La araña huachicolera y mitos de ocho columnas - Luis Javier Plata Rosas - E-Book

La araña huachicolera y mitos de ocho columnas E-Book

Luis Javier Plata Rosas

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Beschreibung

La araña huachicolera expone la evidencia —o la falta de ella— detrás de creencias populares, leyendas urbanas, charlatanerías y mitos que rigen el mundo de la pseudociencia, aquellos que aparecen en los medios digitales acompañados de frases como "lo dice la ciencia" o "científicos aseguran". Engaños de quienes, conscientemente, pretenden vendernos como ciencia aquello que carece de su rigurosidad metodológica, evidencia suficiente o, incluso, de base teórica alguna para respaldarlo. Deliberadas o no, la desinformación, la malinterpretación y la ignorancia de los resultados de la investigación científica pueden ocasionar que tomemos decisiones perjudiciales para nuestra salud sica y mental, nuestro bolsillo, nuestra sociedad, nuestro ambiente o la suma de uno o más de estos aspectos. Antes de (mal)gastar dinero en potenciadores de hormonas para tener la musculatura de Superman sin sufrir en el gimnasio o, peor aún, acabar en un quirófano al intentar "desintoxicarnos" y bajar de peso con un enema de café, leamos el ingenioso análisis de Luis Javier Plata para desmitificar —con toques irónicos— aquellos dogmas que se han ido reproduciendo como un bucle incesante en diversos medios y que no tiene sustento alguno.

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Ricardo Villanueva Lomelí

Rectoría General

Héctor Raúl Solís Gadea

Vicerrectoría Ejecutiva

Guillermo Arturo Gómez Mata

Secretaría General

Luis Gustavo Padilla Montes

Rectoría del Centro Universitario de Ciencias Económico Administrativas

Missael Robles Robles

Coordinación de Entidades Productivas para la Generación de Recursos Complementarios

Sayri Karp Mitastein

Dirección de la Editorial

Primera edición electrónica, 2022

Autor

© Luis Javier Plata Rosas

Ilustraciones

© Francisco Oldemar González Gómez

Coordinación editorial

Iliana Ávalos González

Jefatura de diseño

Paola Vázquez Murillo

Cuidado editorial

Nancy Gaspar Santana

Diseño de portada e interiores

Iordan Montes

Plata Rosas, Luis Javier, autor

La araña huachicolera y otros mitos de ocho columnas / autor Luis Javier Plata Rosas; ilustraciones Francisco Oldemar González Gómez. – 1a ed. – Guadalajara, Jalisco: Editorial Universidad de Guadalajara, 2022.

(Gabinete de curiosidades).

Incluye referencias bibliog´r´áficas

ISBN 978-607-571-646-6

1. Pseudociencia 2. Ciencia-Obras de divulgación I. González Gómez, Oldemar, ilustrador II. t. III. Serie

133 .P71 CDD21

Q172.5 P71 LC

YNX Thema

D.R. © 2022, Universidad de Guadalajara

José Bonifacio Andrada 2679

Colonia Lomas de Guevara

44657 Guadalajara, Jalisco

www.editorial.udg.mx

01 800 UDG LIBRO

ISBN 978-607-571-646-6

Octubre de 2022

Se prohíbe la reproducción, el registro o la transmisión parcial o total de esta obra por cualquier sistema de recuperación de información, existente o por existir, sin el permiso previo por escrito del titular de los derechos correspondientes.

Índice

Prólogo

Un mítico año con Lo + visto del periodismo científico

CIENCIA Y TECNOLOGÍA

No siempre el rosa fue de chicas y el azul de chicos

El cromatismo genérico en el tiempo

Cuida tu salud con el analizador cuántico de resonancia magnética de alta tecnología

El resonante fraude de la tecnología de resonancia cuántica

Cebolla al cortarse quita filo a los cuchillos

Los sulfuros corrosivos de una verdura

Seleccione al personal de su empresa con las pruebas de polígrafo más confiables

Las verdades sospechosas del detector de mentiras

Obesidad infantil e incremento del sedentarismo, efectos de los videojuegos

Los fat gamers y la respuesta a “¿esta consola me hace estar gordo?”

Estudiantes de primaria confían en sus maestros y abandonan falsas creencias

El fenómeno del cambio conceptual en la infancia

Retenemos 90 % de lo que enseñamos y 5 % de lo que escuchamos

La pirámide del (des)aprendizaje

El cuerpo no miente: 93 % de la comunicación es no verbal

El fraccionamiento arbitrario de la comunicación

CULTURA

Hallan hipocampo en La noche estrellada de Van Gogh

La neurología impresionista e imaginaria de un cuadro

Celebran ritual tecnochamánico con destellos de rayos gamma en CDMX

El tecnochamanismo y los estados alterados de conciencia

Crítico de arte asegura que la Mona Lisa no sonríe por tener sífilis

La neuropsicología emocional de la falsa sonrisa de La Gioconda

Enfermedad del amor: causa de muerte del compositor romántico Franz Schubert

El diagnóstico inconcluso de la enfermedad del autor de la Sinfonía inconclusa

Caída del Imperio romano por exceso de plomo en la sangre

El desplome de una hipótesis histórica

DEPORTES

Advierten a turistas que asisten al Super Bowl sobre riesgos del tráfico sexual

La leyenda urbana de los megaeventos deportivos como mercados de sexo

Anotación justo antes del medio tiempo da la ventaja psicológica

La teoría y la estadística detrás del momento óptimo de un gol

MEDIOAMBIENTE

Aumenta tu virilidad con una sopa de feto de pangolín

El sueño de opio de las escamas del pangolín

Abejas: si se extinguen, se acabaría la vida en el planeta

El Síndrome de Colapso de las Colmenas y la biodiversidad

MUNDO

Aterrorizan a Nigeria delincuentes guiados por la magia negra

Los efectos reales de la creencia en el mágico yuyu

Asociados con consumo de antidepresivos nueve de cada diez tiroteos escolares

La injusta condena de las drogas psicotrópicas

“Padre solo hay uno, no dos”; parejas del mismo sexo no deben adoptar

Los efectos nocivos (de las otras familias) en la crianza homoparental

Araña adicta a la gasolina obliga a revisar decenas de miles de autos

La amenaza automotriz de la sospechosa araña huachicolera

NEGOCIOS

Interpreta la mirada de la gente y mejora tus ventas con la PNL

La mentira de la mentira en la mirada de una pseudociencia

Despierta tu feminidad con los huevos vaginales de jade

La fantástica gimnasia kegeliana de un producto pseudohistórico

La publicidad subliminal, aunque no quieras, te convence

El sexo como promotor inconsciente de ventas

Rejuvenece, hidrata y reafirma tu piel con la mesoterapia

Las microinyecciones para macropérdida de peso ($)

Aumenta tu fuerza, libido y energía masculinas con un potenciador de testosterona

El ingrediente faltante en el éxito de la mercadotecnia para hombres

Transfusión de sangre joven ayuda a millonarios a no envejecer

La parabiosis experimental y el rejuvenecimiento experimentado

Atrae a los hombres con copulina, el olor del amor

Los fenomenales desengaños de una feromona

Construye tu mente social en la infancia temprana con Social Thinking®

El autismo y los enriquecedores (para su fundadora) recursos de una empresa

SALUD Y BIENESTAR

¿Leche? No, gracias. Un producto pernicioso para los seres humanos

La evidencia ordeñada a favor del lácteo vacuno

Antes y después del ejercicio, ¡estírate como las celebs!

La inutilidad de los estiramientos para prevenir lesiones

¿Comiste chop suey? ¡Cuidado con el síndrome del restaurante chino!

La intragable reacción al glutamato monosódico

Clean eating, la nueva tendencia en nutrición para tener el cuerpo que siempre soñaste

El juego sucio de una dieta de moda

Encuentra a tu pareja o descubre si te engaña con ayuda del tarot

El futuro negro y predecible de la tarotistadicción

¿Nuevo en la universidad? Estás en riesgo de engordar 7 kilos en tu primer año

Las quince libras extra para ser un universitario de peso completo

La hora de oro: tras un accidente de tráfico tienes menos de 60 minutos para sobrevivir

La accidentada supervivencia de una idea en traumatología

Detoxifícate y baja de peso con un enema de café

El lavado de cerebro de la hidroterapia de colon

Gua Sha: el secreto chino para una piel joven

El masaje para el que raspar no es cosa de guasa

Conoce lo que dice tu cara de ti con sólo verla

El desenmascaramiento del análisis de rostro

Cómo interpretar tu escritura con la grafología

La fallida lectura de la personalidad al pie de la letra

¡La forma y el tamaño de tu busto revelan cómo eres!

El invento mamográfico de un sexólogo

Referencias bibliográficas

Si el valor estético y artístico que este libro tiene es el mayor responsable de que quienes lo hojeen decidan leerlo, todo el mérito es de mis queridas amigas y admiradas editoras Sayri Karp e Iliana Ávalos, del igualmente admirable maestro Oldemar González y del equipo de la Editorial Universidad de Guadalajara. No recuerdo dónde leí esto, pero aquí aplica perfectamente: “Igualarlos tal vez podrán; superarlos, nunca”.

Gracias también, por supuesto, a mi gran amigo Iván Carrillo, quien me convenció de jugar como desmitificador en “Tangible” —su equipo goleador en las páginas de El Universal —, sin importar que en ocasiones quienes resultaran goleados fueran nuestros colegas de otras secciones del diario. Así de perversos e incontenibles son algunos de los mitos impresos en estas páginas.

Prólogo

Un mítico año con Lo visto del periodismo científico

A finales de 2018 mi buen amigo, el periodista Iván Carrillo, me invitó a colaborar en “Tangible: La experiencia del conocimiento”, un proyecto bajo su dirección para el diario El Universal que nos daba completa libertad de escribir, como quisiésemos, lo que quisiésemos sobre ciencia… siempre y cuando lo que quisiésemos, en mi caso, fuese para desmitificar aquellas notas que en los medios digitales aparecen con etiquetas y frases como “lo dice la ciencia”, “científicos aseguran” y otras del mismo corte con cuya invocación se supone —en no pocas ocasiones, correctamente— que basta para que asumamos que todo lo que las acompaña es verdad.

De enero a noviembre de 2019, todos los miércoles apareció mi sección “Fuera mitos” en el sitio en línea de El Universal. Con ayuda de los estudios más recientes provenientes de la literatura científica, mi propósito en esta sección fue exponer la evidencia —o la falta de ella— detrás de creencias populares, leyendas urbanas y charlatanerías pseudocientíficas. Sobre esto último, aunque es verdad que hay divulgadores que cruzan el pantano de los embustes regañando a media humanidad por empañar su pensamiento crítico al creerlos, mi manchado plumaje no es de esos. De hecho, creo que lo que sale de mis metafóricas plumas (y de mi pico) está más emparentado con El Pájaro Loco de las caricaturas de Walter Lantz que con algún ruiseñor académico, y es por eso que, en vez de aparecer melódicos cantos de erudición, surgen más bien graznidos burlones ante los variopintos engaños de quienes, conscientemente, pretenden vendernos como ciencia aquello que carece de su rigurosidad metodológica, de evidencia suficiente o, de plano, de base teórica alguna para respaldarlo.

Deliberadas o no, la desinformación, la malinterpretación y la ignorancia de los resultados de la investigación científica pueden ocasionar que tomemos decisiones perjudiciales para nuestra salud física y mental, para nuestro bolsillo, para nuestra sociedad, para nuestro ambiente o para la suma de uno o más de estos aspectos. Prueba de ello es (mal)gastar dinero en potenciadores de testosterona para tener la musculatura de Superman en una de sus encarnaciones más recientes (la de Henry Cavill, por supuesto) sin sufrir en el gimnasio o, peor aún, acabar en un quirófano al intentar “desintoxicarnos” y bajar de peso con un enema de café recomendado por Martha Debayle.

Los mitos no discriminan ninguna de las secciones de un periódico e, inclusive, a veces llegan a ocupar las ocho columnas de su portada. Fue el caso de la lectora de rostros, cuyos servicios fueron requeridos por El Universal a raíz de la liberación de Ovidio Guzmán, para informarnos que, por la forma en que crece su barba y por su tipo de entrecejo, el hijo de El Chapo “no es mandón ni impositivo”. O sea, que ya quisiéramos tener alguien como él de jefe directo.

Es común que buena parte de estos y otros mitos sobre los que escribí —si no es que todos— sean reusados y reciclados año tras año, con infinitas y minúsculas variaciones que les dan un aspecto de frescura a quienes los leen (o, al menos, esa es la intención), a pesar de que llevan más de una década viajando como espectros (electromagnéticos) por el ciberespacio.

Con casi medio centenar de “Fuera mitos” en mente y en el sitio en línea de El Universal, en vista de que en diciembre de 2019 el diario decidió no continuar con “Tangible” y retirar de la red todo lo relacionado con este proyecto, incluida mi mítica sección, de inmediato busqué la manera de rescatar su contenido. Gracias a la manada que conforma nuestra Editorial de la Universidad de Guadalajara, encabezada por la leona Sayri Karp, la verdad y la mentira detrás de cada mito sobre el que escribí están de vuelta en una edición que ya quisiera cualquiera de los más exitosos embaucadores presentes en estas páginas.

Los textos aquí reunidos estuvieron disponibles en línea gratuitamente durante el año que duró “Fuera mitos” y “Tangible”. La mayoría de ellos no tardó en alcanzar y mantenerse en los primeros cinco lugares de Lo + visto del sitio en línea como resultado de que, en menos de una semana, cada nota ya había sido vista por más de quince mil usuarios únicos (es decir, lectores contabilizados sólo una vez, aunque cliqueasen más veces el enlace al artículo) de diferentes partes del mundo.

Espero que estas desmitificaciones sigan siendo tan bien recibidas como en ese entonces. También, que sean una fuente confiable de verificación empírica y que en algo —ojalá que en mucho— contribuyan a la formación de una cultura científica. Pero, sobre todo, espero que su lectura sea placentera.

Luis Javier Plata Rosas

No siempre el rosa fue de chicas y el azul de chicos

El cromatismo genérico en el tiempo

Si hemos de creer el tuit de la ministra brasileña Damares Alves, los niños de la nueva era (en sus palabras) se visten de azul y las niñas de rosa, pero, incluso en la vieja era, incluso fuera de Brasil e inclusive antes de que nazca el bebé, su sexo ya ha determinado, en la gran mayoría de las familias, que buena parte de su ropa y accesorios sean de uno u otro de estos dos colores.

Y si uno consulta periódicos y revistas en línea (El País o GQ, por ejemplo, sin pretender sacarle los colores a publicaciones que, por lo demás, son bastante confiables y respetables) y hasta buena parte de la literatura científica sobre el papel de estos colores como indicadores de género, nos enteraremos de que, según nos dicen, la historiadora Jo B. Paoletti explicó en un libro titulado Pink and Blue: Telling the Girls From the Boys in America que, en Estados Unidos, el rosa estaba asociado con los niños y el azul con las niñas hasta los años cuarenta, década a partir de la cual esta convención se invirtió para quedar como la conocemos desde entonces.

Entre la evidencia mostrada por Paoletti —posiblemente la más reproducida por los medios que han tocado el tema— tenemos una tabla publicada por la revista Time en 1927; en ella observamos que tiendas departamentales como Marshall Field’s y Maison Blanche usaban rosa para niños y azul para niñas, en tanto que Macy’s y Bullock’s elegían lo opuesto. Esta tabla es, precisamente, una prueba de la incongruencia de reafirmar lo que dicen que afirma Paoletti, pues lo que tenemos ante nosotros es lo que realmente escribió ella en su libro: que antes de 1940 había una inconsistencia en la asignación de estos colores a cada género. Paoletti nunca afirmó que se hubiese invertido esta relación.

Un problema no menor, si lo que queremos es determinar si la asociación azul-niño, rosa-niña es meramente sociocultural o si hay alguna posible explicación biológica detrás de ella, es partir —como algunos autores lo han hecho— de lo que se ha convertido en un mito científico tanto por las citas erróneas sobre las conclusiones de Paoletti como por las escasas evidencias en que están basadas éstas y que, como señala el psicólogo Marco Del Giudice, consisten en un puñado de artículos (cuatro textos, para ser exactos) de revistas de esa época. En uno de ellos se lee que “… el rosa, siendo un color más decidido y fuerte, es más adecuado para niños, mientras que el azul, que es más delicado y frágil, es más bonito para niñas” (The Infant’s Department, 1918).

Del Giudice (2012 y 2017) decidió investigar las asociaciones azul-niño, azul-niña, rosa-niño, rosa-niña en libros publicados en inglés en Estados Unidos y en el Reino Unido entre los años 1881-2000, a partir de la herramienta Google Books Ngram Viewer, lo que le permitió rastrear en ocho millones de textos digitalizados. Además de ello, aprovechó el archivo histórico de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos para buscar en doce millones de páginas de periódicos y revistas en el periodo de 1789 a 1924.

En ninguno de los casos Del Giudice halló evidencia de que ocurriese una inversión en la convención azul-niño, rosa-niña, pero sí encontró que, mientras que en los libros se mantiene esta asociación, en los periódicos estadounidenses se confirma cierto grado de la inconsistencia detectada por Paoletti entre finales del siglo XIX y principios del XX. Del Giudice llama la atención sobre la rapidez con que, a pesar de esta inconsistencia, la actual convención de los colores azul-rosa como marcadores de género se ha extendido por todo el mundo, abarcando aun las culturas no occidentales, y aventura dos posibles hipótesis sujetas a comprobación futura:

1.A principios del siglo pasado eran sobre todo las madres y las abuelas —y no los padres ni los abuelos ni mucho menos niñas y niños— quienes principalmente elegían la ropa y los juguetes de sus querubes, y como muestra de ello cita un fragmento del 30 de diciembre de 1927 del Evening Public Ledger (un diario de Filadelfia): “Eso es lo que se acostumbra, rosa para una niña, azul para un niño. Pero muchas madres a quienes les gusta el rosa visten con éste a sus bebés, sean niños o niñas”.

2.Las técnicas de teñido, de impresión de color y otras tecnologías de coloración no eran tan avanzadas a principios del siglo XX, por lo que es posible que los tonos de rosa y azul en las primeras décadas de ese siglo no fueran las idóneas para generar marcadas preferencias por uno u otro color. En comparación, los rosas y azules brillantes de hoy en día podrían funcionar como un estímulo supernormal que se aprovecha de una preferencia preexistente (¿innata?) para desencadenar una respuesta exagerada y evolutivamente condicionada. De ser correcta esta conjetura, el rosa y el azul, como superestímulos, serían para nosotros los humanos el equivalente a los huevos artificiales —mayores en tamaño y pigmentación a los reales— que, en experimentos con diferentes especies de aves, las mamás plumíferas prefieren en vez de los que contienen a sus polluelos.

Al descartar la supuesta inversión que apuntaba a una explicación sociocultural para el —bajo esa perspectiva— arbitrario etiquetado cromático de niñas y niños, y sin despreciar el efecto que el aprendizaje social tiene, estudios recientes indican que sí existe una predisposición biológica en la preferencia que por estos colores tiene cada sexo, sin importar si los individuos son parte de la cultura occidental o si se trata de árabes, japoneses o miembros de tribus como la yali de Papúa Nueva Guinea.

Ignoramos con certeza la causa de esta inclinación cromática-sexual, pero entre las hipótesis —altamente especulativas— que se postulan está la que señala que, en tiempos prehistóricos, dos mecanismos pudieron haber favorecido a las hembras de nuestra especie con mayor sensibilidad para percibir tonos rosas o rojizos: 1) la especialización en identificación y recolección de frutos; 2) la detección de señales emocionales en otros humanos, varias de las cuales involucran cambios sutiles en la coloración de la piel (por ejemplo, rubor de las mejillas) debido a cambios en la circulación sanguínea. La preferencia por el rosa podría estar parcialmente asociada a la preferencia de las hembras de nuestra especie por los bebés, considerando que este color sirve como un indicador de buena salud de las crías. También podría ser que, como en otras especies de primates, los tonos rosas y rojizos en machos sean indicadores de salud y de atractivo sexual para las hembras.

Según Auster y Mansbach (2012), el hecho de usar estos colores como estereotipos de género puede tener muchos y variados efectos negativos. Como muestra tenemos el caso de los juguetes como microscopios, telescopios, juegos de química o de construcción que, a pesar de su naturaleza educativa para uno u otro sexo, exhiben una paleta de colores casi idéntica a la de los juguetes marcados por los fabricantes como “para niños”, lo que puede tener una gran influencia en lo que niñas, niños —y, por supuesto, también adultos— piensan sobre estos juguetes y en lo que eligen comprar, limitando las experiencias de unas y otros.

¿Por qué no querría una niña el kit de herramientas en su estuche azul, a pesar de que sólo aparecen fotografías de niños en su empaque? ¿Por qué no se le antojaría a un niño hacer galletas en un horno “mágico”, sin importar que éste sea de color Pantera Rosa? Preguntas que no buscan que perdamos el color, pero que pintan con negros matices prejuicios de género tan arbitrarios como estos.

Cuida tu salud con el analizador cuántico de resonancia magnética de alta tecnología

El resonante fraude de la tecnología de resonancia cuántica

Una posible ley empírica, obtenida a partir de observaciones en las páginas dentro y fuera de la red de los fanáticos del new age, y que las generaciones d. E. (después de Einstein) podrían poner a prueba, es “La espiritualidad de una cita en la que aparece el término ‘energía’ se incrementa exponencialmente toda vez que es atribuida a Einstein”.

Como corolario tenemos que, si descubrimos que el autor de la frase motivacional no es el mismo que aquel a quien debemos la teoría de la relatividad, la veneración con la que en un inicio vibramos ante palabras tan energizantes desaparecerá más pronto que si se hallase en la vecindad de un hoyo negro. Por ejemplo:

Todo es energía y es todo lo que hay acerca de ella. Iguala la frecuencia de realidad que deseas y no podrás evitar más que obtener esa realidad. No puede ser de otra manera. Esto no es filosofía. Esto es física.

Y esto, por más que añadan al final el nombre del famosísimo nobel, no lo dijo él, sino Bashar, un extraterrestre multidimensional (que en esto se parece a Mr. Mxyzptlk, el enemigo pentadimensional de Superman) del futuro que es canalizado por un terrícola de nombre Darryl Anka. O al menos de eso están convencidos (o dicen estarlo) tanto Anka como su círculo de seguidores desde hace tres décadas.

Todo esto viene a cuento porque existe una confusión entre la energía como concepto indispensable —y nada espiritual— en física y la misteriosa e inexistente energía vital o chi, que pasa por nuestro cuerpo a través de “líneas de corriente” igualmente inexistentes llamadas “meridianos”.

En sus lecciones de física universitaria, Richard Feynman (colega de Einstein y también nobel de física) explicaba que “… existe una cierta cantidad, que llamaremos energía, que no cambia en los múltiples cambios que experimenta la naturaleza. Esta es sobre todo una idea abstracta, porque es un principio matemático; lo que dice es que hay una cantidad numérica que no cambia cuando algo ocurre. No es una descripción de un mecanismo ni nada en concreto…” Esto tampoco impide, faltaba más, que compañías como Aegea construyan por completo su línea de productos Energentics™ a partir de su libre interpretación de que “Todo es energía, declaró Einstein”.

Fundada por el exmarine John G. Prosser II y el director de marketing Jeff Cohen, Aegea considera —al igual que muchos dentro del movimiento new age— que, dado que toda la materia está hecha de “átomos energéticos que producen, emiten y reciben energía operando a frecuencias específicas”, y que nuestras células, tejidos y órganos “tienen sus propios campos electromagnéticos”, si usamos una “tecnología de resonancia cuántica” podemos “sintonizar” nuestro cuerpo a una frecuencia “saludable”. A pesar de que en ninguna parte del sitio en línea de esta empresa explican qué quieren decir con “resonancia cuántica”, compañías similares en China y otros países, así como otras páginas promotoras de productos new age, usan el término para referirse a cualquier cosa, animal (humanos incluidos) o espíritu que mediante acupuntura, ayurveda, reiki o un simple acto de voluntad pueda alterar la “frecuencia energética” con la que vibramos para así alcanzar el nirvana o, como mínimo, sanarnos de todo mal.

Prosser y asociados presumen de haber patentado este sinsentido en Estados Unidos, aunque en la oficina de patentes de ese país lo que más se acerca a tan milagrosa invención es un “Sistema, proceso y dispositivo para la emisión o el incremento de energía que afecta al cuerpo humano” (patentado en 2018), y que es un chip que, en contacto con la piel, genera campos electromagnéticos. Hassler, Hassler & Hassler son los inventores y, a pesar de que dos de ellos son también responsables de una segunda invención también promovida por Aegea, no aparecen como parte del “Equipo Cuántico” (en palabras de esta compañía) y ni siquiera en algún minúsculo rincón del sito en línea.

Pero veamos las maravillas que nos ofrece la línea Energentics, comenzando por su producto estrella: café tostado oscuro colombiano. No es un simple café: Es la sinergia de café + innovación energética. Además de estar en el “top 1 % de los mejores granos de café del mundo”, añadírsele vitamina D y todo el complejo B, té verde, dopamina, aminoácidos, ginseng, cocoa, glucosamina, canela y colágeno, además de todo ello… ¡contiene “nuestra avanzada ciencia y nuestra firma patentada de Energía Tesla”! Sea lo que sea esto, pues nadie se tomó la molestia de inventar una explicación (o tuvo vergüenza suficiente para no intentarlo). ¿Es, tal vez, la energía almacenada en cada grano de café como resultado de hacerlo vibrar con la tecnología de resonancia cuántica?

Una infografía que acompaña al supercafé nos indica que esta mágica infusión contiene potenciadores del humor, del cerebro, de la concentración, de la vitalidad y el zen, del metabolismo, de la belleza, del desempeño y —no podía faltar— de la energía. Tampoco nos emocionemos tanto, porque en letras pequeñas al final de la página leemos que nada de lo que Aegea ha dicho ha sido evaluado por la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos y que el café no sirve para diagnosticar, tratar, curar ni prevenir ninguna enfermedad, lo que demuestra que, por muy convencidos que estén de la magia de sus productos, en Aegea tampoco son estúpidos.

Quienes no toman café (sí, existen adultos así) pueden optar por una Energy Card. Como el abanico de papel que vendía Don Gato, anunciado en las caricaturas como un “sistema portátil de refrigeración” que había que usar mientras repetíamos: “adentro el aire bueno, afuera el aire malo”, mientras portamos lo que parece una vulgar tarjeta de crédito, gracias a la resonancia cuántica que genera de la nada y con la pura proximidad con nuestro cuerpo, sentiremos que la “energía benéfica y saludable, las frecuencias y las longitudes de onda que penetran la piel y las células del cuerpo enriquecen la oxigenación celular, la circulación y ayudan al proceso de sanación y de salud”. Qué lástima que la buena vibra no se mantenga por culpa de la misma advertencia descrita en el párrafo anterior y que vuelve a aparecer al final de la página en línea.

Hablando de buenas y malas vibras, ¿no tendrán tarjetas para protegernos de todas las que nos llegan vía celular? ¡Alabada sea Aegea! ¡Sí! Para ello crearon hologramas Energentics EMF (siglas en inglés de campo electromagnético), que “protegen al cuerpo de los efectos negativos de los campos electromagnéticos”. Añaden: “El Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer clasifica a las frecuencias electromagnéticas como posibles carcinogénicos en humanos”. Es verdad… al igual que al papel carbón, a las monedas de níquel, al café, al talco y a otras más de 260 sustancias que están en la categoría IIB, lo que no significa que haya evidencia de que ninguna de ellas ni el uso de celulares produzcan cáncer.

Si lo que queremos es que la tecnología de resonancia cuántica nos ayude a conservar frescas por más tiempo nuestras verduras, tenemos la Energentics Freshness Card (la segunda patente de dos del trío de Hassler, que ganó un premio Edison, otorgado no por científicos ni con base en la ciencia detrás del producto, sino en reconocimiento al “desarrollo, marketing y lanzamiento de nuevos productos y servicios”. No hay ningún estudio que indique que funcione).

Animalistas como ninguno, en Aegea no olvidan a las mascotas y venden también tarjetas para nuestras mascotas (Energentics Pet).

A todos los interesados en estos productos cuánticos que, como bien menciona la compañía, “caben en un sobre” y pueden enviarse con un máximo de utilidad (para la empresa) a cualquier parte del mundo, si nada de lo hasta aquí expuesto ha despertado su escepticismo porque “también se burlaron de Tesla”, “esos de El Universal escriben por consigna”, “no saben nada sobre ciencia de frontera” o (sin)razones similares, puede que encuentren mejores motivos para dudar al saber que Aegea trabaja con el socorrido esquema —más bien estafa— piramidal, en el que comienzan como vendedores Bronce y terminan, en el séptimo nivel o círculo del infierno, como vendedores Élite Platinum.

Por mi parte, en vez de enrolarme y aunque no lo dijera Einstein, prefiero seguir otro de los aforismos de Bashar, mi marciano favorito: “Si tienes bloqueo de escritor, escribe sobre tener bloqueo de escritor y no lo tendrás más”.

Cebolla al cortarse quita filo a los cuchillos

Los sulfuros corrosivos de una verdura

Cada uno escoge el tamaño de la cebolla con la que va a llorar al ver cómo el cuchillo con que la parte pierde su filo, sin importar que esté fabricado en acero inoxidable (¡ja!) con alto contenido de carbono, triple remache que no requiere afilado (¡JA!), probado con láser para garantizar una óptima potencia de corte y con mango de propileno antideslizante y ergonómico.

Y en estos tiempos posmodernos en los que ha quedado más que superada esa mezcla de estereotipo de género y frase motivacional según la cual “los hombres no lloran”, el tráfico en los foros de discusión en línea de sitios cinegéticos como En la mira y México armado, que discuten si es o no un mito el pernicioso efecto cebollístico, da la impresión de que son los amantes de la cacería, por arriba de los chefs, quienes más se preocupan por conservar el filo de su instrumento.

Uno de los participantes de estos foros para amantes de las armas blancas y no blancas asegura que, como la cebolla y los ogros tienen varias capas, es esta característica la que origina la creencia de que un vegetal de aspecto tan inofensivo arrebate el filo a los cuchillos (si es porque él piensa que los otros pensamos que, con cada capa que corta, el cuchillo se desafila cada vez más, o por alguna otra razón, es algo en lo que no ahonda). Añade que, eso sí, como la cebolla es muy ácida, de no lavarlo con agua y secarlo, el cuchillo sí se oxidará.

Un segundo apasionado de la caza y de los cuchillos (no sabemos si de las cebollas) responde a su compadre que un hermano suyo aficionado a la cocina le dijo que “la cebolla tiene ácido sulfúrico”, que “si se deja actuar sobre el cuchillo [el ácido sulfúrico] es lo suficientemente poderoso para corroer la parte más delgada y fina [de éste], o sea, el filo”. La posibilidad de quemarnos la garganta con el ácido sulfúrico de la cebolla no inquieta a este alegre compadre porque ha sido informado de que la cebolla lo contiene en concentraciones demasiado bajas como para afectar nuestra boca (que, ¿quién puede negarlo?, en algunos casos es más filosa que la hoja de cualquier puñal, daga o navaja). Y tampoco habría que inquietarse demasiado por el cuchillo, pues la solución del hermano del compadre para evitar la corrosión es la que ya indicaba el participante número uno arriba citado.

Otras páginas en línea son como cuchillos de palo, que no cortan, pero cómo dan lata a la hora de hacer recomendaciones para proteger tan preciados utensilios de cocina y que parten de la afirmación o negación de este mito atribuido a las abuelas por más de uno. Es mejor cortar por lo sano y hacer eco del plurimencionado compadre cuando escribe que “algunos mitos tienen su explicación, sólo hay que acercarse a quien maneje algunos detalles técnicos”. En este caso, los “detalles técnicos” han sido manejados por un grupo interdisciplinario de físicos y químicos encabezado por Mohamed Izzharif Abdul Halim, quienes pusieron a prueba esta vieja creencia y dieron a conocer sus resultados apenas en enero de este año.

Los lectores están a punto de contemplar el gran poder de la investigación científica en general y del método experimental en particular a la hora de revelar lo que sucede al poner en contacto cebollas y cuchillos. Para abrir boca, degustemos una pequeña porción del artículo científico de Abdul Halim y colaboradores (2019):

Durante el proceso de cocinado o de preparación de platillos, es necesario alterar la forma de la Allium cepa [el nombre científico de la cebolla], comúnmente al cortarla, rebanarla o picarla, con el fin de hacerla del tamaño de un bocado o para incrementar su razón de área superficial para ayudar a liberar su sabor.

Esto se logra, por lo general, con ayuda de un cuchillo de cocina, comúnmente fabricado con acero inoxidable (¡ja!, otra vez), que es una aleación de fierro con entre 10 % y 15 % de otros metales, como cromo, níquel y molibdeno, además de una pizca casi insignificante de carbono.

Como parte del diseño experimental, los científicos compraron 6 cuchillos a los que etiquetaron como A, B, C, D, E y F. Con los cuchillos A, B y C cortaron cebollas; y con los cuchillos D, E y F cortaron papas (Solanum toberosum) como comparación. Después de cortar cebollas o papas, cada cuchillo fue lavado y secado de inmediato para evitar reacciones químicas posteriores a las que, de existir, ocurrieron durante el contacto entre las hojas de los cuchillos y las verduras. Los cuchillos fueron almacenados en un contenedor hermético para prevenir su oxidación. El experimento duró 7 semanas, tiempo en el cual los investigadores cortaron diariamente papas o cebollas (según correspondiese al etiquetado del cuchillo).

Antes de iniciar el experimento, y al término de cada semana de la duración de éste, el lado y el borde de la punta de cada uno de los seis cuchillos fueron fotografiados con un microscopio digital, aumentando la imagen 800 veces. El ancho del borde de cada cuchillo fue medido en micrómetros.

Los compuestos volátiles presentes en la cebolla, que se liberan a la atmósfera al ser cortada, fueron determinados con un cromatógrafo de gases. Los investigadores encontraron abundantes cantidades de disulfuro de dipropilo y, en mucho menor proporción, metil propil sulfuro y dipropil trisulfuro, además de ácido acético. Estudios previos han mostrado que los sulfuros (moléculas de azufre unido a otros elementos) son extremadamente corrosivos al contacto con superficies metálicas y que son responsables de un fenómeno conocido como agrietamiento por esfuerzo o tensión de sulfuro, en el que el azufre reacciona con el acero y otras aleaciones para producir sulfuros metálicos, generando de paso óxidos y corrosión. A esto hay que añadir el efecto de la presencia del ácido acético, que acelera el proceso corrosivo al suministrar más iones hidrógeno.

Al aplicar toda esta química a nuestro cuchillo cebollero, obtenemos que la pérdida de su filo se debe a que los sulfuros que se liberan al cortar la cebolla atacan directamente la superficie metálica del utensilio en presencia de ácido acético, adelgazando y suavizando ésta. Conforme el borde se adelgaza y suaviza, poco a poco se separan de él fragmentos microscópicos como consecuencia del movimiento físico de corte. En un intervalo pequeño de tiempo, este efecto es mínimo y localizado en el borde, en tanto que el resto del cuchillo que no estuvo en contacto con la cebolla no experimenta ninguna corrosión, pero luego de cierto tiempo y aunque se lave, se seque y se guarde herméticamente, el contacto directo con los sulfuros liberados por las cebollas al cortarlas nos dará un cuchillo romo, sin importar qué tan buena sea la calidad de éste.

Y es así como la ciencia de materiales deja sin mella un mito que resultó no serlo: el ataque de las cebollas corrosivas.