El último periodista. La inteligencia artificial toma el relevo - Antoni Vidal Carretero - E-Book

El último periodista. La inteligencia artificial toma el relevo E-Book

Antoni Vidal Carretero

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Beschreibung

La IA convive con nosotros a diario en infinidad de lugares. En las redacciones de los medios de comunicación cada vez adquiere mayor relevancia. Organiza los contenidos y determina el discurso informativo. Los agregadores de noticias recopilan las informaciones de Internet y sus redes sociales, las clasifican, sintetizan y distribuyen según lo que determine el algoritmo. La IA supone la desaparición gradual del periodismo que ha vertebrado nuestras sociedades. El periodista había sido secularmente la principal fuente de información y su legitimador. Ahora un enjambre de noticias anónimas no validadas inunda las pantallas. El último periodista. La inteligencia artificial toma el relevo incursiona en el largo periplo en el que nuestra civilización pasó de la escritura sumeria y las primeras hojas informativas en Roma al periodismo democrático y su riesgo actual de implosión con los robots inteligentes. Reivindica el periodismo independiente y el libre albedrío del ser humano, sin rechazar las tecnologías inteligentes que coadyuven a su emancipación y progreso «¿Vamos hacia el fin del periodismo, tal como lo hemos entendido durante el siglo XX? ¿Estamos a las puertas del último periodista? Y si el periodismo de calidad desaparece, ¿qué fuentes de información influirán en el futuro para que el público se pueda formar un criterio sobre lo que pasa, en condiciones de discernir sobre lo verdadero y lo falso?» (Armand Balsebre).

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El último periodista. La inteligencia artificial toma el relevo

Primera edición, 2024

© 2024 Antoni Vidal Carretero

© 2024 MARCOMBO, S.L.www.marcombo.com

Ilustrador de cubierta: JotakáCorrectora: Anna AlberolaDirectora de producción: M.a Rosa Castillo

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a Cedro (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra

ISBN del libro en papel: 978-84-267-3743-4ISBN del libro electrónico: 978-84-267-3774-8Producción del ePub: booqlab

A todos los periodistas que anteponen el valor de la libertad al de sus propias vidas

Contenidos

PRÓLOGO

PREÁMBULO

CAPÍTULO 1. PERIODISMO, PODER Y RESILIENCIA

La información fue primero

Los valores ilustrados y el periodismo democrático

El telégrafo y la primigenia inmediatez informativa

Periodismo y contenidos audiovisuales en los medios analógicos

El Nuevo Periodismo y su aportación literaria

Periodismo digital, información en la red

La responsabilidad de los medios públicos

Promesas de internet y realidades en redes

Periodismo comprometido y periodismo militante

El cuarto poder

El periodista rebelde

CAPÍTULO 2. LA GUERRA DE LA DESINFORMACIÓN

La desinformación como arma política

La infoguerra entre Rusia y Ucrania

Los programas espía y la vulneración de las comunicaciones

Redes bajo sospecha

Índice de evaluación de desinformación en webs

La credibilidad de los medios cuestionada

CAPÍTULO 3. LA TENTACIÓN VIRTUAL

Emociones y consciencia

La condición humana y la felicidad

La socialización virtual

Infancia y adolescencia en la red

CAPÍTULO 4. LA IA A LA CONQUISTA DEL MUNDO

Los chatbots, inquilinos en connivencia

El ChatGPT, creatividad y sentimientos

La conexión cuántica y el metaverso

Tecnologías inteligentes y progreso humano

El primero y el nuevo metaverso

Las nuevas realidades virtuales

La ingeniería neuronal en las tecnologías inteligentes

El «periodismo inteligente» y la salvaguarda ética

Leyes para el cambio tecnológico

CAPÍTULO 5. LOS RECURSOS DEL PLANETA Y LA HIPERTECNOLOGIZACIÓN

Los desequilibrios y las contradicciones del mundo global

La finitud de recursos

Energía necesaria para la IA

La prodigiosa y lejana fusión nuclear

CAPÍTULO 6. CON LA MIRADA EN OTROS MUNDOS

La galaxia Musk y los universos de Zuckerberg

La teoría de cuerdas y los universos paralelos

CAPÍTULO 7. EL BIT EMANCIPADOR

La revolución que no existió

La sociedad cautiva

La afectación epigenética y las tecnologías de vigilancia

CONCLUSIONES

BIBLIOGRAFÍA

PRÓLOGO

El periodismo recibió el primer golpe de gracia del siglo XXI con la crisis económica mundial de 2008, que justificó una mayor reducción de plantillas, reducción de salarios, reducción de ingresos publicitarios y de público consumidor de noticias, y propició la consolidación del llamado «periodismo de alcachofa»: las declaraciones de los actores protagonistas de la actualidad se imponen a los hechos; noticia no es lo que ha sucedido, sino lo que ha dicho quién sobre lo que ha sucedido o sobre lo que otro ha dicho con anterioridad; noticia no es lo que el periodista ha observado directamente de la realidad, sino lo que el periodista ha recogido en su navegación diaria por la galaxia de Internet; periodista no es un «mediador» formado en la observación de la realidad y en el uso profesional de los criterios de noticiabilidad, sino cualquiera que haya tenido la oportunidad de recoger con su móvil fragmentos de esa realidad «que se ha hecho viral».

La Inteligencia Artificial asestará, sin duda, el segundo golpe de gracia. Los primeros indicios sobre las nuevas formas de hacer periodismo que ha introducido la IA son escalofriantes. ¿Vamos hacia el fin del periodismo, tal como lo hemos entendido durante el siglo XX? ¿Estamos a las puertas del último periodista? Y si el periodismo de calidad desaparece, ¿qué fuentes de información influirán en el futuro para que el público se pueda formar un criterio sobre lo que pasa, en condiciones de discernir sobre lo verdadero y lo falso?

La obra de Antoni Vidal que tiene el lector entre sus manos, o en su pantalla, describe el problema con todos los detalles y todas las ramificaciones necesarias. No es una cuestión simple. La tela de araña que ha tejido la IA y atrapa al periodismo nos sumerge en un escenario de gran incertidumbre. Porque es un problema de gran magnitud que desaparezca el periodismo resultante de la observación directa de los hechos por parte de periodistas experimentados y bien remunerados. La IA no contribuirá a disminuir la pérdida de credibilidad de los medios; y la credibilidad de dichos medios era el gran patrimonio inmaterial acumulado durante décadas por el periodismo de calidad.

A través de un recorrido histórico por los distintos procesos tecnológicos y profesionales que ha vivido el periodismo, con la incorporación de distintas perspectivas analíticas, el autor nos describe con rigor y múltiples datos las consecuencias que supondrá la celebración acrítica de la entrada de la IA y las tecnologías inmersivas en el periodismo y en las distintas formas de consumo de las noticias. La suplantación del hombre por la máquina ha sido secularmente una de las grandes preocupaciones del ser humano. Antoni Vidal nos advierte sobre los peligros de que tal suplantación se produzca en el periodismo. Porque, ¿cuándo la réplica se consideró mejor que el original? No se trata de ser apocalípticos, sino de detenernos con calma y espíritu abierto a los distintos argumentos que capítulo a capítulo nos presenta este bienvenido y celebrado ensayo.

ARMAND BALSEBRECatedrático de Comunicación Audiovisual y Publicidad por la Universidad Autónoma de Barcelona

PREÁMBULO

El último periodista. La inteligencia artificial toma el relevo invita al lector a una revisión histórica de la comunicación y sus derivadas tecnológicas hasta la eclosión de la inteligencia artificial (IA) y las consecuencias que conlleva. Lo hace a partir de las ansias seculares del ser humano por dejar constancia de su existencia, sus creencias y su organización social. La búsqueda comunitaria por compartir estas experiencias vitales impulsa diversas formas expresivas y el primigenio periodismo. Posteriormente, los valores ilustrados en Occidente fundamentan el nacimiento del estado moderno y del periodismo democrático.

La electrónica analógica universaliza la comunicación a través de la radio, la televisión y las emisiones por satélite. Más tarde, la electrónica digital en la era de la computación superará exponencialmente las posibilidades de la tecnología analógica e impulsará internet como una red comunicativa multidireccional global. Estos avances no alterarán la ontología del ser humano, sus capacidades perceptivas ni su morfología. Inicialmente, no será confiscada su privacidad, ni crearán dependencia. Muy al contrario, enriquecerán su vida cotidiana y su integración social en un imaginario compartido, donde el periódico impreso todavía convivirá, aunque menguante, con la comunicación multimedia.

En la segunda parte de esta obra observamos cómo las nuevas tecnologías inteligentes (IA) confluyen en los chatbots GPT y aplicaciones asociadas, desbordando los límites tecnológicos y su secuencia de implantación. El ChatGPT superó, solo dos meses después de su irrupción, los 100 millones de usuarios (algo que TikTok consiguió en nueve meses); es la tecnología de aceptación y difusión más acelerada. Entre las aplicaciones vinculadas se encuentra la realidad virtual inmersiva, cuya culminación es el metaverso y los multiversos, que transformarán de forma concluyente la comunicación y el periodismo en todas sus modalidades.

El metaverso nos produce percepciones sensoriales tridimensionales en las que somos sujetos virtuales desconectados de un entorno vivencial material. El cerebro recibe estímulos que escapan a la asociación orgánica con nuestros sentidos, creando construcciones mentales para sumergirnos en una realidad inmaterial. Tras las dificultades de Zuckerberg y Meta en su apuesta total por el metaverso, su implementación se ralentizará, ajustándose a la demanda social y al desarrollo tecnológico.

La IA continúa, entre tanto, su progresión, previendo alcanzar un dominio tecnológico integral, proveyendo a la ciudadanía de un caudal casi ilimitado de significantes y versiones ad hoc de la actualidad informativa, y desplazando la función del periodista, garante de un compromiso ético reconocible. En febrero de 2023, un rotativo español, el diario deportivo Marca, por primera vez en la historia de los medios impresos de nuestro país lucía una portada realizada totalmente por IA. Son muchos los precedentes de periódicos de todo el mundo que, en ciertas secciones, utilizan botsen el redactado de las noticias desde hace más de una década. News Corporation, el conglomerado mediático propiedad del magnate Rupert Murdoch, se sirve en Australia de IA generativa para producir 3000 noticias locales a la semana. A mediados de 2023, la proliferación en el uso de la IA en las redacciones era tal que resultaba difícil diferenciar sus noticias de las elaboradas por periodistas, según recogía The Guardian.

Ya existe RadioGPT, una emisora que establece y emite su programación con IA sin participación humana. Y le sigue una TvGPT, con idénticas características: imágenes y voces creadas por IA indistinguibles en una primera percepción de las reales. Todo esto tiene lugar en coincidencia con el declive imparable de los periódicos impresos. En junio de 2023, dejaba de publicar su edición en papel el periódico más antiguo del mundo, el Wiener Zeitung de Austria, fundado hace 320 años, lastrado por la pérdida de lectores y por una ley que lo conducía a la quiebra.

Profesores, alumnos, historiadores, periodistas, escritores y políticos, junto a una parte de la ciudadanía, abrazaron con entusiasmo los servicios del ChatGPT a las pocas semanas de poder ser consultado en línea previo registro. Pero de inmediato se evidenció la vulnerabilidad social ante un hito tecnológico que desnaturaliza verdad y realidad. Relevantes científicos y emprendedores promovieron un tiempo de reflexión sobre la IA neuronal o generativa —por razones no siempre coincidentes— sin ningún resultado tangible. Es impropio comparar las tecnologías inteligentes con las que históricamente han conformado nuestras vidas. Su grado de disrupción altera siglos de convivencia, en los que la tecnología irradiaba horizontes de progreso incontestable para el ser humano.

Este libro reivindica el periodismo independiente y el libre albedrío del ser humano. Esto último no desde una concepción innatista, sino como posibilidad potencial que permita a las personas determinar libremente su destino. No rechazamos las tecnologías inteligentes. Exploramos su pertinencia en un planeta golpeado por la emergencia climática y la complejidad de una transición ecológica sustitutiva. Todo ello en un contexto internacional extremadamente polarizado.

Sustentamos con determinación que, sin información veraz, independiente del poder político y de las corporaciones, limitado el papel mediador de los periodistas, el pensamiento crítico desaparece. Y de forma acomodaticia aceptaremos los prodigios de la IA generativa y de tecnologías disruptivas que pueden materializar una forma de comprender y vivir sin rastro humano.

Los lectores de esta obra disponen de una actualización de sus contenidos en www.marcombo.info con el código PERIODISTA24, que pone en valor la funcionalidad del soporte escrito. No hemos operado con ningún chatbot.

CAPÍTULO 1

PERIODISMO, PODER Y RESILIENCIA

La información fue primero

La información es la medida de la reducción de la incertidumbre, lo contrario de la entropía. Sin embargo, cuando la información no cumple ese propósito, su exceso genera más entropía. El ingente flujo de información redundante y heterogénea que encontramos en redes nos aleja de la posibilidad de darle un sentido coherente. Por ello, la función social del periodista —en cualquiera de sus figuras— es capital para poder elucidar la marea informativa que envuelve nuestra vida cotidiana. A medida que la tecnología avanza hacia la sociedad del ocio ininterrumpido nucleada en torno a la IA, el periodista refuerza su función como principal garante de la veracidad.

Mucho antes de la existencia de los periodistas y los periódicos, de la letra impresa y el papel, los humanos prehistóricos ya desarrollaban una innata necesidad de informar de su existencia, expresando la voluntad de que sus testimonios perduraran. Las pinturas rupestres y, después, las inscripciones en diversos objetos —en pieles de animales, cortezas de árbol y arcilla— servían de difusores del espacio simbólico y de la existencia cotidiana de los miembros de aquellas culturas y civilizaciones. También nos dejaron tallas en madera1 y piedra junto a monumentos milenarios que nos ofrecen una valiosa información sobre quienes atesoraron saberes subestimados durante siglos.

Las imágenes figurativas presentes en Altamira (España), Chauvet-Pont-d’Arc, Lascaux y Pech Merle (Francia), constituyen los ejemplos más notables de pinturas prehistóricas que entremezclan el naturalismo y la abstracción en un lenguaje visual aún no decodificado por completo. A finales del siglo XVI, el investigador y académico cordobés José López de Cárdenas comenzó un trabajo de catalogación, seguido del intento de descifrar el significado de testimonios prehistóricos, entre los que se encontraban construcciones megalíticas como los dólmenes. López de Cárdenas descubrió las cuevas de Fuencaliente y la de Peña Escrita (Ciudad Real), coligiendo que las inscripciones estaban realizadas a modo de relato sobre la divinidad y atributos terrenales de sus reyes, pertenecientes a la civilización Tartesia, de cuya existencia se dudó hasta el s XX. En 1879, el descubrimiento de las Cuevas de Altamira arrojó aún mayores hallazgos y retos hermenéuticos. Para el investigador G. C. Aethelman, la interpretación de aquellas pinturas fue equívoca por completo, pero fue una reacción lógica «porque el naturalismo de las figuras no permite sospechar que sean escritura»2. Más de 3000 años a. C., en la fértil y hacendosa Mesopotamia, se creó la primera escritura cuneiforme3, que permitía a los sumerios anotar todo tipo de transacciones y el reparto de cosechas entre una población cada vez más numerosa. En un principio eran datos numéricos, que posteriormente fueron completados con una serie de encabezamientos, que irían evolucionando hasta construir frases estructuradas, dando lugar a la escritura como forma de almacenamiento y transmisión de información y conocimiento. Fue un hallazgo capital en el devenir de la humanidad, que también se produjo en distintos momentos en China, Egipto o Centroamérica. Como razona Silvia Ferrara, «La escritura es, en efecto, algo creado, pero está imbuido hasta la médula de nuestros huesos, a la capacidad, plástica y multiforme, de ver con nuestros ojos y, al mismo tiempo, casi por arte de magia, en un instante, de ver el mundo con ojos completamente distintos»4.

Los diarios de Cristóbal Colón informan de una gesta universal, a la par que de la disolución de civilizaciones autóctonas que habitaban territorios que pasaron a formar parte de la corona española mediante el uso de la fuerza y la conversión obligada al cristianismo. En el diario de a bordo del navegante genovés —bajo los auspicios de los Reyes Católicos— figura, en el día 15 de octubre de 1492, lo que los nativos de la isla de Cuba le expresaron mediante señas, creyendo que él y el resto de los marineros eran dioses mitológicos:

«Partí con el viento Sueste, para passar a estotra isla, la cual es grandíssima, y adonde todos estos hombres hazen señas que ay muy mucho oro, y que lo traen en los braços en manillas y a las piernas y a las orejas y al nariz y al pescueço. Son estas islas muy verdes y fértiles y puede aver muchas cosas que yo no sé, porque no me quiero detener por calar y andar muchas islas para fallar oro. No puedo errar con el ayuda de Nuestro Señor que yo no le falle adonde naçe»5. Semanas después, el 6 de noviembre, Colón certificaba la deificación de los conquistadores por parte de los habitantes de aquellas tierras: «Ayer en la noche, dize el Almirante, vinieron los dos hombres que avía enbiado a ver la tierra dentro, y le dixeron que los avían resçibido con gran solenidad, y les besaban las manos y los pies maravillándose y creyendo que venían del cielo»6.

La historia de las grandes culturas precolombinas es, en buena medida, un enigma porque se hallaba depositada en la memoria colectiva, siendo su transmisión fundamentalmente oral y mediante códices de escritura pictográfica y jeroglífica. Estos códices han arrojado con el paso de los siglos elementos significativos sobre el origen y la vida de aquellos pueblos. En 2022, un equipo de arqueólogos, tras el descubrimiento en 2001 de una ciudad maya semioculta en la selva de El Peten (Guatemala), bautizada como San Bartolo, descubrió la primera fecha del calendario maya: «Una pieza importante lleva una fecha jeroglífica en el calendario ritual de 260 días, que ofrece la evidencia más temprana de este calendario en la región maya»7. El choque civilizatorio motivó la quiebra de un mundo que, a pesar de ritos y costumbres no homologables desde la óptica de los conquistadores, engrosaba sociedades prósperas y culturalmente empoderadas. Los viajes para conocer nuevas tierras y comercializar todo tipo de productos —que tienen lugar antes y después de la llegada de Colón a América— generarán notables caudales de información que pasará a engrosar el relato global de las colectividades humanas.

Respecto a la cuna cultural de nuestra civilización, que situamos invariablemente en la antigua Grecia, destaca la ausencia durante siglos de textos escritos sobre la filosofía helena, que ha iluminado la historia de Occidente. Hemos conocido este corpus filosófico de manera parcial, fragmentado, desde el s. XVI hasta el presente, por autores no coetáneos. Sin embargo, sí hubo una estimable producción impresa utilizando hojas de papiro en vida de los pensadores griegos, como atestigua el historiador Glenn W. Most: «En la Apología de Platón, Sócrates afirma que las obras de Anaxágoras se vendían en el ágora por poco más de una dracma, y en el Parménides de Platón, vemos que Sócrates escucha a Zenón mientras este lee de su propio libro durante su visita a Atenas junto a Parménides»8. Most achaca la ausencia posterior de textos y publicaciones originales a una falta de interés general, paralela a la desaparición de las escuelas-biblioteca filosóficas que cada pensador atesoraba y que se dedicaban a compilar, reproducir y preservar sus obras.

En el largo camino entre la prehistoria y el discurrir de la Baja Edad Media, la invención del papel como soporte para la escritura transfigura la transmisión del conocimiento y la cultura. Este invento chino permite durante siglos la escritura textual y la expresión y difusión de diversos géneros literarios y escuelas filosóficas. Asimismo, facilita la redacción y distribución de las primeras hojas periódicas, antecedente de lo que más tarde sería la prensa escrita. Roma es su origen. El basto imperio romano se dotó de una excepcional organización administrativa y de un completo corpus jurídico, algunos de cuyos postulados mantienen todavía su vigencia en el ámbito del derecho: la primaria protección de la mujer y la inviolabilidad de las personas (incluía esclavos y esclavas).

Obras públicas como puertos, calzadas, viaductos, canalizaciones de agua, mercados y baños constituían un amplio abanico de servicios públicos que precisaban ser publicitados para el mayor conocimiento y uso de los ciudadanos romanos. Asimismo, desde el Senado hasta las asambleas locales, se generaba una abundante legislación. De todo ello daba cuenta el Acta Diurna, que fue incorporando paulatinamente lo que hoy podríamos calificar como información general del Imperio. Desde la época de Julio César, los escribas preparaban y publicaban las Acta Diurna, cuyos primeros ejemplares constituían «un registro de las deliberaciones en el Senado y las asambleas del pueblo, pero se amplió para incluir noticias de importantes legados, prodigios de la naturaleza y victorias de gladiadores»9. El Acta Diurna se publicaba diariamente en formato cartel y se distribuía en papiros, de los que se preservan actualmente muy pocos. Además de informar, el Acta Diurna publicitaba la labor de Julio César y, por ende, legitimaba el Imperio.

Pero es la invención de la imprenta, con los tipos de letra móvil, a mediados del s. XV, en el período que se ha dado en llamar Temprana Edad Moderna (s. XV-XVIII), lo que supone una revolución que puede equipararse con la producida por la electrónica digital a finales de los años 70 del pasado siglo. La escritura de libros con anterioridad a la invención de los tipos móviles se realizaba a mano artesanalmente, invirtiendo en ella días e incluso semanas; ahora, su producción en serie multiplica las tiradas en un corto espacio de tiempo. Y los primeros periódicos, en el s. XVI, ven la luz a las pocas horas de su redacción en ediciones amplias.

La imprenta, invención atribuida a Gutenberg, fue el resultado de sus propias aportaciones junto a las de otros inventores pertenecientes a diversas culturas. Durante los siglos posteriores, las técnicas de Gutenberg fueron básicas para la impresión de periódicos. Los tipos móviles se colocaban sobre una plancha metálica ubicando el texto de cada noticia. Para las cabeceras y las ilustraciones se utilizaba la xilografía, siguiendo una técnica china que consistía en esculpir sobre una plancha de madera todo aquello que no se podía reproducir mediante tipos móviles.

El salto decisivo hacia el periódico que hoy conocemos se produce en 1810. Friedrich Köening construye una prensa de rodillo accionada por un motor de vapor. Así, el Times de Londres consigue imprimir 1100 ejemplares en una hora, multiplicando por cuatro la primitiva impresión del periódico. La litografía se impuso sobre la primitiva impresión xilográfica haciendo factible, en 1880, la irrupción de la fotografía en blanco y negro en la composición de los periódicos. La rotativa offset, que entre otras características facilita la impresión en color, supuso, iniciado el s. XX, el último paso para imprimir ediciones de cientos de miles de ejemplares con gran celeridad. Esto hizo posible la época dorada del periodismo, entre los años 20 y principios de los años 70, con grandes tiradas y ediciones especiales en competencia con la inmediatez radiofónica y la omnipresencia de la televisión. Un periodismo que basculaba sobre el quehacer y la integridad del periodista, que debía resistir presiones del poder político, corporaciones económicas y organizaciones delictivas.

El declive de la prensa escrita tiene su cénit en EE. UU., entre 1990 y 2016, cuando cierran cerca de quinientos periódicos y el resto acometen diversas medidas, la mayoría de las cuales pasan por reducir o eliminar la edición impresa y ofrecer su producto online por suscripción. Según recogía la revista The New Yorker en 2019: «Si el periodismo se ha reinventado durante las últimas dos décadas, ha sido, en su mayor parte, reinventado no por reporteros y editores, sino por empresas de tecnología, en una secuencia de eventos que, en la desgarradora narración de Abramson [la periodista Jill Abramson], se asemejan más a una serie de acrobacias pueriles que a actos de servicio público»10.

Seres humanos con orientaciones ideológicas y motivaciones diversas fundamentaron nuestro mundo actual desde la divergencia y el acuerdo. En el s. XX, la información, y los sucesivos medios y tecnologías utilizadas para su difusión, «impregnó por primera vez en el ser humano la conciencia general de pertenencia a una misma comunidad»11. Hemos comentado cómo nació la escritura, que de tener inicialmente para los sumerios un fin contable —con contenido estrictamente numérico— se transformó en palabra escrita e información. Este capital cultural situaría a los sumerios como una de las primeras grandes civilizaciones de la historia. Ahora sufrimos un proceso inverso, puesto que cualquier actividad, palabra o locución se traduce e integra en una ecuación matemático-algebraica: el algoritmo informático, que escruta y delimita nuestras vidas.

Dentro de muy poco será una inteligencia artificial la que con sus algoritmos y conexiones neuronales dirima y resuelva nuestro presente. El panteísmo tecnológico desborda nuestro día a día y entroniza la digitalización del mundo. Los investigadores de Google y Open AI, entre otros, persiguen emular la vida y la conciencia humanas. En un primer paso, el sistema de inteligencia AlphaFold de Alphabet/Google, presentado en julio de 2022, predice la estructura de todas las proteínas conocidas, lo que representa unos 200 millones de moléculas esenciales. Y el Chatbot GPT de Open AI, dado a conocer en las postrimerías de ese mismo año, asume un rol humano como investigador, recopilador o redactor de información. Desde hace un tiempo, los buscadores que utilizamos ya parcelan sus resultados de forma predeterminada, retroalimentado nuestros sesgos y potenciando una visión unilateral del mundo que nos rodea. En el periódico escrito pasábamos (pasamos) página, sin condicionamiento alguno en nuestra selección de lectura. Sin embargo, son ahora los propios buscadores y agregadores de noticias quienes delimitan el discurso informativo. Optan generalmente por aquellas noticias que suscitan nuestra curiosidad, independientemente de su proyección de interés general. Por ende, la contribución económica a aquellos medios de los que se sirven es escasa. Y cuando algún país, como Canadá, ha pujado al alza en la demanda de una compensación económica, Google y Meta han bloqueado contenidos en sus plataformas.

Los valores ilustrados y el periodismo democrático

Soberanía y libertad son los dos pilares que articulan el Estado-nación que surge del pensamiento ilustrado y se encumbran tras la Revolución francesa de 1789. Ambos conceptos constituyen un binomio de cuyo equilibrio depende la construcción democrática de la sociedad. En la Europa del s. XVIII, el asentamiento de los principios liberales supondrá la ruptura definitiva con el antiguo régimen, lo que tendrá que ver con la transición del capitalismo mercantil al industrial y la irrupción de una nueva clase social representada por la burguesía. Esta había ido gestándose el siglo anterior a partir de sus actividades comerciales y la subsiguiente acumulación de capital. La heterogeneidad de Europa da lugar a que primero se produzca en Inglaterra una revolución económica e industrial y, después, en Francia, donde la revolución tendrá un marcado carácter ideológico: «En el fondo, era principalmente política, pues se relacionaba con la organización del gobierno, con la autoridad y los poderes públicos, con la hacienda pública, con los impuestos, con la administración, con la ley, con los derechos individuales y con la posición legal de las clases sociales»12.

Francia, en la segunda mitad del s. XIX, después de la fallida revolución de febrero de 1848, vive una gran expansión económica. Se crea la banca de inversiones, Crédit Mobilier; un banco rural, Crédit Foncier; y se incrementa notablemente la constitución de sociedades y la inversión de capital. Paralelamente, la red ferroviaria francesa pasa de 3000 km a 16.000 km, lo que conlleva la fabricación de locomotoras, vagones, raíles y las correspondientes estaciones de línea, estimulando la producción de carbón y la actividad de las fábricas. En este contexto de crecimiento económico, los obreros crean sindicatos y el Estado organiza servicios sociales de carácter público: se construyen hospitales y asilos y se reparten medicinas de forma gratuita. La industrialización provoca en el vecino país un cambio sustancial en las formas de vida cotidiana de los trabajadores y del conjunto de la ciudadanía. Afloran los conflictos de clase con la precarización laboral de masas de trabajadores que ven frustradas sus expectativas, bien por falta de cualificación o bien por los vaivenes cíclicos del mercado y sus excesos. Esto motiva la actuación complementaria del «estado subsidiario» respecto al «estado gendarme». Las atribuciones en materia de defensa, policía y justicia se amplían, entre otras, a las de educación, sanidad, fomento y trabajo. No es casual, pues, que el fundamento de la noción moderna de «servicio público» —capital para los medios de comunicación tanto públicos como privados y que ha perdurado hasta el presente— haya sido acuñada y desarrollada en Francia. En las dos últimas décadas del s. XIX, los medios impresos franceses experimentan un auge extraordinario, impulsados en gran medida por empresarios vinculados al negocio textil —lo que no es óbice para que sean foro de debate y crítica, incorporando a las primeras plumas de la literatura gala—.

La consolidación del sistema de partidos en EE. UU. en la primera mitad del s. XIX, y en sus postrimerías en parte de Europa, conllevará que las principales fuerzas políticas tengan como altavoz un periódico propio o muy próximo. En particular, la prensa en Norteamérica, a finales del s. XIX, muestra esa dependencia. Para el historiador de la comunicación, James L. Baughman: «Antes de la Guerra Civil [norteamericana], los partidos en realidad subvencionaban las operaciones de muchos periódicos. A veces directamente, a veces a través de contratos de impresión del gobierno. En muchos casos, los subsidios fueron indirectos y desconocidos para los lectores»13. La prensa de partido confrontará con nuevos rotativos inspirados en los principios del periodismo democrático liberal y el pluralismo informativo. Los referentes ideológicos de estos últimos se encuentran en la Constitución de los Estados Unidos, aprobada en 1787, y en la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano de 1789, promulgada por la Asamblea Constituyente francesa, cuyos artículos 10 y 11 contemplan la libertad de opinión, de prensa y de conciencia.

La Revolución norteamericana, inspirada en buen grado en los valores de la Ilustración francesa, supone el alumbramiento de la división de poderes y la salvaguarda de la libertad individual. Una de las diferencias fundamentales de la primera respecto a la constitución revolucionaria francesa estriba en que fija un modelo territorial federal, mientras que la segunda marca las pautas del estado unitario. La Primera Enmienda de las diez que se sancionaron en 1791, tres años después de aprobada la carta magna americana, enfatiza la libertad de culto y la libertad de expresión y de prensa. Todos estos conceptos vertebrarán el ejercicio de la profesión periodística y la defensa de la independencia de los medios frente a cualquier poder.

A principios del siglo XX surgirán los primeros códigos deontológicos de la profesión periodística que regularán su ejercicio. En 1918 se elabora la Carta de deberes profesionales de los periodistas franceses, que será revisada en 1938 y actualizada en 2011 por última vez. El texto de 1938, entre otras consideraciones, señala los siguientes principios14, que deben presidir la labor del periodista:

• Se responsabiliza de todos sus escritos, incluso de los anónimos [que utiliza].

• Solo acepta encargos compatibles con la dignidad profesional.

• Se abstiene de utilizar medios desleales para obtener información o sorprender la buena fe.

• No recibe dinero de un servicio público o una empresa privada donde su atributo como periodista, sus influencias, sus relaciones serían susceptibles de ser explotadas.

• No suscribe con su nombre artículos de publicidad comercial o financiera.

• No comete ningún plagio, cita a colegas de los que reproduce algún texto.

• Guarda el secreto profesional.

• No utiliza la libertad de prensa con fines egoístas.

• Reclama la libertad de publicar honestamente su información.

• Considera reglas primarias el escrúpulo y la preocupación por la justicia.

La actualización de 2011 de la Carta se cimenta de nuevo en la vigencia del concepto de servicio público: «El derecho del público a una información de calidad, completa, gratuita, independiente y pluralista, recordado en la Declaración de los Derechos Humanos y en la Constitución francesa, orienta al periodista en el ejercicio de su misión. Esta responsabilidad frente al ciudadano prevalece sobre cualquier otra»15. La citada actualización también contempla el derecho del periodista al secreto profesional y a la cláusula de conciencia.

En EE. UU., el primer código deontológico data de 1926 y fue elaborado por la Sociedad Estadounidense de Editores de Periódicos (SPJ). Ha sido actualizado en diversas ocasiones, su cumplimiento es voluntario y está exento de sanciones. Su principal objetivo es el compromiso ético de periodistas y ciudadanos: «Nuestra esperanza es que el público y otros profesionales del periodismo tengan en nuestro código las herramientas necesarias para evaluar el comportamiento periodístico y hacer que los periodistas sean éticamente responsables de sus acciones»16.

En España, de forma tardía tras la dictadura de Franco, el primer código deontológico ve la luz en Barcelona, en 1992, impulsado por el Col·legi de Periodistes de Catalunya. Es aprobado por su Junta de Gobierno y por el II Congrés de Periodistes de Catalunya. Para velar por su cumplimiento, también voluntario y sin sanciones, se creó en 1997 el Consell de la Informació de Catalunya. Este órgano está constituido por representantes de todos los medios escritos y audiovisuales. Sus dictámenes no son vinculantes y apenas tienen eco en los propios medios, circunstancia que sus miembros han lamentado en diversas ocasiones. Su web17 es la principal plataforma que utiliza para darlos a conocer. En 1993, la Federación de Asociaciones de Periodistas de España aprobó su propio código deontológico18, en el que destacaba en su preámbulo como referencia esencial «las libertades civiles consagradas en la Constitución». Por su parte, el Código Europeo de Deontología del Periodismo, aprobado en 1993 por el Parlamento Europeo, se sitúa en las mismas coordenadas éticas que los antes citados. Su ponente y redactor fue el entonces parlamentario socialista español Manuel Núñez Encabo, catedrático de Filosofía del Derecho.

El periodista británico instalado en Boston, Benjamin Harris, aporta la primera referencia deontológica a la profesión periodística cuando, en 1690, publica el primer y único número de su periódico Publick Ocurrences, Both Foreign and Domestick con el «credo del periodista». La publicación fue prohibida de inmediato en la entonces colonia británica, carente de libertad de información y expresión. Sin embargo, Harris era un periodista sectario, beligerante en especial contra católicos y cuáqueros, y abonado a la conspiración con su denuncia del falso complot papista: «Un complot totalmente ficticio, pero ampliamente creído en el que se alegaba que los jesuitas estaban planeando el asesinato del rey Carlos III para traer a su hermano católico romano, el duque de York (después el rey James II), al trono… Fueron ejecutadas unas 35 personas inocentes»19.

El compromiso deontológico, que es el anclaje de la función del periodista con los principios cardinales de honestidad e independencia informativas, está ausente en la carta fundacional de la mayor parte de empresas de comunicación. La libertad de empresa, como principio democrático, confiere a un medio la posibilidad de definirse ideológicamente implícita o explícitamente —generalmente se da el primer caso—, pero no lo habilita para una práctica tendenciosa que omita o tergiverse acontecimientos y opiniones que no casan con su ideario e intereses. Los oligarcas tecnológicos, como veremos más adelante, hace tiempo que han dispuesto los mecanismos algorítmicos para identificar cualquier disidencia en el enjambre de internet.

El telégrafo y la primigenia inmediatez informativa

La primera tecnología de mensajería eléctrica la desarrolló el telégrafo con conexión alámbrica, utilizando el código binario creado por el profesor de dibujo Samuel Morse. Con anterioridad, en 1684, el científico inglés Robert Hooke había creado un sistema de telegrafía óptica, a través de torres y mediante un código visual, aunque no llegó a tener éxito. Retomando este proyecto, en el marco de la Revolución francesa, Claude Chappe logró implantar un modelo similar con una red de 4000 kilómetros y más de 500 estaciones de monitoreo. Las aportaciones de Chappe resultaron sumamente efectivas en la coordinación de los desplazamientos y localizaciones durante el conflicto.

El telégrafo eléctrico, en el s. XIX, inauguró las primeras transacciones económicas en línea e impulsó el desarrollo de la prensa y las agencias informativas, lo que transformó el modelo y la estructura de los periódicos. Según el redactor jefe del Times de Londres, en aquella época Mowbray Morris, que vivía los cambios producidos por el telégrafo desde mediados de siglo: «Para el corresponsal de prensa, el telegrama ha sustituido a la carta y ha impuesto un nuevo estilo y una manera nueva de tratar los asuntos públicos»20. El telégrafo supuso uno de los grandes acontecimientos tecnológicos, antecedente de la revolución electrónica que se iniciaría con la invención de la telegrafía sin hilos y la radio a principios del s. XX. Las aportaciones del físico y matemático alemán James Clerk Maxwell, que teorizó el electromagnetismo, y del físico italiano Alessandro Volta, que creo la primera batería, fueron esenciales para la evolución del telégrafo en línea y la implantación del teléfono doméstico, inventos que precedieron a la telegrafía inalámbrica y al medio radiofónico.

El primer servicio telegráfico comercial del mundo se inauguró en Londres, en 1839, con un aparato creado por Charles Wheatstone, consistente en un sistema de agujas que marcaban, secuencialmente, una veintena de letras con las que se formaban las palabras y abreviaturas. El procedimiento era ingenioso, pero no tan simple y eficiente como el que desarrollarían posteriormente Samuel Morse y Alfred Vail. Los primeros pasos para la implantación del telégrafo en todo el mundo se dan en 1843, cuando los americanos Morse y Vail son adjudicatarios de una partida del Congreso de los Estados Unidos para materializar un sistema de telegrafía, punto a punto, entre Washington y Baltimore. El 24 de mayo de 1844, Morse envió a Vail el primer mensaje del nuevo invento con este enunciado: «¡Qué ha hecho Dios!»21. Posteriormente, el telégrafo basado en el código Morse fue mejorando sus prestaciones y se expandió por toda América, Europa y el resto del planeta.

El telégrafo tuvo un papel estelar en la guerra de secesión americana, hasta el punto de que Abraham Lincoln, consciente de su importancia estratégica, pernoctaba en la estancia donde se alojaba el equipo telegráfico. De forma paralela, los periodistas que cubrían este conflicto tuvieron constancia de que el telégrafo les ofrecía una inmediatez inexistente hasta entonces en su comunicación con las redacciones de sus cabeceras. Hasta la irrupción del telégrafo, el texto de las noticias se distribuía con caballos, trenes o barcos. Y los periódicos los publicaban con semanas de diferencia.

Todd Andrlik, autor y editor de Reporting the Revolutionary War, el principal tratado sobre la prensa americana en el período de la guerra civil, afirma que «los periódicos fueron absolutamente fundamentales para la construcción de los Estados Unidos. Como únicos medios de comunicación en ese momento, avivaron las llamas de la rebelión, mantuvieron la lealtad a la causa y finalmente ayudaron en el resultado»22. George Washington tenía conciencia de la importancia de crear y alentar una opinión pública favorable a la unión y crítica con los secesionistas del sur. Estimaba que uno de los mejores instrumentos para reflejar el punto de vista de quienes defendían la unión debía ser un periódico de amplia tirada controlado por el ejército y bajo su supervisión personal. Así alimentaba a una población ávida de noticias sobre el conflicto, polarizándola a favor de los postulados unionistas.

La naturaleza del telégrafo, bidireccional pero de un solo canal, exigía una gran economía de lenguaje, teniendo en cuenta que las compañías de telégrafos cobraban en función del número de palabras a transmitir. Esto llevó a los reporteros a utilizar expresiones verbales más simples y sucintas, y a jerarquizar el texto en orden según la importancia de la noticia. El origen y la estructura de la pirámide informativa invertida se ha fijado en este conflicto revolucionario, según algunos estudiosos. No obstante, el investigador de la comunicación Ford Risley cree que la idea «de que el uso del telégrafo creó el estilo de pirámide invertida en la redacción de noticias es a menudo exagerada… pagaban tarifas de telégrafo, así que, cuantas menos palabras, menos costoso»23. Empero, se ha de tener en cuenta la premura de los periodistas en mutua competencia por ser los primeros en enviar sus crónicas y la necesidad de agilizar el servicio compartido con la inteligencia militar, lo que acabó conformando una particular estructura del redactado de las noticias. Todo ello suponía priorizar en su cabecera lo más importante.

El telégrafo y el tren mantenían una estrecha asociación, desde la coincidencia del tendido de cables telegráficos con las vías ferroviarias hasta a la coordinación de salidas y llegadas de trenes entre estaciones. Esto último era básico debido a que los primeros trazados ferroviarios solo constaban de una vía. En 1893, EE. UU. estableció, finalmente, el sistema de doble vía, lo que redujo visiblemente el número de accidentes y aceleró su expansión. A mediados del s. XIX, ya se había iniciado el costoso tendido de cables submarinos para garantizar servicios telegráficos intercontinentales. Después de diversos intentos frustrados, en 1858 la compañía Anglo-American Telegraph tendió un cable de 3240 km entre Foilhommerum Bay, oeste de Irlanda, y Heart's Content, este de la isla de Terranova (Canadá), logrando así la primera conexión telegráfica intercontinental.

Tras un proceso de fusión y absorción de diversas empresas telegráficas, Western Union, desde 1866, con Samuel Morse como accionista principal, se alzó con la hegemonía en el sector por espacio de 25 años, experimentando un notorio crecimiento. No obstante, tuvo que afrontar una voraz competencia, especialmente de un nuevo invento llamado «teléfono». Alexander Graham Bell formalizó su patente en 1876, describiendo el nuevo dispositivo como un «telégrafo parlante». Bell ofreció a Western Union la transferencia de dicha patente por 100.000 dólares, pero Morse se negó a comprarla, y apostó por uno de sus investigadores más conspicuos, Thomas Alba Edison.

Antes de la invención de la lámpara de incandescencia, Edison había diseñado y patentado un teléfono de características superiores al ideado por Bell, al incorporar un micrófono de carbón alimentado por una batería. De hecho, dos años más tarde, los teléfonos de la Western Union doblaban en ventas a los de la Bell, pero no emulaban en alcance al telégrafo. El primitivo teléfono recibía y enviaba el sonido por un único transductor, y a cierta distancia no se distinguían las palabras por la atenuación de la señal. Por eso, Western Union, sin abandonar el terreno de la telefonía, apostaba como valor seguro por la telegrafía como canal universal de comunicación. Esto constituyó un colosal error, ya que el perfeccionamiento del teléfono de Bell y su conquista de los mercados internacionales coadyuvó a