El don de la sensibilidad en la infancia - ELAINE ARON - E-Book

El don de la sensibilidad en la infancia E-Book

ELAINE ARON

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Beschreibung

Es posible que tu hijo pertenezca al 15-20 por 100 de los niños que nacen con una alta sensibilidad, es decir, que llegarán a ser personas muy reflexivas, que se mostrarán sensibles ante cualquier sutileza y que se abrumarán con facilidad. Estas cualidades pueden hacer que el niño sea muy inteligente, meticuloso y creativo, pero que en ocasiones también parezca tímido y retraído, inadaptado, quisquilloso, o incluso que tenga una mala conducta. La psicoterapeuta Elaine N. Aron demuestra en este sorprendente libro que si tu hijo actúa de una manera excesivamente inhibida o exigente, o da muestras de que puede padecer alteraciones como el TDC (trastorno de déficit de atención) o el síndrome de Asperger, cabe la posibilidad de que sea tan sólo una persona altamente sensible. Educados con la comprensión, los cuidados y las atenciones adecuadas, estos niños pueden convertirse en unos adultos sanos, felices y equilibrados.

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Dra. Elaine N. Aron

El don de la sensibilidad en la infancia

Cómo ayudar a tu hijo

cuando el mundo le abruma

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Colección Psicología

El don de la sensibilidad en la infancia

Dra. Elaine N. Aron

1.ª edición en versión digital: marzo de 2017

Título original: The Highly Sensitive Child

Traducción: Antonio Cutanda

Maquetación: Compaginem S. L.

Corrección: M.ª Jesús Rodríguez

Diseño de cubierta: Enrique Iborra

© 2002, Harmony Books

© 2002, Elaine N. Aron

Publicado por acuerdo con Lennart Sane Agency AB.

(Reservados todos los derechos)

© 2017, Ediciones Obelisco, S.L.

(Reservados los derechos para la presente edición)

Edita: Ediciones Obelisco S.L.

Collita, 23-25. Pol. Ind. Molí de la Bastida

08191 Rubí - Barcelona - España

Tel. 93 309 85 25 - Fax 93 309 85 23

E-mail: [email protected]

ISBN EPUB: 978-84-9111-226-6

Maquetación ebook: [email protected]

Reservados todos los derechos. Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada, trasmitida o utilizada en manera alguna por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación o electrográfico, sin el previo consentimiento por escrito del editor.

Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

A todas las niñas y los niños sensibles, allá donde estén,

y a aquellas personas que las educan con cariño para que se

Este libro debe su existencia…

A las generosas madres, padres, maestras, maestros, niños y niñas que me permitieron entrevistarles o que respondieron a mis cuestionarios, y que me ofrecieron tantas ideas como nunca hubiera imaginado.

A mi enérgica editora, Ann Campbell, y mi querida agente, Betsy Amster.

A Jan Kristal, orientadora sobre problemas de temperamento, amiga y consejera.

Y siempre a mi marido, Art, tan desenfadado, tan protector y tan paciente con su altamente sensible familia, y a mi hijo, que me enseñó de primera mano gran parte de lo que intento transmitir en este libro.

Contenido

Portadilla

Créditos

Dedicatoria

Dedicatoria

Nota de la autora

Introducción

¿Tienes un hijo altamente sensible?

PRIMERA PARTE. El niño sensible, una visión de conjunto

Capítulo 1. La sensibilidad: Otra manera de ver a los niños «tímidos» o «quisquillosos»

Capítulo 2. Abróchense los cinturones: Los retos de la crianza de un niño excepcional

Capítulo 3. Cuando el progenitor no es altamente sensible: Una bendición disfrazada

Capítulo 4. Cuando tú y tu hijo sois altamente sensibles: ¿Y qué pasa con el temperamento del resto de la familia?

Capítulo 5. Cuatro claves para criar felizmente a un NAS: Autoestima, mitigar la culpabilidad, una disciplina sensata y saber cómo hablar de la sensibilidad

SEGUNDA PARTE. De la infancia a la juventud

Capítulo 6. Para tener un buen comienzo: Cómo calmar a un bebé altamente sensible y cómo sintonizar con él

Capítulo 7. Los niños pequeños en casa: La adaptación a los cambios y cómo lidiar con la sobreestimulación

Capítulo 8. Los niños pequeños en el mundo: Cómo ayudarles a superar con éxito las situaciones novedosas

Capítulo 9. Los niños sensibles de edad escolar en el hogar: Resolviendo problemas

Capítulo 10. Los niños sensibles de edad escolar en el mundo: Cómo ayudar a tu hijo a disfrutar del colegio y de la vida social

Capítulo 11. Los adolescentes y los jóvenes adultos sensibles: La delicada tarea de botar un navío brioso y marinero

Veinte consejos para los profesores

Nota de la autora

Recibe mi más cordial bienvenida. Te has encontrado con El donde la sensibilidad… en la infancia en un buen momento. Aunque personalmente no creo que este libro precise de una revisión desde que se publicó por vez primera en inglés, sí que he considerado necesario agregar una nota personal con el fin de informarte acerca de las múltiples investigaciones que sobre la alta sensibilidad se han llevado a cabo en los años posteriores a la primera edición de este libro.1 Esta información será de gran ayuda para las madres o padres de niños altamente sensibles (NAS) y, aunque en modo alguno cambia nada acerca de los consejos dados aquí para educar a un niño sensible, sí que proporciona una mayor solidez científica en lo relativo a la identificación de ese rasgo que hace de tu hijo o hija una persona diferente.

Igualmente importante, las siguientes páginas te pueden ayudar también a demostrar la realidad de este rasgo ante todos aquellos familiares, amigos, cuidadores, profesionales de la atención sanitaria, maestros (tan importantes) o incluso parejas que se muestran escépticas o no están bien informadas. Suele ocurrir que aquellas personas que más se preocupan por tus hijos son las que más temen que estés mal informada o que los sobreprotejas cuando caes en la cuenta de que tu hija o hijo es altamente sensible y que ésa es una variación normal que consideras debes honrar. Esta nota te puede ayudar a calmar sus temores. De hecho, podrías pasarles estas páginas, o incluso el libro entero, para que las leyeran. En cualquier caso, intentaré ser breve.

Las primeras investigaciones

En el capítulo 1 hablo de las investigaciones llevadas a cabo hasta el año 2002, de cómo comencé a estudiar la hipersensibilidad, las primeras entrevistas con adultos, el desarrollo del cuestionario de medida para adultos, la comprobación del cuestionario en cientos de personas, y cómo diferenciamos aquel rasgo de otros relacionados, como la introversión. De hecho, descubrimos que, aunque el 70 por 100 de las personas altamente sensibles (PAS) eran introvertidas, el 30 por 100 eran extrovertidas, y en el capítulo 1 se explican los motivos de esto. También explico que, en realidad, no es que yo descubriera un nuevo rasgo de temperamento, sino que lo único que hice fue darle un nombre más preciso. En las primeras investigaciones sobre temperamento innato, y especialmente en las relacionadas con este rasgo, los autores se centraban en un único comportamiento observable, y lo llamaban «timidez», «introversión», «inhibición», «de ánimo tardo» o, simplemente, «temor». Sin embargo, aunque un niño sensible puede terminar siendo tímido, introvertido, temeroso, etcétera, ninguno de estos adjetivos logra englobar el rasgo subyacente, que normalmente no puede observarse sólo a través de un comportamiento. Quizá, con el tiempo aparezca un término más adecuado, dado que los genes que dan lugar a este rasgo no tienen etiquetas, pero «alta sensibilidad» ha sido mi intento por darle un nombre. (En la bibliografía científica lo denominamos «sensibilidad ante el procesamiento sensorial», que no debe confundirse con el trastorno del procesamiento sensorial o el trastorno de integración sensorial, tal como explico en el capítulo 1).

En el primer capítulo explico cómo elaboré el cuestionario que encontrarás en este libro, dirigido a padres y madres, y titulado «¿Es tu hijo altamente sensible?». Para hacer este cuestionario utilicé los mismos métodos que usé para el cuestionario para adultos, pero entrevistando a padres y madres en este caso, y elaborando un buen número de preguntas que se llegarían a pasar a más de un centenar de madres y padres. Estas preguntas se afinaron posteriormente con aquellas otras que ya sabíamos que medían una alta sensibilidad; es decir, si los progenitores encontraban que una de estas preguntas era cierta acerca de su hijo o hija, normalmente decían sí también a las demás.

Al igual que con el cuestionario para adultos, los elementos de este nuevo cuestionario son asombrosamente diversos, y van desde la facilidad para sobresaltarse o el disgusto ante las prendas de ropa que pican hasta el uso de palabras altisonantes y sentir la angustia que sienten otras personas. Esto se debe a que las preguntas se hacen sobre comportamientos que los progenitores han observado, pero se basan en una comprensión de este rasgo, que es más profundo y que va más allá de un amplio rango de comportamientos hasta alcanzar el motivo que los subyace a todos.

¿Describe el PSES a tu hija?

En la actualidad explico ese rasgo subyacente como constituido por cuatro aspectos;2 es decir, estos cuatro aspectos están presentes en toda persona altamente sensible. Si falta alguno de ellos, probablemente no estemos hablando de alta sensibilidad. Para recordarlos, puedes utilizar el acrónimo PSES: Profundidad de procesamiento, ser fácilmente Sobreestimulado, ser Emocionalmente reactivo en términos generales y mostrar una elevada Empatía en lo particular, además de ser consciente de los estímulos Sutiles. Utilizaré estos cuatro aspectos aquí, en esta nota de la autora, para resumir las investigaciones más recientes en las que hemos encontrado evidencias para cada uno de ellos.

Profundidad de procesamiento

Aunque de lo primero que se percatan la mayoría de los progenitores de los NAS es de lo fácil que resulta sobreestimularlos y de lo conscientes que son hasta de los detalles más sutiles, la profundidad de procesamiento es el rasgo subyacente a esos otros fenómenos. Este procesamiento o tendencia a reflexionar a fondo puede tener lugar también de manera inconsciente, pero se manifiesta en las profundas preguntas que hace tu hija o hijo, en la utilización que hace de palabras altisonantes, impropias de su edad, en cuanto las ha escuchado un par de veces, en su ingenioso sentido del humor, en sus dificultades para tomar decisiones porque se le ocurren demasiadas posibilidades, o en su «lentitud de reacción» ante personas o situaciones nuevas porque tiene que observar y pensar en todo ello antes de involucrarse. Como destaco en el libro, no todo NAS exhibirá la totalidad de estos rasgos, pero sí que todos mostrarán alguna señal de este pensamiento más profundo ante la realidad. Cierto es que un niño sensible, o cualquier otro niño o niña, puede ser «lento de reacción» debido a un miedo real (en contraposición con una precaución razonable), pero debe de haber alguna pista en la actual situación que lleve al niño a vincularla con una experiencia negativa del pasado. Por mi parte, dudo mucho que los niños nazcan indiscriminadamente temerosos o tímidos, pues tal rasgo no habría perdurado demasiado tiempo en la reserva genética humana.

Sin embargo, disponemos de nuevas y considerables evidencias acerca de la profundidad del procesamiento en la alta sensibilidad. En un estudio de Jadzia Jagiellowicz et al. sobre la actividad cerebral en los adultos (utilizando imágenes por resonancia magnética funcional, o IRMf) se descubrió que, cuando las personas intentan determinar la diferencia entre dos imágenes ligeramente diferentes, las personas altamente sensibles (PAS) muestran una mayor actividad cerebral que las no-sensibles en aquellas zonas que se ocupan precisamente de eso: de considerar las complejidades y los detalles de algo que se percibe, y no simplemente de sus aspectos superficiales. Es decir, las PAS emplean más de esas zonas del cerebro implicadas en un procesamiento «más profundo» o elaborado.3

En otra investigación, en este caso mía y de otros colegas, se comparó a personas sensibles y no-sensibles nacidas y crecidas en Asia con otras nacidas y crecidas en Estados Unidos. Se las comparó en lo relativo a cómo manejan aquellas tareas perceptivas cuya dificultad –es decir, cuánto esfuerzo o activación cerebral exigen– varía en función de si la persona pertenece a una cultura más colectivista, como en Asia, o a una cultura más individualista, como en Estados Unidos. Los cerebros de las personas no-sensibles mostraron el habitual esfuerzo extra al realizar aquellas tareas que son más difíciles para las personas de su propia cultura, en tanto que los cerebros de las PAS, tanto las de Asia como las de Estados Unidos, no mostraron diferencia alguna ni señal de haber realizado un esfuerzo. Era como si estuvieran viendo más allá de sus expectativas culturales hasta alcanzar una comprensión más profunda de cómo «son en realidad» las cosas.4

En la investigación de Bianca Acevedo5 se estudió a personas sensibles y no-sensibles mientras contemplaban fotos de personas extrañas y personas queridas, y se obtuvieron los mismos resultados que obtuvo Jagiellowicz: que el procesamiento perceptivo de las PAS es más elaborado, pero también su actividad cerebral es mayor en aquella región denominada «ínsula». En ocasiones se ha sostenido que esta región del cerebro es la sede de la consciencia, porque integra el conocimiento instante a instante de los estados y emociones internos, de la posición corporal y de los acontecimientos externos de los que estamos tomando conciencia.6 Si tu hijo o hija es un niño altamente sensible (NAS) y es más consciente de lo que ocurre dentro y fuera de él, ésta sería exactamente la zona del cerebro que estaría especialmente activa en esos momentos.

Sobreestimulación

Una persona que sea más consciente de todo lo que ocurre fuera y dentro de ella, y que procese también más a fondo toda esa información, se agotará necesariamente antes que los demás, tanto mental como físicamente, dado que el cerebro es parte del cuerpo. En el caso de los niños, de todos ellos, para quienes hay demasiadas cosas nuevas a cada instante, y a los que además les introducimos deliberadamente más cosas nuevas para que crezcan y aprendan, la sobreestimulación es algo que sucede con frecuencia, algo que les deja agotados y angustiados. Pero esto es mucho más intenso en el caso de los NAS, cuya constitución les hace tomar conciencia de todo estímulo nuevo y procesarlo con mucha más intensidad que el resto de los niños. De ahí que se sobreestimulen con suma facilidad, siendo éste un efecto colateral natural, aunque poco placentero, de la profundidad de procesamiento.

Probablemente no haga falta describir el aspecto de un niño o una niña sobreestimulado, pues casi a diario te puedes encontrar con esa imagen. Esos sorprendentes e inquietantes colapsos que sufren cuando tienen una jornada sobreestimulante, aun en el caso de que haya sido un día «divertido» o de vacaciones. La dificultad para dormirse tras un día excitante, o los problemas para volverse a dormir si se despierta a mitad de la noche. Esas reacciones ante los cambios o ante el dolor, que se nos antojan extremas. Los ruidos fuertes que parece que les hagan daño físicamente. Se quejan del frío o del calor, de la piedrecita que le ha entrado en el zapato, de que la ropa está húmeda, o que pica. Con los años descubres que estos niños necesitan de un tiempo extra de inactividad, o bien de juego reposado. Quizá no les gusten las fiestas sorpresa, o que incluso, para no verse sobreestimulados, opten por evitar todo tipo de fiestas, los deportes de equipo o hablar en público en su clase, por mucho que te empeñes en darle ánimos y mitigar sus temores. Y sufres cuando ese niño (o niña) es muy bueno en algo, pero se bloquea cuando tiene que hacerlo delante de los demás, como en la escuela, en un concierto musical o una competición importante. Y espero que te hayas dado cuenta de que ese niño aprende mejor con un correctivo suave que con un castigo, que es algo extremadamente intenso y sobreestimulante para él. En resumen, no hay niño que se sienta bien, que se desempeñe bien o que aprenda cuando está sobreestimulado, y un NAS se abruma con los estímulos antes que cualquier otro.

Existen evidencias experimentales que demuestran que las PAS se sobreestimulan con facilidad. Friederike Gerstenberg, en Alemania, comparó a un grupo de personas sensibles con otro de personas no-sensibles en la complicada tarea perceptiva de decidir si una T, ubicada en diversas posiciones, se hallaba oculta entre una multitud de letras L, dispuestas también en distintas orientaciones en una pantalla de ordenador. Las PAS realizaron la tarea con mayor rapidez y precisión, pero también se mostraban más estresadas que las otras después de realizar la tarea.7 ¿Era debido al esfuerzo perceptivo o al efecto emocional que les suponía hallarse en un experimento? Fuera cual fuera el motivo, se sentían estresadas. Del mismo modo que decimos que un trozo de metal se halla bajo estrés cuando se sobrecarga, lo mismo se puede decir de las PAS.

En una investigación que estoy realizando actualmente sobre padres y madres altamente sensibles, éstos informan que se sienten sobreestimulados tanto por ser padres como por la actividad social que se deriva de la maternidad, comenzando por el hecho de que personas extrañas se dirijan a las mujeres tan sólo por hallarse embarazadas. Theodore Wachs descubrió que, ante niveles similares de desorden y desbarajuste en el hogar, las madres que puntuaron alto en la Escala PAS percibían su hogar como más caótico que las madres no-sensibles.8

Sin embargo, la alta sensibilidad no hace referencia principalmente al hecho de sentirse atribulado o angustiado por el exceso de ruidos, por el desbarajuste de la casa o por los cambios constantes. El malestar sensorial, en sí mismo, sin otros aspectos del rasgo, puede ser la señal de un trastorno debido a algún tipo de problema con el procesamiento sensorial, y no por disponer de un procesamiento sensorial inusualmente elaborado o profundo. Por ejemplo, en ocasiones, personas con trastornos del espectro autista se lamentan de sobrecarga sensorial, en tanto que en otras ocasiones no reaccionan. Es como si tuvieran dificultades para discernir en qué deben enfocar la atención y qué deben descartar, dado que, cuando hablan con otra persona, su cara puede no resultarles más importante que sus zapatos. En cambio, los NAS prestan una atención especial a las caras y a otras pistas de carácter social. Si un niño no puede poner orden en su percepción y discernir todo cuanto de verdad importa se va a sentir, evidentemente, abrumado por la estimulación. Las personas que se hallan dentro del espectro autista pueden ser incluso más conscientes de detalles sutiles en algo en lo que han fijado su atención; pero, especialmente en las situaciones sociales, suelen poner su atención en aspectos irrelevantes.

Reactividad emocional y empatía

La reactividad emocional está también estrechamente relacionada con la profundidad de procesamiento, en tanto en cuanto las emociones nos dicen a qué prestar atención, de qué debemos aprender y qué memorizar en caso necesario. Sin la motivación que proporcionan las emociones, nada se procesaría con la suficiente intensidad como para ser recordado.9 Ésta es una de las razones por las que es más fácil aprender un idioma en un país donde se hable ese idioma, pues no sólo lo estamos escuchando en todo momento, sino también porque queremos comunicarnos con las personas que nos rodean. Todos los niños necesitan recordar cómo mantenerse calientes, cómo lograr una sonrisa de mamá, cómo hablarle a papá para que le dé una galleta, o cómo lograr una buena nota en la escuela, al igual que cómo evitar quemarse los dedos, enfadar a papá y mamá, o sacar malas notas. Sin embargo, los niños sensibles, debido a que están más atentos a todo, observan y aprenden mejor estas lecciones de la vida. Algo que desarrollan de forma natural en situaciones sociales es la empatía, el saber lo que la otra persona sabe, o sentir lo que la otra persona siente. La empatía, combinada con unas emociones intensas, lleva a la compasión.

Como madre o padre de un NAS, tú sabes el aspecto que puede llegar a adoptar tal sensibilidad emocional y tal empatía, como cuando tu hija o hijo lo siente todo con una profundidad extrema, llora con facilidad, «te lee la mente», se comporta como un perfeccionista o reacciona intensamente ante el más mínimo error, se percata de la angustia o el dolor de otras personas, como sus amigas en la escuela, otros miembros de la familia, personas extrañas o, incluso, animales (como cuando se entera de que las chuletas de cordero proceden de pequeños corderitos, o que los oseznos polares se están ahogando debido al calentamiento global producido por el cambio climático).

Ya sabíamos, gracias a los experimentos y a los estudios realizados con el cuestionario, que las PAS reaccionan con más intensidad tanto a las experiencias positivas como negativas. Sin embargo, una serie de experimentos recientes y de estudios sobre activación cerebral realizados por Jadzia Jagiellowicz han demostrado que las PAS reaccionan con más intensidad que el resto de los humanos a fotografías agradables (por ejemplo: cachorritos, gatitos y pasteles de cumpleaños) y desagradables (por ejemplo: serpientes y arañas), pero especialmente a las agradables, y sobre todo si son personas que tuvieron una infancia feliz.10 (Volveremos sobre este asunto un poco más adelante). Esta reacción ante las imágenes positivas no se da sólo en las áreas del cerebro relacionadas con la experiencia inicial de las emociones intensas, sino que también, y una vez más, en las áreas «superiores» del pensamiento y la percepción, algunas de las mismas áreas que se encontraron en los estudios cerebrales sobre profundidad de procesamiento.

Pero la E también tiene que ver con la empatía. En la investigación de Bianca Acevedo de la que se ha hablado antes, en la que un grupo de PAS y otro de no-PAS contemplaban fotos de rostros, tanto de personas extrañas como de sus propias parejas, que expresaban felicidad, tristeza o sentimientos neutros, recordarás que las PAS mostraban una mayor activación cerebral en la ínsula, la zona relacionada con la conciencia en sí. Esto ocurrió en todos los casos, pero las respuestas fueron más intensas cuando contemplaban fotos en las que los rostros que mostraban las emociones, de felicidad o de tristeza, eran los de sus propias parejas. Esto podría ser un indicio de que estas personas se hallaban en esos momentos en un estado especialmente acrecentado de conciencia, como sería de esperar si sentían las emociones más intensas al mirar estas fotos.

Las PAS mostraron también más actividad que las demás personas dentro del sistema de neuronas espejo,11 en especial cuando contemplaban los rostros felices o tristes de seres queridos y los rostros felices de personas extrañas; otro intenso indicador de que las PAS sintonizan especialmente con aquellas personas por las cuales sienten algo y con las imágenes positivas en general. Las neuronas espejo se descubrieron hace apenas veinte años. Estas neuronas se activan cuando vemos a otra persona haciendo o sintiendo algo, y se activan tal como lo harían si estuviéramos haciendo esa misma cosa o sintiendo esa misma emoción. Por ejemplo, si le damos una patada a un balón se activan las mismas neuronas que cuando vemos a alguien darle una patada a un balón, o cuando escuchamos el sonido de un balón al dársele una patada, o incluso al escuchar o pronunciar la palabra «chuta». Son otras las neuronas que nos impiden realizar las acciones que vemos en la persona que observamos cuando se supone que no debemos hacerlo, aunque a veces no lo consiguen del todo. Si alguna vez has sentido que se te tensaban los músculos al ver a una deportista o a un bailarín realizando un movimiento vigoroso, entonces es que ya sabes cómo funcionan las neuronas espejo.

Sin embargo, estas sorprendentes neuronas no sólo nos permiten aprender a través de la imitación. Junto con otras regiones del cerebro que se mostraron especialmente activas en las PAS en este estudio, las neuronas espejo nos permiten conocer en profundidad lo que otra persona puede estar pensando o sintiendo. Es decir, estas regiones concretas del cerebro son las que favorecen la empatía. Mediante la empatía no sólo podemos saber cómo se siente otra persona a partir de sus palabras o de otras pistas, sino que también podemos llegar a sentir hasta cierto punto lo mismo que siente la otra persona. Y, también aquí, las PAS muestran una activación más intensa que las personas no-PAS en esas zonas del cerebro donde se procesa la empatía, de modo que no te sorprendas demasiado si tu hijo se siente profundamente consternado cuando es testigo de un acto de crueldad o de injusticia.

Sensibilidad ante los estímulos sutiles

Ser consciente de sonidos, olores, detalles o cualquier otro estímulo sutil es, evidentemente, una característica de las personas altamente sensibles. Hay personas que, por el motivo que sea, han desarrollado alguno de sus sentidos en gran medida. Sin embargo, en el caso de las PAS no se trata de un desarrollo perceptivo en los propios órganos de los sentidos, sino de una capacidad acrecentada del pensamiento y el sentimiento que les permite discriminar lo que perciben con un alto grado de sutileza; es decir, utilizando la profundidad de procesamiento. Ciertamente, las madres o los padres de los NAS podrán recordar multitud de situaciones en que sus hijos exhiben una muy elevada sensibilidad ante estímulos sutiles, como cuando se percatan de cambios mínimos en el aspecto de otras personas o lugares, cuando algún elemento del mobiliario se ha cambiado de lugar o ha desaparecido, cuando un olor «extraño» les lleva a negarse a entrar en algún establecimiento, cuando escuchan el canto de un pájaro o el motor de un avión en la distancia, o cuando, ya más mayores, perciben detalles en una obra de arte que los demás no perciben. Se percatan de una pequeña variación en el tono de la voz o en la mirada, de un mínimo mohín de desdén o de la más mínima señal de estímulo. Esa sensibilidad ante lo sutil les resulta muy útil en los deportes, el arte y en la escuela, pues incluso llegan a sentir lo que sus profesores desean. Esta conciencia sutil puede eclipsarse, claro está, cuando el niño está sobreexcitado, cuando se encuentra bajo presión o cansado por un exceso de estimulación. Eso es lo que ocurre con cualquier sistema nervioso, que puede sobrecargarse.

Respecto a este punto, ya hemos hablado de esas investigaciones sobre activación cerebral en las que los sujetos buscaban diferencias sutiles frente a diferencias obvias entre fotos, en las que los cerebros de las PAS se mostraron mucho más activos en aquellas situaciones que los cerebros de los no-PAS. Otro ejemplo nos lo proporciona el estudio cultural en el que la facilidad para percibir diferencias sutiles no se veía afectada por la propia cultura de la PAS, cosa que sí que ocurría con las no-PAS. También he hecho referencia a un estudio realizado en Alemania en el que un grupo de PAS y uno de no-PAS tenían que localizar formas de T ocultas en una sopa de formas de L, y en el que las PAS ofrecieron resultados más precisos y en menor tiempo.

En lo bueno y en lo malo

Si estás leyendo este libro es probable que tu hijo altamente sensible te preocupe mucho, y es muy probable que, como padre o madre, hayas hecho un buen trabajo durante todos estos años, de modo que no quiero que le des demasiada importancia a todo lo que vaya a decir a partir de ahora. Lo que pretendo en realidad es animarte, pues sin duda has tenido un efecto muy positivo en tu hijo. Desde el inicio de nuestras investigaciones nos dimos cuenta de que el mero hecho de ser una PAS hace más probable que la persona no se sienta feliz o que sea proclive a preocuparse. Yo sospechaba que esto debía de tener algo que ver con la historia personal, por el hecho de que las personas sensibles se vieran especialmente afectadas por el estrés en su infancia y su juventud, y eso es precisamente lo que descubrimos.12 Las PAS que en diversas mediciones dieron cuenta de haber tenido una infancia poco dichosa eran más proclives a padecer depresiones, ansiedad y timidez que las no-PAS que habían tenido igualmente infancias complicadas. Sin embargo, con una infancia suficientemente buena, las PAS eran tan felices como las no-PAS, o incluso aún más felices. Es decir, tal como comprenderás en breve, los NAS se encuentran en una posición ventajosa con respecto a otros niños si dan con los padres, madres, maestros adecuados.

El poderoso influjo de la infancia en las PAS adultas fue el motivo principal por el que escribí este libro, porque es mucho más fácil prevenir los problemas en la infancia que intentar curarlos en la edad adulta. Es como si las PAS fueran especialmente vulnerables. Pero las investigaciones siguen demostrando que hay algo más aparte de eso, y que incluso mencioné algunos de esos estudios en el libro sin ser plenamente consciente de su importancia. Por ejemplo, en el libro hablé de W. Thomas Boyce et al., quienes descubrieron en 1995 que los niños «altamente reactivos», situados en entornos estresantes, padecen más enfermedades y lesiones que los demás niños; en tanto que, en hogares y escuelas relativamente poco estresantes, padecían menos enfermedades y lesiones que los demás niños. Boyce llegaba a comparar a estos niños con las orquídeas, en tanto que a los niños no-reactivos los veía como a los silvestres dientes de león.13 Pero Boyce se muestra de acuerdo en el hecho de que estamos estudiando el mismo rasgo.

Desde que escribí este libro, la «susceptibilidad diferencial» se ha convertido en un tema candente de investigación en el campo del desarrollo infantil, en el que Jay Belsky y Michael Pluess señalan el error que supone quedarnos sólo con la vulnerabilidad que acompaña al hecho de ser sensible.14 Los NAS, a los que suele describirse como altamente reactivos o de fácil estrés físico, tímidos o inhibidos en su comportamiento, o con genes relacionados con la depresión o la ansiedad, resulta que se desempeñan mejor que otros niños cuando se les ubica en entornos adecuados; es decir, cuando se les da una atención infantil de alta calidad. Con lo de que se «desempeñan mejor» me refiero a todo, desde el rendimiento escolar y el comportamiento moral hasta la competencia social, la autorregulación y la seguridad de sentirse queridos. Si las madres eran especialmente positivas y cariñosas, si a ambos progenitores se les instruía en habilidades parentales y de crianza, si a las niñas se les enseñaba la manera de gestionar la depresión, o si a los niños de orfanatos se les proporcionaban cuidados especializados durante la crianza, estos niños «susceptibles» o «sensibles» eran siempre los que más se beneficiaban. Es como si éstos no sólo absorbieran un mal entorno con más intensidad, sino que también eran los que más se beneficiaban de un buen entorno.15

Michael Pluess se ha centrado específicamente en esta mitad positiva de los resultados con niños sensibles, y la ha denominado «Vantage Sensitivity», «Sensibilidad Ventajosa» (haciendo referencia a la idea de la sensibilidad como una ventaja en términos generales).16 Una posible explicación de esta «ventaja» podría ser la respuesta especialmente intensa que muestran las PAS ante fotos de imágenes positivas o rostros con expresiones positivas, como ya he detallado. Dado que los seres humanos somos, en términos generales, más proclives a reaccionar ante las amenazas que ante las experiencias positivas, esta tendencia positiva puede ser de gran ayuda en el caso de NAS, al permitirles atender y beneficiarse más que los demás niños de todo lo positivo que les rodea –amor, atenciones, buenos consejos, la belleza del arte, información interesante, etcétera.

Pluess compara incluso la sensibilidad ventajosa con la idea de la resiliencia, señalando que las personas resilientes son las que se ven menos afectadas ante malos acontecimientos, pero que quizá también se vean menos afectadas por los buenos, con lo que estarían ofreciendo «resistencia a lo ventajoso». Si alguna vez alguien te ha dicho que tu NAS carece de resiliencia, no te olvides de este detalle.

La línea base de tan enorme conglomerado de investigaciones no es que tu NAS puede terminar siendo mejor que los demás niños en determinados aspectos, como si la vida fuera una gran carrera de caballos y tú pudieras hacer que tuviera más posibilidades de ganar (aunque podría ser una bonita sorpresa para algunas de esas personas que se muestran especialmente preocupadas con su NAS justo en estos momentos). Más bien, la sensibilidad ventajosa significa que puedes sacar lo mejor de tu hijo, sea lo que sea tal cosa mejor, con más facilidad que aquellos padres que tienen que lidiar con otros tipos de niños. Tu NAS está preparado –de hecho, está mucho más preparado que otros– para responder ante cualquier cosa que le pueda servir de ayuda y ante cualquier palabra sabia que le puedas ofrecer.

Por fin, las evidencias genéticas

En el capítulo 2, hice alusión a uno de los primeros estudios de susceptibilidad diferencial, del que daba cuenta Stephen Suomi,17 el cual había observado que una minoría de monos rhesus nacían con una variación genética particular que les ponía «tensos», en tanto en cuanto se veían más afectados por el estrés. Sin embargo, cuando estas crías eran entregadas después de nacer a las madres más hábiles, los buenos cuidados maternos convertían a aquella minoría de monos en individuos inusualmente competentes, al punto de convertirse con frecuencia en líderes de sus grupos. Cuando me referí a esta investigación en el capítulo 2 no dije nada sobre la variación genética que había tras aquellos comportamientos, dado que entonces no existían evidencias de que las PAS tuvieran esta variación, pero ahora sí que disponemos de esas evidencias.

Resulta que los monos rhesus y los seres humanos comparten una variación genética normal en lo relativo a la cantidad de serotonina a la que pueden recurrir sus cerebros. Los monos «tensos» tienen la misma variación genética que los humanos «tensos»; es decir, aquellas personas que se ponen ansiosas o se deprimen con facilidad. Sin embargo, la mayoría de las personas con esa variación genética no terminan siendo víctimas de la ansiedad o la depresión. De hecho, ahora sabemos que la variación genética de la serotonina es una de las principales causas de susceptibilidad diferencial. Es decir, tanto en los monos como en los seres humanos, el hecho de tener esta variación genética supone numerosas ventajas: mejoras en el recuerdo de los materiales aprendidos, una mejor toma de decisiones y un funcionamiento mental general mucho más eficaz.18

En el tiempo que ha transcurrido desde que escribí este libro y hablé de los monos rhesus, algunas investigaciones, como las realizadas en Dinamarca por Cecilie Licht et al.,19 indican que las PAS tienen la misma variación genética. Esto es algo que no debería sorprendernos. Y, dado que esta variación genética parece encontrarse exclusivamente en estas dos especies de primates, los seres humanos y los monos rhe­sus, y dado que ambas son sumamente sociables y capaces de adaptarse a un amplio rango de entornos, podríamos preguntarnos si esta adaptabilidad no será debida a que los miembros altamente sensibles de estas especies son más capaces de captar las sutilezas, como qué nuevos alimentos se pueden ingerir sin peligro o qué riesgos evitar. Esto les habría permitido sobrevivir mejor en cualquier entorno novedoso.

No todas las PAS o los NAS tienen esta variación genética en lo relativo a la serotonina disponible, lo cual nos hace pensar que existen muchos senderos genéticos que conducen hacia la alta sensibilidad. En China, Chen y otros investigadores han descubierto otra variación, que se da en siete genes de la dopamina, estrechamente vinculada con puntuaciones altas en la Escala PAS.20 Y también puede haber otras formas de convertirse en una PAS, sobre todo si tenemos en cuenta las nuevas investigaciones que se están llevando a cabo en el campo de la epigenética, en el cual se estudia de qué modo los mismos genes se ven alterados por el entorno. Sin embargo, creo que la sensibilidad viene determinada principalmente por los genes; y ello debido a otro gran avance de la investigación científica, el del descubrimiento de los motivos evolutivos de la alta sensibilidad.

Evidencias evolutivas

En el capítulo 1 señalé un par de puntos que, en la época en la que escribí el libro, se basaban en unos cuantos datos y multitud de observaciones; sin embargo, ahora las evidencias son mucho más potentes. El primer punto al que me referí entonces era que este rasgo no puede ser un trastorno ni un problema, ni siquiera una desventaja, dado que ha evolucionado en otras especies, además de en la especie humana. Entonces mencioné tres especies, pero la lista ha crecido durante todo este tiempo hasta más de cien.21 En todas estas especies, la mayor parte de sus miembros no son sensibles a los aspectos sutiles del entorno. Eso queda reservado a una minoría. Max Wolf et al., en Alemania, utilizaron una simulación computerizada sobre la posible evolución de esta sensibilidad o «responsividad biológica».22 La idea estriba básicamente en que en ocasiones vale la pena percatarse de detalles sutiles y procesar en profundidad esa información acerca de cómo funciona el mundo, comparando la situación que se presenta en esta ocasión con todo lo que sabes acerca de situaciones similares en el pasado. Sin embargo, hay otras ocasiones en que todo eso no es más que una pérdida de tiempo, especialmente si esto supone un montón de trabajo para tu sistema nervioso. De ahí que no todo el mundo sea sensible, sino sólo una minoría. De hecho, si todo el mundo fuera sensible, serlo no supondría ninguna ventaja: si todo el mundo en un atasco de tráfico conociera una ruta alternativa y la tomara, esta ruta terminaría tan atascada como la primera.

Imagina que tu sensible hija ha descubierto un rincón en el patio del recreo que ofrece la sombra más fresca en un día caluroso. La mayoría de los niños pasarán calor y se sentirán molestos, pero no se percatarán de lo que se percata tu hija. No sabemos si tu niña será capaz de sobrevivir mejor que sus compañeros a largo plazo; pero sí puede ser que, debido a que emite más respuestas ante lo que aprende, también cuidará mejor de su salud; se percatará, por ejemplo, de cuándo los neumáticos están demasiado gastados y protegerá a sus propios hijos del peligro.

Los biólogos están prestando una atención considerable ahora a estas variaciones de la «personalidad» dentro de las especies, y una de las conclusiones a las que han llegado es que es obvio que ninguna de estas variaciones seguiría propagándose de generación en generación a menos que ofreciera una estrategia única para la supervivencia. Es decir, el temperamento de tu hija, por muy extraño que parezca, está ahí, en la reserva genética de nuestra especie, por un buen motivo.

O todo o nada

Otra de las ideas que plasmé en este libro y que en la actualidad se ha demostrado con contundencia es que la sensibilidad no es, probablemente, una dimensión como la estatura o el peso, en la que la mayoría de la gente se agrupa en torno a un promedio. Se parece más a ser diestro o zurdo, todo o nada, con una mayoría que se agrupa en un extremo y una minoría en el otro. Esto ya sucedía con un rasgo que ofrecía ciertas similitudes con la alta sensibilidad, el del retraimiento infantil; pero ahora tenemos también evidencias sobre la sensibilidad, a partir de la tesis doctoral de Franziska Borries, de la Universidad de Bielefeld, en Alemania.23 En un estudio en el que más de novecientas personas cumplimentaron la Escala PAS, además de otros test, Borries recurrió a un particular método estadístico que diferencia entre categorías y dimensiones, y descubrió que ser altamente sensible es ciertamente una categoría, y no una dimensión. O lo eres o no lo eres; y tu hijo es un NAS o no lo es. Puedes explicar esto cuando alguien te diga, «La niña no es diferente. Todo el mundo es un poco sensible».

Evidentemente, ninguna medida basada en autoinformes ni en informes paternos es perfecta. Muchas personas obtendrán puntuaciones medias por motivos que nada tienen que ver con el rasgo en sí. Por ejemplo, hay personas que tienden a responder en todo evitando los extremos en un cuestionario. Por otra parte, hay rasgos distintos e independientes, como la curiosidad extrema o la tendencia a la ira en un niño, que pueden enmascarar hasta cierto punto la sensibilidad. Todo NAS, y toda persona, es única al fin y al cabo.

Cuando traes al mundo a un NAS le estás haciendo un gran regalo al mundo

Me he vuelto a leer el libro antes de ponerme a escribir esta nota con la esperanza de que no haría otra cosa que repetirme si decía lo que voy a decir ahora; pero lo cierto es que no he encontrado demasiado de lo que, con el tiempo, se ha convertido en el mensaje más importante que puedo transmitirte: que el mundo necesita personas altamente sensibles que hayan recibido una esmerada protección y educación. El mundo las necesita desesperadamente. ¿Qué más podemos necesitar en estos momentos que personas que piensen con detenimiento, que sientan profundamente, que se percaten de los detalles sutiles y que puedan hacerse una idea precisa del panorama general? Pero necesitamos aún otra cosa: que esas personas tengan el coraje de levantar la voz y reivindicarse cuando las no-sensibles no vean, piensen y sientan con la suficiente profundidad en una situación.

No es fácil ver que los niños crecen bien, pero eso nos permite saber cómo hacerlo y darle la importancia que merece. Espero que este libro no sólo te ayude a saber cómo tratar y cómo educar a tu NAS, sino también a que comprendas lo mucho que eso importa. Si progenitores y educadores ayudan a los NAS a valorarse a sí mismos, a desarrollar sus propios puntos de vista y a encontrar vías para comunicarse de forma efectiva con las personas no-sensibles que les rodean, estarán mejorando, sólo con eso, la vida en la Tierra. Además de por muchas otras cosas que puedas hacer cotidianamente, estás aportando ya mucho al mundo por el simple hecho de haber traído a la vida a un NAS y de darle un buen comienzo en la existencia. Por todo ello, gracias.

Nota:

En relación con el rasgo de la alta sensibilidad en adultos que se analiza en este libro, las cuestiones tratadas se sustentan en las investigaciones de las que se da cuenta en los cinco libros y artículos que se relacionan abajo. Las notas de los distintos capítulos son sólo de los estudios realizados con NAS, niños en general, o de los hallazgos realizados con adultos sensibles que no han sido citados en estas cinco fuentes. Así pues, cuando hago referencia a otra investigación, incluidas las mías, me remito a lo publicado en alguno de estos cinco trabajos:

• E. N. Aron: El don de la sensibilidad. Ediciones Obelisco, Barcelona, 2006.

• E. N. Aron: The Highly Sensitive Person in Love. Broadway Books, Nueva York, 2000.

• E. N. Aron y A. Aron: «Sensory-Processing Sensitivity and Its Relation to Introversion and Emotionality». Journal of Personality and Social Psychology 73 (1997): 345-368.

• E. N. Aron: «High Sensitivity as One Source of Fearfulness and Shyness: Preliminary Research and Clinical Implications», en Extreme Fear, Shyness, and Social Phobia: Origins, Biological Mechanisms, and Clinical Outcomes, L. A. Schmidt y J. Schulkin, eds., Oxford University Press, Nueva York, 2000, 251-72.

• E. N. Aron: «Counseling the Highly Sensitive Person». Counseling and Human Development 28 (1996): 1-7.

11. Para un resumen completo a lo largo de 2011, véase E. Aron, A. Aron y J. Jagiellowicz: «Sensory Processing Sensitivity: A Review in the Light of the Evolution of Biological Responsivity». Personality and Social Psychology Review 16 (2012): 262-282. A medida que se disponga de más investigaciones se irán relacionando en www.hsperson.com

22. E. Aron: Psychotherapy and the Highly Sensitive Person: Improving Outcomes for That Minority of People Who Are the Majority of Clients. Routledge, Nueva York, 2010.

33. J. Jagiellowicz, X. Xu, A. Aron, E. Aron, G. Cao, T. Feng y X. Weng: «Sensory Processing Sensitivity and Neural Responses to Changes in Visual Scenes». Social Cognitive and Affective Neuroscience 6 (2011): 38-47.

44. A. Aron, S. Ketay, T. Hedden, E. Aron, H. R. Markus y J. D. E. Gabrieli: «Temperament Trait of Sensory Processing Sensitivity Moderates Cultural Differences in Neural Response». Social Cognitive and Affective Neuroscience 5 (2010): 219-226.

55. B. Acevedo, E. N. Aron, A. Aron, M. D. Sangster, N. Collins y L. L. Brown: «The Highly Sensitive Brain: An fMRI Study of Sensory Processing Sensitivity and Response to Others’ Emotions» Brain and Behavior 4 (2014): 580-594.

66. A. D. Craig: «How Do You Feel–Now? The Anterior Insula and Human Awareness». Nature Reviews Neuroscience 10 (2009): 59-70.

77. F. Gerstenberg: «Sendory-Processing Sensitivity Predicts Performance on a Visual Search Task Followed by an Increase in Perceived Stress». Personality and Individual Differences 53 (2012): 496-500.

88. T. D. Wachs: «Relation of Maternal Personality to Perceptions of Environmental Chaos in the Home». Journal of Environmental Psychology 34 (2013): 1-9.

99. F. R. Baumeister, D. K. Vohs, N. C. DeWall y L. Zhang: «How Emotion Shapes Behavior: Feedback, Anticipation, and Reflection, Rather Than Direct Causation». Personality and Social Psychology Review 11, n.º 2 (2007): 167-203.

1010. J. Jagiellowicz: «The Relationship Between the Temperament Trait of Sensory Processing Sensitivity and Emotional Reactivity». PhD diss., Stony Brook University, 2012. (Recuperado de http://dspace.sunyconnect.suny.edu/bitstream/handle/1951/59701/Jagiellowicz_grad.sunysb_0771E_10998.pdf?sequence=1)

1111. Para comprender mejor todo lo relativo a las neuronas espejo, véase M. Iacoboni, Las neuronas espejo: Empatía, neuropolítica, autismo, imitación o de cómo entendemos a los otros. Katz Editores, Madrid, 2009.

1212. E. Aron, A. Aron y K. Davies: «Adult Shyness: The Interaction of Temperamental Sensitivity and a Negative Childhood Environment». Personality and Social Psychology Bulletin 31 (2005): 181-197.

1313. B. J. Ellis y W. T. Boyce: «Biological Sensitivity to Context». Current Directions in Psychological Science 17 (2008): 183-187.

1414. Por ejemplo, J. Belsky y M. Pluess: «Beyond Diathesis Stress: Differential Susceptibility to Environmental Influences». Psychological Bulletin 135, n.º 6 (2009): 885-908.

1515. M. Pluess y J. Belsky: «Vantage Sensitivity: Individual Differences in Response to Positive Experiences». Psychological Bulletin 139, n.º 4 (2013): 901-916.

1616. Ibíd.

1717. S. J. Suomi: «Genetic and Maternal Contributions to Individual Differences in Rhesus Monkey Biobehavioral Development», en Psychobiological Aspects of Behavioral Development, N. Krasnogor, E. M. Blass, M. A. Hofer y W. P. Swothervon, eds., Academic Press, Nueva York: 1987, pp.: 397-419. También S. J. Suomi: «Up-tight and Laid-back Monkeys: Individual Differences in the Response to Social Challenges» en Plasticity of Development, S. Brauth, W. Hall, y R. Dooling, eds., MIT Press, Cambridge, MA, 1991,27-56. También S. J. Suomi, «Early Determinants of Behaviour: Evidence from Primate StudiesW. Brittish Medical Bulletin 53 (1997): 170-184.

1818. Véase Pluess y Belsky: «Vantage Sensitivity»; respecto a los mismo hallazgos en los monos, véase H. P. Jedema, P. J. Gianaros, P. J. Greer, D. D. Kerr, S. Liu, J. D. Higley, et al.: «Cognitive Impact of Genetic Variation of the Serotonin Transporter in Primates is Associated with Differences in Brain Morphology Rather Than Serotonin Neurotransmission». Molecular Psychiatry 15 (2009): 512-522.

1919. C. Licht, E. L. Mortensen y G. M. Knudsen: «Association Between Sensory Processing Sensitivity and the Serotonin Transporter Polymorphism 5-HTTLPR Short/Short Genotype». Biological Psychiatry 69 (2011), suplemento de la Convención y Reunión Anual de la Society of Biological Psychiatry, resumen 510.

2020. C. Chen, et al.: «Contributions of Dopamine-Related Genes and Environmental Factors to Highly Sensitive Personality: A Multi-Step Neuronal System-Level Approach», PLoS ONE 6 (2011): e21636.

2121. M. Wolf, S. Van Doorn y F. J. Weissing: «Evolutionary Emergence of Responsive and Unresponsive Personalities». PNAS 105, n.º 41 (2008): 15825.

2222. Ibíd.

2323. F. Borries: «Do the ‘Highly Sensitive’ Exist? A Taxometric Investigation of the Personal Construct of Sensory-Processing Sensitivity». Tesis doctoral, Universidad de Bielefeld, Alemania, 2012.

Introducción

Si estás leyendo esto es porque piensas que tu hijo es altamente sensible. Para comprender mejor lo que significa esto, échale un vistazo a la lista de las páginas 37-39. Si piensas que muchas de las cosas que se dicen allí se le pueden aplicar a tu hijo, entonces sigue leyendo… y recibe mi más cordial bienvenida.

Pocos son ya los que niegan que, desde el mismo momento de nacer, los niños exhiben su propia personalidad. «Ella siempre ha sabido lo que quería, desde que era un bebé, e intentará conseguirlo sí o sí». «Siempre ha sido un bonachón. Tanto si le dabas de comer como si no, si lo cambiabas como si no, nunca se quejaba». Al igual que cualquier otra niña, tu hija ha heredado una combinación singular de rasgos innatos de temperamento. Pero cada rasgo, considerado por separado, es muy probable que no sea único, sino que sea un rasgo típico de un grupo de niños, por lo que podríamos describirlo con facilidad: «obstinado», «bonachón», etcétera.

Entre esos rasgos heredados que algunas personas comparten se encuentra la alta sensibilidad, que se halla entre un 15 y un 20 por 100 de los niños, no habiéndose detectado diferencias en los porcentajes entre niños y niñas. Hay niños a quienes parece no importarles lo que les des de comer o qué temperatura pueda haber en la habitación; no les importa si el aparato estéreo está muy alto o si hay demasiada luz. Sin embargo, los niños altamente sensibles parecen percatarse del más pequeño matiz en los sabores, o del más mínimo cambio de temperatura; se sobresaltan con los ruidos fuertes y lloran cuando una luz brillante les da en los ojos. Y, a medida que crecen, se hacen también altamente sensibles en el aspecto emocional. Lloran con facilidad cuando se les hieren sus sentimientos, se preocupan más y pueden llegar a sentirse tan felices como para «no poder soportarlo». También reflexionan antes de actuar, por lo que pueden pasar por tímidos o temerosos cuando, en realidad, están observando. Y, cuando se hacen mayores, suelen destacar por su bondad y su diligencia, y se alteran mucho ante las injusticias, las crueldades o la irresponsabilidad.

Aunque podríamos hablar mucho de los niños altamente sensibles (NAS), ninguna descripción le encajaría a la perfección a uno de estos niños porque, evidentemente, cada NAS es único, merced a la singular combinación de rasgos heredados, unidos a las diferencias en la educación recibida y a sus experiencias escolares. Tu NAS puede ser extrovertido o puede preferir jugar solo, puede ser persistente o puede distraerse con facilidad, puede ser mandón y exigente, o tan adaptable que «es demasiado bueno»; pero siempre reconocerás en él o ella un hilo común de sensibilidad.

Por qué he escrito este libro

Quizá sea un buen momento para contarte algunas cosas más sobre mis investigaciones acerca de adultos altamente sensibles y sobre cómo extendí mi trabajo a los niños y su crianza. Yo me dedico a la investigación psicológica, pero también soy psicóloga clínica; soy una persona altamente sensible y soy madre de otra persona altamente sensible. Tal como explico en el capítulo 1, comencé a investigar la sensibilidad extrema como rasgo hace alrededor de doce años, y hasta el momento he entrevistado y orientado a cientos, quizá miles de adultos, progenitores y niños sensibles. Y a través de cuestionarios he recopilado datos de otros tantos miles de personas más. Esta investigación se ha ido publicando en las más importantes revistas científicas de mi campo, por lo que la información que encontrarás en este libro se basa en evidencias muy sólidas. De hecho, este tema se viene investigando en los niños desde hace cincuenta años, si bien se describía en otro términos, tales como bajo umbral sensorial, timidez innata, introversión, temor, retraimiento o negatividad. Así pues, se podría decir que el motivo básico para escribir este libro es que había que darle un nuevo nombre a este rasgo, especialmente cuando los nombres antiguos se aplicaban a los niños. Pero es que al renombrar este rasgo no sólo le estamos dando una descripción más precisa, sino que también estamos formulando nuevas maneras de pensar y entender a nuestros hijos sensibles.

Por ejemplo, cuando una niña se limita a observar, solemos decir que es tímida, o bien que es temerosa, sin tomar en consideración la posibilidad de que ésa puede ser la expresión de una preferencia innata, la de una persona sensible que prefiere detenerse y observar antes de actuar. A veces, oímos también decir de un niño que «reacciona exageradamente» o que «no descarta la información irrelevante» cuando se percata de cada estado de ánimo y cada detalle. Pero ¿qué tiene de malo el hecho de disponer de un sistema nervioso sumamente eficaz que registra hasta los matices más leves en una situación dada? (Además, ¿quién puede decir qué es y qué no es irrelevante? A la mayor parte de la gente, el hecho de tomar conciencia de dónde se halla la salida le puede parecer excesivo, que esa persona se percata de «demasiados detalles»… hasta que se declara un incendio).

Uno de los motivos por los cuales tuve la idea de darle otro nombre a ese rasgo fue, probablemente, porque yo misma soy una persona altamente sensible, y sabía un poco mejor que los demás lo que ocurre en el interior de una persona sensible. Cierto es que somos más proclives a la timidez o la ansiedad cuando nos vemos expuestas ante determinadas circunstancias adversas. Pero estoy convencida de que el rasgo fundamental es la sensibilidad, no la timidez ni la ansiedad. Además, tanto mis investigaciones como las de otros científicos indican que es principalmente la crianza la que decide si la expresión de esa sensibilidad será una bendición o una fuente de ansiedad. Sencillamente, existen demasiadas personas altamente sensibles –lo repito de nuevo, en torno al 20 por 100 de la población– como para considerar que este rasgo es un defecto o una característica contraproducente. Simplemente, la evolución no lo habría permitido. Sin embargo, si entendemos este rasgo como sensibilidad es cuando podemos considerar sus muchos activos, cuando nos percatamos de que son muchas las personas sensibles que medran en la vida, cuando podemos hablar del rasgo con mayor precisión y, por encima de todo, cuando podemos criar mejor a una hija o un hijo sensible.

Pero lo que mejor justifica el hecho de describir este rasgo como de alta sensibilidad es la respuesta que cientos de miles de personas han dado a este concepto al leer mis libros anteriores, principalmente El don de la sensibilidad. De hecho, muchas de esas personas me han llegado a decir, «Soy yo; encajo a la perfección, y no imaginaba que hubiera tanta gente que sintiera del mismo modo que yo… esa necesidad de silencio y de tranquilidad, la casi constante conciencia de los demás y la preocupación por hacerlo todo bien hecho». (Esta respuesta no es trivial. Mi primer libro, El don de la sensibilidad, se convirtió en un best seller y se ha traducido al holandés, el japonés, el chino, el griego y el polaco, hasta el momento).24 Muchas de las personas que contactaron conmigo me dijeron que les hubiera gustado que su padre y su madre hubieran sabido esto cuando ellas estaban creciendo, en tanto que otras me pedían consejo sobre cómo podían educar a sus propios hijos sensibles.

De ahí que me pareciera importante escribir El don de la sensibilidad… en la infancia, especialmente porque en los muchos y buenos manuales que existen en el mercado sobre cómo criar a nuestros hijos no se suele hablar de asuntos que son muy importantes para los NAS, como la necesidad de mantener un nivel óptimo de estimulación y cómo conseguirlo. Perder de vista este punto, el de la excitación o sobre-excitación, puede generar verdaderos problemas, como cuando en un libro se sugieren métodos disciplinarios que sobreexcitarían y perturbarían tanto a un niño sensible como para que éste pasara por alto la lección moral que hay tras el correctivo. Sencillamente, no existe ningún otro libro sobre cómo educar a un hijo o hija con la mente puesta en los NAS.

Pero, por encima de todo, he escrito este libro porque sé que muchas personas están teniendo considerables problemas para educar a un NAS, y esto es algo que no debería ocurrir. Es posible incluso que algunas personas que lean este libro hayan llegado a la conclusión de que su hijo tiene algo mal, o que el que tiene algo mal es él o ella misma, el padre o la madre. Pues bien, este libro les proporcionará cierto alivio a estas personas, que se relajaran en lo relativo a su hija, en tanto que ésta se relajará también al reducirse las tensiones en la situación global.

Cómo utilizar este libro

Te ruego encarecidamente que te leas el libro entero, de cabo a rabo. La primera mitad trata de la sensibilidad, de cómo tu manera de criar a tus hijos se ve afectada por tu propio temperamento, y de los problemas más importantes a los que se enfrenta un NAS, con independencia de su edad. La segunda mitad se centra en grupos específicos de edad, desde la infancia hasta la edad en la que los jóvenes suelen abandonar el hogar familiar. Pero convendrá que leas lo relativo a todas las edades en los NAS porque: 1) en cada capítulo hay buenas ideas que se pueden aplicar a niños de otras edades; 2) en situaciones de estrés, los NAS pueden retornar a aquellos comportamientos y problemas de fases anteriores de su vida; en tanto que, cuando se sienten bien, pueden comportarse de un modo más maduro que el que le correspondería por su edad; y 3) comprender lo que ha estado sucediendo durante los años previos a la lectura de este libro, y también lo que ocurrirá en los años posteriores, te puede ser de gran ayuda con tu hijo hoy en día.

Las secciones de «Aplicando lo que has aprendido», que aparecen al final de algunos capítulos, son, evidentemente, optativas, pero te pueden resultar de gran ayuda y puedes disfrutar con ellas. Y los estudios de casos que se proporcionan tratan, todos ellos, de padres, madres, niños y niñas de verdad, si bien se han cambiado los nombres para que no se les pueda identificar en su entorno cotidiano, claro está.

No obstante, por encima de todo, espero que utilices este libro de un modo placentero, pues tener un NAS es una gran bendición. Sí, es cierto que existen ciertas complicaciones por el hecho de que el niño es «diferente» pero, ante eso, aquí tienes el lema de este libro (lo hice mío antes incluso de darme cuenta de que mi hijo era también un NAS): Para tener un hijo excepcional debes estar dispuesta a tener un hijo excepcional. Tú tienes uno, y este libro te mostrará cómo puedes criarlo y educarlo para que no sólo sea excepcional, sino también para que se convierta en un adulto sano, cariñoso, equilibrado y feliz.

24. En castellano, se puede encontrar en Ediciones Obelisco, Barcelona, 2006.

¿Tienes un hijo altamente sensible?

Cuestionario para progenitores

Por favor, responde a cada pregunta de la mejor manera que puedas. Responde verdadero si es verdad o, al menos, relativamente verdadero en el caso de tu hijo, o si lo fue durante un tiempo sustancial en el pasado. Responde falso si no ha sido demasiado cierto o nunca fue cierto en su caso.

Mi hijo…

1.

V

F

Se sobresalta con facilidad.

2.

V

F

Se queja de que la ropa está áspera, de las costuras de los calcetines o de las etiquetas de la ropa que le rozan.

3.

V

F

No suelen gustarle las grandes sorpresas.

4.

V

F

Aprende mejor a través de un correctivo suave que mediante un fuerte castigo.

5.

V

F

Parece que me lea la mente.

6.

V

F

Utiliza palabras que no se corresponden a su edad.

7.

V

F

Se percata hasta del olor más leve e inusual.

8.

V

F

Tiene un ingenioso sentido del humor.

9.

V

F

Parece muy intuitivo.

10.

V

F

Le resulta difícil dormir después de un día excitante.

11.

V

F

No lleva bien los grandes cambios.

12.

V

F

Quiere cambiarse de ropa si la que lleva está húmeda o con arena.

13.

V

F

Hace montones de preguntas.

14.

V

F

Es un/a perfeccionista.

15.

V

F

Se percata de la angustia de los demás.

16.

V

F

Prefiere el juego tranquilo.

17.

V

F

Hace preguntas profundas y sugerentes.

18.

V

F

Es muy sensible al dolor.

19.

V

F

No se encuentra a gusto en lugares ruidosos.

20.

V

F