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Una tentación prohibida Lo que empezó siendo una venganza acabó convirtiéndose en una pasión ardiente Jake Freedman esperaba vengarse del hombre que había destruido a su familia. Y, si aceptando una cita a ciegas con la hija de Costarella podía calmar a su peor enemigo, Jake se pondría su mejor traje y ocultaría su cinismo tras una sonrisa seductora… Las caricias expertas de Jake atraparon a la inocente Laura Costarella en una peligrosa aventura amorosa. Y Jake acabó deseando más conquistar a Laura que la ruina de Costarella. Una oferta incitante Ella tenía lo único que él deseaba: un heredero para la familia Zavros Las revistas del corazón solían dedicar muchas páginas al magnate griego Aris Zavros y a la larga lista de modelos con las que compartía su cama. Tina Savalas no se parecía a las amigas habituales de Ari, pero aquella chica normal escondía el más escandaloso secreto: seis años atrás, había acabado embarazada después de una apasionada aventura con Ari. Al conocer la noticia, Ari solo vio una solución: la inocente Tina sería perfecta para el papel de dulce esposa. Y, aparentemente, contraer matrimonio en la familia Zavros no era una decisión… era una orden.
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Seitenzahl: 332
Veröffentlichungsjahr: 2025
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Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Avenida de Burgos, 8B - Planta 18
28036 Madrid
© 2025 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
N.º 493 - febrero 2025
© 2011 Emma Darcy
Una tentación prohibida
Título original: The Costarella Conquest
© 2012 Emma Darcy
Una oferta incitante
Título original: An Offer She Can’t Refuse
Publicadas originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.
Estos títulos fueron publicados originalmente en español en 2012
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
Sin limitar los derechos exclusivos del autor y del editor, queda expresamente prohibido cualquier uso no autorizado de esta edición para entrenar a tecnologías de inteligencia artificial (IA) generativa.
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Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.: 978-84-1074-480-6
Créditos
Una tentación prohibida
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Una oferta incitante
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Promoción
ERA VIERNES por la tarde y Jake Freedman estaba en el despacho de un hombre al que tenía motivos para odiar, y apenas podía contenerse para no marcharse. Pronto, muy pronto, tendría todas las pruebas para acusar a Alex Costarella por haber actuado como un buitre, aprovechando las empresas en bancarrota para hacer aumentar sus fondos. Entonces, podría marcharse. Entretanto, la farsa de que aspiraba a ser la mano derecha de Costarella en el negocio de las liquidaciones, no podía tener ni un fallo.
–El domingo es el Día de la Madre –dijo el hombre, mirando a Jake con interés–. Tú no tienes familia, ¿verdad?
«No desde que ayudaste a matar a mi padrastro».
Jake puso una triste sonrisa.
–Perdí a mis padres cuando era un niño.
–Sí, recuerdo que me lo dijiste. Debe de haber sido muy difícil para ti. Eso hace más admirable que consiguieras una carrera profesional y que hayas hecho tan buen trabajo en ella.
«Cada paso del camino ha estado marcado por la ambición de derrocar a este hombre. Y lo conseguiré. Me ha costado diez años llegar hasta aquí… Aprender contabilidad, legislación, conseguir experiencia en los negocios de Costarella, ganarme su confianza. Sólo unos meses más y…».
–Me gustaría que conocieras a mi hija.
Jake se quedó sorprendido. Nunca había pensado en la familia de aquel hombre, o en el efecto que sus actos podían tener sobre ella. Arqueó las cejas de forma inquisitiva. ¿La hija iba a participar en los negocios de su padre? ¿O es que aquello era un intento para emparejarlos?
–Laura es una mujer despampanante. Inteligente, y una gran cocinera –dijo Costarella–. Ven a comer a mi casa el domingo y descúbrelo tú mismo.
Jake rechazaba la posibilidad de tener una relación personal con alguien relacionado con aquel hombre.
–Me entrometería en vuestro día familiar.
–Quiero que vengas, Jake.
La expresión de su rostro no daba lugar a negativas. Era un hombre con el pelo cano y ojos grises, que se expresaba con la confianza de alguien que podía conseguir el control de cualquier asunto y someterlo a su voluntad.
Jake sabía que, si insistía en rechazar la invitación, perdería la posibilidad de tener acceso a las pruebas que necesitaba.
–Eres muy amable –contestó con una sonrisa–. Si estás seguro de que seré bienvenido…
Cualquier duda al respecto era irrelevante. Costarella conseguía aquello que se proponía.
–Ven a las once y media. ¿Sabes dónde vivo?
–Sí. Gracias. Allí estaré.
–¡Bien! Te veré entonces –sus ojos grises brillaron con satisfacción–. No te decepcionarás.
Jake asintió, consciente de que tendría que acudir a su casa el domingo y mostrar interés por su hija a pesar de que odiaba la idea.
No sabía qué era lo que pretendía Costarella. Era ridículo que intentara encontrar un pretendiente para su hija, como si las personas fueran títeres y pudiera moverlos a su antojo. Sin embargo, ésa era la mentalidad de aquel hombre. Se movía a su ritmo, sin importarle el interés del resto.
Jake tenía que seguirle el juego. Y si tenía que empezar a salir con Laura Costarella, lo haría, pero no llegaría a tener una implicación emocional con ella por muy bella e inteligente que fuera.
Era la hija del enemigo.
No debía olvidarlo.
Nunca.
El Día de la Madre…
Laura Costarella deseaba que aquel día fuera como se suponía que debía ser, un día memorable para su madre en el que sus hijos le mostraran su amor y su agradecimiento por todo lo que había hecho por ellos, y junto a su esposo disfrutara de la familia que juntos habían creado.
Pero no iba a ser así.
Su padre había invitado a una persona especial a la comida familiar y, a juzgar por la engreída sonrisa con la que hizo el anuncio, Laura sospechaba que aprovecharía al invitado para mostrar las limitaciones de sus hijos y los defectos de la madre que los había criado.
Jake Freedman, un nombre con carácter. Y, sin duda un hombre con un carácter tan fuerte como su padre o, si no, no habría ascendido tan deprisa hasta la cima de Costarella Accountancy Company, que amasaba millones gracias a las empresas en quiebra. ¿Sabría cómo iba a ser utilizado ese día? ¿Le importaría?
Laura negó con la cabeza. Pasara lo que pasara, ella no podría evitarlo. Lo único que podía hacer era preparar los platos de comida favoritos de su madre e intentar disimular el descontento de su padre con su familia. «No dejes de sonreír pase lo que pase», se dijo.
Por el bien de su madre, esperaba que su hermano hiciera lo mismo. Que no se dejara llevar por el resentimiento. Que no se marchara. Que sonriera y se encogiera de hombros ante los comentarios de crítica. Sin duda, no era mucho pedir que Eddie mantuviera su testosterona bajo control por un día.
Sonó el timbre justo cuando ella terminaba de preparar las verduras para hacer la receta que había visto en uno de sus programas de cocina favoritos de la televisión. Estaban preparadas para meterlas al horno con la pata de cordero. La crema de calabaza y beicon sólo había que recalentarla. La nata estaba batida y la tarta de lima-limón estaba en la nevera.
Se lavó las manos, se quitó el delantal y sonrió, dispuesta a recibir a la visita con todo el encanto posible.
Jake estaba en la puerta de la mansión de Alex Costarella, preparándose para ser un invitado atento y encantador. El edificio de dos plantas de ladrillo rojo era una de las antiguas haciendas de Sídney, y tenía la fachada perfecta para ocultar la verdadera naturaleza del hombre que la había conseguido a base de engañar a otras personas.
Él recordaba cómo había luchado su padrastro para conseguir que los empleados del tribunal de quiebras retrasaran la puesta en venta de la hacienda familiar mientras su madre estuviera viva, antes de que el cáncer acabara con ella unos meses más tarde. Y todo el proceso había sido iniciado por Costarella, que prefirió no pensar en cómo salvar una empresa y cientos de empleos, y eligió llenarse los bolsillos mientras se ocupaba de vender todos los activos.
Sin piedad.
Su padrastro falleció pocas semanas después de la muerte de su madre. Dos funerales en muy poco tiempo. Jake no podía culpar de ambas muertes a Costarella, pero sí de una de ellas. Se sorprendía al pensar que era como un lobo esperando a entrar en la guarida de otro lobo.
Costarella no sabía que Jake estaba al acecho, esperando el momento adecuado para atacar. Alex pensaba presentarle a su hija para que hiciera de cebo y lo tentara con un futuro brillante en la empresa, sin percatarse de que la presa era él. Y en cuanto a Laura…
Se abrió la puerta y Jake vio a una mujer que, al instante, le resultó interesante. Era muy guapa, con el cabello negro y rizado, los ojos azules y unos labios carnosos que, al sonreír, mostraban una dentadura perfecta. Iba vestida con un top morado y blanco que tenía un escote lo bastante pronunciado como para mostrar la curva de sus senos, suficientemente grandes como para llenar las manos de un hombre. Unos pantalones vaqueros apretado, de color morado, resaltaban su figura y sus piernas esbeltas. Un primitivo deseo sexual se apoderó de Jake.
Esforzándose por mantener la compostura, Jake la saludó.
–Hola, Soy Jake Freedman –dijo, confiando en que ella no se hubiera percatado de lo sorprendido que estaba.
La hija de Alex Costarella era una trampa para hombres.
Y caer en ella no entraba dentro de sus planes.
–Hola, yo soy Laura, la hija de la casa.
Oyó pronunciar sus palabras como si hubieran sido pronunciadas desde la distancia. Estaba completamente absorta por el atractivo de Jake Freedman. Aunque atractivo no era la palabra que más encajaba. Ella había conocido a muchos hombres atractivos. La vida de su hermano estaba llena de ellos, de actores dejando su huella en los programas de televisión. Pero aquel hombre… ¿por qué se le había acelerado el corazón y sentía un cosquilleo en el estómago?
Tenía el cabello de color castaño oscuro y lo llevaba muy corto. Los ojos marrones y con una mirada muy sexy. La nariz recta, el mentón prominente y la boca perfecta. «Podría representar el papel de James Bond», pensó Laura, y tuvo la sensación de que él era tan peligroso como el personaje de la legendaria película.
Era un hombre alto, delgado y de aspecto muy masculino. Vestía pantalones vaqueros negros y una camisa negra y blanca de sport con las mangas arremangadas, dejando al descubierto sus musculosos antebrazos. Jake Freedman era tan masculino que era imposible no reaccionar ante él como mujer.
–Encantado de conocerte –dijo él, y le tendió la mano con una sexy sonrisa.
–Lo mismo digo –contestó ella, y le estrechó la mano–. Pasa, por favor.
–La hija de la casa –repitió él–. ¿Eso significa que todavía vives en casa de tus padres?
–Sí. Es una casa grande –contestó ella. Lo bastante grande como para mantenerse alejada de su padre la mayor parte del tiempo.
Jake Freedman debía de ser unos años mayor que sus amigos de la universidad, teniendo en cuenta el puesto que tenía en la empresa de su padre. Eso le hizo recordar que debía evitarlo como si fuera una plaga. No tendrían nada en común.
–Mi familia está disfrutando del sol en el patio trasero –dijo ella, y lo guió por el pasillo que dividía la casa en dos–. Te llevaré donde está mi padre y después os sacaré un aperitivo. ¿Qué quieres beber?
–Un vaso de agua con hielo estaría bien, gracias.
–¿No bebes whisky con hielo, como mi padre?
–No.
–¿Y un vodka?
–Agua.
«Bueno, no es James Bond», pensó ella, conteniendo una risita.
–¿Tienes trabajo, Laura?
–Sí, soy la directora de primeras impresiones –se rió al ver su cara de asombro–. Lo he leído esta mañana en el periódico –le explicó–. Es como se llama ahora a las recepcionistas.
–¡Ah! –sonrió él.
–¿Y sabes cómo llaman a un limpiador de cristales?
–Por favor, ilústrame.
–Ejecutivo de visión despejada.
Él se rió, aumentando su atractivo con su sonrisa.
–Un profesor es un navegador de sabiduría. Y un bibliotecario es un especialista en recuperación de información. No recuerdo el resto de la lista. Todos los títulos eran muy farragosos.
–Así que, hablando en claro, eres recepcionista.
–A media jornada en una consulta médica. Sigo en la universidad, estudiando arquitectura de jardines. Es una carrera de cuatro años y ya estoy en el último.
–¿Estudias y trabajas? ¿Tu padre no te mantiene? –preguntó.
–Mi padre no paga lo que no aprueba. Deberías saberlo, puesto que trabajas con él.
–Pero eres su hija.
–Y se supone que debería cumplir sus deseos. Me permite vivir aquí. Ése es todo el apoyo que mi padre me dará para que estudie esa carrera.
–Quizá deberías haber buscado la manera de independizarte.
Era un comentario extraño para un hombre que debería ser experto en satisfacer los deseos de su padre. Sin embargo, ella no estaba dispuesta a discutir la dinámica familiar con un extraño, y menos con alguien especializado en ponerse del lado de su padre.
–Mi madre me necesita.
Era una breve respuesta, y todo lo que obtendría de ella. Laura abrió la puerta trasera y lo presentó:
–Tu amigo Jake está aquí, papá.
–¡Ah! –su padre se levantó de la mesa del patio en la que estaba leyendo el periódico del domingo–. Me alegro de verte por aquí, Jake. Hace un bonito día otoñal, ¿verdad?
–No podía ser mejor –convino él, acercándose para estrecharle la mano.
Se sentía seguro de sí mismo y con la situación, algo que Laura no sentía. Estaba asombrada por la fuerte atracción que había experimentado y que no conseguía olvidar. No era bueno. No podía serlo. Lo último que deseaba era que un hombre como su padre interfiriera en su vida.
–Ve a buscar a tu madre, Laura. Le está mostrando a Eddie las últimas novedades del jardín. Puedes decirle a los dos que vengan a conocer a nuestro invitado.
–Lo haré –dijo ella, contenta de marcharse de allí y consciente de que a su padre le gustaba que lo obedecieran a la primera.
El jardín era el refugio de su madre. Era feliz cuando hablaba sobre qué podían hacer en él con Nick Jeffries, el ayudante que compartía su entusiasmo por diseñar y trabajar en el lugar. A Laura también le encantaba aquel jardín, y la idea de construir algo bonito en lugar de destrozar las cosas, como hacía su padre.
Y como hacía Jake Freedman.
No podía olvidarlo. Nunca podría tener algo en común con una persona que se dedicaba a destruir.
–¡Mamá! ¡Eddie! –los llamó. Estaban junto al estanque, donde Nick había instalado unas lámparas solares–. Ha llegado el invitado de papá.
Su madre dejó de sonreír y miró a su hijo con nerviosismo, preocupada por el inminente choque de personalidades que podría producirse.
Eddie la agarró por los hombros y sonrió para tranquilizarla.
–Prometo ser bueno, mamá. Hoy no seré un chico malo.
Consiguió que su madre soltara una risita.
Eddie tenía el papel de chico malo en la serie en la que actuaba. Su cabello negro, la barba incipiente, el hoyuelo de su barbilla y sus penetrantes ojos azules, hacían que fuera muy atractivo, sobre todo en su ostentosa motocicleta. Ese día llevaba una chaqueta de cuero negra, aunque se la había quitado debido al calor de la mañana. Su camiseta blanca tenía el dibujo de una Harley-Davidson. Parecía un motorista, para disgusto de su padre.
Los tres regresaron hacia el patio. Laura y Eddie a cada lado de su madre, dispuestos a conseguir que tuviera un feliz día. Por qué seguía viviendo con su padre era algo incomprensible. No era un matrimonio feliz. Su marido era muy dominante y controlador, de forma que ella apenas tenía vida independiente.
Laura siempre consideró a su madre un ama de casa, bien vestida y peinada, que se ocupaba de que todo en la casa estuviera perfecto. Incluso su nombre, Alicia, encajaba con el papel.
Ese día estaba especialmente guapa. Se había teñido de rubio su cabello corto y llevaba puesto una camisola azul que resaltaba el color de sus ojos. Durante la última época, apenas tenía brillo en la mirada y Laura estaba preocupada de que tuviera algún problema de saludo que no quisiera admitir. Además, estaba demasiado delgada, algo que se ocultaba bajo la amplia camisola que llevaba. Los pantalones blancos también le quedaban anchos, pero le daban un toque elegante. Sin duda, nadie notaría nada extraño en ella. Jake Freedman la encasillaría como la típica mujer de un hombre rico.
–¿Qué aspecto tiene? –preguntó su madre.
–Se parece a James Bond –dijo Laura.
–¿Qué? ¿Parece un tipo peligroso? –preguntó Eddie.
Ella sonrió.
–Y muy sexy y atractivo.
–No se te ocurra enamorarte de él, Laura. Es un territorio peligroso.
–Sí, ten cuidado –le advirtió su madre–. Puede que tu padre quiera que te guste ese hombre. Tiene que haber algún motivo para que lo haya invitado aquí esta noche.
–Podría ser que entre los planes de Jake Freedman figure el de casarse con la hija del jefe –intervino Eddie.
¿Casarse?
¡Nunca!
Ella siempre rompía las relaciones cuando el chico comenzaba a pedirle compromiso, algo que siempre sucedía tarde o temprano. Por lo que había visto en su casa, el matrimonio consistía en una interminable lista de exigencias cargadas de recriminaciones en caso de que no se cumplieran. Ningún hombre iba a tenerla como esposa.
–No soy tan fácil de devorar –le dijo a su hermano–. Voy a darle de comer. Si necesita algo más, que silbe.
–Como Humphrey Bogart –murmuró la madre.
–¿Qué?
–En una película Humphrey Bogart silbaba para atraer a Lauren Bacall. Es antigua.
–No la he visto.
–¿Y al final consigue a la chica? –preguntó Eddie.
–Sí.
–Sin duda, ella quería que así fuera –dijo Laura–. Es otra historia.
–Vigilaré al amigo de papá –bromeó el hermano.
–Me temo que van a utilizar a ese hombre para mostrarte lo insignificante que eres, Eddie, así que cuidado con lo que dices.
–No sé… No sé… –dijo su madre.
–Está bien, mamá –la tranquilizó Eddie–. Laura y yo hemos levantado nuestras barreras y hoy nada podrá resquebrajarlas. Ahora, relájate. Ambos estamos en guardia.
Era un alivio oír a Eddie decir con tanta seguridad que se había colocado la armadura protectora. Laura deseaba poder decir lo mismo. A pesar de lo que le dijera la mente, tan pronto vio a los dos hombres en el patio y se fijó en que Jake Freedman la miraba, no había barrera que la protegiera de la química sexual que había entre ambos.
Al instante, notó que sus pezones se ponían erectos y que empezaba a mover las caderas de forma provocadora, guiada por un instinto primitivo para mostrar su feminidad. Notó un fuerte calor en la entrepierna y sintió que le flaqueaban las piernas. La tentación parecía más fuerte que el sentido común que le decía que se mantuviera alejada de aquel hombre.
Le encantaría poseerlo.
Al margen de que cometiera una gran equivocación.
Le encantaría poseerlo.
¡Sólo por la experiencia!
AJAKE le resultó difícil apartar la vista de Laura para mirar a las otras dos personas que estaba a punto de conocer. La madre era más o menos como él esperaba que fuera la esposa de Alex Costarella, una señora de su casa que se cuidaba tanto como cuidaba su hogar, pero al ver al hijo se sorprendió. Llevaba el cabello largo y despeinado, barba incipiente y ropa de motero. Evidentemente, Eddie tampoco acataba la disciplina de su padre.
Dos hijos rebeldes y una esposa sumisa.
¿Se suponía que debía domesticar a Laura? ¿Ayudarla a convertirse en el tipo de mujer que su padre aprobaría, en lugar de permitir que siguiera su camino?
La miró de nuevo y sintió una fuerte tensión en la entrepierna. Sin duda, era la mujer más deseable que había conocido nunca, y resultaría peligroso jugar con ella, pero la idea de alejarla de su padre hacía que resultara todavía más tentadora. Era justo que Costarella sintiera la pérdida de alguien querido, además de perder la empresa que le daba poder para arruinar la vida de otras personas.
Jake se percató de cómo lo miraba Laura mientras el padre hacía las presentaciones.
–Alicia, mi esposa….
–Encantado de conocerte –dijo Jake con una sonrisa.
Ella sonrió también, pero contestó con una expresión extraña en la mirada.
–Bienvenido a nuestra casa.
–Y éste es mi hijo, Eddie, que evidentemente no se ha molestado en afeitarse esta mañana, ni siquiera por su madre.
Eddie ignoró la crítica y sonrió.
–No puedo afeitarme, papá. Rodamos mañana. Tengo que mantener el aspecto de mi personaje –se dirigió a Jake con una sonrisa.
–Supongo que eres el hijo que mi padre debería haber tenido, Jake. ¡Que te vaya bien, amigo!
Jake se rió y le estrechó la mano mientras negaba con la cabeza.
–No estoy seguro de eso, pero gracias por los buenos deseos, Eddie.
–De nada.
–Eddie es actor –Laura intervino con orgullo–. Hace de chico malo en la serie The Wild and the Wonderful.
Jake frunció el ceño.
–Lo siento, no conozco esa serie.
–Es una porquería –dijo el padre–. Un culebrón de la televisión.
–Porquería o no, me gusta actuar en ella –dijo Eddie–. Y a ti, Jake, ¿te gusta lo que haces?
–Es un reto continuo. Supongo que actuar también lo es –dijo él.
–La vida de ficción es absurda –dijo Costarella–. Jake y yo trabajamos en el mundo real, Eddie.
–Bueno, papá, hay mucha gente que quiere desconectar de la vida real y yo los ayudo a hacerlo –volvió a centrar la atención en el invitado–. ¿Tú cómo te relajas de la presión del mundo laboral, Jake?
Jake descubrió que le caía bien el hermano de Laura. Sabía defenderse y tenía personalidad.
–El ejercicio físico es mi vía de escape –contestó.
–Sí, he de decir que a mí el sexo también me relaja –contestó Eddie con picardía.
–¡Eddie! –exclamó la madre, escandalizada.
–Lo siento, mamá. Es culpa de Laura por haber dicho que Jake era sexy.
–¿Lo sabía? –preguntó Costarella con satisfacción.
–¡Eddie! –exclamó Laura–. Te dije que tuvieras cuidado con lo que dijeras.
Jake se volvió hacia Laura con curiosidad. Expresaba furia con la mirada y se le habían sonrojado las mejillas. Al mirarlo, alzó la barbilla en un gesto desafiante.
–No me mires como si nunca hubieras oído decir eso de ti, porque estoy segura de que no es cierto. Simplemente era un comentario, no una insinuación.
–¡Laura! –la madre protestó de nuevo.
–Lo siento, mamá –dijo Laura, levantando las manos a modo de disculpa–. Voy a traer el aperitivo. Enseguida te traigo el agua con hielo.
Jake no pudo evitar sonreír al verla marchar.
–He intentado criar a mis hijos con buenos modales –dijo Alicia tras un suspiro.
–No pasa nada –dijo su marido con animosidad.
–De hecho, me gusta entrenar en el gimnasio –dijo Jake, para que dejaran de pensar en el sexo.
–Eso está claro –dijo Eddie–. Esos músculos no salen de estar sentado en un despacho.
–Yo voy a clase de yoga –dijo Alicia, ansiosa por entablar una conversación no comprometedora, mientras gesticulaba para que se sentaran.
Jake no había imaginado que sentiría interés alguno por la familia de Costarella. Ni siquiera pensaba que fuera a caerle bien. De hecho, únicamente había pensado en Laura, a quien había imaginado como a una princesita mimada.
La dinámica familiar le resultaba intrigante y Jake se encontró dispuesto a explorarla más a fondo, observando, escuchando, reuniendo información…. Y quizá tratara de conseguir lo que deseaba con Laura Costarella, para satisfacer sus propios deseos en varios aspectos.
Laura maldijo a Eddie por ser tan provocador y a sí misma por reaccionar de esa manera. También a Jake Freedman, por hacer que sintiera cosas que le impedían mantener la compostura. El viaje a la cocina debería haberla calmado, pero seguía nerviosa incluso después de haber cargado la camarera con las bebidas y los aperitivos.
No podía esconderse de aquel hombre. Tenía que volver a enfrentarse a él. Esperaba que no tratara de regocijarse con su comentario porque, si no, se vería tentada a echarle la jarra de agua sobre la cabeza. Y sólo serviría para demostrar que había perdido el control. Era mejor ignorarlo con buenos modales. No podía olvidar que Jake Freedman era el invitado de su padre y que mantener cualquier otra relación con él no le aportaría nada bueno.
No en el plano emocional.
Por muy bueno que fuera en la cama.
Y también debía dejar de pensar en eso.
Laura respiró hondo varias veces y llevó la camarera hasta el patio. Se alivió al ver que los cuatro estaban hablando tranquilamente sobre técnicas de relajación: meditación, tai chi, masajes y tanques de flotación. Incluso su padre parecía de buen humor. Se fijó en que la única silla vacía que quedaba en la mesa redonda estaba entre Jake Freedman y su madre, así que no pudo evitar sentarse junto a él.
Dejó la bandeja sobre la mesa para que todos pudieran tomar lo que quisieran, le entregó a Eddie una cubitera que contenía una botella del vino blanco favorito de su madre, dejó una jarra de agua con hielo y un vaso delante de Jake y le sirvió un whisky con hielo a su padre y sirvió el vino antes de sentarse a la mesa.
–Siento haberme descargado contigo, Jake. Estaba molesta con Eddie. Y avergonzada.
–No tiene importancia, Laura. Estoy seguro de que Eddie oye decir eso sobre él tan a menudo, que ya no le da ninguna importancia. Y dudo que él pensara que yo fuera a dársela.
Su padre intervino con incredulidad.
–Si eso no tuviera importancia para Eddie, ya no tendría trabajo. Únicamente es famoso porque las adolescentes piensan que es sexy.
–¡Afortunado que soy, papá! –dijo Eddie–. Aunque me esfuerzo por que sea así.
–Algunas personas tienen esa suerte –dijo la madre, tratando de evitar un enfrentamiento–. Siempre pensé que Sean Connery….
–Ya estamos otra vez con James Bond –dijo Eddie, sonriendo a Laura.
Ella le mostró los dientes a modo de advertencia.
Él se puso en pie para servir el vino y añadió:
–Mi madre sabe mucho de cine. Estoy seguro de que nadie podría ganarla en un concurso. Y también es una madre estupenda. Brindemos por ella –alzó la copa–. ¡Feliz día, mamá!
Todos brindaron al unísono.
Jake Freedman empezó a hablar de cine con Alicia, prestándole mucha atención. Laura no pudo evitar pensar que era un hombre muy agradable. Sin duda, se estaba esforzando por ser un buen invitado. Además, su madre estaba encantada y, por una vez, su padre no estaba estropeándolo todo con sus comentarios irónicos.
De hecho, parecía contento con la situación.
En realidad, a Laura no le importaba el porqué.
Era bueno que no menospreciara a su madre como solía hacer.
Ella se escapó un momento para terminar de preparar la comida, sintiéndose un poco más cómoda con la presencia de Jake Freedman. Había conseguido que el día transcurriera con más tranquilidad de lo esperado. Lo único negativo era el impacto sexual que tenía sobre ella.
Laura no había sido capaz de dejar de mirarlo, fijándose en la forma de sus orejas, en la longitud de sus pestañas, en la sensualidad de sus labios, en sus carismáticas sonrisas, en el vello oscuro que salpicaba sus fuertes antebrazos, en sus dedos elegantes, en cómo los pantalones vaqueros resaltaban sus fuertes músculos y en ¡sus pies grandes! ¿Eso no significaba que sus partes íntimas estarían muy bien dotadas?
A ella le resultaba difícil concentrarse en los preparativos. Tenía que meter las verduras en el horno, calentar la sopa, poner el recipiente con la salsa de menta en la mesa. Una vez más tendría que sentarse a su lado pero, por suerte, la mesa no era redonda y él no podría ver la expresión de su rostro a menos que se volviera hacia ella.
Hasta el momento no le había prestado especial atención y probablemente fuera mejor que siguieras así. Lo más probable era que estuviera saliendo con alguna mujer. Eddie tenía un montón de pretendientes y Laura suponía que a Jake Freedman le pasaría lo mismo. Que la considerara una más de entre la multitud no tenía ningún atractivo para Laura.
Aunque como era la hija del jefe, tendría que tratarla con respeto.
Algo que ella odiaría.
Lo mirara por donde lo mirara, tener una aventura con Jake Freedman no era algo bueno. Además, él no estaba dándole ninguna oportunidad, aunque quizá lo hiciera antes de que terminara el día. Como había dicho su madre, su visita debía de tener algún propósito. Si lo que deseaba era tener una relación con ella, Laura tenía que estar preparada para decir que no.
La sopa estaba suficientemente caliente como para servirla. Sintiéndose afortunada por emplear la cocina como distracción, Laura regresó al patio para avisar a los demás de que entraran a comer. Eddie acompañó a su madre hasta el comedor. Jake Freedman entró con su padre, y era evidente que se llevaban bien.
Otra advertencia.
En su día, su padre debió de ser encantador con su madre, ya que si no ella no se habría casado con él. Su verdadera personalidad no debió surgir hasta que ella estaba completamente dominada por él. Si Jake Freedman era el mismo tipo de persona, y creía que tenía derecho a mandar sobre la vida de otros, ella no quería nada con él.
Jake fue conociendo más aspectos de la familia Costarella durante la comida. Eddie había dejado el colegio y se había marchado de casa a los dieciséis años, consiguiendo un trabajo de ayudante en un estudio de televisión.
–Algún día te arrepentirás de no haber continuado con tus estudios –dijo el padre.
Él se encogió de hombros.
–La contabilidad nunca iba a ser lo mío, papa.
–No. Siempre estás en las nubes. Igualito que tu madre.
Su tono de disgusto hizo que Alicia se sonrojara. Ella era una mujer más frágil de lo que aparentaba, muy nerviosa y demasiado ansiosa por complacer. Jake recordó el comentario que había hecho Laura respecto a que su madre la necesitaba cuando salió en defensa de Alicia.
–Oh, creo que mamá tiene los pies en la tierra cuando se trata del jardín.
–Jardín… Cine… –dijo Costarella–. Alicia ha provocado que ambos os descarriarais con sus intereses. Yo tenía grandes esperanzas contigo, Laura. Eras la mejor en matemáticas…
–Papá, yo tengo gran esperanza en mí misma. Siento que no pueda satisfacer a ambos –dijo ella, con una sonrisa tristona.
–La jardinería…
–La arquitectura de paisajes es algo más que eso, papá.
Costarella resopló.
–Al menos sabes cocinar. Eso es un punto a tu favor. ¿Te está gustando la comida, Jake?
–Mucho –contestó, y le dedicó una sonrisa a Laura–. Eres una gran cocinera. La sopa estaba deliciosa y nunca había probado un cordero con patatas asadas mejor.
Ella se rió.
–Son recetas de un programa de cocina de la televisión. Lo único que hace falta es seguir las instrucciones. Tú podrías hacerlo si quisieras. No es algo exclusivo de las mujeres. De hecho, la mayoría de los cocineros famosos son hombres. ¿Tú cocinas para ti?
–No. Generalmente como fuera de casa.
–Necesitas a una mujer que cocine para ti –dijo Costarella.
Era un comentario completamente sexista y Jake se fijó en que Laura expresaba rechazo con la mirada, antes de mirarlo a él con desdén por si pensaba lo mismo.
Él se volvió hacia Costarella e hizo un comentario arriesgado, sonriendo para quitarle hierro al asunto.
–Teniendo en cuenta que los mejores cocineros son hombres, quizá sea mejor un chico.
Eddie soltó una carcajada.
–¿Qué te parece tan divertido? –preguntó el padre.
–Es que muchos chicos del sector son gays y Jake no me parece que Jake lo sea –soltó.
Laura comenzó a reírse también.
–No lo soy –dijo Jake.
–Desde luego que no –aseguró Costarella.
–Sabemos que no lo eres –le aseguró Laura.
–Por supuesto –añadió Eddie–. Laura no te consideraría sexy si fueras gay.
–Eddie, compórtate –dijo Alicia.
–Imposible –murmuró el padre.
Laura se levantó de la mesa.
–Ahora que nos has avergonzado a los dos, Eddie, voy a por el postre. Y espero que sirva para sellarte la boca –sonrió a su madre–. Es lima-limón, mamá.
–¡Mi postre favorito! –sonrió Alicia–. Gracias, cariño.
Jake la observó marchar. Era arriesgado entablar una relación con ella, puesto que complicaría lo que se había propuesto desde hacía muchos años cuando por fin empezaba a ver el final. Ella podría convertirse en una verdadera distracción y, quizá no fuera buena idea, por muy tentadora que pareciera.
Además, tener una aventura con ella no era una opción. Se sentía verdaderamente atraído por la hija de Costarella. Y él esperaba que le hiciera una proposición.
–¿Cómo es que no celebras el día de la madre con la tuya, Jake? –preguntó Eddie.
–Lo haría si ella estuviera viva, Eddie –contestó un poco compungido.
–¡Oh, lo siento! Espero que la pérdida no sea muy reciente.
–No.
–Supongo que soy afortunado por tener la mía todavía –se inclinó para darle un beso a Alicia en la mejilla.
–Sí, puesto que siempre has sido un niño de mamá –contestó Costarella.
Había cierto temor en la mirada que Alicia le dedicó a su marido. Jake suponía que ella había sido víctima de sus abusos durante tanto tiempo que se sentía indefensa para hacer nada al respecto.
–Me he fijado en el centro de mesa tan artístico que habéis puesto –dijo él, mirándola con una sonrisa para tranquilizarla.
–Sí –dijo ella con el rostro iluminado–. Lo he preparado esta mañana. Estoy muy orgullosa de mis crisantemos.
–Y con razón, mamá –intervino Laura, guiando el carrito del té hasta el comedor–. Son preciosos.
Sirvió la tarta de lima-limón y continuó alabando a su madre por su labor de jardinería.
Jake la observó. Era preciosa. E inteligente. Y tan sexy que la tentación lo invadió por dentro.
Cuando ella se sentó a su lado, él se volvió para mirarla a los ojos.
–Me gustaría ver el jardín. ¿Me lo mostrarás cuan do hayamos terminado de comer?
–Será mejor que te lo enseñe mi madre, Jake. Es su creación.
–Te lo ha pedido a ti, Laura –intervino Costarella–. Además de que deberías satisfacer el deseo de nuestro invitado, tu madre ya le ha mostrado a Eddie el jardín. No tiene por qué repetir la visita, ¿verdad, Alicia?
–No, no –convino ella–. Estaré encantada de que lo hagas tú, Laura.
Era evidente que tendría que hacerlo quisiera o no.
–Me interesa verlo a través de tu mirada –dijo Jake–. Así podrás contarme cómo encaja en tu concepto de diseño de jardines.
–¡Está bien! Te llenaré de sabiduría –dijo ella. Él se rió.
–Gracias. Lo disfrutaré.
El paseo por el jardín era todo un reto… La adrenalina que se agolpaba en su interior hacía que deseara luchar contra la desgana que mostraba Laura a la hora de estrechar la relación con él, sin embargo, esa misma desgana le facilitaba una escapatoria para el afán de emparejarlos que tenía Costarella… Pudiendo así continuar con su misión sin distracciones.
Tendría que tomar la decisión más tarde.
En el jardín.
LAURA decidió que llevaría a Jake al jardín, lo aburriría con su entusiasmo por el paisajismo y lo llevaría de nuevo junto a su padre, quien había comentado que tenía intención de ver un partido de fútbol que retransmitían por televisión.
Eddie la ayudó a retirar la mesa y la siguió hasta la cocina para hablar con ella en privado mientras cargaban el lavavajillas.
–Eres el objetivo principal, Laura. No me cabe ninguna duda –le advirtió–. Diría que papá quiere que Jake se convierta en su yerno.
–No va a suceder –soltó ella.
–Es un chico inteligente. Ha estado jugando a todas las bandas. Y me he fijado en ti y no eres inmune a él.
–Por eso era una estupidez que le dijeras lo que pensaba de él.
–De todos modos, es evidente. Créeme, un chico así sabe cuándo las mujeres piensan que es sexy. Estoy seguro de que lo han perseguido desde que era adolescente. Simplemente no le digas que sí.
–¿Y si quiero decirle que sí?
Eddie la miró asombrado.
–Es muy sexy –repitió ella, con tono desafiante.
Él puso una mueca.
–Entonces, asegúrate de que sólo se trata de sexo y no te enganches a él. La situación de mamá debería servirte de advertencia.
–Nunca seré como mamá. Él negó con la cabeza.
–Ojalá se separara.
–Ella no quiere darse cuenta. Será mejor que eches una partida de Scrabble con ella mientras yo me encargo de Jake. Le gustará.
–Lo haré. Es mucho más divertido que lo tuyo.
Laura respiró hondo para tratar de relajarse.
–No quiero sentirme atraída por él, Eddie.
Él la miró muy serio.
–Ve a por ello si es lo que quieres, si no, siempre te quedará la duda. Tarde o temprano te decepcionará y considero que eres lo bastante fuerte como para separarte de él.
–Lo soy –dijo ella con seguridad.
–Pero estarías mejor sin meterte en ese lío.
–Lo sé. Quizá deje de gustarme en el jardín.
–Lo dudo.
–Te aseguro que no me derretiré a sus pies. Y deja que mamá te gane al Scrabble, pero que no sea muy evidente.
–No te preocupes –puso una pícara sonrisa–. ¡Vamos a librar una buena batalla!
Laura sonrió a su hermano.
–La parte de si era gay ha sido muy buena.
Él se rió y la agarró por los hombros mientras regresaban al comedor.
–Será mejor que saquemos el Scrabble, mamá. Puesto que la última vez me ganaste, quiero la revancha. Y que Dios me ayude si me atasco con las vocales otra vez.
–Os dejaré con vuestro juego –dijo el padre, levantándose de la silla y sonriendo a Jake Freedman–. Estoy seguro de que disfrutarás de la compañía de mi hija.
–Lo haré –convino él, poniéndose en pie y dispuesto a salir al jardín.
El arrepentimiento se apoderó de Laura. Jake Freedman estaba siguiendo el juego de su padre, pero ella no tenía por qué hacerlo. No era su invitado. Eran las tres de la tarde pasadas. La comida había salido bastante bien. La parte mas complicada del Día de la Madre había terminado. Y como su padre iba a ahorrarles su presencia, no podría descargar su ira con todos si ella no continuaba siendo educada con aquel hombre. Podría poner a Jake Freedman en un aprieto y, así, dejar de ser el blanco de sus bromas.
Laura le dedicó una sonrisa.
–Vamos.
Él la acompañó hasta el jardín y sacó un tema de conversación.
–Laura, ¿elegiste la carrera al ver cómo disfrutaba tu madre en el jardín?
–En parte sí. Aunque es probable que Nick tuviera más influencia sobre mí, tiene mucha creatividad para hacer que mi madre disfrute en el jardín.
–¿Quién es Nick?
–El jardinero que mi padre tiene contratado para mantenimiento. En realidad hace mucho más que el mantenimiento en sí.
–¿Como qué?
–Piensa en lo que le gustará a mi madre y lo hace. Como las lámparas solares que ha puesto alrededor del estanque. Te las enseñaré. Ven por aquí.
Jake la acompañó hasta allí.
–También hay una cascada –comentó él, al llegar al estanque.
–Sí. Su sonido es tranquilizador. La mayor parte de la gente disfruta sentándose junto a una cascada… O junto a las fuentes de los parques. Y también viendo los reflejos en el agua. Las luces que ha puesto alrededor se reflejan cuando es de noche.
–¿Tu madre viene hasta aquí de noche?