De escritoras a escritoras - Alejandra Vela Hidalgo - E-Book

De escritoras a escritoras E-Book

Alejandra Vela Hidalgo

0,0

Beschreibung

La crítica literaria cumple un rol fundamental en procesos de formación del canon literario. En este sentido, esta compilación de artículos académicos escritos por mujeres sobre escritoras ecuatorianas busca hacer camino: dejar rastro de la presencia y existencia de estas autoras, tanto de las que escriben como de las que son objeto de escritura. Es el gesto indispensable de regresar a ver, de cuestionar las exclusiones del pasado y del presente, y, sobre todo, de proponer nuevas miradas y actores. Es un gesto crítico que no quiere definir nuevos cánones –eso sería caer en las mismas prácticas–, sino flexibilizarlos, abrir el concepto de literatura para volverlo más democrático.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern

Seitenzahl: 276

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Presentación

El nombre de la mujer de Lot: volver la mirada Narcisa, como metáfora de la literatura ecuatoriana: narradoras de los siglos XX y XXI

Literatura masculina o canon literario: el caso ecuatoriano

Escrituras del cuerpo Economía espiritual y religión experimental en Secretos entre el alma y Dios de Catalina de Jesús Herrera

Libro hémbrico de Andrea Crespo Granda: texto intervenido, cuerpo intervenido

Monstruosidad, horror y violencia en Mandíbula de Mónica Ojeda

Reconstrucción del pasado para identidades presentes El conde de las cigarras: deshabitar la caída y construir un nuevo reino

Poesía manabita del siglo XX: Teresa Macías de Hernández

Puestas en escena Paisajes de agua, estudio de la tradición oral ecuatoriana y su aproximación al concepto de paisaje cultural

Mirada y escritura del recuerdo en Siberia de Daniela Alcívar

Presentación

Pero la mujer de Lot, que iba tras él, miró hacia atrás

y se convirtió en una columna de sal

Génesis 19:26

La mujer de Lot, que no tenía nombre en la Biblia, volvió la mirada cuando escapaban de Sodoma que era destrozada por sus pecados. La mujer de Lot desobedeció a Dios, quien les había dado la oportunidad de escapar con la condición de que no regresaran a ver, quizás por piedad con los que morían en las llamas, quizás por mera curiosidad. Dice el Génesis que solo quedó de ella una estatua de sal. En este su último gesto, el de regresar la mirada, ¿alcanzaría a vislumbrar su nombre antes de sentir su piel hecha mineral? Con este conjunto de textos críticos sobre literatura escrita por mujeres, volvemos la mirada con desobediencia porque cuestionamos las narrativas oficiales de la historia de la literatura y también con curiosidad porque descubrimos y construimos identidad como escritoras: encontramos los nombres perdidos para dejar de ser las mujeres de Lot o de cualquier otro y nos reafirmamos como escritoras de nuestra propia trayectoria. Aún no nos hemos convertido en sal.

En la primera sección El nombre de la mujer de Lot: volver la mirada, encontrarán dos artículos de carácter introductorio y general, en los que participamos las coordinadoras de este volumen. El primero, titulado “Narcisa, como metáfora de la literatura ecuatoriana: narradoras de los siglos XX y XXI” de Karina Ortiz y Lis Torres, hace una revisión histórica y un catálogo de escritoras imprescindibles de nuestro país desde inicios del siglo pasado. Plantea que Narcisa debe regresar a verse, contemplarse y enamorarse de ella misma, pues antes no le fue permitido. Aunque toda lista es incompleta, este texto expone las características de las obras de una buena cantidad de narradoras de diferentes tipos. El segundo artículo, “Literatura masculina o canon literario: el caso ecuatoriano” de Alejandra Vela Hidalgo, también es una revisión histórica, pero sobre los procesos de la formación del canon literario en nuestro país. Se argumenta que los textos escritos por hombres blanco-mestizos se han presentado tradicionalmente como “la” literatura ecuatoriana y que esto lo debemos deconstruir para que textos producidos por otros actores sean parte de nuestra literatura.

En la segunda sección, Escrituras del cuerpo, encontrarán artículos críticos de obras pasadas y contemporáneas que, desde las miradas críticas de las autoras, se develan como escritos que hablan de lo corpóreo, de una escritura que se torna cuerpo. El primer artículo, “Economía espiritual y religión experimental en Secretos entre el alma y Dios de Catalina de Jesús Herrera” de Estefanía Flores Ortiz, propone que la economía del cuerpo como medio de salvación religiosa le permitía, en el siglo XVIII, a Catalina de Jesús Herrera, participar de la economía de la sociedad y de los métodos científicos, ámbitos de los cuales, de otra manera, sería excluida. Flores Ortiz argumenta que la religiosa cuestiona el sufrimiento corporal como manera para ganar el cielo, postulado que fomentaba la iglesia. Tenemos después el artículo “Libro hémbrico de Andrea Crespo Granda: texto intervenido, cuerpo intervenido” de María Auxiliadora Balladares, quien plantea una visión original sobre el texto poético de Crespo Granda como trabajo en progreso, poesía en constante cambio. La autora hace una analogía con el cuerpo cambiante de la voz poética: así como el cuerpo cambia –y más el femenino–, la poesía cambia en constante metamorfosis. El tercer artículo de esta sección es “Monstruosidad, horror y violencia en Mandíbula de Mónica Ojeda” de Sandra Carbajal García, quien propone que las relaciones entre los personajes femeninos en la novela se construyen en el miedo, en el horror hacia lo monstruoso, pues este aspecto cuestiona las normas sociales que el grupo de chicas desafía.

La sección Reconstrucción del pasado para identidades presentes está compuesta de dos artículos que hablan sobre volver a nuestras raíces, explorarlas, rescatarlas, construirlas para modificar y apropiarse de nuestras identidades en el presente. En “El conde de las cigarras: deshabitar la caída y construir un nuevo reino”de María Belén Melena, se presenta un estudio sobre la novela Nuestra piel muerta de Natalia García Freire, en el que se argumenta que el personaje regresa a la casa de su infancia –tomada por unos seres extraños– para construir un reino, un nuevo reino sobre un pasado extraño y en ruinas, un padre lejano. La novela, desde la perspectiva de Melena, habla sobre la construcción de la identidad sobre lo que queda de un pasado hostil. El segundo artículo de esta sección es “Poesía manabita del siglo XX: Teresa Macías de Hernández” de Ana Teresa Rivera Solórzano y Mirtha Manzano Díaz. Este texto es el resultado de una investigación que indaga en las raíces literarias manabitas para rescatar del olvido escritores que fundaron las bases de la cultura y la identidad presentes en la provincia. En este caso, abordan la vida y la obra olvidadas a nivel nacional de la poeta Teresa Macías de Hernández; plantean algunas guías sobre el significado de su obra.

En la última sección, Puesta en escena, hemos agrupado dos artículos que hablan del montaje teatral y cinematográfico. El artículo “Paisajes de agua, estudio de la tradición oral femenina ecuatoriana y su aproximación al concepto de paisaje cultural” de Mariluz Paredes Barragán y Soledad Basante Herrera, propone ver a esta obra de teatro como un montaje asociado a lo femenino, en cuanto se asemeja al agua que se escurre, que, a su vez, metaforiza la fluidez de las tradiciones orales y los sonidos. Finalmente, para terminar la compilación con un excelente análisis, en esta sección incluimos el artículo “Mirada y escritura del recuerdo en Siberia de Daniela Alcívar” de Verónica Jarrín, que postula que la novela utiliza elementos del lenguaje cinematográfico en la creación de los escenarios y las escenas para representar recuerdos, espacios, sentires.

En una época en la que las humanidades luchan por mantener los pocos espacios que ya existían, que se cierran ante nuestros ojos como agujeros que reflejan tiempos idos, en una época en la que los que escribimos tratamos de atrapar la cultura que se escurre por los dedos, los invitamos a explorar esta compilación de artículos de excelente calidad académica sobre escritoras ecuatorianas; les invitamos a volver la mirada a Sodoma para descubrir los nombres de la literatura ecuatoriana, en un acto de desobediencia hacia el dios de las tendencias del mercado; los invitamos a mirarse en el espejo como la figura de Narcisa, como mencionan Ortiz y Torres, para enamorarnos de nosotros mismos en la literatura ecuatoriana de escritoras. Es una invitación a seguir luchando por abrir espacios a través de la lectura para evidenciar que las mujeres hemos escrito siempre y que estamos, a pesar de todo, aquí.

El nombre de la mujer de Lot: volver la mirada Narcisa, como metáfora de la literatura ecuatoriana: narradoras de los siglos XX y XXI

Karina Ortiz

Pontificia Universidad Católica del Ecuador

Lis Torres

Western Michigan University

Un país es su literatura, incluyendo la oralidad, y a ese género de ficción llamado historia (Cioran, 1983). Y mucho de lo que le acontece a un país estará reflejado, bien o mal, en su literatura. Es su espejo. La literatura es speculum, en todas sus acepciones. Desde la literatura prehispánica hasta nuestros días, Ecuador, a tropiezos, como todos los países latinoamericanos, ha tenido su literatura y sus escritores y escritoras con altos y bajos en cuanto a la edición y promoción, resistiendo, insistiendo y, sobre todo, sintiendo, con el corazón puesto en el país, así se esté fuera de él. En el caso específico de las escritoras, desde las mujeres anónimas indígenas con su poesía colectivista, pasando por la poesía religiosa de Teresa de Jesús Cepeda y Fuentes, en la colonia y el trabajo periodístico de Zoila Ugarte de Landívar, pionera de la prensa y el feminismo ecuatoriano, hasta las más jóvenes de nuestros días, la realidad está ahí, en sus textos, poemas, crónicas, en la dramaturgia, en la novelística, en la oralidad.

Algunos sectores de la sociedad siempre han sido los más desfavorecidos: los pobres, los indígenas, los negros, las mujeres, y más las mujeres pobres, indígenas, negras, esclavas o libres. La literatura pespuntea esa problemática pasada y presente, y tiende un puente donde se muestra el dolor de un país. Hay que partir desde la idea de que Ecuador no era el Ecuador porque los territorios no estaban definidos por países como hoy, hasta llegar a la angustia y la impotencia de la poeta Dolores Veintimilla al ver el fusilamiento de un indígena, padre de cinco. Veintimilla va a responder contra la pena de muerte, pero la sociedad la arrincona hasta que la poeta no tiene otro recurso que el suicidio.

Desde estas historias, llegamos a Narcisa. María Fernanda Ampuero cuenta que cuando sus padres se casaron les dieron, como regalo, una niña llamada Narcisa que llegaba apenas a los once años (Ailouti, 2019). Era “como la chica del servicio”; Ampuero empieza a escribir gracias a lo que Narcisa le contaba. Narcisa es la gran paradoja de la literatura actual ecuatoriana. No se ahogó mirándose en una fuente. Quizá no tendría ni un espejo en el cuartucho donde la habían relegado. Quizá no sabría ni leer. Pero hoy revive y se mira sin ahogarse en esa fuente que es la literatura donde Ampuero la ha inmortalizado. ¿Qué nos quiere decir hoy esta niña invisibilizada a los ecuatorianos?

La literatura escrita por mujeres en el Ecuador ha experimentado un repunte en el ámbito literario nacional e internacional. Las novísimas escritoras publican sus obras literarias con regularidad y se han consolidado en el imaginario cultural del país. Sin embargo, esta prolífica presencia en las letras ecuatorianas no ha sido la tónica histórica del trabajo de las escritoras, quienes por largo tiempo fueron relegadas de los círculos literarios tradicionalmente dominados por figuras masculinas. La publicación esporádica de sus obras representó una lucha por ejercer con libertad el arte de la escritura y a la vez trasmitir en sus páginas, de forma intencional o no, una agenda feminista. El estudio de la literatura escrita por mujeres también ha sido escaso en sus inicios, aunque cada vez más crece el número de investigaciones que se dedican a analizar y describir las formas de esta creación literaria.

En el estudio introductorio a su obra Antología de Narradoras Ecuatorianas (1997), Miguel Donoso Pareja da a conocer un panorama exclusivo de la narrativa femenina ecuatoriana, aunque acota que la literatura producida por mujeres en su etapa inicial “es modesta en calidad y cantidad” (p. 17). En un recuento se menciona que “lo que primero que podemos observar es que en los primeros 70 años registramos solo 10 autoras de cuentos, siete de estas con libros publicados” (p. 29). El autor cita las obras En la paz del campo de Blanca Martínez Tinajero, publicada en 1940; y el cuento “La procesión de las ánimas”, en 1917, de Elisa Ayala González, como dos de los primeros textos producidos por escritoras ecuatorianas. La narrativa ecuatoriana no ha tenido un desarrollo cuantitativo a la par de otras capitales latinoamericanas, debido al escaso número de editoriales; público poco interesado en la lectura; y, en el caso particular de la mujer, las desventajas impuestas por una sociedad patriarcal. A pesar de este escenario adverso, Donoso Pareja destaca que “las mujeres entran tardíamente a la literatura nacional, pero su presencia tiene un desarrollo acelerado” (p.19). Este enunciado se hará evidente durante las décadas de los ochenta y noventa y, con mayor fuerza, en el siglo XXI.

En las cuatro últimas décadas del siglo XX se publican obras de escritoras ecuatorianas como la novela Anoventa millas solamente de Eugenia Viteri que aparece en el año 1969, y en 1973 Alicia Yáñez Cossío presenta su obra Bruna, soroche y los tíos. Las dos novelas crean una gran expectativa en la crítica que espera más obras de autoras ecuatorianas. Vera (2011) enfatiza que “[s]in embargo, no se puede afirmar que las obras narrativas de autoría femenina hayan abundado desde entonces en el panorama de la literatura ecuatoriana” (p. 270). De acuerdo con el estudio de Vera, en la década de los setenta no hay mayor producción literaria de escritoras en Ecuador. Para la década de los ochenta, y gracias a la organización de talleres literarios, se produce un auge en la obra de autoría femenina. La mayor parte de las escritoras que nacen de los talleres literarios escriben cuentos donde la temática es variada. Al respecto, Ortega (2011b) señala que en la narrativa corta podemos encontrar cinco líneas temáticas que se desarrollan tanto entre los escritores masculinos como femeninos: “las narrativas de representación urbanas; los imaginarios masculinos del amor y el erotismo; la relación con los mundos marginales; lo fantástico y la ciencia ficción; y los imaginarios femeninos” (p. 180).

Siguiendo la línea temática de la representación urbana, Ortega indica que escritoras, como Fabiola Solís de King con “Todo un acontecimiento” y María Eugenia Paz y Miño con “Paso nocturno” (1992), exponen dos aristas de la vida urbana en una ciudad que cambian su panorama histórico. Solís narra la vida de una inmigrante indígena que descubre las miserias de la ciudad; por otra parte, Paz y Miño describe en su obra una ciudad de leyendas y peligros, que nutren la dimensión lúdica y fantasiosa del habitar (pp. 184-185). En la temática de la marginalidad, las narradoras exponen la complejidad de los sujetos que rompen las convenciones sociales ya sea por su condición social, sexual, étnica, cultural o de género. Los imaginarios femeninos abordan el tema de las concepciones del cuerpo de la mujer y su lugar en el ámbito social y cultural. Las narradoras plasman en sus obras la forma en la que se percibe el cuerpo femenino y la feminidad dentro de la sociedad y la manera en que la mujer internaliza sus experiencias para luego manifestarse a través de su cuerpo. Durante esta época, autoras como Lupe Rumazo, Gilda Holst, Liliana Miraglia, Aminta Buenaño, Sonia Manzano, María Gabriela Alemán, Elsy Santillán, entre otras, han creado en sus cuentos personajes o historias en los que la identidad femenina demuestra su presencia en la sociedad.

Para Ortega (2011a), la novela ecuatoriana de las últimas décadas ha construido su narrativa dentro del subgénero de la novela histórica (p. 165). Las escritoras no han quedado al margen de esta tendencia en sus obras. Raquel Verdesoto de Romo, en su novela Manuela Sáenz: biografía novelada, retrata la vida de la compañera del libertador Simón Bolívar. Ortega encuentra interesante que en esta novela el contexto histórico que circunda al personaje se convierte en el centro de la narración:

esta biografía novelada tiene el mérito no solamente de recuperar la figura de Manuela en su dimensión heroica –sus acciones y pensamientos así como un relato no idealizado de su carácter y pasiones–, sino de construir la atmósfera y el escenario de una época tan conflictiva como fue el periodo de la Independencia y de los primeros años de la vida republicana. (p. 167)

Enfocada en el tema de la “negritud” Luz Argentina Chiriboga escribe su novela Jonatás y Manuela, publicada en 1994; la historia sucede durante la época de la colonia hasta el 24 de mayo del año 1822. A través de los abuelos de Jonatás, la historia se narra en torno a la situación del pueblo afroecuatoriano. Alicia Yáñez Cossío produce dos novelas en las que recrea la vida de personajes históricos: Aprendiendo a morir (1997) cuenta la historia de santa Mariana de Jesús “desde una cuidadosa y poética recreación de la atmosfera cultural del Quito del siglo XVII” (Ortega, p. 172); y Y amarle pude… (2000), cuyo título proviene de la obra más conocida de la poeta romántica ecuatoriana Dolores Veintimilla de Galindo, da cuenta de la vida de esta poeta.

Los estudiosos de la literatura femenina ecuatoriana hasta aquí citados coinciden en que las obras de las escritoras han sido poco estudiadas, debido al poco interés que la crítica ha tenido sobre sus escritos. Por otra parte, Donoso Pareja (1997) apunta que por mucho tiempo se consideró estas creaciones como literatura “light o pulp” (p. 13). Esta realidad de las escritoras no es única en el caso de Ecuador, sino que es una situación compartida por las narradoras latinoamericanas. Sin embargo, el repunte de la escritura femenina en todo el continente ha demostrado que hay originalidad en las técnicas y temáticas.

La primera década del siglo XXI afianza el impulso de varias editoriales, especialmente independientes, nacionales y extranjeras que promueven la publicación de obras escritas por ecuatorianas, lo que ha permitido visibilizar la literatura ecuatoriana a nivel nacional e internacional. Esta generación de escritoras también se destaca por la recepción crítica positiva de sus obras, que las considera de alta calidad y creatividad. Para muchos, esta etapa constituye un “boom” editorial similar al sucedido en la década de los noventa con las escritoras latinoamericanas que dieron a conocer sus obras a nivel internacional. Entre las novísimas se encuentran nombres como Mónica Ojeda, María Fernanda Ampuero, Solange Rodríguez Pappe, Daniela Alcívar Bellolio, Gabriela Ponce y Sabrina Duque, entre otros nombres.

En 2018, el libro de cuentos Pelea de Gallos (2018) de María Fernanda Ampuero y la novela Mandíbula (2018) de Mónica Ojeada fueron incluidos en las listas de los diarios El País y New York Times, respectivamente, como obras destacadas en la literatura en español. Al igual que Alemán, en 2007, Ojeda formó parte de la prestigiosa lista Bogota39-2017 del Hay festival, una selección que destaca a los 39 mejores escritores menores de 40 años de América Latina. Editoriales como Candaya le han apostado a las escritoras ecuatorianas y publican títulos como La primera vez que vi un fantasma (2018) de Solange Rodríguez Pappe y la novela Siberia (2018) de Daniela Alcívar Bellolio. En general, la ficción que caracteriza a esta generación se destaca por su originalidad, irreverencia y el desenfado para narrar el horror, la violencia y la desacralización de la familia.

Una rápida panorámica nos permitirá acercarnos a algunos nombres de escritoras ecuatorianas fundamentales en los siglos XX y XXI. Aquí proponemos nuestro escrutinio en un orden cronológico-temático, aunque sabemos que, como toda lista, será incompleta.

Empezaremos con Elisa Ayala González, “quien publicó varios relatos en periódicos y en ellos se destaca la superación de los cuadros de costumbres imperantes en la época” (Alemany Bay, 2003, p. 37). Escritora y pintora, nació en Guayaquil, en 1879 y murió en 1956. A los quince años le publican su primer relato, “La maldición”, en la revista América de Nueva York (Handelsman, 1975, p. 147). Tradujo su propia obra al inglés y francés. A pesar de ello, esta escritora y su obra quedaron por décadas fuera de antologías e historias de la literatura; no obstante, Ofir Carvajal en 1949 escribe un ensayo sobre ella en su Galería del espíritu. Mujeres de mi patria1, en el que afirma que Ayala González

supo escuchar esta nativa voz de su pueblo y entregarla al mundo en bellos cuentos. El ingenio de esta mujer tomó un cauce tan interesante y novedoso que le llevó derecho al triunfo. Buceó en el alma y la tradición popular, extremadamente rica en el litoral, en el ambiente montuvio supersticioso y encontró motivos permanentes para su fantasía y entregó un aporte magnífico a la literatura del Ecuador y del continente. (párr. 2)

Blanca Martínez Mera de Tinajero nació en Ambato en 1897 y murió en 1976. Fue escritora y docente. En 1940 fue publicada su novela En la paz del campo, no sin antes haber suscitado la crítica y la censura por parte del comité de publicación al considerar que uno de los personajes era ofensivo para la sociedad conservadora ambateña (Handelsman, 1975, p. 106-107). Publicó otras dos novelas: Purificación (1942) y Luz en la noche (1950). Cobo Barona citado por Miranda Torres (2018) sintetiza cada una de las novelas de esta autora desde la perspectiva de los conflictos que plantean: en En la paz del campo, el conflicto espeluzna y sangra abrazos sin memoria y riesgos sin lágrimas; mientras que en Luz en la noche se presenta una sombra que se ríe del dolor y trata de instalarse en el triunfo de la desgracia sin pedir perdones innecesarios; en tanto que en Purificación el conflicto es la cuerda floja en medio del miedo y de la culpa (p. 308). Estas tres novelas, con numerosas descripciones poéticas de la gente y el campo de Ambato, historias tradicionales de amor y con narración omnisciente, representaron un comienzo para los futuros novelistas ecuatorianos (Handelsman, 1975, p. 110).

Raquel Verdesoto nació en Ambato en 1910 y murió en Quito en 1999. Maestra y luchadora social, perteneció a la Alianza Femenina Ecuatoriana, formada en 1938, la cual, junto a grupos de indígenas, estudiantes y pueblo llano, participó en el derrocamiento del gobierno de Arroyo del Río (Goetschel, 2007). En “literatura ganó su fama al publicar tres tomos de poesía (dejando otros inéditos), pero también sobresalió en historiografía y pedagogía”. Desde el punto de vista literario, destaca su Manuela Sáenz: biografía novelada de 1963, de “valor histórico, literario e ideológico a pesar de la poca atención que ha recibido de la crítica” (Ward, 2018, p. 6). Esta obra “por su interés en Manuela Sáenz, [se] tiene que entender como femenina y criollista, pero que igualmente tiene elementos que catalogamos como negristas” (p.4). Verdesoto enfoca su “biografía novelada” desde tres planos: “en Simón Bolívar (la perspectiva tradicional) y luego en Manuela Sáenz (la perspectiva femenina), … también da vistazos a Jonatás, la esclava de Manuela (hacia una perspectiva negra) … aunque con un negrismo estereotipado que revela resabios coloniales-esclavistas” (p. 4).

Alicia Yánez Cossío nació en Quito en 1928. Narradora, poeta y periodista, forma parte del meritorio grupo de escritoras “reconocidas por la crítica literaria nacional e internacional”, las cuales sobrepasaron las dificultades y los prejuicios sociales con los que se pretendía relegarlas al ámbito doméstico y estigmatizar su actividad literaria (Cortez Carrión, 2014, p. 12). Autora de producción narrativa prolífica, tiene en su haber las novelas: Bruna, soroche y los tíos (1973), Yo vendo unos ojosnegros (1979), Más allá de las islas (1980), La cofradía delmullo del vestido de la Virgen pipona (1985), La casa del sano placer (1989), El cristo feo (1996), Aprendiendo a morir (1997), Yamarle pude... (2000) –novela biográfica sobre la poeta Dolores de Veintimilla–, Sé que vienen a matarme (2001), Concierto de sombras (2004), entre otras; junto a libros de relatos: El besoy otras fricciones (1974), Retratos cubanos (1998), El viajede la abuela (1999), Los triquitraques (2002), estos dos últimos de literatura infantil.

Cortez Carrión (2014), siguiendo para su análisis los lineamientos del crítico Serrano Sánchez en su Historia de las literaturas del Ecuador, propone considerar la obra de Yánez Cossío en dos etapas: un primer momento, en el que la autora desarrolla y nos muestra la complejidad de ser “mujer en los diversos niveles sociales, el amor”, los prejuicios y mitos colectivos, de los que se valen las instituciones del poder, tanto eclesiástico como estatal. Y un segundo momento, en cuya producción literaria se nos revela una autora abocada a descubrir hechos y personajes históricos que son nuestro fundamento como pueblo y nación (p. 15). “Yánez Cossío transita los linderos entre lo histórico y lo mítico, combinando ambas vertientes con consumada habilidad” (Barrera-Agarwal, 2020, p. 30).

Eugenia Viteri nació en Guayaquil en 1928. Publica su primer libro de relatos El anillo y otros cuentos en 1955, en cuya solapa, un condescendiente Benjamín Carrión lo presenta como una obra que hacía falta para completar “el relato ecuatoriano de realismo popular” al ser escrito por una mujer (Barrera-Agarwal, 2020, p. 30). Esta misma mujer será la primera en publicar una novela, A noventa millas solamente (1969), en la que se “incorpora, aunque de manera incidental, la figura de la mujer homosexual, [aún cuando] esta es impugnada, tal como sucedía en el contexto social y político de la década de los 60” (Carbajal García, 2020a, p. 102). Sus otras obras narrativas son la novela Las alcobas negras, publicada en 1983 y los libros de relatos: Doce cuentos (1962), Los zapatos y los sueños (1977) y Cuentos escogidos (1983) (Alemany Bay, 2003, p. 38).

Lupe Rumazo nació en Quito en 1933 y reside en Venezuela. Es escritora y crítica literaria. “A pesar de contar con una vasta obra ensayística y novelística que ha sido celebrada por autores de la talla de Leopoldo Zea, Juana de Ibarbourou o César Dávila Andrade, aún es poco conocida en el medio local” (Rivera Yánez, 2020, p. 11). En 1978 publica Carta larga sin final, “obra singular en la que confluyen novela y elegía, epístola y diario, y en la que se cuenta una historia espiritual en la que vida y muerte interactúan continuamente en un discurso de gran calibre intelectual” (Alemany Bay, 2003, p. 38). Algunas de sus publicaciones son el libro de relatos Sílabas de la tierra (1964), la novela Peste blanca, peste negra (1988) y los tomos de ensayos En el lagar (1962), Rol beligerante (1974), Vivir en el exilio, tallar en nubes (1992), Los marcapasos (2011), entre otros. Para Rivera Yánez,

Rumazo juega con los géneros literarios y con las tradiciones que le preceden: transita por diferentes voces narrativas, mezcla la ficción con el ensayo y la autobiografía, manifiesta una firme postura frente a la historia cultural de América Latina, utiliza la filosofía como paratexto de sus obras ficcionales y ensayísticas, y profundiza en la escritura del yo como un medio para entablar diálogos colectivos. Rumazo asume un compromiso ético con la escritura, y la escritura es su vida. (2020, p. 54)

Barrera-Agarwal, por su parte, afirma que “ningún autor ecuatoriano a ella contemporáneo posee oficio o versatilidad similar, sólidamente establecidos en libros que transitan con idéntica aptitud de la narrativa, al ensayo y a la crítica” (2020, p. 29).

Luz Argentina Chiriboga nació en Esmeraldas en 1940. En sus obras explora una variedad de temas que nos muestran su preocupación por la situación política y económica de la población negra ecuatoriana, por la mujer negra estereotipada en la mentalidad masculina y por las leyes machistas que perpetúan su sometimiento al permitir la violencia contra la mujer (Richards, 2000, p. 258). Según Carbajal García (2020b) esta escritora, que se identifica a sí misma como negra y portavoz de lo afro en la literatura del Ecuador, “ha hecho de la palabra su experiencia vital. La literatura le ha permitido comprender los conflictos sociales y la ha autorizado a expresar la magia y la belleza del universo heredado de su raíz africana” (p. 108). Es innegable que “desafiar el problema de la dominación y la violencia constituye, en el marco político del feminismo, la acción que emprende la autora para contribuir a la implementación de una cultura de igualdad en Ecuador y en el mundo” (Carbajal García, 2020b, p. 109).

En novelas como Bajo la piel de los tambores (1991) o Jonatás y Manuela (1994), Chiriboga invita al lector a reevaluar las raíces blanco-mestizas como las que definen el constructo de nación del Ecuador (Handelsman, 2001, pp. 101-102); somos un país andino, sí, pero también –al igual que Colombia, Perú o Venezuela– “el litoral como parte integral del entorno nacional … obliga a considerar la presencia vital de lo afro en la composición nacional” (p. 102).

Sonia Manzano nació en Guayaquil en 1947. Poeta, narradora y pianista ecuatoriana, se considera a sí misma una poeta en respuesta a su visión universal del ser humano, pero también se vale de otros géneros literarios que nos permiten disfrutar de su capacidad anecdótica y de su discurso marcado por el realismo, el humor y la sensualidad (Martinho, 2000, pp. 290-291). Se declara en negociación constante de autoridad entre la autora, sus narradores y sus personajes a la hora de desarrollar el erotismo, vertiente de su obra en la que se fuerza a tener cierta contención (p. 292). En su cuento “George” (1999), así como en sus novelas Y no abras la ventana, todavía (1993) y Eses fatales (2005), Manzano “confronta el tema de la homosexualidad femenina”; en Eses fatales, la primera novela lesbiana en Ecuador escrita por una mujer, se marca un inicio, un quiebre y un desarrollo teórico con miras a la reconceptualización de las bases sobre las que la sociedad organiza las relaciones entre los sexos, sin dejar de lado la conjunción con los roles de género en tanto constructos culturales (Carbajal García, 2019, p. 80; 2020a, p. 98). “De todos modos, en este panorama lo que le interesa principalmente es la mujer, a la que retrata en su papel de escritora, partícipe de la actividad literaria general” (Martinho, 2000, p. 289).

Liliana Miraglia nació en Guayaquil en 1952. Es escritora, profesora de literatura y fotógrafa. Fue parte del Taller de Creación del Banco Central de Guayaquil, en la década del ochenta, que coordinaba Miguel Donoso Pareja. Ha publicado tres libros de relatos: El lugar de las palabras (1986), La vida que parece (1989) y Un close-up prolongado (1996). Sus cuentos han sido incluidos en numerosas antologías y revistas publicadas en Ecuador y en el extranjero (Miraglia, 2007, [nota biográfica, p. 152]).

En palabras de Castillo Durante (2000), al comentar los relatos de La vida que parece, personajes y objetos son descritos por Miraglia con la precisión y agudeza del entomólogo a través de su lupa. Al mismo tiempo, muchos de los cuentos se presentan con la brevedad propia de una instantánea fotográfica, espontánea y ágil, lo cual se explica, tal vez, por la pasión de Miraglia hacia la fotografía. De cualquier manera, la prosa de esta autora revela una intensa imaginación en un universo de temas y angustias que enriquecen el espectro de la realidad ecuatoriana del lector (p. 495).

Gilda Holst nació en Guayaquil en 1952. Escritora y crítica literaria, es “una de las exponentes destacadas de la literatura ecuatoriana de finales del siglo XX, podemos constatar que su aporte a la narrativa promovió una mirada más profunda de la subjetividad femenina al tratar aspectos como la complejidad de la voz intimista y la conciencia del cuerpo en varias de sus obras (Tirado Hartmann, 2020, p. 116). Su obra, para Tirado Hartmann (2020, p. 116), se compone de un mundo que semánticamente busca salir del ámbito simbólico: lo íntimo de los personajes femeninos está en relación con lo detestable, que al mismo tiempo lleva al lector a un sinnúmero de interpretaciones

La literatura de Holst suma una producción narrativa que evidencia la factura creadora de escritoras ecuatorianas comprometidas con la experimentación de nuevos senderos formales. Esta experimentación es el lugar por donde circulan fluidos simbólicos que oxigenan un espacio literario varado en las densas aguas de la discursividad masculina. (pp. 116-117)

Lily Pilataxi de Arenas nació en Guayaquil en 1930. Ha trabajado en educación, en periodismo y en diplomacia; ha dedicado toda su vida a la literatura y la educación. Su obra está dirigida y cerca de la infancia ecuatoriana. También ha hecho mucho a favor de los derechos de la mujer (Escobar Terán, 2015, p. XII).

Ha publicado textos en el campo de la educación y la jurisprudencia. Ha escrito “poemas pedagógicos” inspirados en sus anécdotas como educadora. La divulgación de estos poemas empezó a materializarse en 2008 con Poema pedagógico Nº 4, al que le siguió el Poema pedagógico Nº 1 (2012) y Poema pedagógico Nº 2 y 3 (2013). Pilataxi de Arenas ha publicado también narrativa dirigida al público infantil y juvenil, a saber, la novela Las aventuras (2005) y los cuentos La campanita de cristal (2002), El llanto del delfín (2006), Doña Cucaracha y la bolita de nieve (2010) y Quisieron ser libres (2014).

Leonor Bravo nació en Quito en 1953; es artista y pedagoga. Su carrera está dedicada a la literatura infantil y juvenil. Tiene 54 libros publicados, de los cuales 44 son novelas y cuentos. A más de ser escritora, es gestora cultural que trabaja ampliamente para promover la lectura y la escritura entre niños y jóvenes. Junto con otras autoras, funda GIRÁNDULA Asociación Ecuatoriana del Libro Infantil y Juvenil que apoya de forma integral la literatura para niños y jóvenes. Espín Caicedo (2015) indica que la narrativa de Bravo “ha constituido un pilar fundamental en la motivación a la lectura en niños y niñas, la lectura de sus obras literarias han [sic] llamado la atención de varias generaciones” (p. 17). Sus cuentos y novelas se caracterizan por la fantasía, el misterio y la representación de Ecuador y su diversidad.

Juana Neira nace en Cuenca en 1963. Escritora de literatura infantil y juvenil, se vale de la voz de los personajes de sus relatos para expresar la conjunción de su propia voz creadora. De este modo, Neira determina lo que quiere contar, por qué lo quiere contar, cómo lo quiere contar y a través de qué personaje-narrador quiere hacerlo. Con gran habilidad Neira logra atrapar la atención de sus lectores de principio a fin. Para esto, se vale del uso de elementos de la cotidianidad vinculada a sus lectores, así como el empleo de un lenguaje claro, accesible para su público lector, con un estilo ágil y dinámico (Coloma-Gaibor, 2016, p. 39).

Sus tópicos suelen ser de aspecto positivo, como el amor, la solidaridad, la felicidad en familia o de rechazo y reclamo ante otros que disgustan, como el bullying, por ejemplo (Coloma-Gaibor, 2016, p. 40), enriquecidos por las influencias que en ella han dejado sus experiencias familiares y escolares en el entorno sociocultural de su región de origen. Neira mantiene en balance la realidad de la vida cotidiana y la realidad social crítica, a la vez que denuncia sin ambages la problemática social en torno a violencia (Coloma-Gaibor, 2016, p. 43).

Verónica Coello Game