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Totó pertenece a una familia de payasos que desde muchas generaciones atrás ha hecho reír a niños, y él quiere seguir con esta tradición. Sin embargo, tiene un gran problema, ¡le tiene miedo a los niños! Mientras supera esta fobia deberá ejercer otros oficios, pero su talento como payaso siempre saldrá a relucir y no sin conflictos. Un día conoce a un niño, que como él, le tiene miedo a otros niños y juntos emprenden el camino para vencer sus temores.
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Seitenzahl: 27
Veröffentlichungsjahr: 2020
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Brozon, Mónica B.
Totó / Mónica B. Brozon ; ilus. de Carlos Beltrán Brozon. – México : SM, 2019Edición digital – El Barco de Vapor Azul
ISBN : 978-607-24-3959-7
1. Autoestima – Novela infantil. 2. Aceptación social – Literatura infantil
Dewey 863 B76
Pa: estamos seguros de que ver este libro
te habría hecho muy feliz
M y C.
TOTÓ ESTABA NERVIOSO. Esa noche, al fin, era su gran debut. Había estudiado y practicado por muchos años. Y, claro, se había puesto su mejor y más vistoso traje. Totó era el heredero de una larga tradición de excelentes payasos. Su padre lo era, su abuelo también y su tatarabuelo y el papá de éste fueron payasos reconocidos en la ciudad y en las ciudades vecinas. Muchas veces Totó imaginó al primero de sus antepasados, allá en la prehistoria, haciendo malabares con armadillos y metiendo su cabeza en la mandíbula de un tiranosaurio, aunque de esto no había ningún testimonio.
Antes de entrar al escenario, escuchó los gritos del público que lo esperaba ansioso, y ráfagas de nervios hacían temblar su colorido cuerpo. Tuvo ensayos toda la semana frente a su papá, abuelo y bisabuelo, quienes rieron muchísimo en cada uno de ellos. Los nervios no lo abandonaban, aunque estaba seguro de que todo saldría bien. Así se lo confirmaban las caricias tranquilizadoras de Dolores, su iguana, que era parte de uno de sus números y que, quizá, desde su escondite en el sombrero, percibía su ansiedad.
Cuando Totó escuchó que Filomeno, el presentador, gritaba: “¡Y ahora con ustedeeeees, en su primera presentación en público, el payaso Totóóóó!”, sintió que el temblor atacaba sus rodillas. Dio unos pasitos hacia donde estaban las luces, hasta que quedó en el centro del escenario. Miró las caras de los niños que coreaban su nombre por todos lados. Había tantos... Eran muchos, muchos niños. El temblor de sus rodillas aumentó, desde ahí viajó hacia el resto de su cuerpo y, cuando llegó a su cabeza, Totó sintió que sus piernas ya no podían sostenerlo. Luego todo se puso negro y ya no recordó nada más.
—¡Totó, muchacho! —fue lo siguiente que escuchó. Abrió los ojos y vio la lámpara del techo de su camerino. Su abuelo y su bisabuelo lo miraban con preocupación, mientras Dolores le daba suaves golpes en la cabeza con una de sus patitas.
—¿Qué pasó? —preguntó con un hilito de voz.
—Eso quisiéramos saber — replicó su abuelo.
Totó se incorporó, aún con un temblorcillo en los hombros. No supo qué contestar, pues no tenía idea de qué había ocurrido un momento antes en el escenario, donde ahora estaba su papá, supliéndolo en el acto que debería haber sido suyo.
A la mañana siguiente Totó volvió a ensayar su rutina. Todo marchó perfectamente, como siempre en los ensayos, pero cuando esa noche intentó salir de nuevo al escenario, los nervios, los temblores y el desmayo se repitieron igual que la ocasión anterior. Y así, dos intentos más. El público empezaba a pensar que era parte de un acto que en realidad no daba risa.
—Pues sí, es muy bueno cuando lo hace frente a nosotros —escuchó Totó decir a su abuelo cuando despertaba de su nuevo desmayo—, pero un payaso se debe a su público, no a sus parientes.
—Pánico escénico —dijo su bisabuelo—. Es cosa muy complicada.