El Aristócrata Solterón - Arthur Conan Doyle - E-Book

El Aristócrata Solterón E-Book

Arthur Conan Doyle

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Beschreibung

En "El Aristócrata Solterón", de Arthur Conan Doyle, Sherlock Holmes recibe el encargo de resolver la misteriosa desaparición de una novia, Hatty Doran, justo después de su boda con Lord Robert St. Simon. A medida que Holmes va desentrañando el caso, resulta que el antiguo marido de Hatty, a quien ella creía muerto, está vivo, lo que la lleva a reunirse con él. Holmes resuelve magistralmente la situación con la brillantez que le caracteriza.

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Seitenzahl: 36

Veröffentlichungsjahr: 2024

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El Aristócrata Solterón

Arthur Conan Doyle

SINOPSIS

En “El Aristócrata Solterón”, de Arthur Conan Doyle, Sherlock Holmes recibe el encargo de resolver la misteriosa desaparición de una novia, Hatty Doran, justo después de su boda con Lord Robert St. Simon. A medida que Holmes va desentrañando el caso, resulta que el antiguo marido de Hatty, a quien ella creía muerto, está vivo, lo que la lleva a reunirse con él. Holmes resuelve magistralmente la situación con la brillantez que le caracteriza.

Palabras clave

Desaparición, misterio,Sherlock.

AVISO

Este texto es una obra de dominio público y refleja las normas, valores y perspectivas de su época. Algunos lectores pueden encontrar partes de este contenido ofensivas o perturbadoras, dada la evolución de las normas sociales y de nuestra comprensión colectiva de las cuestiones de igualdad, derechos humanos y respeto mutuo. Pedimos a los lectores que se acerquen a este material comprendiendo la época histórica en que fue escrito, reconociendo que puede contener lenguaje, ideas o descripciones incompatibles con las normas éticas y morales actuales.

Los nombres de lenguas extranjeras se conservarán en su forma original, sin traducción.

 

El Aristócrata Solterón

 

El matrimonio de Lord St. Simon, y su curiosa terminación, hace tiempo que han dejado de ser tema de interés en aquellos exaltados círculos en los que se mueve el desafortunado novio. Nuevos escándalos lo han eclipsado, y sus detalles más picantes han alejado a los cotillas de este drama de cuatro años. Sin embargo, como tengo razones para creer que los hechos completos nunca han sido revelados al público en general, y como mi amigo Sherlock Holmes tuvo una parte considerable en aclarar el asunto, creo que ninguna memoria sobre él estaría completa sin un pequeño esbozo de este notable episodio.

Pocas semanas antes de mi matrimonio, cuando aún compartía habitación con Holmes en Baker Street, él volvió a casa de un paseo vespertino y se encontró una carta esperándole sobre la mesa. Yo había permanecido en casa todo el día, porque el tiempo se había vuelto repentinamente lluvioso, con fuertes vientos otoñales, y la bala jezail que me había traído en uno de mis miembros como reliquia de mi campaña afgana palpitaba con sorda persistencia. Con el cuerpo en un sillón y las piernas en otro, me había rodeado de una nube de periódicos hasta que al fin, saturado de las noticias del día, los tiré todos a un lado y me quedé lánguido, observando el enorme escudo y el monograma del sobre sobre la mesa y preguntándome perezosamente quién podría ser el noble corresponsal de mi amigo.

—He aquí una epístola muy de moda —comenté cuando entró—. Tus cartas matutinas, si no recuerdo mal, eran de un pescadero y un mareador.

—Sí, mi correspondencia tiene ciertamente el encanto de la variedad —contestó sonriendo—, y las más humildes suelen ser las más interesantes. Esto parece una de esas inoportunas citaciones sociales que llaman a un hombre a aburrirse o a mentir.

Rompió el sello y echó un vistazo al contenido.

—Oh, vamos, puede resultar algo interesante, después de todo.

—¿No es social, entonces?

—No, claramente profesional.

—¿Y de un cliente noble?

—Uno de los más altos de Inglaterra.

—Mi querido amigo, le felicito.

—Le aseguro, Watson, sin afectación, que el estatus de mi cliente es un asunto de menor importancia para mí que el interés de su caso. Es muy posible, sin embargo, que eso tampoco falte en esta nueva investigación. Usted ha estado leyendo los periódicos con diligencia últimamente, ¿no es así?

—Eso parece —dije con pesar, señalando un enorme fajo que había en un rincón—. No he tenido otra cosa que hacer.

—Es una suerte, porque tal vez pueda usted ponerme al día. No leo nada, excepto las noticias criminales y la columna de agonía. Esta última siempre es instructiva. Pero si ha seguido tan de cerca los acontecimientos recientes, ¿habrá leído lo de Lord St. Simon y su boda?

—Oh, sí, con el más profundo interés.

—Eso está bien. La carta que tengo en mis manos es de Lord St. Simon. Se la leeré, y a cambio usted debe entregarme estos papeles y dejarme todo lo que tenga que ver con el asunto. Esto es lo que dice: