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Muchos de los grandes artistas y pensadores de la historia de todos los tiempos fueron personas altamente sensibles (PAS). En la actualidad una de cada cinco personas nace con una elevada sensibilidad. Éste es el primer libro que le ayudará a descubrir y comprender este don de la personalidad en usted mismo y que le mostrará cómo obtener el máximo partido de él. Combinando una sólida investigación con la experiencia clínica acumulada durante muchos años, la doctora Aron ofrece tests de autoevaluación, estudios de casos reales, testimonios, consejos prácticos y reflexiones sobre el universo de las personas altamente sensibles y su contribución al desarrollo humano y tecnológico de la humanidad. «Este excepcional libro se dirige claramente a las personas de elevada sensibilidad. Ofrece una perspectiva fresca, un panorama confortante y una propuesta interesante para redescubrir nuestro lugar en la sociedad.» JOHN GRAY, autor de Los hombres son de Marte, las mujeres de Venus. «Todos, hasta los más rudos, deberían conocer el análisis perceptivo que hace Elaine Aron de esta dimensión fundamental de la naturaleza humana. Con un atractivo estilo, la autora nos descubre las muchas facetas de la sensibilidad. Su equilibrada presentación nos muestra los desafíos y las tribulaciones a las que se enfrentan estas personas, y sugiere nuevos caminos para hacer de la sensibilidad una bendición, nunca una desventaja.» PHILIP G. ZIMBARDO, autor de Shyness
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Seitenzahl: 502
ELAINE N. ARON
EL DON DE LA SENSIBILIDAD
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Colección Psicología
EL DON DE LA SENSIBILIDAD
Elaine N. Aron
1.ª edición en versión digital: marzo de 2020
Título original: The Highly Sensitive Person
Traducción: Toni Cutanda
Diseño de cubierta: Enrique Iborra
© 1996, Elaine N. Aron
(Reservados todos los derechos)
© 2020, Ediciones Obelisco, S.L.
(Reservados los derechos para la presente edición)
Edita: Ediciones Obelisco S.L.
Collita, 23-25. Pol. Ind. Molí de la Bastida
08191 Rubí - Barcelona - España
Tel. 93 309 85 25 - Fax 93 309 85 23
E-mail: [email protected]
ISBN EPUB: 978-84-9111-598-4
Maquetación ebook: leerendigital.com
Reservados todos los derechos. Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada, trasmitida o utilizada en manera alguna por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación o electrográfico, sin el previo consentimiento por escrito del editor.
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Índice
Portada
El don de la sensibilidad
Créditos
Prefacio
¿Es usted altamente sensible? Autoexamen
Agradecimientos
1. La realidad de ser altamente sensible: la sensación (equivocada) de ser imperfecto
2. Escarbando en lo más profundo: comprender su rasgo por lo que es
3. La salud general y el estilo de vida para las PAS: cómo querer a su yo bebé/cuerpo y cómo aprender de él
4. La reestructuración de la infancia y la adolescencia: aprenda a tutelarse a sí mismo
5. Las relaciones sociales: caer en la «timidez»
6. Salir adelante en el trabajo: persiga su dicha y deje que brille su luz
7. Las relaciones íntimas: el reto del amor sensible
8. Curar las heridas profundas: un proceso diferente para las PAS
9. Médicos, medicamentos y PAS: «¿Debo escuchar al Prozac o hablar de mi temperamento con el médico?»
10. Alma y espíritu: donde se halla el verdadero tesoro
Consejos para profesionales de la salud que trabajan con personas altamente sensibles
Consejos para profesores que trabajan con alumnos altamente sensibles
Consejos para empresarios que tengan empleados altamente sensibles
Para Irene Bernadicou Pettit, Ph. D.,
que, siendo poeta y campesina,
supo plantar esta semilla
y cuidarla hasta que floreció.
Para Art, que tanto ama las flores,
un amor más que compartimos.
Creo en la aristocracia, si es que ésa es la palabra correcta y si es que un demócrata puede utilizarla. No es que crea en una aristocracia del poder… sino… de lo sensible, de lo considerado… A los miembros de esta aristocracia se los puede encontrar en todas las naciones y en todas las clases sociales, de cualquier edad, y se da cierta complicidad secreta entre ellos cuando se conocen. Ellos representan la verdadera tradición humana, la victoria permanente de nuestra extraña raza sobre la crueldad y el caos. Miles de ellos perecen en la oscuridad, mientras unos pocos alcanzan gran renombre. Son sensibles a los demás tanto como a sí mismos, son considerados sin ser artificiosos, su valor no estriba en la ostentación, sino en su capacidad para resistir…
E. M. FORSTER, «What I Believe»,
en Two Cheers for Democracy
Prefacio
—¡Llorón!
—¡Miedica!
—¡No seas aguafiestas!
¿Ecos del pasado? Por no hablar de la consabida advertencia: «eres demasiado sensible».
Si usted fuera como yo, habría escuchado muchas de estas cosas, y le habrían hecho sentirse ciertamente diferente. Yo estaba convencida de adolecer de un defecto fatal que debía ocultar y que me condenaba a una vida de segunda clase; pensaba que en mí había algo que estaba mal.
Pero lo cierto es que hay algo que está muy bien en usted y en mí. Si da una respuesta verdadera a catorce o más de las preguntas del autoexamen que aparece en el apartado ¿Es usted altamente sensible? Autoexamen
, o si siente que se le ajusta bien la descripción detallada que aparece en el capítulo 1 (el mejor examen, de hecho), entonces es usted un ser humano de una clase especial, una persona altamente sensible, algo que a partir de aquí llamaremos PAS. Entonces este libro está hecho para usted.
Tener un sistema nervioso sensible es normal, es un rasgo básicamente neutro. Probablemente, usted lo haya heredado. Sucede en alrededor del 15 al 20 % de la población. Significa que es usted consciente de cosas muy sutiles de su entorno, una gran ventaja en muchas situaciones. También significa que se ve abrumado más fácilmente cuando está sometido durante mucho tiempo a un entorno altamente estimulante, bombardeado con imágenes y sonidos hasta que se siente exhausto y con el sistema nervioso alterado. De modo que, ser sensible tiene sus ventajas y sus inconvenientes.
Sin embargo, en nuestra cultura, no se considera como algo ideal tener este rasgo, y es posible que esto cause un impacto importante sobre usted. Puede que padres y profesores bienintencionados hayan intentado ayudarlo a «superarlo», como si se tratara de un defecto. El resto de niños no siempre se comportaría tan bien con usted. Y, ya en la edad adulta, es probable que le haya resultado difícil encontrar la carrera y las relaciones adecuadas, así como cierto nivel de autoestima y confianza en sí mismo.
Lo que este libro le ofrece
Este libro le va a proporcionar la información básica y detallada que usted necesita acerca de este rasgo suyo, datos que no se hallan en ninguna otra parte. Es el resultado de cinco años de investigación, de profundas entrevistas, de experiencias clínicas, de cursos y de consultas individuales con centenares de PAS, y de una cuidadosa lectura entre líneas de lo que la psicología ha aprendido acerca de este rasgo, pero sin tener conciencia de ello. En los tres primeros capítulos, aprenderá todos los factores básicos acerca de su cualidad y de cómo manejar la sobreestimulación y la sobreactivación de su sistema nervioso.
Más tarde, este libro tomará en consideración el impacto de su sensibilidad sobre su historia personal, su carrera, sus relaciones y su vida interior. Se centrará en las ventajas que quizá le hayan pasado inadvertidas, además de ofrecerle sugerencias acerca de los problemas típicos a los que suelen enfrentarse las PAS, tales como la timidez o las dificultades para encontrar el tipo de trabajo adecuado.
Estamos a punto de emprender algo parecido a un viaje. La mayoría de las PAS a las que he ayudado con la información que contiene este libro me han dicho que su vida ha cambiado de un modo radical, y me han pedido que se lo diga a usted.
Unas palabras para el sensible, pero no tanto
En primer lugar, si usted ha tomado este libro porque es usted padre, pareja o amigo de una PAS, le damos la más cálida de las bienvenidas: las relaciones que mantiene usted con su PAS mejorarán enormemente.
En segundo lugar, en una encuesta telefónica realizada a trescientas personas de todas las edades, elegidas al azar, se descubrió que aunque un 20 % eran sumamente o bastante sensibles, otro 22 % eran moderadamente sensibles. Aquellos de ustedes situados en esta categoría de moderadamente sensibles se beneficiarán asimismo de este libro.
Dicho sea de paso, el 42 % de los encuestados respondieron que no eran sensibles en modo alguno, lo cual explica por qué las personas altamente sensibles pueden llegar a sentirse tan completamente fuera de lugar con una gran parte del mundo. Y, naturalmente, ése es el segmento de la población que pone la radio a todo volumen o que hace sonar su claxon en las calles.
Además, se puede decir sin riesgo a equivocarse que todo el mundo puede llegar a ser altamente sensible en ocasiones; por ejemplo, después de un mes en soledad en una cabaña en las montañas. Y todo el mundo se vuelve más sensible con los años. De hecho, la mayoría de las personas, lo admitan o no, tienen probablemente una faceta altamente sensible que termina emergiendo en determinadas situaciones.
Y algunas cosas que decir a las no PAS
A veces, las no PAS se sienten marginadas y heridas ante la idea de que somos diferentes de ellas, y quizá pueda parecerles que nos creemos mejores de algún modo. Las personas que no son PAS dicen: «¿Estás queriendo decirme que no soy sensible?». Un problema es que «sensible» significa también ser comprensivo y considerado. Tanto las PAS como las no PAS pueden tener estas cualidades, que se optimizan cuando nos sentimos bien y estamos alerta ante lo sutil. Cuando están en calma, las PAS pueden llegar a disfrutar de la ventaja de percibir hasta los matices más delicados. Sin embargo, sobreactivadas, un estado frecuente en las PAS, somos cualquier cosa menos comprensivas y sensibles, dado que nos sentimos abrumadas, agobiadas y sentimos la necesidad de estar solas. En cambio, sus amistades no PAS son ciertamente más comprensivas con los demás en situaciones enormemente caóticas.
Medité durante mucho tiempo en cómo llamar a este rasgo. Sabía que no quería repetir el error de confundirlo con la introversión, la timidez, la inhibición y todos esos términos tan poco afortunados que nos han impuesto otros psicólogos. Ninguno de ellos capta los aspectos neutros de esta cualidad, y mucho menos los positivos. Sin embargo, «sensibilidad» expresa el hecho neutro de una mayor receptividad a la estimulación, de modo que me pareció que había llegado el momento de hacer algo frente a esa tendencia contraria a las PAS, utilizando un término que podríamos tomar a nuestro favor.
Por otra parte, ser «altamente sensible» no deja de ser positivo hasta cierto punto. Ahora, estando aquí sentada, en mi casa, escribiendo este libro, en un momento en que nadie está hablando acerca de este rasgo, tengo que advertir que este libro va a generar más de un comentario gracioso y de una broma dolorosa acerca de las PAS. Existe una tremenda energía psicológica colectiva en torno a la idea de ser sensible, casi tanta como la que hay en torno a los temas de género, con los cuales se suele confundir la sensibilidad. (Son tantos los niños como las niñas que nacen sensibles, pero se supone que los hombres no poseen esta cualidad y las mujeres sí, y ambos géneros pagan un alto precio por esta confusión). De modo que prepárese para ello. Proteja tanto su sensibilidad como su recién nacida comprensión acerca de ella no hablando en modo alguno del tema cuando no parezca prudente hacerlo.
En vez de eso, alégrese de saber que hay muchas personas por ahí con una mentalidad similar a la suya. Aún no nos habíamos puesto en contacto, pero ahora lo estamos, y tanto nosotros como nuestra sociedad saldremos ganando con ello. En los capítulos 1, 6 y 10 comentaré con cierta extensión la importante función social de las PAS.
Lo que usted necesita
Me he dado cuenta de que las PAS se benefician de un enfoque cuádruple, que seguiremos a lo largo de los capítulos de este libro.
1. Conocimiento de sí mismo. Conviene que comprenda lo que significa ser una PAS, y conviene que lo comprenda muy bien. Y también cómo encaja con sus demás cualidades y cómo le han afectado a usted las actitudes negativas de nuestra sociedad. Después, convendrá que conozca muy bien su cuerpo sensible. No siga ignorando su cuerpo por parecerle poco cooperativo o débil.
2. Reestructuración. Conviene que reestructure activamente gran parte de su pasado a la luz de la conciencia de saber que vino a este mundo con una sensibilidad muy alta. Muchos de sus «fracasos» eran inevitables, debido a que ni usted, ni sus padres, ni sus profesores, ni sus amigos, ni sus colegas le comprendían. La reestructuración del modo en que experimentó su pasado lo puede llevar a una autoestima sólida, y la autoestima es especialmente importante para las PAS, pues disminuye nuestra sobreactivación ante situaciones nuevas, y, por ende, altamente estimulantes. Sin embargo, la reestructuración no es automática. Ésta es la razón por la cual incluyo «actividades» que conllevan una reestructuración al final de cada capítulo.
3. Sanación. Si aún no lo ha hecho, conviene que comience a sanar sus heridas más profundas. Era usted muy sensible en su infancia; los problemas en la familia y en la escuela, las enfermedades infantiles y todo lo demás lo afectaban a usted más que a los demás. Por otra parte, era usted diferente del resto de los niños, y es muy probable que sufriera por ello.
Las PAS, en especial, puede que se retraigan del trabajo interno necesario para sanar las heridas del pasado, al ser conscientes de los sentimientos tan intensos que pueden emerger; las precauciones y la lentitud están justificadas, pero se estará engañando a sí mismo si va dejando pasar el tiempo.
4. Una ayuda para sentirse bien cuando se está en el mundo y aprender cuándo estar menos en él. Usted puede que esté, deba estar y necesite estar inmerso en el mundo: el mundo lo necesita de verdad. Pero conviene que esté preparado para evitar los excesos o los defectos en su relación con él. Este libro, en el que no va a encontrar los mensajes confusos de una cultura menos sensible, se ocupa de descubrirle ese camino.
También le voy a hablar acerca de los efectos que su rasgo tiene en sus relaciones íntimas. Le hablaré de la psicoterapia y las PAS, qué PAS conviene que se sometan a terapia y por qué, de qué clase, con quién y, especialmente, cómo trabaja la terapia con las PAS. Después, trataremos de las PAS y la atención médica, y le daré una información completa sobre medicamentos, como el Prozac, que suelen tomar las PAS. En la parte final del libro, saborearemos nuestra rica vida interior.
Acerca de mí misma
Soy psicóloga, investigadora, profesora de universidad, psicoterapeuta y novelista, con varios libros publicados. Sin embargo, lo más importante es que soy una PAS como usted. Decididamente, no estoy escribiendo desde las alturas, inclinándome para ayudarlo a usted, pobre alma que sufre, a superar su «síndrome». Conozco por experiencia propia lo que es nuestro rasgo, sus ventajas y sus problemas.
Cuando era niña, me ocultaba del caos exterior en mi familia. En la escuela, evitaba los deportes, los juegos y a los demás niños en general, y sentía una mezcla de alivio y de humillación cuando mi estrategia tenía éxito y era completamente ignorada.
Durante la adolescencia, en el instituto, una extrovertida me acogió bajo su ala, y mantuvimos la relación a lo largo de esa etapa, aunque yo me pasaba la mayor parte del tiempo estudiando. Pero en el colegio universitario la vida se me hizo bastante más difícil. Después de muchos traspiés, de iniciativas y frenazos, incluido de un matrimonio siendo demasiado joven que duró cuatro años, finalmente me gradué en la Universidad de California en Berkeley. Pero me pasaba buena parte de mi tiempo llorando en los aseos, pensando que me iba a volver loca. (En mis investigaciones, he descubierto que retiradas como éstas, con frecuencia para llorar, son típicas en las PAS).
En mi primer intento en la escuela de posgraduados, se me proporcionó una oficina, a la que me solía retirar y llorar, intentando recuperar la calma. Debido a estas reacciones, dejé mis estudios con un master, pese a que me estuvieron insistiendo en que continuara hasta conseguir el doctorado. Me llevó veinticinco años conseguir la información suficiente acerca de mi rasgo como para entender mis reacciones y, así, completar el doctorado.
A los veintitrés años, conocí a mi actual marido y me sumergí en una vida protegida basada en escribir y criar a mi hijo. Me sentía feliz y, al mismo tiempo, avergonzada de no estar «allí afuera». Era vagamente consciente de las oportunidades perdidas en cuanto a aprendizaje, en cuanto al disfrute de un reconocimiento público de mis capacidades y de relacionarme más con todo tipo de personas. Pero, por amarga experiencia, pensaba que no tenía elección.
Sin embargo, suceden cosas que no se pueden evitar. De pronto me vi en la encrucijada de someterme a una intervención médica de la que creía que me recuperaría en pocas semanas. Pero durante meses mi cuerpo estuvo alterado, con reacciones físicas y emocionales. Me vi forzada a enfrentarme una vez más a aquella misteriosa «imperfección fatal» mía que me hacía tan diferente, de modo que probé con la psicoterapia. Y tuve suerte. Después de escucharme durante varias sesiones, mi terapeuta me dijo: «Es normal que te sientas así; eres una persona altamente sensible».
¿Qué es esto, pensé, otra excusa? La terapeuta me dijo que no había profundizado demasiado en ello, pero que, a partir de su experiencia, parecía haber verdaderas diferencias en la tolerancia de las personas a la estimulación, así como en su apertura a encontrarle un significado más profundo a una experiencia, fuera buena o mala. Para ella, esta sensibilidad no era una señal de imperfección o de trastorno mental. Al menos, eso esperaba, pues también era altamente sensible. Aún recuerdo su sonrisa. «Aunque la mayoría de las personas acaben haciéndome daño, igualmente, merece la pena conocerlas».
Pasé varios años en terapia, ninguno de los cuales desperdicié, y me dediqué a trabajar diversos temas de mi infancia. Pero el punto central acabó siendo el del impacto de este rasgo: se trataba de mi sensación de ser imperfecta. Los demás se ofrecían a protegerme a cambio de disfrutar con mi imaginación, mi empatía, mi creatividad y mis intuiciones, algo que yo valoraba muy poco; y de ahí mi consiguiente aislamiento del mundo. En la actualidad, me proporciona mucho placer formar parte de algo, como profesional, y compartir los dones específicos de mi sensibilidad.
Las investigaciones que hay tras este libro
Cuando los conocimientos acerca de mi peculiar rasgo cambiaron mi vida, decidí leer más acerca de ello, pero no había casi nada publicado sobre el tema. Pensé que el tema más cercano era el de la introversión. El psiquiatra Carl Jung había escrito cosas muy sabias al respecto, señalando que se trataba de la tendencia a volverse hacia adentro. La obra de Jung, que era también una PAS, me resultó muy valiosa, pero la mayor parte de los trabajos científicos sobre la introversión se centraban en introvertidos no sociables, y empecé a preguntarme si la introversión y la sensibilidad se estaban equiparando equivocadamente.
Con tan poca información para continuar, decidí poner una nota en un boletín informativo que se distribuía entre el personal de la universidad en la que yo impartía clases por entonces. En dicha nota, pedía entrevistar a personas que creyeran ser altamente sensibles a la estimulación, introvertidas o de reacciones emocionales rápidas, y no tardé en reunir más voluntarios de los que necesitaba.
Después, el periódico local publicó una historia sobre la investigación y, aunque no se decía nada en el artículo sobre cómo contactar conmigo, alrededor de un centenar de personas me telefonearon y me escribieron, dándome las gracias, pidiéndome ayuda o, simplemente, con la intención de decir: «Yo, también». Dos años después, muchas personas siguen poniéndose en contacto conmigo. (¡A veces, las PAS se piensan mucho las cosas antes de tomar una decisión!)
Basándome en las entrevistas (cuarenta, de dos o tres horas de duración cada una), diseñé un cuestionario que he estado distribuyendo a miles de personas por toda América del Norte. Y también he dirigido una encuesta telefónica sobre trescientas personas llamando a números elegidos al azar. Lo que le puedo asegurar al lector es que toda la información que aparece en este libro está basada en una sólida investigación, mía y de otras personas, o en las observaciones repetidas de PAS (en mis cursos, en mis conversaciones, en consultas privadas y en la psicoterapia). Son miles las oportunidades que he tenido de explorar las vidas personales de las PAS. No obstante, diré «probablemente» y «puede ser» en más ocasiones de las que se suelen dar en los libros que puede leer un lector medio, pero creo que las PAS sabrán apreciar esto.
Cuando decidí llevar a cabo esta investigación, ponerla por escrito y enseñarla me convertí en una especie de pionera, pero esto también forma parte del hecho de ser una PAS. Con frecuencia, somos los primeros en tomar conciencia de lo que es necesario hacer. Y, a medida que aumenta la confianza en nuestras propias virtudes, puede que cada vez mayor número de personas se atreva a hablar en voz alta… a su modo, sensible.
Instrucciones para el lector
1. Repito, me dirijo al lector como si se tratara de una PAS, pero este libro está escrito igualmente para cualquiera que intente comprender a las PAS, tanto si es amigo como familiar, consejero, empresario, educador o profesional de la salud.
2. En este libro se da por hecho que usted se ve a sí mismo como una persona que tiene una cualidad común a otras muchas personas; es decir, una cualidad que lo etiqueta. Lo bueno de esto es que usted puede sentirse normal y beneficiarse de las experiencias y de lo aprendido por los demás, pero, por otro lado, toda etiqueta lo priva a usted de su singularidad. Las PAS son completamente diferentes unas de otras, a pesar de tener esa cualidad en común. Por favor, no pierda de vista esto a medida que vaya profundizando en la lectura.
3. Mientras lea este libro, es posible que lo vea todo en su vida a la luz del hecho de ser una persona altamente sensible: ese efecto es el que cabría esperar. De hecho, ésa es exactamente la intención. Una total inmersión lo ayudará a aprender cualquier «idioma» nuevo, incluido cualquier modo nuevo de hablar acerca de uno mismo. Si los demás se sienten un tanto preocupados, ignorados o molestos, pídales que tengan paciencia. Llegará el día en que la idea se establezca firmemente en su interior y se descubrirá hablando menos de ello.
4. En este libro se incluyen algunas actividades que me han parecido de utilidad para las PAS. Pero no le voy a decir que usted deba ponerlas en práctica si quiere obtener algún beneficio de este libro. Confíe en su propia intuición de PAS y haga lo que sienta que debe hacer.
5. Cualquiera de estas actividades puede evocarle sentimientos intensos. Si ocurriera eso, lo animo a que busque ayuda profesional. Si usted ya se encuentra en terapia, este libro puede encajar a la perfección con el trabajo que lleva a cabo en consulta. Las ideas que encontrará aquí incluso podrían acortar el tiempo que vaya a necesitar para la terapia, en la medida en que usted visualice un nuevo yo ideal; no el ideal de su cultura, sino el suyo propio, esa persona que usted puede ser y quizá sea ya. Pero recuerde que este libro no puede sustituir a un buen terapeuta, si las situaciones adquieren intensidad o resultan confusas.
Para mí, resulta muy emocionante imaginarlo a usted pasando la página y entrando en este nuevo mundo mío, suyo, nuestro. Después de tanto tiempo pensando que quizá fuera usted una persona única, es bueno saber que se tiene compañía, ¿no?
¿Es usted altamente sensible?
AUTOEXAMEN
Responda a cada pregunta en función de lo que usted sienta. Responda verdadero si al menos es en parte verdadero en su caso. Responda falso si no es verdadero o no del todo cierto en su caso.
Tengo la sensación de ser consciente de cosas muy sutiles en mi entorno.V / F
Me afecta el comportamiento de los demás.V / F
Suelo ser muy sensible al dolor.V / F
En los días ajetreados, suelo tener necesidad de retirarme, de echarme en la cama, buscar una habitación en penumbra o cualquier otro lugar donde pueda encontrar algo de intimidad y alivio frente a la estimulación.V / F
Soy particularmente sensible a los efectos de la cafeína.V / F
Me abruman fácilmente cosas como las luces brillantes, los olores fuertes, los tejidos bastos o las sirenas de policía o ambulancias.V / F
Tengo una vida interior rica y compleja.V / F
Los ruidos fuertes me hacen sentir incómodo/a.V / F
Me conmueven profundamente las artes o la música.V / F
Soy muy concienzudo/a.V / F
Me asusto con facilidad.V / F
Me agobio cuando tengo muchas cosas que hacer en poco tiempo.V / F
Cuando alguien se siente a disgusto en un entorno físico, suelo saber lo que hay que hacer para hacerlo sentir más cómodo (como cambiar la luz o los asientos).V / F
Me molesta que los demás pretendan que haga demasiadas cosas a la vez.V / F
Me esfuerzo mucho por no cometer errores u olvidarme de algo.V / F
Suelo evitar las películas violentas y los shows televisivos.V / F
Me resulta desagradable la activación que me provoca el ajetreo a mi alrededor.V / F
Los cambios en la vida me conmocionan.V / F
Suelo percibir y disfrutar de las buenas esencias, sabores, sonidos y obras de arte.V / F
Para mí, tiene mucha importancia disponer mi vida de modo que pueda evitarme situaciones perturbadoras o abrumadoras.V / F
Cuando tengo que competir o ser observado en la ejecución de una tarea, me pongo tan nervioso/a e inseguro/a que termino haciéndolo peor de lo que podría hacerlo.V / F
Cuando era niño/a, mis padres o mis profesores me solían ver como una persona sensible o tímida.V / F
Puntúese usted mismo/a
Si ha respondido verdadero a doce o más de las preguntas, es probable que usted sea una persona altamente sensible.
Pero, francamente, no hay ningún test psicológico tan preciso como para que usted deba basar su vida en él. Sólo con que una o dos preguntas sean verdaderas para usted, pero lo sean en grado extremo, quizá también esté justificado decir que usted es una persona altamente sensible.
Siga leyendo y, si se reconoce a sí mismo/a en la descripción del capítulo 1 en profundidad de una persona altamente sensible, considérese una de ellas. El resto de este libro le permitirá comprenderse mejor a sí mismo/a y aprender a salir adelante en este mundo no tan sensible de hoy en día.
Agradecimientos
Quiero dar las gracias muy especialmente a todas las personas altamente sensibles a las que he entrevistado. Fueron ustedes las que se atrevieron a hablar de lo que durante mucho tiempo supieron de su propia intimidad, y las que se transformaron para dejar de ser individuos aislados y convertirse en miembros respetados de un grupo. También doy las gracias a aquellos que han asistido a mis cursos o han venido a verme a la consulta o en psicoterapia. Todas y cada una de las palabras de este libro reflejan todo lo que ustedes me han enseñado.
Merecen también mi mayor agradecimiento todos los alumnos que me ayudaron en las investigaciones (demasiados para nombrarlos exhaustivamente), así como Barbara Kouts, mi representante, y Bruce Shostak, mi redactor en Carol, por sus esfuerzos para conseguir que este libro haya podido llegar a sus manos. Barbara encontró a un editor con visión; Bruce le dio forma al manuscrito, haciendo que me detuviera en los puntos exactos o dándome rienda suelta cuando era necesario.
Y me resulta muy difícil encontrar las palabras adecuadas para darle las gracias a mi marido, Art. Pero aquí hay algunas: amigo, colega, sostén, amado… Gracias, con todo mi cariño.
1
La realidad de ser altamente sensible:
la sensación (equivocada) de ser imperfecto
En este capítulo descubrirá la realidad básica de esa cualidad suya y el modo en que lo convierte en una persona diferente de las demás. También descubrirá el resto de su personalidad heredada y abrirá los ojos acerca de la visión que su propia cultura tiene de usted. Pero, antes de nada, tendrá que conocer a Kristen.
Ella pensaba que estaba loca
Kristen fue la vigesimotercera entrevistada de mis investigaciones sobre PAS. Kristen era una estudiante universitaria muy inteligente y de mirada clara. Pero así que dio comienzo la entrevista, su voz se quebró.
—Lo siento –susurró–. Pero la verdad es que me apunté para verla porque usted es psicóloga y quería hablar con alguien que pudiera decirme… –se le quebró la voz– …si estoy loca.
La observé con simpatía. Obviamente se sentía desesperada, pero no había dicho nada que me pudiera indicar algún tipo de enfermedad mental. Aunque, para entonces, yo ya estaba escuchando de un modo bastante diferente a personas como Kristen.
Lo intentó de nuevo, como si temiera darme tiempo para responder.
—Me siento tan diferente. Siempre me he sentido así. No estoy queriendo decir… quiero decir que mi familia ha sido estupenda. Tuve una infancia casi idílica, hasta que tuve que ir al instituto. Aunque mi madre dice que yo siempre fui una niña gruñona.
Respiró profundamente. Le dije algo tranquilizador, y Kristen se lanzó de nuevo.
—Pero en la guardería tenía miedo de todo. Incluso de las clases de música. Cuando nos pasaban los botes y las cazuelas para aporrearlos, me tapaba los oídos con las manos y lloraba.
Parecía encontrarse muy lejos, con los ojos brillantes a causa de las lágrimas.
—En primaria, siempre fui la preferida de los profesores, aunque solían decir que yo estaba «embobada».
Su «embobamiento» la llevó a que fuera sometida a una sucesión angustiosa de pruebas médicas y psicológicas, en un principio para comprobar si había retraso mental. El resultado fue, sin embargo, que le inscribieron en un programa para superdotados, algo que no me sorprendió.
Pero, aun así, el mensaje seguía siendo éste: «hay algo que no va bien en esta niña». Le examinaron la audición. Todo correcto. En cuarto curso, le hicieron un escáner cerebral pensando que su introversión se debía a ataques de epilepsia. Pero su cerebro también era normal.
¿Cuál fue, al cabo, el diagnóstico final? Que tenía un problema de «sobreexposición estimular». Pero el resultado fue una niña que creía ser defectuosa.
Especial, pero profundamente incomprendida
El diagnóstico fue correcto hasta cierto punto. Las PAS asimilan muchísimo, asimilan todos los matices y sutilezas que los demás no captan. Pero lo que para muchos es normal, como la música a alto volumen o las aglomeraciones, puede ser excesivamente estimulante y, por lo tanto, estresante para las PAS.
La mayoría de las personas ignoran las sirenas, las luces brillantes, los olores extraños, el desorden y el caos. Sin embargo, las PAS se ven alteradas por todo esto.
Casi todas las personas pueden sentir los pies doloridos después de un día entero en un centro comercial o en un museo, pero están dispuestas a continuar si se les propone una fiesta nocturna. Las PAS necesitan algo de soledad después de un día así. Se sienten agobiadas, sobreactivadas.
Al cruzar una sala, la mayoría de las personas quizá tomen nota del mobiliario, de la gente, de todo lo que hay allí. Las PAS pueden tomar conciencia al instante de si a esas personas les gusta estar allí o no, de su talante, filias y fobias, de lo fresco o viciado del aire, de la personalidad del que dispuso el decorado, etc.
Sin embargo, si usted es una PAS, le va a resultar difícil comprender que cuenta con una capacidad notable. ¿Cómo va a comparar usted las experiencias internas? No es nada fácil. Normalmente, usted es consciente de que no es capaz de tolerar lo que pueden tolerar otros. Pero acaso olvida que usted pertenece a un grupo de personas que ha demostrado en muchas ocasiones gran creatividad, intuición, apasionamiento y esmero, rasgos todos ellos valorados muy positivamente en sociedad.
Sin embargo, en el lote hay otras cosas. Nuestra sensibilidad nos lleva a ser cautos y orientados hacia adentro, además de hacernos necesitar algún tiempo más de soledad. Y dado que las personas que no son así (la mayoría) no comprenden esto, se nos ve como tímidos, retraídos, débiles o, el mayor de los pecados, insociables. Temiendo que nos pongan estas etiquetas, intentamos ser como los demás, pero eso nos lleva a una posterior sobreactivación y angustia. Y, entonces, eso hace que nos etiqueten como neuróticos o locos, atribución que nos acabamos autoadjudicando.
El peligroso año de Kristen
Más pronto o más tarde, a todo el mundo le resultan estresantes las experiencias de la vida, pero las PAS reaccionan más ante los mismos estímulos. Si usted ve esta reacción como parte de un defecto básico, intensificará el estrés ya presente en cualquier crisis vital. Luego, vendrán los sentimientos de desesperanza y desprecio hacia uno mismo.
Kristen, por ejemplo, tuvo una crisis así durante el año en que comenzó sus estudios universitarios. Había ido a un discreto instituto privado, y nunca había estado lejos de casa. De repente, se encontró viviendo entre extraños, peleando por cursos y libros entre multitudes, y siempre sobreestimulada. Luego, se enamoró, rápida e intensamente (como suelen hacerlo las PAS). Poco después, fue a Japón para conocer a la familia de su novio, hecho que tenía buenas razones para temer. Y fue mientras estaba allí cuando, según sus palabras, «se vino abajo».
Kristen nunca se había visto a sí misma como una persona ansiosa pero, de pronto, en Japón, se vio superada por sus temores y empezó a tener problemas con el sueño. Después, cayó en una depresión. Atemorizada por sus propias emociones, perdió la confianza en sí misma. Su joven novio no pudo aceptar su «locura» y puso fin a la relación. Para entonces, ella había vuelto a clase, pero temía fracasar también en esto. Kristen se encontraba ante un abismo.
Se quedó mirándome, después de relatarme entre sollozos lo último de su historia.
«Después, oí hablar de esta investigación, de lo de ser sensible, y pensé: “¿Puede ser eso lo que me pasa a mí?”».
Le dije que, como es lógico, no podía estar segura a partir de una conversación tan breve, pero que creía que sí, que su sensibilidad, en combinación con todas aquellas tensiones, podría explicar muy bien su estado mental. Y así, tuve el privilegio de explicarle a Kristen cómo era ella misma; una explicación que, obviamente, hacia tiempo que merecía.
La definición de alta sensibilidad: dos hechos igualmente significativos
HECHO 1: Todas las personas, sean PAS o no, se sienten mejor cuando no están aburridas ni activadas.
Cualquier persona realiza mejor cualquier tipo de tarea, sea entablar una conversación o jugar en la Super Bowl, si su sistema nervioso está moderadamente alerta o activado. Poco nivel de activación, y uno se sentirá torpe e ineficaz. Para cambiar este estado físico de baja activación, bebemos café, ponemos la radio, llamamos a un amigo, entablamos conversación con un completo extraño, cambiamos de carrera… ¡cualquier cosa!
En el otro extremo, una activación excesiva del sistema nervioso hace que la persona se sienta tensa, difícil de manejarse y confusa. No podemos pensar; el cuerpo no coordina bien; nos sentimos fuera de control; también aquí tenemos muchos modos de corregir la situación. En ocasiones, descansamos o buscamos el silencio mental, otros buscan el alcohol o se toman un Valium.
El nivel de activación más adecuado se encuentra más o menos en el centro. De hecho, uno de los hallazgos más sólidos de la psicología es el de la necesidad y el deseo de un «nivel de activación óptimo». Es una verdad para todos, incluso para los niños. Los niños detestan el aburrimiento, pero también el sentirse abrumados.
HECHO 2: Las personas difieren considerablemente en la intensidad a la que se ve estimulado su sistema nervioso ante la misma situación, bajo un mismo estímulo.[01]
Esta diferencia es en gran medida heredada, además de ser ciertamente real y normal. De hecho, se puede observar en todos los animales superiores (ratones, gatos, perros, caballos, monos, humanos). Dentro de cada especie, el porcentaje que es muy sensible a la estimulación es normalmente muy parecido, alrededor del 15-20 %. Del mismo modo que, dentro de cada especie, hay especímenes un poco más grandes que otros, también los hay más sensibles. De hecho, mediante una cuidadosa cría de animales, el emparejamiento de los más sensibles puede generar un linaje sensible al cabo de pocas generaciones. En definitiva, entre las características innatas de temperamento, ésta es la que genera las diferencias más espectaculares y apreciables.[02]
Buenas noticias y noticias no tan buenas
Lo que supone esta diferencia de activación es que usted se percata de niveles de estimulación que pasan inadvertidos para los demás.[03] Y esto es así tanto en lo referente a sonidos como imágenes o sensaciones físicas sutiles, como el dolor. No es que su audición, su visión o cualquier otro sentido sean más agudos (muchas PAS llevan gafas). La diferencia parece hallarse en algún punto en su camino hacia el cerebro o en el cerebro en sí, en el hecho de que la información se procesa de una forma más elaborada.[04] Somos más reflexivos en todo, y clasificamos las cosas con una mayor precisión. Al igual que esas máquinas que diferencian las frutas según su tamaño, nosotros distinguimos diez tamaños, mientras los demás distinguen dos o tres.
Esta apreciación más fina de las cosas sutiles lo lleva a ser más intuitivo, lo cual no es otra cosa que tomar información y elaborarla de un modo semiconsciente o inconsciente. El resultado es que usted suele «saber, sin más», sin darse cuenta de cómo lo sabe. Además, este procesamiento profundo de detalles sutiles lo lleva a tomar en cuenta más el pasado o el futuro. Usted «simplemente sabe» cómo las cosas toman el rumbo que toman o en que va a resultar todo. Éste es el «sexto sentido» del que habla la gente. Evidentemente, puede llevarse a engaño, del mismo modo que se puede engañar con la vista o con el oído, pero sus intuiciones son lo bastante acertadas como para que las PAS tengan la tendencia a ser visionarias, artistas altamente intuitivos o inventores, así como personas más conscientes, cautas y sabias.
Pero los inconvenientes de esta cualidad aparecen en niveles más intensos de estimulación. Lo que para la mayoría de la gente es moderadamente activador, para una PAS es enormemente activador. Y lo que es enormemente activador para la mayoría de las personas, hace que una PAS se sienta ciertamente desbordada, hasta que alcanza un punto de cierre denominado «inhibición transmarginal». El primero en hablar de inhibición transmarginal fue el fisiólogo ruso Ivan Pavlov quien, a comienzos del siglo XX, llegó a la conclusión de que la diferencia hereditaria básica entre las personas era el tiempo que tardaban en alcanzar este punto de cierre, y que los que eran rápidos en alcanzar este punto de cierre tenían un tipo diferente de sistema nervioso.
A nadie le gusta sentirse sobreactivado, tanto si es una PAS como si no. La persona se siente descontrolada y todo su organismo le advierte de que se encuentra en apuros. La sobreactivación suele llevar a una merma en la ejecución de cualquier actividad. Evidentemente, esto también puede suponer un peligro. Incluso, cualquiera puede desarrollar un terror extra a la sobreactivación y, dado que un recién nacido no puede correr ni pelear o ni siquiera reconocer el peligro, el mejor recurso que le queda es gritar ante cualquier novedad, ante cualquier cosa que resulte activadora, para que los mayores puedan venir a rescatarlo.
Al igual que en el departamento de bomberos, nosotras, las PAS, respondemos fácilmente a las falsas alarmas. Pero sólo con que nuestra sensibilidad sea capaz de salvar una sola vida, este rasgo nuestro habrá merecido la pena. De manera que sí, es cierto: cuando nuestro rasgo nos lleva a la sobreactivación, es un fastidio. Pero eso forma parte de un lote en el que también se incluyen muchas ventajas.
Algunas cosas más acerca de la estimulación
La estimulación es algo que despierta al sistema nervioso, que llama su atención, que hace que los nervios disparen otra pequeña descarga eléctrica entre las muchas que emiten a cada momento. Normalmente, creemos que la estimulación es algo que viene de fuera, pero lo cierto es que puede venir de nuestro propio organismo (como ocurre con el dolor, la tensión muscular, el hambre, la sed o el apetito sexual) o bajo la forma de recuerdos, fantasías, pensamientos o planes.
La estimulación puede variar en intensidad (como la potencia de un ruido) o en duración. Puede ser más estimulante debido a su carácter imprevisible, como cuando alguien se asusta por un bocinazo o un grito, o debido a su complejidad, como cuando en medio de una fiesta se escuchan cuatro conversaciones a la vez, además de la música.
Con frecuencia, nos habituamos a la estimulación. Pero, a veces, creyendo que estamos habituados y que no nos va a molestar, de repente nos sentimos exhaustos y entendemos el porqué: habíamos estado implicados con algo en un nivel consciente, mientras en realidad ese algo nos estaba desgastando. Incluso una estimulación conocida y moderada, como la de un día de trabajo, puede llevar a una PAS a precisar de silencio al caer la noche. En ese momento, la mínima estimulación puede ser la gota que colme el vaso.
Valore su sensibilidad
Recuerde las veces en que su sensibilidad lo ha salvado a usted o a otra persona del sufrimiento, de una gran pérdida o, incluso, de la muerte. (En mi propio caso, toda mi familia y yo estaríamos muertos de no haberme despertado con el primer parpadeo de luz de un fuego que se declaró en el piso superior de la vieja casa de madera en la que vivíamos).
Pero la estimulación puede ser aún más complicada debido a que el mismo estímulo puede tener significados diferentes según la persona. Un centro comercial atestado durante las navidades puede traerle a alguien el recuerdo de una salida de compras feliz con la familia y crearle un cálido espíritu festivo; mientras que a otra, que quizá fue obligada a ir de compras, o tuvo que buscar regalos sin disponer de suficiente dinero o ni siquiera sabía qué comprar, puede traerle recuerdos poco felices de anteriores navidades y llevarla a sufrir intensamente ante la misma situación.
Una norma general es que, cuando no tengamos control sobre la estimulación, nos vamos a sentir peor, mucho peor, si nos sentimos la víctima de alguien. Mientras somos nosotros los que ponemos la música, la música puede ser placentera; si el que la pone es el vecino, entonces puede ser molesta; y si con anterioridad le hemos pedido ya que baje el volumen, entonces se convierte en una invasión hostil. Este libro puede hacer que usted se sienta incluso un poco más molesto, cuando empiece a darse cuenta de que pertenece usted a una minoría cuyos derechos a recibir menos estimulación se suelen ignorar.
Obviamente, sería magnífico que estuviéramos todos iluminados y tan desprendidos del mundo que todas estas cosas fueran incapaces de alterarnos. No es de sorprender que tantas PAS acaben adentrándose en los senderos del espíritu.
¿Es la activación algo diferente de la ansiedad o el miedo?
Es importante no confundir la activación con el miedo. El miedo crea activación, pero eso también lo hacen otros estados, como la alegría, la curiosidad o la ira. Aunque también nos podemos ver sobreactivados por pensamientos semiconscientes o pueden darse bajos niveles de activación que no generan ninguna emoción obvia. Con frecuencia, no somos conscientes de lo que nos está activando, como ocurre en el caso de la novedad de una situación o un ruido, o con las muchas cosas que nuestros ojos están viendo.
En realidad, existen diversas formas mediante las cuales ser activados y otras tantas mediante las cuales sentirse activados, y difieren en el tiempo y según las personas. La activación puede manifestarse como rubor, temblores, palpitaciones, temblor de manos, pensamiento obnubilado, estómago revuelto, tensión muscular y transpiración de manos o de otras partes del cuerpo. Frecuentemente, las personas que se ven en tales situaciones no son conscientes de estas reacciones cuando tienen lugar. Por otra parte, hay personas que dicen sentirse activadas, pero cuya activación no parece manifestarse con estas formas. Además, este término describe algo que todas estas experiencias y estados físicos comparten. Al igual que la palabra «estrés», la activación es una palabra que transmite ciertamente algo que todos conocemos, aunque ese algo varíe mucho. Y, evidentemente, el estrés está estrechamente relacionado con la activación: nuestra respuesta al estrés es activarnos.
En cuanto nos percatamos de la activación, lo que queremos es darle nombre y saber cuál es su origen, con el fin de reconocer el peligro. Y con frecuencia pensamos que nuestra activación se debe al miedo. No nos damos cuenta de que el corazón nos puede estar palpitando con fuerza por el mero hecho de estar procesando una estimulación extra. También puede darse el caso de que los demás supongan que tenemos miedo, dada nuestra obvia activación, de manera que nosotros asimismo lo damos por hecho. Y entonces, al concluir que nuestra emoción es el miedo, nos activamos aún más y acabamos evitando la situación en el futuro, cuando hubiéramos podido calmarnos quedándonos allí y habituándonos a ésta. En el capítulo 5, cuando hablemos de la «timidez», volveremos sobre la importancia de no confundir miedo con activación.
Ese rasgo lo hace a usted ciertamente especial
De la sensibilidad penden muchos frutos. Su mente funciona de un modo diferente. Por favor, recuerde que lo que viene a continuación es por término medio;[05] ninguna persona reúne todas estas cualidades. Pero, si nos comparamos con las no PAS, la mayoría de nosotros sí que las tenemos:
• Somos mejores a la hora de percibir los errores y evitarlos.[06]
• Somos muy concienzudos.[07]
• Somos capaces de concentrarnos profundamente. (Pero lo hacemos mejor sin distracciones).[08]
• Somos especialmente buenos en trabajos que requieren vigilancia, precisión, rapidez y la detección de pequeñas diferencias.[09]
• Somos capaces de procesar el material hasta los niveles más profundos de lo que los psicólogos denominan la «memoria semántica».[10]
• Con frecuencia, reflexionamos acerca de nuestro propio pensamiento.[11]
• Somos capaces de aprender sin ser conscientes de haber aprendido.[12]
• Nos afectan profundamente los cambios en la conducta y las emociones de los demás.
Evidentemente, son muchas las excepciones, sobre todo en cuanto a ser concienzudos. Y no queremos justificarnos con esto; se puede hacer mucho daño con la excusa de intentar hacer las cosas bien. De hecho, todos estos frutos tienen sus magulladuras. Estamos muy dotados pero, ¡ay!, cuando se nos observa, se nos controla el tiempo o se nos evalúa, es frecuente que no demostremos nuestra competencia. Nuestra mejor capacidad de procesamiento puede producirnos la sensación de que, en principio, no nos damos cuenta de nada, pero con el tiempo comprendemos y recordamos más que los demás. Éste puede ser el motivo de que las PAS aprendan mejor idiomas[13] (aunque la activación puede hacerlas menos fluidas en el habla).
Por cierto, el hecho de reflexionar más que los demás acerca de nuestros propios pensamientos no significa que seamos personas centradas en nosotras mismas, sino que, si se nos pregunta en qué pensamos, es menos probable que mencionemos que somos conscientes del mundo que nos rodea y más que hablemos de nuestras reflexiones o meditaciones internas. Pero tampoco es menos probable que afirmemos estar pensando en otra persona.
Nuestros cuerpos también son diferentes. En la mayoría de las PAS nuestro sistema nervioso nos aporta estas características:
• Especialistas en movimientos motrices finos.[14]
• Buenos para mantener la calma.[15]
• Madrugadores (aquí son muchas las excepciones).[16]
• Más sensibles a los estimulantes, como la cafeína,[17] a menos que estemos muy habituados a ellos.
• Más del «hemisferio derecho» del cerebro[18] (menos lineales y más creativos, en un modo sintetizador).
• Más sensibles a lo que hay en el ambiente.[19] (Sí, eso significa más fiebre del heno y más erupciones cutáneas).
En general, y una vez más, nuestro sistema nervioso parece diseñado para reaccionar ante experiencias sutiles, lo cual nos hace también más lentos de recuperación cuando tenemos que reaccionar ante estímulos intensos.
Pero las PAS no se encuentran constantemente en estado de activación. No somos «activados crónicos»[20] en la vida cotidiana o cuando dormimos. Simplemente, la activación aumenta ante estímulos nuevos o prolongados. (Ser una PAS no es lo mismo que ser «neurótico», es decir, estar constantemente ansioso sin razón aparente).
Cómo valorar las propias diferencias
Espero que usted esté empezando a ver su rasgo de un modo más positivo, pero mi propósito en realidad es que lo vea de un modo más neutral. Puede ser una ventaja o un inconveniente, según la situación particular a la que usted se enfrente. Dado que ésta es una cualidad que se da en todos los animales superiores, debe ser valiosa en muchas circunstancias. Mi impresión es que esta cualidad sobrevive en cierto porcentaje de todos los animales superiores porque es útil para una especie que haya unos cuantos miembros que estén siempre pendientes de señales sutiles. Entre el 15 y el 20 % parece ser la proporción adecuada de los que siempre están alerta ante el peligro, nuevos alimentos, las necesidades de los jóvenes y los enfermos, y los hábitos de otros animales.
Claro está, también es bueno que en el grupo haya quien no está tan alerta ante todos los peligros y las consecuencias de cada acción. Irían sin pensárselo dos veces a explorar cualquier novedad o a pelear por el grupo o el territorio. Toda sociedad necesita de ambos tipos de especímenes. Y posiblemente sean necesarios más especímenes de los menos sensibles ¡porque son mayor número de éstos los que terminan siendo muertos! Claro está que todo esto no son más que especulaciones.
Sin embargo, también tengo la sensación de que la especie humana se beneficia más de las PAS que otras especies. Las PAS tienen más que ver con algo que hace a los seres humanos diferentes del resto de animales: imaginamos posibilidades. Los seres humanos, y especialmente las PAS, somos muy conscientes del pasado y del futuro. Pero, por encima de todo, si la necesidad es la madre de la invención, las PAS pierden bastante más tiempo intentando inventar soluciones a los problemas humanos, simplemente porque son más sensibles al hambre, el frío, la inseguridad, el cansancio y la enfermedad.
Se ha dicho que las personas que muestran este rasgo nuestro son menos felices, o menos capaces de ser felices.[21] Evidentemente, podemos parecer infelices o malhumorados, al menos para las no PAS, porque pasamos mucho tiempo pensando en temas como el sentido de la vida y la muerte y en lo complicado que es todo (nada de pensamientos de blanco o negro). Dado que la mayoría de las no PAS no parecen disfrutar pensando en estas cosas, infieren que nuestras sesudas meditaciones deben causarnos infelicidad. Y es bien cierto que no nos proporciona ninguna felicidad que vengan a decirnos que somos infelices (según su definición de felicidad) y que somos un problema para ellas porque parecemos infelices. Todas estas acusaciones pueden hacer infeliz a cualquiera.
El que mejor planteó la cuestión fue Aristóteles, quien al parecer preguntó: «¿Qué prefieres ser un cerdo feliz o un ser humano infeliz?». Las PAS prefieren la agradable sensación de ser plenamente conscientes, muy humanas, aunque ser consciente no siempre sea agradable.
¡Sin embargo, no estoy diciendo aquí que los no PAS sean cerdos! Sé que alguien va a decir que estoy mostrando una actitud elitista, pero tal cosa no duraría ni cinco minutos con la mayoría de las PAS, que no tardan en culpabilizarse por sentirse superiores. Lo único que intento es infundirnos el coraje suficiente como para sentirnos iguales.
Herencia y entorno
Alguien puede estar preguntándose si ha heredado esta cualidad o rasgo, especialmente si recuerda el momento en que esa sensibilidad pareció iniciarse o aumentar en gran medida.
En la mayoría de los casos, la sensibilidad se hereda.[22] Las evidencias son poderosas, principalmente a partir de las investigaciones con gemelos idénticos que se educaron por separado, pero que crecieron siguiendo un comportamiento similar, algo que sugiere que la conducta, al menos en parte, está determinada genéticamente.
Por otro lado, no siempre es cierto que los dos gemelos que fueron separados muestren este rasgo, pese a ser idénticos. Por ejemplo, cada uno de ellos tiende también a desarrollar una personalidad bastante similar a la de la madre que lo ha criado, aunque no sea la madre biológica. Lo más probable es que no haya rasgos heredados que no puedan ser potenciados, aminorados, generados o eliminados por completo con las suficientes experiencias vitales de determinados tipos. Por ejemplo, un niño que viva sometido a un fuerte estrés en casa o en la escuela no necesita más que una ligera tendencia a ser sensible para que opte por la retirada, lo cual puede explicar por qué es más probable que sean PAS los niños que tienen hermanos mayores[23] (y esto no tiene nada que ver con los genes). De igual modo, las investigaciones realizadas con crías de monos traumatizadas por la separación de sus madres han demostrado que estos monos, cuando se hacen adultos, se comportan en gran medida como los monos sensibles de nacimiento.[24]
Las circunstancias también pueden llevar a la desaparición del rasgo. Muchos niños que nacieron muy sensibles se ven forzados a hacerse más duros bajo las presiones de los padres, de la escuela o de los amigos. La vida en un entorno masificado o ruidoso, crecer en una familia grande o la presión para ser más activo físicamente puede reducir a veces la sensibilidad,[25] del mismo modo que los animales sensibles a los que se trata con mucho cuidado pierden a veces su precaución natural, al menos con ciertas personas o en situaciones concretas. Sin embargo, parece improbable que el rasgo subyacente desaparezca por completo.
¿Y qué hay de su caso?
Es difícil saber si una persona adulta en particular heredó el rasgo o lo desarrolló durante la vida. Las mejores pruebas, aunque lejos de ser perfectas, las ofrecen los recuerdos de los padres, en caso de que recuerden que usted fuera muy sensible cuando nació. Si tiene oportunidad, pregúnteles, o pregunte a quien pudo cuidar de usted, tiene oportunidad, que le expliquen cómo era usted en los seis primeros meses de vida.
Es probable que descubra más cosas si no empieza preguntando si usted era sensible; simplemente, pregunte cómo era usted de niño. Normalmente, las historias que le cuenten se lo van a decir todo. Después de un rato, pregunte por algunas señales típicas de los bebés sensibles. ¿Tenía usted dificultades con los cambios, al quitarle la ropa y meterlo en el agua para el baño, cuando le daban a probar alimentos nuevos, con los ruidos? ¿Solía tener cólicos? ¿Le costaba quedarse dormido, se despertaba con facilidad o dormía poco, especialmente cuando estaba muy cansado?
Tenga presente, no obstante, que si sus padres no tuvieron más experiencias con otros bebés, quizá no se percataran de nada inusual en aquellas edades, dado que no tenían con qué compararlo. Por otra parte, siendo tantos los padres que se sienten culpables por cualquier deficiencia de sus hijos, es posible que los suyos necesiten convencerlo a usted y convencerse a sí mismos de que todo fue perfecto en su infancia. Si usted lo desea, puede tranquilizarlos diciéndoles que no duda de que hicieran las cosas lo mejor que supieron y pudieron, y que todos los bebés plantean ciertos problemas, pero que a usted le interesa saber qué problemas presentó usted en concreto.
También podría hacerles leer el cuestionario que aparece en el apartado ¿Es usted altamente sensible? Autoexamen.
. Pregúnteles si ellos o algún otro miembro de la familia tienen este rasgo, especialmente si descubre que en ambas ramas se encuentran familiares que lo presentan. Si es así, las probabilidades de que su rasgo sea heredado son muy altas.
Pero, ¿qué pasa si no ocurre esto o si usted no está seguro? Probablemente, no tiene importancia; lo que sí importa es que este rasgo es suyo en estos momentos. De modo que no se preocupe demasiado por este asunto. El punto que viene a continuación es mucho más importante.
Aprendiendo de nuestra cultura: aquello de lo que no te des cuenta te hará daño
Usted y yo estamos aprendiendo a ver nuestro rasgo como algo neutro (útil en algunas situaciones, problemático en otras), pero nuestra cultura no lo ve en modo alguno como un rasgo neutro; de hecho, ni éste ni ningún otro. La antropóloga Margaret Mead lo explicó muy bien. Aunque los recién nacidos de una cultura muestran una amplia gama de temperamentos heredados, sólo constituirá el temperamento ideal una estrecha banda de todos estos, es decir, ciertos tipos de ellos. La personalidad ideal se encarna, según Mead, en «cada hebra del tejido social: en el cuidado del niño pequeño, en los juegos de los niños, en las canciones que canta la gente, en la organización política, en la observancia religiosa, en el arte y en la filosofía».[26] Otros rasgos se ignoran, se desalientan o, si todo lo demás falla, se ridiculizan.[27]
¿Cuál es el ideal en nuestra cultura? Las películas, los anuncios, el diseño de los espacios públicos, todo nos recuerda que tenemos que ser tan rudos como Terminator, tan estoicos como Clint Eastwood y tan extrovertidos como Goldie Hawn. Nos deberían de estimular agradablemente las luces brillantes, el ruido, una pandilla de chicos alegres que pasa el rato en un bar… Si nos sentimos saturados y sensibles, siempre podemos tomarnos un calmante.
Si al final tuviera que retener usted una sola cosa de este libro, convendría que fuera el siguiente estudio de investigación. Xinyin Chen y Kenneth Rubin, de la Universidad de Waterloo, en Ontario, Canadá, y Yuerong Sun,[28] de la Universidad de Maestros de Shanghai, compararon a 480 niños de escuelas de Shanghai con 296 de Canadá para averiguar qué rasgos hacían a los niños más populares. En China, los niños «tímidos» y «sensibles» estaban entre los más elegidos por el resto como amigos o compañeros de juegos. (En mandarín, la palabra que significa «tímido» o «callado» significa también «bueno» o «que se porta bien»; sensible se puede traducir como «que muestra comprensión», un término elogioso). En Canadá, los niños tímidos y sensibles estaban entre los menos elegidos. Éste es el tipo de actitud con el que usted tuvo que enfrentarse mientras crecía.
Dese cuenta del impacto que supuso en su persona no amoldarse al ideal de su cultura (lea «Cómo se inculca la norma de la mayoría», en el apartado siguiente). Tuvo que afectarle, no sólo por el modo como los demás lo trataban, sino también por el modo en que llegaría a tratarse usted a sí mismo.
Los prejuicios de la psicología
La investigación en psicología está obteniendo valiosos atisbos acerca de las personas, y gran parte de este libro se basa en tales hallazgos. Pero la psicología no es perfecta porque, en definitiva, no puede evitar reflejar los prejuicios de la cultura en la que se desarrolla. Podría dar un ejemplo tras otro de investigaciones en psicología que reflejan el prejuicio de que las personas a las que yo llamo PAS son menos felices y menos saludables mentalmente, incluso menos creativas e inteligentes (decididamente, los dos primeros no son ciertos). Sin embargo, guardaré estos ejemplos para reeducar a mis colegas. Simplemente, no acepte que le pongan etiquetas así como así, tales como «inhibido», «introvertido» o «tímido». A medida que avancemos en el libro, comprenderá por qué todas estas etiquetas no le hacen ningún bien. En general, pasan por alto la esencia del rasgo y le infunden un cariz negativo. Por ejemplo, las investigaciones han demostrado que la mayoría de las personas asocian, muy equivocadamente, la introversión con una pobre salud mental.[29] Cuando se identifica a las PAS con estas etiquetas, sufren una merma en la confianza en sí mismas, y su nivel de activación aumenta en aquellas situaciones en las que se espera que se conduzcan torpemente las personas así etiquetadas.
Le resultará útil saber que en las culturas en las que se valora más este rasgo, como en Japón, Suecia y China, las investigaciones adoptan un tono muy diferente. Por ejemplo, los psicólogos japoneses parecen tener la expectativa de que los sujetos sensibles se desenvuelven mejor, y así sucede.[30] En el estudio del estrés, los psicólogos japoneses ven más imperfecciones en la forma en que abordan éste las personas no sensibles.[31] No obstante, carece de sentido culpar de estos prejuicios a la psicología de nuestra cultura y a sus bienintencionados psicólogos; lo están haciendo lo mejor que saben y pueden.
Cómo se inculca la norma de la mayoría
1. ¿Cuál fue la actitud de sus padres en relación con su sensibilidad? ¿Querían que usted la mantuviera o que desapareciera? ¿La veían como un inconveniente, como timidez, poca hombría, cobardía, como una señal de capacidades artísticas, como una monería? ¿Y qué pensaba el resto de la familia, sus amigos, sus profesores?
2. Piense en los medios de comunicación, en especial en la infancia. ¿Quiénes eran sus modelos, sus ídolos? ¿Parecían PAS? ¿O eran personas a las que, ahora lo sabe, nunca se parecerá?
3. Piense en la actitud resultante. ¿Cómo le afectó en su carrera, en sus relaciones amorosas, en sus actividades de ocio y en sus amistades?
4. ¿Cómo le tratan a usted, una PAS, los medios de comunicación en la actualidad? Piense en las imágenes positivas y negativas de las PAS. ¿Cuáles predominan? (Observe que cuando alguien es una víctima en una película o en un libro, se la suele retratar como a una persona de naturaleza sensible, vulnerable, sobreactivada. Esto genera buenos efectos dramáticos, porque la víctima resulta visiblemente sacudida y trastornada, pero es mala para las PAS, porque «ser víctima» viene a equipararse con la sensibilidad).
5.