Afiliaciones Oscuras - May Freighter - E-Book

Afiliaciones Oscuras E-Book

May Freighter

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Beschreibung

Un nuevo capítulo en la vida de Helena se abre paso a peligros inesperados, tramas siniestras y a enemigos formidables.

Los finales de cuentos de hadas no son reales. El mudarse con Lucious estaba destinado a ser el felices para siempre de Helena. Ella renunció a todo por él, pero ya no es el mismo hombre que solía ser. La llegada de dos delegados europeos demuestra ser más de lo que puede soportar su tensa relación. Un movimiento en falso y el vínculo del alma que comparten podría convertirse en una prisión para la eternidad.
Maya ha recibido órdenes de regresar al Reino de los Demonios. La reina Baal está lista para renunciar y nombrar un sucesor, pero la princesa no se encuentra por ningún lado. Maya se ve obligada a trabajar con su prometido demonio para traer de vuelta a la princesa, antes de que los nobles tomen el asunto en sus manos. Con la princesa desaparecida, el trono en peligro y un archidemonio suelto en el reino, Maya y Eirik tienen que dejar de lado sus diferencias y trabajar juntos. Fácil, ¿verdad?

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AFILIACIONES OSCURAS

Serie de Helena Hawthorn Vol. 5

MAY FREIGHTER

Copyright © May Freighter, 2023.

El derecho de May Freighter a ser identificada como la autora de este trabajo ha sido afirmado por ella en virtud de la Ley de enmienda de derechos de autor (derechos morales) de 2000.

Este trabajo tiene derechos de autor. Aparte de cualquier uso permitido en virtud de la Ley de derechos de autor, diseños y patentes de 1988, ninguna parte puede reproducirse, copiarse, escanearse, almacenarse en un sistema de recuperación, grabarse o transmitirse, de ninguna forma ni por ningún medio, sin el permiso previo por escrito de la autora.

Este libro es un trabajo de ficcion. Los nombres, personajes, lugares e incidentes son producto de la imaginación de la autora o, si son reales, se usan ficticiamente. Todas las declaraciones, descripciones, información y material de cualquier otro tipo contenidos en este documento se incluyen solo con fines de entretenimiento. Cualquier parecido con personas reales vivas o muertas, eventos o lugares es pura coincidencia.

Todos los derechos reservados.

www.authormayfreighter.com

Tabla de contenido

SERIE DE HELENA HAWTHORN

1 UN NUEVO COMIENZO

2 NOTICIAS INESPERADAS

3 UN PROGRAMA DE TERROR

4 POLÍTICAS DE DEMONIO

5 PRIMER DESAFÍO

6 VIEJOS AMIGOS

7 ASUNTO ARRIESGADO

8 ARMA MITOLÓGICA

9 VISITANTES NO DESEADOS

10 EL DESTRUCTOR

11 SIN PIEDAD

12 LA RED

13 LA PRINCESA DEMONIO

14 CELOS CRECIENTES

15 UNA PIEZA DEL ROMPECABEZAS

16 VULNERABLE

17 SIN VUELTA ATRÁS

18 AMOR QUE VALE LA PENA

19 MAGIA DE SANGRE

20 UN ADIÓS MÁS

21 CASTILLO DE NAIPES

22 SURGIMIENTO DE LA NUEVA REINA

23 DESPUÉS DE LOS EFECTOS

24 ENEMIGO DESCONOCIDO

25 ADICTA A LA MAGIA

26 UN COCTÉL POR EL ÉXITO

27 TIERRA DE PESADILLAS

28 OCULTO A SIMPLE VISTA

29 APOYO SILENCIOSO

30 VENGANZA AMARGA

SOBRE LA AUTORA

DEDICATORIA

AGRADECIMIENTOS

SERIE DE HELENA HAWTHORN

Alexander: Memoirs (Precuela/Serie: A Vampire in Love)

Ruleta Rusa

Puerta del Demonio

Control en Deterioro

Desired (Novela adjunta)

Monochrome Interview (Serie: A Vampire in Love)

Orígenes Predestinados

Cherished (Novela adjunta)

Afiliaciones Oscuras

1UN NUEVO COMIENZO

HELENA

El nuevo hogar de Helena era hermoso. Los vampiros de la realeza, principalmente Ealdraed y Laclia, pagaron muchísimo para regalarle este enorme castillo al nuevo Consejo Europeo, y ella tuvo la suerte de estar entre los que podían quedarse allí. Pero su suerte no terminó ahí, Hans también permitió que Perri permaneciera allí, ya que parecía reacio a admitir sus verdaderos sentimientos por la chica. Lástima por él, ya que la mayoría de los vampiros en el edificio y Helena se habían dado cuenta hacía tiempo de que estaba enamorado de Perri.

Esta noche era una noche de celebración. Todos finalmente se habían instalado en su nuevo hogar y nueva vida.

«¿Por qué yo no sería feliz?»

Miró su maxi vestido dorado y verde con cuentas en el espejo de cuerpo entero que colgaba de la pared. Junto a ella, Perri se estaba probando un vestido morado hasta la rodilla que abrazaba sus curvas.

—¿Crees que esto es demasiado revelador? —preguntó Perri, poniendo sus manos en sus caderas y dando otro giro.

—¿Te preocupa que Hans te haga ponerte un suéter holgado por exposición indecente? —Helena sonrió.

Su amiga hizo un puchero.

—¡Ya quisiera! Puede que me mire de vez en cuando, pero nunca lo suficiente como para darme alguna pista de si le gusto o no.

—No pienses demasiado en eso. Probablemente es tímido con las mujeres.

—Él no es tímido contigo —señaló Perri.

Helena se encogió de hombros.

—No soy yo con quien está saliendo.

—Tampoco creo que estemos saliendo. Quiero decir, estos anillos simbolizan el matrimonio, pero en realidad nunca nos casamos. En ese momento, él no parecía querer seguir adelante con eso. Si los espíritus no nos hubieran obligado a tener una relación, creo que seguiríamos siendo extraños incluso ahora.

Agarrando los hombros de su amiga, Helena hizo que Perri la mirara.

—Respira. Si no le gustaras o no te quisiera aquí, ya estarías en Escocia, limpiando los pisos o quitando el polvo a los muebles.

—Tienes razón.

—Bien. Ahora relájate y divirtámonos. Alexander traerá a su novia con él, y me muero por conocer a la mujer que ha logrado derretir el hielo de su corazón.

—Nunca he conocido a Alexander. ¿Es una buena persona?

Helena resopló. Alexander y bueno definitivamente no eran las palabras que usaría en la misma oración. Era arrogante, egocéntrico, tacaño con el dinero y se quejaba de ella día y noche. Probablemente era un regalo de arriba el que encontró a alguien más en quien enfocar su atención.

—Señoritas, ¿han terminado? —llamó Lucious, apoyando su costado contra la puerta.

—Sí. —Helena enlazó su brazo con el de Perri. Le guiñó un ojo a su amiga—. ¿Vamos?

—Vamos. —Perri se rió.

Salieron de la habitación, y Lucious, que vestía un esmoquin negro mejor que un modelo GQ, las condujo a través de los pasillos del castillo en dirección al ala este donde se encontraban las oficinas del Consejo, la cocina, el comedor, dos salones de baile (uno de los cuales fue posteriormente convertido en una sala de formación), y la biblioteca. Las viviendas de los miembros del Consejo y sus contrapartes estaban en el ala oeste. Los vampiros acechadores que trabajaban para el Consejo tenían sus propias habitaciones ubicadas en el primer piso. Cuando Helena estaba explorando esa monstruosidad de edificio, había perdido la cuenta de los dormitorios después de los veinticinco. Los baños no se quedaban atrás en número, a pesar de que sus vecinos vampiros no parecían usarlos más que para ducharse después de una cacería o para asegurarse de que no lucieran como los muertos a primera hora de la mañana.

Los pocos acechadores que pasaron junto a ellos inclinaron la cabeza ante Lucious. Cuando su novio no estaba mirando en su dirección, notó que sus miradas se dirigían a ella. A los vampiros no les gustaban los humanos involucrados en su política. No es que Helena y Perri tuvieran la oportunidad de sentarse a la mesa de los grandes y discutir los problemas en Europa. Pero la desconfianza de los vampiros que la rodeaban la mantenía alerta. No era bienvenida en su mundo tanto como ya no encajaba con los humanos normales. Su vida se había contaminado por la oscuridad hasta el punto en que perdió la noción de lo que significaba la palabra «normal». ¡Uno de sus mejores amigos era una demonio, por el amor de Dios! Hasta donde Helena sabía, ese no era el mejor tema de conversación en los círculos humanos a menos que quisiera que la salpicaran con un balde de agua bendita.

Lucious se detuvo en las puertas francesas que conducían al comedor principal y les preguntó por encima del hombro:

—¿Están listas para conocer a los invitados?

Helena sonrió.

—Estás más emocionado que nosotras. ¿Es porque Alexander y tú se reconciliaron?

—Todo gracias a ti, querida. —Él le dio una sonrisa torcida.

—Entonces entremos y conozcamos a su media naranja.

Los tres entraron al gran comedor. Candelabros dorados decoraban el techo y la luz se reflejaba en los diminutos cristales haciéndolos brillar como las estrellas en el cielo nocturno. Para igualar la generosa cantidad de luz de la habitación, el mobiliario era un conjunto de blancos y dorados. La mesa grande en el centro, con veinte asientos, ya tenía a Hans, Alexander y a una hermosa pelirroja sentados allí.

Los ojos de Helena fueron atraídos hacia la mujer. Era joven, probablemente entre mediados y finales de los veinte. Su piel era suave y sus ojos ámbar como gemas brillaban de felicidad cada vez que miraba a Alexander. Definitivamente le gustaba el hombre, y se veía impresionante con un vestido negro de un solo hombro.

Lucious tomó la mano de Helena, haciendo que se separara de Perri, quien rápidamente se dirigió al lado de Hans. La guió a un asiento y sacó una silla para ella.

—Gracias —murmuró, deslizándose en el asiento ofrecido y sonriendo a Alexander y su acompañante. Su novia era mucho más hermosa de cerca—. Hola, soy Helena. Es un placer conocerte. —Extendió su mano sobre la mesa y la mujer se la estrechó, devolviéndole la sonrisa.

—Soy Abigail. He oído hablar mucho de Lucious y de ti por parte de Alexander.

—Espero que hayan sido cosas buenas —comentó Helena, notando el acento irlandés de Abigail.

—Hizo que pareciera que ustedes dos pasaron por mucho para estar juntos —respondió Abigail.

Alexander se aclaró la garganta.

—¿No deberías presentarte a los demás?

Abigail miró a Hans y Perri, quienes ofrecieron sus nombres a su vez.

Pasaron los siguientes veinte minutos hablando de Abigail y su sueño de convertirse en una periodista seria. Cuando estaba describiendo cómo Alexander y ella se conocieron, usó animadamente sus manos para acentuar la historia.

—Tuve que usar la ropa más aburrida que pude encontrar. Ya saben, una falda hasta los tobillos, calcetines de abuelita, una blusa dos tallas más grande y anteojos que cubrían la mayor parte de mi cara. Después de la entrevista, me topé con el entretenimiento de los miércoles de Alexander para su clientela de vampiros y terminé esposada a una silla en su oficina.

Todos se echaron a reír y Helena preguntó:

—¿Qué hiciste después?

—¡Escapé, por supuesto! Mi papá es cerrajero. No hay forma de que un simple candado pueda mantenerme contenida. —Abigail se rio.

Lucious le guiñó un ojo a Abigail.

—Si el Consejo alguna vez decide participar en un robo a un banco, sabremos a quién contactar.

Helena juguetonamente empujó su hombro.

—No puedes hablar en serio.

Ante eso, Alexander se cruzó de brazos.

—Ella no participará en ningún asunto del Consejo. Es demasiado peligroso.

Lucious se llevó la copa de bourbon a los labios.

—No te preocupes. No soñaría con poner a tu mujer en peligro.

—¿Qué tal con el robo de vehículos? —sugirió Abigail—. Puedo arrancar uno o dos autos.

Hans se aclaró la garganta.

—Ciertamente tienes un conjunto de habilidades interesante.

Peri asintió.

—¿Podrías enseñarme? ¿Es difícil?

—Es más fácil con los autos viejos, pero con las herramientas adecuadas puedes hacer casi cualquier cosa en estos días —dijo Abigail.

Las cejas de Helena se levantaron.

—Yo también. ¡Quiero aprender! —No esperaba que la novia de Alexander fuera alguien tan interesante y llena de vida. Por el contrario, pensó que su mujer sería una de las mejores modelos del mundo o una actriz erótica. Abigail era un soplo de aire fresco, y Alexander parecía protector con ella hasta el extremo.

—Nos hospedaremos en un hotel en Londres durante una semana. Chicas, deberían salir conmigo en algún momento para explorar los lugares de interés y los clubes nocturnos. No puedo esperar a ver lo que este lugar tiene para ofrecer.

—Me apunto —asintió Helena.

Perri retorció las manos en su regazo y se mordió el labio inferior.

—Si me aceptas, me encantaría unirme.

Lucious tomó la mano de Helena debajo de la mesa.

—No puedes ir sin escolta. Es demasiado peligroso.

Hans asintió con la cabeza.

—De hecho, hay muchas personas que no pueden esperar la oportunidad de hacernos daño.

—¿Pedí demasiado? —La sonrisa de Abigail se desmoronó.

Sacudiendo la cabeza, Alexander intervino:

—Esa es la razón por la que no quería tomar asiento en el Consejo que Lucious me ofreció. Estaría confinado a estos muros y al territorio de Europa. Vivir una vida así es lo mismo que estar en una jaula que tú mismo creaste.

La expresión de Lucious se puso seria.

—Puede que tengas razón. No es una vida que ninguno de nosotros eligió sin pensarlo mucho. —Se llevó la mano de Helena a los labios y la besó en el dorso—. Es por eso que no puedo agradecer lo suficiente a esta mujer por permanecer a mi lado a pesar de las limitaciones que se le imponen.

Helena vio una calidez y un amor genuinos reflejados en sus ojos. Su corazón se aceleró y sonrió sin saberlo. Entonces, una idea la golpeó.

—¿Y si nos disfrazamos?

Lucious negó con la cabeza.

—Aún así es demasiado…

—Peligroso, lo sé —terminó Helena por él—. Pero no iremos a algún lugar extraño. Alexander tiene un club nocturno en la ciudad. Será un ambiente seguro y nadie nos reconocerá. —Helena lanzó una mirada suplicante a Abigail.

—Absolutamente —dijo Abigail—. Apostaré mi reputación al convertir a estas chicas en mujeres no atractivas y sin pulir. Ni siquiera las reconocerán.

Perri aplaudió.

—Oh, me encantaba disfrazarme cuando era niña.

—¿Ves? —Helena le dio un codazo a Lucious—. Estaremos completamente bien.

Lucious miró a Alexander.

—¿Puedo confiar en ti para duplicar la seguridad y vigilarlas durante y después de que terminen su noche? Preferiría que tuvieran un par de guardaespaldas personales.

—Estaba pensando lo mismo —murmuró Hans.

Helena se cruzó de brazos y se reclinó en su asiento.

—Realmente deberían aprender a confiar más en nosotras.

—Querida, no eres tú en quien no confío, son todos los demás. Si algo te sucediera, daría la vuelta a este mundo para encontrarte hasta que te devolvieran a salvo.

—Eso sonaría romántico si no pareciera un requisito previo de la película de Búsquedaimplacable —comentó Helena.

Abigail y Perri se rieron mientras los hombres no parecían entender la broma.

Alexander apoyó los codos en la mesa.

—Triplicaré la seguridad y asignaré un conductor personal a las damas. Estarán a salvo mientras no se desvíen del plan.

Las mujeres se miraron y asintieron.

Abigail juntó las manos.

—¡Parece que la diversión está en marcha!

—Brindemos. —Helena levantó una copa de champán.

Los demás asintieron y levantaron sus bebidas preferidas en el aire.

—Por nuevos comienzos —dijo Abigail.

—Por nuevos comienzos —repitieron los demás.

LUCIOUS

Las cuatro de la mañana llegaron más rápido de lo que Lucious había previsto. Alexander y su mujer rechazaron su oferta de pasar la noche. Estaban más inclinados a pasar su tiempo en la habitación del hotel que estaba a treinta minutos en coche. Lucious no podía culparlos. Estar en este castillo era abrumador. Suspiró, mientras miraba la forma dormida de Helena en sus brazos. Parecía estar en paz, casi feliz a juzgar por la pequeña sonrisa que curvaba sus labios.

Se dirigió a sus aposentos, con cuidado de no sacudirla para despertarla. Durante la cena de esta noche, realmente quiso decir lo que dijo. Destrozaría el mundo, ladrillo a ladrillo, si ella se fuera de su vida. Ese pensamiento lo emocionaba y lo aterrorizaba. Ella se había convertido en una parte integral de él. Sin su presencia en su vida diaria, no sabía qué esperar.

Sosteniéndola con un brazo, abrió la puerta y entró. La acostó en la cama y ella gimió cuando rodó sobre su costado, alejándose de él.

—Me alegro de que te hayas divertido —susurró él.

Hubo un ligero golpe en la puerta, atrayendo su atención hacia Grim, quien tenía un sentido de urgencia en su postura.

Lucious cubrió a Helena con el edredón y le indicó a Grim que lo siguiera a la sala de estar adyacente al dormitorio. Una vez que estuvieron detrás de un par de puertas cerradas, Lucious estudió al acechador.

—¿Qué tienes que informar?

—Esto llegó hace un momento, Maestro Lucious. —Grim sacó un sobre negro con un sello de cera carmesí.

Lucious tomó el sobre del acechador y lo volteó en sus manos.

—¿Sabes lo que es?

—Una carta de desafío, señor.

Sus ojos se abrieron.

—No puede hablar en serio. ¿Ya?

—Parecería que sí.

No había escapatoria a un desafío por la sede del poder si uno era Concejal. Lucious no tenía más remedio que enfrentarse al retador en la lucha a muerte, o ser ejecutado por no cumplir con las leyes. Si Helena no hubiera estado con él, habría elegido terminar su viaje. Pero para mantenerla a salvo y fuera de peligro, lucharía con todo lo que hay en él.

Lucious abrió la carta y leyó la información de la tarjeta.

—El retador llegará en dos días. —Se encontró con los ojos temerosos de Grim—. No te preocupes por mi seguridad. Lo derrotaré, sea quien sea. —Deslizó la carta en su bolsillo y agregó—: Quiero que vigiles a Helena. Mantenla a salvo. Si sucede algo, quiero que me informen de inmediato.

—Haré lo que me pida —respondió Grim y se inclinó—. ¿Debería pedirle a alguien que entrene con usted en la sala de entrenamiento?

—Pregúntale a quien no esté de cacería. Estaré allí en breve.

—Entendido, señor.

El acechador se fue y Lucious regresó al dormitorio. Se sentó en el borde de la cama y miró el rostro dormido de Helena. Sus vidas estaban unidas para siempre con un lazo del alma. No podía perder ante este retador. Para que eso sucediera, necesitaba volverse más fuerte y obligar a los otros vampiros a temerle. El gobierno de Eliza duró dos mil años por una razón. Era despiadada en sus juicios y nunca mostró debilidad por nadie, ni siquiera por los más cercanos a ella. Sería una tontería de su parte no tomar una página de su libro y aprender todo lo que pudiera. Si deseaba sobrevivir el tiempo suficiente para experimentar la felicidad con Helena, necesitaba ganar todas las peleas que se le presentaran.

Detrás de él, cerró la puerta y escudriñó el pasillo. Los terrenos del Consejo normalmente estaban llenos de vida cuando llegaba la noche. Esta noche, el silencio era tangible. Lucious metió las manos en sus bolsillos y caminó hacia el otro lado del edificio donde se encontraba la sala de entrenamiento. Le habría pedido a Hans un combate de entrenamiento, pero sabía que ese vampiro estaba ocupado dando un paseo con su amante por los jardines. Sería inapropiado que Lucious se entrometiera en su tiempo juntos. Hans era un buen hombre y se dedicaba a su trabajo como concejal suplente. A los ojos de Lucious, Hans tenía la capacidad de convertirse en un gran hombre en los próximos años, solo tenía que creer en sí mismo y salir de la sombra que Vincent había creado. Tales hazañas no sucedían de la noche a la mañana, Lucious lo sabía. Se necesitarían años, incluso décadas, para ver a Hans llegar a su verdadero potencial.

En la puerta de la sala de entrenamiento, se detuvo y escuchó los sonidos que venían del interior. Se dio cuenta de que alguien usaba los blancos para practicar lanzamiento de cuchillos. Se quitó la chaqueta de esmoquin, se la colocó sobre el brazo y entró en la habitación con una sonrisa en el rostro.

—Andrea, es bueno ver que mantienes tus habilidades a punto —comentó cuando identificó a la acechadora.

Ella dejó lo que estaba haciendo, moviendo los brazos a los costados como un soldado. Su cabello color hollín caía sobre sus hombros, a juego con el atuendo negro que vestía de pies a cabeza.

—Escuché de Grim que deseabas entrenar conmigo. ¿Quieres hacerlo ahora?

Lucious asintió y arrojó su chaqueta al suelo. Desabrochó los botones de las mangas de su camisa y los enrolló hacia atrás hasta que le llegaron a los codos.

Mientras tanto, Andrea estiraba los brazos y las piernas.

—¿Te gustaría trabajar en tus habilidades o pelear?

—Quiero practicar mi habilidad con el fuego, así que te sugiero que te amarres el cabello para evitar que quede atrapado en las llamas.

Ella se arregló el pelo en un peinado apretado y movió los hombros.

—Comience cuando esté listo, señor.

Lucious cerró los ojos y soltó el control de sus escudos mentales. La energía que había mantenido oculta se derramó como agua de mar rompiendo una presa. Escuchó a Andrea ahogando un gemido. Tenía casi la misma edad que él en años de vampiro, pero no había desarrollado ninguna habilidad. Había jugado con la idea de permitir que los pocos acechadores en los que confiaba bebieran su sangre para fortalecerse. Pero tal acción podría enviarlos a un descenso, y no podría perdonar a ninguno de ellos a medida que se desarrollaban los eventos.

Abrió los ojos. El poder del fuego calentó sus venas y se extendió desde su centro hasta la punta de sus dedos. Levantó la mano, con la palma hacia ella, y disparó una bola de fuego en su dirección que ella esquivó con facilidad. Cada vez era más fácil controlar este poder a diferencia de la capacidad de ver el futuro o la capacidad de velocidad de su señor. Nunca fueron lo suficientemente estables como para que él los aprovechara.

—Este tipo de ataque es fácil de evitar si lo esperas. —Andrea arrojó un cuchillo que le rozó la oreja—. Un contraataque podría matarte si no tienes cuidado.

—Tienes razón. Debería usarlo cuando la atención del oponente está en otra parte. —Permitió que el fuego envolviera su mano hasta la muñeca. Cargando hacia ella, comenzó a luchar con los puños mientras mantenía vivas las llamas.

Andrea esquivó y paró sus ataques. Se las arregló para darle un puñetazo en el estómago cuando él estaba cambiando de postura para tener un mejor equilibrio. El dolor hizo añicos su concentración y el fuego se extinguió.

Ella saltó hacia atrás y plantó las manos en las caderas.

—Tu habilidad es inestable. Si todo lo que se necesita es un buen golpe, entonces no puedes confiar en él en la batalla.

—Lo sé. Es difícil mantener el mismo nivel de concentración y enfocarse en la pelea al mismo tiempo.

—Maestro Lucious, ¿puedo sugerirte que pruebes la meditación?

Él se echó a reír.

—¿Quieres que me convierta en el próximo Buda?

Ella puso los ojos en blanco.

—Te permite entrar en contacto con tu yo interior. Si lo piensas bien, ya haces una breve meditación antes de invocar la llama. Entonces, ¿por qué no intentar explorar más opciones?

—Tengo dos días antes de que llegue mi retador. No creo que sea una buena idea para mí perder los días soñando despierto. —Volvió a conjurar las llamas y giró la mano mientras las observaba bailar a lo largo de su piel. Sus dedos se cerraron en un puño cerrado—. Continuemos.

Sin más preámbulos, atacó.

2NOTICIAS INESPERADAS

MAYA

Maya tuvo que regresar al Reino de los Demonios según la orden de la Reina Baal. Algo grande estaba ocurriendo, y todos los miembros del Alto Consejo estaban invitados a un elegante baile de máscaras donde los demonios se vestían para impresionar o, al menos, hacían que su energía de sombra se enroscara alrededor de sus cuerpos en vestidos similares a los que se veían en los Oscar.

Mezclarse con los otros demonios estaba fuera de la mesa para ella. Solo se preocupaba por su amiga, la princesa Amaenagh, que no se encontraba por ninguna parte. El único otro demonio que conocía era Eirik, y no deseaba verlo. Él era un problema, y ella estaba técnicamente comprometida con él…

Tomó una bebida de la bandeja del mesero y tragó la energía del alma destilada. Fue genial ver el contenido de la flauta brillar con un millón de colores, pero ella no estaba allí para felicitar la reserva de alcohol de la reina.

Justo cuando Maya estaba a punto de dejar escapar una queja, la reina se levantó de su trono en lo alto del salón de baile y golpeó su vaso con la uña curva.

—Altos Consejeros e invitados importantes, hay algo que deseo anunciar.

Maya apoyó la espalda contra la pared y esperó mientras los otros once Altos Consejeros y sus socios susurraban entre sí las posibilidades de lo que podía decir que requería la presencia de todos y cada uno de ellos.

«¿Podría retirarse la Reina de los Engendros Demonios? —Maya resopló—. Dudoso». Esa mujer amaba demasiado su corona brillante y sus enormes alas. Baal era la única que podía volar entre ellos, ¿quién querría renunciar a eso?

—… estar buscando a un sucesor. Ya tengo uno en mente —la reina siguió pronunciando su discurso.

Los Altos Consejeros estallaron con preguntas que lanzaron a la Reina.

La cabeza de Maya se giró en dirección al trono. «¿Baal está renunciando al trono? ¿Por qué?» Ella vio a la Oráculo que estaba detrás de la espalda de la reina; otro ser misterioso que residía en ese reino. Nadie sabía de sus orígenes o de lo que hacía fuera de aconsejar a los que estaban en el trono. No solo eso, ella había existido desde que el primer rey fue coronado. Luego, uno por uno, los reyes y reinas fueron derribados de su trono y reemplazados por demonios más poderosos. Hasta ahora, según los recuerdos que Maya tenía de Lazarus, descubrió que esos miembros de la realeza quedaron atrapados en las Puertas del Demonio y se convirtieron en los archidemonios que conocían.

Sus ojos se abrieron y su boca se abrió. «¿Podría Baal estar pensando en convertirse en parte de otra puerta como sus predecesores?» Claro, los suministros de almas se habían reducido desde que una de las puertas se había derrumbado. Maya hizo su parte para contener al Archidemonio Tanatos en el Reino Humano atrapándolo en el cuerpo de un hombre mortal, pero ¿cuánto duraría eso? Y, dependiendo de quién fuera coronado a continuación, las reglas de entrada y salida del reino podrían cambiar.

—¡Mierda! —siseó en voz baja.

Dejando atrás la fiesta y a los ruidosos demonios, dispersó su forma y viajó a la habitación de Amaenagh en la torre del palacio. Llamó a la puerta, esperando a la princesa. Cuando no pasó nada, miró a su alrededor. No había nadie en el pasillo. Entonces, como cualquier buen demonio, abrió la cerradura y miró dentro.

Amaenagh no estaba en su habitación. Estaba oscuro y vacío.

Maya se coló, cerrando la puerta detrás de ella.

—¿A dónde fue?

Se dirigió a la ventana, mirando la vista de la Ciudad Dorada. La Cúpula en la que estaban encerrados estaba alimentada por la energía de la reina actual. Entonces, si ella renunciara al trono, ¿no se derrumbaría? Todos en la ciudad estarían en grave peligro por parte de los menores que vagaban por las tierras baldías.

—La princesa ya no está en el Reino de los Demonios, según nuestro último informe.

Maya saltó. Se dio la vuelta para encontrar a la Oráculo sonriéndole. La mujer era hermosa de una manera etérea. Le recordó a Maya a un gran elfo o alguna diosa que no encajaba con la multitud de abajo.

—¿Cómo supiste dónde encontrarme?

La Oráculo se acercó a Maya y luego miró por la ventana con sus gélidos ojos azules.

—Te seguí, por supuesto. Te volviste muy cercana a Amaenagh desde que renaciste como una demonio. Sería estúpido de mi parte no seguir tus movimientos.

—Lo estás diciendo como si quisiera lastimarla o algo así.

—O algo así, sí… Ella es la próxima opción lógica para convertirse en nuestra reina, ¿no crees? Los Altos Consejeros discutirán y pelearán, empujando a su elegido en lugar del legítimo heredero al trono. Pero, Baal conoce la profecía. Debe ceder su asiento para salvar este reino de la autodestrucción.

Maya dio un paso atrás de la Oráculo.

—¿Porqué me estas diciendo esto?

—Porque jugarás un papel clave para convencer a la princesa de que regrese a casa.

—¿Y si ella no quiere? ¿No sería lógico ir con el voto mayoritario sobre quién debería reclamar el trono?

La mujer se rió, tapándose la boca con la mano. Su largo cabello plateado que caía en cascada por su espalda reflejaba el brillo dorado de la Cúpula.

—Sabes tan bien como yo que la lógica no sirve su propósito. Mentirán, forjarán alianzas y se traicionarán unos a otros hasta que alcancen el resultado deseado. El próximo gobernante podría ser la princesa o alguien que no lo merezca. ¿Cuál elegiría, Alto Consejero Lazarus?

Maya hizo una mueca ante el nombre.

—Preferiría que me llamaras por mi nombre humano.

—Eres el Alto Consejero Lazarus y la cazadora humana Maya. No hay nada de que avergonzarse. Ambas identidades son tuyas y tendrán un propósito en el futuro. —La Oráculo sonrió y se desvaneció en las sombras de la habitación.

—Genial, tengo que involucrarme en esta mierda de nuevo —se quejó Maya en voz baja. Siguió maldiciendo mientras se dirigía al espejo y colocaba la palma de su mano sobre él. Cerrando los ojos, se concentró en la energía de Amaenagh. Era difícil localizarla en el Reino Humano. La única razón por la que tuvo éxito fue porque la princesa estaba cerca de Tanatos, a quien Maya y Ben vigilaban.

Abrió los ojos y estudió las imágenes que flotaban en el espejo. Amaenagh estaba besando a Tanatos. Bueno, él no era exactamente el propio archidemonio. Ella estaba besándose con el humano que lo contenía.

«¿Ella no sabe sobre el archidemonio dentro de él o lo está haciendo a propósito?»

—¿Qué diablos estás pensando, chica? —Maya no preguntó a nadie en particular.

HELENA

Helena se despertó sola en una habitación oscura, con las cortinas corridas. Encendió la lámpara de la mesita de noche y estudió el dormitorio que estaba empezando a aceptar como su nuevo hogar.

Se sentó y se rascó la cabeza mientras intentaba recordar lo que pasó anoche. Se había reunido con Alexander y su novia. Perri y Hans fueron a dar un paseo. Después de eso, se había quedado en blanco. Tomó nota mental de beber menos la próxima vez. Su tolerancia al alcohol no era excelente y no durmió mucho la semana pasada. Lucious entraba y salía de las reuniones con los acechadores y Hans, y salía a horas anormales de la noche, y su madre se negaba a hablar con Helena. Revisó su teléfono, notando que no había nuevos mensajes o llamadas.

Sus dedos se deslizaron por el botón de desbloqueo y sonrió a su fondo de pantalla. Era la foto de su hermanita, Claire. Era una bebé sana y parecía un bulto rosado de alegría. La última vez que había hablado con Richard, él no dejaba de hablar de lo feliz que estaba de tener otra hija. A Helena le dolió saber que no podría ser parte de la vida de Claire. Tenía que mantenerse alejada de sus padres y su hermana para mantenerlos fuera del peligro que seguía todos los pasos de Helena. Tenía que ser lo correcto, incluso si se sentía como si su corazón se partiera por la mitad.

Se cambió el vestido de la noche anterior y encontró un par de jeans negros y un suéter de cachemir verde en su lado del armario. Compartir espacios privados como el armario y la habitación con Lucious era un poco extraño, ya que estaba acostumbrada a estar sola.

Una vez que se lavó la cara y se cepilló los dientes, revisó su apariencia en el espejo. Nada había cambiado. Todavía parecía un zombi que necesitaba un poco de maquillaje en su piel pálida. Seguía siendo un misterio lo que Lucious veía en ella.

Al salir de la habitación, buscó en los pasillos del edificio del Consejo hasta que vio a Lucious en la sala de entrenamiento. Su espalda descansaba contra la pared y parecía haberse quedado dormido.

Caminó de puntillas a su lado y se sentó a su lado. Por lo general, él no permitía que nadie viera su agotamiento o debilidad.

«¿Debería despertarlo? —Descartó la idea tan rápido como se le ocurrió. Necesitaba descansar—. ¿Cómo se supone que funcionaría y lideraría a los vampiros en Europa si no podía dormir?»

Él se movió y se frotó los ojos.

—¿Helena? ¿Qué estás haciendo aquí?

—Te vi durmiendo y decidí ver cómo estabas.

—¿Qué hora es?

Ella revisó la pantalla de su teléfono.

—Son las once y diez. ¿Por qué estabas durmiendo aquí?

Lucious se puso de pie y escudriñó la habitación. Agarró su chaqueta del suelo y dijo:

—No podía dormir, así que decidí entrenar con uno de los acechadores. —Se acercó a ella y le tendió la mano—. ¿Aún no has comido?

—No. —Ella sonrió cuando él la ayudó a levantarse—. Iba a buscar a Perri después de mirar cómo estabas.

Lucious la besó en la mejilla y juntó sus frentes.

—Quiero que te diviertas con tus amigos por unos días. Surgió algo y tengo que lidiar con eso.

—¿Es sobre los vampiros poseídos? —preguntó ella, buscando en su expresión ilegible.

Él fabricó una sonrisa que no llegó a sus ojos.

—Sí. Se están saliendo de control. Así que, por el momento, no me esperes despierta ni me busques. Pasaré la mayor parte de mi tiempo trabajando.

Helena sintió que algo andaba mal, pero decidió no continuar. Parecía agotado, y no era el tipo de hombre que le mentiría sin razón. En cierto modo, no le sorprendió que se estuviera guardando los problemas del Consejo para sí mismo. A los vampiros que los rodeaban no les gustaba que estuvieran cerca.

—Iré a buscar a Perri. Te irás a la cama, ¿verdad? —preguntó ella, separándose de él.

—Después de que hable con Hans.

Ella observó su espalda rígida cuando se fue. La distancia entre ellos crecía al igual que su preocupación. Lucious no se abría fácilmente a los demás. No podía empujarlo a confesar lo que sea que lo estaba carcomiendo. Tenía que ser él quien acudiera a ella.

Con su mente tratando de digerir este nuevo desarrollo, ella se fue a buscar a Perri. Tocó a la puerta de su amiga y esperó con las manos metidas en los bolsillos. Cuando se abrió la puerta, Perri estaba al otro lado vestida con un suéter rosa de lana demasiado grande y unos jeans ajustados grises desteñidos.

—Hola. —Perri le indicó a Helena que entrara—. Estaba a punto de buscarte ya que Hans está ocupado trabajando.

Helena se deslizó en la habitación de su amiga. Las paredes tenían un papel tapiz relajante plateado y azul. El mobiliario era igual al de la habitación de Helena, antiguo y de bocote pulido y madera de arce. Perri tenía su propia habitación, a diferencia de Helena. Hans insistió en que no podían permanecer en la misma habitación.

Perri cerró la puerta.

—¿Pasó algo? —preguntó Perri, con el ceño fruncido en su encantadora cara.

—No. Nada. —Helena se metió un mechón de cabello detrás de las orejas—. ¿Qué tal si charlamos en el almuerzo?

—Buena idea. Déjame agarrar mi teléfono. —Perri deslizó su teléfono en su bolsillo e indicó a Helena que liderara el camino.

Caminaron juntas de cerca. Los pasillos estaban en silencio ahora que la mayoría de los vampiros estaban dormidos o entrenando para la caza de la noche. «¿Estará entrenando Lucious o siguió mi consejo y regresó a la cama?»

—… divertido. Deberíamos encontrar una manera de verla. —Perri sacó a Helena de su ensueño.

—Lo siento, ¿qué?

—Dije que estar con Abigail fue muy divertido y que deberíamos reunirnos con ella pronto.

—Sí, deberíamos.

Cruzaron la esquina, y Perri agarró el codo de Helena, deteniéndola.

—Algo está mal. ¿Quieres decirme qué es?

—No es nada. Estoy un poco preocupada por Lucious, eso es todo.

—¿Pasó algo anoche?

Helena sacudió la cabeza.

—Estoy segura de que estoy pensando demasiado. Vamos a buscar algo de comida, estoy hambrienta. —Helena enlazó su brazo a través del de Perri y hablaron el resto del camino hacia la cocina sobre lo que deberían usar para el club nocturno.

3UN PROGRAMA DE TERROR

LUCIOUS

Lucious entró en la oficina de Hans sin tocar. Encontró al segundo concejal sentado en su escritorio, y, como siempre, leía la correspondencia con los delegados restantes.

Hans levantó su mirada de la carta y la dejó a un lado.

—¿Qué pasa?

—He recibido una carta de desafío. —Lucious se dirigió al asiento más cercano y se derrumbó en él. El mueble era demasiado suave, por lo que se levantó y se paseó a lo largo de la oficina.

—¿Sabes de quién es?

Lucious se detuvo el tiempo suficiente para poner sus manos en puños.

—No. No escribieron su nombre. ¡Podría ser un poderoso vampiro o un recién nacido para lo que sé!

—Cálmate. —Hans hizo un gesto a Lucious para que se sentara.

Tomando el consejo de su amigo, Lucious se sentó y se inclinó.

—¿Qué pasa si no puedo vencerlo? Si muero mañana, Helena…

—Eres un miembro real, Lucious. Tienes habilidades y eres fuerte. Pase lo que pase, me aseguraré de ayudarte, lo haré.

Lucious relajó los hombros y de él explotó un fuerte aliento.

—Sí, ya no soy débil. Para protegerla, mataré a cualquiera que se interponga en mi camino.

—Es una pena que estos desafíos sean la muerte. Cuando el Maestro Vincent los recibía, a menudo me preguntaba si su oponente era un vampiro que se cansó de vivir. No tenían la oportunidad de defenderse cuando usaba su poder. —Hans se pellizcó el puente de la nariz como si estuviera restringiendo las lágrimas—. Desearía que mi señor no tuviera que haber muerto.

—Te aseguro que preferiría tener a Vincent en el consejo en lugar de que los vampiros de Europa se vuelvan locos.

Hans aprovechó eso.

—Sí. Me gustaría ver el control del consejo restaurado, por lo que es una pena que Alexander no aceptó la oferta que le hemos extendido. Habría sido un buen concejal.

—Alexander no es alguien que disfrute peleando o lidiando con situaciones que no le hagan ganarse la vida. Sabía que no lo aceptaría, pero tenía que intentarlo. —Lucious se cruzó de piernas—. ¿Has escuchado algo de Laclia?

—Ella está actualmente en Noruega. No he recibido ninguna confirmación de ella de que haya avanzado.

—Cuando regrese, le pediré que tome asiento en el consejo. Es fuerte, respetada y dedicada, nadie debería quejarse.

—Y estaré a favor de tu decisión. —Hans se puso de pie y rodeó su escritorio. Cuando llegó al lado de Lucious, agregó—: Pase lo que pase durante tu desafío, haré todo lo posible para proteger a las mujeres.

Lucious necesitaba fortalecerse, pero ¿cómo? Le dio la mano a Hans y dejó su oficina. Tan cansado como estaba por el entrenamiento con Andrea, no pudo detenerse. Tenía que empujarse al límite y más allá para proteger a los que le importaban. Sin Lilia vigilando a Helena, estaba indefensa. Para ambos, tenía que ganar suficiente poder para protegerla de cualquier amenaza futura. En las partes más oscuras de su alma, sintió que la emoción se estaba gestando.

Sacó su teléfono de su bolsillo y llamó a Alexander, quien contestó con un gemido.

—Escucha, esa fiesta de la que hablaban las chicas… —comenzó Lucious.

—¿Qué hay de eso? —Alexander bostezó.

—Quiero que las entretengas en tu club mañana por la noche. ¿Eso es factible?

—Lo es, ¿pero debería estar preocupado?

—Solo asegúrate de mantenerlas a salvo. Te diré más cuando vengas a recogerlas.

—Oh, eso no suena inquietante en absoluto, amigo. Si yo puedo decir que está sucediendo algo grande, Helena definitivamente podrá sentirlo. Tratar de abandonarla por una noche para hacer algo peligroso será contraproducente.

—¿Desde cuándo te has convertido en su defensor?

Alexander suspiró.

—Desde que ella murió mientras la vigilaba y tú me dejaste de hablar. Mira, haré esto por ti, pero ustedes dos son parte de la misma alma. Mantener cosas ocultas entre ambos podría matarlos a los dos.

—Agradezco tu consejo.

—Pero no lo seguirás incluso si te muerde en el culo más tarde, lo entiendo.

Lucious terminó la llamada. Helena había visto su parte de pesadillas y muerte en su mundo. No había necesidad de empujarla de regreso o preocuparla por lo que no podría ser nada. Así que, rodó los hombros y regresó a la sala de entrenamiento.

ALEXANDER

Algo andaba mal. Lucious tenía sus secretos, pero rara vez se molestaba en mantener a Alexander fuera de sus planes. Estar en el consejo había cambiado a su amigo. Alexander solo podía esperar que fuera para mejor y no para mal.

Sentado en el borde de la cama, sintió que Abigail deslizaba sus brazos alrededor de sus hombros y masajeaba su pecho desnudo con sus suaves manos.

—¿Te apetece una taza de café?

Alexander giró la cabeza y recibió un beso en la mejilla antes de que Abigail se deslizara de la cama. Desnuda, ella se fue al armario cuando él se fugó a su lado.

—No hay necesidad de ponerte ropa. Te ves encantadora de esta manera —le dijo él con una sonrisa arrogante.

Ella puso los ojos en blanco y reanudó su sujetador alrededor de su pecho.

—Si nos quedamos desnudos todo el día, no haremos nada. Tengo una fecha límite en uno de mis artículos y, en lugar de hacer el trabajo preliminar, estoy de gira en Londres contigo y conociendo a tus amigos como una acompañante.

La sonrisa de Alexander se desvaneció.

—No eres una acompañante.

—Correcto. —Terminó con su sujetador y le puso los brazos alrededor de su cuello, tirando de él hacia abajo para encontrarse con sus labios—. —Tomaré mi café negro con dos de azúcar. —Ella le guiñó un ojo.

Él se rió y le azotó ligeramente el trasero cuando ella se movió para poner la maleta debajo de la cama. Abigail se puso ropa cálida y se sentó frente a su laptop.

Mientras tanto, él hizo su café y puso la taza en el escritorio junto a ella.

Cuando ella llevaba sus gafas y se ataba el cabello sobre su cabeza, su delgado cuello estaba expuesto. Él se inclinó para besarlo, pero ella cubrió el lugar con su mano.

—Trabajo en progreso. Por favor, deja un mensaje —repitió ella.

—Bien, no te molestaré. Pero creo que te gustaría saber sobre la llamada que recibí antes.

Ella dejó de trabajar en su laptop.

—¿Es algo bueno?

—Lucious quiere que las chicas y tú se diviertan mañana por la noche. ¿Todavía quieres ir de fiesta con ellas?

Ella le mostró una sonrisa beatífica cuando sus brazos se dispararon.

—¡Sí, así no me aburriré!

Alexander puso su mano sobre su pecho.

—Eso hiere mis sentimientos.

—Sabes lo que quiero decir.

—Puedes darme un beso para compensarme.

Lamiéndose el labio inferior, ella se puso de pie. Luego, lo miró con la sonrisa más sincera que rasgó su cordura a pedazos. Si ella no necesitara trabajar, él la habría arrastrado a la cama en un instante.

—¿Quieres un beso? ¿En cualquier lugar en particular? —susurró ella.

Él se aclaró la garganta cuando sus dedos marcharon por su torso.

—En los labios está bien.

Ella cumplió, presionando su cuerpo contra el suyo y unió su boca. Su emocionante latido era música para sus oídos. Le encantaba saber que ella disfrutaba estar con él tanto como se deleitaba en su presencia. Sus brazos alrededor de su cintura, y lentamente se acercó hacia la cama.

Abigail se retiró y le alejó las manos.

—Me sonsacas, pero sigue siendo un no. Realmente necesito hacer esto esta noche.

Alexander suspiró.

—Haz lo que debes. Supongo que me pondré en contacto con Tanya y verificaré el club.

—Tanya es capaz de manejar el lugar por su cuenta. Eres como un padre que constantemente vigila a su hija adolescente. Dale algo de espacio. —Ella volvió al trabajo.

Alexander peinó su mano a través de su cabello. Abigail tenía un punto. Su hija era más que capaz de manejar toda la cadena de clubes nocturnos si así lo deseaba. Salió de la habitación y entró en la sala de estar. Cayendo en un asiento en el sofá, encendió la televisión y pasó por los canales.

«¿Qué hacen los humanos cuando están de vacaciones? ¿Cómo no se vuelven locos cuando el sexo está fuera de la mesa y no pueden salir durante el día?»

Con más preguntas llegando, llamó a Andrew, que se suponía que llegaría a Londres anoche. Andrew no estaba interesado en reunirse con Lucious, así que decidió quedarse fuera de la reunión de ayer.

—¿Has llegado a salvo? —preguntó Alexander.

—Sí. Me quedo en Sonata. ¿Necesitas algo?

—¿Podrías decirme qué haría un humano en su día libre?

Andrew se rió entre dientes.

—No hablas en serio, ¿verdad?

—Le prometí a Tanya que me mantendría alejado del trabajo durante la duración de mi visita… y me hizo dejar mi laptop en Ruleta Rusa.

—Nunca te he visto no trabajando. ¿Cómo te está funcionando eso?

Alexander miró el techo blanco.

—Tan tedioso como cabría esperar.

—¿Por qué no haces algo con tu novia? Planifica una cita, ve a la piscina o quema algunas calorías en la cama —sugirió Andrew.

—Lo haría si ella no estuviera trabajando en un artículo.

La risa de Andrew obligó a Alexander a alejar el teléfono de su oído. Una vez que terminó, Andrew agregó:

—Realmente encontraste a la mujer perfecta para ti. Bueno, dado que no tienes nada mejor que hacer, podría conducir a tu hotel y podríamos pasar el rato en el bar. Estoy seguro de que Abigail ni siquiera se dará cuenta de que no estás.

—Por desagradable que suene, probablemente tengas razón. Te veré en una hora.

—Nos vemos, viejo.

—Espera —Alexander ladró en el teléfono, evitando que Andrew colgara.

—¿Qué?

—Helena estará en Sonata con Abigail mañana. ¿Quieres verla?

Hubo una larga pausa en el otro extremo. Andrew contuvo el aliento y dijo:

—Me gustaría. Debería disculparme por lo que le dije la última vez que estuvimos juntos. Yo… espero que no esté enojada conmigo.

—Si ella pudo perdonarme por mi comportamiento menos que caballeroso, estoy seguro de que Helena olvidará cualquier error que has hecho en el pasado.

—Sí, puede que sí. Estaré allí pronto, y tomaré prestado uno de tus autos.

Alexander revisó la hora en su teléfono. Durante la siguiente hora, no tenía nada que hacer más que ver una versión humana de un programa de terror llamado Bridezilla en la televisión de pantalla plana.

4POLÍTICAS DE DEMONIO

MAYA

Antes de que terminara la fiesta, Maya logró encontrar a Falscion en uno de los balcones con vistas al patio. Ella plantó sus manos firmemente en sus caderas y miró al demonio de cabello negro desde atrás. No era alguien con quien le importaba interactuar porque, de los recuerdos de Lazarus, sabía que Falscion estaba con Amaenagh por el título y no por amor. Pero, como se había dado cuenta, el amor no era lo que llevaba a los demonios a casarse.

—¿Sabes dónde está tu prometida? —exigió ella.

Él no se dio la vuelta. En cambio, siguió mirando el techo brillante de la cúpula.

—En el reino humano, supongo.

—¿Por qué no vas por ella?

—No soy coleccionista de almas, Alta Concejal. —Miró por encima del hombro con un disgusto evidente en su rostro—. Tu prometido lo es. Quizás deberías pedirle que la busque.

Los iris rojos de Maya encendieron su furia. Ella no quería involucrar a Eirik. Habían acordado que en treinta años humanos, ella se casaría con él. Hasta entonces, podía pasar tanto tiempo con Ben como quisiera, sin preguntas.

—¿Cómo puedes ser tan indiferente sobre esto? ¿No buscas lo mismo que todos los demás?

Él levantó una ceja oscura.

—¿Y qué crees que estoy buscando?

—Un título, trono, poder. Tú elige.

Falscion se rió entre dientes y volvió a mirar la tierra del demonio más allá.

—Ella me contactó recientemente, pidiendo almas para ayudarla a restaurar sus poderes.

—¿Y se las diste?

—Sí. —Plantó los codos en la barandilla de piedra y unió sus dedos—. Ella no desea regresar aquí hasta que complete su contrato.

Maya irrumpió a su lado y tiró de su manga hasta que él la miró.

—¿Ella qué?

—Un contrato para treinta días humanos. No podemos traerla de vuelta sin que ella lo rompa —respondió él y empujó su mano—. Puedes ser una Alta Concejal, pero no tienes derecho a tocarme. Cuando regrese, me casaré con Amaenagh y mi estación estará por encima de la tuya. Así que, ten en cuenta tus modales.

Ella se puso las manos a los costados, lista para tomar contestarle cuando una voz familiar familiar provino de la entrada del balcón.

—Maya, te he estado buscando en todas partes.

Su aliento se enganchó y su pánico se levantó. Eirik estaba allí, y ella no podía estar en el mismo lugar que él por mucho tiempo. Ese demonio era demasiado astuto y encantador al mismo tiempo.

Eirik se deslizó a su lado y le sonrió a Falscion.

—Es una buena noche para una fiesta, ¿no crees?

—Los dejaré a los dos solos —murmuró Falscion y desapareció.

Maya encaró a su prometido y fulminó con la mirada su hermoso rostro. Su cabello plateado, largo hasta la cintura, tenía finas trenzas y una flor ornamental de dalia estaba pintada de negro en su máscara dorada.

—Estaba hablando con él. ¿Por qué tenías que involucrarte?

—Escuché que mencionaron mi nombre y no pude resistirme.

Ella cruzó los brazos sobre el pecho y dio un paso atrás. Estaba demasiado cerca y actuaba demasiado amistoso para su gusto.

—La conversación ha terminado. No hay necesidad de que te quedes aquí.

Eirik dio un paso adelante y luego otro, entrando en su espacio personal como si fuera suyo.

—¿Está mal de mi parte ver a mi hermosa prometida en un evento real —bajó la voz—, donde todos están mirando?

Los hombros de Maya se relajaron. No podía evitarlo en público, y él lo sabía. Tenían que actuar como si estuvieran juntos, por mucho que ella lo odiara.

—Bien. —Ella forzó una sonrisa y habló con los dientes apretados—. Compartamos y sigamos caminos separados.

Le pasó el brazo por los hombros y la acompañó hasta el borde de la balaustrada de obsidiana. Su pulgar masajeó su piel expuesta, y ella luchó por no dispararle en la cara con su pistola de sombras.

—Puedo ir al Reino Humano y traerte a la princesa —ofreció él.

La boca de Maya se abrió. Insegura de haberlo escuchado correctamente, preguntó:

—¿Lo harías?

—Soy un coleccionista de almas con muchas influencias políticas. Dame su ubicación, y la traeré aquí sana y salva.