Historia del Imperio Ruso bajo Pedro El Grande - Voltaire - E-Book

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Voltaire

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Beschreibung


En los primeros años del siglo en que nos hallamos, el vulgo no conocía en el Norte más héroe que Carlos XII. Su valor personal, más propio de un soldado que de un rey, y el esplendor de sus victorias -e incluso de sus derrotas- impresionaban a todos, cuyos ojos se fijan con facilidad en estos grandes acontecimientos, y no ven las labores largas y útiles. Los extranjeros dudaban entonces incluso de que las empresas del zar Pedro el Grande pudieran sostenerse; han subsistido y se han perfeccionado, especialmente bajo la emperatriz Isabel, su hija. Ese imperio se cuenta hoy en día entre los estados más florecientes, y Pedro está al nivel de los más grandes legisladores. Aunque, desde el punto de vista de los sabios, sus empresas no tuvieran necesidad de triunfar, sus éxitos han afirmado por siempre su gloria. Hoy en día se considera que Carlos XII merecía ser el primer soldado de Pedro el Grande. El primero no ha dejado más que ruinas, el otro es un fundador en toda regla. Osé mantener casi la misma opinión hace treinta años, cuando escribí la Historia de Carlos. Las memorias que me suministran hoy sobre Rusia me ponen en la situación de dar a conocer este imperio, cuyos pueblos son tan antiguos, y en el que las leyes, las costumbres y las artes son de nueva creación. (Voltaire)
 

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Veröffentlichungsjahr: 2019

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Voltaire

Voltaire

HISTORIA DEL IMPERIO RUSO BAJO PEDRO EL GRANDE

Traducido por Carola Tognetti

ISBN 978-88-3295-348-0

Greenbooks editore

Edición digital

Junio 2019

www.greenbooks-editore.com

ISBN: 978-88-3295-348-0
Este libro se ha creado con StreetLib Writehttp://write.streetlib.com

Indice

HISTORIA DEL IMPERIO RUSO BAJO PEDRO EL GRANDE

PRIMERA PARTE

Prólogo

CAPITULO PRIMERO

CAPITULO II

CAPITULO III

CAPITULO IV

CAPITULO V

CAPITULO VI

CAPITULO VII

CAPITULO VIII

CAPITULO IX

CAPITULO X

CAPITULO XI

CAPITULO XII

CAPITULO XIII

CAPITULO XIV

CAPITULO XV

CAPITULO XVI

CAPITULO XVII

CAPITULO XVIII

​ CAPITULO XIX

SEGUNDA PARTE

​ CAPÍTULO PRIMERO

CAPITULO II

CAPITULO III

CAPITULO IV

CAPITULO V

CAPITULO VI

CAPITULO VII

CAPITULO VIII

CAPITULO IX

CAPITULO X

CAPITULO XI

CAPITULO XII

CAPITULO XIII

CAPITULO XIV

CAPITULO XV

CAPITULO XVI

​ CAPITULO XVII

CONDENA DE ALEJO

HISTORIA DEL IMPERIO RUSO BAJO PEDRO EL GRANDE

VOLTAIRE

Entre las múltiples facetas del espíritu complejo de Voltaire, la de historiador es quizá de las menos conocidas y la que esa masa que se llama el gran público menos recuerda cuando trata de evocar y reconstituir esta inquietante y perturbadora figura. Y, sin embargo, no es de las menos interesantes, ni por la calidad ni por la cantidad de la obra que en este terreno ha producido.
Su concepto de la Historia y la manera de tratarla representa, en su época, un paso gigantesco sobre los dominantes y privativos hasta entonces en esta rama del saber humano, hasta el punto de haberse asegurado que en el siglo XVII establece, con Montesquieu, casi como hoy las concebimos, las reglas generales del arte de escribir la historia.
Hoy se entiende, en efecto, que el historiador ha de ser por de pronto, un erudito, un investigador; ha de documentarse minuciosamente, haciendo una crítica rigurosa de los documentos. Pero se cree también, y más firmemente cada día, no obstante la maravillosa creación de la erudición alemana, orientada casi exclusivamente eneste sentido, que este acarreo de materiales es indispensable para la construcción del edificio; pero no es suficiente; falta todavía... levantarlo; después de aquella labor de análisis tienequevenir la de las grandes síntesis; mientras tanto, no surge el historiador: tras del erudito se ve el obrero manual, pero no se vislumbra la figura del arquitecto.
Voltaire atiende por igual a estos dos aspectos; huye lo mismo de las compilaciones indigestas que de las novelas sin autoridad y sin valor. Analiza, indaga, compulsa, hace la crítica de las fuentes, y después, escogiendo entre el montón inmenso de datos que acumula, sólo los más característicos escribe, sin casi dejar traslucir esta penosa labor previa, verdadera historia; historia al alcance de todo el mundo, despojada de sus formas solemnes, en lenguaje claro y llano, compitiendo en amenidad con la novela, y vestida con un estilo pleno de pureza, propiedad y precisión.
Para realizar la primera labor preparatoria, se halla en situación inmejorable, tanto por sus múltiples relaciones sociales, que le permiten, como él mismo dice, interrogar igualmente a los reyes que a los ayudas de cámara, como por sus cargos oficiales, entre ellos el de historiador del rey, que le abren las puertas de los archivos del Estado; para todo ello, espoleado además por su aguda curiosidad intelectual, siempre despierta. Claro que, dada la época en que Voltaire produce, esta labor de análisis e investigación, tocada además de la poca imparcialidad de su espíritu, no tiene todo el rigor exigido por la moderna crítica histórica; pero, con todo, ésta poco ha tenido que rectificar o desechar en aquélla.
Para la labor sintética, acaso le falte profundidad; pero cuenta con su maravillosa imaginación, con su talento de dramaturgo y novelista, que le permiten hacer de cada capítulo un verdadero cuadro lleno de perspectiva, de luz y de color. Sus repetidos viajes, su trato con tantos ejemplares humanos diferentes, hacen de él un profundo psicólogo, condición indispensable a todo historiador, ya que la Historia, como dice Monod, es una psicología colectiva.
En esta historia de Pedro el Grande resplandecen todas estas cualidades, realzadas por el cariño al asunto y su admiración por la figura del protagonista. Sus gustos aristocráticos, así como su completa fe en el influjo de los grandes hombres, en el poder benéfico del déspota ilustrado, habían de arrastrarle hacia las figuras de Luis XIV de Francia y de Pedro I de Rusia.
En cuanto a la cantidad de su labor histórica, basta citar los títulos de sus obras:
Historia de Carlos XII (1731) -El siglo de Luis XIV (1751) -Anales delimperio (1753) -Ensayo sobre las costumbres de las naciones (1750) -Historia de Rusia bajo Pedro el Grande (1759-63) -Historia del Parlamento de París. Resumen del reinado de Luis XV (1769)
Recordemos, para terminar, que Francisco María Arouet (Voltaire) nació en 1694 y murió en París en 1778.

PRIMERA PARTE

Prólogo

En los primeros años del siglo en que vivimos, el vulgo no conocía en el Norte más héroes que Carlos XIL Su valor personal, mucho más propio de un soldado que de un rey; el brillo de sus victorias, y aún de sus desastres, hería vivamente los ojos de todo el mundo, que veía fácilmente estos grandes acontecimientos, y no veía, en cambio, las labores largas y útiles. Los extranjeros dudaban entonces hasta de que las empresas del zar Pedro I pudiesen sostenerse; sin embargo, han subsistido y se han perfeccionado bajo las emperatrices Ana e Isabel; pero, sobre todo, bajo Catalina II, que tan lejos ha llevado la gloria de Rusia. Hoy este imperio está incluido entre los Estados más florecientes, y Pedro, en la categoría de los más grandes legisladores. Aunque sus empresas no necesitasen del buen éxito a los ojos de los sabios, sus resultados han afirmado para siempre su gloria. Se juzga hoy que Carlos XII merecía ser el primer soldado de Pedro el Grande. Uno no ha dejado más que ruinas; el otro es un fundador en todos los órdenes. Yo me atreví a emitir un juicio análogo hace treinta años, cuando escribí la historia de Carlos. Las Memorias que me han proporcionado hoy sobre Rusia me ponen en situación de hacer conocer este imperio, cuyos pueblos son tan antiguos, y donde las leyes, las costumbres y las artes son de creación moderna. La historia de Carlos XII era amena; la de Pedro I es instructiva.

CAPITULO PRIMERO

Descripción de Rusia.

El imperio de Rusia es el más vasto de nuestro hemisferio; su extensión, de Occidente a Oriente, es de más de dos mil leguas comunes de Francia, y tiene más de ochocientas leguas de Sur a Norte, en su mayor anchura. Limita con Polonia y el mar Glacial; toca a Suecia y a la China. Su longitud desde la isla de Dago al occidente de Livonia, hasta sus confines más orientales, comprende cerca de ciento setenta grados; de suerte que cuando es mediodía en el occidente es casi media noche en el oriente del imperio. Su anchura es de tres mil seiscientas verstas de Sur al Norte, lo que equivale a ochocientas cincuenta de nuestras leguas comunes.

Conocíamos tan poco los límites de este país en el siglo pasado, que cuando en 1689 supimos que los chinos y los rusos estaban en guerra, y que el emperador Canihi, de un lado, y del otro los zares Iván Y Pedro enviaban, para terminar diferencias, una embajada a trescientas leguas de Pequín, en el límite de los dos imperios, calificamos primeramente este acontecimiento de fábula.

Lo que está hoy comprendido bajo el nombre de Rusia o de las Rusias es más vasto que todo el resto de Europa y como no lo fue nunca el imperio romano, ni el de Darío, conquistado por Alejandro, pues contiene más de un millón cien mil leguas cuadradas. El imperio romano y el de Alejandro no tenían cada uno más que unas quinientas cincuenta mil, y no hay ningún reino en Europa que sea la dozava parte del imperio romano. Para conseguir que Rusia fuese tan populosa, tan abundante, tan llena de ciudades como nuestros países meridionales, serían todavía necesarios siglos y zares tales como Pedro el Grande.

Un embajador inglés que residía en 1733 en Petersburgo y que había estado en Madrid dice en su relato manuscrito que en España, que es el reino de Europa menos poblado, se pueden calcular cuarenta personas por cada milla cuadrada, y que en Rusia no se pueden contar más que cinco; en el capítulo segundo veremos si este ministro se ha engañado. Se dice en el Diezmo, falsamente atribuido al mariscal de Vauban, que en Francia cada milla cuadrada contiene aproximadamente doscientos habitantes una con otra, Estas evaluaciones no son nunca muy exactas, pero sirven para mostrar la enorme diferencia de la población de un país a la de otro.

Aquí haré observar que de Petersburgo a Pequín apenas si se encuentra una gran montaña en el camino, que las caravanas podrían tomar por la Tartaria independiente, por las llanuras de los calmucos y por el gran desierto de Cobi; y es de notar que de Arcángel a Petersburgo y de Petersburgo a los confines de la Francia septentrional, pasando por Dantzig, Hamburgo, Amsterdam, no se ve ni una colIna un poco alta. Esta observación puede hacer dudar de la verdad del sistema que sostiene que las montañas no se han formado más que por el acarreo de las olas del mar, suponiendo que todo lo que es hoy tierra ha sido mar hace mucho tiempo. Pero ¿cómo las olas que, en esta hipótesis, han formado los Alpes, los Pirineos y el Taurus, no han formado también alguna colina elevada desde la Normandía a la China, en un espacio tortuoso de tres mil leguas? La geografía así considerada podría auxiliar a la física, o al menos plantearle problemas.

En otro tiempo hemos llamado a Rusia con el nombre de Moscovia, porque la ciudad de Moscú, capital de este imperio, era la residencia de los grandes duques de Rusia; hoy, el antiguo nombre de Rusia ha prevalecido.

No debo investigar aquí por qué se han llamado a los países desde Smolensko hasta más allá de Moscú la Rusia blanca, y por qué Hubner la llama negra, ni por qué razón Kiev debe ser la Rusia roja.

Puede ser cierto también que Madies el Escita, que hizo una irrupción en Asia cerca de siete siglos antes de nuestra era, haya llevado sus arenas a estas regiones como han hecho después Gengis y Tamerlán y como probablemente se había hecho mucho tiempo antes de Madies. Todas estas antigüedades no merecen nuestras investigaciones; las de los chinos, indios, persas, egipcios, están comprobadas por monumentos ilustres e interesantes. Estos monumentos suponen todavía otros muy anteriores, puesto que es preciso un gran número de siglos antes de que se pueda siquiera establecer el arte de transmitir sus pensamientos por signos permanentes y que todavía es necesaria una multitud de siglos anteriores para formar un lenguaje regular. Pero nosotros no tenemos tales monumentos en nuestra Europa, hoy tan civilizada; el arte de la escritura fue durante mucho tiempo desconocido en todo el Norte; el patriarca Constantino, que escribió en ruso la historia de Kiovia, confiesa que en estos. países no se usaba la escritura en el siglo V.

Que otros examinen si los hunos, los eslavos y los tártaros han conducido en otros tiempos familias errantes y hambrientas hacia las fuentes del Borístenes; mi deseo es hacer ver lo que el zar Pedro ha creado, más que desembrollar el antiguo caos. Es necesario siempre recordar que ninguna familia en la tierra conoce a su progenitor, y que, por consiguiente, ningún pueblo puede conocer su primer origen.

Me sirvo del nombre de rusos para designar a los habitantes de este gran imperio. El de roxolanos, que se les ha aplicado en otro tiempo, sería más sonoro; pero es preciso conformarse con el uso de la lengua en que se escribe. Las gacetas y otras memorias desde hace algún tiempo emplean el nombre de rusianos; pero como este nombre se parece demasiado al de prusianos, yo me atengo al de rusos, que casi todos nuestros escritores les han asignado; y me ha parecido que el pueblo más extendido de la tierra debe ser conocido por un término que lo distinga absolutamente de las demás naciones.

Es necesario desde ahora que el lector, con el mapa a la vista, se forme una idea clara de este imperio, dividido hoy en diez y seis grandes gobiernos, que algún día serán subdivididos, cuando los países del Septentrión y del Oriente tengan más habitantes.

He aquí cuáles son estos diez y seis gobiernos varios de los cuales comprenden provincias inmensas.

Livonia. -La provincia más próxima a nuestros climas es la de la Livonia. Es una de las más fértiles del Norte. Era pagana en el siglo XII. En ella negociaron comerciantes de Brema y de Lubek, y religiosos cruzados, llamados portaespadas, unidos en seguida a la orden teutónica, se apoderaron de ella en el siglo XIII, en la época en que el furor de las cruzadas armaba a los cristianos contra todo lo que no pertenecía a su religión. Alberto, margrave de Brandeburgo, gran maestre de estos religiosos conquistadores, se hizo soberano de la Livonia y de la Prusia brandeburguesa hacia el año 1514. Los rusos y los polacos se disputaron desde entonces esta provincia. Luego, los suecos entraron en ella; durante mucho tiempo fue asolada por todas estas potencias. El rey de Suecia Gustavo Adolfo la conquistó. Fue cedida a Suecia en 1660 por la célebre paz de Oliva, y, en fin, el zar Pedro la conquistó a los suecos, como se verá en el curso de esta historia.

La Curlandia, que está contigua a la Livonia, ha sido siempre vasalla de Polonia, pero depende en mucho de Rusia. Esos son los límites occidentales de este imperio en la Europa cristiana.

Gobierno de Revel, de Petersburgo y de Viborg- Más al Norte se encuentra el gobierno de Revel y el de Estonia. Revel fue fundado por los dinamarqueses en el siglo XIII. Los suecos poseyeron a Estonia desde que el país se puso bajo la protección de Suecia, en 1561; ésta es también una de las conquistas de Pedro.

Al borde de la Estonia está el golfo de Finlandia. Al Oriente de este mar, y en la unión del Neva y del lago Ladoga, está la ciudad de Petersburgo, la más moderna y más hermosa ciudad del imperio, fundada por el zar Pedro, a pesar de todos los obstáculos reunidos que se oponían a esta fundación.

Se eleva sobre el golfo de Cronstadt, en medio de nueve brazos fluviales que dividen sus barrios: un castillo ocupa el centro de la ciudad, en una isla formada por el gran curso del Neva; siete canales procedentes de los ríos bañan los muros de un palacio, los del Almirantazgo, del astillero de galeras y varias manufacturas. Treinta y cinco grandes iglesias son otros tantos ornamentos de la ciudad, y entre esas iglesias hay cinco para los extranjeros, sean católicos romanos, sean protestantes, sean luteranos; son cinco templos erigidos a la tolerancia y otros tantos ejemplos presentados a las demás naciones. Hay cinco palacios; el antiguo, que se llama el de estío, situado sobre el río Neva, está rodeado de una inmensa balaustrada de hermosas piedras todo a lo largo de la ribera. El nuevo palacio de estío, cerca de la puerta triunfal, es uno de los más hermosos trozos de arquitectura que hay en Europa; los edificios elevados para el Almirantazgo, para los cuerpos de cadetes, para los colegios imperiales, para la Academia de Ciencias, la Bolsa, el almacén de mercancías, el de las galeras, son otros tantos monumentos magníficos. La casa de la policía, la de la farmacia pública, donde todas las vasijas son de porcelana; el almacén de la corte, la fundición, el arsenal, los puentes, los mercados, las plazas, los cuarteles para la guardia de Caballería y para los guardias de a pie contribuyen tanto al embellecimiento como a la seguridad de la ciudad. Actualmente tiene cuatrocientas mil almas. En los alrededores de la ciudad hay quintas de recreo cuya magnificencia asombra a los viajeros; hay una en la que los juegos de agua son muy superiores a los de Versalles. No había nada en 1702; era esto un pantano intransitable. Petersburgo está considerado como la capital de la Ingria, pequeña provincia conquistada por Pablo I. Viborg, conquistada por él, y la parte, de Finlandia perdida y cedida por Suecia en 1742, son otro gobierno.

Arcángel. -Más arriba , subiendo al Norte, está la provincia de Arcángel, país enteramente nuevo para las naciones meridionales de Europa. Tomó su nombre de San Miguel Arcángel, bajo cuya protección se puso mucho tiempo después de que los rusos se hubiesen convertido al cristianismo, que no han abrazado hasta principios del siglo XI. Hasta mediados del siglo XVI, este país no fue conocido por las demás naciones. Los ingleses, en 1533, buscaron un paso por el mar del Norte y del Este para ir a las Indias Orientales. Chancelor, capitán de uno de los buques equipados para esta expedición, descubrió él puerto de Arcángel en el mar Blanco. No había en este desierto, más que un convento, con la pequeña iglesia de San Miguel Arcángel.

Desde este puerto, remontando el río Dwina, los ingleses se internaron, y al fin llegaron a la ciudad de Moscú. Se hicieron fácilmente los dueños del comercio de Rusia, el cual, de la ciudad de Novgorod, donde se hacía por tierra, fue trasladado a este puerto de mar. Es cierto que es inabordable durante siete meses del año; sin embargo, fue mucho más útil que las ferias del gran Novgorod, caídas en decadencia por las guerras contra Suecia. Los ingleses obtuvieron el privilegio de comerciar allí sin pagar ningún derecho, y así es como todas las naciones deberían acaso comerciar unas con otras. Los holandeses compartieron luego el comercio de Arcángel, que no fue conocido de los demás pueblos.

Mucho tiempo antes, los genoveses y los venecianos habían establecido comercio con los rusos por la embocadura del Tana; donde fundaron una ciudad llamada Tana; pero desde las devastaciones de Tanerlan en esta parte del mundo, esta rama del comercio de los italianos quedó destruida; el de Arcángel ha subsistido, con grandes ventajas para los ingleses y los holandeses, hasta la época en que Pedro el Grande abrió el mar Báltico a sus Estados.

Laponia rusa. Gobierno de Arcángel-Al occidente de Arcángel y en su gobierno está la Laponia rusa, tercera parte de esta comarca; las otras dos pertenecen a Suecia y a Dinamarca. Es un gran país, que ocupa cerca de ocho grados de longitud, y que se extiende en latitud del círculo polar al cabo Norte. Los pueblos que lo habitan eran confusamente conocidos en la antigüedad bajo el nombre de trogloditas y de pigmeos septentrionales; estos nombres convenían, en efecto, a hombres de una altura, en su mayoría, de tres; codos, y que habitan en cuevas; son hoy tal como eran entonces, de color tostado, aunque los demás pueblos septentrionales sean blancos; casi todos pequeños, mientras que sus vecinos y los habitantes de Islandia, en el círculo polar, son de alta estatura; parecen hechos para un país montuoso, ágiles, rechonchos, robustos; la piel, dura, para mejor resistir el frío; los muslos y las piernas, delgados; los pies, menudos, para correr más ligeramente por medio de las rocas de que su país está todo cubierto; amando apasionadamente a su patria, que sólo ellos pueden amar, y no pudiendo ni aun vivir fuera de ella. Se ha supuesto, siguiendo a Olaus, que estos pueblos eran originales de Finlandia y que se habían retirado a la Laponia, donde su talla ha degenerado. Pero ¿por qué no han escogido tierras menos al Norte, donde la vida hubiese sido más cómoda? ¿Por que su cara, su figura, su color, todo, difiere completamente de sus supuestos antepasados? Se podría acaso decir de igual manera que la hierba que crece en Laponia procede de la hierba de Dinamarca, y que los peces especiales de sus lagos proceden de los peces de Suecia. Hay gran probabilidad de que los lapones sean indígenas, como sus animales son un producto de su país; que la Naturaleza los ha hecho unos para otros.

Los que habitan hacia la Finlandia han adoptado algunas expresiones de sus vecinos, lo que ocurre a todos los pueblos; pero cuando dos naciones dan a las cosas más usuales, a los objetos que ven sin cesar, nombres absolutamente diferentes, puede muy bien presumirse que ninguno de estos pueblos es una colonia del otro. Los finlandeses llaman al oso karu, y los laponeses, muriet; el Sol, en finlandés, se llama auringa; en lengua lapona, beve. No hay ninguna analogía. Los habitantes de Finlandia y de la Laponia sueca han adorado en otro tiempo un ídolo que llamaban Iumalac; y desde la época de Gustavo Adolfo, al que deben el nombre de luteranos, llaman a Jesucristo el hijo de Iumalac. Los lapones moscovitas pertenecen hoy a la Iglesia griega; pero los que vagan por las montañas septentrionales del cabo Norte se contentan con adorar a un dios bajo algunas formas groseras, antigua costumbre de todos los pueblos nómadas.

Esta especie de hombres, poco numerosa, posee muy pocas ideas, y son muy felices por no tener más; pues, en ese caso tendrían nuevas necesidades que no podrían satisfacer; viven contentos y sin enfermedades, no bebiendo apenas más que agua en un clima del mayor frío, y llegan a una extrema vejez. La costumbre que se les imputaba de rogar a los extranjeros que hiciesen a sus mujeres y a sus hijas el honor de unirse con ellas viene probablemente del sentimiento de la superioridad que reconocen en esos extranjeros y el deseo de que pudiesen servir para corregir los defectos de su raza. Esta era una costumbre establecida en los pueblos virtuosos de Lacedemonia. Un marido rogaba a un joven bien formado le diese hermosos hijos que el pudiese adoptar. Los celos y las leyes impiden a los demás hombres entregar a sus mujeres; pero los lapones casi carecían de leyes y probablemente tampoco eran celosos.

Moscú. -Cuando se remonta el Dwuina de Norte a Sur, se llega en la parte central del país, a Moscú, la capital del imperio. Esta ciudad fue durante mucho tiempo el centro de los Estados rusos antes de que se hubiese extendido del lado de la China y de la Persia.

Moscú, situada hacia los cincuenta y cinco grados de latitud, en un terreno menos frío y más fértil que Petersburgo, se halla en medio de una vasta y hermosa llanura sobre el río Moskova [1] y de otros dos pequeños que se pierden con el en el Oca y van enseguida a engrosar el caudal del Volga. Esta ciudad no era en el siglo XIII más que un conjunto de cabañas habitadas por desgraciados oprimidos por la raza de Gengis Khan.

El Kremlin 2, que era la morada de los grandes duques, no fue edificado hasta el siglo XIV; tan poca antigüedad tienen las ciudades en esta parte del mundo. Este Kremlin fue construido por arquitectos italianos, así como varias iglesias, en este estilo gótico, que era entonces el de toda Europa. Hay dos de ellas del célebre Aristote, de Bolonia, que floreció en el siglo XV; pero las casas de los particulares no eran más que barracas de madera.

El primer escritor que nos dio a conocer Moscú fue Olearius, quien en 1633 acompañó una embajada de un duque de Holstein, embajada tan vana por su pompa como inútil por su objeto. Un habitante de Holstein debía de quedar asombrado de la inmensidad de Moscú, de sus cinco murallas, del amplio barrio de los zares y del esplendor asiático que reinaba entonces en esta corte. No había nada parecido en Alemania; ninguna ciudad, ni con mucho, tan vasta, tan poblada.

El conde de Carlisle, por el contrario, embajador de Carlos III, en 1663, cerca del zar Alejo, se lamenta en su relato de no haber encontrado ninguna de las comodidades de la vida en Moscú, ni hospedaje en el camino ni auxilio de ninguna especie. Uno juzgaba como un alemán del Norte; el otro, como un inglés, y los dos, por comparación. El inglés se indignó al ver que la mayor parte de los boyardos tenían por cama tablas o bancos, sobre los cuales se extendía una piel o una manta; ésta era la costumbre

2En ruso, Kremln.

antigua de todos los pueblos; las casas, casi todas de madera, estaban sin muebles; casi todas las mesas de comedor, sin mantel; nada de pavimento en las calles, nada de agradable y cómodo, muy pocos artesanos, que además eran toscos y no trabajaban más que en las obras indispensables. Estas gentes hubieran parecido espartanas si hubiesen sido sobrias.

Pero la Corte, en los días de ceremonia, parecía la de un rey de Persia. El conde de Carlisle dice que él no vio más que oro y pedrería sobre las ropas del zar y de sus cortesanos; estos trajes no estaban fabricados en el país; sin embargo, era evidente que se podía conseguir que el pueblo fuese industrioso, puesto que se había fundido en Moscú mucho tiempo antes, bajo el reinado del zar Boris Godunow, la campana más grande que hay en Europa, y que se veían en la iglesia patriarcal ornamentos de plata que habían exigido mucho cuidado. Estas obras, dirigidas por alemanes e italianos, eran esfuerzos pasajeros; es la industria de todos los días y la multitud de artes continuamente ejercitadas lo que hace a una nación floreciente. Ni Polonia entonces ni ninguno de los países vecinos de los rusos les eran superiores. Las artes manuales no estaban más perfeccionadas en el norte de Alemania; las bellas artes apenas eran allí más conocidas al principio del siglo XVII.

Aunque Moscú careciese entonces por completo de la magnificencia y de las artes de nuestras grandes ciudades de Europa, sin embargo, su circuito, de veinte mil pasos; la parte llamada ciudad chinesca, donde se ostentaban las rarezas de la China; el amplio barrio del Kremlin, donde está el palacio de los zares; algunas cúpulas doradas, torres elevadas y singulares, y, en fin, el número de sus habitantes, que asciende a cerca de quinientos mil, todo esto hacía de Moscú una de las más importantes ciudades del universo.

Teodoro, o Fedor, hermano mayor de Pedro el Grande, comenzó a civilizar a Moscú. Hizo construir muchas casas grandes de piedra, aunque sin ninguna arquitectura regular. Animó a los principales de su Corte a edificar, adelantándoles dinero y suministrándoles materiales. A él se deben las primeras yeguadas de hermosos ejemplares y algunos embellecimientos útiles. Pedro, que ha hecho todo, ha cuidado también de Moscú al construir Petersburgo; lo hizo pavimentar, lo adornó y enriqueció con edificios, con manufacturas; en fin: un chambelán [2] de la emperatriz Isabel, hija de Pedro, ha sido allí profesor de una Universidad hace algunos años. Es el mismo que me ha suministrado todas las Memorias sobre las cuales escribo. El hubiera sido mucho más capaz que yo de componer esta historia, aun en mi lengua; todo lo que me ha escrito da fe de que solamente por modestia me ha dejado el cuidado de esta obra.

Smolensko. –Al occidente del ducado de Moscú está el de Smolensko, parte de la antigua Sarmacia europea. Los ducados de Moscovia y de Smolensko componían la Rusia blanca propiamente dicha. Smolensko, que pertenecía primeramente a los grandes duques de Rusia, fue conquistado por el gran duque de Lituania al principio del siglo XV, y vuelto a tomar cien años después por sus antiguos dueños. El rey de Polonia Segismundo III se apoderó de él en 1611. El zar Alejo, padre de Pedro, lo recuperó en 1654, y desde esta época ha formado parte del imperio de Rusia. Se ha dicho en el elogio del zar Pedro pronunciado en París en la Academia de Ciencias que los rusos antes de él no habían conquistado nada en Occidente y Mediodía; es evidente que esto es una equivocación.

Gobierno de Novgorod y de Kiev o Ukrania. -Entre Petersburgo y Smolensko está la provincia de Novgorod. Se dice que fue en este país donde los antiguos eslavos o eslavones se establecieron primeramente. Pero ¿de dónde venían estos eslavos, cuya lengua se ha extendido por el nordeste de Europa? Sla significa un jefe, y esclavo, perteneciente a un jefe. Todo lo que se sabe de estos antiguos eslavos es que eran conquistadores. Fundaron la ciudad de Novgorod la Grande, situada sobre un río navegable desde su origen, que gozó durante mucho tiempo de un comercio floreciente y fue una potente aliada de las ciudades anseáticas. El zar Iván Basilowitz [3] la conquistó en 1467 y la despojó de todas sus riquezas, que contribuyeron a la magnificencia de la corte de Moscú, casi desconocida hasta entonces.

Al mediodía de la provincia de Smolensko encontráis la provincia de Kiev, que es la pequeña Rusia, la Rusia roja, o Ukrania, atravesada por el Dniéper, que los griegos han llamado Borístenes. La diferencia entre estos dos nombres, uno duro de pronunciar, el otro melodioso, sirve para hacer ver, con otras cien pruebas, la rudeza de todos los antiguos pueblos del Norte y los encantos de la lengua griega. La capital Kiev, en otro tiempo Kisovia, fue edificada por los emperadores de Constantinopla, que hicieron de ella una colonia; se ven en ella todavía inscripciones griegas de mil doscientos años; es la única ciudad que tiene alguna antigüedad en estos países, donde los hombres han vivido tantos siglos sin construir paredes. Allí fue donde los grandes duques fijaron su residencia, en el siglo XI, antes de que los tártaros dominasen a Rusia.

Los ukranios, que se llaman cosacos, son un conjunto de antiguos roxolanos, sármatas y tártaros reunidos. Este país formaba parte de la antigua Escitia. Roma y Constantinopla, que han dominado tantas naciones, son países que están muy lejos de ser comparables en cuanto a fertilidad al de Ukrania. La Naturaleza se esfuerza allí en hacer bien a los hombres, pero los hombres no han secundado a la Naturaleza, viviendo de los frutos que produce una tierra tan inculta como fecunda, y viviendo todavía más de la rapiña; enamorados hasta el exceso de un bien preferible a todo, la libertad, y, sin embargo, habiendo servido, una tras otra, a Polonia y a Turquía. En fin, se entregaron a Rusia en 1654, sin someterse demasiado, y Pedro los ha sometido.

Las demás naciones se distinguen por sus ciudades y sus burgos. Esta está dividida en diez regimientos. A la cabeza de estos diez regimientos había un jefe, elegido por pluralidad de votos, llamado hetmán o itmán. Este capitán de la nación no tenía el poder supremo. Hoy los soberanos de Rusia les dan un señor de la corte por hetmán; es un verdadero gobernador de provincia, semejante a nuestros gobernadores de comarcas en Estados que tienen todavía algunos privilegios.

Primeramente no había en este país más que paganos y mahometanos: fueron bautizados como cristianos de la comunión romana cuando han sido súbditos de Polonia, y hoy son bautizados, como cristianos de la Iglesia griega desde que pertenecen a Rusia.

Entre ellos están comprendidos estos cosacos zaporogos, que son aproximadamente lo que eran nuestros filibusteros: bandidos valerosos. Lo que les distinguía de todos los demás pueblos es que no toleraban nunca mujeres en sus poblaciones, como se supone que las amazonas no toleraban hombres en las suyas. Las mujeres que les servían para perpetuarse moraban islas del río; nada de matrimonio, nada de familia; alistaban a los niños varones en su milicia y dejaban las hijas a sus madres. Con frecuencia, el hermano tenía hijos con su hermana y el padre con su hija. Ninguna otra ley entre ellos que las costumbres establecidas por las necesidades; sin embargo, tuvieron algunos sacerdotes del rito griego. Se ha construido desde hace algún tiempo el fuerte de Santa Isabel, sobre el Borístenes, para contenerlos. Sirven en los ejércitos como tropas irregulares, y desgraciado del que cae en sus manos.

Gobierno de Belgorod, de Voroneye y de Nijni-Novgorod -Si subís al nordeste de la provincia de Kiev, entre el Borístenes y el Tanais, se presenta el gobierno de Belgorod; es tan grande como el de Kiev. Es una de las provincias más fértiles de Rusia; es la que suministra a Polonia una cantidad prodigiosa de ese hermoso ganado que se conoce con el nombre de bueyes de Ukrania. Estas dos provincias se hallan al abrigo de las incursiones de los pequeños tártaros por trincheras, que se extienden del Borístenes al Tanais, guarnecidas de fuertes y reductos.

Subid todavía al Norte, pasad el Tanais; entraréis en el gobierno de Voroneye, que se extiende hasta los límites del Palus-Meotide. Cerca de la capital que llamamos Voroneye [4] , en la desembocadura del río de este nombre, que se vierte en el Tanais, Pedro el Grande hizo construir su primera flota, empresa de la que no se tenía ni idea en todos estos vastos Estados. En seguida encontraréis el gobierno de Nijni-Novgorod, fértil en granos, atravesado por el Volga.

Astracán.-De aquella provincia entráis por el Mediodía en el reino de Astracán. Este país comienza a los cuarenta y tres grados y medio de latitud, bajo el más hermoso de los climas, comprendiendo aproximadamente tantos grados de longitud como de latitud; rodeado por un lado por el mar Caspio; por otro, por las montañas de Circasia, y avanzando todavía más allá del mar Caspio, a lo largo de los montes Cáucasos; bañado por el gran río Volga, el Iaick y otros varios, entre los cuales se puede, según pretende el ingeniero inglés Perri, trazar canales que, sirviendo de lecho a las inundaciones, harían el mismo efecto que los canales del Nilo y aumentarían la fertilidad de la tierra.

El ingeniero Perri, empleado por Pedro el Grande en estos lugares, encontró en ellos vastos desiertos cubiertos de pastos, de legumbres, de cerezos, de almendros. Carneros salvajes, de excelente carne, pastaban en estas soledades. Era necesario comenzar por dominar y civilizar los hombres de estos climas para secundar allí a la Naturaleza, que ha sido forzada en el clima de Petersburgo.

Este reino de Astracán es una parte del antiguo Kaptchak, conquistado por Gengis Khan, y en seguida por Tamerlán; estos tártaros dominaron hasta Moscú. El zar Juan Basilides, nieto de Iván Basilowitz, y el más grande conquistador entre los rusos, libertó a su país del Yugo tártaro en el siglo XVI y añadió el reino de Astracán a sus otras conquistas.

Astracán es el límite de Asia y Europa, y puede hacer el comercio entre una y otra transportando por el Volga las mercancías traídas por el mar Caspio. Este era uno de los grandes proyectos de Pedro El Grande; en parte ha sido ejecutado. Todo un arrabal de Astracún está habitado por indios.

Oremburgo- Al sudeste del reino de Astracán hay una pequeña región recientemente formada, que se llama Oremburgo; la ciudad de esto nombre fue edificada en 1734, a orillas del río Iaick. Este país está erizado con las estribaciones de los montes Cáucasos. Fortalezas elevadas de trecho en trecho defienden los pasos de las montañas y de los ríos que de ellas descienden. En esta región, deshabitada en otro tiempo, es donde los persas vienen a depositar y a ocultar de la sagacidad de los ladrones sus efectos substraídos en las guerras civiles. La ciudad de Oremburgo ha venido a ser el refugio de los persas y de sus fortunas, y se ha acrecentando con sus calamidades; los indios, los pueblos de la gran Bukharia, aquí acuden a traficar; viene a ser el almacén de Asia.

Gobiernos de Kazan y de la Gran Pemia.- Más allá del Volga y del Iaick, hacia el Septentrión, está el reino de Kazan, el cual, como Astracán, entró en la herencia de un hijo de Gengis Khan, y después, de un hijo de Tamerlán, conquistado igualmente por Juan Basilides. Todavía está habitado por muchos tártaros mahometanos. Esta gran comarca se extiende hasta la Siberia; está probado que ha sido floreciente y rica en otro tiempo; todavía conserva alguna opulencia. Una provincia de este reino llamada la Gran Permia, y después el Solikam, era el almacén de las mercancías de Persia y de las pieles de Tartaria. Se ha encontrado en esta Permia una gran cantidad de moneda con el cuño de los primeros califas y algunos ídolos de oro de los tártaros [5]; pero estos monumentos de antiguas riquezas han sido encontrados en medio de la pobreza y en desiertos; no había traza alguna de comercio; estas revoluciones ocurren con demasiada rapidez y facilidad en un país ingrato, ya que acontecen también en los más fértiles.

El célebre prisionero sueco Stralemberg, que supo aprovechar tan bien su desgracia, y que examinó todos estos vastos países con tanta atención, fue el primero que convirtió en verisímil un hecho que nunca se había podido creer, referente al antiguo comercio de estas regiones. Plinio y Pomponio Mela refieren que en tiempo de Augusto un rey de los suevos hizo a Metulo Celer el regalo de unos cuantos indios arrojados por la tempestad a las vecinas costas del Elba. ¿Cómo los habitantes de la India habían navegado por los mares germánicos? Esta aventura ha parecido fabulosa a todos los modernos, sobre todo desde que el comercio de nuestro hemisferio cambió por el descubrimiento del cabo de Buena Esperanza; pero en otro tiempo no era más extraño ver a un indio comerciar con los países septentrionales del Occidente que a un romano pasar a la India por Arabia. Los indios iban a Persia, se embarcaban en el mar de Hircania, remontaban el Rha, que es el Volga; iban hasta la Gran Permia por el Kama, y de ahí podían ir a embarcarse al mar del Norte o al Báltico. En todo tiempo hubo hombres emprendedores. Los tirios hicieron viajes más sorprendentes.

Si después de haber echado una ojeada sobre todas estas vastas provincias volvéis la vista al Oriente, los límites de Europa y Asia se confunden allí también. Hubiera sido necesario un nuevo nombre para esta gran parte del mundo. Los antiguos dividieron en Europa, Asia y África su universo conocido; no habían visto ni la décima parte de él; esto origina que cuando se ha atravesado el Palus-Meotide no se sabe ya dónde acaba Europa y dónde comienza Asia; todo lo que está más allá del monte Taurus era designado con la palabra vaga de Escitia y después lo fue con la de Tartaria o Tataria. Sería acaso conveniente llamar tierras árticas o tierras del Norte a toda la comarca que se extiende

rusas.

desde el mar Báltico hasta los confines de la China, como se da el nombre de tierras australes a la parte del mundo no menos vasta situada hacia el polo antártico, y que constituye el contrapeso del globo.

Gobiernos de Siberia, de los samoyedos y de los ostiacos. -Desde las fronteras de las provincias de Arcángel, de Resán, de Astracán, se extiende al Oriente la Siberia, con las tierras ulteriores hasta el mar del Japón; toca al mediodía de Rusia por los montes Cáucasos; de ahí al país de Kamtchatka hay como unas mil doscientas leguas de Francia, y de la Tartaria meridional, que le sirve de límite, hasta el mar Glacial, hay alrededor de cuatrocientas, que es la menor anchura del imperio. Esta comarca produce las más ricas pieles, y esto es lo que ha servido para hacer su descubrimiento en 1563. No fue bajo el zar Fedor Iwanowitch, sino bajo Iván Basilides, en el siglo XVI, cuando un particular de las cercanías de Arcángel, llamado Anika, hombre rico para su Estado y su país, advirtió que algunos hombres de aspecto extraordinario, vestidos de una manera hasta entonces desconocida en este cantón y hablando una lengua que nadie entendía, descendían todos los años por un río que desagua en el Dwina [6] y venían a traer al mercado martas y zorros negros, que cambiaban por clavos y pedazos de vidrio, como los primitivos salvajes de América daban su oro a los españoles; él los hizo seguir por sus hijos y por sus criados hasta su país. Eran samoyedos, pueblos que parecen semejantes a los lapones, pero que no son de la misma raza. Ignoran como ellos el uso del pan; se auxilian como ellos de los rengíferos o renos, que enganchan a sus trineos. Viven en cavernas, en chozas, en medio de la nieve 8; pero, por otra parte, la Naturaleza ha puesto entre esta especie de hombres y los lapones diferencias muy marcadas. Me han asegurado que su mandíbula superior es más prominente al nivel de su nariz; sus orejas son más salientes. Los hombres y las mujeres no tienen pelo más que en la cabeza; el pezón es negro como el ébano. Los lapones y las laponas no tienen ninguno de estos caracteres. Me advierten, en Memorias enviadas de estos países tan poco conocidos, que se han engañado en la hermosa historia natural del jardín del rey cuando, hablando de tantas cosas curiosas referentes a la naturaleza humana, han confundido la especie de los lapones con la de los samoyedos. Hay muchas más razas de hombres de lo que se piensa. Las de los samoyedos y los hotentotes parecen los dos extremos de nuestro continente; y si se fija la atención en los pezones negros de las mujeres samoyedas y en el delantal que la Naturaleza ha concedido a las hotentotas, que desciende, según dicen, hasta la mitad de sus muslos, se tendrá una idea de las variedades de nuestra especie animal, variedades ignoradas en nuestras ciudades, donde casi todo es desconocido, a excepción de lo que nos rodea.

Los samoyedos tienen en su moral singularidades tan grandes como en lo físico: no rinden culto alguno al Ser Supremo; se acercan al maniqueísmo, o, más bien, a la antigua religión de los magos, solamente en que reconocen la existencia de un principio del bien y uno del mal. El horrible clima en que habitan parece, en cierto modo, excusar esta creencia, tan antigua en tantos pueblos y tan natural en los ignorantes y los infortunados.

No se oye hablar respecto a ellos ni de robos ni de muertes; careciendo casi de pasión, están exentos

8Memorias enviadas de Petersburgo.

de injusticia. No hay palabra alguna en su lenguaje para expresar el vicio y la virtud. Su extrema simplicidad no les ha permitido todavía formarse nociones abstractas; cl sentimiento solo les dirige; y ésta es acaso una prueba incontestable de que los hombres aman la justicia por instinto cuando sus pasiones funestas no les ciegan.

Se convenció a algunos de estos salvajes para dejarse conducir a Moscú. Todo les llenó allí de admiración. Miraron al emperador como a su dios y se sometieron a entregarle todos los años una ofrenda de dos martas cibelinas por habitante. Se fundaron luego algunas colonias más allá del Obi y del Irtich [7]; también se construyeron allí fortalezas. En 1595 se envió al país un cosaco, y lo conquistó para los zares con algunos soldados y alguna artillería, como Cortés subyugó a Méjico; pero no conquistó apenas más que desiertos.

Remontando el Obi, en la unión del río de Irtich con el de Tobol, se encontró un pequeño lugar, del que se hizo la ciudad de Tobolsk 10, capital de la Siberia, hoy importante. ¿Quién creería que este país ha sido durante mucho tiempo la morada de estos mismos hunos que han asolado todo, hasta Roma, bajo el mando de Atila, y que estos hunos procedían del norte de la China? Los tártaros uzbecos han sucedido a hunos, y los rusos a los uzbetos. Se han disputado estos países salvajes, así como se han exterminado por los más fértiles. La Siberia estuvo en otro tiempo más poblada de lo que hoy está; sobre todo, hacia el Mediodía; se conoce esto por las sepulturas y las ruinas.

Toda esta parte del mundo, desde el grado sesenta, poco más o menos, hasta las montañas eternamente heladas que limitan los mares del Norte no se parece en nada a las regiones de la zona templada: ni son las mismas plantas ni los mismos animales los que existen sobre la tierra, ni los mismos peces en los lagos y en los ríos.

Más abajo del país de los samoyedos está el de los ostiacos, a lo largo del río Obi. No tienen de común con los samoyedos sino el ser, como ellos y como todos los hombres primitivos, cazadores, pastores y pescadores; unos, sin religión, porque no están unidos; otros, que forman hordas, teniendo una especie de culto, haciendo ofrendas al principal

10En ruso, Tobolskoy.

objeto de sus necesidades; se dice que adoran una piel de carnero, porque nada les es más necesario que este ganado, de igual modo que los antiguos egipcios agricultores escogían un buey para adorar en el emblema de este animal a la divinidad que lo ha hecho nacer para el hombre. Algunos autores pretenden que estos ostiacos adoran a una piel de oso, porque ésta es más caliente que la del carnero; puede ser que no adoren ni a una ni a otra.

Los ostiacos tienen también otros ídolos, cuyo, origen y culto no son más dignos de nuestra atención que sus adoradores. Se consiguió hacer cristianos a algunos de ellos hacia el año 1712; pero son cristianos como nuestros aldeanos más groseros, sin saber lo que son. Varios autores pretenden que este pueblo es originario de la Gran Permia; pero esta Gran Permia está casi desierta. ¿Por qué sus habitantes se habían de establecer tan lejos y tan mal? Estas obscuridades no valen nuestras investigaciones. Todo pueblo que no ha cultivado las artes debe ser condenado a ser desconocido.

Es aquí, sobre todo, entre los ostiacos, los buratos y los iakutas, sus vecinos, donde se encuentra con frecuencia este marfil cuyo origen no se ha podido conocer nunca; unos lo suponían un marfil fósil; otros, los dientes de una clase de elefante cuya raza se ha extinguido. ¿En qué país no se encuentran productos de la Naturaleza que asombran y confunden a la filosofía?

Muchas montañas de estos países están llenas de ese amianto, de ese lino incombustible, del cual se hace tan pronto tela, tan pronto una especie de papel.

Al mediodía de los ostiacos están los buratos, otro pueblo que no se ha convertido todavía al cristianismo. Al este hay varias hordas que no se han podido someter completamente. Ninguno de estos pueblos tiene el menor conocimiento del calendario. Cuentan por nieves y no por la marcha aparente del Sol; como nieva regularmente y durante mucho tiempo en cada invierno, dicen: “Mi edad es de tantas nieves” como nosotros decirnos: “Tengo tantos años.”

Debo referir aquí lo que cuenta el oficial sueco Stralemberg, que, habiendo sido hecho prisionero en Pultava, pasó quince años en Siberia y la recorrió toda entera; dice que hay todavía restos de un pueblo antiguo cuya piel está pintarrajeada y manchada, y que él ha visto hombres de esta raza; y este hecho me ha sido confirmado por rusos nacidos en Tobolsk. Parece que la variedad de las especies humanas ha disminuido mucho; se encuentran pocas de estas razas singulares, que, probablemente, las otras han exterminado; por ejemplo: hay muy pocos moros blancos, o de éstos albinos, uno de los cuales ha sido presentado a la Academia de Ciencias de París, y que yo he visto. Lo mismo ocurre con muchos animales cuya especie es muy rara.

En cuanto a los borandianos, de quienes se habla frecuentemente en la sabia historia del jardín del rey de Francia, mis Memorias dicen que este pueblo es absolutamente desconocido.

Todo el mediodía de estos países está poblado de numerosas hordas de tártaros. Los antiguos turcos han salido de esta Tartaria para ir a subyugar todos los países que hoy poseen. Los calmucos, los mongoles, son estos mismos escitas que, conducidos por Madies, se apoderaron de la Alta Asia y vencieron al rey de los medos, Ciaxares. Son los que Gengis Khan y sus hijos llevaron después hasta Alemania, y que formaron el imperio del Mogol bajo Tamerlán. Estos pueblos constituyen un gran ejemplo de los cambios ocurridos en todas las naciones. Algunas de sus hordas, lejos de ser temibles, se han convertido en vasallas de Rusia.

Tal es una nación de calmucos que habita entre la Siberia y el mar Caspio. Allí es donde se encontró en 1720 una casa subterránea de piedras, con urnas, lámparas pendientes, una estatua ecuestre de un príncipe oriental, llevando una diadema en la cabeza; dos mujeres sentadas en tronos y un rollo de manuscritos enviados por Pedro el Grande a la Academia de Inscripciones de París, comprobándose estaba en lengua del Tíbet; testimonios singulares todos de que las artes han habitado ese país bárbaro, y pruebas subsistentes de lo que ha dicho Pedro el Grande más de una vez: que las artes habían dado la vuelta al mundo.