Una historia de las montañas Ragged - Edgar Allan Poe - E-Book

Una historia de las montañas Ragged E-Book

Edgar Allan Poe

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Beschreibung

Edgar Allan Poe - En el año 1844 Edgar Allan Poe escribio este relato fantastico que trata el hipnotismo bajo las teorias de Mesmer, los efectos del consumo de drogas y la relacion magnetica entre paciente y medico.Poe comienza su narracion en primera persona ubicandonos espacial y temporalmente. Se encuentra en Charlottesville, Virginia. En el año 1827 conocio a Augustus Bedloe, un hombre rico y enfermo de peculiar fisico que consume morfina en grandes cantidades y esta al cuidado de un medico llamado Templeton. La accion transcurre en 1845.

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UNA HISTORIA DE LASMONTAÑAS RAGGED

EDGAR ALLAN POE

I

Durante el otoño del año 1827, cuando yo residía cerca de Charlottesville, Virginia, casualmente conocí al señor Augusto Bedloe.

Este joven caballero era notable en todos los aspectos y despertó en mí profundo interés y curiosidad. Hallé imposible comprender sus relaciones, tanto morales como físicas. Nunca averigüe de dónde venía. Hasta en su edad, aunque le llamo joven gentleman, había algo que me asombraba en no pequeña medida.

Ciertamente parecía joven, y no dejaba de hablar de su juventud, pero había momentos en los cuales yo no habría tenido el menor reparo en imaginarlo de cien años de edad, pues nada había tan peculiar como su aspecto exterior. Era singularmente alto y delgado bastante encorvado, y sus miembros resultaban excesivamente largos y enflaquecidos. Su frente, ancha y baja; su tez, del todo exangüe. La boca, grande y flexible, y sus dientes ferozmente desiguales, aunque sanos como yo jamás había visto en cabeza humana. Sin embargo, la expresión de su sonrisa no era de ningún modo desagradable, como podría suponerse, aunque carecía de toda variación.

Era una sonrisa de profunda melancolía, de permanente y molesta tristeza. Tenía unos ojos anormalmente grandes y redondos como los de un gato. También las pupilas, al menor aumento o disminución de la luz, experimen-taban la misma contracción o dilatación que se observa en la familia de los felinos. En momentos de excitación, las órbitas le brillaban de un modo casi inconcebible; parecía que emitieran rayos luminosos, pero no como un reflejo, sino como sucede con una vela o con el sol. Con todo, en su estado ordinario eran tan totalmente opacas, sutiles y tontas como para transmitir la idea de un cadáver por largo tiempo enterrado.

Esos rasgos de su persona parecían causarle un gran fastidio y continuamente se refería a ellos por medio de semijustificativas excusas, que al escucharlas por vez primera me causaron muy dolorosa impresión.

Sin embargo, pronto me acostumbre y mi inquietud desapareció. Más bien parecía tener el propósito de insinuar que de afirmar direc-tamente el hecho de que físicamente no siempre había sido lo que era, y que una larga serie de ataques neurálgicos le habían reducido, de un estado de belleza poco frecuente, al que yo ahora veía. Durante muchos años había sido atendido por un médico llamado Templeton, un señor viejo de unos setenta años de edad, a quien había conocido en Saratoga y de cuyo cuidado mientras tanto recibía, o imaginaba que recibía, gran be-neficio.