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Martina está acercándose a los cuarenta y no encuentra pareja. Su hermana se propone buscarle candidatos por internet. Esta celestina virtual será la que nos cuente la mayor parte de la historia. Jugando con la comparación que hace Martina, joven abogada, entre sus citas y los diferentes tipos y calidades del café, la novela de Lidia Herbada navega con humor y frescura por los temas de la soledad, el amor y las expectativas."39 cafés y un desayuno" se mantuvo en la lista de los libros más vendidos en países como México, España, Italia y Alemania.-
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Lidia Herbada
Saga
39 cafés y un desayuno
Copyright © 2010, 2022 Lidia Herbada and SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788728042946
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
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www.sagaegmont.com
Saga Egmont a part of Egmont, www.egmont.com
A mi madre y a las personas que siempre han creído en mí.
«Nunca olvido una cara, pero con usted haré una excepción»
Groucho Marx
¿ALGUIEN TIENE UN FILTRO PARA MI CAFÉ?
Unos acordes de Josh Rouse se escuchan en Tupper- ware, uno de los locales de moda de la capital. Como
su nombre indica, a veces estamos encerrados en nosotros mismos, como apolillados en un cajón de la cómoda, así que decidimos acercarnos hasta ese lugar con la idea de tomarnos unas copas, echar unas risas, desconectar del largo día y, como dirían los ingleses, de disfrutar del verbo pick up (me estoy refiriendo a ligar para los que no llega- mos al nivel intermedio de la escuela oficial). Y es una cuestión compleja, porque a partir de los treinta la cosa se complica, los círculos se cierran y hay que buscar nuevas alternativas para conocer gente.
Es difícil interactuar y más difícil es conectar con al- guien especial, y si no, que se lo digan a mi hermana ma- yor, que entró en la barrera pericolosa —como diría un ita- liano— de los treinta. Ella se llama Martina, busca esa persona especial con la que compartir su vida, con la que reírse de todo y de nada y con la que disfrutar del silencio y que este no resulte incómodo. La noche cada vez le gusta menos porque dice que los ojos le pican cuando habla con alguien y que no llega a escuchar ni una sola palabra cuan- do se acerca uno de esos «personajillos» que pululan en los ambientes nocturnos y que todas hemos visto alguna vez vagar entre el humo de los locales.
Por regla general, Martina no llega a intimar con nadie, porque el hombre mueve los ojos de un lado a otro buscando más material. Es como viajar en metro: los ojos se mueven de un lado a otro por inercia, intentando leer el nombre de la estación que está por llegar. Pero, al menos, allí llegamos al destino. Sin embargo, en el mundo de la noche hay tanta oferta que a veces hasta has pensado en llevar un cartel en la mano buscando al Sr. Smith, como cuando recoges a alguien en la entrada de un aeropuerto y con el bullicio de la gente no logras verle.
Esta situación es muy similar a cuando esperas tu male- ta después de un largo vuelo. Llegas a la cinta transporta- dora para recogerla y piensas que en la siguiente vuelta tu equipaje vendrá casi andando para darte un abrazo y sen- tir que ha pasado mucho tiempo desde la última vez que os visteis. Definitivamente, hay un momento en que ves que todas las maletas tienen sus dueños menos la tuya, que ha debido de quedarse en las Highlands haciendo pandi- lla con otros turistas. Y es que tener feeling en la noche con alguien llega a convertirse en ciencia ficción.
Además, si antes de las tres de la mañana no has ligado con alguien interesante, todo lo que te entre a partir de esa hora serán restos, retales sin costuras, y puedes estar segu- ra de que han pasado por mil manos antes de llegar a las tuyas.
Una de esas tantas noches llegué a casa con la canción Love Vibration de Josh Rouse en mi cabeza, en la que frases como «Step out in to the world and love someone» golpeaban dentro de mí. Abrí una Coca-Cola para mantenerme des- pierta y me decidí a crear un perfil a Martina en una pági- na de contactos on-line sin que ella se enterase. La gente regala a sus seres más queridos iPads, el último disco de Belle & Sebastian, una cámara Leica, un cofre regalo para ir a un spa, un fin de semana en Roma para comer un gran helado en Giolitti, pero yo quería hacer a mi hermana el regalo más especial del mundo: un hombre casi perfecto... Y me lo propuse tan en serio que se me fue de las manos.
En estas páginas de contactos uno siempre piensa que puede encontrarse con el último de la fila, el torpón con hierros en la boca al que le robaban los apuntes, aquel que se esconde detrás de un ordenador para no hacernos daño con solo mirarle, el psicopatilla que ha hecho de secunda- rio en Atracción fatal y quiere protagonizar contigo Cin- cuenta sombras de Grey con potro incluido. Y con toda esta fauna que a veces creemos que anda suelta por el mundo cibernético, hay perfiles que pueden ser interesantes y que quizás un día nos sorprendan, así que os daré un consejo: haceos con una buena red o, como en este caso, adquirid los servicios de una celestina on-line que haga las labores de una cafetera con diferentes filtros, una Amélie de nues- tro tiempo, y ella se encargará de que vuestro café esté en su punto.
Os contaré cómo comenzó mi andadura por el mundo de los contactos. Todo lo que narro en esta novela es verídico y se ajusta a la realidad: han sido dos años de investigación profunda y, lo más importante, de treinta y nueve cafés con desconocidos, teniéndome a mí como factor común de las citas. Quiero que a las mujeres que ahora mismo se en- cuentran en una situación desolada esta historia les sirva para ver una luz al final del túnel, un túnel que puede que sea más largo que el del Canal de la Mancha, pero con la paciencia necesaria descubrirán que todo tiene una salida. El mundo es de los valientes, todo lo que nos propone- mos se puede conseguir, solo hay que creer, luchar y, sobre todo, como oí decir a un reconocido psicólogo: «Si nadie te
llena, conoce a cien, y uno te llenará».
Dicho y hecho: así lo hice y así sucedió «nuestra» histo- ria. Horas de charlas en la casa de mi amiga Adriana, en las que todas contábamos lo mismo: idénticas perrerías en las relaciones, nuestro reloj biológico marcando la hora y, por nuestra forma de vida, la imposibilidad de encontrar a hombres cerca de los treinta que estuvieran libres y, si quedaban, comprobar que tenían alguna patología. «Nun- ca nadie normal» era nuestra frase de guerra.
¿A quién no la han dejado sola, tirada en el metro a las doce de la noche, sin acompañarla a casa? ¿Y quién no ha mandado un mensaje con toda la ilusión y la respuesta tar- da diez horas en llegar? Y para perdonarlo piensas que has cometido algún error al escribir el número de teléfono o que la línea sufrió un apagón como el que se vivió en Nue- va York en los años sesenta. En ese momento también se nos pasa por la cabeza que el virus más descontrolado del mundo ha cogido tu SMS y lo ha lanzado a otro móvil y que cualquiera está recibiendo el «te quiero» más profun- do de la historia.
Todas contamos con miles de aventuras de hombres co- bardes, de «primates» que no saben lo que quieren, y ahí estás tú, dándoles absolutamente todo y pensando que cuanto más regalas más les acercas a ti, pero suele ocurrir lo contrario: el efecto bumerán. «Sé un poco perra y te que- rrán más», pero eso será la historia de otro libro.
Lo que nos ha traído aquí es otro caso, un caso común a la mayoría de las mujeres que han pasado la barrera de los treinta: encontrar un hombre bueno y encantador al que querer y que nos quiera. Y el sufrir se va a acabar, porque ha llegado a nosotras una serie de redes sociales que nos per- mitirán tejer más historias dentro de nuestras vidas y, sobre todo, tenemos la posibilidad de elegir el menú que mejor nos convenga. Se acabó el melón de postre, o los bocaditos de nata; ahora también tenemos tiramisú. Y lo más positi- vo es que a veces lo regalan con el primer plato, es decir, que estamos de oferta.
Están Facebook, Twitter, Pinterest, LinkedIn, Tuenti… pero nos falta el más importante: el Trenti, y tenemos que inventarlo por nuestra cuenta, ya que no hay nadie que lo haya ideado todavía.
Así, nos encontramos con miles de páginas de contac- tos para escoger el mejor postre, la guinda a tu vida, en un mundo variopinto donde diferentes homo sapiens viven dentro de un pc y se mueven guiados por sus instintos más primarios, bajo los estímulos de unas curvas o simple- mente un olor a hembra apetecible, porque no hay criterio. Estamos ante una misión más difícil que la de Indiana Jo- nes cuando iba en busca del templo maldito o el santo grial, y será la de buscar al despistado. Y ahí, por cierto, no va- mos a tener que comernos el cerebro de un mono; si no nos gusta «el menú del día», probaremos al día siguiente. En la mente de cada una de nosotras tiene que estar la palabra «asertividad», porque, si no, hay situaciones que nos pueden llevar a tres años de relación sin sentido: «Mañana me gustaría ir al cine», «Mañana creo que va a llover», «Tie- nes suerte, porque es resguardado», «En fin, iremos». En palabras terrenales: que vamos a tener que pedir en muchas ocasiones, como en baloncesto, «tiempos muertos», y otras veces expulsar a gente al banquillo y que no vuelva a jugar más. Hemos venido a sudar la camiseta. Y necesitaremos un
barreño para escurrir todas nuestras miserias.
La noche le ha dejado de interesar a la mitad de mis ami- gas; ya se sabe, a partir de la treintena, una no se siente tan cómoda. Miras a tu alrededor y todo son niños de veinte, que piensan que Abba es una marca de ropa o que Verano azul se rodó el verano pasado —vamos, que solo llevamos un año de duelo por Chanquete—, y cuando encuentras a alguien con quien charlar en un local, te desgañitas hablan- do y él lo único que mira es tu escote. El humo sobrevuela y se te mete en los ojos hasta dejarte la mente nublada.
En el trabajo tienes a Mario y a Juan, que los conoces desde siempre. Mario es como tu hermano mayor y a ve- ces ves que tiene pluma, y no precisamente con la que es- cribe; y con Juan ya tuviste tu momento en la fotocopiadora hace cinco años, por eso cuando te mira todavía se le cae algo de babilla por la chaqueta.
Estoy aquí para contaros que a partir de la treintena es casi matemáticamente imposible conocer a gente nueva en tu vida diaria porque, cuando te das un «perivoltio», el mer- cado es desolador, y no hablo del Mercado de San Miguel, sino que me refiero al Mercado de la Carne.
Todo esto hace que te enfrentes a un mundo desconoci- do y a la vez apasionante, y aunque una sola no puede, quizás con mi tesón y mis artes zalameras podamos conse- guir al mejor hombre de la historia para Martina. Se trata de tener una buena dosis de paciencia, chispa y un orde- nador con los megas suficientes para que no se quede pa- rado en el momento cumbre. Habrá muchos instantes en los que tengamos que reiniciar no solo el sistema.
Empezamos a conocer un mundo con un vocabulario específico, la palabra que debemos aprender es delete, es decir, borrar, borrar lo que no nos guste de nuestros contac- tos. Al principio cuesta mucho, pero luego hay que ser como aspiradoras sin escrúpulos si queremos llegar a coro- nar el Everest y no quedarnos en el montículo de tu barrio.
Nunca he tenido ilusión por la maternidad, pero la que sí la tiene es una amiga a la que conozco desde que nací —ya que nos engendró la misma madre—, es decir, mi hermana Martina. Tiene treinta y cinco primaveras, es de carácter tímido y, aunque se muestra sociable cuando le hablan, es incapaz de mantener una mirada con un chico en un local, porque al instante la baja y puede contar cada una de las baldosas que hay en el suelo. Podemos decir que en Clea- ming —nuestro bar favorito— hay doscientas treinta y cin- co baldosas. Es preferible a veces jugar al ajedrez colocan- do blancas y negras a que te haga jaque mate uno de esos buitres que ululan como aves por la pista.
El caso es que la miran y la miran mucho, se puede de- cir que es fácil de ver, pero en ocasiones habla menos que Baby en Dirty Dancing, y si lo hace es para decir cosas del tipo «traje una sandía».
Su sueño es enamorarse y ser madre, un sueño relativa- mente sencillo, pero que el mundo de hoy en día, no sé por qué, no se lo está poniendo nada fácil. Por eso me voy a con- vertir en una auténtica cicerone del amor. Saltaré como Ro- bin Hood por prados, treparé árboles y robaré para ella un corazón entregado que le haga sentir que tiene patines en los pies.
Por mi trabajo tengo más tiempo libre que mi hermana y quiero ayudarla a que encuentre en la vida todo lo que se merece. Martina no cree en la idea de que se pueda co- nocer a buenos chicos por internet; de hecho, pensaba que solo los frikis o los insociables usaban el ordenador para conocerse.
Finalmente, ha aceptado mi regalo con mucho recelo y le he hecho un perfil. El único requisito que me ha puesto es que no coloque su foto por cuestiones de trabajo —es abo- gada—: tiene miedo de que la reconozcan en los juzgados de la plaza de Castilla. Vamos, como si estuviera todo Ma- drid y parte del extranjero expuesto en esas páginas.
Quizás tenga razón y sea mejor evitar la imagen, por- que puede ser llamativo coger la línea de metro y recono- cer a algunos de los chicos de las páginas de contactos, que curiosamente miden como unos diez centímetros menos de lo que dicen en sus perfiles. En esta vida tendemos a vendernos como el mejor producto, pero en el mundo de los contactos esto puede llegar a ser muy inquietante, por- que en cualquier momento alguien abre la caja de Pandora y se encuentra con la dura realidad.
Mi hermana no quería un adonis griego de torso de ébano; buscaba un hombre auténtico, sencillo pero no simple, dul- ce pero no empalagoso, divertido pero no payaso, con esti- lo por fuera y por dentro, que la quisiera por lo que es, que tuviera inquietudes culturales, sentido del humor y que valorase todos sus detalles. Para ello es importante que cada persona en la vida, o en este submundo, se muestre tal y como es, sin edulcoraciones, siendo ella misma, para no sentir que ha adquirido un producto por eBay que tiene taras. No queremos a alguien perfecto, en la perfección está el aburrimiento; queremos a alguien diferente, que sa- que de ti el mejor yo. Mirando perfiles he visto a chicos que iban al colegio conmigo, a los cuales, por cierto, ahora les falta pelo y tienen una barriga que casi traspasa la pan- talla y llega a mi teclado, pero eso seguro que les pasó por- que hicieron un desplante a alguna mujer, así que, mira, pagaron su tasa de aduana.
Mi primer día en la página de contactos lo recuerdo con una sonrisa grata: estás a la expectativa ante miles de per- files a la carta; todos parecen atractivos, te sonríen; incluso yo misma pienso que, si fuera infiel, tendría un elenco muy bueno para serlo y, además, muy superable a mi po- bre Ramón, que, todo hay que decirlo, nos aguantamos porque nos conocimos con doce años en el colegio y cuan- do vas creciendo a la vez ya no se puede cambiar tan fácil- mente. Con los cromos era tan sencillo...
Me sentía como Julie en Vacaciones en el mar, el viento golpeando en mi cara y mis manos moviéndose por el te- clado buscando al capitán Stubing. Y, aunque era escépti- ca, me puse a ello.
Te llevas una Coca-Cola al ordenador, respiras profun- damente y sueltas el aire para buscar una relajación com- pleta. De pronto, ¡zas!, en la pantalla te asaltan ciertos per- files con cuerpos hercúleos sin camiseta y te preguntas qué hace ese chico en la cocina poniendo morritos con los pe- zones erectos, pero tú ni caso, has venido a buscar al que te levante de la silla.
Ves cómo el chico que es menos agraciado pone su foto de hace quince años. Lo notas por un par de pequeños deta- lles sin importancia: el color de la imagen tiene un tono, no sé cómo deciros... como amarillento, como un daguerroti- po del siglo XIX, y quizás porque lleva el pantalón corto de la comunión, que le queda un poco justo. No sabes qué elegir, hay tanto, y quieres lo mejor, un producto de prime- ra para tu hermana: delicatessen de gourmet.
Luego están los que no incluyen su foto, pero ponen frases atrayentes como si estuvieran en un documental so- bre animales conducido por el gran Rodríguez de la Fuen- te, aves de rapiña que bajan por la ladera: «Te lo daría todo, para mí el amor es una barca donde podemos nave- gar juntos».
Parece que te vas animando y piensas que esto no es tan difícil, la cosa parece que fluye. Entonces ves alguno que dice: «Soy fiel a mí mismo». ¿Y qué tenemos ahí? Un cabronazo en potencia. Eso significa que cuando esté con- tigo en la cita, saldrá de su cabeza un retrovisor para mirar a todo lo que se mueva. Y eso lo comprobarás en un par de ocasiones, cuando veas que no te vuelve a coger el teléfo- no y tú pienses que a lo mejor le ha pasado algo... Pero no, señores, es que estamos ante el mayor superperro de la historia y tú has tenido la suerte de dar con él. Ya lo dijo Shakespeare: «A los cabrones como cabrones y a los reyes como reyes».
Rellené una ficha a Martina. A veces preguntan tantas co- sas que te sientes como en el Tercer Reich, con un foco dán- dote en plena cara que te gustaría tirar al suelo y respon- diendo a un amplio cuestionario de lo más íntimo sin ganas. «No quiero hablar de su vida privada», te dices por dentro, pero hemos llegado hasta aquí y ya no hay vuelta atrás.
Desde pequeña nuestros padres nos enseñaron que las carreras hay que empezarlas; si no llegas a la meta, hay que haberlo intentado porque, si no, te puedes arrepentir, y quiero hacer de Martina una atleta de fondo. Y eso es lo positivo de tener una celestina en tu vida: que ella no pasa por este trago amargo de hablar de sí misma y sen- tirse extraña.
Asunto: ¿Tienes un filtro para mi café?
Soy una chica a la que le gusta el contacto con la gente, extra- vertida y con ganas de conocer a esa persona especial con la que poder hacer muchas cosas. Si quieres conocerme, no dudes en es- cribirme un mensaje. No busco rollos.
Hobbies: «Compartirlos contigo», leer, ver películas en V.O., practicar kundalini yoga, jugar al pádel o recoger pelotas, quemar la comida, soñar despierta y perderme en algún recóndito lugar del mundo desconectando el móvil.
¿Qué buscas? Un chico que no se mire al espejo más tiempo que yo, que me despierte con Van Morrison todas las mañanas y me diga «te quiero» por las tardes.
¿Cómo te ves? ¡Bien, gracias! Buena persona, cariñosa, divertida, con inquietudes que van más allá de la Wii y atractiva para el mundo, no solo para mis amigos.
¿Cómo nos conociste? Mi edad me hace ver páginas que no sabía que existían.
En cuanto terminé la ficha, salí de la web y esperé pa- cientemente a que alguno picara el anzuelo. Me sentía como si estuviera al borde del estanque con mi caña de pescar, esperando que algún pez globo o un pez espada bien grande le diera la bienvenida. Abría y cerraba la ban- deja de entrada de mi correo. Mi dedo no paraba de dar a F5 para actualizar el sistema.
A media mañana, con mis tripas haciendo ruido y avi- sándome de que querían comer, parpadeó un tiburón, a punto de comer viva a Martina.
Asunto: Te busco a ti Apodo: Justin33
Sinceramente, no busco nada. No me gusta adelantarme, pre- fiero que la vida me sorprenda. ¿Lo intentas? Te busco a ti. Una chica que sea interesante, sobre todo independiente, atractiva, muy cariñosa, que le guste el humor con doble sentido y que con una mirada o un gesto haga soñar a la persona que tiene a su lado (yo creo ofrecer lo mismo, o eso dicen las personas que me conocen).
Si piensas como yo, anímate a escribirme, ok? Hasta pronto, besos!! Quizás esto que voy a decir te moleste, pero creo que ya somos adultos y prefiero ser claro: solo presto atención a los per- files con fotografías, cada uno tiene sus razones para ponerlas o no, te atreves?
Mensaje de entrada
Hola, qué tal? Mi nick es Justin33! Me ha gustado tu perfil, puedo conocerte?
Mensaje enviado
Manda a [email protected] una foto y, por favor, que no sea la que te hiciste con la Reflex de tu bis- abuelo. Si quieres, ella se tomará un café contigo; es bastan- te exigente, pero si logras sacar lo mejor de sí misma, habrá un segundo café. ¿Que quién soy yo? Digamos que soy tu mejor regalo o tu peor pesadilla: una celestina on-line de nuestro tiempo, así que confía en mí y quizás encuentres lo que andas buscando desde hace mucho, porque creo total- mente en el coaching on-line. ¿Que por qué lo hago? Porque ella no tiene tiempo y yo tengo todo el tiempo del mundo en mi trabajo, porque soy una mujer ociosa y creo que en la vida todo se devuelve. Mi máxima es «dar y que te den», creo en el feedback de las cosas, pero en el mejor sentido.
¡Ah!, y yo no participo en este juego, quizás si todo va bien, me conocerás en el tercer café, pero yo no voy a ir a su cita, no queremos que tus ojos se dispersen y vean doble.
Por su vida han pasados chicos de diferentes persona- lidades, aburridos, «yoístas», aquellos seres que solo ha- blan de sí mismos y que resultan ser los primates más egoístas de la historia de la humanidad. Chicos que tienen una técnica estudiada de la seducción barata y lo debie- ron estudiar en un curso de CCC, que entran en los locales con su media sonrisa, con la ceja levantada y continua- mente andan pidiendo fuego, que a veces con la música tan alta has pensado que eran hasta bomberos; también ha dado con hombres sosos, sin carácter, que solo dicen «bien- bien» al teléfono, que no hacen contrarréplica y que no son capaces de hilar dos frases seguidas en una conversación; y luego tenemos a los caniches encubiertos de dóbermans, que solo quieren calmar su deseo en una noche y al día si- guiente desaparecen como en el Holocausto... En fin, que no te voy a contar todo ahora para no aburrirte y, sobre todo, para no asustarte. Martina busca al grupo de los «en- tregados» con vida propia e independiente, un submundo por descubrir, ya que están como los protagonistas de la serie Lost, perdidos en una isla. No, esto no es una broma, es algo que si te tomas en serio te hará encontrar lo que buscas. Así que te recomiendo que la hagas reír, que no ha- bles de dinero, ni de coches, ni de cosas superficiales que no le lleguen. Sé tú mismo, sé rural, sé sencillo, y tendrás a una mujer encantadora, divertida y, quizás, lo que estás buscando desde que te inscribiste. Por cierto, ¿cuánto llevas inscrito?, ¿dos años? Dos años son muchos años, ¿qué crees que es lo que falla? Sí, ya sé que encontrar a la perso- na de tu vida no es fácil, pero es que me gusta probar. No quiero para ella un hombre superficial que busque una no- che de cameo y punto, quiero un hombre para el que ella sea su prioridad, que tenga sentido del humor, fiel, natu- ral, deportista, que disfrute tanto de un paseo descalzo por el Templo de Debod a lo Robert Redford como subien- do con ella a la Torre Eiffel, pero sin hacer puenting, por- que Martina tiene miedo a las alturas y no vamos a asus- tarla tan pronto, o simplemente que la lleve a un concierto de Rock in Rio y cantar juntos las canciones de Police enci- ma de un banco sin avergonzarse de miradas. Si no llegas a dar en el punto de la diana, tendrás solo un café, pero eso está en tus manos. ¡Ah! Se me olvidaba avisarte de la frase que te dirá nada más sentarse contigo: «La amistad la tengo cubierta». Tranquilo, respira, ya sabes, unos cuantos ejerci- cios de relajación no te vendrán mal, ommmmmmm..., y te ayudarán a calmar el nerviosismo, porque nos jugamos mu- cho. Corre... que se te enfría el café.
CLAVES PARA UN PRIMER CAFÉ
Te recomiendo, antes de empezar en este mundo, leer el libro El arte de la guerra, de Sun Tzu. Te vendrá bien sa-
ber cuáles son las tácticas del enemigo para acorralarlo y ganar la batalla. Recuerda siempre que «la mejor defensa es un buen ataque».
Comencé por buscar los perfiles sin foto, son más inte- resantes, ya que al menos mantienen la emoción hasta el último momento. Si empiezas por los que tienen fotos, te vas a desanimar pronto. Te puedes encontrar con la foto muy oscura, diría que hasta siniestra, muy pixelada, don- de te das cuenta de que se la ha hecho con su propio móvil en su cuarto, una leonera con pilas de ropa sucia que no se ha molestado en recoger ni para salir en la foto. Imágenes de hombres maduritos que andan solo con un pantalón prieto y están sentados en la silla de mimbre de la película Emmanuelle sujetando una copa de vino y con un diente dorado resplandeciente sonriendo a la cámara de forma tan desafiante que tienes que cerrar las ventanas del orde- nador si no quieres tener pesadillas.
El apodo o nick también es muy significativo. Hay algu- nos, como «chulo69», «soytuamo», «terroncitodeazucar», que te lo dicen todo. Son perfiles que se alegran de haberse conocido y que mantienen extensos monólogos con el es- pejo. Por regla general, son primates que no te escucharán si asciendes en el trabajo o si les cuentas un problema con alguna amiga; todo les parecerá trivial menos que les recuerdes que el próximo mes tienen un cupón que les regalas para el solárium. Recuerdo un nick especialmente gracio- so: «Mefaltauntornillo». Con un nombre así ten por seguro que te divertirás en la cita y, aunque no llegará a ser el pa- dre de tus hijos, tendrás la oportunidad de conocer a un encantador de serpientes. Hay otros perfiles, como «Ote- lo», «Tosca», que pueden acercarse a lo que buscas —si te gusta la ópera, claro— y, si no es así, al menos sabes que han leído más de un libro en su vida.
Hay que huir de los perfiles que escriben sin respetar la ortografía, tipo «xq», «te kieromuxo»..., entre otras razones porque tendrás que buscarte un traductor de jeroglíficos y creo que andan todos por El Cairo. Se debe desencriptar lo justo: los vagos en ortografía son vagos en el amor.
El apartado de hobbies es importante. Un chico al que le gustan los juegos de rol y la petanca puede que no tenga nada que ver contigo. Se trata de compartir aficiones, no de detectar al más friki de la historia. Piensa que con ese chico, más tarde, en la relación, tendrás que compartir una vida y, aunque es muy bonito pensar al principio que lo que le gusta a él te gustará a ti, el día que te lleve a las bar- cas del Retiro y se balancee como un poseso encima de una de ellas para tirarte al agua, me contarás qué te pare- cen «esas pequeñas travesuras» del muchacho que un día pasaste por alto, y entonces te acordarás de por qué no ele- giste al que le gustaba montar en bici por la plaza de Orien- te, viajar con la mochila de forma espontánea y pasar una tarde en La Casa Encendida viendo una exposición de Andy Warhol.
Lo mejor es crear un e-mail falso, porque van a llegar miles de e-mails y es mejor jugar con una cuenta nueva que nadie conozca. No querrás mezclar a tu compañero de tra- bajo con algún personaje de la fauna. Puede que un día se entremezclen mensajes y nuestra vida quede expuesta en el tablón de anuncios de la oficina. Nunca pongas tu nom- bre y apellidos si no quieres sufrir venganzas cuando re- chaces a algún primate.
Mientras estés curioseando por estas webs, come mu- chas legumbres: ayudan a recuperar la memoria. Debemos reforzar esta capacidad si no queremos pasar por situacio- nes embarazosas cuando, por error, vuelvas a añadir, pa- sados unos meses, a la misma persona en tu WhatsApp y te diga de forma tajante que llevaba una eternidad sin ver- te. Entonces sentirás cómo tus piernas tiemblan, se ar- quean y un escalofrío te sube golpeando tu espalda. La sa- lida de emergencia siempre será ir a la fila de iconos y comenzar a expulsarlos a bocajarro. Las gemelas que van de la mano, la rana verde, las tijeras, las caritas sacando besos en forma de corazón. Soltar un «xkdkdek» y al se- gundo decir que tu niño pequeño anda jugando con el mó- vil. Al segundo, disculparse y comentar que hace un día soleado y tus peques te esperan para ir a la sierra. Os ase- guro que es la salida perfecta.
Dedica un mínimo de tres horas al día para la búsqueda de perfiles, pero huye de aquellos que hablen de sí mis- mos y que digan frases como: «Me encanta la fidelidad». No te dejes llevar por palabras bonitas, los hechos nos di- rán si es fiel, y si cuando esté contigo ves que no se separa ni un segundo del móvil, desconfía y sospecha, porque las primeras infidelidades suelen ser por este medio. Estad atentas a las pequeñas alarmas, así nuestro corazón no su- frirá imprevistos con el tiempo. Hay que tomarse en serio los movimientos extraños del enemigo y, sobre todo, si hay fuego, todos a cubierto. Es mejor estar dentro del búnker que, por el contrario, dejar que nos pille la guerra a pecho descubierto.
Algo muy importante es que el registro o searching lo haga una buena amiga, como hago yo con Martina, que hable de ti tal y como eres, destacando los puntos positi- vos y pasando por encima los negativos; así, no le contare- mos nunca que tenemos pánico al compromiso, que a ve- ces tienes un carácter que desborda, que quieres ser su mochila a todas horas... No vamos a asustar a nuestros candidatos antes de empezar la relación. Nuestra amiga va a dar una información objetiva. El primer día no conta- remos tampoco todo, siempre hay que jugar un poco con hacerse desear. Esto es como cuando vemos una película: tiene que haber un inicio bien contado para llegar a un desenlace, pero cuanto más tarde ocurra mejor. El orden pausado de las cosas provoca el deseo.
Hay que poner una foto en la que estés atractiva, pero no cojas la primera que te hiciste en el último viaje a la In- dia, donde sales con todo el pelo revuelto y con la legaña pegada en un ojo, ni tampoco esa en la que apareces como una princesita pintada que parece una foto del book que te hicieron para la revista Vanity Fair: a los hombres les gusta lo natural. Además, piensa que te va a ver cada mañana y que los engaños nunca funcionan. Hace muchos años hi- cieron un estudio en universidades americanas y comenta- ban que lo que más le atrae a un hombre de una mujer es su piel y su humor. Seguro que en el estudio no incluyeron a Bang Sexy, mi vecina del tercero. Es bajar por la escalera para que el entresuelo siempre esté encharcado por las ba- bas de mis vecinos.
No hables en una cita de tu ex, no seas una plañidera de la antigüedad, una de esas mujeres a las que se les pagaba por ir al funeral de alguna persona a llorar. Ese chico que vas a conocer no tiene la culpa de tus fracasos amorosos. Contarle el daño que te hizo, lo sola que te sientes sin él no atrae en absoluto. Además, si el día de mañana él va a ser tu dejador, no puedes contarle cómo pasas tus duelos. Muéstrate con un «corazón a estrenar» y sin las dichosas comparaciones de las personas que pasaron por tu vida. No hay que culpar a nadie, uno es dueño de su vida y de sus errores.
No vayas a la cita en grupo, como cuando esperabas a la salida del colegio a los chicos del Fray Luis de León con tu uniforme de tablas remangado hasta la cintura. Tu ami- ga no es tu parapeto, tienes que ser tú la que se exponga a la situación. Te ayudará también en tu vida a adquirir va- lentía, y no solo en este terreno amoroso, sino también en el laboral. Acudir con más amigas no significa que te va- yan a dar de regalo tiques de comidas ni que te dejen en- trar gratis a ver a Stereophonics, tu grupo favorito. Esto lo único que consigue es asustar al candidato y puede que a lo mejor sea la última vez que lo veas. Además, ir acompa- ñada tiene una parte muy negativa: a lo mejor, al final de la cita, puede que no se vaya contigo, sino con tu amiga, que sigue teniendo ese parecido asqueroso a Jessica Alba. Elige tu mejor perfume. El olor es importante para la atracción; unido a la sonrisa, resultará caballo ganador. Debemos elegir uno que nos distinga del resto, que haga de nosotros alguien inolvidable, una esencia perdurable traída del mismo Asuán si hace falta. Hay citas que llevan
el olor a gimnasio incorporado.
Es importante detectar qué tipo de perfil tenemos de- lante, aunque eso lo irás aprendiendo a base de cafés: hay hombres a los que si llevas un número alto de citas les gus- ta saberlo porque es su reto para conquistarte; son «con- quistadores por naturaleza», pero hay otros a los que si se lo dices, les puede entrar tal miedo escénico que cuando vaya acercándose el momento recibirás el siguiente men- saje: «Imposible ir, me surgió imprevisto, problema fami- liar». Esto significa: «Estoy acojonaíto perdido».
Cuando la cita no funcione, nunca pienses que has per- dido una tarde, sino que has ganado en desparpajo y segu- ridad en ti misma. Ahora podrás realizar una conferencia en el Madison Square Garden ante cien mil personas sin miedo a tartamudear.
Lo más importante es que sabrás que ha llegado tu chico cuando te haga sentir cómoda, seas tú misma; será como
«tocar casa» en la pared, como cuando jugabas al escondite. En este mundo se cumple la «teoría de los seis grados de separación», del escritor húngaro Karinthy, que viene a decir que «el mundo es un pañuelo» y que todos estamos conecta- dos a través de una cadena de desconocidos. También nos lo recordó en una de sus canciones Objetivo Birmania cuando
decía que «los amigos de mis amigas son mis amigos».
No trates de ser una femme fatale; con pequeñas dotes se- ductoras nos convertiremos en Cleopatras arrastrando a la perdición no solo a un hombre, sino a un pueblo entero. Para ello aplicaremos a cada perfil la norma de calidad 9001. Después de estos consejos caseros que debemos llevar siempre en el bolso, había llegado la hora de la verdad. Comencé a elegir perfiles, algunos me hablaban a la vez y no daba abasto, recibía una media de cinco e-mails diarios, que era mucho más de lo que pensaba, ya que no había puesto foto en el perfil y eso se sabe que baja las visitas. Con una imagen, aumentan las posibilidades, pero ya os dije que Martina no quería, ella es discreta y había que res- petar su decisión. No es agradable que luego te reconozca la gente, vivimos en un mundo de prejuicios y hay que
romper muchos.
«¿Qué edad tienes?», «¿a qué te dedicas?» y «¿qué buscas?» son las tres preguntas del millón. Toda persona que alguna vez ha conocido a alguien por internet las ha hecho, aun- que la tercera tiene trampa, porque es una pregunta que dice muchísimo de una persona. Puede contestar con un
«no busco nada» o «me gusta encontrar más que buscar». Eso significará que tiene miedo, que le da vergüenza reco- nocer que está buscando como todos los que estamos en la página; es un perfil inocente, «sin profanar», está menos trillado que el que dice «te busco a ti». Cuando alguien te diga esa frase, por favor, abstente, huye por el terraplén y no vuelvas a subir. Se lo ha dicho a cuatro mil quinientas chicas antes que a ti; vamos, que conoce las artes amatorias y es un pequeño Casanova al que se le ve venir y, por lo tanto, cansa pronto. Si le pides una foto y te la manda al se- gundo, normalmente sin camiseta, es porque te está bus- cando, pero con ganas de encontrarte horizontalmente. Un punto de nerviosismo en la relación más tarde es positivo, pero al ansioso desesperado por querer tener una relación antes de conocerte solo por una foto que ha visto déjalo en cuarentena, está enamorado del amor y nunca lo estará de ti. Intenta siempre buscar a una persona que no encadene unas relaciones con otras, que sepa estar sola, disfrutar de sí misma. Alguien que te valore por lo que realmente eres.
Era un jueves lluvioso. Llegué a casa con la cabeza embo- tada como una olla a presión, así que dejé subir las tres ra- yitas del tapón para volver a descansar en mi chaise longue nueva de color rojo. El fin de semana me había pegado con todos los dependientes de IKEA para conseguirla. Tumba- da con los pies en alto, me encomendé a mi misión.
Puse mi portátil en mis rodillas e intenté que no se me cerraran los ojos. Iba a necesitar dos palillos para evitarlo. Me había pasado toda la tarde con mi amigo Pablo viendo unos planos que no nos cuadraban. Después de zapear por todos los canales me encontré con una de mis pelícu- las favoritas de cine clásico: Historias de Filadelfia. Pensaba por qué los hombres no tienen el estilo de ese Grant, de gentleman, elegante, con clase, siempre pendiente de su chica y que incluso es capaz de volverse a casar con su ex- mujer porque su novio la abandona en pleno altar. Estaba ensimismada en cada escena. Martina me interrumpió con su llamada de teléfono nocturna.
—¿Cómo te ha ido el día?
—Estoy para colgarme con la ropa en el tendedero.
—No será para tanto —dijo Martina.
—Estoy con todos tus perfiles. Esto es la selva.
—Vaya, lo siento. No quiero darte trabajo.
—Lo sé, pero no podemos dejar que se escape esta opor- tunidad.
—Hablas como si solo tuviera una...
—No se puede dejar el destino en manos de delincuen- tes que te roban la cartera en cualquier momento.
—Eres despiadada —dijo riéndose.
—Soy realista. Llevamos saliendo una eternidad. Y lo único que encontramos es gente de paso.
—¿Me lo dices o me lo cuentas?
—A ver, te leo perfiles: Carlos, treinta y cinco años, in- geniero agrónomo, le gusta estar pendiente de su pareja, aunque detesta una mujer posesiva. Es muy independien- te y no le gusta que lo agobien. Optimista, de carácter ale- gre, la gente dice que es gracioso... y cree que la sinceridad y el diálogo son imprescindibles en una relación. Le apa- siona el cine de terror y odia las palomitas.