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Yusuf, ein junger Marokkaner, überquert illegal die Meerenge von Gibraltar nach Südspanien, um dort das versprochene "Paradies" zu suchen. - Ein hochaktuelles Thema verpackt in eine spannende Geschichte - Thematisiert die Träume der Flüchtlinge und die Realität: die lebensgefährliche Überfahrt und das Leben und Arbeiten unter unwürdigen Bedingungen - Mit Aufgaben, die das Textverstehen erleichtern und zum Nachdenken anregen, sowie mit Übungen zu Wortschatz und Grammatik - Mit zweisprachigen Vokabelerklärungen
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Seitenzahl: 87
Julio ArdilaReiner Kornberger
Un clandestino enbusca del paraíso
1. Auflage1Version 1 | 2020
Das Werk und seine Teile sind urheberrechtlich geschützt. Jede Nutzung in anderen als den gesetzlich zugelassenen Fällen bedarf der vorherigen schriftlichen Einwilligung des Verlags.
© der Originalausgabe: Langenscheidt KG, Berlin und München, 2007
© Ernst Klett Sprachen GmbH, Rotebühlstraße 77, 70178 Stuttgart 2016.
Alle Rechte vorbehalten.
Internetadresse: www.klett-sprachen.de
Zeichnungen: Bartolomé Seguí
Redaktion: Marcelo Rodríguez
Layoutkonzeption: Andreas Drabarek
Gestaltung und Satz: Satzkasten, Stuttgart
Umschlaggestaltung: Andreas Drabarek
Titelbild: Bartolomé Seguí
Foto Seite 12: Corel Stock Photo Library
Foto Seite 44 + 57: Shutterstock
eISBN 978-3-12-909091-6
Vorwort
1. Adiós a África
2. La travesía
3. Lope y compañía
4. En Marbella
5. En los invernaderos
6. La mina abandonada
Die Meerenge von Gibraltar – 14 km an der engsten Stelle – trennt nicht einfach nur die beiden Länder Spanien und Marokko, sie markiert vielmehr die streng bewachte Grenzlinie zwischen zwei Welten: dem reichen Europa und dem armen Afrika. Da ist es nur verständlich, dass viele Menschen des Südens aus der Hoffnungslosigkeit ausbrechen wollen und den Weg in das vermeintliche Paradies suchen, auch unter Einsatz ihres Lebens. In altersschwachen Kähnen oder Schlauchbooten trotzen sie der tückischen See, um das südliche Spanien oder die Kanarischen Inseln zu erreichen, und Tausende sind dabei schon umgekommen. In Europa wartet unterbezahlte Arbeit auf sie, wenn sie nicht sofort aufgegriffen und in ihre Herkunftsländer zurückgeschickt werden. Auch für die spanische Gesellschaft bedeutet der Ansturm der Elendsflüchtlinge, die nicht nur aus Afrika kommen, eine große Herausforderung.
Die vorliegende Lektüre für leicht fortgeschrittene Spanischlerner erzählt die Geschichte eines jungen Marokkaners, der sich nach einer gefährlichen nächtlichen Überfahrt mit wechselndem Glück im Land seiner Träume durchschlägt. Wir erfahren dabei einiges über Andalusien, seine Strände, seine Geschichte, seine Menschen und finden uns am Ende in den Treibhäusern Almerías wieder, die den europäischen Markt mit Gemüse überschwemmen. Yusufs Erlebnisse sind in vieler Hinsicht repräsentativ, in mancher Hinsicht wiederum nicht, denn nicht alle Geschichten enden gut.
Die Autoren
“¡Qué calor!” es lo que piensa Yusuf, un joven flaco, alto y moreno de dieciséis años. Mientras se seca el sudor con un pañuelo, mira las diez camas y a los otros nueve hombres que tratan de soportar la temperatura y la humedad. Sólo una pequeña lámpara da luz a la habitación. Frente a la cama de Yusuf hay una estantería donde cada uno tiene sus cosas. Una mesa junto a la puerta completa el mobiliario. Es todo lo que hay en este malolientecuartucho que, además de los diez hombres, tiene otros habitantes, a saber las chinches que ahora no se ven, pero que en las noches picansin piedad. Algunos de los jóvenes, sentados en el suelo, juegan a las cartas. No les molestan los platos con restos de comida ni las botellas vacías debajo de las camas. Hablan en árabe y son magrebíes como Yusuf. Otros han venido de más lejos, del sur del Sáhara. Con ellos la comunicación funciona en un rudimentario francés. Ningún cuadro o póster decora la habitación, claro, pero alguien ha escrito en la pared: “Ici la merde” (Aquí la mierda). Los baños, al fondo del pasillo, están llenos de cucarachas y tienen el mismo olor a mierda y al hachís que se fuma allí y en las habitaciones.
A veces Yusuf se pregunta cómo ha llegado a esta pensión en la Medina baja de Tánger. Entonces recuerda la visita de su primo Ahmed al pueblo de sus padres, donde Yusuf pasa siempre las vacaciones de verano. Ese Ahmed al que sólo ha visto dos o tres veces en su vida y que ahora vive en España, ese Ahmed que de pronto aparece en el pueblo con su flamante Mercedes lleno de regalos, un Ahmed vestido de blanco con gafas de sol, anillos de oro y un reloj finísimo. Y los comentarios de los jóvenes del pueblo:
–¿Por qué no vamos también a Europa? Allí hay trabajo, allí se gana dinero y no se vive en la miseria como aquí.
Y efectivamente, algunos han seguido el ejemplo de Ahmed. Han salido del pueblo en busca del paraíso. Eso es lo que le ha contado la madre a Yusuf en sus llamadas telefónicas, luego no se sabe nada más de ellos. Pero Yusuf recuerda también las palabras del padre:
–Tú termina primero el colegio en Casablanca. Y luego, a estudiar, si es que te podemos financiar los estudios. Este país necesita técnicos, ingenieros, médicos. Si todos se van, nunca vamos a salir adelante.
Yusuf casi se pone a llorar cuando piensa en su padre, que trabajando muy, pero que muy duro con sus dos viejos camiones, ganó el dinero necesario para la familia, o sea, su madre, los dos hermanos menores de Yusuf y la abuela que también vivía en la casa. Luego, esa terrible tarde – estudiando él en la casa de sus tíos en Casablanca – cuando le llegó la llamada de su madre:
–Yusuf, ven a casa. Tu padre ha tenido un accidente, está muerto. No sé qué será de nosotros.
Después de enterrar al padre vendieron el otro camión y Yusuf pudo, por fin, volver a Casablanca a la casa de sus tíos, para seguir estudiando en el colegio. Pero a partir de ese momento se sintió responsable de su familia y pensó cada vez más en ese primo con su flamante Mercedes. Hasta que un día le llamó y le comunicó su decisión de ir también a Europa en busca de un futuro mejor. Y Ahmed, desde Marbella, le ayudó con consejos: cómo, de noche, se cruza el Estrecho de Gibraltar, cómo antes tiene que preguntar en el café Menara de Tánger por un marinero que le llevará al otro lado. Luego el problema del dinero, los 500 euros que va a costar el pasaje. A pesar de eso, parece que Yusuf ha tenido suerte. A veces, los marineros cobran mucho más, pero también en eso Ahmed le ha ayudado bastante con una parte del dinero que Yusuf ahora guarda en un bolsillo secreto de sus pantalones. Discretamente lo toca con una mano en esa sucia pensión donde desde hace una semana está esperando el momento para poder salir. Hasta ahora no ha sido posible, bien sea por los controles de la policía marroquí o bien por el mal tiempo, como le han explicado en el café Menara. Y por eso Yusuf pasa el tiempo de espera con aquella vieja gramática de español que se usaba en el colegio de Casablanca.
De todos los que comparten la habitación con él es con Bashir con quien más habla, a veces en árabe, pero también en español. El joven viene del Sáhara Occidental, la antigua colonia española, ocupada hoy en su mayor parte por Marruecos. Bashir le cuenta que los suyos viven desde hace cinco años en Tinduf, un campamento de refugiados en territorio argelino, en medio del desierto. Todos viven allí menos un hermano mayor que está en la terrible Cárcel Negra en El Aaiún, porque participió en una manifestación contra la presencia de las tropas marroquíes en su país. Bashir explica que, por la falta de perspectivas, ha decidido dejar a su familia y cruzar a Europa. Termina diciendo:
–A ver si desde allí puedo ayudar más a mi familia – y a mi pueblo saharaui.
Yusuf ya le ha hablado de su primo Ahmed que le va a ayudar una vez en España, y quiere saber:
–Y tú, ¿qué piensas hacer en España?
–Seguramente voy a trabajar en lo que mejor sé hacer. Soy mecánico y puedo montar y desmontar el motor de un coche fácilmente. Pienso que en España no voy a tener problemas para conseguir un trabajo; como allí cada familia tiene uno o dos coches, siempre hay algo para reparar.
Después de esta conversación, los amigos salen de la pensión y pasean por las calles del mercado. Se escuchan gritos de los vendedores ofreciendo sus frutas, verduras y especias y, en un café de la plaza, los dos se toman un té para calmar la sed. Recorren las calles por el sector oriental de la ciudad, llenas de gente y de vendedores, y van en dirección al café Menara, siempre con la esperanza de recibir la buena noticia de la partida, de parte de los hombres que piensan llevarles al otro lado, al paraíso soñado del que tanto hablan.
Mercado en Tánger
Ya casi es de noche cuando llegan al café. Está lleno de humo y de gente y les cuesta llegar hasta el barman que, cuando los ve, los llama aparte y les susurra:
–Hola, chicos. Hay buenas noticias. Ya está todo listo para partir. Mañana por la tarde es la salida. No olvidéis traer el dinero, sin él es imposible hacer el viaje; llevad la menor cantidad posible de equipaje. Las pateras son pequeñas y hay muchos que quieren hacer la travesía. Y avisad enseguida a los demás. Antes de las cinco tenéis que estar en casa de Ibrahím, a quien ya conocéis.
Cuando Bashir pregunta cómo se llega allí, el barman les apunta en un papelito el número de la línea de autobuses que va por la carretera sur, más allá del aeropuerto, y luego escribe el nombre del pueblo donde tienen que bajarse: Beni Salam.
Los dos jóvenes caminan alegres por las calles llenas de niños que juegan y de hombres que beben té en las puertas de sus casas. Casi corren con la ilusión de avisar a los demás de que al día siguiente les espera el momento de su salida de África y el comienzo de una nueva vida más feliz. Van deprisa a la cama. Es su última noche de pobreza en Tánger, aunque luego duermen bastante mal…. y eso no sólo por las chinches, sino porque tienen mil pensamientos que no les dejan dormir.
Son las tres de la tarde cuando Yusuf, Bashir y los otros caminan por las calles estrechas de la Medina a la parada del autobús. Poco después están sentados en un viejo vehículo que los va a llevar a ese pequeño pueblo de pescadores al sur del aeropuerto donde tienen que embarcarse. Llevan como único equipaje una bolsa de basura en la que hay algo de ropa, frutos secos y un teléfono móvil para contactar a los familiares o amigos que los van a ayudar en España. Cuando cerca del aeropuerto un avión de Royal Air Maroc los sobrevuela a baja altura, Yusuf comenta a Bashir:
–No es justo. Hay gente que viaja cómodamente, no se juega la vida y llega en dos o tres horas a Londres o a París.
Y Bashir: –Lo absurdo es que pagan incluso menos que nosotros. Pero, ¿qué le vamos a hacer? Algunos nacen con suerte, otros en el Sáhara. Mira, ellos no tienen ningún problema para comprarse un billete de avión, y para nosotros 500 euros son toda una fortuna. Esa es la gran diferencia.