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"Sentido y sensibilidad" es una novela de la escritora británica Jane Austen publicada en 1811. Las protagonistas son las hermanas Elinor, Marianne y Margaret Dashwood, que viven con su madre, la señora Dashwood. Después de la muerte de su padre el patrimonio familiar pasa a su medio hermano, John Dashwood, único descendiente masculino e hijo de un primer matrimonio; la familia queda con casi nada y se muda a una casita en el campo que les ofrece un pariente. La novela sigue a las hermanas Dashwood a su nuevo hogar, donde experimentan tanto el romance como una desilusión amorosa. Allí conocen a tres hombres: Edward Ferrars, Willoughby y al Coronel Brandon. Jane Austen (Steventon, 16 de diciembre de 1775 – Winchester, 18 de julio de 1817) fue una destacada novelista británica que vivió durante el período de la Regencia. Traducido por José Jordán de Urríes y Azara.
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The Sky is the limit
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Agradecimientos
La familia Dashwood llevaba largo tiempo afincada en Sussex. Su propiedad era de buen tamaño, y en el centro de ella se encontraba la residencia, Norland Park, donde la manera tan digna en que habían vivido por muchas generaciones llegó a granjearles el respeto de todos los conocidos del lugar. El último dueño de esta propiedad había sido un hombre soltero, que alcanzó una muy avanzada edad, y que durante gran parte de su existencia tuvo en su hermana una fiel compañera y ama de casa. Pero la muerte de ella, ocurrida diez años antes que la suya, produjo grandes alteraciones en su hogar. Para compensar tal pérdida, invitó y recibió en su casa a la familia de su sobrino, el señor Henry Dashwood, el legítimo heredero de la finca Norland y la persona a quien se proponía dejarla en su testamento. En compañía de su sobrino y sobrina, y de los hijos de ambos, la vida transcurrió confortablemente para el anciano caballero. Su apego a todos ellos fue creciendo con el “tiempo. La constante atención que el señor Henry Dashwood y su esposa prestaban a sus deseos, nacida no del mero interés sino de la bondad de sus corazones, hizo su vida confortable en todo aquello que, por su edad, podía convenirle; y la alegría de los niños añadía nuevos deleites a su existencia.
La señora de John Dashwood se instaló como dueña y señora de Norland, y su suegra y cuñadas descendieron a la categoría de visitantes. En tanto tales, sin embargo, las trataba con tranquila urbanidad, y su marido con tanta bondad como le era posible sentir hacia cualquiera más allá de sí mismo, su esposa e hijo. Realmente les insistió, con alguna tenacidad, para que consideraran Norland como su hogar; y dado que ningún proyecto le parecía tan conveniente a la señora Dashwood como permanecer allí hasta acomodarse en una casa de la vecindad, aceptó su invitación.
La señora Dashwood permaneció en Norland durante varios meses, y ello no porque no deseara salir de allí una vez que los lugares que tan bien conocía dejaron de despertarle la violenta emoción que durante un tiempo le habían producido; pues cuando su ánimo comenzó a revivir y su mente pudo dedicarse a algo más que agudizar su dolor mediante recuerdos tristes, se llenó de impaciencia por partir e infatigablemente se dedicó a averiguar por alguna residencia adecuada en las vecindades de Norland, ya que le era imposible irse lejos de ese tan amado lugar. Pero no le llegaba noticia alguna de lugares que a la vez satisficieran sus nociones de comodidad y bienestar y se adecuaran a la prudencia de su hija mayor, que con más sensato juicio rechazó varias casas que su madre habría aprobado, considerándolas demasiado grandes para sus ingresos.
-Qué lástima, Elinor -dijo Marianne-, que Edward carezca de gusto para el dibujo.
Apenas despachada su respuesta, la señora Dashwood se permitió el placer de anunciar a su hijastro y esposa que contaba con una casa y que ya no los incomodaría sino hasta que todo estuviera listo para habitarla. La escucharon con sorpresa. La señora de John Dashwood no dijo nada, pero su esposo manifestó cortésmente que esperaba que no se irían lejos de Norland. Con gran satisfacción, la señora Dashwood le respondió que se iban a Devonshire. Edward rápidamente levantó los ojos al escuchar esto, y con una voz de sorpresa y preocupación que no requirieron de mayor explicación para la señora Dashwood, repitió: “¡Devonshire! ¿En verdad van allá? ¡Tan lejos de aquí! ¿Y a qué parte?” Ella le explicó la ubicación. Estaba a cuatro millas al norte de Exeter.
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