones, romanos, pictos y vikingos, que les contarán su historia, la Historia, eso que no debemos olvidar.

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Dan y Una, dos hermanos que viven en el condado inglés de Sussex, acaban de representar por tercera vez El sueño de una noche de verano. Es la víspera del solsticio y en la ladera de la colina de Pook, uno de los lugares de la Vieja Inglaterra con más historia, sucede algo mágico: uno de los personajes de la obra de Shakespeare cobra vida.

Es Puck, el travieso duende que tiene el poder de hacer que la gente olvide y recuerde. Gracias a Puck, los dos niños conocerán a hombres de otras épocas: normandos, sajones, romanos, pictos y vikingos, que les contarán su historia, la Historia, eso que no debemos olvidar.

Esta atmósfera de real irrealidad es uno de los rasgos más bellos de este libro, que combina admirablemente la filosofía occidental de la acción con el sentido oriental de lo fantástico, lo mágico, lo maravilloso.

Rudyard Kipling

Puck de la colina de Pook

CANCIÓN DE PUCK

¿Veis por ahí las sendas pisoteadas

que a través de los trigos aparecen?

Por ellas se arrastran los cañones

que a las naves del rey Felipe hundieron.

¿Y veis nuestro molino, tan pequeño,

que rechina y trabaja en el arroyo?

Muele su grano y paga su gabela

desde que se dictó el Domesday Book[1].

¿Veis nuestros silenciosos robledales

y las tremendas zanjas a su lado?

Allí fueron dispersos los sajones

cuando Harold caía en la batalla.

¿Y veis esas llanuras azotadas

por el viento, extendidas ante Rye?

Allí fue donde huyeron los normandos

cuando llegara Alfredo con sus naves.

¿Veis nuestros pastos solos y anchurosos,

donde los rojos bueyes ramonean?

Hubo allí una famosa ciudad, antes

que Londres se jactara de una casa.

¿Y veis, cuando ha llovido, los indicios

de un montículo, un foso, una muralla?

Un día allí acamparon las legiones

cuando César marchó para las Galias.

¿Y veis aparecer vestigios pálidos

en las colinas, cual si fuesen sombras?

Son las líneas que el hombre primitivo

marcó para defensa de sus pueblos.

Perdidos campos, pueblos y caminos;

marismas fueron lo que son hoy mieses;

antigua guerra, antigua paz y antiguas

artes, cesaron; y nació Inglaterra.

No es una tierra igual a la de todos,

ni aguas, ni bosques, ni siquiera brisas;

es la isla de Merlin, la isla de Gramarye,

donde nosotros dos vamos a ir.

LA ESPADA DE WELAND

Los niños estaban en el teatro; representaban ante las Tres Vacas todo lo que recordaban de El sueño de una noche de verano. Su padre les había preparado un pequeño resumen de la gran obra de Shakespeare, y ellos lo habían repetido, con su madre y con él, hasta aprenderlo de memoria. Comenzaban allí donde Nick Bottom, el tejedor, aparece entre los arbustos con una cabeza de asno sobre los hombros, y encuentra dormida a Titania, Reina de las Hadas. De ahí saltaban al momento en que Bottom pide a tres pequeñas hadas que le rasquen la cabeza y le lleven miel, y deteníanse cuando Bottom se duerme en los brazos de Titania. Dan hacía los papeles de Puck y Nick Bottom, y también los de las tres hadas. Llevaba un casquete de tela de orejas puntiagudas, para representar a Puck, y una cabeza de asno de papel, procedente de uno de los navideños petardos con sorpresa —pero se rompía cuando no se tenía cuidado con ella—, para representar a Bottom. Una, en el papel de Titania, llevaba una guirnalda de ancolias y una rama de digital como varita.

El teatro se hallaba en una pradera llamada el Campo Largo. Un canalillo, que alimentaba a un molino situado a dos o tres prados de allí, rodeaba una de las esquinas, y, en medio de ellas, se encontraba un viejo Ruedo de hadas de yerba oscurecida, que hacía las veces de escena. Los bordes del canalillo, cubiertos de mimbres, de avellanos y de bolas de nieve, ofrecían cómodos rincones para esperar el instante de entrar en escena; y una persona mayor que había visto el lugar decía que el mismo Shakespeare no hubiese podido imaginar mejor cuadro para su obra. Con toda seguridad no se les hubiera permitido representar en la misma noche de San Juan, pero la víspera de esta fiesta habían bajado después del té; a la hora en que las sombras crecen, y habían llevado sus cenas: huevos duros, galletas «Bath Oliver» y sal en un paquete. Las Tres Vacas habían sido ya ordeñadas y pastaban incesantemente y el sonido que producían al arrancar la yerba podía oírse hasta el límite del prado; el ruido del molino, al trabajar, imitaba el de los pasos de unos pies descalzos sobre la hierba. Un cuco, posado sobre el montante de una puerta, cantaba su entrecortada canción de junio: «cucú», mientras un martín pescador cruzaba afanoso la pradera entre el canalillo y el arroyo. El resto no era más que una especie de calma espesa y soñolienta, perfumada de ulmarias y de yerba seca.

Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!

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