Ángeles en un trébol de cinco hojas - Isabel Cortés Tabilo - E-Book

Ángeles en un trébol de cinco hojas E-Book

Isabel Cortés Tabilo

0,0

Beschreibung

Ciertamente que Isabel Cortés Tabilo tiene una imaginación envidiable que queda plasmada en cada uno de los cinco capítulos que componen este libro "Ángeles en un trébol de cinco hojas: milagros, poesías, misterios, amor y sueños". Son cinco capítulos como las cinco hojas del trébol que la escritora nos obsequia para que creamos que es posible que el bien triunfe sobre el mal y, ahora, depende de cada uno de nosotros sus lectores, cómo tomamos este presente.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern

Seitenzahl: 138

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



©Copyright 2020, by Isabel del Rosario Cortes Tabilo [email protected] Colección Sendero de Cuentos «Ángeles en un trébol de cinco hojas:milagros, poesías, misterios, amor y sueños» Cuentos chilenos, 202 páginas Primera edición: noviembre de 2020 Edita y distribuye Editorial Santa Inés Santa Inés 2430, La Campiña de Nos, San Bernardo de Chile +56 9 42745447 Facebook: Editorial Santa Iné[email protected] Registro de Propiedad Intelectual N° A-295.440 ISBN: 978-956-8675-97-4 eISBN: 978-956-6107-00-2 Edición General: Patricia González Edición Gráfica y Diseño de Portada: Benjamín Vergara Edición de Estilo y Ortografía: Tania Guzmán Edición Electrónica: Sergio Cruz Impreso en Chile / Printed in Chile Derechos Reservados

«Eres una persona que tienes alma, cuerpo y mente, nunca encontrarás gozo interno, paz, perdón, ni sentido de seguridad con Dios, hasta que tu alma esté satisfecha; y tu alma no puede estar satisfecha mientras estés apartado de Dios».

Billy Graham

Agradecimientos

Agradezco a Dios, quien siempre ha sido un amigo entrañable y fiel durante toda mi vida, a la Virgen María, quien me ha motivado a ser una buena madre, a ambos retribuyo el maravilloso don con el que me han bendecido, ofrendando hoy un nuevo libro.

A mis padres: Benito y Noemí, quienes con su infinito amor y esfuerzo, me dieron las alas de la imaginación, nos enseñaron a mis hermanos y a mí, que estábamos hechos para grandes cosas. Esa enseñanza de vida, se la he transmitido a mis hijos: que se atrevan a soñar, a volar muy alto, sin miedo, hasta alcanzar sus propios sueños.

Quiero dar las infinitas gracias a mi familia, especialmente a mi amado esposo Mario Araya Fritis, quien con su amor profundo y verdadero, me ha apoyado siempre en mi quehacer literario. A mis adorados retoños: Mariana Isabel, Gabriela Noemí, Paulo Emanuel, quienes son mi mayor fuente de inspiración en mis escritos.

A mis queridos y admirables hermanos: Benedicta, Julián, Rosalba, Patricia y Deisy, gracias por compartir conmigo el arcoíris de los sueños, acunados en los regazos de la infancia privilegiada que vivimos juntos.

A mis pares de la asociación de escritores, con quienes compartimos la lucha de abrirnos paso, en esta difícil y noble misión, de dejar un legado a la humanidad, especialmente a Miguel Urrelo Valdivia y Patricia González Sáez, quienes gentilmente hicieron el prólogo de este libro.

A mi hada madrina, Amanda Fritis Soto, quien con su espíritu dadivoso de una verdadera maestra, me ha permitido ser su hija literaria y, como discípula, seguir sus huellas.

A mi amiga de toda la vida Angélica Salas Rodríguez, con quien trabajamos con prolijidad la edición de este libro.

A mis amigos lectores quienes han acogido con alegría mis obras literarias: «Un milagro en medio del sufrimiento», «Catarsis de la humanidad», «Ángeles vestidos de negro», «La magia de la vida», «Una pincelada al mundo Onírico», «Despertar consciente por la dignidad de un pueblo», «Un viaje al mundo onírico, entre sueños y realidades»; ahora estoy segura que recibirán con el mismo fervor la edición de: «Ángeles en un trébol de cinco hojas: milagros, poesías, misterios, amor y sueños», bajo el sello de Editorial Santa Inés.

Isabel del Rosario Cortés Tabilo

Autora

Prefacio

Todo el mundo conoce el efecto milagroso de un trébol de cuatro hojas, trae suerte a quien lo encuentra. Hallar un trébol de cinco hojas, es algo extraordinario; pero como es bien sabido, «todo gran poder, conlleva a una gran responsabilidad».

Según la leyenda, cada hoja de un trébol representa algo, «un trébol de cinco hojas», significa: protección, dinero, amor, fidelidad y éxito.

«Ángeles en un trébol de cinco hojas», significa: Milagros, misterios, poesías, amor, y sueños, descubrirás en cada hoja de este libro, el gran poder de los ángeles en tu vida.

Esta obra te llevará sencillamente a descubrir algo mágico, real, como la vida diaria, porque mientras la vives, vas encontrando tu propio destino. En cada capítulo, se irán revelando tus propios «Ángeles en un trébol de cinco hojas», como la vida misma que sigue rigiéndose por lo sobrenatural y espiritual.

Isabel del Rosario Cortés TabiloAutora

Prólogo

Un libro que nos invita a transitar por los sentimientos

Conocí a Isabel del Rosario Cortés Tabilo, por allá, en un día de los años noventa del siglo recién pasado, se me hizo palabra en la vorágine de los sueños de tantos, agrupados en una esperanza…

Y se vino con nosotros, a nuestro rinconcito de travesuras en versos, a jugar el camino entre tantos avatares del cosmos; entonces la vimos desde la subconsciencia, en el desarrollo de «Un milagro en medio del sufrimiento», lo que inevitablemente la condujo a una «Catarsis de la humanidad», para luego, en el mismo sendero de su vida encontrarse con sus «Ángeles vestidos de negro», y en el fragor de esos misterios fue conminada a entender «La magia de la vida», lo que finalmente la convoca a sumergirse en «Una pincelada al mundo onírico».

Pero Isabel no ha cejado en su caminar y hoy, una vez más tenemos la oportunidad de incursionar por los recovecos de la palabra, de esta calameña por adopción, tenemos la posibilidad de contemplar la cadenciosa danza de su pluma, la que nos convoca a un mundo de sueños y realidad con consciencia social y espiritual, desde lo tangible hasta lo intangible: «Ángeles en un trébol de cinco hojas». Es un trabajo que nos invita a transitar por su personal mundo literario, para conducirnos por su particular forma de construir mundos maravillosos, con la imaginación desatada, donde se conjuga, en principio su vida espiritual con las experiencias de vida de las personas y logra poner en relieve, en su narrativa, el sentimiento humano cual sea, amor y desamor, sueños y esperanzas; también en su lírica, logra insertar su percepción de la vida, con sus aciertos y desaciertos, plasmando así en hojas de papel, la consciencia del universo.

De esta trascendente y versátil pluma de letras, ha nacido una nueva literatura emergente, la cual ha sido sembrada en uno de sus retoños, quien nos deleita con una cosmovisión de su escritura, presentando una muestra, en uno de los capítulos de esta envolvente obra literaria.

Miguel Urrelo ValdiviaEscritor

Prólogo

¿Qué puede traernos un trébol de cinco hojas?

Ciertamente que Isabel Cortés Tabilo tiene una imaginación envidiable que queda plasmada en cada uno de los cinco capítulos que componen este libro «Ángeles en un trébol de cinco hojas: milagros, poesías, misterios, amor y sueños». Son cinco capítulos como las cinco hojas del trébol y, con cada uno de estos apartados, arribamos a un mundo fantástico en el que todo puede acontecer.

Nicolás Bórquez recibió la bendición de una anciana cuando era un bebé que agonizaba en un servicio de urgencias. Solo su madre vio a esta mujer. Muchos años más adelante, Nicolás fue ordenado sacerdote y, en medio de la celebración a la que asistió buena parte de los habitantes de la ciudad, esta misma abuela de antaño se le apareció al joven religioso para bendecirlo nuevamente, ahora, por esta nueva etapa en su vida.

Un grupo de mujeres emprende caminata por el desierto hacia Potrerillos para saber de sus maridos mineros de quienes no tenían noticias ni dinero en meses. Corría el año 1942. Una de ellas es Raquel, quien cargaba a su agónico bebé. Estaba desesperada sin saber cómo ayudar a su guagüita. Una luz la guía a una farmacia de la época actual que se aparece en medio de la nada. Recibe medicamentos y conoce los pañales desechables y las mamaderas, elementos que quedaron de prueba de este contacto con el futuro.

Así, como son las apariciones, Alfonso y Florencia vieron una familia completa (papá, mamá, dos hijas y un hijo pequeño) al costado de la carretera, ahí, donde manos piadosas levantaron una animita en recuerdo de una familia que pereció en un accidente de tránsito. La animita recordaba a cuatro fallecidos. Buscaron al niño y lo encontraron en el hospital. Había sobrevivido y sería entregado a un hogar de menores porque carecía de familia. Alfonso y Florencia, que no tenían hijos, lo adoptaron.

Rosalba se enamora perdidamente de un joven e inician una relación sin compromisos porque él estaba de paso y, pronto, volvía a Rancagua, su ciudad. Una mujer le escribe para que deje en paz a su familia y él, por supuesto, niega todo para mantener vigentes estas relaciones paralelas. Esta experiencia afecta a Rosalba, quien termina encerrándose en sí misma y desconfiando de todo el mundo.

Distinto es el caso de Rocío y Alberto, quienes debieron luchar para poder casarse y pasar la vida juntos. Cuando se enamoraron, Rocío tenía apenas 14 años y Alberto, 23. Esta diferencia de edad provocó la férrea oposición del padre de la niña, quien decidió emplearla en una casa particular muy lejos de la presencia del joven. Sin embargo, este alejamiento significó el verdadero peligro que enfrentó la adolescente, pues debió luchar como una guerrera para impedir ser violada.

El amor verdadero existe. «Amor, amado esposo mío, /un caminar juntos con la brisa fresca, /un ruiseñor del tiempo. / ¡Cuánto te esperé, amado mío! / Un desierto vivido a veces / por la falta de la lluvia del éxtasis, /otras una hoguera frondosa / que nos unió para siempre».

Isabel Cortés Tabilo nos obsequia este trébol de cinco hojas para que creamos que es posible que el bien triunfe sobre el mal y, ahora, depende de cada uno de nosotros sus lectores, cómo tomamos este presente.

Patricia González SáezPeriodista-Profesora de Lenguaje-Escritora-Editora

Capítulo I Cuentos de Milagros

Designios de Dios

En una cruda noche de invierno, en un gélido hospital, invadido por una copiosa lluvia, afuera el viento soplaba estrepitoso como si la muerte estuviera acechando.

En un pasillo desolado se encontraba una anciana de unos setenta años de edad, con un aspecto menesteroso que producía a simple vista desconfianza. La desdichada dama deambulaba dificultosamente por la sala de urgencia, en busca de alguien a quien entregarle el valioso don de la fe, un milagro...

Un llanto desaforado se percibía a lo lejos, un crudo grito de auxilio proveniente de la sala de espera, hizo que la anciana conmocionada acudiera al llamado de aquella frágil criatura, que yacía en los brazos de su madre, debatiéndose entre la vida y la muerte.

La mujer tímidamente se acercó a ofrecer su ayuda, pero la madre un tanto escéptica, se mostró indiferente. La anciana se decidió a preguntar, ante su incertidumbre:

—Hija, ¿qué le pasa a su guagüita, por qué llora tanto?—preguntó con un profundo interés.

—Mi bebé está muy enfermo —contestó la madre desconfiadamente, pero con lágrimas que asomaban de su alma.

—¿Por qué no ofrece su hijo a Dios para que se sane? Mire, ahí viene un curita, él quizás podría ungir a su bebé, para que mejore —respondió la anciana, entregándole una tierna palmada de consuelo.

—No —respondió la mujer —. Yo no se lo voy a ofrecer a Dios, porque presiento que se podría morir —dijo la madre con miedo, mientras cubrió a su bebé con un chal celeste, escondiéndolo del clérigo y de la muerte...

—Disculpe mi intromisión, los milagros existen, Dios lo sanará —refutó la longeva dama.

—¡No, mi hijo no! No se lo voy a ofrecer a Dios —dijo y lo volvió a esconder aún más en sus brazos.

—Bueno, entonces déjeme acompañarla un momento, bendecirlo yo, porque sé que la fe es más fuerte, presiento que este bebé es un hijo privilegiado de Dios, con mis oraciones sé que Dios obrará en él —ella observó extasiada que el bebé tenía unos hermosos ojos color miel, que se empañaban con las lágrimas de aquel llanto ensordecedor y una tos excesiva.

En ese instante, la enfermera llamó al paciente para que ingresara al box de urgencia, y fuese atendido de inmediato por su gravedad.

Mientras el pequeño era atendido, la dulce anciana permaneció silenciosa al exterior de la sala de espera, elevando sus más fervientes oraciones al Todopoderoso, para que se hiciera el tan ansiado milagro, sanando a tan hermosa y frágil criatura.

Aquel niño, era Nicolás Bórquez, el cual salió milagrosamente victorioso de aquella neumonía, enfermedad que lo mantenía casi sin respirar, a punto de expirar en los crueles caprichos del destino.

Su madre, Mercedes Vega, salió un momento del hospital, para agradecer a aquella anciana por haberla acompañado y ayudado a volver a creer, cuando sentía que su fe sucumbía en manos de la muerte, en medio de la fría noche. La mujer buscó por todos lados, preguntó por aquella humilde anciana, pero inexplicablemente, nadie además de ella la había visto.

Con el transcurrir del tiempo, Nicolás sorprendía a sus padres, con una sabiduría que sin lugar a dudas venía de lo alto. En el colegio era el niño más disciplinado e inteligente. Él se deleitaba cuando su madre se vestía muy hermosa e iba a las reuniones de apoderados, se sentía orgulloso de su progenitora, quien era muy humilde, preocupada de representar bien a su amado hijo.

Con la alegría de la primavera, los árboles se mecían con dulce sinfonía, anunciando que algo muy grande iba a ocurrir. Nicolás, confesó a su mamá.

—Mamita, te tengo que contar algo que siento en mi corazón, desde que era niño y que no me atrevía a confesar —se acomodó para sentirse más seguro.

—Dime hijo, ¿qué quieres contarme? —preguntó ella ansiosa.

—Quiero ser sacerdote —contestó él con sus ojos llenos de ilusión, mientras que su corazón se llenaba de gozo.

—¿Qué dijiste? ¡Hijo, no! ¡Sacerdote, no! ¡Yo quiero nietos! —contestó la madre muy sorprendida, aunque en su corazón sospechaba aquella vocación de su hijo, ella no quería asumirlo.

—Mamá, mis hermanos te darán nietos, yo quiero servir a Dios —afirmó muy seguro el muchacho.

—Hijo, tendríamos que verlo tu papá y yo…. Quizás es solo un capricho tuyo y con el tiempo se te pasará, eres muy joven —contestó muy confundida la madre.

Más temprano que tarde, la vida sigue su curso normal, Nicolás pudo sobrellevar todos los inconvenientes de su infancia, aclarar en el camino su vocación de sacerdote, con un poder divino, logró ingresar a un prestigioso seminario.

Sabiendo que esto conllevaba a un sacrificio, como lo es los votos de castidad, votos de pobreza, quizás un veto social; no obstante, desde ese momento, Nicolás estaba consciente que las bendiciones divinas valen más que todo lo dejado atrás. Siendo uno de los más destacados de su congregación, por su espíritu de servicio, fundado en el amor a Dios, al prójimo, sus ganas de ser el mejor, marcar la diferencia, servir y no ser servido.

Después de ciertos años, en una fría noche de invierno, la catedral de la ciudad donde Nicolás, había nacido y vivido durante toda su vida, estaba colmada de gente; el joven seminarista era ordenado sacerdote. La comunidad lo acompañaba llena de gozo y alegría, porque era uno de los primeros consagrados de esa ciudad.

El obispo le dio la bienvenida, refiriéndose a la cita bíblica La Parábola del Buen Pastor: «Yo soy el buen pastor; el buen pastor da su vida por las ovejas». Al continuar esta ceremonia tan especial, se escuchó una hermosa canción: «En tu nombre echaré las redes...».

La comunidad cristiana agasajó al nuevo sacerdote, todos estaban felices haciendo los brindis, comenzando por las autoridades y la familia, primero se puso de pie la madre.

—Hijo, quiero decirte, que me siento orgullosa de tenerte como hijo, nos sentimos muy bendecidos como familia, de que hayas perseverado en tu vocación, a pesar de que al principio nos costó aceptar la voluntad de Dios.

—¡Gracias, mamita! —dijo el joven muy emocionado.

—¿Recuerdas, cuando te ponías feliz porque yo me arreglaba para ir a la reunión de apoderados y representarte? Ahora, yo te pido que te vistas con tu mejor traje para que representes al Señor, que antes que tu familia esté siempre Dios en primer lugar, que antes que tus amigos esté siempre primero el ministerio que tú vas a servir. Hijo, sé siempre el mejor en todo, te amo.

—Gracias a mi familia, a todos los que me acompañaron en el proceso de mi formación, quiero ser un buen sacerdote, un santo sacerdote, con sus oraciones sé que lo voy a conseguir, para servir al pueblo de Dios fielmente —contestó Nicolás elegantemente vestido con una túnica negra, como la que vestía el santo de Chile: «San Alberto Hurtado».

Al final de la celebración, cuando la gente hacía filas para felicitar al nuevo presbítero, se acercó una anciana, como una prodigiosa señal del destino, que nunca termina de sorprendernos.

—Hijo, felicidades por su consagración como sacerdote, que seas un digno hijo y representante de Dios en su servicio.