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Casa de muñecas es, sin duda, uno de los dramas más importantes de la segunda mitad del siglo XIX, y nos muestra el conflicto que existe entre el individuo y la sociedad, y las consecuencias que este puede sufrir si no se ciñe a las normas. Siendo una mujer la protagonista, esto propició en su época los más ardientes debates en torno al rol de la mujer en el hogar; sin embargo el mismo Ibsen dijo que escribió la obra pensando en el derecho que tienen todas las personas a vivir su vida como quieran. Más allá de eso, es una obra de una lírica prodigiosa y una puesta en escena vislumbrante, que define el estilo teatral de Ibsen, en el cual el ser humano enfrenta su propia conciencia y su destino en medio de una atmósfera opresiva y angustiante.
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Primera edición digital, mayo de 2024
Segunda edición, febrero de 2024
Primera edición, octubre de 2000
Título original:Et dukkehjem
© 2024 Panamericana Editorial Ltda.
Calle 12 No. 34-30, Tel.: (57) 601 3649000
www.panamericanaeditorial.com.co
Tienda virtual: www.panamericana.com.co
Bogotá D. C., Colombia
Editor
Panamericana Editorial Ltda.
Traducción del noruego y prólogo
Birgitte Bønning
Diagramación
Martha Cadena
Ilustraciones
© Shutterstock-Yevheniia Lytvynovych, Margarita Steshnikova
Ilustración de cubierta
© Shutterstock-Larissa Kulik
ISBN DIGITAL 978-958-30-6858-4
ISBN IMPRESO 978-958-30-6762-4
Prohibida su reproducción total o parcial por cualquier medio sin permiso del Editor.
Hecho en Colombia - Made in Colombia
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CONTENIDO
PRÓLOGO
PERSONAJES
PRIMER ACTO
SEGUNDO ACTO
TERCER ACTO
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PRÓLOGO5
PRÓLOGO
Henrik Ibsennació el 20 de marzo de 1828 en Skien, un pueblo ubicado en el sur de Noruega. Su familia for-maba parte de la burguesía de la región, rodeada de las comodidades que brindaban los réditos que su pa-dre conseguía en su oficio de mercader. No obstante, en 1836, cuando Ibsen tenía 7 años, debido a un mal nego-cio, la situación económica de la familia se vino a menos y esto cambió el rumbo de sus vidas.
A la edad de 18 años, Ibsen hizo su aprendizaje como farmacéutico, y solo a los 22 años se graduó de bachiller, pero con notas tan malas que no pudo continuar en la universidad.
Un año después empezó a trabajar como autor de prólogos en un teatro en Bergen y a la edad de 29 años trabajó como director de arte en el teatro de Oslo. Desde entonces, en varias de sus obras se nota una inquietud no solo por describir la sociedad sino también por tra-tar de entender las razones detrás de las actuaciones y la estructura de fondo que explicaba el estancamiento eco-nómico y espiritual de la sociedad en la que él vivía. A decir verdad, no tenía mucho éxito en Oslo y empezó a enfermarse, a beber, a tomar préstamos y a no cumplir con su trabajo. Entre los 33 y los 36 años se vio obligado a huir de la corte en trece ocasiones por deudas no pa-gadas. Pero el éxito llegó con la obra Brand(1866), con-tinuó con Peer Gynt(1867), que sirvió de inspiración para el compositor noruego Edvard Grieg en la obra que
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lleva el mismo nombre, y con Casa de muñecas, una de sus obras más famosas y representativas y que, aunque fue escrita en Italia en 1879, su temática conserva una impresionante actualidad.
Casa de muñecases una obra de teatro que muestra la vida de manera veraz. Ibsen usa el lenguaje cotidiano y maneja los diálogos con tal maestría que todo parece di-cho sin pensarlo y, sin embargo, muestra pasajes de gran profundidad psicológica que, encadenados y desencade-nados a un mismo tiempo, nos llevan a una conclusión inesperada.
Quiere mostrar el conflicto que existe entre el indi-viduo y la sociedad, y las consecuencias que puede sufrir el individuo si no acepta las normas. En este caso es una mujer, lo que ha traído consigo interpretaciones feminis-tas o antifeministas, pero Ibsen mismo ha dicho que no escribió por los derechos de las mujeres sino por el dere-cho de todas las personas a tener la libertad de desarro-llarse y vivir sus vidas como quieran.
La obra critica tanto el papel del hombre como el de la mujer. Critica la ilusión generalizada y trivial de que existe un amor superior y que esa ilusión es el funda-mento para la construcción de un hogar. Ibsen plantea que ese amor aparentemente ideal muestra lo contrario del amor: el poder y el abuso.
Un detalle interesante de esta obra, y que muchos ignoran, es que la escribió inspirado en un personaje real: la escritora danesa-noruega Laura Kieler (1849-1932). La historia es esta:
Laura Kieler nació cerca de Tromsö, Noruega, y unos años después su familia se trasladó a un lugar cer-cano a Steinkjer. Era un sitio aislado y su infancia estuvo
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marcada por la soledad y un mundo dominado por la imaginación. En los años de infancia y juventud de Kieler, el pietismo marcó fuertemente el pensamiento religioso en todo Noruega; la madre de Laura era muy religiosa y, según ella misma, “ese pietismo puso su oprimente pre-sión sobre mi alma infantil. Arte, teatro, bellas letras, ale-gría de vivir, baile, todo era pecado”.
Su contacto con Ibsen empezó cuando este escribió Branden 1866. Era una obra que giraba en torno al pie-tismo en Noruega, lo cual causó revuelo entre los creyen-tes. Laura Kieler escribió una obra llamada Las hijas de Brand,con el objetivo de “aclarar algunas cuestiones reli-giosas” entre los que habían sufrido por los pensamientos de Ibsen. Laura incluso tomó algunos de los personajes de la obra de Ibsen. El libro fue publicado en Oslo en 1869 y, al año siguiente, Laura le envió un ejemplar a Ibsen. En su carta de respuesta Ibsen decía: “Brandes una obra completamente estética, ni más ni menos. No me importa en absoluto lo que haya podido destruir o crear”. Pero se le había despertado el interés por conocer a la autora, y se encontraron en 1870 en Copenhague. A Ibsen la joven-cita le fascinó y le dio el apodo de Alondra Cantora, tal como Nora en Casa de muñecas.
En 1872, después de la muerte del padre, Laura se fue con su madre a Dinamarca, de donde habían llegado unos de sus familiares. En 1873 se casó con Victor Kie-ler y se fueron a vivir a la ciudad de Hillerod, donde su marido trabajaba como maestro superior. Laura Kie-ler trataba de ocultar la realidad y en ocasiones inven-taba mentiras para que la sociedad que los rodeaba no se diera cuenta de la frágil salud de su esposo y, sobre todo, de las rabietas de Victor cuando de dinero se trataba. La
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situación económica en el hogar era difícil, y a Victor y a Laura les tocó buscar trabajos secundarios. Victor se en-fermó de los pulmones, y como dos de sus familiares ya habían muerto por tuberculosis, el médico le sugirió via-jar a Italia. Como la familia no tenía el dinero necesario para viajar, y Victor no quiso pedir prestado a su padre, entonces Laura pidió un préstamo sin el conocimiento de Victor. Así pudieron viajar a Suiza e Italia, en 1876, donde Victor se recuperó.
De camino a Dinamarca, se quedaron unos días en Munich, Alemania, donde Ibsen vivía con su esposa. Laura confió en Susannah, la esposa de Ibsen, y le contó su secreto. Al parecer Susannah traicionó su confianza y le comentó todo el asunto a Ibsen.
Nuevamente en Dinamarca, llegó el día de pagar la deuda, y Laura todavía no tenía el dinero como tampoco su amigo que había servido de fiador. Por tal razón, Laura se vio obligada a pedir otro préstamo a fin de evitarle pro-blemas a su amigo. Una vez más llegó el día de pagar la deuda y esta vez Laura estaba enferma después de ha-ber dado a luz otro hijo. Debatiéndose entre el miedo y la fiebre, la misma Laura decidió redactar un pagaré falso, pero sabiendo que de nada serviría lo destruyó y, en con-secuencia, tampoco recibió dinero para pagar su deuda.
Toda esa presión psicológica provocó una enferme-dad mental en Laura, que tenía una constitución débil, y empezó a tener visiones y fantasías. El miedo que tenía por el mal carácter de su marido la llevó a hacer locuras y a gastar el poco dinero que tenían en muebles y lujos, de este modo se hundió aún más en deudas.
Por los rumores de una mujer en el pueblo, un día Victor se enteró y su reacción fue brutal. A Laura le
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quitaron su bebé y la internaron en un hospital para en-fermos mentales. La pareja de esposos se divorció; ella tuvo que dejar a sus hijos.
Victor la seguía queriendo y dos años más tarde le pidió que volviera. Ella aceptó la propuesta para es-tar con sus hijos. Aunque todavía sufría crisis nerviosas, pronto empezó a escribir nuevamente para poder pagar su deuda.
Ibsen, enterado del asunto, lo usó para su obra de teatro Casa de muñecas, estrenada en Copenhague el 22 de diciembre de 1879. La obra trajo varias consecuen-cias para Laura Kieler. Fue señalada en la sociedad como Nora, sin pensar en las notables diferencias personales. Llegó un punto en el que ella sentía que Ibsen le había “matado el alma”. Además de sentir que la obra la ata-caba, la tomó como una crítica injusta hacia Victor y hacia su padre.
Más tarde, Laura supo que Ibsen había querido escri-bir la obra en defensa de ella, a sabiendas de que la rígida sociedad de la época la condenaría. Después de la pre-sentación de la obra fue casi imposible para Laura seguir su carrera, pues cada vez que ella escribía algo la gente la criticaba y revivía el pasado, en lugar de juzgar su talento como escritora, por lo cual le escribió una carta a Ibsen solicitándole que publicara que ella no era Nora, pero Ib-sen le contestó que él no la podía defender, pues ella sí le había servido como inspiración y que debía ser su ma-rido quien la defendiera.
En agosto de 1889, Laura visitó Noruega, donde tam-bién se encontraba Ibsen, y se reunieron en Oslo. Laura le contó todo lo que había sufrido y, según sus palabras, él lloró. Laura le insistió en que un artista no tiene ningún
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derecho a usar personas reales como personajes de sus obras, que el artista tiene que pensar en las consecuen-cias y que es responsable de estas. Nuevamente, Laura le rogó declarar que ella no era Nora y por lo menos pen-sar su respuesta hasta el día siguiente, pero Ibsen le con-testó: “No puedo. ¡Es imposible!”. Laura Kieler se marchó y nunca más los dos autores volvieron a verse o a estar en contacto.
La presentación de Casa de muñecascreaba una si-tuación difícil para Ibsen, que se sentía partido en dos: como artista y como persona. Sentía que había escrito una obra con un gran mensaje criticando los papeles de los sexos y las normas de la sociedad. Pero por el otro lado se sentía culpable como ser humano al hacer sufrir a una mujer a la que conocía y quien había confiado en su amistad.
Años después, Ibsen escribió la obra Al despertar de nuestra muerte, que trata sobre un artista que usa y abusa de su modelo. Se trata de la responsabilidad del artista y del conflicto que existe entre el artista como autor y como ser humano. Laura Kieler fue a ver la obra y dijo que el traje que usaba el personaje de Irena era el mismo traje que ella tenía puesto el día en que se encontró con Ib-sen en Oslo. Igualmente, el acento de la actriz era como el acento de Laura Kieler (acento del norte de Noruega) y dos de los parlamentos de la obra habían sido dichos por Laura Kieler a Ibsen: “Entonces estaba allí sintién-dome vacía por dentro, sin alma” y “tú has matado mi alma”. Fue en ese momento cuando Laura comprendió que Ibsen se había arrepentido y que le pedía perdón, aunque no fuera de manera oficial.
PRÓLOGO11
La idea de que Ibsen realmente quiso ayudar a Laura Kieler se fortalece cuando se observan los últimos cam-bios introducidos en el original que conocemos hoy. Aparentemente se trata de cambios pequeños en el diá-logo, pero mirándolo bien se nota que lo que cambió Ib-sen fue el poder entre Nora y Helmer. Al final del primer original, el personaje de Nora era más débil y Helmer era un personaje más fuerte.
Era necesario equilibrar los alcances de su poder para crear un drama. Así lo hizo para que el público notara a Nora y entendiera su situación; sin embargo, casi todo el público sentía simpatía por Helmer. Es notable además que Ibsen cambiara el final en su obra, de manera que fuera la decisión de la propia Nora dejar su hogar para desarrollarse como persona, y no como en la vida real, donde Laura Kieler fue obligada a dejar su hogar y ser encerrada en un hospital psiquiátrico. Ibsen conformó a Laura en el personaje de Nora como una mujer que no tenía que sufrir pasivamente, perdiendo sus derechos, como una mujer que luchaba de manera más activa. En el último acto, Nora muy simbólicamente se quita el dis-fraz para dejar su casa de muñecas y desarrollarse como ser humano.
Esa valentía, sumada a la exposición de los proble-mas reales de las sociedades escandinavas, hizo que el personaje de Nora se convirtiera en el elemento percutor para hablar y discutir sobre los derechos de la mujer. Ese no era un tema aceptado en la época, pero la obra abrió la discusión en esa sociedad y contribuyó de manera clara en la creación de nuevas leyes de igualdad y respeto ha-cia las mujeres.
Ibsen no solo escribió una obra social y crítica, tam-bién produjo un cambio. Esa debe ser la mayor alegría que un autor pueda lograr.
Birgitte Bønning
PERSONAJES13
PERSONAJES
Torvald Helmer, abogado
Nora, su esposa
Doctor Rank
Nils Krogstad, procurador
Señora Linde, amiga de Nora
Los tres niños del matrimonio Helmer
Anne, la niñera
Helen, doncella de los Helmer
Repartidor
Camarera
(La acción transcurre en Noruega, en casa de los Helmer).
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PRIMER ACTO15
PRIMER ACTO
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(Una sala confortable, amoblada sin lujo, pero con buen gusto. Una puerta, a la derecha, que da al vestíbulo; otra puerta, a la izquierda, que da al despacho de Helmer. En-tre ambas puertas, un piano. En la mitad de la pared, al lado izquierdo, una puerta y más allá, una ventana. Cerca de la ventana, una mesa redonda con sillones y un peque-ño sofá alrededor. En la pared lateral derecha, algo atrás, una puerta y en la misma pared, más cerca del primer tér-mino, una estufa de azulejos fina, con un par de sillones y una mecedora enfrente. Entre la estufa y la puerta late-ral, una mesita. De las paredes cuelgan grabados de co-bre. Un estante con porcelanas y otros pequeños objetos de arte. Un pequeño armario con libros con encuaderna-ción de lujo. Una alfombra, fuego en la estufa. Es un díade invierno.
Se escucha un timbre afuera, en el vestíbulo; al rato se oye que alguien abre la puerta. Nora entra en la sala canturreando alegremente; está vestida con ropa de calle y carga bastantes paquetes, que deposita sobre la me-sita de la derecha. Al entrar deja abierta la puerta que da al vestíbulo, y allí se puede ver a un repartidor con un árbol de Navidad y una canasta, que entrega a la camare-ra que les abrió la puerta).
PRIMER ACTO17
Nora. —Esconde bien el árbol, Helen. Los niños de ningún modo deben verlo hasta esta noche, cuando esté decorado. (Dirigiéndose al reparti-dor, mientras saca el monedero). ¿Cuánto es?
REPARTIDOR. —Cincuenta øre1.
Nora. —Aquí tengo una corona. No, quédese con el cambio.(El repartidor agradece y se va. Nora cierra la puerta. Ella sigue sonriendo de manera tranquila y alegre, mientras se quita la ropa de calle. Saca del bolsillo una bolsa con pastelitos de almendra y se come dos; después, con cautela, se acerca a la puerta del despacho de su esposo).Sí, está en casa. (Canturrea nuevamente mientras se dirige hacia la mesita del lado derecho).
Helmer. —(Desde su despacho).¿Es mi pequeña alondra quien gorjea allá afuera?
Nora. —(Mientras abre uno de los paquetes).Sí, es ella.
Helmer. —¿Es mi ardilla la que alborota allá?
Nora. —¡Sí!
Helmer. —¿Cuándo llegó mi ardilla a casa?
Nora. —En este mismo momento. (Guarda los pasteli-tos de almendra en el bolsillo y se limpia alrede-dor de la boca). Ven acá, Torvald, mira lo que he comprado.
1. Medida monetaria que equivale a un centésimo de corona, la moneda nacional de Noruega, Dinamarca y Suecia. N. de la T.
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Helmer. —¡No molestes! (Poco después abre la puerta y se asoma con la pluma en la mano).¿Comprado, di-ces? ¿Todo eso? ¿La pajarita apostadora ha estado fuera gastando nuevamente el dinero?
Nora. —Sí, pero, Torvald, este año podemos pasarnos un poco de la raya, pues es la primera Navidad que no tenemos que ahorrar.
Helmer. —Ah, pero sabes que no podemos malgastar.
Nora. —Sí, Torvald, sí podemos malgastar un poco, ¿no es cierto? Solamente un poquito, pues reci-birás un gran sueldo y ganarás mucho mucho dinero.
Helmer. —Sí, desde Año Nuevo: pero luego pasará todo un trimestre hasta que pueda cobrar el sueldo.
Nora. —No importa; mientras tanto podemos pedir prestado.
Helmer. —¡Nora! (Va hacia ella y, bromeando, la tira de la oreja).¿Tu ligereza anda desbordada de nuevo? Imagínate que yo pidiera prestadas mil coronas hoy, y tú las malgastaras en la semana de Navidad y, luego, en la Noche Vieja, me cayera una teja en la cabeza y quedara acostado allí.
Nora. —(Pone la mano sobre la boca de él).Ay, deja: no digas esas cosas.
Helmer. —Bueno. Imagínate que sucediera algo parecido. Entonces, ¿qué?
PRIMER ACTO19
Nora. —Si llegara a pasar algo tan terrible, daría lo mismo que tuviéramos deuda o no.
Helmer. —Pero ¿qué pasaría con la gente a quien hubiera pedido prestado dinero?
Nora. —¿Ellos? ¡Quién se preocupa por ellos! Son unos desconocidos.
Helmer. —¡Nora, Nora, eres una auténtica mujer! Pero, en serio, sabes lo que pienso al respecto. ¡Nin-guna deuda! ¡Nunca pediremos dinero prestado! Eso trae dependencia y por lo mismo también algo desagradable sobre el hogar fundado sobre el préstamo y la deuda. Mira, nosotros dos nos hemos sostenido con suficiente entereza hasta hoy, y también lo haremos