El Hombre del Labio Torcido - Arthur Conan Doyle - E-Book

El Hombre del Labio Torcido E-Book

Arthur Conan Doyle

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Beschreibung

En "El Hombre del Labio Torcido", de Arthur Conan Doyle, Sherlock Holmes investiga la misteriosa desaparición de un hombre respetable visto por última vez en un famoso fumadero de opio. El Dr. Watson se une a Holmes mientras profundizan en el caso, descubriendo peculiares pistas que implican a un mendigo desfigurado y un desconcertante caso de identidad equivocada. A medida que se desarrolla la historia, Holmes utiliza sus agudas habilidades deductivas para desentrañar la verdad que se oculta tras el desconcertante misterio.

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Seitenzahl: 42

Veröffentlichungsjahr: 2024

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El Hombre del Labio Torcido

Arthur Conan Doyle

SINOPSIS

En "El Hombre del Labio Torcido", de Arthur Conan Doyle, Sherlock Holmes investiga la misteriosa desaparición de un hombre respetable visto por última vez en un famoso fumadero de opio. El Dr. Watson se une a Holmes mientras profundizan en el caso, descubriendo peculiares pistas que implican a un mendigo desfigurado y un desconcertante caso de identidad equivocada. A medida que se desarrolla la historia, Holmes utiliza sus agudas habilidades deductivas para desentrañar la verdad que se oculta tras el desconcertante misterio.

Palabras clave

Sherlock, Misterio, Desaparición.

AVISO

Este texto es una obra de dominio público y refleja las normas, valores y perspectivas de su época. Algunos lectores pueden encontrar partes de este contenido ofensivas o perturbadoras, dada la evolución de las normas sociales y de nuestra comprensión colectiva de las cuestiones de igualdad, derechos humanos y respeto mutuo. Pedimos a los lectores que se acerquen a este material comprendiendo la época histórica en que fue escrito, reconociendo que puede contener lenguaje, ideas o descripciones incompatibles con las normas éticas y morales actuales.

Los nombres de lenguas extranjeras se conservarán en su forma original, sin traducción.

 

El Hombre del Labio Torcido

 

Isa Whitney, hermano del difunto Elias Whitney, D.D., Director del Colegio Teológico de San Jorge, era muy adicto al opio. El hábito le sobrevino, según tengo entendido, a raíz de una tontería que cometió cuando estaba en la universidad; pues habiendo leído la descripción de De Quincey de sus sueños y sensaciones, había empapado su tabaco con láudano en un intento de producir los mismos efectos. Descubrió, como tantos otros lo han hecho, que la práctica es más fácil de conseguir que de deshacerse de ella, y durante muchos años continuó siendo esclavo de la droga, objeto de horror y compasión mezclados para sus amigos y parientes. Puedo verlo ahora, con la cara amarilla y pálida, los párpados caídos y las pupilas puntiagudas, todo acurrucado en una silla, la ruina de un hombre noble.

Una noche —fue en junio del 89— sonó mi timbre, más o menos a la hora en que un hombre da su primer bostezo y mira el reloj. Me senté en mi silla, y mi esposa dejó su labor de aguja sobre su regazo y puso una pequeña cara de decepción.

—¡Un paciente! —dijo—. Tendrás que salir.

Yo gemí, pues acababa de regresar de un día agotador. Oímos abrirse la puerta, unas palabras apresuradas y pasos rápidos sobre el linóleo. Nuestra propia puerta se abrió de golpe, y una dama, vestida con un traje de color oscuro y un velo negro, entró en la habitación.

—Disculpe que la llame tan tarde —comenzó, y luego, perdiendo repentinamente el control de sí misma, corrió hacia delante, echó los brazos al cuello de mi esposa y sollozó sobre su hombro—. ¡Oh, estoy en un lío! —gritó—. Necesito un poco de ayuda.

—¡Vaya! —dijo mi esposa, levantándole el velo—. ¡Es Kate Whitney! ¡Cómo me has asustado, Kate! No tenía ni idea de quién eras cuando entraste.

—No sabía qué hacer, así que vine directamente a ti.

Siempre fue así. La gente afligida acudía a mi esposa como los pájaros a un faro.

—Has sido muy amable al venir. Ahora, bebe un poco de vino y agua, siéntate aquí cómodamente y cuéntanoslo todo. ¿O prefieres que mande a James a la cama?

—¡Oh, no, no! Yo también quiero el consejo y la ayuda del doctor. Se trata de Isa. Hace dos días que no está en casa. Estoy tan asustada por él.

No era la primera vez que nos hablaba de los problemas de su marido, a mí como médico, a mi mujer como vieja amiga y compañera de colegio. La tranquilizamos y consolamos con las palabras que pudimos encontrar. ¿Sabía dónde estaba su marido? ¿Era posible que pudiéramos devolvérselo?

Parece que sí. Ella tenía la más segura información de que últimamente, cuando le daba el ataque, había recurrido a un fumadero de opio en el extremo oriental de la ciudad. Hasta entonces, sus orgías se habían limitado siempre a un día, y había regresado, agitado y destrozado, por la noche. Pero ahora el hechizo le había durado más de cuarenta y ocho horas, y yacía allí, sin duda entre la escoria de los muelles, respirando el veneno o durmiendo sus efectos. Estaba segura de que lo encontrarían en el Bar of Gold, en Upper Swandam Lane. ¿Pero, qué iba a hacer? ¿Cómo podría ella, una mujer joven y tímida, abrirse paso hasta aquel lugar y sacar a su marido de entre los rufianes que lo rodeaban?

Este era el caso, y por supuesto, solo había una salida. ¿No podría yo escoltarla hasta ese lugar? Y luego, pensándolo mejor, ¿por qué debería venir ella? Yo era el asesor médico de Isa Whitney, y como tal tenía influencia sobre él. Podría manejar la situación mejor si estuviera solo. Le prometí bajo palabra que lo enviaría a casa en taxi en el plazo de dos horas si realmente estaba en la dirección que ella me había dado. Y así, en diez minutos, había dejado atrás mi sillón y mi alegre salón, y me dirigía a toda velocidad hacia el este en un coche de caballos con un extraño encargo, aunque solo el futuro podría demostrar lo extraño que iba a ser.