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La sugestión o más bien la autosugestión, es un tema bastante nuevo y sin embargo al mismo tiempo es tan antiguo como lo es el mundo.
Es nueva en el sentido que hasta ahora había sido estudiada equivocadamente y en consecuencia entendida erróneamente; es antigua porque data desde la aparición del hombre en la tierra. De hecho, la autosugestión es un instrumento que poseemos desde el nacimiento y en este instrumento o más bien en esta fuerza, reside un poder maravillo e incalculable, que de acuerdo a las circunstancias produce los mejores o peores resultados. El conocimiento de esta fuerza es útil para cada uno de nosotros, pero es peculiarmente indispensable para los doctores, magistrados, abogados y aquellos involucrados en el trabajo de la educación.
Al saber cómo practicar conscientemente es posible en primer lugar evitar provocar malas autosugestiones en otros que pueden tener consecuencias desastrosas y segundo, conscientemente provocar buenas autosugestiones, de este modo llevando salud física a los enfermos y salud moral a los neuróticos y equivocados, las víctimas inconscientes de autosugestiones anteriores y guiar al camino correcto a aquellos que han tenido la tendencia de tomar el camino equivocado.
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AUTODOMINIO A TRAVÉS DE LA AUTOSUGESTIÓN CONSCIENTE
Emile Coué
Edición 2019 David De Angelis –
Traducido por David De Angelis - Todos los derechos reservados
Índice
EL YO CONSCIENTE Y EL YO INCONSCIENTE
VOLUNTAD E IMAGINACIÓN
SUGESTIÓN Y AUTOSUGESTIÓN
EL USO DE LA AUTOSUGESTIÓN
CÓMO ENSEÑAR A LOS PACIENTES A HACER AUTOSUGESTIONES
MÉTODO DE PROCEDIMIENTO EN SUGESTIÓN CURATIVA
LA SUPERIORIDAD DE ESTE MÉTODO
CÓMO FUNCIONA LA SUGESTIÓN
EL USO DE LA SUGESTIÓN PARA LA CURA DE ENFERMEDADES MORALES Y ESTIGMAS YA SEAN CONGÉNITOS O ADQUIRIDOS
VARIAS CURAS TÍPICAS
CONCLUSIÓN
EMILE COUÉ
La sugestión o más bien la autosugestión, es un tema bastante nuevo y sin embargo al mismo tiempo es tan antiguo como lo es el mundo.
Es nueva en el sentido que hasta ahora había sido estudiada equivocadamente y en consecuencia entendida erróneamente; es antigua porque data desde la aparición del hombre en la tierra. De hecho, la autosugestión es un instrumento que poseemos desde el nacimiento y en este instrumento o más bien en esta fuerza, reside un poder maravillo e incalculable, que de acuerdo a las circunstancias produce los mejores o peores resultados. El conocimiento de esta fuerza es útil para cada uno de nosotros, pero es peculiarmente indispensable para los doctores, magistrados, abogados y aquellos involucrados en el trabajo de la educación.
Al saber cómo practicar conscientemente es posible en primer lugar evitar provocar malas autosugestiones en otros que pueden tener consecuencias desastrosas y segundo, conscientemente provocar buenas autosugestiones, de este modo llevando salud física a los enfermos y salud moral a los neuróticos y equivocados, las víctimas inconscientes de autosugestiones anteriores y guiar al camino correcto a aquellos que han tenido la tendencia de tomar el camino equivocado.
Para entender apropiadamente el fenómeno de la sugestión, o para hablar correctamente sobre la autosugestión, es necesario saber que dos yos absolutamente distintos existen dentro de nosotros. Ambos son inteligentes, pero mientras uno es consciente, el otro es inconsciente. Por esta razón la existencia del último generalmente pasa desapercibida. Sin embargo, es fácil probar su existencia si uno simplemente toma el tiempo de examinar cierto fenómeno y reflexionar unos momentos sobre ellos. Tomemos los siguientes como ejemplos:
Todos han escuchado sobre el sonambulismo; todos saben que un sonámbulo se levanta en la noche sin despertar, deja su cuarto después de vestirse o no, baja las escaleras, camina a lo largo de corredores y después de haber ejecutado ciertos actos o cumplido cierto trabajo, regresa a su cuarto, va a la cama de nuevo y al siguiente día muestra la mayor sorpresa al encontrar el trabajo que había dejado a medias el día anterior terminado. Sin embargo, es él mismo quien lo ha hecho sin estar consciente de ello. ¿Qué fuerza ha obedecido su cuerpo si no es una fuerza inconsciente, de hecho, su yo inconsciente?
Ahora examinemos el caso muy frecuente de un borracho atacado por delírium trémens. Como si estuviera atrapado en la locura, él levanta el arma, cuchillo, martillo o hacha más cercana como sea el caso y ataca furiosamente a aquellos suficientemente desafortunados para estar en su cercanía. Una vez que el ataque terminó, recupera sus sentidos y contempla con horror la escena de masacre a su alrededor, sin darse cuenta que él mismo es el autor del hecho. Aquí de nuevo ¿no es el yo inconsciente el cual ha causado que un hombre infeliz actúe de esta manera? (Y que aversiones, que males creamos para nosotros mismos, todos nosotros y en cada dominio al no traer “inmediatamente” a juego “buenas autosugestiones conscientes” en contra de nuestras “malas autosugestiones inconscientes”, provocando así la desaparición de todo el sufrimiento injusto.)
Si comparamos el yo consciente con el inconsciente vemos que el yo consciente a menudo es poseído por una memoria poco fiable mientras que el yo inconsciente por el contrario tiene una memoria maravillosa e impecable que registra sin nuestro conocimiento los eventos más pequeños, los actos menos importantes de nuestra existencia. Además, es crédula y acepta con docilidad irracional lo que se le dice. [Esto sugiere que es nuestro yo inconsciente el que sueña, ya que en los sueños aceptamos las circunstancias sin preguntas, incluso cuando son absurdos. Donald Tyson] Por lo tanto, como es el inconsciente el responsable del funcionamiento de todos nuestros órganos, pero el intermediario del cerebro, se produce un resultado que puede parecer bastante paradójico para ti: esto es, si cree que cierto órgano funciona bien o mal o que sentimos tal o tal sensación, el órgano en cuestión de hecho funciona bien o mal o sí sentimos esa sensación.
No sólo el yo inconsciente preside sobre las funciones de nuestro organismo, sino también sobre todas nuestras acciones sean cuales sean. Es esto a lo que llamamos imaginación y es esto que, contrario a la opinión aceptada, siempre nos hace actuar uniformemente y, sobre todo, en contra de nuestra voluntad cuando hay antagonismo entre estas dos fuerzas.
Si abrimos un diccionario y buscamos la palabra “voluntad”, encontramos esta definición: “La facultar de determinar libremente ciertos actos”. Aceptamos esta definición como verdadera e inatacable, aunque nada pude ser más falso. Esta voluntad que reclamamos tan orgullosamente, siempre cede ante la imaginación. Es una regla absoluta que no admite excepciones.
“¡Blasfemia! ¡Paradoja!” exclamarás. “¡No, para nada! Al contrario, es la verdad más pura,” debo responder.
Para convencerte a ti mismo de esto, abre tus ojos, mira a tu alrededor y trata de entender lo que ves. Entonces llegarás a la conclusión de que lo que te digo no es una teoría inútil, fruto de un cerebro enfermo sino la simple expresión de un hecho.
Supongamos que colocamos en el piso una plancha de 30 pies de largo por 1 pie de ancho. Es evidente que todos podrán ir de un lado al otro de la plancha sin pisar la orilla. Pero ahora cambia las condiciones del experimento e imagina que la plancha es colocada a la altura de las torres de una catedral. ¿Quién será capaz de avanzar incluso pocos pies a lo largo de este camino angosto? ¿Podrías escucharme hablar? Probablemente no. Antes de haber tomado dos pasos comenzarías a temblar y a pesar de todo esfuerzo de tu voluntad estarías seguro de caer al piso.
¿Por qué entonces es que no te caerías si la plancha está en el piso y porqué deberías de caerte si está elevada a una altura encima del piso? Simplemente porque en el primer caso imaginas que es fácil ir al final de esta plancha, mientras que en el segundo caso imaginas que no puedes hacerlo.
Nota que tu voluntad no tiene poder en hacerte avanzar; si tú imaginas que no puedes, es absolutamente imposible para ti hacerlo. Si los albañiles y carpinteros son capaces de lograr esta hazaña, es porque ellos piensan que pueden hacerlo.
El vértigo es completamente causado por esa imagen que construimos en nuestras mentes que vamos a caer. Esta imagen se transforma a sí misma inmediatamente en un hecho a pesar de todos los esfuerzos de nuestra voluntad y entre más violentos son estos esfuerzos, más rápido sucede el resultado opuesto al deseado.
Ahora consideremos el caso de una persona que sufre insomnio. Si él no hace ningún esfuerzo para dormir, él se acostará silenciosamente en la cama. Si por el contrario trata de forzarse a sí mismo para dormir por su voluntad, mientras más esfuerzo haga, más inquieto estará.
¿Has notado que entre más tratas de recordar el nombre de una persona que hayas olvidado, más te elude, hasta que sustituyes en tu mente la idea “he olvidado” con “me acordaré en un minuto” y el nombre regresa a ti por su cuenta sin el menor esfuerzo?
Aquellos de ustedes que sean ciclistas recuerden los días cuando estaban aprendiendo a andar en bicicleta. Ibas apretando los mangos del manubrio y con miedo de caerte. De repente al ver el obstáculo más pequeño en el camino intentaste evitarlo y entre más esfuerzo hacías para eso, seguramente más te apresurabas a ello.
¿Quién no ha sufrido de un ataque de risa incontrolable, que estalla más violentamente entre más tratas de controlarla?
¿Cuál era el estado mental de cada persona en estas circunstancias diferentes? “No quiero caerme, pero no puedo evitar hacerlo”; “Quiero dormir, pero no puedo”; “Quiero recordarel nombre de la Sra. Tal y Tal, pero no puedo”; “Quiero evitar el obstáculo, pero no puedo”; “Quiero dejar de reírme, pero no puedo”.
Como ves, en cada uno de estos conflictos siempre es la imaginación que gana la victoria sobre la voluntad, sin ninguna excepción.
Al mismo orden de ideas pertenece el caso del líder que se apura a la cabeza de sus tropas y siempre los lleva junto con el, mientras que el grito “¡Cada hombre por sí mismo!” es casi seguro que cause una derrota. ¿Por qué es esto? Es porque en el primer caso los hombres imaginan que deben ir hacia adelante y en el segundo imaginan que son conquistados y deben volar por sus vidas.
Panurge estaba bastante consciente del contagio, por ejemplo, es decir la acción de la imaginación, cuando, para vengarse de un comerciante a bordo el mismo bote, él compró su oveja más grande y la arrojó al mar, seguro de antemano que todo el rebaño lo seguiría, lo que realmente pasó.
Nosotros los seres humanos tenemos cierto parecido a las ovejas e involuntariamente, somos irresistiblemente impulsados a seguir el ejemplo de otras personas, imaginando que no podemos hacerlo de otra manera.
Podría citar otros mil ejemplos, pero tengo miedo de aburrirte por tal listado. Sin embargo, no puedo pasar en silencio este hecho que muestra enorme poder de la imaginación o en otras palabras del inconsciente en su lucha en contra de la voluntad.
Hay ciertos borrachos que desean dejar de beber, pero que no pueden hacerlo. Pregúntales y te contestarán con toda sinceridad que tienen el deseo de estar sobrios, que la bebida los disgusta, pero que son irresistiblemente impulsados a beber en contra de su voluntad, a pesar del daño que saben que les hará.
Del mismo modo que ciertos criminales cometen crímenes a pesar de ellos mismos y cuando se les pregunta porque actuaron así, contestan “no puede evitarlo, algo me impulso, era más fuerte que yo”.
Y el borracho y el criminal dicen la verdad; son forzados a hacer lo que hacen, por la simple razón de que imaginan que no pueden prevenir el hacerlo. Por lo tanto, nosotros que estamos tan orgullosos de nuestra voluntad, que creemos que somos libres para actuar como queramos, somos en realidad nada más que títeres de los cuales la imaginación sostiene todas las cuerdas. Sólo dejamos de ser títeres cuando hemos aprendido a guiar a nuestra imaginación.
De acuerdo a las observaciones anteriores podemos comparar la imaginación con un torrente que fatalmente arrasa con el pobre miserable que cayó en el, a pesar de sus esfuerzos de llegar a la orilla. Este torrente para indomable; pero si sabes cómo, puedes cambiarlo de curso y conducirlo a la fábrica y ahí puedes transformar su fuerza a un movimiento, calor y electricidad.
Si este símil no es suficiente, podemos comparar la imaginación – “el loco en casa” como ha sido llamada – a un caballo inquebrantable que no tiene ni brida ni riendas. ¿Qué puede hacer el jinete más que dejarse ir a donde sea que el caballo desee llevarlo? Y a menudo si este último sale corriendo, su carrera de locura solo termina en la zanja. Sin embargo, si el jinete tiene éxito en poner la brida en el caballo, las partes son revertidas, es el jinete quien obliga al caballo a llevarlo a donde sea que él desea ir.
Ahora que hemos aprendido a darnos cuenta del enorme poder del inconsciente o ser imaginativo, voy a enseñarte como este yo, hasta ahora considerado indomable, puede ser controlado fácilmente como un torrente o un caballo inquebrantable. Pero antes de continuar es necesario definir cuidadosamente dos palabras que a menudo son usadas sin ser entendidas apropiadamente. Estas son las palabras sugestión y autosugestión.
¿Entonces que es la sugestión? Puede ser definida como “el acto de imponer una idea en el cerebro de otro”. ¿Esta acción existe realmente? Hablando apropiadamente, no. La sugestión no existe de hecho por sí misma. No existe y no puede existir excepto en la condición sine qua non de transformarse a sí mismo en una autosugestión en el tema. Esta última palabra puede ser definida como “la implantación de una idea en uno mismo por uno mismo”.
Tú puedes hacer una sugestión a alguien; si el inconsciente del último no acepta la sugestión, si no fue digerida, para poder transformarla en una autosugestión, no produce un resultado. Yo mismo he hecho una sugestión más o menos común a sujetos ordinariamente muy obedientes de manera no exitosa. La razón es que el inconsciente del sujeto se negó a aceptarla y no la transformó en una autosugestión.
Ahora regresemos al punto donde dije que podemos controlar y guiar nuestra investigación, justo como un torrente o un caballo inquebrantable puede ser controlado. Para hacerlo, es suficiente en primer lugar saber que esto es posible (un hecho que casi todos ignoran) y segundo, saber por qué medios puede hacerse. Bueno, los medios son muy simples; es eso que hemos usado todos los días desde que llegamos a este mundo, sin desearlo ni saberlo y absolutamente inconscientemente, pero que desafortunadamente para nosotros, a menudo usados incorrectamente y para nuestro propio perjuicio. Este medio es la autosugestión.
Aunque constantemente nos damos a nosotros mismos autosugestiones inconscientes, todos lo que tenemos que hacer es darnos algunas conscientes y el proceso consiste en esto: primero, pesar cuidadosamente en la propia mente las cosas que serán el objeto de la autosugestión y de acuerdo a la respuesta “sí” o “no” que necesiten para repetir varias veces sin pensar en otra cosa: “Esta cosa viene”, o “esta cosa se irá”; “esta cosa sucederá o no sucederá, etc., etc. …” (Claro, la cosa debe estar en nuestro poder.) Si el inconsciente acepta esta sugestión y la transforma en una autosugestión, la cosa o cosas se realizan en cada particular.
Así entendido, la autosugestión no es nada sino hipnotismo a mi manera de verlo y lo definiría con estas palabras simples: La influencia de la imaginación en la existencia moral y física de la humanidad. Ahora esta influencia es innegable y sin regresar a ejemplos previos, mencionaré algunos otros.
Si te convences a ti mismo de que puedes hacer cierta cosa, siempre y cuando esta cosa sea posible, lo harás sin importar lo difícil que pueda ser. Si al contrario imaginas que no puedes hacer la cosa más simple en el mundo, es imposible para ti hacerlo y las toperas se convertirán en montañas imposibles de escalar.
Tal es el caso de los neurasténicos, que, creyendo que son incapaces del menor esfuerzo, a menudo encuentran imposible el incluso caminar pocos pasos sin estar expuestos. Y estos mismos neurasténicos se hunden más profundamente en su depresión, entre más esfuerzo hacen para acabar con ello, como el pobre miserable en las arenas movedizas que se hunde más profundamente entre más intenta de salir.
De la misma manera es suficiente pensar que un dolor se va, para sentir que de hecho desaparece poco a poco e inversamente, es suficiente pensar que uno sufre para sentir que el dolor comienza a venir inmediatamente.
Conozco ciertas personas que predicen por adelantado que tendrán un terrible dolor de cabeza en cierto día, en ciertas circunstancias y en ese día, en esas circunstancias, efectivamente, lo sienten. Ellos trajeron la enfermedad a ellos mismos, justo como otros curan las suyas por una autosugestión consciente.