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En tiempos de crisis, ¿cómo será la juventud del mañana? Este libro es una invitación, en diferentes sectores geográficos y sociales, para acompañar a los jóvenes entre futuros oscuros y tiempos de conquista. En este tránsito, la creatividad aparece como un atributo de muchos de los jóvenes a los que se ha encuestado, incluso cuando son golpeados por la adversidad. Esta creatividad inconformista se revela en desafíos sociales que exigen una reinvención de lo social, en estrategias de profesionalización o supervivencia guiadas por nuevas culturas laborales, en actuaciones culturales que exigen nuevas formas de ciudadanía. Al equiparar el futuro, las innovaciones educativas y las oportunidades proporcionadas por las culturas digitales son bienvenidas. ¿En qué medida las preocupaciones y la creatividad de los jóvenes de hoy presagian nuevas direcciones sociales?
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Seitenzahl: 308
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Jóvenes y creatividad
Entre futuros sombríos y tiempos de conquista
Título original en portugués: Juventude e creatividade
© José Machado Pais
© Del prólogo: Carles Feixa
© De la traducción: Meritxell Almarza
© Del capítulo 3, traducción de Mario Merlino
Corrección: Carmen de Celis
De la imagen de cubierta: Archivo Municipal de Lisboa
PT-AMLSB-CMLSBAH-PCSP-004-GAU-002180
© Imágenes del interior: Ricardo Venâncio, Ana Saúde, Farrajota, Pedro Manaças y Cláudio
Derechos reservados para todas las ediciones en castellano
© Ned ediciones, 2020
Primera edición: abril, 2020
Preimpresión: Moelmo SCP
www.moelmo.com
eISBN: 978-84-16737-93-2
La reproducción total o parcial de esta obra sin el consentimiento expreso de los titulares del copyright está prohibida al amparo de la legislación vigente.
Ned Ediciones
www.nedediciones.com
Con la colaboración de:
Índice
Prólogo,Carles Feixa
Introducción
Agradecimientos
1. La esperanza en generaciones de futuro sombrío
Jóvenes indignados
Ancianos abandonados
Complicidades, tensiones e imaginarios sociales
2. En busca de un Oeste: jóvenes inmigrantes
Enigmas del Este europeo
Entre tradición y posmodernidad
Del brazo de Mihaela y Schütz
3. Ciudadanía y participación
¿Cara o cruz?
Ciudadanía participada
Fluidez, empatía, trayectividades
Políticas de juventud: «el suelo que ellas (no) pisan»
4. Cómics: la oblicuidad en futuros por inventar
La revelación del mundo en los cómics: talentos y socializaciones
La alquimia de la interconectividad
Creatividad y profesionalización
5. ¿De qué estará hecho el mañana de los jóvenes de hoy?
Salir de la oscuridad: conectividades digitales
El «mundo si»: crisis y futuros posibles
Rumbos sociales y retos educacionales
Referencias
Prólogo Hijo del fado: una conversación con José Machado Pais
El libro que el lector tiene en sus manos es la segunda obra traducida al castellano de José Machado Pais, uno de los sociólogos portugueses más influyentes, y un referente en los estudios culturales y sobre la juventud en Europa y América Latina. La primera obra en castellano fue el libro Chollos, chapuzas, changas. Jóvenes, trabajo precario y futuro (Pais, 2007), que también tuve el honor de prologar. Aquella obra era una monografía sobre las transiciones —e intransiciones— laborales de los jóvenes, a partir de estudios de caso biográficos que predecían los procesos de precarización y cambio en las concepciones del trabajo que se anunciaban, y que se convertirían en hegemónicas tras la crisis financiera de 2009. Este nuevo libro recoge cinco ensayos del autor en torno a otra de sus grandes obsesiones: la creatividad cultural de los jóvenes. Como el origen y sentido del mismo están explicados en la introducción del autor, pensé que, para ayudar al lector a entender el contexto en el que ha surgido la obra, lo mejor sería un prólogo en forma de diálogo entre ambos, para rescatar parte de la trayectoria de este autor fundamental, con quien me une una larga amistad. Ambos hemos seguido, de algún modo, trayectorias paralelas. Aunque este diálogo lo hemos hecho muchas veces en persona —en Lisboa, Lleida, Barcelona, Madrid, Valencia, Brasil, Argentina y otros lugares del mundo—, en este caso lo hemos llevado a cabo a través del ciberespacio.
* * *
Carles Feixa Pàmpols (CFP): ¡Olá, José! Creo recordar que entramos en contacto a fines de los años noventa, a través de un colega tuyo del Instituto de Ciências Sociais de la Universidad de Lisboa, Manuel Villaverde Cabral, a quien había conocido en un encuentro en París organizado por nuestra común amiga Lynne Chisholm, entonces presidenta del Research Committee 34 Sociology of Youth de ISA y tristemente desaparecida. Cuando me escuchó hablar de las tribus urbanas en España en la época de la transición, me habló de un sociólogo portugués que había investigado lo mismo en la misma época en Portugal. Te escribí y me enviaste tu libro Culturas juvenis (1993). Desde entonces no has parado de enviarme casi todos tus nuevos libros, que religiosamente publicas una vez al año, y que ocupan un estante entero en mi biblioteca. Enseguida me di cuenta de una curiosa coincidencia: tu libro se publicó el mismo año y trataba los mismos temas que mi primer libro importante: La joventut com a metàfora (Feixa, 1993), y tu libro Gerações e valores na sociedade portuguesa se publicó cinco años después (Pais, 1998), coincidiendo con mi libro De jóvenes, bandas y tribus (Feixa, 1998). Ambos estábamos influidos por la escuela de Birmingham, pero no aplicábamos mecánicamente los cultural studies, sino que los adaptábamos al contexto histórico y cultural de Portugal y Cataluña. Además, los dos empezamos a investigar a los jóvenes en una coyuntura histórica particular: las posdictaduras ibéricas en los años setenta: Portugal (1973) y España (1975). Para empezar, ¿podrías explicarme tus orígenes familiares y cómo viviste tu adolescencia y juventud en el Portugal de la transición democrática?
José Machado Pais (JMP): Mi familia tiene orígenes rurales. Mi abuelo paterno era el supervisor de un vizconde, y mi abuelo materno tenía una venta y un establecimiento para la producción y venta de herrajes. Además, eran pequeños terratenientes rurales. Mi padre hizo el servicio militar en Lisboa. Un día volvió a sus orígenes y, en una noche de luna llena, acompañado por un guitarrista, dio una serenata a la puerta de mis abuelos maternos. Sus cinco hijas se asomaron a la ventana, sin saber cuál era la que pretendía. Hasta que mi padre cantó un conocido fado: el fado de Carmencita, «la gitana más bella que un sueño, que una visión». Se enamoraron, se casaron, Carmencita vino a Lisboa y once meses después nací yo. Mi certificado de nacimiento podría indicar que también soy hijo del fado. Por casualidad o no, el primer libro que publiqué fue sobre la bohemia lisboeta de antaño, donde, desde mediados del siglo xix, el fado comenzó a marcar una presencia muy fuerte en las tabernas frecuentadas por prostitutas (Pais, 1985). Nunca canté fado, pero sí me uní a algunos grupos musicales y, como el fado callejero, descubrí el gusto de deambular por el mundo. De joven usaba el ferrocarril. Eramás barato.
El proceso de transición democrática acompañó mi transición a la edad adulta. A los 15 años comencé a cuestionar la dictadura de Salazar debido a un trauma amoroso. Estaba con mi enamorada en un banco del jardín cogidos de la mano. Simplemente cogidos de la mano. En esto, un policía se acercó, de malos modos, maldiciéndonos con sus manos levantadas. Sólo muchos años después descubrí la existencia de multas severas contra supuestas manos perversas que violaban la moral pública. Las multas evolucionaban en una escala de ofensas morales que, con razón, comenzaban por la mano y evolucionaban así: mano sobre mano; eso en la mano; eso en eso; detrás de eso y con la lengua en eso, el más penalizado de todos los ataques indecentes. ¡Créeme, Carles! Sólo estábamos con las manos entrelazadas. Un simple gesto de cariño. Lejos de mí la intención o la tentación de comenzar una carrera potencial como delincuente moral en un banco de jardín. Ya estudiante universitario, me gradué en Economía, y fui consolidando una conciencia política de oposición a un régimen que movilizó a sus jóvenes contra una guerra colonial irracional, de la que escapé por poco. Con emoción natural experimenté la revolución de los claveles el 25 de abril de 1974. Con el establecimiento de la democracia, descubrí que, como dijo Paulo Freire, liberación no es una palabra hueca o mítica; es una práctica orientadora para la transformación del mundo.
CFP: ¿Cómo pasaste de joven a juvenólogo? Es decir: ¿cómo te hiciste sociólogo de la juventud?
JMP: Las experiencias juveniles fueron decisivas. Cuando tenía 17 o 18 años tocaba en una banda de rock, los Song’s Boys. De vez en cuando animábamos bailes de entidades recreativas. Allí tocábamos música romántica, propicia para parejas. Yo no quitaba los ojos de la pista de baile. El escenario era la ventana discreta de mis registros visuales. Sin saber cómo, el joven que era yo estaba creando una sensibilidad sociológica para capturar lo social. Una situación similar ocurrió con Pierre Bourdieu. Tenía orígenes rurales: nació en la región de los Pirineos Atlánticos y de joven asistió a bailes rurales. Su libro sobre el baile de los solteros, aunque publicado a principios del presente siglo (Bourdieu, 2002), recoge un largo artículo que apareció en 1962 en la revista Études Rurales, como resultado de sus observaciones juveniles.
Entonces, con la guitarra eléctrica en el hombro y los ojos bailando alrededor de las salas de baile, observé los rituales de aproximación, las estrategias de seducción, las formas y los enfoques corporales, los intercambios de miradas; en resumen, la magia de las interacciones sociales y sus simbolismos. Hice observación participante sin saberlo. O más bien, observación remota. Fue esta mirada al mundo del que formé parte lo que dio luz al juvenólogo que soy hoy, lo que me llevó a abrazar el mundo de las ciencias sociales. Por casualidad o no, uno de los primeros libros que publiqué fue sobre rituales de galantería en los círculos burgueses del siglo xix (Pais, 1986). El interaccionismo simbólico era el marco teórico de referencia, pero las observaciones en el salón de baile agudizaron mi imaginación sociológica. Años más tarde, en Culturas juvenis (Pais, 1993), volvería a interesarme por las citas de los jóvenes, sin olvidar los bailes de presentación en sociedad. La experiencia de la paternidad también fue un incentivo para pensar en los jóvenes a una escala más amplia. Un día, mi hija, de unos 12 años, que acababa de llegar de la escuela, me mostró una misteriosa hoja de papel, bien doblada, a cuyo acertijo me arrastró a su debido tiempo. Preocupada, quería mi consejo. Sabiendo que estaba investigando a los jóvenes, suponía que debía de tener una respuesta. Desplegué ansiosamente la hoja de papel con una tranquilidad mal disimulada. Era una carta para tener suerte en el amor. Con ese fin, tendría que dormir esa noche con la carta debajo de la almohada y escribir, en el pie izquierdo, el nombre del chico que más quería para ser su novio. Luego tendría que escribir seis cartas idénticas y dárselas a otros colegas. De lo contrario, sufriría seis angustias. «Papá, ¿qué hago?», me preguntó. Le dije que no se preocupara: era un juego de adolescentes. No me convenció la respuesta. Y a ella mucho menos. Tiempo después terminé escribiendo un libro sobre afectos y sexualidades juveniles (Pais, 2012). Quería saber más sobre la intimidad de los jóvenes. Interpretar el mundo es entregarse al mundo que se nos da. Entonces me convertí en sociólogo y en juvenólogo.
CFP: En 1998 organicé el primer Fòrum d’Estudis sobre la Joventut en la Universidad de Lleida, junto con otro amigo común, Joan Ramon Saura, entonces delegado de juventud de la Generalitat, y no dudamos en invitarte para hablar de la revolución de los claveles rojos, que tanta influencia tuvo en España. Recuerdo una conferencia espléndida en un aula magna llena de estudiantes, posteriormente publicada como artículo en varios libros editados por mí (Pais, 2000a; 2002). ¿Lo recuerdas?
JMP: ¡Sí, por supuesto! Jugaste un papel clave en el mapeo de los movimientos juveniles en la Península Ibérica y América Latina, al invitar a varios colegas a abordar el tema en dos publicaciones importantes (Feixa, 2002a; 2002b). Respondí a tu desafío y en esa reunión hablé de la revolución de los claveles rojos y la contribución de muchos jóvenes portugueses para hacerla posible. Lo que quedó en la historia fue el papel determinante, y de hecho innegable, de los capitanes de abril a medida que avanzaban con valentía para derrocar el régimen. Sin embargo, aunque no siempre es visible o valorado, la contribución de los jóvenes fue notable. La crisis académica que experimentó la universidad portuguesa en 1969 fue el primer gran enfrentamiento de los jóvenes con el régimen. Uno de los momentos de gran tensión política ocurrió en un partido de fútbol en Lisboa. Fue en la final de la copa portuguesa cuando el Benfica se enfrentó al Académica, un equipo de la Universidad de Coimbra, formado exclusivamente por estudiantes. La universidad estaba de luto por la represión policial contra los estudiantes. Cuando los equipos entraron en el campo, los jugadores del Académica aparecieron con sus capas negras de luto. El estadio estaba lleno, pero los presidentes del Gobierno y la República no aparecieron, ni la televisión oficial transmitió el partido. Se temía la oposición al régimen. Y apareció en el intermedio con carteles en la mano que decían: «Mejor educación, menos policía», «Universidad libre», «Democratización de la educación», etcétera. El juego se prolongó con tiempo extra, el Benfica ganó 2-1, pero muchos aficionados de este equipo lamentaron que el Académica no hubiera ganado la copa.
La guerra colonial en África también movilizó a muchos jóvenes a protestar. En la semana anterior al 1 de mayo, por la noche, los jóvenes pintaron las paredes de Lisboa con inscripciones contra el régimen: «Ningún soldado más hacia África», «Democracia ya», «Abajo el fascismo», «Fin de la guerra colonial» o «No somos carne de cañón». Los capitanes de abril sabían que los días anteriores a cada 1 de mayo la policía política vigilaba a los estudiantes. Luego, en 1974, una semana antes del 1 de mayo, decidieron seguir adelante con la revolución. Los jóvenes grafiteros, además de escribir mensajes de revuelta contra el régimen en las paredes, hicieron que la revolución fuera exitosa distrayendo a la policía.
CFP: En el año 2000 coincidimos en Lisboa, en la cumbre europea donde se presentó el White Bookon Youth. Tú pronunciaste la conferencia inaugural del evento. ¿Cómo valoras las políticas de juventud en Europa y el papel de los investigadores en su diseño?
JMP: Recuerdo perfectamente ese evento, celebrado en el Parque das Nações, a orillas del Tajo. Había participado en Bruselas en reuniones preparatorias para el Libro Blanco y me invitaron a Lisboa para hablar sobre el futuro de los jóvenes europeos. El objetivo de la reunión, que congregó a investigadores y formuladores de políticas, era promover un diálogo entre ellos, con miras precisamente a la contribución de los investigadores en el diseño de políticas de juventud. La víspera del evento fui al lugar donde tendría lugar para asistir a un concierto de Oasis. Al encontrarme con un grupo de jóvenes cyberpunk, estuve pensando en el libro de Bruce Sterling Mirrorshades, una antología dedicada a Mozart y a sus lentes espejados. Metafóricamente, pensé que el futuro de los jóvenes se podía mirar con lentes similares. Quizás estas lentes permitirían reflejar imágenes de significados múltiples y camuflados de las culturas juveniles, o imágenes desconcertadas de las cuales también está hecho el futuro de muchos jóvenes. Hay un punto incuestionable. Los formuladores de políticas colocan el futuro en la ecuación de sus políticas de acción para tomar las mejores decisiones. Por eso, atraen a los investigadores. Pero también les crea un gran problema. No pueden poner el futuro en una bandeja y decirles: aquí tienes el futuro, bien sazonado, listo para ser consumido. Sería un error, viciado además por una contradicción. Intentar conocer el futuro es asumir que es conocible, es decir, que ya está determinado. Pero el futuro no está determinado, es una construcción. Aún más el futuro de aquellos que se dice que son el futuro; es decir, los jóvenes. Como Paulo Freire nos enseñó, la inexorabilidad del futuro es la negación de la historia. Por lo tanto, el futuro debe ser cuestionado en lugar de ser delimitado.
En el presente libro, me propongo precisamente un cuestionamiento del futuro que nos permita imaginarlo. De esa forma, hacemos presente el futuro. ¿Y cómo podemos imaginar el futuro? En la lógica de los sistemas que se autoconstruyen, es decir, reflexivamente. Las políticas de juventud europeas no han sido insensibles a este problema. Por ello, han buscado conexiones entre los responsables políticos, los investigadores y los representantes de los jóvenes. Las políticas de intervención pueden ser erróneas si no están ancladas en estudios rigurosos de la realidad. Sin embargo, por otro lado, es necesario tener en cuenta las expectativas que los jóvenes construyen con respecto al futuro y los obstáculos persistentes para su realización.
CFP: En 2007 se publicó tu primer libro en castellano, Chollos, chapuzas, changas, feliz traducción de Ganchos, tachos e biscates (Pais, 2001), y tuve el honor de escribir el prólogo. El tema del libro era el trabajo precario de los jóvenes y el modelo de «juventud yo-yo», que cito profusamente en mi libro De lageneración@ a la #generación (Feixa, 2014). ¿Cómo ha cambiado el panorama del trabajo juvenil después de la crisis de 2009?
JMP: Hoy el trabajo ha perdido su relevancia como núcleo central para socializar y estructurar el curso de la vida de los jóvenes. En el modelo laboral fordista, el ciclo de vida se estructuraba en torno al trabajo: la preparación para el trabajo, a través de la escolarización, ocurría en la juventud; el ejercicio de una actividad profesional fue un marcador de la vida adulta; el abandono de la vida activa surgió en la vejez. El trabajo normalizó las fases de la vida, secuenciadas linealmente. Todo este panorama se ha transformado. En la senda del antropólogo Tim Ingol (2015) y su breve historia de las líneas, podríamos decir que la línea recta, un icono de la modernidad, dio paso a líneas rizomáticas fragmentadas, bifurcadas. Es por eso que los jóvenes, cuando se enfrentan con el mundo del trabajo, son artistas de la recomposición creativa, del reencantamiento de lo desechable, de las conexiones rizomáticas, de la creatividad fragmentaria. Es por eso que los jóvenes recurren a estrategias de scratch, oblicuas, la alquimia de la interconectividad, temas que desarrollo en el cuarto capítulo de este libro. El concepto tradicional de trabajo en sí mismo es cuestionable. En su poema «Menino do Mato», el poeta brasileño Manoel de Barros se refirió a las palabras desgastadas por su uso habitual. El trabajo es una de esas palabras estampadas por costumbre. Las nuevas culturas del trabajo han vuelto a resignificar el concepto al conectarlo con un nuevo espíritu creativo, internalizado por amplias capas juveniles.
Es cierto que en el panorama del trabajo juvenil persisten las vicisitudes asociadas con las desigualdades y exclusiones sociales. De hecho, el concepto de resiliencia está interviniendo cada vez más en las reflexiones teóricas sobre los dilemas de la sociedad actual, incluido el desempleo juvenil. Sin embargo, a los precarios tradicionales por exclusión ahora se unen los precarios por opción. En el primer caso, la supervivencia sólo es posible a través de trabajos ocasionales y mal pagados, cuando los hay. En el segundo caso, los caminos profesionales dan paso a la intermitencia y la precariedad, que se elige como una forma de vida. La movilidad profesional corresponde a una elección biográfica que no es exclusivamente de naturaleza profesional. Estudios recientes muestran que más del 60% de los profesionales de la generación millennial tienen una tasa de rotación significativa en el mundo de los negocios: en promedio, han experimentado más de cuatro trabajos hasta que cumplen los 30 años. Las empresas están comenzando a adoptar estrategias para retener a estos jóvenes. Entre ellos están los llamados trendsetters, jóvenes que, debido a su creatividad, lanzan nuevas tendencias en el campo de la moda, las artes, el diseño o el marketing, todos ellos muy conectados con la cultura digital. El relevante libro que publicaste sobre la juventud en la era digital (Feixa, 2014), al acentuar el acceso generalizado de los jóvenes a las tecnologías de la información y la comunicación, es una clara evidencia de los cambios incuestionables que se han producido en la sociedad contemporánea, que terminan reflejándose en el mundo del trabajo juvenil.
CFP: En 2009 tuve ocasión de invitarte a Buenos Aires a un foro de revistas de juventud, en el que coincidimos con otros investigadores latinoamericanos, como José Antonio Pérez-Islas. ¿Cuál ha sido la recepción de tu obra en Iberoamérica?
JMP: Tengo buenos amigos latinoamericanos, José Antonio Pérez-Islas es uno de ellos. En cuanto a la repercusión de mi trabajo en Iberoamérica, es mucho más expresiva en Brasil. Es natural que sea así. La mayoría de mis publicaciones están en portugués. Por otro lado, en mi universidad he recibido docenas de estudiantes de doctorado y profesores visitantes de Brasil. Muy pocos de otros países iberoamericanos. Lo que puedo decir con seguridad es que América Latina tiene un gran impacto en mi trabajo. Recientemente publiqué un artículo sobre la chamarrita, un baile de las islas de las Azores con fuerte presencia en toda la región del Río de la Plata, en América del Sur. Con una fuerte presencia en Rio Grande do Sul y Paraná (Brasil), la chamarrita —o chimarrita, como se conoce en Brasil— se extendió a Uruguay y la costa argentina que limita con Brasil, cubriendo toda la región de Entre Ríos y Corrientes. Entre 1864 y 1870, en la guerra paraguaya contra la triple alianza, que involucró a Brasil, Uruguay y Argentina, se convocaron y bailaron cantantes entre ganadores y perdedores de la guerra (Pais, 2018).
Lo que más valoro en los intercambios que tengo con colegas de Iberoamérica es la riqueza del conocimiento compartido, es la experiencia de la investigación como un regalo. También he aprendido mucho de artesanos, poetas y artistas. Gente del pueblo. Nunca olvidaré la lección que me dio un día un guía infantil de Olinda (Brasil). Me sorprendió por su profundo conocimiento histórico, desproporcionado para su aparente edad. Parecía tener unos diez años. Por curiosidad le pregunté la edad. Él me respondió: dieciséis años. Ante mi asombro, agregó: «¿Sabe, señor? Aquí, en Olinda, apenas envejecemos», lo que justifica las privaciones por las que estaba pasando y que se reflejaban en su fisonomía. Con el guía infantil aprendí que las etapas de la vida son parte de un campo de semántica social y simbólica. Es por eso que existe una variabilidad histórica en las representaciones sociales de las etapas de la vida. El otro día, hablando de los misterios de la vida, un poeta improvisador brasileño confesó: «Sólo comparo esta vida / con las curvas de la letra S. / Tiene una punta que sube, / hay otra punta que baja. / Las curvas que van en el medio / a todos nos barajan». Ahora, cada vez que uso el método biográfico, siempre busco las curvas de la vida que me ayuden a interpretarla. En otra ocasión visité a una ceramista paraguaya, Rosa Brítez, en su casa de arcilla en Itá. Me sorprendió la colección de figuras de arcilla apareadas, que reproducen el acto sexual en muchas posiciones diferentes. Le pregunté de dónde surgió la idea. La respuesta sonriente fue reveladora: «Tengo una experiencia de vida, tengo una tribu de hijos». Con Rosa Brítez, recientemente fallecida, aprendí que para descifrar los enigmas de la vida tenemos que abrir la caja fuerte de un tesoro de conocimiento. Contiene experiencias de la vida con todos sus misterios y significados. El tesoro es tanto más valioso cuanto más rica es la experiencia de la vida, es decir, cuanto más se prolonga el paso del tiempo en nosotros.
CFP: Nuestra ultima coincidencia se ha dado en la Universidad de Manizales, Colombia. En 2009 me concedieron el doctorado honoris causa. En 2018 te lo dieron a ti. También fuimos ponentes invitados en distintas ediciones de la Bienal Latinoamericana de Infancia y Juventudes. ¡Incluso tenemos índices h semejantes! Parece que nos vamos persiguiendo, ¿no?
JMP: En cierto modo, tenemos caminos paralelos y cruzados. Subvierten el principio matemático que sostiene que dos líneas paralelas no se cruzan. De hecho, al interpretar las trayectorias de la vida, lo que importa no es la línea recta sino la oblicua, su enredo, la red de relaciones sociales que estamos construyendo. En la línea de pensamiento del arquitecto brasileño Oscar Niemeyer, diría que no es el ángulo recto lo que me atrae, ni la línea recta, dura e inflexible; lo que me atrae es una curva libre y sensible. Por lo tanto, como Niemeyer (1998), valoro las curvas del tiempo. Es en estas curvas donde surgen los encuentros más inesperados. Las experiencias vitales más llamativas y potencialmente más reflexivas surgen de los giros de la vida, de las curvas de la letra S, a las que metafóricamente se refería el improvisador brasileño. En las curvas del tiempo, estoy feliz de haberte conocido en el camino. Nuestros caminos académicos terminaron entrelazándose de manera dialógica. Cuando en tu libro La imaginación autobiográfica (Feixa, 2018) hablas de la historia de la vida como dialógica, lo que encontraste en común en las biografías de dos revolucionarios catalanes, en el período de la guerra civil española, fue una base ética del compromiso político. Una base ética similar nos une en la forma en que hemos estado desarrollando nuestra producción científica y cómo se la damos a quienes nos leen. La vida es un gerundio, mucho más que un participio; un faciendum, mucho más que un factum; una existencia profundamente anclada a las experiencias de la vida que se enriquecen mutuamente. Los libros que escribimos y leemos son compañeros de nuestras andanzas compartidas.
CFP: ¡Qué final más poético y profundo! ¡Muito obrigado, querido amigo en gerúndio! ¡Até dentro em breve!
Carles Feixa
Bibliografía
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Introducción
En plena Segunda Guerra Mundial, poco antes de fallecer, Karl Mannheim publicó un estimulante libro titulado Diagnóstico de nuestro tiempo. Probablemente, Mannheim no imaginaba que el libro permanecería en la historia como una profecía. Sin embargo, algunos descubrimientos de su diagnóstico no han perdido validez. Según Mannheim (1946: 41), «la juventud pertenece a esas fuerzas latentes que cada sociedad tiene a su disposición y de la movilización de las cuales depende su vitalidad». Lo que nos sugiere Mannheim en su diagnóstico es que, en tiempos de crisis, los jóvenes pueden desempeñar un papel relevante en la revitalización de la sociedad y en el descubrimiento de nuevos rumbos sociales. Y también, sin duda, en el cuestionamiento de dilemas y desafíos que la sociedad y los propios jóvenes enfrentan.
Así sucedió en la década de 1960 con una avalancha de importantes movimientos juveniles, en los que los estudiantes universitarios asumieron un papel de liderazgo. Basta recordar las movilizaciones estudiantiles que se extendieron de París a Praga, pasando por Roma, Madrid, Barcelona, Lisboa, Varsovia y Berlín. Lo que sorprende es que estos movimientos ocurrieron espontáneamente en diferentes contextos políticos, económicos y sociales. A finales de marzo de 1968, Edgar Morin, en una célebre conferencia realizada en Milán («Protesta e Partecipazione della Gioventù in Europa»), formuló una hipótesis interesante para explicar esa coincidencia: rasgos comunes de un devenir histórico habrían provocado isomorfismos en diferentes latitudes geográficas. Uno de esos rasgos se destacaba: la vasta presencia y el liderazgo de jóvenes universitarios. De hecho, Morin nos alertaba sobre una acentuada «peninsularización» universitaria en la que los jóvenes contestaban valores dominantes de la sociedad, a la par que reivindicaban derechos de participación política hasta entonces reservados a los adultos. En este caldo de cultivo que el mundo estudiantil estaba generando, emergieron importantes corrientes juveniles contestatarias lideradas por los propios jóvenes.
Con la crisis económica de 2008, los movimientos juveniles se agitaron de nuevo. Es más, la situación de precariedad laboral que ya se vivía a finales del siglo pasado no le pasó por alto a Bourdieu, que en su libro Contrafuegos (1999) escribió un capítulo significativamente titulado «Actualmente la precariedad está en todas partes». Es cierto que la precariedad estaba por todas partes, pero entonces los jóvenes no revelaban una conciencia de clase tan expresiva como lo harían posteriormente. Los tiempos han cambiado y los jóvenes precarios ahora se ven como una «nueva clase peligrosa» (Standing, 2013) porque se han atrevido a indignarse (Van de Velde, 2011; Feixa y Nofre, 2013), ocupando las calles y las plazas públicas con manifestaciones y campamentos, clamando por trabajo y un nuevo orden social, reivindicaciones que han sensibilizado a las generaciones más mayores, socialmente más desprotegidas. Como veremos más adelante, los dos primeros capítulos sobrevuelan realidades sociales generadoras de futuros sombríos. Los otros tres se centran más en el tema de la creatividad juvenil.
El capítulo 1, «La esperanza en generaciones de futuro sombrío», muestra que, independientemente de la generación a la que se pertenece, las trayectorias de vida de muchos jóvenes y ancianos se caracterizan por un futuro incierto e imprevisible. Entre los más afectados por la crisis están las que podemos denominar generaciones con un futuro sombrío: los jóvenes sin expectativas de futuro, pese a tener un alto nivel de escolaridad, y los ancianos con una alargada esperanza de vida a la que no le encuentran sentido. Al analizar las ansiedades de la edad, provocadas por frustraciones y temores con relación al futuro cuando el presente carece de esperanza, aportamos datos de estudios europeos y análisis de casos centrados en jóvenes ibéricos.
El tiempo atrincherado entre futuros sombríos y tiempos de conquista lo sienten y sufren particularmente los jóvenes que abandonan su país de origen en busca de un futuro mejor que, en su propio país, no logran alcanzar. En el capítulo 2, «En busca de un Oeste: jóvenes inmigrantes», acompañaremos a Mihaela, una joven rumana que decidió marcharse a Lisboa para darle un nuevo rumbo a su vida. Rumanía nos ofrece un ejemplo de las tensiones que ocasionan las asimetrías sociales y que impelen a los jóvenes a marcharse del país, especialmente cuando las fuerzas de la tradición entran en conflicto con las de la posmodernidad. Del brazo de Mihaela y del sociólogo Alfred Schütz, cuyas contribuciones teóricas nos acompañan, veremos que el futuro de los inmigrantes se coloca en el mapa como si también fuera un país extranjero.
El capítulo 3, «Ciudadanía y participación», nos revela la inquietud de los jóvenes con relación a las formas arcaicas e insatisfactorias de participación social, que nos instigan a cuestionar y redefinir el concepto de ciudadanía y a problematizar el significado de su ejercicio. ¿Cómo pueden convivir los derechos universales con los derechos de una parte de la población que, como los jóvenes, abraza modos de vida que exigen pluralidad, diferencia, identidad e individualidad? Lo que se discute es el significado de una ciudadanía fluida y empática, compuesta de trayectividades, en la que resalta el deseo de participar, protagonizar y evadirse, como sucede en algunas culturas juveniles. Los jóvenes exigen una ciudadanía innovadoramente participada que reconozca no sólo los derechos establecidos, sino también los conquistados, una ciudadanía abierta al poder inventivo de los márgenes.
La creatividad juvenil no surge sólo en el dominio cultural, sino que salta a otros dominios, como el profesional. En el capítulo 4, «Cómics: la oblicuidad en futuros por inventar», veremos cómo la creatividad de los jóvenes recurre a estrategias oblicuas, tan queridas por el poeta portugués Fernando Pessoa. La oblicuidad, propia de la creatividad y del saber interpretativo de los mundos ficticios de las historietas, la utilizan los jóvenes amantes de los cómics como un capital cultural al profesionalizar su creatividad, desarrollando su capacidad —hecha de astucias y sagacidades— para interconectar acontecimientos, circunstancias, ideas y oportunidades. Esa creatividad, reivindicada y cultivada como expresión de sus subjetividades, transita, oblicuamente, del dominio de la vocación al de la profesión. De la misma forma que las historietas constituyen un arte secuencial, las trayectorias profesionales de los jóvenes también exploran secuencias que alcanzan, por oblicuidad, consecuencias inesperadas. Los objetivos surgen, oblicuamente, como desafíos impuestos por descubrimientos realizados durante el trayecto, haciendo el camino al andar.
El capítulo final del libro no tiene la pretensión de darlo por terminado, sólo presenta una interrogación para que reflexionemos sobre ella: «¿De qué estará hecho el mañana de los jóvenes de hoy?». De esta pregunta, que implícitamente está presente a lo largo del libro, se desprenden otras. ¿Dónde está el futuro? ¿Cómo agarrarlo o hacerlo aparecer? ¿El futuro existe como el supuesto recelo de perder lo que nos hace creer, anticipando su existencia? ¿Cuál es el futuro del futuro cuando deja de serlo y se hace presente? Con estas y otras interrogaciones en la cabeza, viajaremos por África y Latinoamérica en busca de futuros posibles, imaginados, anticipados, inventados, planeados, temidos. Evidentemente, en la ecuación del futuro introduciremos las oportunidades que las culturas digitales ofrecen y los desafíos educativos que implican nuevos rumbos sociales. El valor de la interrogación «¿De qué estará hecho el mañana de los jóvenes de hoy?» dependerá de su capacidad para abrirnos la mente. No tiene el propósito de encontrar respuestas que detengan las ganas de querer saber más. El desafío más estimulante es el de movilizar el pensamiento para reflexionar sobre el mañana que podemos construir con los jóvenes.
Agradecimientos
Los capítulos de este libro reproducen, con algunas adaptaciones, textos ya publicados en lengua portuguesa. Son los siguientes: «A esperança em gerações de futuro sombrio», publicado en la revista Estudos Avançados de la Universidade de São Paulo (2012, vol. 26, n.º 75, pp. 267-280), que constituye el capítulo 1; «Em busca de um Oeste: jovens imigrantes do Leste», que forma parte de mi libro Nos rastos da solidão, publicado por Âmbar (2006, pp. 313-346) y que aquí se reproduce en el capítulo 2; «O mundo aos quadradinhos: o agir da obliquidade», que forma parte del libro que coordiné junto con Maria Isabel Mendes Almeida, Criatividade, Juventude e Novos Horizontes Profissionais, publicado por la editorial Zahar (2012, pp. 143-185) y que aquí compone el capítulo 4. El capítulo 3 se publicó en lengua española con el título «Jóvenes, ciudadanía y ocio» en el libro compilado por René Bendit, Marina Hahn y Ana Miranda, Los jóvenes y el futuro. Procesos de inclusión social y patrones de vulnerabilidad en un mundo globalizado