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El extremadamente costoso rubí azul ha sido robado en vísperas navideñas. Con la costosa gema extraviada y un sospechoso tras las rejas, será el trabajo de Sherlock Holmes y el Dr. Watson de aclarar este caso. Holmes repentinamente hará uso de sus espectaculares cualidades de deducción, especialmente cuando estas pruebas lleguen en forma de comida a su oficina.En este caso donde las cosas no son lo que parecen, atrévete a escuchar como la pareja de detectives recursivamente deducirán las pistas suficientes para resolver este caso.-
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Seitenzahl: 38
Veröffentlichungsjahr: 2019
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Arthur Conan Doyle
Saga
El rubí azulOriginal titleThe Adventure of the Blue CarbuncleCover design: Breth Design www.brethdesign.dk Copyright © 1892, 2019 Arthur Conan Doyle and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726463019
1. e-book edition, 2019
Format: EPUB 2.0
All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com
(Edinburgh, Inglaterra, 1859 - Crowborough, Inglaterra, 1930)
La segunda mañana después de Navidad, pasé a visitar a mi amigo Sherlock Holmes, con la intención de transmitirle, como es propio de estas fechas, mis felicitaciones. Lo encontré tumbado en el sofá, con un batín morado, un estante de pipas a su derecha y un montón de arrugados periódicos, evidentemente recién revisados, al alcance de la mano. Junto al sofá había una silla de madera, y del ángulo del respaldo colgaba un sombrero de fieltro ajado y mugriento, gastado por el uso y roto en varios puntos. Una lupa y unas pinzas depositadas en el asiento indicaban que el sombrero había sido colgado allí con el fin de examinarlo.
—Está usted ocupado —dije—. ¿Le interrumpo?
—En absoluto. Me encanta disponer de un amigo con quien comentar mis conclusiones. Se trata de un caso absolutamente trivial —me dijo, señalando con el pulgar el viejo sombrero—. Pero algunos puntos relacionados con él no carecen totalmente de interés e incluso son instructivos.
Me senté en su butaca y me calenté las manos ante el fuego de la chimenea, pues había caído una fuerte nevada y en las ventanas se acumulaba una buena capa de hielo.
—Supongo —observé— que, a pesar de su aspecto inofensivo, este objeto guarda relación con alguna historia macabra… O tal vez sea la clave que le guiará a la solución de un misterio y al castigo de un crimen.
—No, no. Nada de crímenes —dijo Sherlock Holmes, echándose a reír—. Solo uno de estos caprichosos incidentes que suelen ocurrir cuando tenemos a cuatro millones de seres humanos apretujados en unas pocas millas cuadradas. Entre las acciones y reacciones de un enjambre humano tan denso, toda combinación de acontecimientos es posible, y pueden surgir múltiples problemillas extraños y sorprendentes, sin que tengan nada de delictivo. Hemos conocido otras experiencias de este tipo.
—Ya lo creo —asentí—. Hasta el punto de que, entre los seis últimos casos que he sumado a mis archivos, tres están completamente exentos de delito en el aspecto legal.
—Exacto. Usted se refiere a mi intento de recuperar la fotografía de Irene Adler, al insólito caso de la señorita Mary Sutherland y a la aventura del hombre del labio torcido. Pues bien, no me cabe duda de que este asuntillo pertenece a la misma categoría inocente. ¿Conoce usted a Peterson, el recadero?
—Sí.
—Este trofeo le pertenece.
—Es su sombrero.
—No, no. Lo encontró. Su propietario nos es desconocido. Le ruego no lo mire como un sombrero desastrado, sino como un problema intelectual. Veamos, primero, cómo llegó a nuestras manos. Fue la mañana de Navidad, en compañía de un ganso bien cebado que, no me cabe duda, se está dorando en estos momentos en el horno de los Peterson. He aquí los hechos. Hacia las cuatro de la madrugada del día de Navidad, Peterson, que como sabe es un tipo muy honrado, regresaba de una fiestecilla camino de su casa por Tottenham Court Road. A la luz de las farolas, vio a un hombre alto que caminaba ante él, con paso vacilante y con un ganso blanco al hombro. Al llegar a la esquina de Goodge Street, se produjo un altercado entre este desconocido y un grupito de alborotadores. Uno de estos le arrancó de un golpe el sombrero; él enarboló su bastón para defenderse y, al hacerlo girar sobre su cabeza, rompió el cristal del escaparate que tenía detrás. Peterson se acercaba corriendo para defender al desconocido contra sus agresores, pero el hombre, asustado por haber roto el escaparate, y al ver que una persona de uniforme y aspecto severo se precipitaba hacia él, echó a correr y se desvaneció en el laberinto de callejuelas que hay detrás de Tottenham Court Road. También los alborotadores huyeron al aparecer Peterson, de modo que este quedó dueño del campo de batalla, y también del botín de guerra, consistente en este maltrecho sombrero y en un impecable ejemplar de ganso navideño.
—Que seguramente devolvió a su dueño.