La casa como jardín - Xavier Monteys i Roig - E-Book

La casa como jardín E-Book

Xavier Monteys i Roig

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Beschreibung

Este no es un libro sobre jardines ni tampoco sobre el paisaje, sino que es un libro sobre la casa observada desde la óptica del jardín. El texto es una invitación a considerar la casa a través del jardín, que, por otro lado, está tan próximo a ella desde su mismo origen. Tal vez el interés por acercar la casa al jardín pueda explicarse con la afirmación de Ian Hamilton Finlay, el autor del jardín Little Sparta: "Un jardín no es un objeto, sino un proceso", algo que implica una acción, una tanto nuestra como de la casa. Cuarto de la serie iniciada con Casa collage, La habitación y La calle y la casa, el libro explora distintas realidades, aísla algunos episodios próximos o aparentemente ajenos a la casa y señala otros que podríamos considerar como "comportamientos", como la búsqueda de la fantasía, para con ellos tejer un acercamiento a la casa que invite a entenderla como algo de lo que formamos parte, que completamos y que es sensible a la contingencia que la hace crecer. Una casa más cercana a incorporar que a limpiar, a sembrar que a dibujar. El jardín es una casa, y la casa un jardín.

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Editorial Gustavo Gili, SL

Via Laietana 47, 3.º 2.ª, 08003 Barcelona, España. Tel. (+34) 93 322 81 61

La casa como jardín

Xavier Monteys

GG®

 

Diseño gráfico: Toni Cabré

Revisión de estilo: Iñaki Domínguez

Ilustración de la cubierta: Lina Bo Bardi y Carlo Pagani,

“L’acquario in casa”, Lo Stile, núm. 10, octubre de 1941.

© Instituto Bardi/Casa de Vidro

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

La Editorial no se pronuncia ni expresa ni implícitamente respecto a la exactitud de la información contenida en este libro, razón por la cual no puede asumir ningún tipo de responsabilidad en caso de error u omisión.

© Xavier Monteys

© Editorial Gustavo Gili, SL, Barcelona, 2021

ISBN: 978-84-252-3242-8 (epub)

www.ggili.com

Producción del epub: booqlab.com

Índice

Introducción

El jardín es una casa, la casa un jardín

El orden superpuesto

Huertos

Los cármenes de Granada

El carmen de la Fundación Rodríguez-Acosta

El palacio de los marqueses de Fronteira

El Romeral de san Marcos

Accidentalismo y contingencia

Cunetas: jardines en los caminos que nos llevan a casa

Lacaton & Vassal y los invernaderos

Limoneros: colecciones de cítricos

La “cubierta jardín” de Porte Molitor y otros jardines

Lina Bo Bardi, los animales y el circo

El jardín del futuro

Interiores vestidos de jardín

Los muebles y el jardín

Blumenfenster: pequeños jardines de ventana

Fantasías

La casa cueva de Juan O’Gorman

Casas, colecciones, museos y jardines

cabosanroque

Hotel Palenque

Algunas relaciones difíciles

Los jardines casa de la arquitectura japonesa

La Casa con plantas de Junya Ishigami

La casa pensada como un jardín: la Hexenhouse

La casa de Annie y Aldo van Eyck en Loenen

Agradecimientos

Origen de las ilustraciones

 

A mi hermano Luis

 

 

 

 

 

 

 

 

 

“Un libro es como un jardín que se lleva en el bolsillo”.Proverbio árabe

Introducción

Antes que la casa fue el jardín, el Paraíso, pero aun así este no es un libro sobre jardines, ni tampoco sobre paisaje, sino un libro sobre la casa observada desde la óptica del jardín. Mi anterior libro, La calle y la casa,1 acababa con unos comentarios sobre el jardín, y desde ahí arrancamos este texto. Varias cosas han llevado a tomar el jardín como un espacio inspirador de la casa. Algunas son claramente personales —debidas a la experiencia propia y asociadas a anteriores observaciones sobre la casa y a la inevitable modificación de la intuición que nos brinda el tiempo— y otras pertenecen a distintos ámbitos: al de los jardines propiamente dichos, al de la colección, al de la pintura y al de la arquitectura, que está presente de una u otra manera en todos ellos. En su mayor parte, estos ámbitos tienen su origen en las conversaciones surgidas en las tesis doctorales de varias arquitectas —algunas ya leídas y otras en proceso de elaboración— gestadas durante estos últimos años,2 y aunque su propósito no fuera el jardín en sí, de una manera u otra todas ellas han inspirado este libro.

Los ejemplos referidos y citados que acompañan estas líneas forman parte de las mencionadas conversaciones y ocupan un lugar predominante entre los elementos de este jardín que aquí se propone. El texto es una invitación a considerar como un jardín el interior de algunas casas. Pero lo más importante es que actualmente hay un interés renovado por los árboles y las plantas, y resulta significativo que algunos de los ejemplos más inspiradores provengan de Japón, de la mano de Ryue Nishizawa o Junya Ishigami; arquitecturas en las que los árboles y plantas son equiparables a los propios edificios y no ya su complemento, como sucede en el pabellón de Japón que Ishigami construyó en la Bienal de Arquitectura de Venecia de 2008. Edificios en los que las partes de su programa se disuelven en el conjunto del terreno que ocupan, dando lugar a construcciones que están a medio camino entre los pabellones y los invernaderos, que otorgan un nuevo significado a estos últimos, convirtiéndolos en un experimento en el que se equilibra lo sembrado y la arquitectura. En lo que se refiere a los invernaderos, Anne Lacaton y Jean-Philippe Vassal ya han mostrado su potencial, y desde entonces no han dejado de prodigarse, como los delicados dibujos de la arquitecta portuguesa Ana Frois. En todos estos ejemplos también está presente cierto desorden y una mezcla buscada o espontánea de partes y elementos que dejan constancia del peso que hoy tienen las obras como resultado de reparaciones, adiciones y reformas de edificios —algunas ni siquiera fueron antes casas— que han acabado por dar cierto aire común a mucha de la arquitectura de la casa contemporánea, contaminándola con la idea de adaptación, acorde, por otro lado, con la acción misma de habitar.

Estas líneas tienen como objetivo apuntalar los argumentos que parecen estar detrás de muchos de estos proyectos y que, de un modo resumido, invitan a considerar la casa como un jardín; una consideración que pretende hacer aflorar todo aquello que se añade a la arquitectura y que, junto a ella, permite que hablemos de “casa”, no de “vivienda”. En este sentido, aquí es importante considerar la casa no tanto como un objeto, sino como la raíz de un verbo, algo que indica también acción, como ocurre con la palabra inglesa housing. Literalmente, ver la casa como aquello que esta hace por nosotros.3 No se trata tanto de una invitación a hacer de ella un jardín —a pesar de que algunos ejemplos son justamente eso—, sino de considerarla como algo que nos empuja a escenificar un espacio en permanente cambio y “en movimiento” —haciendo uso de la terminología de Gilles Clément—,4 algo distinto a lo largo del día, de las estaciones y de los años.

¿Qué casas modernas tienen plantas en su interior? Resulta difícil verlas. No las hay en la villa Savoye, ni en la casa Farnsworth, ni en tantas otras. Quizás la responsabilidad no haya sido solo de los arquitectos que las hicieron fotografiar, sino que, a juzgar por los textos que acompañan a las obras más emblemáticas, también de los editores y los críticos. No podríamos encontrar un ejemplo más adecuado para exponer nuestra equivocada manera de juzgar la presencia de plantas en los interiores modernos que la emblemática casa Tugendhat; de ella hemos dispensado toda clase de elogiosos comentarios a los vidrios retráctiles automatizados de la fachada sur, y prácticamente ninguno a su Wintergarten orientado hacia el este. ¿No es esto indicio suficiente del escaso interés que ha suscitado en la arquitectura moderna europea de la primera generación algo tan insustancial, sustituible, ornamental y ligado a los gustos del propietario, y sin embargo tan importante? Obviamente podemos recoger cierto número de ejemplos de casas construidas en Europa entre las décadas de 1920 y 1930 cuyos jardines fueron motivo de experimentos modernos acordes con la arquitectura a la que prestaban su apoyo, jardines cubistas, abstractos, racionales o “de hormigón” —como los denomina Darío Álvarez—,5 todos ellos expresiones sembradas y, en cierto sentido, sometidas a la arquitectura de las vanguardias. Por el contrario, encontraríamos diferentes buenos ejemplos en la arquitectura moderna americana, en los que el jardín ha establecido una relación muy diferente, hasta el punto de que la casa parece haber llegado después del jardín para abrazarlo y tragárselo.6

Nos interesa especialmente cómo suelen disponerse las plantas en las casas. Su necesidad de luz y de cierto resguardo en climas fríos exige unos lugares y unas piezas especiales en la casa —galerías o jardines de invierno—, como aquí veremos. Estas condiciones determinan que las ventanas con plantas o las galerías acaban siendo filtros a través de los cuales vemos el exterior. De este modo, en los interiores domésticos aparecen elementos a modo de escenografías o teatros desde los que observar el mundo real que modificamos a nuestro antojo. Tal vez por la reminiscencia del Paraíso original, las plantas, las flores y también los pájaros acaban siendo los motivos predilectos de las telas estampadas, los papeles pintados, el vidrio y la loza. Con ayuda de estos objetos y estampados, la casa se transforma en un jardín. Pero aun sin la ayuda de estos elementos y su gráfica, la disposición de objetos, enseres y muebles en la casa emula, quizás inconscientemente, la forma y el orden en el que se disponen las plantas y los arbustos en un jardín. Las formas construidas en hormigón armado de la cubierta de la Unité d’Habitation de Marsella pueden considerarse una topiaria “imaginativa” más propia de un jardín que de la azotea de un edificio de viviendas con sus instalaciones mecánicas. Los jardines ayudan a recuperar una mirada desprejuiciada sobre la arquitectura, algo que se mostraba de un modo innato, fluido y natural en los dibujos de Lina Bo Bardi, y en las obras en las que parecía instalada el alma del jardín. Uno solo de sus dibujos —una mujer con un sombrero— sirve para hacer visible la relación entre el jardín y la casa. La mujer parece sostener todo en su cabeza, mientras lo ordena con su sola presencia en una verticalidad que la recorre a ella, al huerto y la casa. Su naturaleza deja a un lado asuntos como la función y se resiste a una representación convencional fuera de los códigos gráficos habituales en la arquitectura. Los jardines resultan difíciles de dibujar y son más sensibles a las instrucciones o a las reglas de un juego que al plano con símbolos e indicaciones numéricas exactas. Los dibujos de Piet Oudolf, con sus símbolos y colores, son instrucciones para quienes han de sembrar los jardines que él diseña, y la siembra en sí misma, que ejecutan los jardineros, es el último dibujo a escala sobre el terreno. De este modo, el terreno es la hoja de papel.7

Dibujo de Lina Bo Bardi, s. f.

Estas condiciones, tan propias del jardín, están en la base de nuestra predilección por un tipo de casa y de orden, pues al reunir objetos, en el orden prima la superposición, y este se modifica de modo imperceptible, pero constante. Observar la casa a través del filtro del jardín es algo para lo que parece haber nacido este, y es la razón de ser de las Blumensfenster8 y los jardines de invierno, que, más allá de su primera aparente utilidad, parecen existir para brindar una escenografía optimista a lo que está ahí fuera. En un sentido metafórico, observar la casa a través del jardín es convertirla en algo que se transforma constantemente y que se abre a aquello que puede suceder, incorporándolo en su seno. El jardín al que nos referimos está abierto a la contingencia y la casa debería también estarlo, ya incluso desde el propio proyecto. Resulta útil recordar la interesante observación que Richard Sennett dedica a la villa Moller y a la forma en la que Adolf Loos —al que Sennett llama “arquitecto profesional”— incorpora y resuelve un error de construcción de la cimentación, al contrario de la maniática forma de corregir “una imperfección” por parte del arquitecto aficionado Ludwig Wittgestein en la altura del techo de la sala de la casa que diseñó para su hermana en la Kundmanngasse de Viena.9

El jardín también está presente cuando convocamos las colecciones y los espacios que las alojan, y aparece cuando asistimos a las reuniones de piezas y objetos que consiguen, igual que las flores y las plantas, desdibujar los espacios que las albergan mezclando arte, objetos y arquitectura, como sucede en la galería posterior de la casa en Lincoln’s Inn Fields de John Soane. Ver pinturas, grabados y fotografías de este tipo de interiores que extienden la idea de las Wunder-kammern (gabinetes de curiosidades) es sumergirse en unos lugares que, partiendo de espacios arquitectónicos a veces en las antípodas desde el punto de vista de su naturaleza o de su diseño, acaban teniendo un semblante común. En ellas la reunión obsesiva de pinturas, esculturas u objetos, o de todos ellos mezclados, desdibuja los contornos de los lugares que los contienen, haciendo que la escena domine. El libro también reúne algunos jardines y casas que por diversas razones son adecuados aquí, como, por ejemplo, los cármenes de Granada, el palacio de los marqueses de Fronteira o el pequeño Romeral de San Marcos en Segovia. Las casas que aparecen en estas páginas se observan básicamente desde aquello que atañe a su jardín, como la Casa del futuro y la Hexenhaus de Alison y Peter Smithson, la Casa de vidrio de Lina Bo Bardi o algunas obras de Anne Lacaton y Jean-Philippe Vassal. Estas páginas son una invitación a reconsiderar el papel tradicionalmente accesorio del jardín, permanentemente instalado fuera de la casa. Las ventanas con flores o los invernaderos son tan solo muestras de que el lugar del jardín puede ser dentro de la casa, y aún más, de que el jardín también es un interior, un lugar al que “se entra”, de igual modo que toda la casa puede también ser un jardín.

¿Cuántos jardines se nos han pasado por alto? ¿Cuántas plantas que han crecido en los muros y las fachadas de edificios conocidos y admirados han sido vistas como parásitos, como algo accidental, imperfecto y enojoso, en lugar de considerarlas un don? Nos referimos a casas como la Steiner, la Rufer o la Scheu, todas ellas de Adolf Loos, cuyas fachadas estaban contaminadas por la hiedra y otras trepadoras.10 Es evidente que en algunos casos esta contaminación estaba calculada y, por supuesto, era querida, como en la villa Karma, pero en otros, quizás, fuera igualmente buscada, de otro modo ¿cómo llegaron a tener ese aspecto? En este sentido, el pavo topiario del pabellón Upper Lawn de los Smithson toma relevancia al aceptar lo accidental, e incorporarlo y convertirlo en una señal de inteligencia emocional. En cualquier caso, deberíamos admitir que las plantas siempre nos han molestado, aunque las cosas parecen estar cambiando y tratamos de corregir nuestro olvido. Quizás detrás de ello esté el hecho de que la cultura occidental se resiente aún de ser una cultura cimentada de alguna manera en la narración de un pasado en el que fuimos expulsados del Paraíso; hedonismo solo enmendado por el ora et labora del huerto laborioso, ordenado y productivo. El jardín convoca aquello que no es inmutable, que no es sólido, que no es “exacto”, como la hora, y que, sin embargo, es tan preciso como lo son los nombres de las especies vegetales que contiene y que permite identificarlas en cualquier lugar del mundo, aunque hablemos lenguas distintas. El jardín es “global” sin la concurrencia de nuevas tecnologías. Es difícil representarlo mediante un plano de arquitectura, pero es fácil darle forma con algo más parecido a una receta de cocina. Este libro es una invitación a considerar la casa a través del jardín; tan próximo a ella desde su mismo origen, por otro lado. Podemos pensar la casa de muchas maneras, pues esta no es solo arquitectura; o, mejor dicho, la arquitectura no es solo lo que entraña la “disciplina”. Tal vez el interés por acercar la casa al jardín pueda explicarse con la afirmación de Ian Hamilton Finlay, el autor del jardín Little Sparta: “Un jardín no es un objeto, sino un proceso”,11 algo que supone acción, una acción que no solo es nuestra, sino también de la casa.

En los últimos tiempos no han cesado de aparecer obras y textos que han delineado una sensibilidad hacia los jardines basada en una decidida expresión del mundo vegetal que exalta las especies y, de entre ellas, las más corrientes, especies próximas que quizá tiempo atrás hubieran sido apartadas de un jardín, cuando no arrancadas sin contemplaciones. Los textos y las obras de Gilles Clément o de Piet Oudolf, entre otros, han tenido una influencia decisiva a la hora de observar unas reglas para el jardín más inclusivas y que tienen mucho que ver con nuestra atención cada vez más respetuosa hacia las malas hierbas. En palabras de Oudolf: “No se trata solo de estética, sino de que las personas intenten superar una línea, un umbral”. O, sencillamente, a atender propuestas de jardines como el que creó el cineasta Derek Jarman en Prospect Cottage en la costa de Kent, junto a la central nuclear de Dungeness, en unas severas condiciones climáticas y ambientales. Extrapolar esto a la casa resulta relativamente sencillo y permite prestar atención a la arquitectura de baja carga formal, presupuestos modestos y con programas más realistas, realizada con materiales que quizás en otras condiciones se emplearían para usos industriales o situaciones de emergencia, cuyos equivalentes entre plantas y herbáceas deberíamos ir a buscar a las cunetas. Tal vez sea aquí donde resulte más oportuno resaltar que a esta extrapolación el jardín aporta una finura y una belleza que habitualmente este tipo de arquitectura no posee.

Repasando obras del estudio amid.cero9 (Cristina Díaz-Moreno y Efrén García Grinda) o de Office for Political Innovation, estudio liderado por Andrés Jaque, vemos en sus dibujos y sus obras cierta correspondencia con los jardines. Algunas veces es literal, como en el caso de los “jardines portátiles” de amid.cero9, otras es el estilo de las propuestas, algo en la disposición de las cosas, en la atmósfera de los espacios contaminada por diversos objetos colgados; en ellos se hace palpable una versión especial del jardín. Más que proyectar un jardín, Jaque parece recrearlo o invocarlo en sus proyectos de restaurantes en Madrid —Ojalá, Rómola o Run Run Run—, en los que parece comprender muy bien hasta qué punto aquello que llena los espacios proyectados debe estar influyendo en el mismo momento en el que los estamos pensando. Esta misma intuición parece responder a la cuestión sobre lo inanimado y lo animado, a los que corresponderían la casa y el jardín; anticipándose al contenido de los espacios parece que tomamos partido por lo animado.

Al tiempo que este libro se va acabando, tropezamos con más hechos que parecen dar la razón a la idea motriz del presente texto. Nos encontramos con noticias inconexas y heterogéneas que parecen todas ellas apuntar en la misma dirección: una atención cada vez mayor a lo plantado que se manifiesta en distintas cosas que van desde la gastronomía al arte. Por ejemplo, los platos de Alain Passard son la expresión de una sensibilidad creciente con respecto al mundo vegetal, los árboles, las plantas, las flores —en este caso comestibles—, que se consolida como un enorme y hermoso lenguaje común. Estamos despertando y comenzamos a ver lo que llamamos naturaleza como algo a lo que pertenecemos, algo de lo que somos una parte nada más, y no “la pieza” central. No estamos en un medio hostil, lo que nos rodea no es salvaje, y, si lo fuera, la palabra “salvaje” no tiene una acepción negativa; quizás lo más salvaje sea lo que nosotros hemos creado.

Nota: Las imágenes de este libro han sido escogidas entre las más adecuadas para hacer florecer esta idea de jardín. Cuando se trataba de imágenes antiguas en blanco y negro, y ante la dificultad o la imposibilidad de tener una imagen actual, se ha decidido colorear ligeramente con acuarela básicamente las partes vegetales.

Alain Passard con uno de los platos elaborados con productos de su huerto.

 

__________________

1 Monteys, Xavier, La calle y la casa. Urbanismo de interiores, Editorial Gustavo Gili, Barcelona, 2017.

2 Se trata de las tesis de: Tárrega Klein, Mónica, Arquitectura sembrada: atlas de encuentros entre vegetación y arquitectura (2017); Santolaria Castellanos, Ana Isabel, Casa relato colección. La construcción del espacio a través de los objetos (2019); y Bataller, Lola, Prácticas documentales. Proyecto y contingencia (2020); y de dos tesis en proceso, la de Núria Ortigosa sobre las exposiciones de arquitectura en Barcelona y la de Anna K. Bach sobre la Hexenhaus de los Smithson. A estas debo añadir dos trabajos que se han centrado en Gio Ponti: Necchi, Silvia, Gio Ponti. La villa Planchart, un progetto per corrispondenza 1953-1957 (2012); y Capomaggi, Julia, Domus 1948-1978. La conformación del espacio interior doméstico a través del mobiliario (2015). Todas ellas han sido desarrolladas en la Universitat Politècnica de Catalunya.

3 Así lo expone José Luis Oyón en uno de los textos contenidos en la edición de Turner, John F. C., Autoconstrucción. Por una autonomía del habitar, Pepitas de Calabaza, Logroño, 2018.

4 Clément, Gilles, Le Jardin en mouvement, Éditions Sens et Tonka, París, 1994 (versión castellana: El jardín en movimiento, Editorial Gustavo Gili, Barcelona, 2012).

5 Véase: Álvarez, Darío, El jardín en la arquitectura del siglo XX, Reverté, Barcelona, 2007.

6 Véanse algunos ejemplos en: Llanos Chaparro, Isabel, Casas Obregón & Valenzuela. Contribución a la formación de una tipología, tesis doctoral leída en la Universitat Politècnica de Catalunya, Barcelona, 2016; y en Múnera Naranjo, Luis Fernando, La casa un jardín. La arquitectura de Caputi & Uribe 1950-1965, Universidad Nacional de Colombia, Medellín, 2016.

7 Véase la película de Tomas Piper Five Seasons: The Gardens of Piet Oudolf (2017).

8 La traducción literal de este término alemán es “ventana de flores”, un espacio para colocar flores entre las dos hojas de la ventana, una de las cuales abre hacia fuera y la otra hacia dentro.

9 Véase: Sennett, Richard, The Craftsman, Allen Lane, Londres, 2008 (versión castellana: El artesano, Anagrama, Barcelona, 2009).

10 Véanse estas casas en la mejor recopilación de su obra: Rukschcio, Burkhardt y Schachel, Roland, La Vie et l’oeuvre de Adolf Loos, Pierre Mardaga Éditeur, Bruselas, 1987.

11 Finlay, Ian Hamilton, “Unconnected Sentences of Gardening”, en Bann, Stephen (ed.), Stonypath Days. Letters from Ian Hamilton Finlay to Stephen Bann 1970-72, Wilmington Square Books, Londres, 2016.