Ángeles en tiempos de pandemia - Isabel Cortés Tabilo - E-Book

Ángeles en tiempos de pandemia E-Book

Isabel Cortés Tabilo

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Beschreibung

Uno de los hechos que recordarán las personas que vivieron estos tiempos de pandemia fue el temor a contagiarse por las visitas. Hubo quienes, tajantemente, se negaron a recibirlas como el compañero de departamento de la hermana de Emilio. Esto porque se registraron casos en que familiares irresponsables trajeron la muerte, tal como le ocurrió a Leonel, quien junto a su esposa, había respetado la cuarentena y todas las medidas de prevención. Por todo lo ocurrido, la espiritualidad y la fe en Dios vienen de la mano en el nuevo libro que nos entrega esta escritora del Norte Grande de Chile, Isabel Cortés Tabilo. «Ángeles en tiempos de pandemia, historias de cuarentena» presenta cinco capítulos, como las cinco hojas del trébol, que nos dan la impronta que caracteriza a la autora, quien, mediante la narrativa y la poesía, aborda los cinco tópicos que la distinguen: milagros, poesía, misterios, amor y sueños.

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©Copyright 2022, by Isabel Cortés Tabilo Colección Sendero de cuentos «Ángeles en tiempos de pandemia historias de cuarentena» Cuentos chilenos, 202 páginas Primera edición: diciembre de 2022 Edita y Distribuye Editorial Santa Inés Santa Inés 2430, La campiña de Nos, San Bernardo, Chile (+56 9) [email protected] Editorial Santa InésInstagram santaineseditorialwww.editorialsantaines.cl Registro de Propiedad Intelectual N° 2022-A-10392 ISBN Impreso: 9789566107439 ISBN Digital: 9789566107545 Edición Gráfica y Literaria: Patricia González Diseño de Portada: Benjamín Vergara Fotografías de autora: Patricia González Edición de Estilo y Ortografía: Susana Carrasco Impreso en Chile / Printed in Chile Derechos Reservados

Introducción

Cuando nos ponemos a pensar en los ángeles, nos preguntamos quiénes son realmente, asociándolos con seres espirituales de luz, que acompañan a la humanidad, pero se nos dificulta visualizar que ellos también poseen inteligencia, emociones y voluntad propia. Los ángeles son seres espirituales, sin un cuerpo físico, no obstante, tienen diversas personalidades, algunos son buenos y otros, veleidosos.

Los ángeles poseen un conocimiento mayor que las personas; sin embargo, no son omniscientes como Dios. Debido a que fueron creados como un orden superior, dentro de las criaturas que habitan el universo, a diferencia de los seres humanos.

Existen antecedentes de que los ángeles estudian la Biblia, asimismo el comportamiento del mundo, exclusivamente el de los humanos; tienden a observarlos desde sus actividades cotidianas, obteniendo un discernimiento de su funcionamiento.

A diferencia de los humanos, los ángeles no tienen que estudiar el pasado; ellos ya lo han experimentado. Por esto, saben cómo han actuado y reaccionado otros en diversas circunstancias, pueden predecir con un mayor grado de asertividad, el cómo podemos actuar en contextos similares.

La divinidad, como autor de la creación, dio vida a los ángeles de la misma manera que a los seres humanos, a su imagen y semejanza, dándoles a los ángeles la capacidad de poder tomar forma física y a los humanos les otorgó una figura corporal y la capacidad de ser seres espirituales.

En la Biblia, se da a conocer la existencia de siete arcángeles, aunque solo se mencionan a tres particularmente por su nombre. Primeramente, los libros de Daniel, Judas y Apocalipsis hacen referencia del Arcángel Miguel; asimismo, el libro de Tobías nos habla del Arcángel Rafael; y, el libro de Daniel y el evangelio de San Lucas, señalan al Arcángel Gabriel. Estos seres de luz nos enseñan su instantánea e incuestionable obediencia frente a los mandatos de Dios.

Aunque tienen voluntad, los ángeles están, al igual que todas las criaturas del universo, sujetos a la voluntad de Dios. Los ángeles buenos son enviados por Dios para ayudar a los creyentes. No obstante, los ángeles caídos son los que desobedecieron a Dios.

Desde la creencia popular, la mayoría de las personas considera que los ángeles son seres que han fallecido y han venido a cuidar a sus seres queridos, pero los estudios indican que los seres humanos no se convierten en ángeles después de morir.

Sin embargo, como los ángeles son de un orden enteramente diferente al de los seres humanos, nunca se convertirán, ni serán seres humanos, aun así, nos tienden a ayudar cuando nos encontramos en algún momento de adversidad.

Isabel Cortés TabiloAUTORA

Epígrafe

Ángeles en un trébol de cinco hojas

Ángeles inspiradores del almaNiños con una angelical sonrisaGuías acampando en la almohadaElfos infinitos susurrando al oídoLecciones de vida plenaEspíritus celestes invisiblesSigilosos ángeles de paz y amor.En tu caminar siempre estánNunca te abandonan en las batallas.Un valioso aliado en el vaivén del mundoNo estamos solos, hay ángeles en todo lugar.Trepando soles infinitos para alcanzar la cimaRíos de dulzura fluyen en tu almaEnsoñaciones maravillosas susurran la vidaBusca el ángel que hay dentro de tiOlvídate de viejos rencores, tan solo ama.La vida corre apresurada, ¡tan solo vívela!Dime, ¿vale la pena ser feliz? ¡Es ahora el tiempo de la tregua!Cinco estrellas brotarán en tu corazónInspiraciones divinas alcanzarán tu cielo ¡No te olvides de vivir!Corrige lo que hay que corregir ¡Olvida, perdona y sé feliz!Hojas nuevas florecerán en tu espírituOleajes de esperanza acariciarán tu existir ¡Juntos celebremos la vida!Almas, mentes, renovados por el amorSeremos felices como ángeles al fin…En tiempos de cuarentena, un día a la vez…

Isabel Cortés Tabilo

AUTORA

Prefacio

El mundo entero fue sorprendido por un contagioso virus, llamado Covid-19 (Coronavirus) por la OMS. Se originó en la provincia de Hubei, concretamente, en la ciudad de Wuhan de la República Popular de China, lugar desde donde comenzó a propagarse esta terrible enfermedad de dudosa procedencia, con el propósito de instalar el nuevo orden mundial y de paralizar al mundo entero.

Hemos atravesado difíciles momentos: confinamiento, cuarentena, muerte, cesantía e incertidumbre. La humanidad enfrentó esta pandemia mundial con confinamientos y cuarentenas en los distintos países.

En Chile, comenzó en marzo del año 2020, se fue extendiendo en forma parcial, primeramente, en Santiago y, luego, en diferentes ciudades del país.

Según las medidas que implantó cada gobierno, fue el resultado que obtuvo cada país, reflejando en cada uno de ellos, las consecuencias de cómo se controló esta epidemia.

En Chile, hubo millones de contagiados por el virus que cobró la vida de miles de personas. Las regiones más afectadas fueron la región Metropolitana, la Araucanía y la región de Antofagasta, de donde la más aquejada fue Calama, por ser una ciudad que alberga a una gran población flotante, debido a las mineras existentes en la zona; asimismo, por no haber decretado cuarentena total en primera instancia, ya que las autoridades indolentes priorizaron la economía en vez de la vida.

Del mismo modo, en el verano del año 2021, se detectó un rebrote del virus con una nueva cepa. Una de las regiones más afectada fue nuevamente la región Metropolitana, también una de las ciudades más perturbadas fue la ciudad de Iquique, esto debido a que hubo muchos extranjeros que ingresaron al país por pasos ilegales, tomándose ilícitamente las viviendas de Colchane. En consecuencia, a las malas decisiones del gobierno de turno, se originó una crisis sanitaria, política, social y económica. Por lo tanto, hubo millones de contagios, cesantía, hambre e irreparables pérdidas humanas.

En «Ángeles en tiempos de pandemia, historias de cuarentena», encontrarás, en cada capítulo de este singular libro, signos de milagros, poesía, misterios, amor y sueños. Descubrirás, sin lugar a dudas, la presencia de los ángeles en tu vida, especialmente cuando se atraviesan situaciones límites o extremas, en la oscuridad del valle de la muerte, siempre resplandecerá la luz de los ángeles si conservas la fe y la esperanza.

Esta obra te llevará, simplemente, a descubrir algo prodigioso ante la lucha contra el ángel de la muerte, que ronda silenciosamente por los recovecos del universo, aunque te sientas abandonado o estás en confinamiento, nunca estamos solos, siempre hay ángeles acampando a nuestro alrededor, más aún cuando estamos en el portal de la muerte. «Ángeles en tiempos de pandemia, historias de cuarentena», nos revelará algo muy especial: la vida sigue rigiéndose por lo sobrenatural y espiritual; esencialmente, cuando nos encontramos frente al portal del miedo, la incertidumbre, el riesgo y la muerte.

Cabe mencionar que la mente humana y nuestra riqueza espiritual son las mejores vacunas naturales, son quienes controlan nuestro organismo y benefician la salud de nuestro cuerpo en todos los ámbitos: física, mental y espiritualmente; sin lugar a dudas, será fascinante naufragar en un mar de letras e impregnarse de la ficción, testimonios de vidas y el realismo mágico en: «Ángeles en tiempos de pandemia, historias de cuarentena».

Isabel Cortés TabiloAUTORA

Prólogo

Lo primero es agradecer a Isabel Cortés Tabilo por este viaje a la espiritualidad en un contexto de pandemia. La espiritualidad permite el respeto entre los seres humanos y el necesario encuentro consigo mismo, descartando lo superfluo y valorando la vida, especialmente, cuando se encuentra en jaque.

La epidemia global provocó la atomización de los movimientos sociales, tal como lo narra la escritora en su obra. El mundo se paralizó frente a la muerte que las pantallas de televisión exhibían majaderamente. Cadáveres, sufrimiento, agonía, impotencia en el personal de salud y un largo listado que redundó en aislamiento y soledad, además, de la carencia de trabajo y alimentos.

«El establecimiento se encontraba colapsado por la demanda, no había camas disponibles. Debieron permanecer una noche gris y eterna en la sala de urgencia… Luchaban para bajarle la fiebre. Verónica tenía mucha dificultad para respirar, los paramédicos se esforzaban para estabilizarla, pero la demanda de camas y oxígeno en ese momento era un total caos». «El ángel de la indulgencia»

Uno de los hechos que recordarán las personas que vivieron estos tiempos de pandemia fue el temor a contagiarse por las visitas. Hubo quienes, tajantemente, se negaron a recibirlas como el compañero de departamento de la hermana de Emilio. Esto porque se registraron casos en que familiares irresponsables trajeron la muerte, tal como le ocurrió a Leonel, quien junto a su esposa, había respetado la cuarentena y todas las medidas de prevención.

«—Oye, esos son los síntomas del Coronavirus, no deberían haber viajado —increpó Lidia desconcertada.

—Estás psicopateada con tanta televisión —argumentó.

—No es justo, nosotros nos hemos cuidado todo el año con distanciamiento social para no contagiarnos.

—Nosotros no creemos que sea eso, no te preocupes tanto, es una gripe, nada más —concluyó ella». «El portal del génesis».

Fueron tiempos de cadenas de oración, de ataúdes sellados y de entierros sin velorio. También fueron tiempos difíciles para quienes no se contagiaron.

«—Yo he trabajado en pandemia sin faltar un solo día. A veces, he estado solo haciendo la pega de cuatro, no entiendo, ¿qué pasó?». «Una extraña conexión».

«—Amiga, te lo agradezco tanto, ¡no sabes la falta que me hace vender mis trabajos! Hace un año que no se vende nada. Durante la cuarentena, me dediqué a confeccionar muchas y variadas artesanías». «Una inadvertida secuencia de sucesos».

Por todo lo ocurrido, la espiritualidad y la fe en Dios vienen de la mano en el nuevo libro que nos entrega esta escritora del Norte Grande de Chile, Isabel Cortés Tabilo.

«Ángeles en tiempos de pandemia, historias de cuarentena» presenta cinco capítulos, como las cinco hojas del trébol, que nos dan la impronta que caracteriza a la autora, quien, mediante la narrativa y la poesía, aborda los cinco tópicos que la distinguen: milagros, poesía, misterios, amor y sueños.

Patricia González Sáez Editora, escritora y periodista

Agradecimientos

Agradezco a Dios padre Todopoderoso, quien me ha mantenido con fe y esperanza, durante todo el tiempo de cuarentena, tiempo de pruebas, de gracia para el mundo entero. Mi infinita retribución a mi buen Dios, a quien agradezco el don mágico de las letras, quien me permitió, en estos meses de confinamiento, echar a volar mi imaginación hacia mundos ficticios y crear mi octavo libro.

A mis padres Benito y Noemí, quienes nos motivaron a soñar, a ser valientes, a ser resilientes, tener la capacidad de superar las adversidades de la vida; nos enseñaron, con su ejemplo, a mantener la calma y, sobre todo, a no perder nunca la fe, la esperanza, vivir un día a la vez. Ellos nos instruyeron que siempre ante los reveses de la vida había que reflexionar: «Es la vida quien se redime a sí misma cada cien años», y «No hay mal que dure cien años, ni quien lo aguante».

Quiero dar las infinitas gracias a mi familia, especialmente a Mario Araya Fritis, quien, con su amor sincero, sigue siendo mi amado esposo por más de treinta años, sobre todo ha sido un abnegado compañero, especialmente en tiempos de cuarentena, cuando volvimos a reencontrarnos como enamorados y cómplices de las letras. A mis adorados hijos: Mariana Isabel, Gabriel y Paulo Emanuel, quienes son mi razón de vivir y mi mayor orgullo.

A mis queridos y admirables hermanos: Benedicta, Julián, Rosalba, Patricia y Deisy, gracias por compartir conmigo el tren de los años, e ir juntos en esos carros que, a veces, se averían en el camino, y que en cuarentena se paralizaron por el confinamiento; sin embargo, nos hemos mantenido siempre unidos, firmes, especialmente, en estos tiempos difíciles.

A mis pares de la asociación de escritores, con quienes compartimos la noble misión de ser testigos de la época, abrirnos paso en la vida para bordar de letras mágicas el tiempo, especialmente, a mi amiga Angélica Salas Rodríguez, a mi hija Mariana Araya Cortés, con quienes trabajamos con prolijidad y dedicación la edición de esta nueva obra literaria; a mi maestra Amanda Fritis Soto, a quien honro por su bondad y generosidad, gracias por compartir conmigo el maravilloso don de las letras.

A mis amigos y fieles lectores, quienes han acogido con alegría mis obras literarias: «Un milagro en medio del sufrimiento», «Catarsis de la humanidad», «Ángeles vestidos de negro», «La magia de la vida», «Un viaje al mundo onírico», «Ángeles en un trébol de cinco hojas», «Despertar consciente por la dignidad de un pueblo» (coautora) y, ahora, estoy segura que recibirán con el mismo cariño esta nueva obra: «Ángeles en tiempos de pandemia, historias de cuarentena», que se presenta en cinco capítulos, como es característico en las obras anteriores, se abordará con las temáticas que me identifican como autora: milagros, poesías, misterios, amor y sueños.

Isabel Cortés TabiloAUTORA

CAPÍTULO ICuentos de Milagros

El ángel de la indulgencia

La vida es una lotería, que premia a las personas de alma piadosa. Verónica, aunque no había tenido éxito con su marido, recibió de aquella unión un ramillete de seis preciosos hijos, que representan su mayor orgullo. Tres de ellos radicados en Australia con familias consolidadas, que le dieron la satisfacción de muchos nietos, a quienes tuvo la dicha de ir a bendecir y, de paso, conocer aquel continente paradisíaco.

En una gélida mañana de julio cuando el frío carcomía hasta los pensamientos, Verónica vio que su frente sudaba helado como si tuviese fiebre, no sentía los olores y el gusto de los alimentos, comenzaba a tener dificultades para respirar. Tuvo mucho miedo. Pensó aterrada -«Estoy contagiada de Coronavirus».

Su hija Sara, quien vivía con ella en la ciudad de Iquique, inmediatamente, la llevó al hospital para que le hicieran el examen PCR Covid-19. El establecimiento se encontraba colapsado por la demanda, no había camas disponibles. Debieron permanecer una noche gris y eterna en la sala de urgencia.

—¡Mamacita, no sueltes mi mano, por favor!

—Tengo miedo, no quiero morir, aún no estoy preparada —deliraba Verónica por la fiebre.

—Tiene que tener paciencia, señora, la estamos estabilizando —intentaba tranquilizarla un paramédico.

Mientras en la sala de urgencia, todo era un caos tremendo, jamás visto en aquella ciudad, ni en el mundo entero. Para Verónica, su cuerpo y mente comenzaban un efímero viaje ancestral.

En aquel viaje en el tiempo, ella ahora es una pequeña niña de cinco años de edad, que se ve en el campo junto a su madre en una humilde morada, rodeada de la naturaleza que era el mejor adorno que abrazaba su hogar. Al caer la sombría noche, su madre la lleva a la habitación y se acuesta junto a ella. De pronto, percibe que su única compañía se levanta, sale de la casa dejándola sola, sintió escalofríos. Con sus escasos cinco abriles, ella sospecha que algo no está bien y se pregunta ¿por qué mi mamá salió de noche? ¿Por qué me dejó sola? Mientras la invade el temor de una soledad que no otorga respuesta a su miedo, se levanta y toma el valor para salir de la casa en busca de su madre.

La niña recorrió un estrecho camino de tierra en medio de la oscuridad de la noche. Las sombras de los arbustos y árboles a su alrededor le daban la sensación que cobraban vida en increíbles formas de seres alados. Para cualquier menor, no hubiera sido posible el avance en esas condiciones; sin embargo, la pequeña Verónica, guiada, quizás, por los ángeles de la indulgencia, fue avanzando. Atravesó un pequeño estero, pasó por entre unos quiscos, hasta llegar a un barranco. Lo que vio en ese instante, la llenó de terror… Su madre lloraba desconsoladamente y, en ese preciso momento, estaba a segundos de lanzarse al vacío.

—¡Mamitaaaa! —gritó la pequeña con un llanto desaforado.

—¿Qué haces aquí, niña? —contestó muy sobresaltada, mientras le volvía el alma al cuerpo.

—Mamita, la eché de menos y la busqué —respondió, en medio de las lágrimas que ahogaban su inocencia.

—Vamos a casa, es de noche —la tomó en brazos y la condujo a la casa del campo.

En el hospital, aquella noche oscura, luchaban para bajarle la fiebre. Verónica tenía mucha dificultad para respirar, los paramédicos se esforzaban para estabilizarla, pero la demanda de camas y oxígeno en ese momento era un total caos. Finalmente, logró ser hospitalizada.

Después de varios días en el hospital y a la espera del resultado del examen del PCR, sus pulmones estaban trabajando a media máquina. Entonces, vivió otro episodio de su viaje en el tiempo. Vio que su madre lloraba, ahogando sus lágrimas en las sábanas.

—Mamita, ¿por qué llora tanto? —le preguntó inocentemente.

—Porque esta vida es una mierda, es puro sacrificio, los maridos son unos machos que a una la hacen trabajar de sol a sol, una se llena de crías, y yo no soy feliz.

—No diga eso, mamita, la vida es linda —contestó, abrazándola.

—¿Por qué me salvaste la vida, niña tonta? ¿Por qué no dejaste que me lanzara al vacío aquella noche? —increpó la madre frustrada.

—Mamita, no me acuerdo de nada —respondió segura.

Aquellas imágenes de su niñez que azotaban su mente, la hicieron recordar y, al fin, comprender que no fue ella quien salvó a su madre aquella noche lúgubre porque, probablemente, solo fue un instrumento o un ángel de Dios. Ese momento, además, fue un despertar espiritual también para su madre, quien a partir de ese instante visualizó que la vida era mucho más, que lo era todo, que ella era bendecida al tener aquella hija maravillosa, que valía la pena seguir viviendo, luchar por su pequeña niña y, tal vez, su marido cambiaría con los años. «Solo Dios sabe el tiempo de cada uno, tiempo de llorar, tiempo de sufrir, tiempo de amar y tiempo de morir», pensó Verónica al momento de recuperar la conciencia en su cama de hospital. Pues, en ese intervalo tan revelador, sintió que su mente se conectaba con la realidad, vio que una doctora se acercaba.

—Señora, tranquila, le hemos realizado el examen de PCR y salió negativo, ¡es una maravilla! Seguramente, usted debe tener un ángel que la protege porque no está contagiada. Le hicimos, además, exámenes a sus pulmones y estos están funcionando perfectamente. Es muy extraño, porque estuvimos a punto de entubarla. Como le dije, esto es un milagro.

—¡Qué buena noticia! Me siento mejor —contestó mientras sentía en secreto, un abrazo cálido de su madre que la contenía en aquella odisea, tan difícil como la que ambas vivieron en el campo, aquella noche angustiante y desolada.

Verónica se mejoró milagrosamente. Al salir del hospital, sintió mucha alegría, ató cabos presintiendo que el ángel de su madre fallecida, la acompañó en ese trance tan difícil. Pensó que la vida la premiaba, dándole una nueva oportunidad para disfrutar de sus hijos y nietos; y, vivir intensamente cada minuto, como si fuese el último. Mientras regresaba a su hogar, leyó una hermosa oración que un alma piadosa le había regalado en su travesía entre la vida y la muerte.

Oración de la serenidad

«Dios, concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, el valor de las cosas que puedo cambiar y la sabiduría para conocer la diferencia; viviendo un día a la vez; disfrutando un momento a la vez; aceptando las adversidades como un camino hacia la paz; viviendo como Dios lo hizo, en este mundo pecador, tal y como es, y no como me gustaría que fuera; creyendo que tú harás que todas las cosas estén bien, si yo me entrego a tu voluntad; de modo que pueda ser, razonablemente feliz en esta vida e increíblemente feliz contigo en la siguiente».

Amén

Un predicador sin palabras

Aquella mañana de invierno, el cielo se veía gris porque parecía que las nubes cargaban el lamento de la sombra de la muerte, las calles de la ciudad se vestían con globos blancos que el viento se encargaba de elevar al limbo, como aquellas almas que el siniestro coronavirus arrebataba sin piedad alguna, no respetando edad, sexo o status social. En el hospital de la zona como en todo el país, los paramédicos eran la primera línea de la salud.

Mateo y Santiago ingresaron al servicio de urgencia aquella mañana. Ambos fueron trasladados en una ambulancia, pero, lamentablemente, no había ninguna cama de hospitalización disponible por lo que debieron permanecer en el sillón de la muerte, en el pasillo de urgencia del hospital durante tres días.

Al caer la gélida noche, el personal de salud seguía luchando por conseguir una cama hospitalaria, bajarles la fiebre y estabilizar a estos dos pacientes críticos. Santiago sentía que la vida se le iba en un suspiro, le era muy difícil respirar por sí solo.

—Amigo, ¿cómo se siente? —preguntó Mateo viendo que su compañero de pasillo se desvanecía.

—Mal, muy mal, siento mucha dificultad para respirar, llame a la enfermera por favor —suplicó.

—Usted, ¿conoce a Dios? —preguntó Mateo mientras llamaba a la enfermera, sintiendo que la vida se les escapaba como un rayo de luz por la ventana, ya no quedaba más tiempo.

—No, nunca lo he sentido cerca —contestó.

—Debe aceptar a Jesús en su corazón como su salvador, como el buen ladrón que al pie de la cruz reconoció a Dios —sugirió Mateo sabiendo que ambos estaban en el umbral de la muerte.

— Sí, lo acepto —dijo con sus ojos y su corazón lacerados por el sufrimiento, el dilema de ver pasar su vida como una película, recordar las veces que fue invitado a la iglesia y que él no quiso darse el tiempo de conocer personalmente a Dios.

—¡Gloria a Dios! —respondió Mateo mientras invocaba la oración que Jesús mismo enseñó, «Padre nuestro que estás en los cielos…».

Por el colapso en el hospital, tardaron una eternidad los resultados de los exámenes hasta que, finalmente, se acercó un paramédico a controlar a estos dos pacientes. Les informó que ambos habían arrojado positivo al test de covid-19 y Mateo había desarrollado una neumonía avanzada.

—Señor, ¿cómo se siente? —preguntó.

—Mal, me cuesta mucho respirar —contestó Mateo.

—Su compañero aún no despierta. Él es nuestra prioridad ahora porque está más complicado —murmuró el funcionario.

—Señor, ¿me oye? ¿Cómo se siente? Tenemos al fin una cama para usted, ¿señor…?