A sus ordenes! - A Collection of BDSM Erotica - Elise Storm - E-Book

A sus ordenes! - A Collection of BDSM Erotica E-Book

Elise Storm

0,0

  • Herausgeber: LUST
  • Kategorie: Erotik
  • Sprache: Spanisch
  • Veröffentlichungsjahr: 2023
Beschreibung

Sombra, luz; fuego, hielo; dolor, placer...Adéntrate en esta colección donde el BDSM es el protagonista y déjate llevar en un viaje que te hará vivir encuentros con la ley, unas fiestas navideñas distintas y reuniones con superiores más bien inesperadas. Si hay sombra hay luz. Si hay fuego hay hielo. Si hay dolor hay placer.Esta colección contiene:Entre sombra y luz 1Entre sombra y luz 2Entre sombra y luz 3¡A sus órdenes!A disposición de la jefa4 de diciembre: Abeto frondosoLos hombres de Sophie 1: ManuLa policíaInsaciable -

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern
Kindle™-E-Readern
(für ausgewählte Pakete)

Seitenzahl: 221

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



B. J. Hermansson

A sus ordenes! - A Collection of BDSM Erotica

Translated by LUST translators

Lust

A sus ordenes! - A Collection of BDSM Erotica

 

Translated by LUST translators

 

Original title: A sus ordenes! - A Collection of BDSM Erotica

 

Original language: Swedish

imagedn en la portada: Shutterstock

Copyright ©2022, 2023 B. J. Hermansson and LUST

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788728429440

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrieval system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

www.sagaegmont.com

Saga is a subsidiary of Egmont. Egmont is Denmark’s largest media company and fully owned by the Egmont Foundation, which donates almost 13,4 million euros annually to children in difficult circumstances.

Entre ombre et lumière – partie 1: Je le veux

Entre sombra y luz Primera parte Lo deseo

El sexo es sucio solo si no te lavas.

Madonna

Voy a contaros mi historia: el encuentro que cambió por completo lo que yo deseaba... De no ser lo que él deseaba.

Os contaré cómo me convertí en una mujer sumisa y dócil; yo, que soy feminista y que me había jurado que nunca me sometería a las órdenes de nadie.

Os lo contaré todo sobre cómo acepté su dominación por voluntad propia. Os hablaré de él, de su poder de seducción y de manipulación, de lo que le gusta y del pacto que firmé con su sombra, su lado más depravado y oscuro. Os hablaré de su perversión y, sobre todo, de lo que me gusta de esta sumisión. Os explicaré cómo mis deseos tomaron un giro inesperado hasta llegar a aceptar prácticamente de todo. También os hablaré sobre el respeto y mis límites.

No obstante, antes de contaros todo eso, debo hablaros de mí misma.

 

Para ello, vamos a retroceder en el tiempo —quince años atrás, para ser más precisas—, hasta llegar al momento decisivo en el que nos toca tomar decisiones. Tras el bachillerato, estudié en una importante escuela de negocios en Dijon, fui becaria en las agencias más prestigiosas del sector de la comunicación y trabajé sin descanso para conseguir los mejores empleos antes de crear mi propia empresa. Hoy en día cuento con un socio con el que dirijo a una veintena de empleados para trabajar en decenas de proyectos internacionales.

Soy una mujer ambiciosa, siempre lo he sido. Mi independencia es lo que me da fuerza y mi libertad, mi mayor fuente de felicidad. Nunca le he hecho un hueco de verdad en mi vida a un hombre (ni a una mujer, por cierto). Voy a por lo que quiero y avanzo sola.

No soy virgen —nada más lejos de la realidad— y voy encadenando aventuras. Incluso se podría decir que soy una devorahombres, pero en cuanto me toca decir «Te quiero», mi atracción por ellos desaparece con esas palabras demasiado comprometedoras. Estoy tan contenta de ser libre, no tener que rendirle cuentas a nadie y vivir la vida como quiera que prefiero acumular las noches de éxtasis y los despertares sin un mañana.

Puede llegar a ser duro imponerse como directora de una empresa en este mundo en el que los hombres siempre han llevado las riendas. He luchado para hacerme sitio; he tenido que cerrarme puertas y ser firme para abrir otras. Siempre estoy a la defensiva, lista para contraatacar, negociar y hacer valer mis intereses, los de mi sociedad y los de la gente que trabaja en mi empresa.

Así que esta es mi rutina en pocas palabras: estrés, eventos sociales, vestidos de noche, líos de una noche (si me gustan, a veces pueden durar dos noches, pero no suelen alargarse más), mis amigas, mi socio Manu y mis padres durante una semana en Navidad y dos en agosto. Para mí es una vida perfecta.

Hace dos años me apunté a una aplicación para conocer a gente, que es como un catálogo lleno de hombres —a cuál más guapo—. Así que yo le doy al «me gusta» y si hay un match me entrego al placer sin esperar mucho, porque la simple satisfacción de sentirme bien, gustarle a alguien y disfrutar me ayuda a reducir el estrés. ¿A vosotras no os pasa lo mismo? Si tuviese que describirme físicamente sería bastante fácil: soy morena, tengo los ojos azules, mido 1,65, peso 85 kilos y tengo unas curvas que me encantan y de las que me enorgullezco. Suelo vestirme con escotes, vestidos ceñidos y tacones altos. Me siento llena de luz: ¡me encanta la vida, adoro mi vida!

Tal vez por eso necesitaba su lado sombrío, quizás incluso fuese lo que me atrajo de él, sin imaginarme lo oscuro que era en realidad.

 

Habíamos ido de viaje de negocios a un hotel de 5 estrellas de Yerba para celebrar la fiesta de lanzamiento de un nuevo perfume cuya campaña publicitaria gestionamos. El palacio, que da al mar, es esplendoroso. Había reservado mi habitación, que está en un sitio muy privilegiado, durante cinco días más después del evento, lo que me dejaría tiempo para disfrutarla y trabajar en otros proyectos a la vez.

Todo está en ebullición desde las 6 de la mañana; yo me ocupo de la organización mientras Manu se encarga de la gestión de los invitados, sus preferencias y requisitos. Cuando los invitados están a punto de llegar, corro a mi habitación, entro al baño y me pongo mi mejor vestido. Concebimos la temática del evento para realzar el frasco del perfume, que es de cristal y lleva en su interior un encaje fino realizado a mano. Además de esa proeza técnica, el perfume emana una fragancia divina con notas tanto florales como cítricas. Lo hemos llamado Pureté cachée, es decir, «pureza oculta». Como era de esperar, se me ocurrió la idea de organizar una velada blanca con aromas florales y antifaces de encaje.

En la entrada repartimos antifaces de encaje blanco y dorado junto con orquídeas blancas para que las mujeres se las pongan y damos máscaras de metal dorado a los hombres.

Allí es donde lo vuelvo a ver: es el vicepresidente de la empresa del perfume y nunca había tenido la oportunidad de trabajar con él y mucho menos de hablar con él. Pero recuerdo que, hace unos meses, cuando me había cruzado con él por los pasillos, su belleza me había deslumbrado. Su atractivo o, más bien sex appeal, desprende algo único e indescifrable que lo diferencia del resto. Colin es muy atractivo, mide 1,90, tiene una sonrisa divina y el cabello castaño con unos ojos de color verde claro que contrastan con su bronceado mediterráneo.

Acaba de bajar de su habitación y ha llegado al patio del hotel, tras lo cual empieza a observar minuciosamente los decorados que hemos ideado cuidadosamente para el lanzamiento de su perfume. Me invade el estrés; espero que le gusten. Me acerco a él con paso firme y esboza una sonrisa que disipa todas mis inquietudes.

—Buenas tardes, Colin. Me complace darle la bienvenida aquí para el lanzamiento de su magnífico producto. ¿Qué opina del modo en que realzamos la elegancia de la línea?

—¿Le parece que hemos conquistado a los invitados?

—Sí, eso parece.

—Eso es lo principal. ¿Sandro ya ha llegado?

—Está junto al bar.

—Gracias.

Se va sin mirarme y su actitud indiferente me desestabiliza y destruye todas las fantasías que me había creado por la noche mientras me tocaba pensando en él. De hecho, me desestabiliza hasta el punto de enfurecerme a más no poder, ya que quería gustarle.

 

La velada tiene un éxito increíble y la mayoría de los invitados está presente, incluidos miembros de la familia real, famosos del mundo del espectáculo e importantes dirigentes empresariales. Hacia las cuatro, la gente vuelve a sus habitaciones mientras yo empiezo a relajarme y me uno a Sandro, Manu y Colin. Resulta obvio que le han sacado provecho a la barra del bar y cuando me incorporo a su conversación están entre risas.

—¡Qué éxito tan arrollador, Lea! ¡Ya es oficial: a partir de ahora se encargará de los lanzamientos de todas nuestras colecciones nuevas! ¡Y en cuanto a usted, Manu, ha estado impresionante! —exclama Sandro y, con sus exageraciones, corrobora la reputación de los italianos.

—Se lo agradez…

—Es cierto, Manu, se ha mostrado muy elocuente esta noche —dice Colin, interrumpiéndome—. Usted también, Lea, pero no la he visto mucho. Y, con eso, debo dejarles. Que pasen una buena noche. Sandro, nos vemos mañana.

—Sí, mañana por la tarde evaluaremos la velada. Espero que disfruten de todas las prestaciones de sus suites —responde Manu, que se ha percatado de mi enfado.

Vemos cómo se alejan y, luego, Manu me abraza y exclama con entusiasmo:

—¡Ha sido magnífico, nos hemos lucido!

—Bueno, eso tú; según parece, yo apenas he estado presente…

—Según parece.... —contesta y se echa a reír como un loco.

—¿De qué te ríes?

—¿Desde cuándo te ofende que los clientes se comporten como unos machistas de cuidado? ¿Te gusta, verdad?

—¡Para nada! Tan solo es una relación laboral, nada más…

—Vayamos a dormir y date un baño. Mañana todo irá mejor.

 

Darme un baño es una idea excelente. La habitación tiene una bañera de lujo, con ramos de flores en el borde y luces led que le dan un toque de glamur a este momento solitario. Me encantan los momentos en los que el agua caliente me envuelve el cuerpo y los chorros del cabezal de la ducha me acarician la vagina y hacen burbujas alrededor de mi clítoris... Suelo llegar al orgasmo rápidamente. Me dejo llevar por esa agradable calidez que hace que me sienta bien. Empiezo a imaginarme a un hombre guapo, con la complexión de un semental, que concentra toda la energía de su lengua en mi clítoris... Pero, joder, vuelvo a enfadarme porque aparece la imagen Colin con su indiferencia y rechazo y me irrita tanto que despierta una excitación desconcertante. Y hace que me sea imposible tocarme.

Hace treinta minutos que intento darme placer sin lograrlo. Recuerdo cómo hablaba con todas las chicas y se reía con ellas para, luego, hablarme a mí de una forma tan arrogante. ¿Y si me permito fantasear con él otra vez? Al fin y al cabo, ¿por qué no?

Cierro los ojos y me imagino que estoy en una de esas carpas plegables de playa frente al mar. Entreveo medio dormida que entra en la tienda de campaña silenciosamente y cierra tras de él la ventana al horizonte. Me recorre las piernas con las manos y me acaricia la espalda tras subir por el culo. Me cubre de besos las curvas de las caderas al tiempo que sube las manos por mis rodillas y las dirige hacia la parte inferior de mi vientre mientras disfruta de cada caricia y lametazo.

Desliza la lengua entre mis nalgas mientras me mete los dedos, lo que me hace lubricar más. El cabezal de la ducha imita a la perfección la intensidad de su lengua mientras me degusta los labios y el clítoris, que se me endurece más y más hasta que empiezo a sentir estremecimientos en el bajo vientre y gimo con un placer muy agradable.

Me saco el cabezal de entre los muslos al instante y, al abrir los ojos, me siento más tranquila, como si hubiese cerrado el tema del rechazo.

Me tumbo encima de las sábanas de satén, que acaban de enternecer mi piel delicada, y me duermo plácidamente.

 

Me despierto al final de la mañana, llena de energía, y preparo un informe del evento de ayer. Manu debería llegar en unos treinta minutos y todavía no me he vestido.

 

—Buenos días, guapa. ¿Has dormido bien?

—Sí, en cuanto acabe de maquillarme, vengo. Tú empieza, el desayuno está servido y es muy copioso.

Me pongo un vestidito rojo, me coloco una flor de franchipán a modo de pasador en el pelo y un maquillaje de ojos ahumados con un labial rojo. Me siento muy sexy.

—¿Así que ayer hiciste el balance de las preventas y observaciones sobre el evento? —le pregunto a Manu.

—Sí, tuvimos más ventas de las esperadas. Uno de los príncipes de los emiratos ha encargado un perfume para cada uno de los invitados de su boda, que tendrá lugar dentro de dos meses. Y recibimos cuatro solicitudes para gestionar eventos para el año que viene.

—Estupendo. Yo también recibí buenos comentarios del hotel, que nos ha propuesto que colaboremos con ellos en sus eventos importantes, por lo que disminuirían su margen. Me pareció que el equipo prestaba mucha atención y era totalmente políglota. He preparado una presentación para Sandro y Colin. Además, Alex me ha mandado el videomontaje de la velada de ayer tras trabajar en él toda la noche. Es fantástico. Espero que estén tan contentos como nosotros. Nos esperan dentro de una hora.

 

Durante toda la reunión, Sandro se entusiasma con todo lo que organizamos mientras que Colin resalta los aspectos que podríamos mejorar la próxima vez. Lo que más me irrita es que tiene razón, pero un cumplido, ni que fuese solo uno, me hubiese gustado mucho.

Concluimos acordando que en la próxima reunión nos centraremos en los anuncios en distintos hoteles de lujo sobre la versión del perfume para el interior de los hogares.

Manu se marchará a Singapur esta tarde, lo que me dejará algunos días para relajarme.

Al volver a mi habitación, envío un SMS a Colin y a Sandro para agradecerles que nos tuviesen en cuenta y confiasen en nuestra agencia.

Cuando me dispongo a ir al balneario, el teléfono me vibra.

COLIN: Gracias por el detalle. Estuvo magnífica ayer.

Abro los ojos como platos, sorprendida ante ese halago inesperado.

LEA: Me sorprende recibir un halago así. COLIN: No debería, porque no pienso hacerle otro. LEA: Al menos tiene el mérito de ser directo.

¿Pero qué espera que pase? ¿Que me irrite con cada una de sus frases? ¿Se puede saber a qué juega?

COLIN: ¿Se ha marchado ya? LEA: Me marcharé en unos días. COLIN: Me gustaría que sacara tiempo para perfeccionar una idea que la incumbe. LEA: ¿Debo sobreentender lo que no ha dicho? COLIN: Si con «no dicho» se refiere a las ganas que tengo de hundirme en su escote, sí, lo ha entendido bien. LEA: ¿Y quién le ha dicho que yo quiera eso?

Noto cómo me empieza a invadir la ira en las entrañas, siento una rabia fuerte e intensa y, al mismo tiempo, una gran excitación...

COLIN: Lo sé, lo noto. LEA: ¿Y si usted no me gusta? COLIN: No es el caso. LEA: ¿Y qué le hace decir eso? COLIN: La noté receptiva. LEA: ¿Cómo puede decir eso? Apenas intercambiamos un par de frases toda la noche. COLIN: Y eso la molestó tanto que supe que se le había empapado el coño. LEA: ¿Disculpe?

Ha ido demasiado lejos. Alucino con el mensaje y, al mismo tiempo, me irrita a más no poder: me habría gustado muchísimo hacer el amor con este hombre tan elegante que me habla tan descarnadamente, pero ahora... Está a punto de...

COLIN: Pero tengo gustos bastante definidos y muy pocos límites. LEA: ¡No me lo puedo creer! ¿Cómo se atreve a hablarme así? COLIN: Me gusta el porno duro, muy duro.

Es como si hiciese caso omiso a lo que le digo e ignorase la ira que transmitían mis últimas palabras. Como si se impregnara de nuestra conversación, como si supiera exactamente lo que hace.

LEA: Me alegro por usted, pero eso no tiene nada que ver conmigo. COLIN: Y quiero hacértelo. LEA: ¿Disculpe?

Parece que me haya ofendido y, sin embargo, con esas palabras mi cerebro ya ha aceptado todo lo que venga de él, pero no quiero mostrárselo. ¿Cómo puede ser que su sex appeal y las ganas que le tengo me hayan cambiado tanto, hasta el punto de renunciar al feminismo, que es tan importante para mí?

COLIN: Te deseo y quiero que seas mi perra. LEA: Mi coño, su perra... ¡Ni en sueños! Odio esas palabras. COLIN: Aun así, vas a ser mi perra y te la meteré en el coño. Así de simple. Me encargaré de ti, será caliente y tú serás mía. LEA: Yo no le pertenezco a nadie... COLIN: Te mueres de ganas de ello... Estoy deseando oír cómo te corres. ¿Tienes límites?

Me ha ganado. No he aceptado nada y, sin embargo, es obvio que voy a decir que sí. ¿Pero que sí a qué? Debe de haber notado el efecto que tiene sobre mí. Me siento como si estuviera a su merced, lo que me asusta lo mismo que me excita.

Si respondiera a su pregunta, se sobreentendería que acepto su propuesta, pero, si no le respondo, me quedaré frustrada y me encantaría hacerlo con él. Quiero tener su cuerpo perfecto, que pose los labios en mis pechos, notar sus movimientos de cadera, sus envites repetidos y bruscos... Quiero todo eso.

LEA: ¿Límites? Pero si ni siquiera sé qué sentiría si me besara.

¿Que si tengo límites? ¿Qué quiere decir? Nunca me lo había preguntado: ¿cuáles son mis límites? Creo que me gusta todo, el sexo oral, la penetración, el sexo anal... Lo he hecho todo, ¿no? Tal vez no tengo límites. Y yo qué sé. ¿Por qué iba a preguntarme algo así?

LEA: No lo entiendo. ¿Por qué me propone esto? COLIN: Para que me tengas. LEA: Pero y si no siento nada cuando me toque o me bese, ¿por qué iba aceptarlo? COLIN: Porque te encantará. LEA: Parece muy seguro de sí mismo. COLIN: Es más que eso. Solo serás mía, serás mi perra. LEA: Deje de hablar de ese modo. COLIN: Hablo así a propósito porque es cómo irá todo.

Empiezo a ver su lado sombrío, su oscuridad, su naturaleza dominante tras el hombre encantador para el resto de la gente. Ya me lleva adonde nunca he ido, a mi lado sombrío.

LEA: Déjeme que me lo piense. Necesitaré algo de tiempo. COLIN: Tienes dos horas para pensar en ello. Tras eso, mi propuesta habrá caducado. Quiero la lista de tus límites en dos horas. LEA: Déjeme hasta mañana. COLIN: Yo no negocio. Hasta de aquí a dos horas.

Dos horas para aceptar. Dos horas para informarme, pero ¿cómo? ¿De qué se trata en realidad?

Vuelvo a mi habitación, con la cabeza echa un lío entre un deseo aterrador de tenerle y otro de huir. Pero sé que ya es demasiado tarde para ello. Quiero descubrirlo a él y a esa sumisión... Creo que esa es la palabra adecuada.

Me tumbo encima de las sábanas limpias con el ordenador en las rodillas y me quito el albornoz y las braguitas. Escribo en el buscador:

DOMINACIÓN - PERRA - SUMISIÓN

Me encuentro con Cincuenta sombras de Grey. Debo admitir que lo leí hace algunos años, en el metro atiborrado de gente, como todo el mundo, y me puso un poco cachonda, pero no demasiado. Luego miro las fotos. Vale: un collar, un tapón… Por qué no, pero quiero saber más.

Abro la página de inicio de un sitio de películas porno al que voy de vez en cuando. Me gusta mucho, hay muchas cosas que me ponen, cierto que hasta ahora se centraban en cuando las mujeres dominaban, pero los deseos cambian…

Hago clic en «Tengo más de 18 años» para empezar mi búsqueda. Empiezo a pasar por las imágenes de mujeres sumisas, antes de detenerme en un vídeo que me llama la atención.

La escena tiene lugar en una habitación oscura: una mujer está atada de pies y manos y se la chupa a un hombre que parece brusco y le mete la polla en la garganta con fuerza. Tiene un látigo multicolas que le acaricia las nalgas y los pechos y luego se los azota... El cuero está se mezcla con la seda. Mi primera reacción: tengo miedo, es oscuro y abrumador. Pero, al poco rato, empieza a invadirme otra reacción: el deseo. El deseo de compartirlo con él, pero no sin importar las condiciones. No estoy segura de que vaya a gustarme, pero creo que podría ser agradable. Debería tomármelo como un juego y no como un modo de vivir.

Cuanto más miro el vídeo, más me dan ganas de tocarme y estoy empapada como él había predicho. Me meto los dedos en la vagina para empezar a acariciarme el clítoris con la humedad natural que desprende, moviéndome repetidamente con las imágenes que pasan y se me enturbian las ideas: él es el que está en el vídeo; él y yo. Él me lame, ve cómo se la chupo mientras me abofetea y es él quien me penetra por detrás, con fuerza, y me encanta. Su vigor, su cautivador encanto... No me quedan defensas, estoy al desnudo, no controlo ni mando en nada. Y lo deseo, lo deseo muchísimo, quiero convertirme en su juguete, dejarme llevar por su universo y su sombra. La parte de él que nunca ve el día será la misma que haga que me corra, como hace que me corra ahora mismo mientras dejo las sábanas empapadas con los dedos mojados.

Todavía puedo aceptar o rechazar su propuesta, pero, en el fondo, sé que soy incapaz de negarme, quiero seguir su juego maquiavélico, su perversión…

Le echo un vistazo al reloj, en quince minutos será demasiado tarde.

LEA: Tengo límites que no quiero sobrepasar, por ejemplo, nada escatológico. COLIN: Me lo apunto. LEA: Nada de asfixiar, necesito respirar. Y nada de escupir. COLIN: Nada escatológico, nada de asfixiar, nada de escupir en la cara. LEA: Nada de escupitajos en ninguna parte. Tal vez tenga otros límites que todavía no conozco. COLIN: De acuerdo, me lo apunto. LEA: Si digo BASTA, lo dejamos todo y hablamos. COLIN: No te preocupes, me ocuparé bien de ti. LEA: Cuando estemos en público, me respetará. COLIN: Vale, pero en privado serás mi puta. LEA: Ni una palabra a nadie. COLIN: Esto no le incumbe a nadie. LEA: ¿Qué le gusta? COLIN: Me gusta lo oscuro, lo vulgar y el poder. LEA: A mí me gusta el color y la clase. Soy lo opuesto a todo eso. ¿Por qué yo? COLIN: Ya te lo dije, te noté receptiva. LEA: ¿En cuanto al maquillaje? COLIN: Me gustan los ojos maquillados de negro. LEA: Pero con mis ojos azules, quedará muy extraño. COLIN: Como la criptonita. Será perfecto para cuando vea cómo me la chupas.

Estoy en otro mundo; acepto sus reflexiones y sus peticiones con normalidad y ganas e incluso con afán. Un deseo intenso de que sea algo real.

LEA: ¿Y en cuanto a la depilación? COLIN: No me gusta nada. LEA: O sea, ¿nada de pelos o que le da lo mismo? COLIN: No me gusta nada.

Me va a volver loca con esas respuestas tan aleatorias a mis preguntas.

LEA: ¿Es decir...? COLIN: Te toca a ti comprenderlo y hacerlo de un modo que me complazca. LEA: Vaya, ahora puedo leer la mente de los hombres. Así que yo también tomo nota...

Estoy superfrustrada, ni siquiera sé lo que le gusta...

COLIN: Haces bien. Estaré dentro de tres días en el lugar donde me pusiste cachondo el otro día. LEA: Pues… Fue muy discreto. ¿Dónde era? COLIN: Tú eres la que tiene que pensar en ello. Mientras tanto, quiero que me envíes un vídeo de tu coño empapado mientras te tocas. LEA: Ni hablar de eso, yo no hago vídeos. COLIN: En ese caso, no tendrás nada el martes cuando venga. LEA: ¿Qué tal una foto? COLIN: Ya te lo he dicho, yo no negocio. LEA: Pero usted se muere de ganas tanto como yo... COLIN: Yo gestiono mi frustración perfectamente. Tú aprenderás a obedecer.

¿A obedecer? ¿Va en serio? ¡Claro que sí! Joder, pues sí que va fuerte, muy fuerte; veo su juego de manipulación y lo peor es que me excita como nada lo había hecho desde hace tiempo.

—¿Hola? Soy Lea Pullman y quisiera reservar cita para depilarme esta tarde o mañana, por favor.

Ya empiezo a doblegarme a sus deseos. Estoy a cuatro patas para tener una vagina y un ano impecables y, luego, una exfoliación corporal para tener la piel suave. Sí, normalmente se hace al revés, empezando por la exfoliación y luego la depilación, pero si terminase mi momento de bienestar con una depilación, me quitaría toda la serenidad.

LEA: Tengo la vagina suave y lista para acogerle. COLIN: Sigo esperando el vídeo.

Dudo mucho: no quiero hacerlo, pero quiero tenerlo y follar con él dentro de tres días. Así que le envío una foto de mi sexo con el dedo en el clítoris. Algunos segundos después, recibo una foto de su pene erecto con la frase: «Te espera».

Y eso es todo.

Diviso sus piernas torneadas bajo su pene briosamente erguido y veo que lleva la pedicura hecha en los pies. Tiene una toalla en el suelo embaldosado de mármol y parece que espere que yo la recoja. Quería enseñarme su miembro, pero me ha enseñado mucho más que eso. Veo su sutileza, su deseo flagrante, el lujo que le corre por las venas y el follón que puede montar para echar un polvo. Quiero descubrirlo, chupársela como cuando degusté mi primera piruleta, pero no como un plato de cinco estrellas, y metérmela entera en la boca. Quiero que se me enfríen las rodillas en el mármol y calentar el resto con su cuerpo... Lo deseo a él, solo a él, y quiero que me desee, sentir su cuerpo y pertenecerle.

 

Los dos días siguientes me parecen muy largos y no sé qué esperar. Tengo miedo; de hecho, mucho miedo. ¡Pero lo deseo tanto! Fantaseo con él a todas horas, desde que abro los ojos hasta que los cierro. Me toco bajo la ducha y también en el baño, pero no soy capaz de hacerle un vídeo. Es obsceno, me da miedo y también vergüenza...

 

La mañana de nuestra cita, recibo el mensaje siguiente:

COLIN: Buenos días, Lea. Como te había dicho, nuestros retozos tenían una condición. Haz el vídeo y, en ese momento, serás mía. Volveremos a vernos pronto, de eso estoy seguro.

Estoy verde de rabia, o incluso roja, todo para nada: la depilación, los tratamientos, el cambio de gustos, la aceptación de su propuesta para ir más allá de mis límites... Todo para esto... Para dejarme con las ganas y mis dedos...

 

Continuará...