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¿Son las nuevas tecnologías de la comunicación una amenaza real para la democracia? ¿A quiénes sirve la información extraída de la actividad on line de periodistas, políticos, activistas, empresarios y de cualquier persona? Pegasus, Cambridge Analytica son algunos casos actuales de espionaje digital de gobiernos de todo el mundo que no solo son utilizados para intereses nacionales sino que traspasa fronteras, como en el caso de la Rusia de Putin. Para responder a estas preguntas Leonardo Laso recurre a sus más de treinta años en la política, navegando "como delfín entre tiburones", según él mismo se describe, como gran defensor de la democracia e innovador permanente en la comunicación política, siempre con principios y valores sólidos, con el bien común como premisa inclaudicable. Esta obra es pues el resultado de una larga carrera en la que su autor mira con dolor la decadencia de una política con gobiernos de corte autocrático, ya sean de izquierdas como de derechas, con partidos políticos que son más bien empresas electorales que centros de formación y pensamiento, que nos conducen hacia una institucionalidad cada vez más débil. Su propuesta es este Manual para Rescatar la Democracia, en la que el lector encontrará una buena combinación de juicio crítico, sentido común y pasión; para que los que formamos la "mayoría silenciosa", esa inmensa cantidad de personas que luchamos y trabajamos cada día soñando con dejar a nuestros hijos un mundo mejor, apliquemos en nuestras vidas el principio de Jefferson: "la eterna vigilancia".
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Leonardo LASO
La comunicación al poder
Manual para rescatar la democracia
© Leonardo Laso Valencia, 2022
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.
© EDICIONES MORATA, S. L. (2022)
Comunidad de Andalucía, 59. Bloque 3, 3º C
28231 Las Rozas - Madrid - ESPAÑA
www.edmorata.es - [email protected]
Derechos reservados
ISBNpapel: 978-84-19287-07-6
ISBNebook: 978-84-19287-08-3
Depósito Legal: M-14.107-2022
Compuesto por: MyP
Printed in Spain - Impreso en España
Imprime: ELECÉ Industrias Gráficas, S. L. Algete (Madrid)
Diseño de la cubierta: Ana Peláez, con imágenes bajo licencia de Creative Commons de https://publicdomainvectors.org/ y Pixabay.
Nota de la editorial
En Ediciones Morata estamos comprometidos con la innovación y tenemos el compromiso de ofrecer cada vez mayor número de títulos de nuestro catálogo en formato digital.
Consideramos fundamental ofrecerle un producto de calidad y que su experiencia de lectura sea agradable así como que el proceso de compra sea sencillo.
Por eso le pedimos que sea responsable, somos una editorial independiente que lleva desde 1920 en el sector y busca poder continuar su tarea en un futuro. Para ello dependemos de que gente como usted respete nuestros contenidos y haga un buen uso de los mismos.
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Dedico este libro en primer lugar a mi esposa Martha Cecilia, quien con su amor y valores es el soporte de mis sueños y mis batallas.
A mis nietos Leonardo, Tiziano y Francesco, con la esperanza de que este humilde aporte sirva para que vivan un mundo mejor.
A Mateo Manuel, el french poodle que me da lecciones de ternura todos los días.
Y a todos aquellos que defienden la democracia con sangre, sudor y lágrimas. Ojalá estas ideas les den energía y fortaleza para seguir la lucha.
Agradecimientos
Agradecimientos
A mi hijo Esteban, que luchó permanentemente para ayudarme a superar dudas y miedos y que ha sido mi gran apoyo en la aventura de publicar este libro.
A Javier Sánchez Galicia, gran consultor y ser humano, por su generosidad al escribir el prólogo.
A Paulo Cosín Fernández, director editorial de Morata, por creer que mi pensamiento puede ser un aporte para el fortalecimiento de la democracia.
A Karla Contreras Tinoco, por su apoyo en la corrección y puesta a punto del manuscrito original.
A los políticos con quienes trabajé, a las horas duras que viví en estos treinta años navegando “como delfín entre tiburones”: un aprendizaje que ahora valoro mucho.
A los curas jesuitas del colegio San Gabriel de Quito: Mendoza, Maestre, Bayas, Tello, “Shishipo” Espinosa, Flores, Rivas, que me formaron con esa mezcla de lógica, matemáticas y principios; al padre Jorge Baylach, que me enseñó el valor de la música para conectar con el alma.
Esa combinación de pensamiento crítico con sensibilidad me ha permitido tener una mirada holística, sistémica, pero al mismo emocional, conectada profundamente con cada ser humano que encontré en mi camino.
Contenido
Agradecimientos
Prólogo
Crecimiento de la insatisfacción democrática.—Elecciones presidenciales en pandemia.
Prefacio
Introducción
Capítulo 1. Comunicación para una democracia sostenible
Cambiar la realidad o cambiar la percepción.—“Publico, luego existo”.—Internet y las redes sociales son un fenómeno en desarrollo.—La hipercomunicación de las redes hace efímero casi todo.—El anonimato: un aliado vital.—Vieja Política vs. Nueva Política: Entender el nuevo escenario comunicacional.—¡Esto no va más!—Las causas reemplazaron a la ideología.—Horizontal, con liderazgos compartidos.—Manejar el “enjambre digital”.—Las redes sociales reemplazaron a los medios masivos.—La Segmentación, elemento central en la ejecución de la comunicación.—La informalidad, el nuevo estilo organizacional.—La política como construcción colectiva.—La Red reta a la Jerarquía.—Joseph Goebbels, el santo patrón de las autocracias.—Modo de Contagio.—Simplificación, enemigo único.—Transposición.—Exageración.—Orquestación.—Renovación.—Unanimidad.—Las nuevas tecnologías de comunicación, una amenaza real para la democracia.—Pegasus, un nombre épico para una herramienta tecnológica que aniquila la reputación.—Cambridge Analytica: el paradigma de cómo las fake news pueden ganar una elección.—Cómo construir y mantener una narrativa en el nuevo escenario de comunicación horizontal.—Preguntas preliminares.—Data Mining.—Focus Groups.—Creando ideas que sobreviven.—Creando ideas que motivan a la acción: ACE.—Cómo construir campañas de comunicación horizontal: Greta Thunberg, una adolescente que doblega a los líderes del mundo.—Mantener la narrativa, construir un mito unificador.—El político es el mensaje: “You are the message”.—¿Por qué quieres ser político?
Capítulo 2. El continente más desigual... aún peor
La pandemia potenció la profunda crisis.—“Entre la desigualdad y el bajo crecimiento”.—La recuperación, una quimera.—La educación, malherida.—El cambio climático y la pandemia: ultimátum al planeta.—Líderes, no (solo) recetas.—Latinoamérica: los de arriba y los de abajo.—De nuevo somos el continente más desigual del mundo, realidad en la que no tenemos parangón.—La indignación crece y podría convertirse en pandemia: sus raíces alrededor del mundo.—Chile en blanco y negro: ¿apocalisis o nuevos tiempos?—Latinoamérica: ¿ahora... o nunca?
Capítulo 3. Una nueva partitura para la política
Cambio Climático y Desigualdad: dos detonantes de la crisis global.—Cambio climático. La supervivencia del planeta está en juego.—Economía Circular: es imposible crecer eternamente.—Desigualdad: no podemos seguir mirando a otro lado.—Herramientas para Construir Agenda.—Los Objetivos de Desarrollo Sostenible: bases técnicas y evidencia para preparar una hoja de ruta.—Las tecnologías: herramienta indispensable en la construcción de la nueva agenda.—La canasta básica digital: Un ejemplo de agenda con acciones concretas.—Verdadera responsabilidad social.—Conclusiones: cuatro puntos de una brújula política.—Replantear, renovar, participar: Reflexiones para hacer sostenible a la democracia.—La ciudadanía activada: indispensable para una democracia sana y fuerte.—La Tiranía del Mérito: Repensar la meritocracia como base de la construcción democrática.—Transformando la meritocracia: algunos ejemplos exitosos.—Democracia versus Autocracia: El nuevo paradigma geopolítico.—Democracia Sí, Autocracia No.—¿Proyectos políticos o empresas electorales?: La urgencia de fortalecer los partidos políticos.
Epílogo
Rasgarse las vestiduras no es suficiente.—Creando el ejército de la eterna vigilancia.
Bibliografía
Prólogo
Por Javier Sánchez Galicia
Prólogo
Los procesos de transformación y modernización que han enfrentado las naciones a nivel global, producto de la instalación de un modelo neoliberal, en particular en la región latinoamericana, han llevado a un agotamiento del papel que desempeñaba la política en su papel articulador, de participación y de representación social (Balandier, 1999). En consecuencia, emerge un nuevo protagonismo del Estado, de los partidos que intentan reconstruir su capacidad de representación y de una sociedad civil, con sus respectivos actores (liderazgos o movimientos sociales), que intentan tener un espacio en la vida pública.
En opinión de Garretón (1995), el éxito de estas transformaciones dependerá de construir un nuevo tipo de relaciones entre el Estado, los partidos —en su capacidad articuladora y de representación social—, y la sociedad organizada —en su posibilidad de movilizarse y participar—. En suma, son la política y la acción colectiva los que están bajo una sombra de duda y desconfianza, ante un creciente individualismo y una apatía frívola como síntoma social de un narcisismo colectivo. Así lo explica Lipovetsky (2006, p. 36), al señalar esta estrategia narcisista de supervivencia del individuo como origen del clima de pesimismo que vive la sociedad actualmente.
Me parece muy valiosa la aportación que hace Leonardo Laso Valencia a la comunicación política y sus procesos innovadores, a través de las plataformas sociodigitales, pero es fundamentalmente oportuno el análisis que hace sobre la crisis de la democracia. En el fondo, expondría Tenzer (1991), se trata de que “la sociedad ya no se percibe a ella misma de manera coherente y se siente incapaz de conducir su unidad”. Así, el embate que la sociedad enfrenta se expresa en crisis de confianza o crisis de credibilidad, cuyas características se resumen en el estrechamiento del espacio público, un sentimiento de inestabilidad política, el antagonismo creciente entre la sociedad y la política, la desaparición del debate público, entre otros factores.
El texto de Laso Valencia aclara los profundos cambios que aquejan a las sociedades contemporáneas, indicativos de una descomposición de los antiguos referentes, pero también de una actividad política que ha sido trastocada porque ya no funciona como eje articulador, sino como causa de conflicto (Sánchez Galicia, 2020). En este escenario enfrentaron los latinoamericanos el ataque de dos tipos de virus: el provocado por el coronavirus sars-CoV-2 y el virus de la desconfianza hacia los gobiernos. El año 2019 terminaba en América Latina con el levantamiento violento de los pueblos de Ecuador, Colombia y Chile, entre otros países, como símbolos de sociedades que llegaban al borde del hartazgo, producto de las desigualdades, pobreza y el estancamiento de la economía. De acuerdo con el Informe del Latinobarómetro 2020/21 —que utiliza el autor como referente—, al final del primer año de pandemia, se detuvo la caída de apoyo a la democracia (sobre otro tipo de regímenes políticos) y se ubicó en 49%, al perder entre 2010 y 2018, 14 puntos porcentuales, y pasar de 63% a 48%; una tendencia decreciente que se venía registrando desde 1995.
De acuerdo con el análisis del Latinobarómetro 2020/21, se afirma que en la región predomina el supuesto de que la democracia debe funcionar independientemente de su grado de eficacia, entendida la democracia como el marco regulatorio y representativo sobre quien toma las decisiones que atañen a la colectividad (Bobbio, 1994). Sin embargo, este planteamiento no incluye el desempeño de los gobiernos como eje democrático, pues solo se concentra en el sufragio universal como medio de legitimación del poder que se basa en la posibilidad regulada de votar y representar a las mayorías, y no en los resultados del ejercicio de gobierno.
El riesgo de concebir así a la democracia en un plano puramente procedimental, advierte Rojas (2016), pues puede llegar a ser simplemente un medio de legitimación de gobiernos que solo producen desigualdad, exclusión y pobreza. Además, puede dar lugar a inconformidad con el desempeño de un gobierno, aunque éste haya llegado al poder de manera democrática. O’Donnell (1994) acuña el concepto de democracia delegativa, según el cual existen varias democracias como las de América Latina, donde no existe un marco normativo que posibilite a los ciudadanos influir en los asuntos públicos, más allá de permitirles elegir a sus representantes de manera periódica. En contraste, Morlino (2003) resume la calidad democrática en cinco conceptos: gobierno de la ley, rendición de cuentas, reciprocidad, nivel de acercamiento al ideal de libertad, y nivel de proximidad a la igualdad inherente a la democracia.
Crecimiento de la insatisfacción democrática
Los datos del Latinobarómetro, realizado durante los años 2020 y 2021 en 18 países de América Latina, coinciden con el planteamiento de Leonardo Laso, en el sentido de que hubo un crecimiento en la insatisfacción con la democracia, al pasar de 51%, en 2013, a 70%, en 2020, después de alcanzar su nivel más elevado en 2018, con 72%. De acuerdo con las categorías de análisis que hace el estudio, la satisfacción con la democracia es considerada como un indicador de desempeño, a diferencia del apoyo a la democracia que representa un indicador sobre el tipo de régimen. En este sentido, la satisfacción indica cómo responden los gobiernos a las demandas de los ciudadanos y la diferencia entre ambos indicadores muestra que el malestar es con quienes gobiernan, mucho más que con el régimen político que los gobierna. Los países con mayor satisfacción con su democracia son: Uruguay (68%), El Salvador (46%) y República Dominicana (39%), en tanto que los más insatisfechos son Ecuador (10%), Perú (11%) —la medición se realizó previo a las elecciones presidenciales realizadas en 2021— y Honduras (15%), por último, trece de los 18 países que incluye el estudio presentan una satisfacción inferior a 30%.
Con base en los datos que viene arrojando el Latinobarómetro, Berry y Rodríguez (2010) perciben una decreciente satisfacción con la democracia en el segmento más joven, preparado y de orientación izquierdista. Esto sucede particularmente en aquellos países donde los procesos de globalización resultan ser más endebles y crece la desigualdad y se debe a que, a pesar de la estabilidad de sus gobiernos, los jóvenes albergan poca confianza en sus instituciones. El marco de estabilidad política en el que viven contribuye a que puedan manifestar su inconformidad o disgusto sin el temor de ser reprimidos. Se trata de izquierdistas que conviven en sociedades en donde los beneficios de la globalización no han llegado: la desigualdad persiste, pero la estabilidad política está garantizada y los jóvenes utilizan a las instituciones como blanco de su inconformidad.
Otros investigadores, como Morlino, 2003; O’Donnell, 2001, 2004; y Schmitter, 2004, advierten que la caída en la satisfacción democrática terminará por socavar sus bases. En razón de ello, adelantan dos posibles escenarios: uno pesimista, que daría lugar al fin de la democracia —como lo refiere Laso Valencia al citar la desafortunada frase de Vargas Llosa (2021) de que “la democracia está de paso”—, y otro más positivo, que sería la satisfacción con la democracia en el largo plazo. En suma, habría una baja satisfacción con la democracia al tener conciencia de que los problemas existentes se deben a que estos son estructurales y heredados, o que los sacrificios a corto plazo son necesarios para alcanzar una satisfacción más perdurable (Sarsfield y Echegaray, 2005).
Para O’Donnell, la democracia está en una seria crisis (2007) porque, en los países más desarrollados, enfrenta una serie de dificultades autoimpuestas e inevitables, mientras que en democracias de menor calidad, como las latinoamericanas, intervienen actores autoritarios que comparten espacio con la desafección política de grandes sectores de la sociedad. Así, considera que la democracia debe ser entendida a través de lo que no se tiene, “es la perpetua ausencia de algo más” (O’Donnell, 2007).
Elecciones presidenciales en pandemia
Al desencanto por la política, producto de la crisis de representación (Jiménez, 1993), se suma el agotamiento de la democracia representativa y la creciente crisis de los partidos (Montero, Gunther y Linz, 2007; Sermeño, 2009), además de la incapacidad de desmantelar la desigualdad y la discriminación. Todo ello fue el reflejo de un estado de ingobernabilidad y una creciente deslegitimación de los sistemas políticos en América Latina. Como también lo explica Leonardo, la pandemia desveló una serie de crisis en cascada (Sánchez Galicia, 2021) que, en palabras de Žižek (2020), representaron la “tormenta perfecta”. La Copal (2021) informó que más de 50 millones de personas se sumaron a los niveles de pobreza ya existentes y además de provocar problemas nuevos, la pandemia puso al descubierto las carencias ya existentes, como el retroceso económico de 8% que presentaba la región.
La pandemia también puso al descubierto la crisis de representación y la mostró a través de los resultados electorales: los gobiernos de países como Bolivia, Ecuador, Colombia y Chile aún no terminaban de asimilar los movimientos de resistencia que tomaban las calles para mostrar su hartazgo por el impacto de las políticas económicas y la ausencia de atención a demandas crecientes de la población, cuando enfrentaron la acometida de coronavirus sars-CoV-2 (Sánchez Galicia, 2021). En 2019, ya había respuestas implacables ante la protesta callejera: se decretaron, entonces, toques de queda y se desplegaron fuerzas militares y policiales para reprimir las protestas. Lo que nadie previó fue un escenario de pandemia que pondría a los manifestantes en cuarentena, con los cuerpos de seguridad otra vez en las calles, solo que, ahora, para controlar el cumplimiento del aislamiento social.
La lucha contra la desigualdad marcó los derroteros de los cambios que se presentaron en la región latinoamericana. En Chile, por ejemplo, las protestas de 2019 generaron las condiciones para al establecimiento de una Convención Constitucional y, en diciembre de 2021, terminaron con la elección de Gabriel Boric, heredero de aquellas revueltas y la apuesta por una ruptura con el pasado que representaba el ultraderechista José Antonio Kast (El País, 2021). En Bolivia, las elecciones presidenciales de 2020 frenaron las intenciones de Evo Morales de reelegirse por cuarta ocasión, mientras que en Perú se expulsó a la mayoría de los partidos tradicionales del parlamento y se abrió el camino a un candidato outsider, antisistema y vinculado con Sendero Luminoso.
Las elecciones presidenciales en pandemia iniciaron en República Dominicana, el 5 de julio de 2020, año en que el Partido de Liberación Dominicana (pld), que gobernó durante 14 años con mayoría en el parlamento, fue derrotado. Así, ascendió al poder Luis Abinader del Partido Revolucionario Moderno (prm), con el apoyo de seis partidos que lo acompañaron en alianza. Abinader obtuvo 52% de los sufragios en la primera vuelta, dejando atrás a Gonzalo Castillo del PLD (37.4% de los votos), y al expresidente Leonel Fernández, postulado por el Partido Reformista Social Cristiano con (8.9% de los votos) (France 24, 2020).
En Bolivia, los trece años en el poder y el deterioro democrático que sufrió Evo Morales al perder con 51% en contra, tras sus intenciones de reformar la Constitución para reelegirse por cuarta ocasión —posibilidad que posteriormente consiguió ante el Tribunal Constitucional para ser candidato en octubre de 2019— y que lo llevaron a desatar una crisis política en su país, así como culminar con su renuncia en noviembre del mismo año y su exilio en Argentina. El 25 de octubre de 2020 fue electo Luis Arce como presidente de Bolivia, con 55% de los votos y una participación electoral de 88% (BBC News, 2020).
Con la inscripción de 16 candidatos, en febrero de 2021, se desarrolló la primera vuelta de las elecciones presidenciales del Ecuador, llevando a dos aspirantes a enfrentarse en segunda vuelta. Así, ganó Guillermo Lasso con 52% de los votos, frente a Andrés Arauz, que tenía el respaldo del expresidente, Rafael Correa. En Perú, también hubo elecciones presidenciales en 2021, con 18 candidatos inscritos para la primera vuelta, luego de una crisis política en que estaba sumido el país (en 2018 había renunciado el entonces presidente electo, Pedro Pablo Kuczynski). En 2021, con 70% de participación electoral, pasaron a la segunda vuelta los aspirantes Keiko Fujimori y Pedro Castillo. Este último, candidato indígena y desconocido para la mayoría, surge como la respuesta a las aspiraciones de cambio y de encontrar a alguien que enfrente al establishment. Finalmente, con 44 mil votos de distancia sobre su oponente y 74% de participación electoral, asume la presidencia del país andino, el 28 de julio de 2021, luego de 40 días de una disputa postelectoral.
La pandemia incrementó la exposición de clivajes como inclusión social, acceso a la atención médica para todos, trato igualitario y con dignidad, entre otros (Sánchez Galicia, 2020; 2021). De acuerdo con Harvey (2020), aunque existe la concepción de que las enfermedades contagiosas no reconocen clases ni límites sociales, las repercusiones económicas se filtraron a través de las discriminaciones de costumbres y fueron evidentes en diversos países de América Latina. Cuando apareció el coronavirus sars-Cov-2 en Europa y, luego, fungió como eje de polarización política en la elección norteamericana, se configuró un sexto clivaje denominado salud vs. economía (Sánchez Galicia, 2020); una especie de confrontación entre quienes protegían la economía de las naciones y quienes se manifestaron a favor de las vidas humanas. Esta polémica superó las líneas territoriales del Estado-nación y se dio principalmente en sociedades donde el proceso de industrialización había alcanzado niveles avanzados, mientras la supervivencia material era una inquietud superior. En esta confrontación, los científicos pugnaban por el aislamiento social, en tanto que los responsables de la política económica de las naciones se inclinaban por la reactivación de la planta productiva y el empleo; “la pandemia nos ha demostrado que la economía es una forma muy estrecha y limitada de organizar la vida y decidir quién es importante y quién no” (Latour, 2020).
La disminución de la confianza en las instituciones públicas es reflejo de estas desigualdades que fueron desveladas durante la pandemia. Los indicadores del Latinobarómetro 2020 colocaron a la Iglesia en el primer sitio de confianza, con 61%, seguida de las fuerzas armadas con 44 %, y el respectivo presidente en los 18 países incluidos en el estudio, con 32%. En promedio, durante 2020, la confianza en el gobierno se ubicó en cinco puntos por debajo de la figura presidencial en la región latinoamericana; los congresistas y los partidos políticos alcanzaron los más bajos niveles de confianza con 20 y 13%, respectivamente. Además, según el reporte del Latinobarómetro 2020, la corrupción en la región es un producto cultural que se evidencia en la certeza de 75% de los entrevistados, quienes declaran que no existe igualdad ante la ley. Asimismo, sospechan que los actores políticos que ocupan cargos en instituciones públicas están involucrados en algún acto de corrupción, y es el presidente de cada país quien carga con la mayoría de los señalamientos (58%); en suma, se manifiesta la desconfianza hacia todo lo público.
Los datos de los diferentes barómetros, como globalbarometers.org y el Estudio Mundial de Valores (worldvaluesurvey.org), muestran una creciente erosión en la confianza de los ciudadanos hacia las instituciones porque la confianza, en primer lugar, es un sentimiento (Canel, 2018), un estado de ánimo que supera las variables como aprobación o desaprobación gubernamental (Rivera, 2013). “Como definición conceptual, la confianza política ha sido diseñada como un indicador que muestra el apoyo a los actores políticos responsables de cada institución” (Norris, 1999; 2002) y los principios generales de la democracia en los que están basadas ciertas instituciones en un sistema político específico (Listhaug y Wiberg, 1995; Gabriel, 1995). La confianza tiene que ver con el pasado y con el futuro. Con el pasado, por la insatisfacción con los resultados entregados por anteriores administraciones, independientemente del color del partido; respecto al futuro, la confianza tiene que ver con la incertidumbre, sobre todo si los gobiernos le han fallado a los ciudadanos y tienen implicación directa con la eficacia política (Almond y Verba, 1963). La confianza es entonces un sentimiento o creencia que tienen los ciudadanos de poder participar en las decisiones políticas y de que el gobierno está respondiendo a sus necesidades.
Apoyados en el extraordinario esfuerzo editorial que hace Leonardo Laso Valencia y ante el desolador panorama que se dibuja, cabría la pregunta: ¿qué hacer? La magnitud del desafío es tal que puede conducir a la parálisis, pero, al final de cuentas, es deseable un modelo que contribuya a la calidad de la democracia, además de medidas instrumentales como el uso de la tecnopolítica. En la región, es urgente la disposición de reformas constitucionales ambiciosas pero plausibles, además de otras tareas como reconstruir los sistemas de justicia y perfeccionar los mecanismos de control legislativo. Pero también sería necesario establecer mecanismos eficaces reguladores de los grandes monopolios, a fin de que los procesos de privatización y reducción del aparato estatal y las inversiones extranjeras sean verdaderamente el nuevo motor de las economías; suprimir las leyes de excepción del pasado, que cobijan fueros, concentración en exceso del poder político, en la rama ejecutiva, y del económico en cada vez menos empresarios y, por último, redefinir las competencias y los controles horizontales entre los poderes públicos. En suma, se debe recobrar la confianza ciudadana a partir de generar mejores condiciones de vida y, sobre todo, garantías de que todo lo deseable, es posible.
* @sanchezgalicia1 es consultor político, Presidente del @ICPIberoamerica y coordina @TreintaClaves Léxico Para la Nueva Comunicación Política. Es Investigador sobre comportamiento electoral.
Prefacio
Prefacio
Detrás de la batalla militar Rusia-Ucrania se libra una batalla comunicacional, un verdadero caso de estudio para comprobar muchas de las ideas expuestas en este libro.
Mientras avanzo con las tareas para la publicación de este libro, un autócrata delirante, sanguinario y cruel, obsesionado con revivir el imperio ruso, ha pateado el tablero y cambiado totalmente la geopolítica mundial, poniendo al mundo al borde de una tercera guerra, un escenario apocalíptico.
Muy suelto de huesos, Putin amenaza con lanzar misiles nucleares “si le provocan”. Acaba de probar un misil balístico capaz de viajar 6.000 kilómetros y de evadir los controles actuales. Es decir, que podría desaparecer Washington, New York o las ciudades que escoja.
La democracia, que estos años ha vivido una crisis muy fuerte, debido en gran medida a la guerra sucia de Putin y sus “granjas” de desinformación, de pronto recobra un sentido de urgencia.
Europa descubrió el error de confiar en Putin sin un mínimo análisis de los riesgos de hacer negocios con él: la dependencia energética (40% del gas que consume Alemania viene de Rusia), petróleo, alimentos, metales, gases raros, entre otros. Recién se dan cuenta de que hay que escoger gente que tenga unos mínimos morales, que no se puede confiar en un líder autoritario cuyas decisiones surgen exclusivamente de su ansia de poder, de su locura, de sus vísceras.
Estados Unidos también se equivocó. Bush hijo y Obama no profundizaron en la personalidad de Putin; qué decir de Trump, que mostró insistentemente su admiración a Putin, afirmando que era su amigo. Varios de sus colaboradores muy cercanos fueron juzgados y sancionados por la llamada “trama rusa”: reuniones, dineros recibidos durante la campaña del 2016.
Putin planificó desde hace tiempo su estrategia. Por eso el oleoducto con Alemania; la “invasión”de millonarios rusos al Reino Unido, con acciones simbólicas como la compra del Chelsea, uno de los grandes equipos de fútbol por parte de Roman Abramovich, oligarca muy cercano a él, mientras impulsó el Brexit con su maquinaria de desinformación para poner a Inglaterra bastante lejos de la Unión Europea y entrar en el club del populismo nacionalista con el que pierde mucho más de lo que gana.
La ingenuidad y la estupidez pasan facturas caras en la vida y en la política.