Alain Badiou - Vivir como inmortales - Stéphane Vinolo - E-Book

Alain Badiou - Vivir como inmortales E-Book

Stéphane Vinolo

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Beschreibung

En este libro, intentaremos evitar los dos extremos, ambos filosóficamente patológicos, de la admiración y del odio, no tanto por razones morales, sino por motivos exclusivamente filosóficos. Un filósofo que tuviera la razón acerca de todo no merecería ser pensado. Tan sólo haría falta memorizar sus textos y repetirlos, a la manera de un fundamentalista religioso. Quien piensa que Platón, Aristóteles o Hegel expusieron la totalidad de las verdades pensables no necesitan hacer filosofía, no necesitan pensar, les basta con repetir lo que estos filósofos escribieron.  Los discípulos embobados y absortos no son filósofos sino vulgares comerciantes de la filosofía. En buena simetría, un filósofo que erre sobre todas las cosas tampoco merecería ser leído. Si una idea no aporta nada, si un pensador se equivocó en todo, no conviene perder el tiempo hablando de él, mejor dejémoslo desvanecerse hacia la nada.

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Para Antoine Louis, sujeto fiel

PRÓLOGO EL SER SÓLO ACONTECE NO VA A NINGÚN LUGAR

Rafael PoloFCSH – UCE

El acontecimiento irrumpe en lo cotidiano normalizado, instituido, y lo trastoca de modo definitivo. No hay retorno posible, ni deseable, una vez cruzada la línea. Lo que hacemos luego es ir en búsqueda de su ‘lógica’, de su ‘fundamento’, para dar sentido al nuevo mundo que emerge. Sin narración el acontecer no se percibe, no se interroga. Badiou es junto a Foucault, Derrida, Zizek, Althusser, y otros, un pensador del Acontecimiento. Este concepto señala el lugar de un litigio (Rancière) en la filosofía y en el pensamiento contemporáneo. La invitación a leer a Badiou, que realiza Vinolo, es entrar directamente en las disputas contemporáneas de la filosofía, como también de la política y del arte. Acontecimiento, verdad, matemática, sujeto, condiciones, situación, materialismo, entre otros, indican un espacio de problematización acerca de la realidad histórica actual, del tiempo presente-futuro. No huye de la exigencia de construir un sistema filosófico. Como toda filosofía observa en el sofista un modo nihilista y no comprometido con la impronta que nos impone el devenir. La filosofía responde a un desafío, dar cuenta del cómo “…una verdad surge dentro del mundo” (Vinolo).

¿Cuál es la tarea de la filosofía? ¿A qué se dedica un filósofo? El discurso filosófico no es una síntesis de una situación o, de un campo de conocimiento o del pensamiento. Su pasión es la ‘descripción’ de los problemas de un mundo, (ya sea mediante el diálogo, la contemplación, el ensayo), correlativo al arte de interrogar las posibilidades de los conceptos -de la situación problemática- o de crear nuevos. En otras palabras, la filosofía nombra el acontecimiento como algo que sucede dentro de un mundo, como una cristalización material de una transformación. En este sentido, la tarea del filósofo es interrogar situaciones, indicar decisiones posibles, elegir. En el terreno del pensamiento no hay nada neutral. Producir una distancia reflexiva para que el pensamiento no sea un mero efecto, un ruido. Distancia que obligue a salir de la repetición, de la recurrencia, para objetivar en conceptos, en nuevas visibilidades, la discontinuidad, el quiebre, la diferencia inconmensurable. Como dice Badiou en su ensayo sobre el cine como experimentación filosófica, “…la filosofía es el momento de la ruptura reflejada en el pensamiento”. (Badiou, 2004, p. 28). No se puede hacer filosofía sin entrar en contacto, en relación, con lo que le sucede al mundo, al pensamiento, a la política en sus momentos de ruptura, de metamorfosis entre formas históricas.

En el mundo académico un modo de hacer filosofía es la interrogación y la dilucidación de la ‘obra’ de un filósofo. Este ejercicio es un arte: indicar los nudos problemáticos de un discurso filosóficos, los supuestos en los que se sostiene, las tesis que esgrime y de las disputas que abre, es siempre un desafío. Riesgosa labor, pues no basta conocer la obra de un autor y sus contextos, sino también, al mismo momento, ser la escritura de una búsqueda. No se trabaja a un ‘autor’ porque está de moda, o es una figura canónica, sino para encontrar modelos, estrategias, procedimientos, en fin, herramientas para un pensar reflexivo y crítico.

Desde las primeras páginas, Vinolo, sostiene que Badiou es un filósofo clásico, se ocupa de temas ‘recurrentes’ en la filosofía: la verdad, el ser, el aparecer, el conocimiento, el amor. Filósofo de las postrimerías de la modernidad capitalista que lleva, sin duda, al extremo la necesidad de des-teologizar el pensamiento, la política, el arte y la ciencia. No renuncia a las preocupaciones filosóficas ya dadas desde Platón o Aristóteles, ni a la necesidad de hacer de la filosofía una voluntad de interrogación del autodespliegue del ser en la historia. Clásico, hace del sistema un vehículo crítico del relativismo cultural o histórico, apostando por la universalidad. “…nadie puede negar que la producción de las verdades sea local. En efecto, es tal o cual cultura la que produce verdades matemáticas o políticas, es tal o cual cultura la que inventa el impresionismo o la tragedia. Pero este carácter local de la producción de verdades no cuestiona su carácter universal, sin lo cual no habría interés alguno en seguir hablando de verdad” (Vinolo. p. 70-71). Badiou, se aleja del discurso hegemónico de los particulares, del comentario, del nihilismo neoliberal. Convoca a intervenir en la acción política o poética, hay que romper con el espíritu conformista, negar la quietud de la resignación en la histeria del consumo, en la exaltación mística del particular. La filosofía es un arma militante. La filosofía no está para salvar a nadie, no es un discurso teológico. Expresada en su formulación acerca de la ontología como matemática, o, como mostración desde el discurso matemático del modo de ser el ser, por tanto, el devenir de sus formas.

El texto de Vinolo no es un manual. No expone las tesis de Badiou simplificándolas. Muestra la trayectoria de un pensamiento suprimiendo la cronología de la aparición, concepto del que se ocupa en varios lugares de este texto, de los libros, conferencias, entrevistas, ensayos, obras de teatro, comentarios literarios, etc. Lugares donde se exhibe la exposición del discurso filosófico elaborado por Badiou. Es, por tanto, un esfuerzo de presentación del sistema desde algunos puntos nodales, en forma de capítulos: a. Meta-ontología, la relación entre la ontología y la matemática, donde ésta abre la posibilidad de exponer el ser en tanto demostración; el ser no es matemático, sin embargo, la matemática como discurso lógico, y científico, posibilita la mostración del ser. El ser es una multiplicidad. En esta tesis Badiou dialoga con la tradición materialista en filosofía, como nos muestra Vinolo en su proximidad con Spinoza; b. Topo-lógica, la aparición solo sucede en un mundo, en un campo. No hay aparición carente de inscripción histórica, lógica, cultural. “¿qué significa aparecer dentro de un mundo? Para Badiou, aparecer es estar atrapado en una red de relaciones entre, por un lado, uno mismo y uno mismo; por otro lado, entre uno mismo y los demás” (Vinolo, p.82). Sin un tejido de relaciones un aparecer no tiene sentido alguno. c. Prolegómenos a la vida, se expone las condiciones de la filosofía, ‘como campos de pensamiento que producen verdades’. Hay verdades políticas, científicas, artísticas amorosas. Cada una de ellas responde a una condición específica. Cada una de ellas plantea la posibilidad de una universalidad. Sin embargo, es importante plantear la gramática de su composibilidad: el discurso filosófico. La filosofía mantiene una proximidad, un diálogo, una pugna, con cada una de estas condiciones. “…la filosofía no es una síntesis, una simple enciclopedia del conocimiento. La filosofía pretende ser parte de la crisis de estos campos, porque cada una de estas crisis trae el destello de un acontecimiento y trae a la existencia nuevas posibilidades, nuevos caminos para el pensamiento” (Vinolo, p.129). No hay filosofía fuera de estas condiciones. Por ejemplo, la relación con la política le lleva re-plantear la radicalidad democrática, la condición del sujeto, la revolución, el comunismo. La filosofía hace del mundo un problema para el pensamiento, no un momento del pensamiento como supone cierto idealismo, para la acción, la creatividad poética, científica y política. Sin embargo, el mundo es inmanencia no es solo proyectualidad subjetiva, que es mínima, una porción pequeña.

Filosofo del acontecimiento Badiou nos incita a no dejarnos arrastrar por las tempestades del nihilismo, ni de la espectacularización y cosificación de la vida humana y de la vida en su conjunto, a lugares desérticos donde habita la inmovilidad de la acción. Ser sujeto es decidir, actualizarse en una forma, dar un nombre a una búsqueda. Vinolo nos recuerda que con la filosofía las certezas de mercado no proporcionan un argumento universal, ni un principio pragmático generalizable. La tarea de la filosofía es poner en evidencia el traje del emperador, o como dijo Althusser “dejar de contarse cuentos”.

22 febrero de 2023

CAPÍTULO PRIMERO - META - ONTOLOGÍA: LIBERAR AL SER DE LO UNO

“[…] parte y todo no son ningún ser verdadero o real, sino solamente entes de razón, y por consiguiente en la naturaleza no existen ni todos ni partes.”24

A pesar de su amor por las Revoluciones, el pensamiento de Badiou se inscribe en lo más tradicional de la filosofía. Badiou es un filósofo “clásico”, y forma parte de la larga tradición académica que se extiende desde Platón hasta Heidegger. El punto que más lo conecta con la tradición filosófica es que comienza por tratar de ontología, es decir, del problema del ser-en-tanto-ser. También hay que recordar que durante muchos años Badiou ocupó una cátedra de ontología en la Universidad de París VIII. Ahora bien, la ontología es lo que ocupa el lugar y el papel más alto y fundamental en la filosofía, no sólo porque plantea las cuestiones más abstractas (¿qué es Ser, o qué es el Ser?), sino también porque es a partir de ella que se despliegan los sistemas filosóficos. Díganme lo que piensan del Ser y les diré cuál es su ética, su política o su epistemología. Es a partir de las decisiones de principio en relación con el Ser que las teorías filosóficas encuentran su coherencia. Vemos cómo las concepciones políticas de Platón (su crítica radical de la democracia, por ejemplo) pueden ser pensadas como puros efectos de su teoría de las Ideas, o vemos también hasta qué punto la determinación de la democracia como “régimen absoluto en todo”25 en Spinoza está vinculada de manera esencial a una concepción del Ser como despliegue de la potencia de Dios en la multitud de las cosas singulares. Por todos lados, la ontología determina los sistemas filosóficos hasta en sus más mínimos detalles, puesto que les dicta su ley. Es así que nadie puede comprender los avances de Badiou con respecto a la política, el amor, las artes o las ciencias, ni siquiera su concepción del acontecimiento, de las verdades o del sujeto, si no comienza por medir la originalidad de sus posiciones con respecto a la ontología.

Incluso el lector menos acostumbrado a este pensamiento sabe al menos una cosa: para Badiou, el lugar que la ontología ha ocupado durante siglos dentro de la filosofía, en realidad le corresponde legítimamente a la matemática: “[…]: la ciencia del ser-en-tanto-ser existe desde los griegos, ya que tal es el estatuto y el sentido de las matemáticas.”26 No podemos hacer más que sorprendernos ante tal tesis. ¿No estamos acostumbrados a pensar en la ontología como una de las ramas de la filosofía –ciertamente la más noble, pero una rama, al fin y al cabo–, del mismo modo que la ética, la epistemología o incluso la filosofía política? En la visión más tradicional de la filosofía, aquella presentada por Descartes, encontramos la reconfortante idea de la filosofía presentada como un árbol del saber27, cuyas raíces serían la ciencia más próxima al Ser (metafísica general u ontología), que nutriría (y por tanto informaría en el sentido aristotélico de la palabra) a las ramas que serían el vector de esta información hasta los frutos. Lo que las raíces extraen de las profundidades del suelo del Ser debe irradiar todo el árbol del conocimiento, hasta sus frutos. Nada queda de este árbol para Badiou. Debemos repensar la metáfora filosófica porque la ontología está desarraigada del discurso filosófico. La raíz del árbol ya no juega, o al menos ya no juega sola, su papel de fundamento.

Esta es la primera consecuencia de la identidad de la ontología y de la matemática: una reelaboración del papel y de la naturaleza de la filosofía misma, con una simple afirmación: “[…] la filosofía está en su origen separada de la ontología.”28 Pero, ¿por qué comenzar con la ontología de todos modos si está desarraigada de la filosofía? Debemos comenzar con la ontología porque la obra filosófica de Badiou se piensa –ella misma–, en su despliegue, en estrecha conexión con las matemáticas (y por lo tanto con la ontología). Su reflexión sobre el modelo (haciendo una mención explícita a las matemáticas en subtítulo29) abre verdaderamente su pensamiento filosófico: “El concepto de modelo es mi primer libro de filosofía. Seguirá siendo durante mucho tiempo el único.”30Si bien son las matemáticas las que ocupan el lugar de la ontología, el discurso sobre el ser-en-tanto-ser no deja por tanto de mantener una relación fundamental con la filosofía, pero una relación que ya no es más la del fundamento único. Analicemos cómo este desplazamiento nos permite desplegar todo el pensamiento de Badiou y lo esencial de sus conceptos que son lo múltiple, lo infinito, el acontecimiento o incluso las verdades.

I – De la identidad de la ontología y de la matemática

La idea de que la verdadera ontología son las matemáticas es, a primera vista, misteriosa. Ciertamente, las matemáticas han ocupado un lugar importante y central en la filosofía. Desde la música de las esferas de los pitagóricos hasta Stephen Yablo, pasando por el mundo gris y matematizado de Descartes31, la potencia que tienen las matemáticas para desplegar certezas universales las has convertido muchas veces en un privilegiado modelo explicativo del mundo. Podemos comprender fácilmente este entusiasmo ya que, de hecho, vivimos en un mundo invadido por las matemáticas32. Nada se les escapa. Casi todos los objetos, movimientos o flujos han sido matematizados; hasta podemos escuchar hoy en día personas preguntarnos ¿cuánto te duele?, o ¿cuánto me amas?, tal como si evidentemente todo podría ser cuantificado. Sin embargo, la afirmación de la identidad de las matemáticas y la ontología es, para Badiou, algo diferente. Una cosa es decir que las matemáticas nos permiten modelizar y explicar la totalidad de los objetos y sus relaciones entre sí –el movimiento de los planetas, el clima, la codificación de la información con ceros y unos–, otra muy distinta es afirmar que las matemáticas exponen el ser de las cosas. En esta segunda concepción, las matemáticas no nos dicen algo sobre este o aquel objeto, pero nos dicen lo que significa ser, lo que es compartido por todo aquello de lo que podemos decir “eso es”. En un caso las matemáticas regulan los entes modelizando sus estructuras y sus relaciones, en el otro (que es el caso de Badiou), nos permiten decir el ser mismo.

Podemos sin embargo tener cierta intuición de la reducción de la ontología a la matemática. Embarcarse en la búsqueda del ser nos obliga a reducir, en la medida de lo posible, lo que queremos pensar, a aquello que “no tiene cualidades”. Alcanzar el ser mismo es prescindir de todas las cualidades que hacen específicas a las diferentes cosas que “son”, a los diferentes entes, con el fin de pensar sólo en lo que tienen en común: el mismo hecho que “son”. Si vemos girasoles frente a nosotros y deseamos pensar en su ser, no podemos concentrarnos en su color amarillo, porque algunas partes de los girasoles simplemente “son”, sin ser amarillas. Por lo tanto, el amarillo no es una característica del ser del girasol en general, sino solo una especificidad de algunas de sus partes. Cualquiera que sea la cualidad que se considere, siempre nos restringirá a un cierto tipo de entre, dejando de lado aquel que no comparte la cualidad dada. Por lo tanto, para pensar el ser es necesario descartar todas las cualidades posibles de todos los entes dado que la cualidad nos remite únicamente a cierto tipo de ente determinado. ¿Qué tienen en común, desde el punto de vista ontológico, el ser de un girasol, de una idea y de un grupo humano? Ninguna de sus características: ni la materialidad, ni el color, ni la forma, ni siquiera el hecho de que ocupan un espacio o un tiempo. El único punto ontológico en común entre estos entes sólo puede aparecer una vez que todas estas cualidades han sido sustraídas para enfrentarnos a su único denominador común: “son”. Por lo tanto, la ontología debe captarlos incluso antes de que podamos determinarlos como objetos. Como lo vio Descartes, la ontología es siempre un proyecto erótico que pretende desnudar de todas sus cualidades a lo que se nos da, a los entes, con el fin de ponernos frente a frente con el ser en su total desnudez33: “En cambio, cuando distingo la cera de sus formas exteriores y la considero por completo desnuda, igual que si le hubiese quitado sus vestidos, […].”34 Es cierto que la ontología de Badiou no es cartesiana, pero este llamado a las matemáticas para pensar el ser está vinculado con la necesidad de llegar a un pensamiento de lo que “es sin cualidades”35. Ahora bien, es allí donde podemos entender el gesto de Badiou dado que es de hecho la matemática, en su preocupación por lo formal, la que mejor puede llevar este discurso ontológico.

Aclaremos sin embargo un malentendido. Decir que la ontología es la matemática no significa que el ser mismo sea matemático. Para Badiou, el ser no está hecho de objetos matemáticos. La ontología, en la medida en que es un discurso sobre el ser (en la medida en que se presenta como una onto-logía) no es el ser mismo: “La tesis que sostengo no declara en modo alguno que el ser es matemático, es decir, compuesto de objetividades matemáticas. No es una tesis sobre el mundo, sino sobre el discurso.”36 La matemática, por tanto, no nos pone en presencia directa del ser, es una construcción formal y discursiva que nos permite pensarlo. Badiou se opone así a toda la ontología poética que, bajo el dominio pleno de Martin Heidegger, reinó en gran parte durante el siglo XX. El ser mismo no debe postularse como presencia, como era el caso en las filosofías que se basaban en la poesía para revelarnos el ser. Aquí las matemáticas producen un pensamiento del ser que opera por demostración y no por revelación:

“El ser no se difunde en el ritmo y la imagen, no reina sobre la metáfora; es el soberano nulo de la inferencia. La ontología poética, que se encuentra -como la Historia- en el impasse de un exceso de presencia donde el ser se oculta, debe ser sustituida por la ontología matemática, en la que se realiza por la escritura de la des-cualificación y la impresentación.”37

Por lo tanto, debemos distinguir la ontología, escrita en el lenguaje formal de las matemáticas, de la meta-ontología, que es el discurso, pronunciado en lenguaje natural, que podemos sostener sobre los enunciados matemáticos.

Este deseo de salir de la ontología poética es explicable y comprensible, pero ¿podemos realmente confiar en las matemáticas para expresar el ser, siendo que las matemáticas se ocupan de objetos matemáticos? ¿Acaso las matemáticas no están en el campo de lo óntico, al ocuparse de entes u objetos matemáticos mucho más que en el campo del ser? Cuando pensamos en objetos, pensamos inmediatamente en cosas determinadas por características, por especificidades no-ontológicas sino ónticas, por cualidades. Entonces, ¿cuáles son los beneficios de hacer de la matemática, la verdadera ontología?

Aquí encontramos los problemas más antiguos de la filosofía. El primer problema particularmente crucial es el de la misteriosa adecuación de las matemáticas con el mundo físico. ¿Por qué las matemáticas se aplican tan bien a la realidad? ¿Por qué un mundo matemático construido enteramente por la mente humana encuentra tanta eficacia en lo real y en lo material? Podríamos recorrer a todo el planeta y nunca encontraríamos un círculo. Ciertamente, veremos redondos y discos, pero el concepto de círculo en su pureza matemática no aparecerá en ninguna parte38. Sin embargo, es a partir de estos objetos puros de las matemáticas que se crean técnicas y tecnologías cuya influencia en el mundo es cada vez más impresionante. ¿Cómo puede entonces un mundo estrictamente conceptual encontrar tantas aplicaciones en el mundo material? Este antiguo problema de la filosofía de las matemáticas ya no es un problema para Badiou puesto que las matemáticas expresan el ser mismo, por lo que la adecuación es evidente. En segundo lugar, también se resuelve el problema del fundamento de las matemáticas ya que no hay necesidad de buscar el fundamento de las mismas: ellas son el fundamento. Finalmente, el problema de la naturaleza de los objetos matemáticos también tiene una solución. Este problema ha animado a la filosofía a lo largo del tiempo: ¿los objetos matemáticos son puras idealidades que gozan de su propio modo de ser? ¿Son abstracciones derivadas de generalizaciones que operamos desde la materia? ¿Son Ideas innatas o provienen de una construcción operada desde los marcos a priori de nuestra sensibilidad? Badiou nos permite rechazar todas estas opciones. No hay que buscar de dónde vienen los objetos matemáticos, el problema de la naturaleza de los objetos matemáticos no es un problema porque: “[…] la verdad es que no hay objetos matemáticos.”39 Debemos insistir en la palabra “objeto” para comprender esta afirmación. Decir que no hay objetos matemáticos no quiere decir que las matemáticas no hablen de nada, sino que aquello de lo que hablan no se somete a la categoría de “objetos” u “objetidad”. ¿De qué hablan entonces las matemáticas sino de objetos matemáticos? No de tal o cual cosa que presentarían –pues precisamente no presentan nada– sino de la misma mostración, de las reglas de la mostración: “Las matemáticas no presentan, en sentido estricto, nada […] fuera de la presentación misma […], una condición de todo discurso sobre el ser en tanto ser.”40 La matemática habla, pues, antes que el objeto, antes de que el ser se haya constituido en objeto. Hablando sólo de la presentación en sí, de las reglas de la mostración, pueden llevar la ontología.

Esta explicación de una matemática que llevaría sobre sus hombros a la ontología porque estaría desprovista de objetos aún no es del todo satisfactoria. Necesitamos cuestionarla más allá con la ayuda de una pregunta: si las matemáticas no presentan nada y no tienen objetos, ¿podemos decir que las matemáticas son un pensamiento? Creemos espontáneamente que el pensamiento es siempre el pensamiento sobre un objeto, ya sea material o ideal. Creemos que pensar es pensar en algo, pensar que algo o pensar sobre algo. Pero nos cuesta imaginar lo que podría ser un pensamiento sin objeto, tal como si pudiéramos decir simplemente “pensar”. Ahora bien, dado que Badiou afirma que las matemáticas no tienen objeto, la conclusión lógica debería ser que las matemáticas no son una forma de pensamiento. Este no es el caso, y Badiou combate enérgicamente esta afirmación sobre un ”no-pensar” de las matemáticas41. Podemos pensar, tal vez espontáneamente, que las matemáticas son un “pensar” sobre objetos matemáticos. Los matemáticos pueden pensar sobre y con números, figuras, funciones, matrices, etc. Bien es cierto que no estamos seguros de hasta qué punto existen los números y de qué modo lo hacen42. Creemos también que decir “existe una manzana” o decir “existe el número ‘uno’”, no involucra del todo el mismo significado de la palabra “existir”. Aun así, seguimos creyendo espontáneamente que los matemáticos piensan en estos objetos y que, en cierto sentido, existen. Sin embargo, cavemos con Badiou este hoyo del modo de ser de los objetos matemáticos con el fin de llegar a la ontología “[…]: ¿en qué sentido pueden declararse existentes los elementos ideales de la matemática? ¿Y puede decirse que existan bajo la forma genérica de objeto?”43 Es en Aristóteles que Badiou encuentra el paradigma de un pensamiento44