Imagen y educación - Antonio Viñao - E-Book

Imagen y educación E-Book

Antonio Viñao

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El libro Imagen y educación: marketing, comercialización, didáctica (España, siglo XX) es fruto del proyecto de investigación financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad llevado a cabo por un equipo interdisciplinar de profesoras y profesores de la Universidad de Murcia entre los años 2014 y 2017. La obra presenta una selección de las principales aportaciones que vienen a responder a los objetivos generales del proyecto: el estudio de la cultura material de las instituciones educativas y de la evolución de algunos campos disciplinares ciencias naturales, física, química, ciencias sociales, matemáticas, y la recuperación, conservación, estudio y difusión del patrimonio y la memoria educativa, en relación con el mundo de la imagen. Los ejes centrales de esta monografía se concretan en el análisis de diferentes vertientes de tres soportes iconográficos determinados. El primero de ellos hace referencia a las tarjetas postales y las fotografías como instrumentos de propaganda y publicidad de colegios, universidades, escuelas y otras iniciativas educativas, y soportes del imaginario social en relación con la educación. El segundo pone su atención en algunas de las ilustraciones que figuran en los catálogos de material científico, didáctico y escolar producidos y distribuidos por casas comerciales españolas o extranjeras. El tercero se centra en el análisis de las ilustraciones y dibujos presentes en los cuadernos y los trabajos del alumnado producidos e impresos por editoriales escolares o elaborados en clase. Con ello pretende ofrecerse una visión, lo más completa posible de algunos aspectos de esa parte de la cultura escolar, la de las imágenes, hasta ahora menos conocida y estudiada.

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Pedro L. MORENO MARTÍNEZ y Antonio VIÑAO FRAGO (Coords.)

Imagen y educación: Marketing, comercialización y didáctica (España, siglo XX)

Fundada en 1920

Nuestra Señora del Rosario, 14, bajo

28701 San Sebastián de los Reyes – Madrid - ESPAÑA

[email protected] – www.edmorata.es

© Pedro L. MORENO MARTÍNEZ y Antonio VIÑAO FRAGO, José Damián LÓPEZ MARTÍNEZ, Luisa LÓPEZ BANET, Dolores CARRILLO GALLEGO, Ana SEBASTIÁN VICENTE, Raquel SÁNCHEZ IBÁÑEZ, Laura ARIAS FERRER, Alejandro EGEA VIVANCOS, María José MARTÍNEZ RUIZ-FUNES

Proyecto IEMCDE.

Ref. EDU2013-42040-P.

Financiado por el Ministerio de Economíay Competitividad en el Plan Estatalde I + D + i 2013-2016.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

Todas las direcciones de Internet que se dan en este libro son válidas en el momento en que fueron consultadas. Sin embargo, debido a la naturaleza dinámica de la red, algunas direcciones o páginas pueden haber cambiado o no existir. El autor y la editorial sienten los inconvenientes que esto pueda acarrear a los lectores pero, no asumen ninguna responsabilidad por tales cambios.

© EDICIONES MORATA, S. L. (2017)

Nuestra Sra. del Rosario, 14

28701 San Sebastián de los Reyes (Madrid)

[email protected]

Derechos reservados

ISBNebook: 978-84-7112-854-6

Compuesto por: M. C. Casco Simancas

Imágenes de la cubierta: Tarjeta postal ilustrada de la editorial Calleja (c. 1902) y “Modelos descomponibles para el estudio de la morfología y biología vegetal”, Catálogo de material pedagógico moderno. Tomo II:Ciencias naturales, pág. 16. Madrid. Cultura – Eimler-Basanta-Haase, 1927.

Nota de la editorial

En Ediciones Morata estamos comprometidos con la innovación y tenemos el compromiso de ofrecer cada vez mayor número de títulos de nuestro catálogo en formato digital.

Consideramos fundamental ofrecerle un producto de calidad y que su experiencia de lectura sea agradable así como que el proceso de compra sea sencillo.

Una vez pulse al enlace que acompaña este correo, podrá descargar el libro en todos los dispositivos que desee, imprimirlo y usarlo sin ningún tipo de limitación. Confiamos en que de esta manera disfrutará del contenido tanto como nosotros durante su preparación.

Por eso le pedimos que sea responsable, somos una editorial independiente que lleva desde 1920 en el sector y busca poder continuar su tarea en un futuro. Para ello dependemos de que gente como usted respete nuestros contenidos y haga un buen uso de los mismos.

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Si quiere hacernos alguna sugerencia o comentario, estaremos encantados de atenderle en [email protected] o por teléfono en el 91 4480926.

Antonio VIÑAO FRAGO. Doctor en Derecho y catedrático de Teoría e Historia de la Educación de la Universidad de Murcia. Ha sido Decano de las Facultades de Filosofía, Psicología y Pedagogía y de Filosofía y Pedagogía y Director del Departamento de Teoría e Historia de la Educación de dicha universidad, así como miembro del Comité Ejecutivo de la International Standing Conference for the History of Education (ISCHE) desde 1996 al año 2000 y presidente de la Sociedad Española de Historia de la Educación (SEDHE) entre los años 2001 y 2005. Actualmente es director del Centro de Estudios sobre la Memoria Educativa (CEME) de la Universidad de Murcia.

Sus campos de investigación prioritarios son la historia de la alfabetización (la lectura y la escritura como prácticas sociales y culturales), de la escolarización, de la profesión docente y de la enseñanza secundaria, así como la historia del currículum (espacios y tiempos escolares, disciplinas, libros de texto) y la de la relación entre las culturas escolares y las reformas educativas. De entre sus libros destacan:

— Política y educación en los orígenes de la España contemporánea (1982).

— Innovación pedagógica y racionalidad científica. La escuela graduada pública en España (1898-1936) (1990).

— Tiempos escolares, tiempos sociales. La distribución del tiempo y del trabajo en la enseñanza primaria en España (1838-1936) (1998).

— Leer y escribir. Historia de dos prácticas culturales (1999).

— Sistemas educativos, culturas escolares y reformas: continuidades y cambios (2002).

— Escuela para todos. Educación y modernidad en la España del siglo XX (2004).

Ha coordinado los siguientes números monográficos: «Cultura, ideologías y prácticas sociales», Áreas. Revista Internacional de Ciencias Sociales, 6, 1986; «El espacio escolar en su perspectiva histórica», Historia de la Educación, nº 12-13, 1993-94; «Higienismo y educación (ss. XVIII-XX)», Áreas. Revista de Ciencias Sociales, 20, 2000 (con Pedro Luis Moreno Martínez); y «Reformas e innovaciones educativas en España. En el centenario de la JAE (1907-1939)», Revista de Educación, número extraordinario, 2007.

Pedro Luis MORENO MARTÍNEZ es Licenciado y Doctor en Pedagogía y Catedrático de Universidad de Teoría e Historia de la Educación de la Facultad de Educación de la Universidad de Murcia.

Ha sido vocal de la Junta Directiva de la Sociedad Española de Historia de la Educación (SEDHE) (2005-2009) y Vicepresidente de la misma (2009-2013). En la actualidad es Vicepresidente de la Sociedad Española para el Estudio del Patrimonio Histórico-Educativo (SEPHE), investigador principal del Grupo de Investigación E050-03 “Educación, Historia y Sociedad” de la Universidad de Murcia y Director del Centro de Estudios sobre la Memoria Educativa (CEME) de dicha Universidad.

Sus líneas de investigación prioritarias se centran en la historia de la educación en la España contemporánea, especialmente, en la educación popular y de personas adultas, la renovación educativa, la educación social, la infancia, el higienismo, así como el patrimonio histórico-educativo y el museísmo pedagógico, sobre las que ha dirigido y participado en proyectos de investigación patrocinados por entidades, fundaciones e instituciones nacionales y europeas, ha presentado numerosas colaboraciones en congresos nacionales e internacionales y ha publicado monografías, capítulos de libros y artículos en revistas científicas.

Introducción. Pedro L. MORENO MARTÍNEZ y Antonio VIÑAO FRAGO

CAPÍTULO 1: Publicidad, marketing e imagen: Representaciones visuales y modernidad escolar a través de las tarjetas postales (España, siglo XX). Antonio VIÑAO y María José MARTÍNEZRUIZ-FUNES

1. Modernidad: un concepto polisémico y cambiante

2. La tarjeta postal ilustrada: definición y características básicas

3. Orígenes y difusión de un producto de comunicación social internacionalmente normalizado

4. La tarjeta postal como medio de expresión interpersonal, social, cultural y educativo

5. La tarjeta postal como instrumento de publicidad y marketing

6. Álbumes y estuches de tarjetas postales

7. Palabras finales

8. Bibliografía

CAPÍTULO 2: Imagen, educación y propaganda: Las primeras colonias escolares de vacaciones en la Región de Murcia (1907). Pedro L. MORENOMARTÍNEZ

1. Introducción

2. Renovación educativa, salud y protección de la infancia: las primeras colonias escolares de vacaciones de la Región de Murcia, 1907

3. Prensa, fotoperiodismo y las primeras colonias escolares de la Región de Murcia

4. La prensa pedagógica y los testimonios gráficos de las primeras colonias escolares de la Región de Murcia

5. Conclusiones

6. Bibliografía

CAPÍTULO 3: Imágenes e historia de la educación popular: Representaciones fotográficas de las Misiones Pedagógicas en la Región de Murcia. Pedro L. MORENOMARTÍNEZ

1. Introducción

2. Renovación historiográfica, educación popular e imagen

3. Misiones Pedagógicas, cultura visual y fotografía

4. Las Misiones Pedagógicas en la Región de Murcia y sus representaciones fotográficas, 1933-1935

5. Conclusiones

6. Bibliografía

CAPÍTULO 4: Imágenes fotográficas, cotos escolares y enseñanza de las ciencias. José Damián LÓPEZMARTÍNEZ y LuisaLÓPEZBANET

1. Introducción

2. Los cotos escolares y sus representaciones fotográficas

3. Cotos escolares y enseñanza de las ciencias

4. Conclusiones

5. Bibliografía

CAPÍTULO 5: Los catálogos de material escolar como fuente de la Historia de la Educación Matemática: El caso de los ábacos. Dolores CARRILLOGALLEGO

1. Los catálogos de material escolar

2. ¿Qué es un ábaco escolar?

3. Los ábacos en los catálogos de material escolar

4. Comparación de las propuestas de los catálogos

5. Conclusiones

6. Bibliografía

CAPÍTULO 6: La representación visual de los ábacos en los catálogos de material de enseñanza.Dolores CARRILLOGALLEGO

1. Los catálogos de material escolar y los aparatos tipo ábaco

2. Catálogos con imágenes de ábacos

3. ¿Qué aportan las imágenes de ábacos?

4. ¿Son ábacos?

5. Algunas consideraciones

6. Catálogos utilizados

7. Bibliografía

CAPÍTULO 7: Imagen, educación y marketing en los catálogos de material de enseñanza de la casa comercial Cultura (1924-1972).Pedro L. MORENOMARTÍNEZy Ana SEBASTIÁN VICENTE

1. Introducción

2. Los catálogos de material de enseñanza de la casa Cultura

3. Imagen, educación y marketing en los catálogos de material de enseñanza

4. Conclusiones

5. Bibliografía

CAPÍTULO 8: Construir una imagen de la ciencia: Las ilustraciones de los libros escolares de lectura científica. José Damián LÓPEZMARTÍNEZ

1. Introducción

2. Ilustraciones en libros escolares de lectura científica

3. Características y funciones de las ilustraciones

4. Conclusiones

5. Bibliografía

CAPÍTULO 9: La pervivencia de los estereotipos: El “descubrimiento”, conquista y colonización de América en los manuales españoles de Historia. Raquel SÁNCHEZIBÁÑEZ, Laura ARIAS FERRER y Alejandro EGEA VIVANCOS

1. Introducción

2. El “descubrimiento” de América en los libros de texto en el modelo tradicional (1939-1975)

3. El “descubrimiento” de América en los libros de texto del modelo tecnocrático (1975-1990)

4. El “descubrimiento de América” en los libros de texto del modelo crítico (1990-2014)

5. Conclusión

6. Bibliografía

CAPÍTULO 10: Análisis de cuadernos escolares producidos por casas editoriales de ciencias experimentales.José Damián LÓPEZMARTÍNEZ y María José MARTÍNEZ RUIZ-FUNES

1. Introducción

2. Cuadernos escolares producidos por casas editoriales

3. Los cuadernos como indicadores de cambios en el currículum y en la enseñanza de las ciencias

4. Conclusiones

5. Bibliografía

CAPÍTULO 11: Los espacios educativos en la educación de personas adultas, una aproximación a través de las imágenes de los cuadernos. Ana SEBASTIÁNVICENTE

1. Introducción

2. Cuadernos y Educación básica de personas adultas

3. La educación básica de personas adultas a partir de 1986

4. Análisis de las imágenes de los cuadernos: La representación de los espacios educativos

5. Conclusiones

6. Bibliografía

El libro que presentamos Imagen y educación: marketing, comercialización, didáctica (España, siglo XX) es fruto del proyecto de investigación homónimo que, financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad, hemos desarrollado entre los años 2014 y 20171. El proyecto ha corrido a cargo de un equipo interdisciplinar compuesto por profesoras y profesores de la Universidad de Murcia pertenecientes a diferentes áreas de conocimiento —Didáctica de las Ciencias Experimentales, Didáctica de las Matemáticas, Didáctica de las Ciencias Sociales y Teoría e Historia de la Educación— que vienen compartiendo una dilatada trayectoria investigadora.

En el proyecto realizado confluían cuatro líneas de investigación fundamentales. La primera de ellas venía dada por la relevancia y la presencia que la imagen ha desempeñado en el mundo de la educación, y la importancia que la reciente renovación historiográfica ha atribuido a los documentos icónicos como fuentes de conocimiento para la investigación histórica. La segunda, por el creciente interés mostrado por los historiadores de la educación por las culturas escolares a lo largo de estos últimos lustros, y por algunos de sus aspectos o elementos que las conforman, como la cultura material e inmaterial de las instituciones educativas y el estudio de lo que realmente ha sucedido en las aulas y los establecimientos docentes —es decir, en las prácticas—. La tercera, por la historia de las disciplinas escolares y sus didácticas específicas. Y, en cuarto lugar, que no en último, por la atención académica y social dirigida hacia la recuperación, la conservación, la catalogación y el estudio del patrimonio y la memoria educativa, las industrias educativas y, por ende, el museísmo pedagógico. Unas líneas de investigación que los componentes de este equipo han venido desarrollando gradualmente y prestándoles atención, en mayor o menor medida, en otros proyectos de investigación, iniciativas académicas y publicaciones a lo largo de un dilatado período de tiempo. Así pues, el proyecto surgió como una prolongación de las actividades y proyectos llevados a cabo en las dos últimas décadas por los miembros del grupo de investigación y bajo los auspicios, en este caso, del Centro de Estudios sobre la Memoria Educativa (CEME) de la Universidad de Murcia, creado en el año 2009, del que forman parte los componentes del equipo, y cuyos fondos constituyen la base principal material de este proyecto y de estos trabajos.

La publicación de esta obra nos permite reunir y presentar una selección de las principales contribuciones y, en algunos casos, las versiones actualizadas y ampliadas de algunas aportaciones efectuadas por los componentes del grupo de investigacion, con la colaboración puntual de otros especialistas de la Universidad de Murcia, expuestas y difundidas en diversos congresos nacionales —XVIII Coloquio de Historia de la Educación (Vic, Barcelona, julio, 2015) y XIX Coloquio de Historia de la Educación (El Escorial, Madrid, septiembre, 2017) o internacionales —Simposio Internacional: La Memoria Escolar. Nuevas tendencias en la investigación histórico-educativa a nivel internacional: perspectivas heurísticas y cuestiones metodológicas (Sevilla, septiembre, 2015) y VII Jornadas Científicas de la SEPHE y V Simposio Iberoamericano: Historia, Educación, Patrimonio Educativo (San Sebastián, junio, 2016)—, así como publicadas en diferentes revistas científicas españolas y extranjeras entre 2015 y 2018:Historia y Memoria de la Educación (2017 y 2018), Sisyphus. Journal of Education (2016) y el International Journal of Historical Learning, Teaching and Research (2016).

Los trabajos recopilados en esta obra responden a los objetivos generales del proyecto los cuales pretendían contribuir al estudio de la cultura material de las instituciones educativas, la evolución de algunos campos disciplinares —ciencias naturales, física, química, ciencias sociales, matemáticas—, así como a la recuperación, conservación, estudio y difusión del patrimonio y memoria educativa, en relación con el patrimonio icónico, es decir, con el mundo de la imagen. Unos objetivos generales que se concretan en el análisis de tres soportes diferentes, que se convierten en los ejes principales del proyecto y de los tres bloques de contenido centrales de esta monografía.

El primero de ellos hace referencia a las tarjetas postales y las fotografías como instrumentos de propaganda y publicidad de colegios, universidades, escuelas y otras iniciativas educativas. En este bloque se incluyen cuatro trabajos que estudian, principalmente, las potencialidades y los usos de la pluralidad de representaciones visuales ofrecidas por las tarjetas postales ilustradas en relación con las múltiples manifestaciones del mundo de la educación en nuestro país a lo largo del siglo XX, así como de determinadas experiencias educativas singulares, referidas en algunos casos a la Región de Murcia, como las primeras colonias escolares de vacaciones impulsadas desde Cartagena en 1907 o las Misiones Pedagógicas que recorrieron poblaciones murcianas durante la Segunda República, o los cotos escolares y la enseñanza de las ciencias en España durante el pasado siglo XX.

El segundo eje vertebrador del proyecto y de esta obra se desarrolla alrededor de los catálogos de material científico, didáctico y escolar producidos y distribuidos por casas comerciales. Los tres trabajos incluidos en este bloque abordan el análisis de las posibilidades que estas fuentes ofrecen para el conocimiento de un ámbito disciplinar específico como la Historia de la Educación Matemática, tomando como referencia los ábacos y sus representaciones visuales en los catálogos publicados en España desde 1881 hasta 1936, así como el estudio de las imágenes y los catálogos de material de enseñanza de una de las empresas mercantiles especializadas en la distribución de material de enseñanza más importantes del país:la casa comercial Cultura desde su fundación en 1924 hasta 1972.

El tercer bloque temático hace referencia a los cuadernos y los trabajos de alumnos producidos e impresos por editoriales escolares o elaborados en clase. Las cuatro aportaciones que engrosan este bloque parten, en un caso, del análisis de las imágenes transmitidas acerca del “descubrimiento” de América en los libros de texto españoles de Historia desde 1939 a 2014. Por otro, se trata de un conjunto compuesto por tres trabajos que abordan el estudio de las representaciones iconográficas reflejadas en diferentes tipos de cuadernos escolares producidos por las casas editoriales, como es el caso de los de ciencias experimentales, la imagen de la ciencia transmitida en las ilustraciones científicas contenidas en los cuadernos de ejercicios y actividades de vacaciones y libros de trabajo editados por dichas casas y, por último, la imagen del espacio educativo ofrecido en la educación básica de personas adultas reflejado en las ilustraciones de los cuadernos de lectoescritura editados en los años posteriores a la publicación, en 1986, del llamado libro blanco de la educación de personas adultas.

Como coordinadores del libro, y en nombre de quienes en él colaboran, queremos que estas palabras iniciales sirvan no solo como presentación del mismo, sino también para agradecer a Ediciones Morata la buena acogida que tuvo hacia esta propuesta editorial.

1 El proyecto de investigación de I+D, titulado “Imagen y educación: marketing, comercialización, didáctica (España, siglo XX)”, de código de referencia EDU2013-42040-P, ha sido financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad en el Programa Estatal de Fomento de la Investigación Científica y Técnica de Excelencia, en el Subprograma Estatal de Generación del Conocimiento, en el marco del Plan Estatal de Investigación Científica y Técnica y de Innovación 2013-2016.

Las tarjetas postales ilustradas se convirtieron en España, en los años finales del siglo XIX y sobre todo en las primeras décadas del siglo XX, en instrumentos de publicidad de las casas comerciales y, entre ellas, de los colegios de enseñanza primaria, secundaria y profesional, en especial de las órdenes y congregaciones religiosas, así como, algo más tardíamente, de los grupos escolares municipales construidos en dichos años y de la acción educativo-asistencial pública y privada. Constituían la tarjeta de presentación social —ya fuera de modo aislado o formando álbumes al estilo de las tarjetas de una determinada ciudad o lugar— de aquellas instituciones educativas que, de este modo, ofrecían a las familias, y al público en general, la imagen e imágenes por las que se pretendía que fueran conocidas. En este texto se analizará la evolución general, en el caso español, de este signo de modernidad e instrumento publicitario, de transmisión de valores socio-culturales y de creación de identidades escolares, así como los diferentes usos que se hicieron del mismo, las pautas generales seguidas en su disposición interna, y las diversas imágenes sociales ofrecidas por unos u otros establecimientos educativos1.

1. Modernidad: un concepto polisémico y cambiante

El concepto de modernidad, solo o unido a los de moderno, modernización o modernismo, es, como ya mostró Le Goff (1991, págs. 145-173), un término polisémico, ambiguo, cambiante, con connotaciones unas veces laudatorias y otras peyorativas o neutras. Asimismo, dichas polisemia y variabilidad en el tiempo y lugares, debe ser contemplada en el contexto más amplio de los conflictos y luchas por el control del lenguaje —es decir, por imponer uno u otro sentido o significado a dicha palabra—, así como relacionarse con la existencia, o no, de la conciencia, en cada momento y lugar, de hallarse, o no, ante un tiempo nuevo, y de autocalificarse, o no, como moderno. O, por último, de usar dicho término para caracterizar a otros, ya sean coetáneos o anteriores en el tiempo (KOSELLECK, 1993, págs. 287-332). De ahí que sea necesario, en un trabajo de este tipo, precisar de qué concepto o idea de modernidad se parte, y cuál es el significado que se atribuye a dicha palabra.

La modernidad puede ser considerada desde diversos enfoques: artístico-estético (estilo modernista, poesía modernista), filosófico-racional (Ilustración, reflexión crítica, racionalidad instrumental o de la acción, razón frente a la autoridad religioso-dogmática), científico (génesis de la ciencia moderna), histórico (Edad Moderna), sociológico (procesos de modernización y secularización; estar o no a la moda, ser o no moderno en cuanto a la indumentaria, apariencia externa, costumbres, lenguaje, aficiones, gustos, comportamiento o modales), económico-comercial (racionalización de la producción, publicidad, marketing, mercadotecnia), técnico-científico (tecnología, mecanización, medios electrónicos del hogar, de la vida cotidiana y de comunicación, producción y transmisión del saber) o educativo-cultural (procesos de alfabetización, escolarización feminización, profesionalización docente y difusión de la cultura escrita). Según que utilicemos uno u otro enfoque tendremos una u otra acepción, y nos situaremos en épocas, lugares o grupos sociales diferentes. En este texto, procurando evitar toda connotación valorativa, ya sea laudatoria —uniendo el concepto de modernidad a los de progreso o modernización— o peyorativa —como algo inseguro o incierto que viene a destruir lo tradicional entendido como lo seguro y valioso—, utilizaremos un triple enfoque tecnológico, económico-comercial y sociológico-cultural.

Tecnológico, en cuanto que el análisis se centra en un objeto, la tarjeta postal ilustrada, elaborado a partir de la confluencia de una serie de innovaciones en el mundo de la impresión y producción de imágenes que tuvieron lugar en los años finales del siglo XIX y comienzos del XX. Económico-comercial, porque este nuevo objeto sería utilizado por algunas instituciones educativas como instrumento publicitario con el fin de darse a conocer y de atraer, mediante la imagen, a unos alumnos y familias determinadas, o, en este caso y en el de organismos públicos o privados relacionados con la enseñanza, como medio de propaganda de su acción y actividades. Y sociológico-cultural, porque la tarjeta postal ilustrada constituyó no solo un medio privilegiado, ampliamente utilizado y difundido, de comunicación interpersonal y de transmisión de unos determinados valores socio-culturales, en este caso en el campo educativo y escolar, sino que también el recurso a la misma revelaba la voluntad de estar al día, de ser moderno, de utilizar uno de los signos visibles de la modernidad: la imagen impresa.

2. La tarjeta postal ilustrada: definición y características básicas

Las diferentes definiciones o caracterizaciones de la tarjeta postal como objeto suelen tener en cuenta el soporte, el contenido —no siempre— y el uso o función postal. No suelen considerar otros usos como el coleccionismo, el publicitario-comercial, el propagandístico-político o el testimonial en relación con, por ejemplo, la estancia o presencia de una persona en un lugar dado. De este tipo sería, por ejemplo, la definición proporcionada por Albert Thinlot en su historia de la tarjeta postal francesa ilustrada: “un impreso sobre un soporte semirrígido destinado a un uso postal, para una correspondencia breve al descubierto” (SÁNCHEZ y VILLENA, 2010, pág. 11). Esta definición, sin embargo, abarca tanto las tarjetas postales ilustradas como las llamadas “enteros postales” o “cartas sin sobre” que comenzaron a circular en el Imperio Austro-Húngaro el 1 de diciembre de 1869 —en España las de índole privada en 1871 y las oficiales el 1 de diciembre de 1873—, y que no incluían imagen o ilustración alguna. Más ajustada a nuestro propósito, y simple, sería la definición ofrecida por Ado Kyrou (1966, pág. 7): “una tarjeta, uno de cuyos lados se dedica a la correspondencia y el otro está ilustrado”, que, no obstante, excluye las primeras tarjetas postales ilustradas: aquellas en las que el anverso es ocupado en parte por una imagen o ilustración, dejando un determinado espacio para el mensaje escrito, y el reverso solo para la dirección del destinatario de la tarjeta. En una primera fase, pues, la imagen invade parte del anverso compartiéndolo con el texto escrito. Será a partir de 1906 cuando la imagen desplace definitivamente al texto del anverso al aplicarse el acuerdo adoptado en 1905 por la Unión Postal Universal que dividía el reverso en dos partes: una para la dirección y otra para el texto escrito. “Como consecuencia de esta ‘liberación’, las imágenes crecen hasta ocupar toda la superficie de la cartulina” o la mayor parte de ella, en el caso de que la rodeara un recuadro o de que se dejara un espacio determinado para indicar el tema o contenido de la imagen: “1906 es una frontera cronológica que separa dos formas de edición de las tarjetas postales ilustradas” (RIEGO, 1997, pág. 24). Este texto versa sobre las tarjetas postales ilustradas de contenido escolar o educativo, que en el anverso contienen una o varias imágenes, así como, en ocasiones, un breve texto impreso alusivo a la imagen o imágenes reproducidas y, solo en los comienzos, un espacio para un mensaje escrito; y, en el reverso, una determinada distribución del espacio para el franqueo, el mensaje escrito, el nombre y la dirección de aquella persona a la que se envía y, también en ocasiones, informaciones sucintas sobre la casa editora, la autoría fotográfica, el contenido de la imagen del anverso o, incluso en las de los años 60, el depósito legal.

3. Orígenes y difusión de un producto de comunicación social internacionalmente normalizado

Como ha expresado Bernardo Riego (1997, pág. 22), la tarjeta postal ilustrada surgió gracias a la confluencia e interacción, en los años finales del siglo XIX, de tres elementos:

un sistema de intercambio postal organizado por los Estados que normalizó y facilitó legislativamente su difusión social; un código compartido de alcance internacional que entendió las imágenes impresas como un vehículo transmisor de valores culturales; por último, el desarrollo tecnológico de la imprenta que posibilitó la reproducción fotomecánica de las imágenes y su impresión masiva a bajo coste. Estas tres premisas son deudoras del siglo XIX, en el que se dieron todos los pasos necesarios que desembocaron en el nacimiento de la tarjeta postal ilustrada. Un producto característico de nuestra centuria [siglo XX], pero que no surgió de la nada, sino de las pautas de sociabilidad cultural que se habían fraguado con anterioridad en el marco de la sociedad burguesa.

En efecto, aunque ya en la segunda mitad del siglo XIX las colecciones o álbumes de fotografías y las tarjetas de visita con su diversidad temática, junto con el grabado en madera en las ilustraciones impresas, habían generado la idea de un museo universal que recogiera el mundo en imágenes, sería con la aparición, en dichos años, de la fototipia, del fotograbado y del huecograbado, cuando dicha idea comenzara a vislumbrarse como posible desde un punto de vista técnico y a extenderse entre las clases medias y populares. Además, a la fototipia y la fototipocromía vino añadirse, entre 1897 y 1900, la edición de tarjetas postales al gelatino-bromuro, con una superficie brillante. Eran auténticas fotografías “adaptadas a la forma, tamaño y demás características de las tarjetas postales” que se generalizarían y comercializarían a partir de 1905 (ROIG, s. d., pág. 14).

El segundo elemento fue la utilización de las tarjetas como objeto postal. Pueden encontrarse atribuciones diferentes sobre los orígenes y los primeros ejemplares de tarjetas postales. Brady (1969, págs. 848-849), por ejemplo, alude a las primeras tarjetas privadas, admitidas como objetos postales en Estados Unidos en 1861 e incluso a anteriores antecedentes franceses e ingleses de finales del siglo XVIII y mediados del XIX. Sin embargo, existe un acuerdo generalizado sobre el hecho de que las primeras tarjetas postales oficiales, con una tirada de 140.000 ejemplares, vieron la luz en Viena en 1869, medían 12 x 8 cm. y llevaban la efigie del emperador Francisco José. Su difusión fue rápida: Hungría (1869), las dos confederaciones alemanas, Gran Bretaña, Suiza y Luxemburgo (1870), Bélgica, Holanda, Dinamarca, Suecia, Noruega y Canadá (1871) Rusia, Chile y Francia (1872), y Estados Unidos, Italia, España, Rumanía, Serbia y Japón (1873) adoptaron de inmediato ese nuevo objeto postal que permitía mensajes breves con un franqueo inferior al de la carta. Su circulación fuera del ámbito de la nación emisora se admitiría en 1875.

Por otra parte, la necesidad de facilitar y normalizar el correo internacional, condujo a la creación en 1874 de la Unión Postal General que en 1878 pasaría a llamarse Unión Postal Universal. Sería en este último año, en 1878, cuando dicho organismo normalizara el nuevo objeto postal en cuanto a sus dimensiones (14 x 9 cm.), franqueo, características impresas y condiciones de intercambio internacional, permitiendo, además, una práctica que ya había comenzado a extenderse: la edición privada con fines publicitarios o simplemente comerciales.

La inclusión, en el anverso, de algún tipo de ilustración que, como se ha dicho, hasta 1906 solía ocupar solo parte del mismo, no tardó en aparecer. Las primeras tarjetas postales ilustradas fueron impresas por el litógrafo Miesler en 1870 en Alemania. En Suiza en 1871 circulaban ya tarjetas postales ilustradas por un grabador alemán de Nüremberg. En marzo de 1872 un artista alemán, Franz Borich, reproduce sus dibujos en tarjetas y, a la vista del éxito, contrató fotógrafos y mediante la fototipia produjo tarjetas con vistas turísticas de Suiza. Las exposiciones celebradas en el último cuarto del siglo XIX —Dusseldorf, 1880; Halle, 1881; Nüremberg, 1882; Amsterdam, 1883— y, sobre todo, la exposición universal de Paris de 1889 con sus vistas de la Torre Eiffel, tomadas de grabados de Libonis y editadas por Le Figaro, supusieron “el definitivo despegue de la tarjeta postal ilustrada” (GONZÁLEZ y TORCIDA, 1997, pág. 119). Las primeras tarjetas postales ilustradas eran de estampación litográfica, con varias viñetas con dibujos de vistas y monumentos y la leyenda en alemán “Gruss Aus …” seguida del nombre de la ciudad. El gran éxito en los países germánicos de este modelo contribuyó a extender su uso en otros países con la traducción o adaptación, en cada caso de la indicada leyenda —en España “Recuerdo de…” o, menos usual, “Saludos desde …”— (GONZÁLEZ y TORCIDA, 1997, pág. 119).

De este modo, un nuevo producto, nacido sobre todo para comunicar, a un menor precio, breves textos de índole comercial, devendría un objeto de comunicación interpersonal y cultural abierto, de modo progresivo, a toda índole de temas: espacios urbanos (monumentos, edificios, calles, mercados, iglesias, puertos, estaciones, conventos, …); espectáculos (carnavales, fiestas, ferias, procesiones, corridas de toros, …); reproducciones de fondos museísticos (pintura, escultura); zonas turísticas y paisajes rurales; retratos de monarcas y de personalidades de la política, la literatura, el deporte, los toros, actores y actrices, cantantes, etc., ya fueran del pasado o coetáneos; escenas del mundo del trabajo o de la vida cotidiana o expresamente ideadas o recreadas con el fin de ser mostradas en una tarjeta postal; acontecimientos extraordinarios (exposiciones, accidentes, inundaciones, visitas reales, ferias, movimientos sociales, …); tipos y escenas costumbristas, tarjetas artísticas, comerciales y de propaganda, eróticas, infantiles, romántico-amorosas, satíricas, humorísticas, felicitaciones navideñas, guerras o batallas, etc. (GUEREÑA, 2005, págs. 46-58). Al menos en potencia todo sería susceptible de figurar en el anverso de una tarjeta postal. Un universo posible de imágenes tomadas de la realidad o imaginadas podía ser, por fin, producido, difundido, enviado, intercambiado y coleccionado. El título del libro de Andrea Rapisarda, Il mondo in cartolina, 1898-1918, refleja a la perfección tanto esta diversidad temática, teóricamente sin límite, como la nueva conciencia de tener el mundo al alcance de la mano desde la comodidad del hogar, propia del coleccionista o simplemente del poseedor o receptor de tarjetas postales ilustradas.

Sin embargo, como “ocurre con cualquier producto técnico, la tarjeta postal, cuando quedó desbordada del ámbito especializado de la comunicación comercial”, produjo “nuevos usos sociales” redefiniendo “otros ya existentes” (RIEGO, 1997, pág. 25). En palabras de Boris Kossoy (2014, pág. 181), su llegada

representó una verdadera revolución en la historia de la cultura. Las imágenes mentales del llamado mundo real y las del universo de la fantasía individual y colectiva se vuelven finalmente accesibles para la gran masa. Un mundo portátil, hartamente ilustrado, susceptible de ser coleccionado, constituido en una sucesión interminable de temas viene finalmente a saciar el imaginario popular.

En 1899, treinta años después de haber sido introducidas, y un año antes de que diera comienzo su “edad de oro”, se editaban 88 millones de tarjetas postales en Alemania, 14 millones en Inglaterra, 12 millones en Bélgica y 8 millones en Francia. Once años más tarde, en 1910, el número de tarjetas postales impresas en Francia alcanzaba los 123 millones. Su popularidad se acrecentó con el surgimiento de la cartofilia y, con ella, de las sociedades y revistas cartófilas, sobre todo en los primeros años del siglo XX (KYROU, 1966, págs. 9-13).Como ha señalado Brady (1996, pág. 851),

En algunos países europeos […] las tarjetas postales fueron objeto de una popular fiebre coleccionista; acumular tarjetas de diversos tipos se convirtió en una moda, y se formaron sociedades y clubs con el fin de facilitar el intercambio de postales. Las tarjetas postales se vendían en todas partes. Por ejemplo, en Alemania era habitual ver en los cafés y restaurantes un cartero con un buzón de correos sujeto a la espalda, moviéndose entre las mesas y vendiendo postales y sellos que podían ser echadas al buzón inmediatamente. Se organizaron exposiciones de postales ilustradas. La primera tuvo lugar en Venecia en 1899; tras ella se organizaron otras en Niza, Ostende, Berlín y París. Se convocó en Praga un Congreso Cartofílico, un término acuñado para referirse al nuevo hobby. Una alternativa rechazada fue “Cartomanía”, aunque es defendible que podía haber sido una descripción más adecuada de lo que estaba teniendo lugar2.

Parece haber un acuerdo generalizado en fijar el comienzo de dicha “edad de oro” en los años 1899-1900. Por ejemplo, Kyrou (1966, pág. 11) lo hace coincidir con la exposición universal de París de 1900, año asimismo de la primera exposición de tarjetas postales celebrada en Francia. En lo que no parece haber acuerdo es en el año de finalización, entre otras razones porque depende del criterio cuantitativo o cualitativo-temático que se adopte. Para Brady (1969, pág. 855), que limita dicha “edad” a las dos primeras décadas del siglo XX,

durante la Primera Guerra Mundial los problemas de la censura y los crecientes costes del correo postal, entre otros factores, contribuyeron a que la demanda disminuyera; al mismo tiempo, el desarrollo de nuevos sistemas de comunicación, como el teléfono, alentaron que continuara el declive de esta tendencia. En 1948-1949 el correo de Gran Bretaña transportó 216 millones de tarjetas, solo una cuarta parte del máximo alcanzado en los años anteriores, aunque todavía constituyera una fuente formidable de ingresos postales.

En el caso de España hay quien establece dicho final en 1905 (TEIXIDOR, 1999, págs. 11-15), quien lo prolonga hasta el inicio de la I Guerra Mundial en 1914, y quien lo alarga hasta 1931 o 1936. En nuestro caso, y por lo que a la tarjeta de tema escolar se refiere, como hipótesis provisional manejamos fechas más tardías dado el elevado número de álbumes, estuches y tarjetas postales separadas de colegios, escuelas e instituciones educativas de asistencia social editadas en los años 40 y 50 del siglo XX.

Las primeras tarjetas postales ilustradas relacionadas con España son, al parecer, dos fototipias de Granada producidas en Alemania en 1890 con una tirada de 2.000 ejemplares de los que no se conoce ninguno. Las primeras conocidas fueron impresas por Hauser y Menet, una casa instalada en Madrid en 1890, llevan matasellos de 1892, el ya clásico título de “Recuerdo de Madrid” y, en parte del anverso, una composición fotográfica con cuatro viñetas: la plaza de toros, la Carrera de San Jerónimo, la Puerta del Sol y la calle de Alcalá. También se alude, como primera tarjeta postal ilustrada española, a una impresa en Zürich sobre el Hotel Santa Catalina de Las Palmas de Gran Canaria, con ejemplares matasellados entre 1892 y 1895 (TEIXIDOR, 1992, págs. 9-10, y 1999, pág. 11). Sea una u otra, 1892 parece ser por ahora, en el caso español, el año de la primera tarjeta ilustrada conocida, aunque es posible, como hipótesis, retrotraer la primera impresión a 1890 o 1891.

Figura 1. Publicidad de la casa Hauser y Menet inserta en el Boletín de la Tarjeta Postal Ilustrada (diciembre de 1902).

Hauser y Menet, la casa productora del 40 por ciento de tarjetas postales ilustradas en la España del siglo XIX, que en 1892 vendió solo unas 200, en 1902 contaba ya con una colección de 1.300 tarjetas diferentes y una tirada que no bajaba de las 500.000 tarjetas mensuales. Hacia 1900 había ya algo más de 140 casas dedicadas en España, o fuera de ella —pero con postales referidas a España— a imprimir, editar y vender tarjetas postales ilustradas, algunas de ellas de uso no público. En Barcelona destacaría, entre otras casas editoriales, la de Ángel Toldrá Viazo (A.T.V.) a partir de 1905 (BOIX, 2002). En los años 1906 a 1915 este sector industrial, tecnológicamente al día, se hallaba ya consolidado (TEIXIDOR, 1999, págs. 15-23; SÁNCHEZ y VILLENA, 2010, pág. 32). A esta labor se sumarían, además, conocidos fotógrafos. En unos casos, como en el de la madrileña casa Lacoste y Cª, porque se consideraban sucesores de Jean Laurent, fotógrafo de la Reina desde 1861 a 1868, y de sus colecciones de fotografías en venta como tarjetas de visita (PÉREZ, 2015, págs. 270-290). Y en otros, como en el de Antonio Cánovas del Castillo (Kaulak), porque publicó como tarjetas postales algunas de sus composiciones fotográficas con la ayuda, como editores, de Lacoste y Cª y Hauser y Menet. Por ejemplo, la colección de diez tarjetas sobre Las Doloras del poeta Ramón de Campoamor, de las que llegó a vender 180.000 colecciones, es decir, un millón ochocientas mil tarjetas entre España y Latinoamérica (LOS EDITORES, 1905, págs. 9-10). El incremento de las revistas y sociedades cartófilas iría en paralelo. En 1901 nacerían el Boletín de la Tarjeta Postal Ilustrada —y su continuación, el Boletín Cartófilo Artístico-Literario— (Barcelona), El Coleccionista de Tarjetas Postales (Madrid) y España Cartófila (Barcelona) revista de la Sociedad Cartófila Española (“Hispania”) que en 1902 tenía más de 300 socios, y en 1906 El Mundo Cartófilo (Valencia) órgano de la Sociedad Cartófila “La Ideal”.

Figura 2. Portada de la revista España Cartófila (1901).

Los primeros datos estadísticos fiables sobre el número de tarjetas postales circuladas en España a través del servicio de correos corresponden al período 1910-1919. El cuadro nº 1, de elaboración propia a partir de una publicación oficial, muestra el crecimiento desde los 15.563.110 de tarjetas de 1910 a los 18.605.033 de 1919, así como un total de 172.642.716 tarjetas circuladas en esos diez años. Asimismo, las cifras revelan las consecuencias negativas, en este punto de la I Guerra Mundial, sobre todo en relación con la circulación internacional —tarjetas recibidas de o expedidas a otros países—, pues la circulación en el interior del país casi se doblaría en dicha década, elevándose desde 8.834.698 tarjetas en 1910 a 15.143.324 en 1919. Estas cifras, inferiores en todo caso a las de Francia, Alemania o Inglaterra en estos mismos años en relación con el número de habitantes, se incrementarían, según cálculos elaborados a partir de los anuarios estadísticos oficiales, hasta 24.742.273 tarjetas en 1933 —18.037.079 de circulación interior y 6.705.194 exterior—. Tras la negativa influencia de la II Guerra Mundial, el estancamiento social y económico y el aislamiento internacional de los primeros quince años del franquismo, el posterior crecimiento económico y la progresiva apertura al exterior del país, elevarían dichas cifras a 58.809.160 tarjetas en 1960 —48.740.420 de circulación interior y 10.068.740 exterior—, y, en 1969, a 179.995.000 tarjetas de las que 156.383.000 serían de circulación interior y 23.612.000 exterior.

Cuadro 1. Tarjetas postales circuladas en España (1910-1919)

Año

Servicio Interior

Servicio Internacional

Total

1910

8.834.698

6.728.412

15.563.110

1911

9.388.224

6.442.080

15.830.304

1912

11.080.824

6.166.800

17.247.624

1913

13.460.814

6.584.898

20.045.712

1914

9.724.950

5.035.884

14.760.834

1915

14.505.416

3.007.667

17.513.083

1916

14.667.537

2.788.595

17.456.132

1917

14.088.180

3.764.491

17.852.671

1918

14.310.001

3.458.212

17.768.213

1919

15.143.324

3.461.709

18.605.033

Total

125.203.968

47.438.748

172.642.716

Fuente: Elaboración propia a partir de los datos proporcionados en Dirección General de Correos y Telégrafos, Los servicios de correos en España. Su estado actual y proyecto de ampliación y mejora de los mismos, Madrid, Artes Gráficas «MATEV», 1920.

Observaciones: a) no se incluyen los datos de 1920 porque los que figuran cubren solo una parte del año (son claramente incompletos); b) los datos usualmente ofrecidos a partir de esta fuente ofrecen solo el número de tarjetas circuladas por el servicio de correos; c) las cifras del servicio internacional incluyen tanto las postales recibidas como las enviadas al exterior; d) no se incluye la información relativa a las tarjetas circuladas en tránsito que, por otra parte, solo se ofrecen a partir de 1915.

4. La tarjeta postal como medio de expresión interpersonal, social, cultural y educativo

Desde una perspectiva general, quienes elaboraban o encargaban ese “escaparate” de cada país que representaban las tarjetas postales ilustradas, eran quienes determinaban qué era “lo mejor y más característico” de cada uno de ellos; lo que podía y debía quedar “a la vista de todos” y, al mismo tiempo, lo que no debía o no merecía ser objeto de difusión mediante la imagen (RIEGO, 1997, pág. 27). La voluntad o decisión de elegir unos temas y no otros, con vistas a su comercialización y difusión, refleja unos determinados valores culturales. De ahí que en la España de comienzos del siglo XX haya quienes vean en la tarjeta postal ilustrada, con una mirada cosmopolita, un nuevo “medio de propagar la civilización y fraternidad entre los pueblos” (BASSAGODA, 1904), pero también quienes, desde una mentalidad chauvinista, propia del nacionalismo regeneracionista español de la época, vean en ella un instrumento para mostrar al mundo nuestros monumentos, paisajes y costumbres (L. B., 1901, pág. 32.). O quienes, desde otros nacionalismos periféricos con similar objetivo, recurran a la tarjeta postal, como sucede con el buen número de las encargadas en los años 20 y 30 del siglo pasado por la Associació Protectora de l’Ensenyança Catalana reproduciendo monumentos, paisajes urbanos y rurales, costumbres, etc., más o menos emblemáticos, de Cataluña. Y quienes destaquen, en general, sus valores educativos y culturales:

el sello de correos enseña, sin sentir, la geografía política; la tarjeta postal ilustrada la ilustra aún mejor, porque no limita su enseñanza al nombre de un país, de un monarca o de un jefe de estado y a una clase de moneda, sino que se extiende en la descripción de ciudades y paisajes, de monumentos y costumbres, popularizando y poniendo al alcance de todas las fortunas y de todos los entendimientos lo que antes era privilegio exclusivo de los libros.

(CÁNOVAS DEL CASTILLO, 1901, pág. 2.).

Hasta llegar, incluso, a proponer su uso como instrumento didáctico en colegios y escuelas, y confiar en ellas como medio de regeneración de España:

¿Qué de textos extranjeros podríamos citar para demostrar que en Suiza, Alemania y algunas otras naciones que caminan, como habitualmente se dice, a la cabeza de la civilización, se fomenta la afición entre los niños de los colegios como un excelente medio para que aprendan la Geografía política y la física, y se habitúen a contemplar las obras de arte de todos los países? Verdaderamente que no solo se enseña con los libros, sino también con otros medios, al parecer insignificantes, pero a veces de mejores resultados […].

Puedo terminar, por lo tanto, diciendo que las tarjetas postales han de influir en la regeneración de España y a fe que más nos valiera conseguirlo por este medio sencillo, suave y agradable.

(J. P., 1901, pág. 50.)

Por supuesto, la tarjeta postal ilustrada se utilizaría, asimismo, como medio de propaganda, para transmitir determinadas ideas políticas o para dar a conocer aquellos personajes que se estimaban relevantes desde un punto de vista cultural, político o ideológico. Entresacamos algunos ejemplos, de índole educativo-cultural, tomados de la colección de tarjetas postales del Centro de Estudios sobre la Memoria Educativa (CEME) de la Universidad de Murcia: Tolstoy, Schiller, Kant, el jardín de Goethe, Goethe-Schiller, Diderot, Jules Simon, Goethe y sobre todo Pestalozzi entre los personajes no españoles, y Joaquín Costa, Manuel Bartolomé Cossío, Francisco Ferrer Guardia, Marcelino Menéndez Pelayo y Jaime Balmes, o la estatua erigida en Madrid a Claudio Moyano, ministro responsable de Ley de Instrucción Pública de 1857, entre los españoles.

Se editaron, incluso, series de tarjetas con una clara finalidad ideológica. Tal es el caso de las ocho publicadas a partir de 1931 por la revista Estudios, de tendencia anarquista. Cada serie incluía doce personajes: “un filósofo, un poeta, un pintor, un revolucionario, un escultor, un músico, un inventor, un precursor, un descubridor, un gran novelista, un escritor y un pedagogo”. Entre estos últimos Pestalozzi, Giner de los Ríos, Ellen Key, Claparède, Rousseau y Desmoulins. Todo ello con

el noble propósito de difundir y estimular el amor el estudio, y no de contribuir a ninguna clase de idolatría. Queremos simplemente que ante los retratos de los hombres que más se han destacado, por su labor útil y fecunda, en la revolución del pensamiento humano, cada cual sienta el deseo de conocer su vida y estudiar su obra.

(ALMARCHA, 2009, págs. 42-43.)

5. La tarjeta postal como instrumento de publicidad y marketing

La tarjeta postal ilustrada constituye un medio de expresión y comunicación interpersonal. Un medio que, como se dijo, refleja o es el producto de unos determinados valores sociales y culturales que refuerza y memorializa. En el caso que ahora nos interesa, serán las mismas instituciones educativas —o sus patronos o las entidades de las que dependían— las que, conscientes de la función creadora/productora de memoria de las tarjetas postales ilustradas, se lancen a encargar la producción de álbumes o tarjetas sueltas con la expresa voluntad de preservar, crear y construir memoria. El recurso a lemas tales como “Recuerdo de ……”, impresos en algún caso en la portada del álbum, al estilo de lo que se ponía en los de ciudades o lugares determinados, no es sino una muestra de la relación entre tarjeta-imagen y memoria (VIÑAO y MARTÍNEZ RUIZ-FUNES, 2016).

Se dijera o no de forma expresa, esa voluntad memorialística exigía que las instituciones educativas que recurrían a este nuevo instrumento encargaran, primero, a una casa editorial y a un fotógrafo, unas determinadas imágenes de sí mismas, seleccionadas al efecto —y no otras— de acuerdo con la imagen-memoria que deseaban ofrecer y crear. Las tarjetas postales ilustradas devenían así un elemento de conformación de la imagen-memoria individual y social —es decir, del imaginario social— de la institución educativa a la que se referían. Constituían su tarjeta de visita y presentación social. Mostraban cómo quería ser vista, visualizada y recordada socialmente. La edición de álbumes, blocs y estuches con un número determinado de tarjetas postales, o de tarjetas postales sueltas, suponía la previa existencia de una voluntad determinada de influir y condicionar esa imagen-memoria social de la institución. A su vez, la selección de imágenes efectuada reflejaba una concepción asimismo determinada de sí misma al presentarse en sociedad. De ahí que un estudio de dichas postales tenga que atender:

Al propósito que se halla tras la voluntad de editar imágenes.

A la selección de imágenes llevada a cabo en cada caso.

A la formación de un determinado canon o lugares comunes en cuanto a qué mostrar y en qué orden mostrarlo, adoptado de modo general por los establecimientos educativos y las casas editoriales.

A las diferencias en la selección y orden del álbum o estuche en función de la naturaleza de la institución —educación formal o asistencial, nivel educativo, naturaleza pública o privada, establecimiento para alumnos o alumnas, etc.— o del propósito con el que se encargaron las postales.

Todo ello en relación con los distintos actores implicados en el proceso: quien las encarga —en este caso, el establecimiento educativo o sus titulares—, quien las produce —casa editora—, quien realiza las fotografías, y quienes las adquieren y usan con fines diversos —correspondencia postal, coleccionismo, recuerdo, etc.—.

En cuanto a su encargo, producción y uso, las tarjetas postales —sin ilustración, pero sobre todo las ilustradas— fueron utilizadas, prácticamente desde su aparición, como instrumento de publicidad y propaganda tanto, como se dijo, con fines político-culturales como por las casas comerciales. Entre las editoriales relacionadas con el mundo de la enseñanza, Bastinos en 1873 y Calleja en 1902 recurrieron, por ejemplo, a este instrumento publicitario (CARRASCO, 2004, pág. 15, y 2013, pág. 31). El encargo por los establecimientos de enseñanza de álbumes, blocs o estuches con tarjetas separables, desplegables o sueltas, y de tarjetas aisladas con fines memorialísticos, desde luego, pero sobre todo de publicidad, propaganda y marketing —en especial, al comienzo, por los colegios de órdenes y congregaciones religiosas y, poco más tarde, por establecimientos educativo-asistenciales, colonias escolares y escuelas públicas— puede explicarse a partir de seis hechos o aspectos.

Figura 3. Tarjeta postal ilustrada de la editorial Calleja (c. 1902).

El primero, planteado como hipótesis a confirmar, es que en más de un caso se trataba de colegios de órdenes y congregaciones religiosas cuyos miembros llegaban desde Francia —Hermanos de las Escuelas Cristianas o Lasallianos, Compañía de María o Marianistas, Hermanos del Sagrado Corazón o Corazonistas— con motivo de las leyes anticongregacionistas de Waldeck-Rousseau (1901) y Combes (1902), o que tenían su origen en el país vecino donde dicha práctica debía ser ya utilizada o conocida. De ahí, por ejemplo, que las primeras postales del colegio lasalliano Nuestra Señora de la Bonanova, de Barcelona, fechadas en 1902-1903, fueran encargadas por su director, el Hermano Adolf Alfred, de origen francés, a la editorial A. Berger Frères de París (HILL, 2009, pág. 13). O que las tres tarjetas postales conocidas del madrileño Collège du Sacré-Coeur de Jésus, de las Hijas de la Caridad, congregación de origen francés, fueran editadas hacia 1904 en Paris por David a partir de fotografías de Levallois (CARRASCO, 2013, pág. 53). Desde una perspectiva más general, asimismo a confirmar, estaríamos ante un caso más de transferencia —importación— de una práctica ya utilizada por establecimientos docentes, por lo general privados, en otros países europeos. Prueba de dicha transferencia serían, por ejemplo, el que entre las primeras tarjetas postales ilustradas impresas por Hauser y Menet se hallen dos, fechadas en 1898 y 1902, del colegio El Porvenir construido entre 1892 y 1897 por el pastor alemán Federico Fliedner de la Iglesia evangélica, y una, de 1902, de la capilla y escuelas evangélicas del madrileño barrio de Chamberí, realizadas también por encargo de sus promotores, pastores de origen inglés (CARRASCO, 2013, págs. 52 y 67).

Del mismo modo, por lo que a Barcelona se refiere, los primeros álbumes de postales ilustradas de establecimientos educativos, fueron encargados por los Hermanos de las Escuelas Cristianas (el recién mencionado colegio Nuestra Señora de la Bonanova en 1902-1903 y el colegio Condal en 1907) y los colegios femeninos, asimismo de cogregaciones de origen francés, de las Religiosas de Jesús-María y de Nuestra Señora de Loreto, un ejemplo que seguirían de inmediato los colegios de jesuitas y de las Escuelas Pías y la Congregación Mariana de la capital catalana (BOIX, 2002, págs. 577-628 y 645-654).

El segundo, es que, una vez introducida la práctica no había más remedio que seguirla por razones de prestigio simbólico y competencia en el “mercado” escolar de clientes potenciales.