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Cuando termines de leer este libro, serás la mayor experta en tu piel, conocerás su tipo y sus necesidades y sabrás qué productos te convienen a cada momento para combinar tu propia fórmula exclusiva para ti. Es mucho más que una guía sobre cosmética: es una apuesta por una belleza sana y saludable. Plantea una nueva forma de mimarte y atenderte para ofrecer tu mejor versión sin frustraciones ni dramas, sin exigencias ni comparaciones, simplemente sintiéndote, escuchando tu piel. Lo notarán quienes te rodean, lo sentirás tú, la protagonista de estas páginas. Asegurado.
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Guía para una belleza inteligente
Todo lo que necesitas saber para sentirte bien en tu propia piel
Elisabeth Álvarez
La información presentada en esta obra es simple material informativo y no pretende servir de diagnóstico, prescripción o tratamiento de cualquier tipo de dolencia. Esta información no sustituye la consulta con un médico, especialista o cualquier otro profesional competente del campo de la salud. El contenido de la obra debe considerarse un complemento a cualquier programa o tratamiento prescrito por un profesional competente de la medicina. El autor y el editor están exentos de toda responsabilidad sobre daños y perjuicios, pérdidas o riesgos, personales o de cualquier otra índole, que pudieran producirse por el mal uso de la información aquí proporcionada.
Primera edición en esta colección: abril de 2023
© Elisabeth Álvarez, 2023
© de la presente edición: Plataforma Editorial, 2023
Plataforma Editorial
c/ Muntaner, 269, entlo. 1ª – 08021 Barcelona
Tel.: (+34) 93 494 79 99
www.plataformaeditorial.com
ISBN: 978-84-19655-17-2
Diseño y realización de cubierta: Pablo Nanclares
Fotocomposición: Grafime Digital S. L.
Reservados todos los derechos. Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos. Si necesita fotocopiar o reproducir algún fragmento de esta obra, diríjase al editor o a CEDRO (www.cedro.org).
El médico que no entiende las almas no entiende de cuerpos.
JOSÉ NAROSKY
Cuando era muy jovencita empecé a tener muchos problemas de piel. Pocas veces he visto a alguien durante mi carrera profesional con una piel peor que la mía en su conjunto.
Aquello me afectó muchísimo, buscaba todo tipo de información, probaba todos los trucos habidos y por haber, le quitaba a escondidas el maquillaje a mi madre para intentar tapar todas las imperfecciones que tenía y siempre llevaba el pelo suelto y puesto sobre la cara. Sin embargo, cuanto más hacía, peor estaba mi piel: me la estaba destrozando. Además, los niños se burlaban de mí. Evitaba hacer cualquier plan que requiriera no llevar maquillaje, como ir a la piscina, a la playa… y mi autoestima estaba cada vez más baja.
Me metí en un círculo vicioso, físico y emocional, que se generó por un mal cuidado de la piel y del que me costó mucho salir: cuanto peor estaba mi piel, peor era mi estado de ánimo. Cuantas más cosas hacía, peor la tenía. Me estaba empeorando la piel en una medida desesperada por tenerla bien. Verte problemas cutáneos, como dermatitis o acné, te provoca estrés e inseguridad; el estrés, la inseguridad o los problemas emocionales te agravan todos estos problemas cutáneos.
La piel es la frontera de nuestro ser, nuestra tarjeta de presentación, el reflejo de cómo nos sentimos. Cuando tenemos miedo, palidecemos. Cuando nos enfadamos o avergonzamos, la piel parece un tomate. Cuando sufrimos mucho estrés, salen granitos, orzuelos, herpes o eczemas. Cuando nos emocionamos, la piel se eriza. Cuando estamos nerviosos, sudamos o tenemos picores. Cuando pasamos por un momento doloroso la piel se apaga y se refleja en el rostro, «ha envejecido de golpe», decimos. Hablamos también de la piel como la mayor zona erógena del cuerpo y de tener química, o no, cuando estamos piel con piel con una persona.
Piel y emociones tienen una estrecha relación. De hecho, cuando somos embriones, tanto la piel como el sistema nervioso se forman en la misma capa de células, que luego se divide. Por este motivo, la piel es muy reactiva a las emociones.
La piel, frontera de nuestro ser, es el reflejo de nuestro momento vital, por ello es muy reactiva a las emociones. Cuando somos embriones, tanto la piel como el sistema nervioso se forman en la misma capa de células.
Lo que sientes y vives afecta directamente a la piel. Cuando estamos en un momento de mucho estrés el sistema nervioso pone en marcha la adrenalina, que produce una vasodilatación y aumenta la temperatura corporal y con ella el exceso de producción de sebo. De ahí los brotes que suelen tener las personas con predisposición al acné en momentos complicados de sus vidas. Del mismo modo que la rosácea u otras enfermedades relacionadas con la circulación, al haber una vasodilatación, se acentúan más las rojeces. Y al contrario, cuando tenemos miedo, nuestro cuerpo hace una vasoconstricción que afecta al riego sanguíneo y nuestra piel palidece. El herpes, por su parte, llega cuando el sistema inmunitario disminuye en casos como el estrés. Muchísimos problemas de la piel tienen un origen psicosomático, un campo que está estudiando la reciente rama de psicodermatología.
La piel es el órgano externo que nos comunica con la gente a través del tacto y de la vista, y es también el que nos puede provocar un gran aislamiento a nivel personal si no nos sentimos cómodas en ella.
La piel es el órgano externo que nos comunica y nos puede provocar un gran aislamiento también.
Ese círculo vicioso en el que me metí lo he visto después en muchos de mis pacientes. Mi objetivo, desde estas páginas, es ofrecer las herramientas para romperlo, desde dentro y desde fuera, sabiendo qué estás haciendo que te perjudica y qué puedes hacer. Para ello, quiero ahondar también en el autocuidado, somos quienes mejor nos podemos conocer y atender. Cuidarnos, hacernos responsables de nosotras mismas, repercutirá en nuestro bienestar físico y a su vez se notará en el emocional. Y viceversa.
Mi experiencia, personal primero y luego profesional, me ha enseñado que mucha información en Internet se convierte desinformación y que los remedios caseros o lo que le ha ido bien a la vecina puede ser desastroso para nuestra piel.
El exceso de información no solo es negativo por los falsos mitos que circulan, sino también porque tu piel es única. Lo que le va bien a la otra persona no tiene por qué funcionarte a ti: la crema carísima puede serte perjudicial e incluso el tratamiento más novedoso que te han recomendado puede no servirte para nada si tú no te atiendes después en casa.
Algo que veo a menudo es que muchas personas quieren cuidarse la piel y compran cremas y productos sin un plan, sin haberse parado a conocer primero su piel, detectar qué necesita y crear después una rutina de cuidado, en la que todos los productos se complementen y se equilibren. Acumulamos muchos productos, esperando que alguno sea milagroso, y en muchas ocasiones lo que estamos comprando ni siquiera es algo que cubra las necesidades que nuestra piel tiene.
No derroches ni tu dinero ni tu tiempo. Empieza mirándote, observándote y entendiendo tu piel. Tú eres la persona que mejor puede conocerse a sí misma, a su piel. Obsérvala, tócala, siéntela, escucha lo que te está pidiendo. Y mírate, sobre todo, con objetividad porque no hay voz más crítica y dura que la de uno mismo. Suelta obsesiones. ¿No te ha pasado que un día te ha salido un grano y es lo único que ves? Magnificamos cualquier cosa por buscar esa perfección que no existe. Con esa actitud, estamos condenados a estar frustrados porque anhelamos algo que no vamos a tener en la vida.
A mí me encanta maquillarme para resaltar, pero en las redes el maquillaje se ofrece sobre todo para ocultar problemas de la piel y eso es un error. Debemos dedicarle más tiempo, esfuerzos y atención a aprender más sobre el cuidado de la piel para sanarla que para cubrirla. Es muy importante tener una piel sana, que no perfecta, porque no existe. La piel tiene poros, tiene texturas. La piel pasa por momentos, por condiciones externas o internas. A mí me salen granitos de vez en cuando, a todo el mundo. Una piel sana es una piel bonita, no de porcelana. Eso no existe y eso que nos venden socialmente afecta muchísimo a la autoestima porque nos comparamos con algo irreal. Te pido un favor: no te obsesiones.
Una piel sana es una piel bonita, no de porcelana. La piel está viva, tiene poros, texturas y pasa por momentos.
Apostemos por una belleza inteligente, sana, saludable, por esa belleza que conlleva cuidarse por dentro y por fuera, permitirse y ofrecer nuestra mejor versión para regalar el brillo que hay en nuestro interior. Seguro que has sentido en algún momento, cuando te encuentras bien y cuando te ves bien, que tu piel brilla y tiene más luz, y ese día lo afrontas con otra actitud, te sientes con más seguridad.
Hace poco, viví una experiencia en este sentido. En una entrevista de trabajo a una persona que contraté para Inout, me contó que siempre se había sentido muy insegura con su físico, había vivido escondiéndose y en puestos de trabajo más básicos en los que se sentía más cómoda. Ahora había aprendido a sentirse bien con ella misma y quería «comerse el mundo», quería mostrarse, avanzar, subir de categoría. Se sentía preparada y entusiasmada. El cambio real seguramente no fue en su físico sino en su mente, en la manera de mirarse, sintiéndose segura.
Aprende a querer cada parte de ti, aprende a querer tu piel con tus condiciones, aprende a quererte desde el derecho a la imperfección, desde la vulnerabilidad. Se notará en tu piel y el reflejo de una piel mimada fortalecerá tu autoestima y elevará tu ánimo.
Te acompaño en estas páginas para asentarte en este nuevo círculo para crear tu propio camino y buscar tu mejor versión. Te acompaño para ayudarte a descubrir cuáles son las necesidades de tu piel para cada momento y que puedas crear la fórmula única y exclusiva para ti. Te acompaño en una nueva forma de cuidarte y atenderte. Conviértete en tu propia alquimista.
La belleza comienza en el momento en el que decides ser tú misma.
COCO CHANEL
¿Dispuesta a tomar las riendas, a mimarte, a atenderte y a dejar de ocultarte? Mírate con la cabeza bien alta porque tienes mucho que dar, obsérvate y sonríete, siéntete a gusto en tu propia piel. ¿Cuántas veces te has puesto en el lugar de una persona a la que quieres y te has mostrado empática y generosa? Muchas, seguro. ¿Y cuántas veces te has mirado en el espejo y te has tratado como si fueras tu mejor amiga? Me atrevería a decir que pocas. Somos nuestros peores enemigos, no nos permitimos fallos, nos han hecho creer que tenemos que ser perfectas. No lo somos, no. Somos imperfectas y es la imperfección la que nos hace ser perfectas tal y como somos, únicas, vulnerables, emocionales, en continuo crecimiento. No somos robots, afortunadamente. Estamos vivas y, nuestra piel, también.
Somos imperfectas y es la imperfección la que nos hace ser perfectas tal y como somos, únicas, vulnerables, emocionales, en continuo crecimiento.
Como decía Pema Chödrön, «la peor agresión a nosotros mismos, la peor de todas, es permanecer ignorantes por no tener el valor y el respeto de tratarnos a nosotros mismos con honestidad y ternura». ¿Dispuesta a ser tú misma? ¿A quererte tal y como eres? ¿A tratarte con honestidad y ternura? Este el primer paso para romper el círculo vicioso del que os hablaba. Te quieres, te aceptas, te respetas, te cuidas y cambias por dentro y por fuera. Brillan tus ojos, brilla tu piel, brilla tu sonrisa y brillas tú.
Mi objetivo es que conozcas bien tu tipo de piel, cómo es habitualmente, su estado y cómo se encuentra en tu momento vital concreto. Así podrás tener una rutina única beneficiosa exclusivamente para ti y, cuando tu piel cambie, sabrás romper tus hábitos para acudir a tu botiquín SOS y atender en ese momento las necesidades concretas. Así, aunque haya problemas crónicos, como la dermatitis o la rosácea, cuyo origen todavía se desconoce, podrás tenerlos controlados.
Cuando termines estas páginas tendrás la seguridad de que, a cada momento, estarás atendiendo de manera correcta tu piel. El grano, la rojez o la descamación no serán un drama, simplemente actuarás con la certeza de que ese momento en que tu rostro ha empeorado por factores internos o externos no va a durar siempre. Nada es permanente. Sí, hay problemas de la piel que son crónicos, pero no los brotes consecuencia de esos problemas.
Aunque me dedico a tratamientos, siempre doy más prioridad a una buena rutina que a un buen tratamiento, porque la rutina es diaria. Los tratamientos son muy compatibles y ayudan mucho, pero si no tienes una rutina adecuada en casa, si no te cuidas o lo haces incorrectamente, da igual el dinero que te gastes. Siempre explico a mis pacientes que un tratamiento puntual supone un 50 %, el otro 50 % es el mantenimiento que le demos a diario en casa.
Como os decía, en todos mis años de carrera profesional no he conocido a nadie con la piel tan mal como la tenía yo; hasta el punto de que confieso que, hasta hace muy poco tiempo, no me atrevía a que nadie me viese con la cara lavada. Me levantaba antes que mi pareja para maquillarme y evitaba ir a la playa o exponerme a situaciones en las que debía estar sin maquillaje.
Si yo lo he conseguido, tú también puedes. Desde que he aprendido a atenderme, conocerme y cuidarme, mi piel ha mejorado muchísimo. He aprendido también a aceptarme cuando mi rostro responde a algún agente externo o interno, la aceptación ha sido para mí una liberación total.
Aceptarme tal y como soy, con mis imperfecciones, ha sido para mí una liberación.
Ahora siento orgullo cuando alguien me dice que tengo una piel muy bonita. Entiendo la frustración y el pensar que nada te va a solucionar los problemas de piel, porque lo he vivido. A veces, cuando hablo con vosotras y me decís que yo lo tengo fácil porque tengo buena piel, pienso en todo el trabajo y en todo el aprendizaje, a base de errores y decepciones, que hay detrás.
La constancia y el esfuerzo merecen la pena. ¿Mis primeros ingredientes para una piel sana y bonita? Quererte, cuidarte y ser constante. Y no lo son solo para una piel sana, lo son también para una vida sana y bonita, ¿no te parece?
¿Mis primeros ingredientes para una piel sana y bonita? Quererte, cuidarte y ser constante.
Teniéndolos presente como pilares te sentirás bien y sabrás que te estás cuidando, te lo mereces más que nadie. Cuidarte y ver la mejor versión de ti misma aumentará tu autoestima, que, a su vez, se reflejará en tu piel. Tu piel puede mejorar muchísimo y con ella el ánimo, y al revés, de fuera hacia adentro, de dentro hacia afuera. Un bello círculo.
¿Dispuesta? Vamos a por ello. Para emprender viaje lo primero que necesitamos es un mapa, un mapa de nuestra piel.
La piel tiene tres capas. De la más externa a la más interna: epidermis, dermis e hipodermis. En estas páginas nos vamos a centrar únicamente en la epidermis, la más superficial y visual, por tanto, la que todos podemos observar y tratar; es decir, tiene una respuesta de lo que está en tus manos hacer. Conocerla permite saber cómo cuidarse la piel y qué tener en cuenta. Las otras dos, a las que les afectan patologías más internas, pertenecen al terreno médico.
La epidermis, en contacto con el exterior, tiene la función de protegernos contra todos los agentes externos. Entre las muchas células que tiene destaco los queratinocitos, que son los encargados de producir queratina y que viven aproximadamente un mes, de ahí que la piel se regenere cada mes por sí sola (ese proceso puede variar en función de tu situación o problemática de la piel. Se acelera si usas exfoliantes o peelings y se retrasa con el envejecimiento).
La capa creada por los queratinocitos es la que genera la función barrera contra el exterior. Imagina una casa que se está construyendo, con ladrillos y cemento que los une. Los queratinocitos serían los ladrillos, y entre medio de esos ladrillos, el cemento, estarían los lípidos, la grasa de la piel.
En esta parte superficial de la piel nos encontramos con el manto hidrolipídico que, como indica la propia palabra, está formado por agua (sudor) y grasa. El sudor procede de las glándulas sudoríparas, y la grasa, de las sebáceas. Ambos, a través del poro, se instalan en el estrato córneo, la capa más superficial de la epidermis.
Para entenderlo, este manto es como un papel film con una superficie extensa y delicada. Esta capa protege en dos direcciones: contra los factores externos, por un lado, y por otro, nos mantiene la piel hidratada, evitando la pérdida excesiva de agua. ¿Por qué os cuento esto? Porque la labor de este manto hidrolipídico es fundamental y no se habla mucho de él. Cuando este manto realmente está equilibrado, tenemos una piel sana; cuando se desequilibra, surgen la mayoría de los problemas.
Este manto está compuesto por grasa y agua, que deben estar equilibradas. En los siguientes dibujos creo que se va a entender muy bien. En la línea superior de la piel se pueden ver equis, que serían las glándulas sebáceas, y puntos beiges, que serían las sudoríparas. En la primera imagen el manto está equilibrado. Sin embargo, debajo, se ve que hay muchas más equis que puntos. Serían las personas que segregan más grasa y tienen, por tanto, una piel más grasa. Por el contrario, cuando hay menos grasa en este en este mando hidrolipídico, nos encontramos una piel más seca. Y si hay menos agua nos encontramos una piel más deshidratada.
Si el manto no está igual en todas las zonas de la piel, será una piel mixta. En este tipo de pieles, el manto hidrolipídico no tiene un buen equilibrio y unas zonas están más grasas y otras, con menos cantidad de agua, más deshidratadas. Las pieles sensibles, por su parte, tienen el manto dañado, por eso se irritan con más facilidad. De ellas ya hablaremos en el siguiente capítulo.
En resumen, si ese manto hidrolipídico está desequilibrado debemos centrar nuestros esfuerzos en equilibrarlo para que esté sano. Si cuando notamos que ha sufrido un desequilibrio utilizamos productos para equilibrarlo de nuevo, él ya se va a encargar por su función barrera de mantener esa piel sana.
Para actuar con rapidez y tratar el manto dañado, debemos estar atentas a las señales de alarma: la piel se irrita con más facilidad, pica, está inflamada o más enrojecida, se nota como alterada. Agresiones que pueden dañar esa barrera son la exposición solar, la contaminación, temperaturas muy elevadas, tabaco, agua y mal uso de cosméticos.
El manto hidrolipídico es el que da el pH de nuestra piel, que en la zona facial es ligeramente ácido, entre 4,7 y 5,5. Un error muy extendido es pensar que los productos con pH neutro son buenos para la piel. No es así, un pH neutro es un 7, si nos lo ponemos dañamos esa función barrera de la piel, dejándola desprotegida. Otra falsa creencia muy extendida es que tienes que usar tónicos para regular tu pH. En absoluto. El pH se regenera también solo. Además, la mayoría de nuestras cremas ya ayudan a equilibrarlo. El problema es cuando hay agentes externos o internos (principalmente genética, edad y, sobre todo, factores hormonales) que afectan a la piel continuamente, entonces no la permitimos regenerarse.
Otro error común que se comete habitualmente y la perjudica es utilizar el mismo producto para limpiar el cuerpo y la cara, ya que el cuerpo tiene un pH diferente. Sobre todo, la mayor diferencia está en las axilas y en la zona genital, que tiene un 6,5. Por eso se recomienda utilizar en las zonas íntimas unos limpiadores específicos para evitar que se desequilibre, lo que en este caso provoca mayor riesgo de padecer infecciones.
Del mismo modo, la piel de los niños es distinta, ya que su pH, más elevado, todavía no tiene desarrollado el manto hidrolipídico. Un producto bueno para los niños no es la mejor opción para ti ni viceversa, ya que su piel, además, al no tener desarrollado ese manto, es más fina y, por lo tanto, absorbe mucho más. Por eso, los productos para niños son más suaves.
Recuerda: no uses las mismas cremas y limpiadores en la cara que en el resto del cuerpo porque, al desequilibrar el pH, rompes tu barrera de protección y la piel está mucho más vulnerable a las agresiones.
Tras haber visto este mapa de la piel, podemos entender mejor la importancia de rutinas que van bien y lo importante también de estar atentas a los cambios y necesidades para, en esos momentos en que por motivos internos o externos nuestra piel pasa a otro estado, acudir a ese botiquín SOS del que os hablaba antes, a esa fórmula exclusiva para ti en función de tus necesidades, con el que volver a equilibrar nuestro manto. Ya regenerado, retomaremos de nuevo nuestra rutina habitual. ¿Suena a magia conocer la fórmula exclusiva para ti a cada momento? Quizá, pero el único secreto es querer cuidarnos y estar atentas a nosotras mismas y al momento por el que atravesamos.
Es tan importante, por tanto, cuidarla como detectar pronto los cambios que está viviendo y sus necesidades. La piel da muchas pistas, es un órgano vivo y es normal que cambie, no pasa nada. Por eso es clave verla, tocarla, sentirla y, cuando esté en un momento más complicado, ayudarla para restablecerse lo más temprano posible. En realidad, ocurre lo mismo en nuestro día a día, ¿te encuentras siempre igual?, ¿cómo te tratas en momentos de bajón?, ¿escuchas tus necesidades?, ¿te conoces y atiendes para poder reencaminar tu vida cuando toca un cambio vital? Ahí dejo las preguntas para reflexionar.
La piel es un órgano vivo que cambia y debemos ayudar para restablecerla. Lo mismo ocurre en el día a día, no siempre nos encontramos con el mismo ánimo. ¿Escuchas tus necesidades?
Querer estar mejor en tu piel es también asumir tu responsabilidad. Nadie mejor que tú sabe qué necesita tu piel porque estás cada día con ella y ves cómo reacciona a todo.
Es importante buscar ayuda de un profesional para que nos asesore, pero lo más importante es no limitarse a comprar lo que te recomiende sin más, sino que entiendas y aprendas sobre tu piel.
Eso es lo que te va a dar la clave para saber que hay momentos en que debes parar tu rutina habitual, ponerle otros productos y, cuando vuelva a equilibrarse, volver a la rutina de siempre. Ese equilibrio solo lo puedes buscar tú. ¿Cómo? Tocando tu piel al lavarte, no con aparatos, sino con tus manos. Soy una gran defensora de usar nuestras manos, limpias obviamente, en todos los pasos de nuestra rutina, porque son las que van a detectar cómo está la piel. Tócala, mírala, siéntela; si la tienes alterada, lo notarás. Verás lo maravilloso que es cuando la constancia empiece a dar frutos.
Yo te puedo recomendar una rutina, pero lo que necesito es que entiendas tu piel, que va fluctuando por muchos factores. Cuando vayas integrando toda la información e incorporando hábitos, consciente de que nunca la vas a tener perfecta, tendrás una piel sana.
Eres única, no lo olvides. Y te mereces un trato único.
Recuerda que…
Los pilares para una piel sana son: quererte, cuidarte, aceptarte como eres y ser constante.
El manto hidrolipídico, formado por agua (sudor) y grasa, se encuentra en la capa más superficial de la piel y es como un papel film extenso y delicado. Su función es protegernos doblemente, por un lado, contra los factores externos; por otro, nos mantiene la piel hidratada, evitando la pérdida excesiva de agua.
El equilibrio entre sudor y grasa determina la condición de nuestra piel. Si tiene más lípidos, es más grasa; si tiene menos, es más seca, y si le falta agua, está deshidratada.
Cuando este manto se desequilibra surgen los problemas de la piel. Conocerlo, cuidarlo y estar atentas a los cambios que sufre es clave para tener una piel sana.
La piel es un órgano vivo con cambios constantes, es normal. Aceptar que no tendremos una piel perfecta es una liberación, pero sí podemos tenerla sana, cuidándola y estando atentas a sus necesidades. Para conocerla lo mejor es verla, tocarla, sentirla. Detectarla nos permitirá ayudarla a regenerarse lo antes posible.
El manto hidrolipídico es el que da el pH de nuestra piel. No tenemos el mismo pH en el rostro que en otras partes del cuerpo ni tenemos el mismo pH que los niños, por eso no podemos utilizar los mismos productos en el cuerpo que en el rostro o los que usan nuestros hijos.
Saca y reclama el tiempo para cuidarte y encender tu propio fuego.
AMY IPPOLITI
Tengo la certeza de que si aprendes a conocerte tendrás unos resultados impresionantes, porque nadie mejor que tú puede detectar cómo está tu piel habitualmente, cómo está a cada momento y cómo estás tú. Y eso es a lo que te invito en este capítulo, a redescubrirte. Hay una futura versión de tu piel que estará muy orgullosa si no te rindes ahora. ¿Cómo? Entregándote a ti con los cinco sentidos. A la piel hay que mimarla y para esto hay que atenderla, observarla, sentir qué necesita. La mejor forma de hacerlo, de conocer sus necesidades, es tocarla, verla y sentirla.
Hay una futura versión de tu piel que estará muy orgullosa si no te rindes ahora.