Tiempos difíciles - Charles Dickens - E-Book

Tiempos difíciles E-Book

Charles Dickens.

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Beschreibung

Tiempos difíciles es la décima novela escrita por Charles Dickens. Se publicó por primera vez en 1854 y transcurre en Inglaterra durante la primera industrialización. Su título original en inglés es Hard Times for This Times. Se publicó inicialmente de forma periódica en la revista Household Words, dirigida por el propio Dickens, entre el 1 de abril y el 12 de agosto de 1854.La acción no transcurre ni en Londres ni en sus alrededores, algo inusual en Dickens. Transcurre en Coketown, una ciudad ficticia del norte de la Inglaterra victoriana. Se considera que su descripción está basada, al menos parcialmente, en la ciudad de Preston.Se nos da una perspectiva del momento desde dos puntos de vista muy diferentes: el de la clase proletaria, que cree que el trabajo es su único modelo de vida, («además de resultarles necesario para subsistir»), y el de la clase alta, que controla las fábricas y mantiene en condiciones pésimas a sus obreros. También se nos muestra otro tipo de vida: el de la gente del circo, que se apartan completamente de la que llevan los dos grupos anteriormente nombrados. Dickens nos muestra todo esto con un trasfondo irónico, sin hacer una crítica clara de la sociedad de su época hasta las últimas páginas de la obra.

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Charles Dickens

Tiempos difíciles

Charles Dickens

TIEMPOS DIFÍCILES

editado por Carola Tognetti
Greenbooks editore
ISBN 978-88-3295-001-4
Edición Digital
Mayo 2017
ISBN: 978-88-3295-001-4
Este libro se ha creado con StreetLib Write (http://write.streetlib.com).

Indice

TIEMPOS DIFÍCILES

LIBRO PRIMERO

CAPITULO I

CAPITULO II

CAPITULO III

CAPITULO IV

CAPITULO V

CAPITULO VI

CAPITULO VII

CAPITULO VIII

CAPITULO IX

CAPITULO X

CAPITULO XI

CAPITULO XII

CAPITULO XIII

CAPITULO XIV

CAPITULO XV

CAPITULO XVI

LIBRO SEGUNDO

CAPITULO I

CAPITULO II

CAPITULO III

CAPITULO IV

CAPITULO V

CAPITULO VI

CAPITULO VII

​CAPITULO VIII

CAPITULO IX

CAPITULO X

CAPITULO XI

CAPITULO XII

LIBRO TERCERO

​CAPITULO I

CAPITULO II

CAPITULO III

CAPITULO IV

CAPITULO V

CAPITULO VI

CAPITULO VII

CAPITULO VIII

CAPITULO IX

TIEMPOS DIFÍCILES

Charles Dickens

LIBRO PRIMERO

LA SIEMBRA

CAPITULO I

LAS ÚNICAS COSAS NECESARIAS

-Pues bien; lo que yo quiero son realidades. No les enseñéis a estos muchachos y muchachas otra cosa que realidades. En la vida sólo son necesarias las realidades.

No planteéis otra cosa y arrancad de raíz todo lo demás. Las inteligencias de los animales racionales se moldean únicamente a base de realidades; todo lo que no sea esto no les servirá jamás de nada. De acuerdo con esta norma educo yo a mis hijos, y de acuerdo con esta norma hago educar a estos muchachos. ¡Ateneos a las realidades, caballero!

La escena tenía lugar en la sala abovedada, lisa, desnuda y monótona de una escuela, y el índice, rígido, del que hablaba, ponía énfasis en sus advertencias, subrayando cada frase con una línea trazada sobre la manga del maestro. Contribuía a aumentar el énfasis la frente del orador, perpendicular como un muro; servían a este muro de base las cejas, en tanto que los ojos hallaban cómodo refugio en dos oscuras cuevas del sótano sobre el que el muro proyectaba sus sombras. Contribuía a aumentar el énfasis la boca del orador, rasgada, de labios finos, apretada. Contribuía a aumentar el énfasis la voz del orador, inflexible, seca, dictatorial. Contribuía a aumentar el énfasis el cabello, erizado en los bordes de la ancha calva, como bosque de abetos que resguardase del viento su brillante superficie, llena de verrugas, parecidas a la costra de una tarta de ciruelas, que daban la impresión de que las realidades almacenadas en su interior no tenían cabida suficiente. La apostura rígida, la americana rígida, las piernas rígidas, los hombros rígidos..., hasta su misma corbata, habituada a agarrarle por el cuello con un apretón descompuesto, lo mismo que una realidad brutal, todo contribuía a aumentar el énfasis.

-En la vida, caballero, lo único que necesitamos son realidades, ¡nada más que realidades! El orador, el maestro de escuela y la otra persona que se hallaba presente se hicieron atrás un poco y pasearon la mirada por el plano inclinado en el que se ofrecían en aquel instante, bien ordenados, los pequeños recipientes, las cabecitas que esperaban que se vertiese dentro de ellas el chorro de las realidades, para llenarlas hasta los mismos bordes.

CAPITULO II

EL ASESINATO DE LOS INOCENTES

Tomás Gradgrind, sí, señor. Un hombre de realidades. Un hombre de hechos y de números. Un hombre que arranca del principio de que dos y dos son cuatro, y nada más que cuatro, y al que no se le puede hablar de que consienta que alguna vez sean algo más. Tomás Gradgrind, sí, señor; un Tomás de arriba abajo este Tomás Gradgrind. Un señor con la regla, la balanza y la tabla de multiplicar siempre en el bolsillo, dispuesto a pesar y medir en todo momento cualquier partícula de la naturaleza humana para deciros con exactitud a cuánto equivale. Un hombre reducido a números, un caso de pura aritmética. Podríais quizá abrigar la esperanza de introducir una idea fantástica cualquiera en la cabeza de Jorge Gradgrind, de

Augusto Gradgrind, de Juan Gradgrind o de José Gradgrind (personas imaginarias e irreales todas ellas) ; pero en la cabeza de Tomás Gradgrind, ¡jamás!

El señor Gradgrind se representaba a sí mismo mentalmente en estos términos, ya fuese en el círculo privado de sus relaciones o ante el público en general. En estos términos, indefectiblemente, sustituyendo la palabra señor por las de muchachos y muchachas, presentó ahora Tomás Gradgrind a Tomás Gradgrind a todos aquellos jarritos que iban a ser llenados hasta más no poder con realidades.

La verdad es que, al mirarlos con seriedad centelleante desde las ventanas del sótano a que más arriba nos hemos referido, daban al señor Gradgrind la impresión de una especie de cañón atiborrado hasta la boca de realidades y dispuesto a barrer de una descarga a todos los pequeños jarritos lejos de las regiones de la niñez. Daba la impresión también de un aparato galvanizador, cargado con un horrendo sustituto mecánico, del que había que proveer a las tiernas imaginaciones juveniles que iban a ser aniquiladas.

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