Gloria. La poeta de los amores prohibidos - Manuela Carmena - E-Book

Gloria. La poeta de los amores prohibidos E-Book

Manuela Carmena

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Beschreibung

De Gloria Fuertes han perdurado en nuestra memoria sus apariciones en programas infantiles y su valía como poeta, pero todavía permanece velada esa otra Gloria Fuertes, la que no salía en los medios, la que arrastró sus últimos años en soledad escudándose en sus pitillos, su whisky y su casa atestada de objetos reflejando el paso —y el peso— de los años. Una Gloria Fuertes cansada de que se le fueran muriendo los amigos, las amantes… Porque ella amó intensamente, aunque eso no se contara. Gloria. La poeta de los amores prohibidos es una obra colectiva coordinada por Lola Lapaz que recopila una serie de testimonios que pueden explicar cómo era, qué huella dejó en la vida de mucha gente y qué supuso su existencia como mujer lesbiana en una España en la que esa palabra implicaba un estigma y un tabú. La historia real de Gloria Fuertes merece ser conocida y reivindicada, para que otras personas puedan verse reflejadas también en su figura. Junto a Lola Lapaz, participan en esta obra la ex alcaldesa de Madrid Manuela Carmena; la escritora y poeta Luna Miguel; la escritora, poeta y traductora Gloria Fortún; la investigadora afincada en Estados Unidos Ana Isabel Simón Alegre; el escritor y activista cultural Carlos Barea; la poeta Belén Reyes, que fue amiga personal de Fuertes; y el escritor y periodista Darío Gael Blanco Gómez de Barreda.

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GLORIA

LA POETA DE LOS AMORES PROHIBIDOS

Primera edición: septiembre de 2024

GLORIA. LA POETA DE LOS AMORES PROHIBIDOS

Desde Dos Bigotes, agradecemos a Paloma Porpetta el permiso para incluir el poema de Gloria Fuertes «A Jenny».

© de los textos (por orden de publicación): Lola Lapaz, Luna Miguel, Gloria Fortún, Darío Gael Blanco Gómez de Barreda, Carlos Barea, Ana Isabel Simón Alegre, Manuela Carmena, Belén Reyes; 2024

© de la fotografía de la cubierta: archivo personal de Belén Reyes

© de esta edición: Editorial Dos Bigotes, S.L.

Publicado por Editorial Dos Bigotes, S.L.

www.dosbigotes.es

ISBN: 978-84-127657-8-6

eISBN: 978-84-128622-3-2

Depósito legal: M-19132-2024

Impreso por Kadmos

Diseño de colección: Raúl Lázaro

Esta obra ha recibido una ayuda a la edición del Ministerio de Cultura.

Todos los derechos reservados. La reproducción total o parcial de esta obra deberá tener el permiso previo por escrito de la editorial.

El papel utilizado para la impresión de Gloria. La poeta de los amores prohibidos es cien por cien libre de cloro y está calificado como papel reciclable.

Impreso en España — Printed in Spain

Índice

Lola Lapaz

«Yo prefiero que os emocionéis con mis poemas, no que me estudiéis»

Luna Miguel

Dolorido pensamiento doloroso. Privilegio y sufrimiento en la poética de Gloria Fuertes

Gloria Fortún

Cómo ser Gloria F.

Darío Gael

Glorista, antes que Darío

Carlos Barea

La poeta chula y enamorá: el silencioso querer de Gloria Fuertes

Ana I. Simón Alegre

Dos de las muchas escritoras que vivieron del cuento: Julia de Asensi y Gloria Fuertes

Manuela Carmena

Sobre Gloria Fuertes

Belén Reyes

Poemas a Gloria Fuertes

Lola Lapaz

«Yo prefiero que os emocionéis con mis poemas, no que me estudiéis»

Lola Lapaz (Barcelona, 1974) es licenciada en Filología Hispánica, máster en Literatura Comparada, máster de Escritura de Guion para Cine y Televisión y máster en Montaje Cinematográfico por la ESCAC. Miembro de la Acadèmia del Cinema Català y directora del documental Champán para todos (2018), imparte clases de narrativa y de guion desde 2001 y es docente en la Universitat Oberta de Catalunya y en la Escuela de Escritura del Ateneu Barcelonès, aunque también ha impartido clases en la Universitat Politècnica de Catalunya, en la Universitat Internacional de Catalunya y en las Escuelas Universitarias Gimbernat. En 2011 obtuvo una beca de la European Association of Creative Writing Programmes para trabajar en su obra literaria en la Oriveden Opisto (Finlandia) y en la Residencia de Estudiantes de Madrid. Es autora de varios libros sobre análisis literario y audiovisual y de la novela La juventud era una extraña enfermedad (2021).

«El mundo está lleno de famosos mediocres»

Cuando Gloria Fuertes falleció el 27 de noviembre de 1998, yo tenía veinticuatro años, pero no recuerdo ningún detalle de su desaparición. Acababa de terminar la carrera y estaba preocupada por encontrar trabajo, algo que por aquel entonces me iba a resultar muy difícil puesto que había un exceso de filólogas y filólogos en la sociedad —no como ahora, que estamos en clara fase de extinción—. Supongo que la noticia aparecería en la prensa y en los telediarios, aunque para mí aquella poeta —poco convencional en el vestir y un tanto alejada de los estereotipos— era tan solo la que recordaba por salir en la televisión en los programas infantiles de los ochenta. Luis Antonio de Villena, el que fuera gran amigo de Gloria en los noventa, recordaba con pena: «Su muerte mereció abrir un telediario, aunque lo que la presentadora leyó era injusto: “Ha muerto la autora de Un globo, dos globos, tres globos”. La trivial cancioncilla de un programa televisivo opacaba a una poeta muy fértil y muy peculiar»1. Por supuesto que fue una gran escritora de literatura infantil, nadie duda de ello a estas alturas; no obstante, es justo reivindicar su obra poética para adultos porque posee una calidad y una voz propia que son indiscutibles.

Tuvieron que pasar muchos años para que me topara con su poesía y fue entonces cuando me pregunté el motivo de no haber conocido su obra durante la época en la que cursé mis estudios de Filología Hispánica. Recientemente, por si mi memoria estaba algo despistada —el paso de veinticinco años da para mucho—, he vuelto a revisar aquellos apuntes y nada, el nombre de Gloria Fuertes no aparece ni por asomo. He seguido removiendo mis papeles y no he encontrado a demasiadas escritoras entre esos apuntes amarillentos, qué terrible todo. Mujeres novelistas y mujeres poetas, ¡por supuesto que existían! Pero si no se habían incluido en el canon —al igual que no se había incluido a Gloria—, ¿cómo íbamos a conocerlas, a estudiarlas, a tenerlas siquiera como referentes?

Que se inserte o que se descarte a una autora en el temario de una asignatura es mucho más relevante y decisivo de lo que nos podamos llegar a imaginar. A Gloria Fuertes la borraron de mis estudios universitarios y fue así como me perdí a esta gran poeta. Aunque no me la perdí yo únicamente, por supuesto. Nos la perdimos la gran mayoría, me atrevería a afirmar.

Ana María Moix la entrevistó en una ocasión y ella le confesó lo siguiente: «El ser mujer ha sido un obstáculo. De haber sido hombre me hubieran reconocido mucho antes. Una mujer, para que se la reconozca como pintora, músico, escritora, investigadora… años atrás, e incluso ahora, tiene que ser una fuera de serie. En cambio, el mundo está lleno de famosos mediocres. A pesar de la sociedad machista, la que vale acaba por sobresalir, pero le cuesta un esfuerzo tremendo. Escribo igual ahora que hace veinte años, no soy ni mejor ni peor, ¡pero qué lucha!»2. Tal vez los «famosos mediocres» a los que aludía podrían ser el equivalente a los «señoros» que pueblan nuestro siglo XXI, carentes de talento y sobrados de envidia.

No obstante, cabe señalar que Gloria en un inicio contó con el aprecio de algunas de las grandes figuras de la literatura nacional. Por ejemplo, Jaime Gil de Biedma, sabedor de su talento, incluyó una antología de sus poemas titulada …que estás en la tierra en la mítica Colección Colliure —era la única mujer entre nombres como Carlos Barral, Gabriel Celaya o José Ángel Valente, entre otros—. Ella también tenía la admiración y la amistad de escritores como Ángel González, Pere Gimferrer, José Hierro —que le dedicó el emotivo poema «Hablo con Gloria Fuertes frente al Washington Bridge»— o Camilo José Cela, que la definió como «la angélica y alta voz poética a la que los hombres y las circunstancias putearon inmisericordemente»3, en un artículo que publicó en prensa el día siguiente de su muerte.

«Me dictan cuentas mientras yo ahogo cuentos»

Es durante los últimos años setenta y los ochenta cuando la obra para adultos queda oculta bajo la capa de su literatura infantil y las apariciones en televisión, que lo cubren todo. Se había convertido en una figura mediática y el éxito de su obra recaía totalmente en la producción infantil. Su imagen no era la de una intelectual convencional —si es que tiene sentido referirse a algo así—, la fuerza de sus poemas para adultos se hallaba en el lenguaje coloquial y en los temas universales (la soledad, los marginados, el dolor, la injusticia social, la muerte). La poeta no tenía estudios superiores ni había crecido en un entorno favorable a la lectura, fue escritora antes que lectora: «Mi primer libro me lo tuve que escribir yo, era unos cuentos que inventé, dibujar yo, coser yo, porque aún no había grapas. Se puede decir que mi primer libro me lo hice yo»4. Gloria fue, sin ningún tipo de duda, una fuera de serie y una adelantada a su tiempo en muchos sentidos. Posiblemente, una de las razones más decisivas del menosprecio que recibió su obra para adultos fue que sus poemas se concibieron para llegar a todo el mundo y eso no debía de gustar a aquellos «famosos mediocres». «Las niñas lo que tenían era que bordar, coser, cantar y ser gilipollas. Eso tenían que ser las niñas de la posguerra. Y, claro, pues yo ni cosía, ni era eso, ni cantaba»5, rememoraba tiempo después en una entrevista.

La madrileña se situaba mucho más allá de las modas o de las tendencias, se movía en un territorio fuera de los límites, incluso de lo marginal; lanzaba sus versos desde un lugar creado e inaugurado solo por ella, puesto que era «una cabra muy extraña», como apuntó en uno de sus poemas más genuinos6. Su poesía es un género en sí mismo y su voz es única; resulta difícil —o imposible, o inútil— etiquetarla en un movimiento concreto, aunque ella misma admitió que en sus inicios se hallaba cerca del surrealismo —«un surrealismo muy Gloria Fuertes», tal y como solía afirmar— y que después se arrimó al postismo de la mano de Carlos Edmundo de Ory. La poeta ya nos advirtió en su momento: «Ahora una minoría vendrá a catalogarme, a “etiquetarme” o a encasillarme literaria o sociológicamente; la etiqueta se me desprenderá con el sudor de mis versos, y si me encasillan, me escapo»7.

Gloria manejaba las palabras como una malabarista, no le era preciso acudir a formas rimbombantes o barrocas para empoderar sus versos. Su talento con el léxico era tan auténtico y ella tan hábil manejando los significados que, incluso cuando escribía simples cartas, se pueden hallar frases que bien podrían haber mutado en versos fuera de ese contexto. En julio de 1955, por citar un ejemplo, escribe a sus queridos Gabriel Celaya y Amparo Gastón —la entrañable Amparitxu— quejándose de lo fastidioso que le resultaba tener que trabajar como oficinista: «Ya aterricé en mi odiosa oficina, donde vulgares jefes que entienden de fútbol me dictan cuentas mientras yo ahogo cuentos»8. ¿No es realmente deslumbrante la forma en la que la poeta describe lo terrible que es el no poder dedicarse a su arte y tener que ganarse la vida con un trabajo que odia? Cualquier escritora o escritor que ansíe poder vivir de sus textos entenderá a la perfección el sentido de la desgarradora frase que anotó Gloria en la carta a sus amigos.

«Morir ahogada viendo las tetas de Sofía Loren»

En una ocasión, Dámaso Alonso la presentó en una librería ante «la gente que no cree que hay poetas que conoce el pueblo y que conoce el estudiante»9. Ella rememoraba con orgullo en una entrevista que el escritor, por aquel entonces director de la RAE, afirmó que sus versos lo mismo valían «para los inquietos por la literatura, por la poesía, de la universidad, que para el pueblo llano, que nunca ha tenido libros ni poesía, puesto que su poesía llega lo mismo al culto, al preparao que al analfabeto»10.

En 1995 publicó Mujer de verso en pecho y Camilo José Cela, que ya había recibido el Nobel, fue el elegido para acompañarla en la presentación, que fue multitudinaria. Ella sentía la necesidad de recuperar el lugar de gran poeta que había ocupado antes y que había perdido, sobre todo, por su dedicación a la literatura infantil.

De nuevo Luis Antonio de Villena es quien supo describir con acierto la repercusión que tenía por aquel entonces la poeta: «Es el caso que el éxito infantil de Gloria Fuertes si le proporcionó mucha notoriedad y hasta dinero (pero ella vivía sin lujos, y casi todo lo que ganó con los niños se lo devolvió testamentariamente a ellos, a fundaciones para desvalidos), la alejó asimismo, y no poco, de su obvio talento y de su voz propia, sencilla pero inconfundible, de su tarea poética adulta, que creo en verdad es la que literariamente más importa»11. La propia Gloria era bien consciente de cuál era el público que le daba de comer y el que la ayudaba a vivir: «Escribo para niños para comer / Escribo para mayores para vivir»12. Lamentablemente, moriría en 1998 sin haber tenido la oportunidad de retornar a todo aquello que significó los inicios de su carrera, con la pena amarga que supuso el no haber recibido un mayor reconocimiento en vida a su producción para adultos.

En 2016 la compañía aérea Norwegian Airlines rindió homenaje a Gloria Fuertes poniendo su imagen en uno de sus aviones, el Boeing 737-800. «Spanish poet», se podía leer sobre su figura. Miguel de Cervantes, Benito Pérez Galdós, Rosalía de Castro, Clara Campoamor, Edvard Munch, Greta Garbo, Hans Christian Andersen o Roald Amundsen fueron otros de los personajes que también aparecieron surcando los cielos en las aeronaves de la compañía. Según el comunicado que ofrecieron, la elección de las figuras que decoraron los aviones se basaba en que todas eran personas que habían transgredido los límites, desafiado los convencionalismos y servido de inspiración a otras personas. Da que pensar el hecho de que fuese precisamente una compañía aérea noruega la que pusiera de manifiesto todo lo que significaba la poeta: alguien que había transgredido los límites, que había desafiado los convencionalismos y que había servido de inspiración a otras personas. ¿Se podría haber definido con más tino a Gloria Fuertes? Qué poco habría imaginado la escritora que su rostro aparecería impreso en un avión de una aerolínea nórdica. Ella, que le explicaba en una carta a Gabriel Celaya lo accidentado que había resultado montarse en avión, con su característico sentido del humor: «El viaje en avión fue cojonudo, en vez de seis horas, ¡diez! ¡La leche puta! Nos pilló tormenta, y el piloto echando pelotas al asunto nos desvió hasta un sitio que se llama Terranova, porque el viento estaba en contra… De todo esto nos enteramos después, claro. Yo durante el viaje no pegué ninguno de mis tres ojos, ya que los usé bien abiertos los unos para llorar y el otro para cagar (los jodios [sic] aviones para mí son “RICINO”). Después de llorar (Phyllis y yo) nos pusimos a cantar —por culpa de un par de “güiskis” [sic]—, después Phyllis se durmió y yo intentaba entender una película que nos estaban poniendo (ahora los aviones llevan cine y todo) pero me parecía tan horrible y absurda la idea de morir ahogada viendo las tetas de Sofía Loren, que no me alimentó dicha película»13.

«Pero yo vendo más que ellos, Belén»

Belén Reyes (Madrid, 1964) es seguramente la única poeta que ha seguido su estela de una manera auténtica, sin caer en la burda y simple imitación. De hecho, la misma Gloria Fuertes la consideraba su heredera poética y prologó su obra Desnatada en 1992, además de acompañarla y presentarla en algunos de sus recitales. La producción de Belén Reyes es extensa y ha recibido diversos premios —tanto de poesía como de relato—, además de su inclusión en numerosas antologías. En sus versos resuena el eco de Gloria Fuertes a pesar de que ha logrado un estilo único e inconfundible.

Se conocieron cuando Belén tenía diecisiete años —ambas nacieron en Lavapiés— y, pese a la diferencia de edad —se llevaban casi cincuenta años—, entablaron una amistad que duró hasta el fallecimiento de Gloria. La joven aprendiz de poeta halló en ella a una especie de maestra y, posiblemente, Gloria se vio arropada por su cálida compañía, en esa «necesidad de espejo y de interlocución» de la que tanto (y tan bien) escribió Carmen Martín Gaite al referirse a la voluntad de los escritores de compartir sus textos con alguien cómplice: «Toda búsqueda de aprecio, de identidad, de afirmación o de confrontación con el mundo se reduce, en definitiva, a una búsqueda de interlocutor»14. La joven escritora debió de ser una gran interlocutora para la poeta durante aquellos años.

Belén me contaba que todavía sueña con ella, después de haber transcurrido tanto tiempo tras su muerte. Me confesaba con añoranza que Gloria la llamaba, cuando ya estaba enferma, para que le llevara comida o para comprarle lo que necesitaba en aquellos momentos, puesto que la consideraba como si fuera de la familia. También me explicaba que le encantaba la gente joven, que siempre quería ayudarles, y que muchos de aquellos jóvenes que acudían a casa de la poeta soñaban con ser artistas. Así de generosa e inspiradora era Gloria.

Durante estos últimos meses, Belén me ha ido enviando algunas de las numerosas fotografías con Gloria que atesora y en ellas se aprecia el afecto y la complicidad que las unía. En una se las ve subidas a un tren; en otra aparecen abrazadas en un sofá en casa de la escritora —bodegón con cervezas, tabaco, cenicero abarrotado, indicios reconocibles de conversaciones eternas—; hay una instantánea de la poeta orgullosa junto a Cela, el día de la presentación de Mujer con verso en pecho; o un momento inmortalizado con Amparitxu (la viuda de Celaya, que también era poeta), cogidas de la mano: Gloria mostrando un collar con el símbolo de la paz mientras que su amiga levanta solemne el puño. Entre todas las fotografías, hay una a la que Belén le tiene un especial cariño. En ella solo se aprecian las manos de la poeta sosteniendo un cigarrillo y luciendo en el anular un anillo plateado —de nuevo con el símbolo de la paz—, el mismo que llevaba en muchas de las entrevistas y apariciones que hizo por aquella época en televisión.

De todo lo que me ha contado Belén, sin duda lo que más me ha impactado ha sido saber cómo sufrió Gloria porque, según le confesaba a su joven amiga, no la tomaron en serio. La poeta se fue con esa pena, la de saberse poco valorada o, lo que es peor, menospreciada por algunas personas. A pesar de ello, siempre lograba aferrarse al salvavidas del humor: «Pero yo vendo más que ellos», solía decirle socarrona a Belén. Ese humor era el mismo que le ayudaba a aliviar la añoranza que sentía cuando trabajaba como profesora en Estados Unidos, allá por los años sesenta: «La vida aquí es igual que en Madrid solo que al revés… Trabajar en vez de vaguear, madrugar en vez de trasnochar, formalidad en vez de cachondeo y lo que es peor LECHE en vez de tintorro… Desde luego, si hay cielo y Purgatorio por este último no tengo que pasar. […] En la mesa, no ponen agua, ni vino, ponen ¡¡¡LECHE!!!… Estoy de leche… ¡pa que!… Aquí está prohibido el alcohol (cosa que me parece bien dentro de la Universidad, pero fuera también); en este Estado hay que ir a otro Estado en coche para beber»15, le escribía en una carta a Celaya en 1961.

El escaso reconocimiento pesaba como una losa sobre la poeta durante sus últimos años de vida; sin duda echaba en falta palabras como las que Gabriel Celaya le dedicó en una carta a propósito de la lectura de Aconsejo beber hilo, otra de sus obras: «Es un libro estupendo, y que se le cuela a uno hasta dentro. Por algo han tenido que decir “sí” hasta aquellos que en principio están contra tu poesía. ¡Que revienten!»16.

Y sí, que revienten todos los envidiosos de su talento a los que se refería el escritor —los del pasado, los del presente y los del futuro— porque Gloria fue muy canalla, vivió muy feliz haciendo lo que le dio la gana, hasta el último momento, a pesar de las desgracias que había sufrido en su vida. Y también a pesar del dolor que debían de causarle todos esos amores que la habían decepcionado, puesto que «frecuentemente se desengañaba de mujeres que la acompañaban a sus presentaciones literarias, se bebían sus vinos y luego la dejaban “sola en la sala”17; se sentía muy herida de las veleidades de sus amantes»18, como recuerda Pablo González Rodas, autor de la memorable introducción y edición de Historia de Gloria. Amor, humor y desamor, una de sus obras más conocidas.

Antes y después del fallecimiento de su amiga y mentora, Belén Reyes le dedicó varios poemas, que incluimos en este volumen; algunos son inéditos.

Nota de la coordinadora