Diarios de Adán y Eva - Mark Twain - E-Book

Diarios de Adán y Eva E-Book

Mark Twain

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Beschreibung

Publicado en 1906, "Diarios de Adán y Eva" es un texto breve que relata dos historias paralelas, pero desde puntos de vista distintos. Estas historias son, por supuesto, la vida de Adán desde que el Creador le envió a su compañera, y la vida de Eva desde que apareció en el Jardín del Edén.
Con su ingenio y encanto habituales, Mark Twain, uno de los más grandes escritores de nuestro tiempo, presenta la historia del Jardín del Edén a través de los diarios de Adán, padre legendario, y Eva, madre de la raza humana.
Twain rememora el mito del paraíso o jardín del Edén utilizando humor, sarcasmo, inteligencia incisiva y sutiles toques de patetismo para mostrarnos las ancestrales debilidades y modos de ser de la naturaleza humana.

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Mark Twain

Diarios de Adán y Eva

Tabla de contenidos

DIARIOS DE ADÁN Y EVA

I. Diario de Adán

II. Diario de Eva

III. Diario de Adán

IV. Diario de Eva

Notas

DIARIOS DE ADÁN Y EVA

I. Diario de Adán

(traducido del manuscrito original)

Traduje parte de este diario hará algunos años, y un amigo mío imprimió unos pocos ejemplares del mismo aún incompleto, pero que nunca llegaron al gran público. Desde entonces he descifrado algunos jeroglíficos más de Adán y creo que se ha vuelto ahora un personaje lo suficientemente importante como para justificarse su publicación.

Mark Twain

Lunes

Esta nueva criatura con el pelo largo anda todo el día por medio. La tengo siempre alrededor mío y siguiéndome. Lo cual no me gusta, pues no estoy acostumbrado a tener compañía. Preferiría que se quedara con el resto de animales... Hoy está nuboso, sopla viento del Este; creo que nos va a llover... ¿Nos? Pero, ¿de dónde ha salido esta palabra? Ah, ya me acuerdo: la utiliza la nueva criatura.

Martes

He estado examinando la gran cascada. Creo que es lo más bonito de esta propiedad. La nueva criatura la llama las cataratas del Niágara... Pero no sé muy bien por qué. Dice que la cascada se parece a las cataratas del Niágara. Esto no es una razón; es simple rebeldía y necedad. Yo no tengo oportunidad de ponerles nombre a las cosas. La nueva criatura bautiza todo cuanto se le presenta por delante, antes de que yo pueda siquiera protestar. Y siempre con la misma excusa: que si se parece a esto o aquello. Está el dodo [1], por ejemplo. Apenas verlo, dice que aquello «parece un dodo». No habrá más remedio que dejarle ese nombre. Me harta tener que preocuparme del asunto y, por otra parte, no sirve de nada.

¡Dodo! Ese animal se parece tanto al dodo como yo.

Miércoles

Me he construido un refugio para guarecerme de la lluvia, pero no he podido disfrutarlo en paz. La nueva criatura no para de importunar. Cuando traté de echarla, derramó agua por los orificios por los que mira y se la enjugó con el dorso de las patas, haciendo un ruido como el de otros animales cuando se hallan en peligro. Me gustaría que no abriera la boca, pues habla por los codos. Esto puede parecer una forma vulgar de expresarse, una difamación, pero no se trata de nada de eso. Hasta ahora nunca he oído la voz humana, y todo sonido nuevo y extraño que penetra en la solemne quietud de estas dormidas soledades hiere mis oídos y me suena como una nota falsa. Y este nuevo sonido se percibe tan cerca de mí..., junto a mi hombro, a mi oído, primero a un lado y luego al otro, cuando yo estaba acostumbrado hasta ahora a los sonidos más o menos lejanos.

Viernes

El poner nombres a las cosas sigue su curso inexorable pese a mis esfuerzos. Yo tenía un nombre muy adecuado para esta propiedad, un nombre musical y bonito: JARDÍN DEL EDÉN. En privado, sigo llamándolo así, pero no ya en público. La nueva criatura dice que esto está formado exclusivamente por bosques, rocas y paisajes y que, por consiguiente, no tiene la menor semejanza con un jardín. Por tanto, sin consultarme, lo ha rebautizado con el nombre de PARQUE DE LAS CATARATAS DEL NIÁGARA. Algo bastante arbitrario, por cierto, en mi opinión. Y ha puesto un letrero: NO PISAR EL CÉSPED. Mi vida no es tan feliz como solía.

La nueva criatura come demasiada fruta. Es probable que pronto nos empiece a faltar. De nuevo con el dichoso «nos». Es una palabra suya; pero ahora mía también, después de tanto oírla. Esta mañana hay mucha niebla. Yo no salgo cuando la hay. La nueva criatura, sí. Sale haga el tiempo que haga y anda con los pies todos embarrados. Y habla. ¡Qué agradable y tranquilo era esto, en otros tiempos...!

Domingo

He ido tirando. El día de hoy se está volviendo una pesadez. El pasado noviembre fue elegido día de descanso. Antes, tenía seis por semana. Esta mañana he sorprendido a la nueva criatura tratando de coger unas manzanas del árbol prohibido.

Lunes

La nueva criatura dice llamarse Eva. Está bien; no tengo nada que objetar al respecto. Dice que es para llamarla cuando yo quiera que venga. Le he hecho saber que, si es por eso, me parece innecesario. Esto, evidentemente, ha acrecentado su estima por mí; y, en realidad, es una palabra larga y acertada, y tendré que repetirla. No se refiere a una cosa, sino a ella. Lo cual es probablemente dudoso: pero me da igual. Poco importa lo que sea, con tal de que se las apañe ella sola y no abra el pico.

Martes

Eva ha llenado la propiedad entera de nombres detestables y de ofensivos letreros como los siguientes:

Hacia el Remolino

Hacia la Isla de la Cabra

Hacia la Gruta de los Vientos

Ella dice que el parque sería un impecable lugar de veraneo si existiera la costumbre... Un lugar de veraneo... Otra de sus invenciones. Simples palabras, carentes de sentido. ¿Qué es un lugar de veraneo? Pero será mejor no preguntárselo. ¡Muestra tal vehemencia a la hora de dar explicaciones!

Viernes

Se ha puesto a suplicarme que no fuera a las cataratas. ¿Qué tiene ello de malo para ella? Dice que le provoca estremecimientos. No sé por qué. Siempre he ido allí; siempre me ha gustado darme un chapuzón y lo fresca que está el agua.

Suponía yo que para esto están las cataratas. No veo para qué han de servir si no, ya que para algo fueron creadas. Ella dice que fueron creadas nada más que para servir de adorno al paisaje, igual que el rinoceronte y el mastodonte.

Sábado

Me escapé el martes pasado por la noche y estuve viajando durante dos días. Me construí otro refugio en un lugar apartado y, aunque borré lo mejor que pude mis huellas, ella dio con mi paradero y, mediante una bestia que ha domesticado y a la que da el nombre de «lobo», llegó haciendo de nuevo ese ruido lastimero y derramando esa agua por los orificios por los que mira. Me vi obligado a regresar con ella, pero emigraré dentro de no mucho, cuando tenga una oportunidad para hacerlo. Ella se ocupa de muchas tonterías; entre otras, trata de investigar por qué los animales llamados leones y tigres se alimentan de hierbas y flores, cuando, según ella, el tipo de dientes que tienen parece indicar que han nacido para devorarse unos a otros. Lo cual es una estupidez, pues hacerlo significaría matarse, cosa que provocaría lo que, al parecer, recibe el nombre de «muerte»; y la muerte, por lo que se me alcanza, no ha entrado todavía dentro del Jardín. Lo cual no deja de ser una lástima, en cierto sentido.

Domingo.

Voy tirando.

Lunes

Creo adivinar para qué sirve la semana; para permitirnos descansar de la pesadez del domingo. La idea no parece mala... Eva ha vuelto a trepar a ese árbol. Yo la obligué a bajar. Ella me dijo que nadie la estaba viendo. Parece que considera esto justificación suficiente para intentar cualquier cosa que entrañe un riesgo. Yo así se lo hice saber. La palabra «justificación» provocó su admiración... y también su envidia, creo. Es una buena palabra...

Martes

Me ha dicho que la hicieron con una costilla extraída de mi cuerpo. Cosa que, en el mejor de los casos, me parece dudosa. Yo no he echado a faltar ninguna de mis costillas...

Le preocupa mucho el zopilote; dice que la hierba no resulta adecuada para él, teme no poder criarlo y cree que el alimento natural de este ave es la carne podrida.

El zopilote tendrá que arreglárselas como pueda con lo que hay. No podemos ponerlo todo patas arriba por darle gusto al dichoso zopilote.

Sábado

Eva se cayó ayer dentro de la laguna mientras se estaba contemplando en ella, cosa que hace de continuo. Poco faltó para que se ahogara y dijo que había pasado un mal trago. Esto la llevó a compadecer a los seres que viven dentro de ella, a los que llama peces, porque Eva sigue endilgándoles nombres a cosas que no los necesitan para nada y que tampoco vienen cuando uno las llama con ellos, lo cual a ella le importa bien poco, pues, al fin y al cabo, es una zoqueta; pues bien, sacó del agua un montón de peces y los trajo anoche, poniéndolos sobre mi cama para que estuvieran calentitos, pero yo los he estado observando a ratos durante el día de hoy y no me ha parecido que estén más felices que antes, aunque sí más quietos. Cuando anochezca, los arrojaré fuera. No volveré a dormir con ellos, porque los encuentro húmedos y resulta desagradable estar acostado entre ellos cuando no se lleva puesto nada encima.