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En "El Carbunclo Azul", Sherlock Holmes se ve envuelto en un peculiar caso relacionado con un ganso de Navidad perdido y una rara gema azul. La historia se desarrolla con un inteligente trabajo detectivesco mientras Holmes y Watson siguen un rastro de pistas por las calles de Londres, revelando un giro inesperado que pone de manifiesto el agudo intelecto y el sentido de la justicia de Holmes.
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Seitenzahl: 35
Veröffentlichungsjahr: 2024
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En “El Carbunclo Azul”, Sherlock Holmes se ve envuelto en un peculiar caso relacionado con un ganso de Navidad perdido y una rara gema azul. La historia se desarrolla con un inteligente trabajo detectivesco mientras Holmes y Watson siguen un rastro de pistas por las calles de Londres, revelando un giro inesperado que pone de manifiesto el agudo intelecto y el sentido de la justicia de Holmes.
Misterio, preciosidad, Sherlock.
Este texto es una obra de dominio público y refleja las normas, valores y perspectivas de su época. Algunos lectores pueden encontrar partes de este contenido ofensivas o perturbadoras, dada la evolución de las normas sociales y de nuestra comprensión colectiva de las cuestiones de igualdad, derechos humanos y respeto mutuo. Pedimos a los lectores que se acerquen a este material comprendiendo la época histórica en que fue escrito, reconociendo que puede contener lenguaje, ideas o descripciones incompatibles con las normas éticas y morales actuales.
Los nombres de lenguas extranjeras se conservarán en su forma original, sin traducción.
Había visitado a mi amigo Sherlock Holmes la segunda mañana después de Navidad, con la intención de desearle las felicitaciones de la temporada. Estaba tumbado en el sofá, en bata púrpura, con un estante para pipas a su alcance a la derecha y un montón de papeles arrugados de la mañana, evidentemente recién estudiados, a mano. Junto al sofá había una silla de madera, y en el ángulo del respaldo colgaba un sombrero de fieltro duro, muy sucio y de mala reputación, muy deteriorado por el uso y agrietado en varias partes. Una lente y un fórceps colocados en el asiento de la silla sugerían que el sombrero había sido suspendido de esa manera con el propósito de examinarlo.
—Está usted ocupado —le dije—; tal vez le interrumpa.
—En absoluto. Me alegro de tener un amigo con quien discutir mis resultados. Se trata de un asunto totalmente trivial —señaló con el pulgar en dirección al viejo sombrero—, pero hay puntos relacionados con él que no carecen por completo de interés e incluso de instrucción.
Me senté en su sillón y me calenté las manos ante el crepitante fuego, pues se había instalado una fuerte helada y las ventanas estaban cubiertas de cristales de hielo.
—Supongo —comenté—, que, a pesar de su aspecto casero, esta cosa tiene alguna historia mortal ligada a ella, que es la pista que te guiará en la solución de algún misterio y el castigo de algún crimen.
—No, no. Ningún crimen —dijo Sherlock Holmes riendo—. Sólo uno de esos pequeños y caprichosos incidentes que ocurren cuando hay cuatro millones de seres humanos empujándose unos a otros en el espacio de unas pocas millas cuadradas. En medio de la acción y reacción de un enjambre tan denso de humanidad, cabe esperar que se produzcan todas las combinaciones posibles de sucesos, y se presentarán muchos pequeños problemas que pueden ser sorprendentes y extraños sin ser criminales. Ya tenemos experiencia de ello.
—Tanto es así —comenté—, que de los últimos seis casos que he añadido a mis notas, tres han estado totalmente libres de cualquier delito legal.
—Precisamente. Alude usted a mi intento de recuperar los papeles de Irene Adler, al singular caso de la señorita Mary Sutherland y a la aventura del hombre del labio torcido. Pues bien, no me cabe duda de que este pequeño asunto entrará en la misma inocente categoría. ¿Conoce a Peterson, el comisario?
—Sí.
—Es a él a quien pertenece este trofeo.
—Es su sombrero.